viernes, 30 de septiembre de 2016

Pour en finir

Para terminar con una semana dedicada a Bouyer, copio un párrafo genial de La descomposición del catolicismo
Está aquí condensado gran parte del problema que ahora estamos sufriendo: la hipertrofia del papado, lo cual nos ha convertido ya no en católicos sino en papólicos. Muchos fieles de buena fe creen que, para ser católicos, hay que afirmar la soberanía regia y absoluta del papado por sobre todo, incluso, por sobre la Tradición. La religión católica consistiría en ser la religión que sigue y obedece al Papa, y vemos, por ejemplo, que las publicaciones católicas -desde "Cristo Hoy" hasta cualquier hojita parroquial- dedica muchísimo más espacio a comentar la última payasada que hizo o dijo Francisco que a profundizar en el Evangelio o en las enseñanzas de los santos.  
Yo no soy católico porque sigo al Papa. Yo soy católico porque sigo a Cristo dentro de su Cuerpo Místico que es la Iglesia, la que me enseña a través de sus Padres y Doctores. Mi fidelidad es a esa Iglesia de siempre 
Sólo eso, y nada más que eso.

“La antigua teología, la de los Padres, y también la de los más grandes escolásticos, reconocía en la Iglesia un doble ministerio, aunque profundamente uno: el de enseñar la verdad divina y el de proponer su misterio vivificante en la celebración sacramental. La autoridad, concebida como esencialmente pastora, no aparecía como propiamente distinta de la función docente. Esto se debía no sólo al hecho de que entonces no se olvidaba que la verdad evangélica es verdad de vida, sino también a la concepción misma que se tenía de la ley. Santo Tomás la expresó con una maestría tal, que la exposición que ofreció de ella es una de las piezas más duraderas de su sistema. Según él, en efecto, en todo terreno, tanto sobrenatural como natural, no hay ley digna de este nombre que sea distinta de una aplicación concreta a las circunstancias, de la ley eterna que está incluida en la naturaleza de Dios y de sus obras. Por consiguiente, hacer leyes justas y velar por su aplicación no es sino una consecuencia de la capacidad de enseñar la verdad. Si, como lo pensaban ya los antiguos filósofos, los únicos políticos dignos de tal nombre sólo pueden ser sabios, en la Iglesia, a fortiori, la función de regir al pueblo de Dios no es, pues, más que un apéndice de la función de instruirlo en las cosas divinas.
Pero desde la Edad Media se manifiesta ya la tendencia a querer cambiar todo esto. Se comenzará queriendo hallar en la Iglesia las tres funciones, la regia, la doctoral y la sacerdotal, atribuidas a Cristo, y aparecerán ya esbozos de la tentación de reabsorber en la función regia las funciones doctoral y sacerdotal. El escotismo, y tras él los nominalistas, introducirán en su concepción de Dios mismo esa noción fatal de la potentia absoluta, según la cual podría Dios, con sólo quererlo, hacer que el mal fuera bien y el bien, mal. En la reacción contra la anarquía eclesiástica de la Reforma, una nueva eclesiología, que hasta entonces se iba buscando todavía, aparecerá repentinamente como la única eclesiología posible. Esta eclesiología, que es quizás el elemento más típico del catolicismo postridentino, no será prácticamente sino una eclesiología de “poder”. En estos últimos tiempos se ha citado, para reprobarla, la célebre fórmula de Belarmino: “La Iglesia católica es visible como es visible la república de Venecia”. Pero resulta curioso que lo que más parece escandalizar en esta fórmula es su afirmación de la visibilidad de la Iglesia. Sin embargo, lo que tiene de verdaderamente escandaloso no es afirmar que es visible la Iglesia, en particular su unidad, aunque no todo sea en ella visible, sino concebir esta visibilidad como la de un poder político, y precisamente de un poder que es la primera especie de dictadura política.
Desde el momento en que se entró por este camino se puede ya proclamar que la autoridad es la guardiana de la tradición, y hasta creerlo y quererlo sinceramente y por lo tanto exaltar dicha autoridad, que de hecho vino a remplazar a la Tradición. Una autoridad que, en efecto, no tiene otra norma que a sí misma, puesto que se ha hecho de ella algo absoluto, propenderá invenciblemente a decir: Stat pro ratione voluntas. De servidora de la verdad se convertirá, o estará en vías de convertirse, en su dueña. El intérprete fiel está en trance de ser sustituido por el oráculo que decide su talante”.

Aclaración: Por por problema de Blogger (es lo que yo pienso), ha desaparecido de la columna de la derecha el listado de blogs favoritos. Si en un par de días no se soluciona, los cargaré nuevamente.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Encore Bouyer


A raíz de algunos comentarios, es pertinente algunas aclaraciones con respecto a Bouyer, sobre todo para quienes aún no lo han leído, a fin de que sepan a qué atenerse:
  1. Dije que, a mi entender, es el mejor teólogo del siglo XX junto, quizás, a Congar y von Balthasar. Que lo ubique en esa categoría no implica considerar a Bouyer como el gurú a quien hay que seguir vaya donde vaya. Ese seguimiento se debe solamente a Nuestro Señor, que se revela a través de la Escritura y la Tradición según se manifiesta en los escritos de los Padres y Doctores de la Iglesia.
  2. No implica tampoco que concuerde con Bouyer en todo. Me parece excelente en su teología sistemática, por ejemplo, en la trilogía dedicada a las personas trinitarias. Su libro “El Trono de la Sabiduría” dedicado a la Santísima Virgen es insuperable. Sus obras espirituales son de mucho provecho: “El sentido de la vida monástica”; “Introducción a la vida espiritual” o “El misterio litúrgico” (uno de los libros de más provecho espiritual que he leído). Sus obras exegéticas también son buenas. De hecho, uno de los especialistas en Sagradas Escrituras más importantes del país -y de la mejor línea- enseña San Juan con su “El cuarto evangelio”. 
  3. Sin embargo, no me convencen sus obras sobre liturgia. Fue uno de los primeros integrantes del Movimiento Litúrgico y fundador de “Centro de Pastoral Litúrgica”. Fue crítico de varios aspectos de la liturgia tradicional. En algunas de ellas estoy de acuerdo; en otras no. Junto con sus colegas, elaboró entre los ’40 y los ’50 propuestas de reforma litúrgica. Varias se tuvieron en cuenta en la reforma conciliar, y resultó ser un desastre. Por ejemplo, la orientación del sacerdote durante la celebración y la introducción de la lengua vulgar. Fue un iluso y un ingenuo. Cuando se dio cuenta de lo que estaban haciendo, y de lo que hicieron, ya era tarde. Sin embargo, no sería justo quedarse con la imagen de Bouyer que aparece en el libro sobre la reforma litúrgica de Didier Bonneterre. Es una visa parcial y, en cuanto tal, injusta.
  4. No me gusta tampoco la tirria que le tenía a los que llamaba “integristas”, y que aparecen, por ejemplo, en el capítulo II de “La descomposición del catolicismo”. Se refiería al ultramontanismo más decadente que había sufrido en carne propia, con sus estrecheces mentales y su testa dura. Sobre el fenómeno de la Fraternidad San Pío X tuvo una visión bastante ecuánime, y la dio a conocer en un texto de 1978 y que publicó Rorate Coeli. Siempre abogó porque la misa tradicional pudiera celebrarse libremente.

En fin, creo que es un autor que hay que leer. No tiene sentido la descalificación en bloque. No es inteligente. No sirve.

lunes, 26 de septiembre de 2016

La descomposición del catolicismo

Louis Bouyer fue el mejor teólogo del siglo XX. El podio quizás podría completarse con von Balthasar y Congar, más allá de que me gusten mucho o poco sus teologías. Bouyer, sin embargo, fue capaz de escribir no solamente monumentales tratados teológicos como su trilogía dedicada al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, sino también ingresar con la solidez de sus argumentos y de su formación en las fuertes discusiones teológicas que tuvieron lugar durante el siglo pasado. Y lo hizo a través de libros polémicos pero irrefutables. En ellos, además, volcó un cierto don de profecía que no le venía de alguna iluminación particular sino de la agudeza de su inteligencia. Escribía, por ejemplo, en 1968: “Yo no sé si -como se dice- el Concilio nos ha liberado de la tiranía de la Curia romana, pero lo cierto es que nos ha entregado, después de haberse entregado él mismo, a la dictadura de los periodistas, y sobre todo, de los más incompetentes y los más irresponsables”. Nunca más actuales estas palabras cuando elpapa Francisco dirime la cuestiones magisteriales buscando el agrado y la aquiescencia de los medios, y sus voceros más autorizados suelen ser periodistas de la calaña de Elizabetta Piqué o de Alicia Barrios. 
Bouyer fue pastor de la iglesia luterana de Francia y se convirtió al catolicismo poco antes de la Segunda Guerra Mundial, ordenándose sacerdote en el Oratorio francés. Aseguraba que debía su conversión a la liturgia, a la enseñanza de los Santos Padres y del cardenal Newman, de quiene escribió una biografía que, Dios mediante, pronto será traducida al español (“La mejor biografía de Newman”, según algunos conocedores). Enseñó en el Institut Catholique de Paris y en varias universidades americanas. Fue perito e integrante de varias comisiones del Concilio Vaticano II. Renunció a todas porque se daba cuenta que nada podía hacerse, y le resultaba insoportable tener que estar bajo las órdenes de “completas nulidades”. Por ejemplo, sirvió en la comisión preparatoria dirigida por el cardenal Pizzardo. Bouyer observaba que, si la KGB hubiese querido infiltrar la Iglesia, no habría encontrado mejor método para hacerlo que nombrar a Pizzardo prefecto de la Sagrada Congregación de Seminarios, cosa que hizo Pío XII. Y de modo similar se refiere a otros purpurados como Marty o Lercaro.
Es que Bouyer jamás perdió su libertad de decir lo que consideraba que era la verdad. No aceptó fidelidades de partidos, ni de escuelas, ni de congregaciones. Su única fidelidad fue a la Verdad. Tenía como enemigo al error y a la mentira, estuvieran éstos a la derecha o a la izquierda y, como no podía ser de otro modo, fue perseguido por progresistas y tradicionalistas; por jesuitas y dominicos; por curas y obispos. 
Fue el autor de la llamada “Plegaria eucarística II”, que los curitas de línea media llaman “de San Hipólito” pero que, en realidad, debería ser llamada “anáfora al tuco” porque fue redactada a las apuradas en una trattoria del Trastévere luego del pranzo, a fin de acercarle un borrador al temible Bugnini quien, tiempo después, la publicó tal cual la recibió otorgándole el mismo estatus que el Canon Romano. Bouyer relata el caso para mostrar la “seriedad” que con se hizo la reforma litúrgica. Y remata con su clásica sentencia: "Si la liturgia romana era un cadáver antes del Vaticano II -tal como algunos decían-, después del Concilio es el mismo cadáver en estado de putrefacción.
Y se hartó. A fines de los ’60 renunció a la Comisión Teológica Internacional en la que había sido nombrado por Pablo VI. Se retiró a una abadía en ruinas en el norte de Francia y, durante el verano, a una modesta casa que había comprado en Normandía. Fue en este periodo de doce años en el que se desarrolló su mayor producción intelectual. 
Se retiro... “¡Derrotista!”, gritarán algunos. “Escapista”, otros.¿Vale la pena responderles? Sí, con Tolkien, que fue uno de sus más preciados amigos. 
¿Derrotista? Escribía Tolkien en 1956: “Soy, de hecho, cristiano, y católico apostólico romano por lo demás, de modo que no espero que la ‘historia’ sea otra cosa que una ‘larga derrota’, aunque contenga (y en una leyenda puede contener más clara y conmovedoramente) algunas muestras o atisbos de victoria” (The Letters of J.R.R. Tolkien, ed. H. Carpenter, Allen&Unwin, London, 1982, p. 255). 
¿Escapista? “Muchos confunden -dice Tolkien- la evasión del prisionero con la huida del desertor” (“Sobre los cuentos de hadas”, en Árbol y hoja, Barcelona, Minotauro, 1994, p. 70). Y digo yo: ¿para quiénes es el “escapismo” un crimen tan atroz? Para los carceleros, naturalmente, de la clase que sean. 
Toda esta introducción sobre Bouyer, de quien ya hemos hablado abundantemente en este blog, es para presentar la edición española de La descomposición del catolicismo, escrita en 1968, cuando terminó de hartarse de todo lo que que estaba sucediendo en la Iglesia como consecuencia del Concilio Vaticano II. 
Es breve y de lectura imprescindible. Muchas de las cosas que hoy estamos viendo -“estos lodos”- serán comprendidas cuando conozcamos “los polvos” de los cuales surgieron.
El libro fue editado por Iota y lo distribuye Vórtice. Mayor información aquí


P. S.: Quienes deseen mayor información -en español- sobre la peregrinación Summorum Pontificum, pueden ingresar aquí.

viernes, 23 de septiembre de 2016

martes, 20 de septiembre de 2016

El Chino Mañarro: tufo a oveja

Hace ya tres años Ludovicus había estudiado una de las notas características de Bergoglio: el “canibalismo institucional”, que consistía en “alimentarse de la mala fama de la institución a la que se pertenece, aceptando las versiones peyorativas, los prejuicios y las calumnias, oponiéndose a ellos y en consecuencia salvar la cara en forma personal. Cuando lo ejerce la persona que ostenta la representación suprema de la institución, puede alcanzar el rango de traición”. El Santo Padre ha dado ya, al menos en lo que respecta a la Iglesia en Argentina, un paso más: la autofagia. Es este un proceso natural que consiste en la nutrición que determinados organismos vivos realizan a expensas de sus órganos menos útiles como medio de supervivencia ante un ayuno prolongado. Francisco es un autófago perverso, pues el proceso de canibalismo al que ha sometido a la Iglesia y al episcopado sobre el que se fundan las mismas raíces de nuestra religión, no se origina por una situación de ayuno extremo sino por su simple perversión, o traición.
Durante los años del comunismo en países católicos como Ucrania -años de ayuno-, se justificaba que la jerarquía superviviente confiriera la consagración episcopal clandestinamente a hombres que no tenía la preparación suficiente, al menos en el plano intelectual. En concreto, no sabían teología. Eran, quizás, buenos operarios o buenos ingenieros, católicos piadosos y con vida espiritual, y eso bastaba para conservar la Misa y el sacerdocio en circunstancias tan duras. Pero, cuando esas condiciones pasaron, la Iglesia nuevamente miró a la élite espiritual e intelectual para elegir a sus obispos. Como el organismo que, pasada la temporada de ayuno, deja de comerse a sí mismo para gozar de un buen banquete. Bergoglio, en cambio, se ha decidido por una fagocitosis perversa, o invertida. Si este proceso consiste en que ciertas células y organismos unicelulares capturan y digieren partículas nocivas, el Papa da muestra de querer encumbrar a este tipo de partículas venenosas y, en cambio, capturar y destruir a las mejores que posee su organismo que es la Iglesia.
Ya habíamos hablando en más de una ocasión de La Cámpora de Francisco o la chusma episcopal que estaba siendo “empoderada” por el actual Pontífice. Pero pareciera que esta tendencia ha llegado ya a extremos que no solamente producen bronca y fastidio, sino también asco. La Oficina de Prensa de la Santa Sede informaba ayer: “El Santo Padre ha nombrado al reverendo Oscar Eduardo Miñarro como obispo auxiliar de la diócesis de Merlo-Moreno”
¿Quién es la nueva Excelencia Reverendísima? Lo tienen ustedes en la fotografía que inicia este blog; en la de la izquierda lo pueden ver con sus congéneres, el clero de la diócesis de Merlo-Moreno y, un poco más abajo, asistiendo a un recital de Roger Waters, uno de los fundadores de Pink Floyd. Las tres imágenes nos llevan rápidamente a una primera, y apresurada, constatación: Mons. Miñarro es un eximio representante más de la chusma episcopal bergogliana o, más brevemente, un lumpen
Ya sabemos que es ese el tipo de gente con la que el Santo Padre se siente a gusto. No son los pobres de Cristo ni los necesitados. Él se siente a sus anchas con el lumpenaje, los bajos fondos, lo chabacano y lo grosero. Por eso, sus amigos son, por ejemplo, Gustavo Vera y Guillermo Moreno. Por eso -porque en el fondo de su alma anida un profundo resentimiento- desprecia y se burla de los buenos modales y así, goza dejando plantada una orquesta, vistiendo una sotana transparente y adoptando gestos vulgares. Y porque es justamente esa la calaña que más le simpatiza, nos la está imponiendo a todos los argentinos como obispos. 
Desde estas páginas hemos criticado con fuerza y con frecuencia a muchos prelados argentinos, por ejemplo, a Mons. Eduardo Taussig. Debemos reconocer, sin embargo, que al menos cuenta en su haber ser una persona educada -se formó en el que es hoy todavía uno de los mejores colegios de Buenos Aires, el San Pablo-, estudió varios años teología en Roma y conserva modales humanos. El cardenal Poli podrá ser todo los desleído y amargo que queramos, pero es una persona que sabe en serio historia de la Iglesia; Mons. Martín de Elizalde podrá ser culpable de muchas agachadas, pero conoce como pocos en Argentina a los Padres de la Iglesia. La nueva camada episcopal bergogliana sabe, con suerte, usar cuchillo y tenedor para comer.
La semana pasada el papa Francisco advertía que “el mundo está cansado de los obispos de moda”. Por supuesto, él rechaza a los obispos que están de moda en ciertos ámbitos, pero no tiene reparos en elegir para el episcopado a sacerdotes que están de moda en otros. Mons. Chino Miñarro es, de hecho, un cura de moda, El 14 de diciembre pasado, firmaba una carta de despedida a Cristina Kirchner en la que, entre otras cosas, decía: “Pronto todos comenzaremos una nueva etapa. Etapa que muchos vislumbramos dura y triste. Y no quisiéramos que la comiences sin nuestro abrazo”. Y en 2014 se lo nombró vecino destacado de la municipalidad de Merlo. 
Pero vayamos a lo importante. Su Excelencia Reverendísima será, de ahora más, un maestro en la fe de nuestros padres para todos los argentinos. ¿Cuál es la fe del Chino Miñarro? En 2012 concedió una entrevista a un grupo de estudiantes de, nada menos, la carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Es allí donde aparece en toda su extensión su opera omnia y la profundidad de su pensamiento filosófico y teológico además, claro está, de las condiciones necesarias para apacentar y conservar a su rebaño en la fe. Nos dice que “Para mi no existen las certezas. Yo voy haciendo camino”. Afortunadamente, un poco más abajo, aclara que sí tiene certeza que Dios existe, y afortunadamente también a la entrevistadora no se le ocurrió preguntarle si creía en la Eucaristía o en la virginidad de Nuestra Señora. 
Sus conocimientos de bioética son asombrosos: “Con el tema de los embriones, estás en un teme filosófico, no meramente científico. Yo creo que si nos planteamos la pregunta de cuándo un embrión tiene vida, estás en un tema filosófico. Lo que podemos plantear es que en filosofía no existe una verdad absoluta. Que lo que existe son preguntas que generan distintas respuestas y que todas pueden ser aceptables en la medida que la justifiques. Pero ¿quién puede decir si el embrión tiene vida o no? Yo creo que ni el religioso ni el científico, queda en una cosa muy compleja”.
Por supuesto, su compromiso con las minorías sexuales es inobjetable: “Sí, estoy a favor [del matrimonio homosexual]. Además, si yo digo que no se promulgue el matrimonio igualitario, ¿va a dejar de existir por eso? No, va a existir igual. Entonces, si existe la situación, ¿no tengo que favorecer que esa situación sea de dignidad para las personas que la están viviendo? ¿Que favorezcan una inserción mayor en toda la sociedad? Y yo, como Iglesia, ¿no puedo hacer sentir también que Dios acompaña esa situación?
Hace algún tiempo, dirigió una carta a la Conferencia Episcopal Argentina en la que, entre otras cosas, pedía:
“Revisión de los modos de vida que separan a los presbíteros del pueblo, incluyendo trabajo, vestimenta, celibato obligatorio, casa, pobreza...
Revisión de la liturgia a fin de alcanzar la inculturación creativa que permita que el pueblo, y particularmente los pobres, la experimenten como lenguaje propio para acercarse a Dios;
Revisión de lo que se pide principalmente a los presbíteros, recordando que la centralidad debe estar puesta en el reino y la evangelización antes que en el culto;
Revisión de toda espiritualidad que no sea una evasión platónica sino un verdadero caminar según el Espíritu y lleve a poner un oído en el Evangelio y un oído en el corazón del pueblo”.
Resumiendo: Mons. Miñarro considera que los curas deben trabajar, casarse y no distinguirse por una vestimenta en particular; que la liturgia debe ser creativa; que el culto no debe ser el centro de sus vidas y que la espiritualidad no debe consistir en evasiones platónicas -es decir, rezar, meditar, contemplar- sino escuchar a los pobres. 
Bergoglio clamaba por “obispos con olor a oveja”. Ahora nos está llenando de “obispos con tufo a oveja”. Como dice un cura amigo, “lo peor de Bergoglio no es Berglglio sino el postberglolismo: esas mil bombas activadas que nos va a dejar al irse”.


Yo soy un bautizado y, como tal, miembro del pueblo elegido de Dios y heredero de las promesas por virtud de la sangre de Nuestro Señor, que es la Iglesia. Y, como tal, participo del sensus fidelium y por eso digo: Mons. Oscar Miñorro no tiene fe católica. Y la prueba está en lo que ha dicho y escrito. Quien consagre a esta persona en el episcopado comete un acto de traición a la fe de la Iglesia como lo ha cometido quien lo eligió para el episcopado. 

sábado, 17 de septiembre de 2016

Prójimos y lejónimos

Más de una vez, Ludovicus ha hecho notar la dialéctica entre prójimo y el lejónimo propia del discurso bergogliano, por ejemplo en este post. En síntesis, mientras el prójimo es real y concreto, por eso Cristo se refirió a él, el lejónimo bergogliano es abstracto, más bien un ente de razón. Y así, el obispo de Roma puede lamentarse y llorar enternecedoramente por los sufrimientos que soportan los refugiados sirios, y pasar de largo frente al marido y a la hija de Asia Bibi, sin siquiera ofrecerles una palabra de consuelo o esperanza. Esta actitud psicopática y manipuladora del pontífice es nada más que un emergente del colapso posconciliar y que venía de larga data. 
Una de las flores más perfumadas de las últimas décadas que pueblan el jardín posconciliar es el protagonismo que la Iglesia adquirió frente a la opinión pública como la institución líder en la defensa de los pobres y la promoción humana. Pensemos, por ejemplo, en la Pacem in terris  de Juan XXIII, de los lejanos años ’60. Sería muy difícil, por otro lado, encontrar en los documentos del episcopado argentino de los últimos años alguna referencia a la conversión del corazón, a la búsqueda de la Verdad o a la adoración de la Trinidad. Los intereses episcopales pasan exclusivamente por alertan acerca del aumento de la pobreza y de los vaivenes del desempleo. Y los curitas de parroquia centran sus homilías en la importancia de sentirse comunidad, de buscar la paz y de dar de comer a los pobres, y presentan a Cristo como el protagonista del nacimiento de una suerte de Green Peace universal dedicada a socorrer al hombre en sus necesidades materiales. Hasta el misterio más grande de nuestra fe, la Eucaristía, se ha convertido en un símbolo del pan que debe ser compartido con el necesitado. 
Se trata, por cierto, del misterio de iniquidad obrando en la Iglesia, y del modo que han tenido los miembros de su jerarquía de legitimarse frente a un mundo apóstata. Si la sociedad ya no cree ni tiene consideración por lo sobrenatural, ¿de qué modo presentarse frente a ella y no ser rechazado? Uno de ellos, y es por el que se ha optado, es camuflándose en una ONG que agote su razón de ser en la inmanencia. Es este el camino que eligió la Iglesia luego del Vaticano II y para constatarlo, basta ver los videos mensuales protagonizados por Bergoglio, de los que dimos cuenta hace poco. 
Pero ¿es que la Iglesia no debe ocuparse de los pobres y necesitados? Por cierto que sí, y siempre lo hizo. El problema es cómo entender y desarrollar esa acción. Las palabras del salmo 126, Si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los constructores indica que el centro absoluto de la vida de la Iglesia es Cristo y no el hombre, por más pobre y menesteroso que sea. Es por eso que siempre miró con cierta sospecha a las “organizaciones sociales” (pensemos, por ejemplo, en la opinión que tenía la Iglesia sobre el Rotary Club), o bien se las consideraba tareas secundarias que poco tenían que ver con los procesos auténticamente divinos y misteriosos que se cumplen en el alma de los fieles y que el Espíritu Santo dispensa a través de la acción de la misma Iglesia. Para eso fue fundada por Nuestro Señor, y no para dar de comer a los pobres. Luchar por la igualdad entre los hombres, eliminar la pobreza y el hambre, obtener la paz entre las naciones del mundo -hacia todo lo cual se dirigen los esfuerzos del papa Francisco- posiblemente puedan lograrse pero “cuando se diga: ‘paz y seguridad’, entonces, de improviso, vendrá la ruina” (I Tes. 5, 3). 
¿Y si al mundo le viene bien bien el sufrimiento y la pobreza? ¿Y si una vez que el mundo alcanzara el bienestar, la humanidad se volviese presuntuosa y se olvidara de Dios? ¿Y si la saciedad acallara las conciencias? ¿Y si el ocio y una vida sin dolores despertara vicios desconocidos? Son preguntas que se hacía Pavel Florensky a principios del siglo XX y que vale la pena rever. Me refiero a la obsesión que siempre demostraron algunas congregaciones religiosas contrareformistas por influir y hacerse de puestos mundanos ad maiorem Dei gloriam, por supuesto. Y podemos preguntarnos nuevamente: ¿será que los caminos de la Iglesia son los de una organización que hace propaganda de sus productos a fin de atraer consumidores? ¿Será que su éxito consiste en organizaciones firmes y jerárquicas que consigan infiltrarse en los centros del poder -las cortes reales, en el caso de los jesuitas de los siglos XVII y XVIII-, o en los centros económicos , en el caso del Opus Dei de nuestros días, por ejemplo? ¿Será que la misión de los laicos comprometidos consista en estar presentes en todos los ámbitos humanos, incluidos los partidos políticos de la democracia liberal? 
La verdad es que no. Nosotros, como dice San Pablo, no combatimos por la carne; las armas de nuestro ejército no son los instrumentos de la carne, sino que la fuerza la tenemos en Dios. Nuestras armas son la coraza de la justicia, el escudo de la fe, el yelmo de la salvación, la espada del espíritu, la palabra de Dios y la oración.
El cristianismo propiamente tradicional desprecia las formas humanas de lucha y teme confundir como divinas aquellas gestas que son solamente de los hombres. Esto no significa que haya que negar todas las obras humanas; significa que hay que ser cauteloso a fin de no confundir lo terreno con lo divino. No se trata de negar las obras de misericordia: dar de comer al hambriento, vestir al desnudo o visitar a los enfermos. Todas ellas son virtudes que adornaron a los más grandes santos, pero tienen sentido solamente en cuanto son actos de amor y de caridad, y no como dirigidos a transformar este “valle de lágrimas” en el jardín de las delicias. Las miserias de este mundo no se cambiarán por los esfuerzos humanos, aun cuando sean liderados por el Obispo de Roma. La beneficencia (hacer el bien), desde el punto de vista cristiano, se dirige hacia el prójimo, que es una persona concreta y determinada, y no hacia el lejónimo, que es un colectivo indeterminado. Se hace el bien porque se ama a un hombre determinado que sufre y no porque se tenga la intención de cambiar las condiciones de vida de la humanidad, o de ganar el premio Nobel de la Paz. 

viernes, 16 de septiembre de 2016

Peregrinatio ad Petri sedem



Como todos los años, desde el 27 al 30 de octubre tendrá lugar en Roma la peregrinación Populus Summorum Pontificum de la que ya hablamos en otra oportunidad a raíz de un vídeo que pueden ver nuevamente aquí. En esta ocasión, la peregrinación comenzará en Nurcia, lugar del nacimiento de San Benito, padre del monacato occidental y de toda Europa.
Y este año tiene también la particularidad de ser un Año Santo. Si bien el Santo Padre ha permitido que todas las diócesis o ciudades tengan su templo con una "puerta santa" atravesando la cual se puede ganar la indulgencia plenaria, a nadie escapa que no se trata más que de otra de las truchadas pontificias: Puerta Santa hay una sola, y es la de San Pedro. Siempre fue así hasta que llegó la primavera conciliar... y así nos fue. 
La peregrinación será presidida por Mons. Alexander Sample, arzobispo de Portland, y la misa en la basílica vaticana será predicada por Su Eminencia el cardenal William Levada.
Quienes puedan, es esta una buena oportunidad para peregrinar Roma, seguros de asistir a bellas y cuidadas celebraciones tradicionales.  Pueden encontrar mayor información visitando aquí la página de la organización de la peregrinación, o contactándose al mail cisp@mail.com






martes, 13 de septiembre de 2016

Epistola ad equum Suarem

No solamente desde este blog sino desde muchos medios de prensa, incluida la revista Criterio y con la firma del prestigioso Loris Zanatta, anunciamos que Bergoglio, entre otras cosas, es un papa populista para decir de un modo académico lo que sabemos: Bergoglio no es más que un puntero peronista de los arrabales porteños. Siempre se comportó del mismo modo, aún cuando era un joven provincial de la Compañía de Jesús y responsable, en cuanto tal, de la Universidad del Salvador, y encargó el gobierno y posterior liquidación de la misma a su camarilla de Guardia de Hierro encabezada por Francisco José Piñón. En esos años, estaba de moda ser de derecha.
Sin embargo, en las últimas décadas el poder pasa por el progresismo y la izquierda suave, y en ella se enroló Bergoglio. Y es por eso que apoyó descaradamente, para enojo de los argentinos, el gobierno peronista de Cristina Kirchner y se cansó de fotografiarse con uno de sus representantes más emblemáticos y decadentes: Guillermo Moreno. Pero no todo quedó allí. El Papa Francisco cultivó una especial amistad y relación con un sindicalista en particular: Omar “Caballo” Suárez, quien hoy ha sido detenido por extorsión y corrupción.
Suárez fue uno de los visitantes más asiduos de Santa Marta. Tenía allí entrada libre cuantas veces quería y se preciaba de su amistad con Bergoglio. Más aún, fundó en Argentina la radio “Papa Francisco”, cuya directora fue elegida personalmente por el mismísimo Papa. Se trata nada menos que de Alicia Barrios (foto), su amiga y confidente, la misma que suele filtrar los mails “privados” que recibe de Santa Marta, cuando la palomita quiere hacer saber su opinión sin embarrarse demasiado, y la misma que estuvo procesada por fraude al expedir títulos académicos truchos.
Esta vez los neocones y demás especies de negacionistas no podrán decir que el Papa fue usado en su buena fe. Francisco sabía perfectamente quién era el Caballo Suárez. Se lo habían advertido muchas veces, y de muchos modos. Por ejemplo, en mayo de 2014, Máximo Padilla le envió una carta en la que le suplicaba que tuviera cuidado, misiva que fue dada a publicidad por muchos medios, y que ciertamente fue desoída por el destinatario. Es que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista . Además, según se dice, el Caballo es hombre de ofrendas generosas que consiguen convencer fácilmente a los obispos argentinos. Y Bergoglio no se deja ganar en complicidad. A pesar de su anunciada depuración del Banco Vaticano, Omar Suárez sería titular de una cuenta en ese banco, según denunció hace un tiempo la periodista belgaespañola Teresa Dussart.
En fin, una vergüenza más para la Iglesia y un motivo más para suplicar que este pontificado acabe de una buena vez.

lunes, 12 de septiembre de 2016

¡Ayúdenme!



“¡Ayúdenme!” Ese ha sido el grito entre tierno y desesperado que nos ha lanzado el Santo Padre en su vídeo de lo que hasta hace algunos años eran “las intenciones mensuales del Papa para el Apostolado de la Oración”, y por las cuales rezaba yo diariamente al comenzar las clases en mis años de colegio. Ahora, con el avances de las técnicas de comunicación, estas intenciones se dramatizan con actores y ya no es necesario leerlas en las hojitas de papel que nos distribuían mensualmente los buenos hermanos maristas. 
“¡Ayúdenme!” ¿Quién podrá negarse al pedido casi desgarrador de esa voz tierna y paternal, como un arrullo de torcaza, del bondadoso ancianito que carga sobre sus hombros el peso de conducir la Iglesia de Cristo? Malos e infieles hijos serán todos aquellos que se nieguen a colaborar con la súplica pontificia. 
“Santo Padre, lo ayudaremos. Aquí estamos. Díganos qué hay que hacer”.
Y esa misma voz arrulladora nos dice: “Ayúdenme a construir una sociedad que ponga al centro la persona humana”. 
“Jamás, Santo Padre, jamás. Jamás lo ayudaremos a conseguir ese ideal inmanente; jamás contribuiremos a que el centro de la sociedad deje de ser Nuestro Señor Jesucristo y pase a ser el hombre. Si así lo hiciéramos, estaríamos traicionando nuestra fe. 
Usted nos pide que lo sigamos en la falsificación del Evangelio que está proponiendo a la Iglesia y al mundo desde que asumió el pontificado. En sus vídeos mensuales, usted ya no pide que recemos; usted no habla ni en una sola ocasión de Dios; usted describe la crisis del mundo contemporáneo como "financiera, ecológica, moral y humana", pero se olvida decir lo que debe decir en virtud de su munus: que se trata de una crisis de fe porque el mundo perdió la visión sobrenatural. Y, en vez de pedirnos que recemos y lo ayudemos a colocar nuevamente a Cristo como Señor de las naciones y de la historia, nos pide que pongamos en ese lugar al hombre. Yo hubiese esperado, Santo Padre, que ese pedido me lo hiciera Juliano Felsenburg, y me hubiese tranquilizado, porque ese era el signo anunciado del Hijo de la Perdición.
Sus palabras, Santidad, me recuerdan al blasfemo Gustavo Cordera, que en la misma canción en la que afirma que él es su propio Dios y su propia religión, también dice “estoy enfermo de Humanidad, bebiendo luz en la oscuridad”. Usted, Santo Padre, también está enfermo de humanidad, y usted quiere hacer beber a la humanidad la luz de la oscuridad; la luz con la que ilumina el Señor Oscuro.
Su desvergüenza, Santidad, llega al punto de presentar como paradigma de sociedad a la que aspira -es decir, a la que pone en su centro a la persona humana- a una cadena de montaje, en la que los obreros realizan tareas rutinarias y automatizadas, durante todo el día, todos los días de su vida. Hasta Charles Chaplin entendió, en Tiempos modernos, que eso era el paradigma de la deshumanización de la sociedad humana, y de la  conversión del hombre en máquina. 
Es que esa es su utopía, Santo Padre: un vasto mundo de proletarios, regenteados por un Estado socialista, en alianza con curas ocupados de la “problemática humana”, en donde Cristo, el Dios crucificado, y su verdadero culto, no sean más que adornos retóricos y rémoras útiles de un pasado superado.
Pero le recuerdo Santidad, que eso no es una utopía; eso es una profecía. Es eso justamente lo que relatan las antiguas canciones y los Oráculos divinos. Es ese, su sueño, el que fue profetizado en el último libro de la Revelación. Usted, queriéndolo o no, se está revistiendo con el manto del profeta de la perdición. 

jueves, 8 de septiembre de 2016

Criterios para el sacrilegio

La cosa, efectivamente, salió como Bergoglio deseaba: ubicar, a partir de la publicación de los adulterinos Amores de Leticia, la comunión de los recasados en una nebulosa en la que cada cual hiciera lo que le pareciera, y que lo que le pareciera fuera siempre admitir a la Sagrada Eucaristía a los viven en adulterio. Así de sencillo.
Los neocones de siempre -Opus Dei y Fasta fundamentalmente- se me echaron encima: “Jamás el Papa, custodio de las enseñanzas del Evangelio, tendría semejante intención. Esa es la interpretación que hace el periodismo malvado”. Pues bien, alguno meses después, ha llegado la respuesta oficial. 
Los obispos que integran la región pastoral Buenos Aires -integrada por la arquidiócesis porteña y diez diócesis del Gran Buenos Aires- han redactado hace pocos días un documento estrictamente confidencial titulado “Criterios para la aplicación del cap. VIII de Amoris laetitia”. Se tiene por cierto que el texto fue escrito por la cabeza pensante del episcopado argentino, es decir, Mons. Tucho Fernández, il coccolato (chupamedias) del Santo Padre. 
Los prelados han insistido en que esta comunicación está dirigida exclusivamente al clero, por lo que han rogado a los curas no difundirla públicamente.
“Un acto de prudencia”, dirá seguramente un neocon. En realidad, muchos de los sacerdotes de la región consideran que el secreto que piden es el propio de un acto vergonzante. Es decir, les da vergüenza hacer lo que están haciendo. Es por ello necesario hacer exactamente lo contrario a a lo que pretenden, a fin de  desenmascararlos. 
En síntesis, el documento de dos carillas, luego de los remilgos y enjuagues retóricos consabidos, instruye a los sacerdotes a admitir al sacramento de la Eucaristía a cierta clase de adúlteros y a integrarlos a la comunidad eclesial. En buen romance, exige al clero el sacrilegio y el escándalo, eso sí, luego de una etapa de discernimiento y acogida.
“Esa es la interpretación de algunos obispos, pero no es lo que quiere el Papa”, dice el mismo neocon. Pues no. Resulta que estos obispos metropolitanos y granbonaerenses, enviaron a Bergoglio, cual manzana de alumno aplicado, el texto antes de ser distribuido entre los párrocos. Y de allí vino presta una nota del mismísimo Papa -de ese que no tiene tiempo para escribir a las carmelitas de Nogoyá-, fechada el lunes de esta semana, en la que les asegura que “ese es el sentido del capítulo VIII de Amoris Letitiae. No hay otra interpretación”
“¿Y quién le ha dicho que eso es verdad?”, salta el neocon. Para que conste, podrán bajar aquí y aquí los documentos que prueban la traición de los obispos al Evangelio y a la enseñanza milenaria de la Iglesia sobre el matrimonio y el adulterio.
Un dato reciente permite cierta esperanza. Hoy, jueves 8 de septiembre, festividad de la Natividad de Nuestra Señora, tuvo lugar en horas de la mañana una reunión del clero de la Arquidiócesis de Buenos Aires, en la que se trató el tema.  De ella rescatamos que: 
a. Algunos curas vertieron críticas claras al documento pontificio y al vademecum episcopal, las que que no fueron rechazadas por la autoridad eclesiástica; por el contrario, varios sacerdotes manifestaron durante el recreo su adhesión a ellas.
b. Expuso sobre el tema Mons. Víctor Pinto -canonista- y el cardenal Mario Poli. Uno y otro se expresaron en términos bastante ortodoxos y ortoprácticos, aclarando que la eucaristía sólo podrían recibirla aquellos divorciados rejuntados, que convivieran como hermanos guardando la castidad. 
c. En cambio, el obispo auxiliar, Mons. Alejandro Giorgi (foto), dijo una sarta de estupideces, lo cual resulta en él ya una costumbre. 
d. Los Criterios elaborados en la región eclesiástica de Buenos Aires habrían de sufrir, por iniciativa del cardenal arzobispo, un cambio de redacción -de alcance impreciso aún- antes de ser enviados oficialmente. En principio, se trataría de limar las partes más ríspidas de lo elaborado por Tucho. Habrá que ver si el il Coccolato lo permite.

martes, 6 de septiembre de 2016

La tentación de Bilbo

- ¡Entonces las profecías de las viejas canciones se han cumplido de alguna manera! - dijo Bilbo.-
- ¡Claro! - dijo Gandalf - ¿Y por qué no tendrían que cumplirse?¿No dejarás de creer en las profecías sólo porque ayudaste a que se cumplieran? No supondrás, ¿verdad?, que todas tus aventuras y escapadas fueron producto de la mera suerte, para tu beneficio exclusivo. Te considero una gran persona, señor Bolsón, y te aprecio mucho; pero en última instancia ¡eres sólo un simple individuo en un mundo enorme!
¡Gracias al cielo! -dijo Bilbo riendo, y le pasó el pote de tabaco.

De este modo termina Tolkien El Hobbit, y me parece que la historia, con el pote de tabaco incluido, es una buena clave de interpretación de nuestros días, por ejemplo, del triste caso del carmelo de Nogoyá o de los soponcios semanales a las que nos somete el Saruman de Santa Marta. 
Estamos todos envueltos en una gran aventura, y en estos años nos toca atravesar un bosque oscuro y tenebroso, lleno de peligros y de temores, como el Bosque Viejo que tuvo que atravesar la Compañía del Anillo (Oh wanderers in the shadowed land...). No es fácil; muchos quedan atrapados en las raíces de los árboles; otros se pierden en los senderos y otros se desesperan en la oscuridad. Nos hemos quedado sin guía: nuestro Aragorn es Macri y nuestro Gandalf es Bergoglio... Desconfiamos de todos y no tenemos reposo en nadie. Cuando durante estos últimos días nos hemos animado a ver algún programa televisivo, nos invade una profunda tristeza al ver como la ignorancia absoluta de los periodistas denigra a las pobres carmelitas; ellos que, como topos, son incapaces de ver la luz, convencen al mundo que la luz no existe. Y cuando se les ocurre pedir la opinión de algún hombre de Iglesia, éste apenas ensaya una tímida defensa plagada de lugares comunes de corrección política. Más tristeza aún, fría como una puñalada: ni siquiera nos defienden quienes deberían hacerlo. Como dice Aragorn: “Un hombre perseguido se cansa a veces de desconfiar y desea tener amigos”. Y en esta hora oscura, a veces ni siquiera los amigos nos son dados.
Pero recordemos que somos habitantes de la Tierra Media, hobbits si quieren, que hemos sido invitados a una aventura, ¡y ya habrían querido los hombres de la tranquila Edad Media tener aventuras como las que nos han tocado en suerte! Hay que atravesar el Bosque Viejo, y no sabemos qué encontraremos más allá. Quizás Isengard y un mago blanco en su torre alistando un ejército de orcos destructores de árboles, dogmas y belleza. Quizás las puertas mismas Mordor con el ojo de Sauron posado sobre nuestros rostros. O quizás -quién lo sabe- los bosques de Rivendel y a Galadriel brillando en medio de ellos. Es esta la condición de toda aventura: no saber qué ocurrirá mañana.
Si volvemos al texto de El Hobbit con el que inicié el artículo, vale la pena detenerse en las palabras de Gandalf. Tenemos tendencia a pensar que, estando ya sumidos en esta aventura, todo depende de nosotros. El mundo está lleno de voluntad. De los malos, y de los buenos. Creemos que nuestra voluntad y nuestros actos nos salvarán de perecer de hambre en medio del Bosque Viejo... y salvarán también a las carmelitas de las garras del fiscal Uriburu y del periodista Tennenbaum. La realidad es que no somos tan importantes. Esa es la tentación de Bilbo. No somos más que simples hombres en un mundo mucho más ancho.
Claro que aquí hay un detalle que no debemos olvidar: es un mundo muy ancho porque en él se mueve la Providencia. Si estamos inmersos en esta fascinante aventura, es porque Dios así lo ha querido: nos ha elegido para ser humildes actores de reparto de las profecías narradas en las antiguas canciones, y esas profecías se cumplirán, más allá de nosotros, y de Bergoglio. O, mejor aún, a pesar de nosotros y de Bergoglio, porque el Anillo fue arrojado al fuego destructor a pesar de la última debilidad de Frodo, y a pesar de la compasión de Sam que no quiso matar a Gollum. Las profecías se cumplen. Siempre. 
Lo que Gandalf nos enseña es que formamos parte de un orden así dispuesto por la Providencia. Estamos atravesando la foresta tenebrosa en medio de una gran aventura, pero eso no significa que seamos los únicos actores de nuestra vida. Y lo que nos beneficia no nos beneficia a nosotros solos, lo mismo que lo que nos lastima no nos lastima a nosotros solos. 
La respuesta de Bilbo, que ha roto su tentación, a las palabras de Gandalf es la respuesta cristiana: “¡Gracias al cielo!” Sí, gracias, porque la carga del mundo no recae completamente sobre nuestros hombros, aunque nos veamos inmersos en la agonía y el drama del mundo en su lucha entre el bien y el mal.
La tentación de Bilbo no es sólo creer que él es el único protagonista de sus aventuras, sino creer que en ellas está solo. No lo está. Frodo tiene a Sam, que lo carga en sus hombros cuando el peso del Anillo se hace insoportable.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Noticiario

La noticia más impactante de los últimos días es que un fiscal imputó a la superiora del monasterio de carmelitas descalzas de Nogoyá por privación ilegítima de la libertad de sus monjas, sumado a los cargos de torturas y reducción a la servidumbre. Deberán andar con cuidado a partir de ahora, no solamente las superioras de conventos de clausura que mantienen tras las rejas a sus hermanas, sino también cualquier superior religioso que mando a uno de sus novicios a pelar papas: reducción a la servidumbre. Un disparate. 
Es probable que los periodistas que hicieron la denuncia se nutran de información por parte del mismo clero católico. La semana pasada, uno de ellos, Ricardo Leguizamón, conferenciaba amigablemente con el padre José Doumolin en la calle peatonal de Paraná, tal como puede verse en la fotografía acercada por uno de los paparazzi wanderianos.
No conozco a las carmelitas entrerrianas más que por el video que publicaron recientemente para defenderse. Es verdad, por otro lado, que la vida religiosa femenina es bastante complicada y hemos tenido casos en el país de prioras desequilibradas que desequilibraron a todo su monasterio. Desconozco si será eso lo que ocurre en Nogoyá y, aún cuando algo de eso hubiera, los encargados naturales de solucionar la situación serían el obispo, los frailes carmelitas y Roma en última instancia. 
Lo que llama la atención es que, frente a semejante atropello, la Iglesia se haya quedado callada, más allá de las declaraciones del arzobispo Puiggari. ¿No tiene nada que decir Mons. Arancedo, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina? ¿La blanca palomita que anida en Santa Marta se quedó sin rosarios para enviarle a las monjas y su teléfono se descompuso? ¿No podrá, siquiera, mandar un mail privado a alguno de sus voceros oficiosos para que ellos lo divulguen -treta a la que recurre habitualmente- defendiendo a sus monjas? Es que sus colaboradores estuvieron entretenidos participando en la Marcha Federal contra el presidente Macri el viernes pasado y las monjas no son más que solteronas con cara de pepinillos en vinagre. Rinde más aplausos ocuparse de alguna magrebí musulmana y patasucia a quien lavarle los pies y comer pizza con los pobres en la plaza de San Pedro, asegurándose por cierto, una buena cantidad de fotógrafos que contribuyan a alcanzar su próxima meta: el premio Nobel de la paz.
2. Nos enteramos también que quien sucederá al actual arzobispo de San Juan será Mons. Jorge Lozano, pichonzuelo del papa Francisco desde sus épocas de cardenal porteño. Por supuesto, Lozano no es más que un personaje gris y mediocre, cuyos méritos más destacados son los de haber alentado la construcción del santuario de Cromañón, dedicado a los mártires del rock y de haber sido declarado personalidad destacada en los Derechos Humanos por la legislatura porteña. Un obispo francisquista.
El espanto que unió al clero sanjuanino y, humildemente, estas páginas impidieron una vez más que Mons. Eduardo Taussig rapiñara el palio archiepiscopal, para desgracia de los curas y la grey sanrafaelina.
3. También en los últimos días alcanzó notoriedad nacional el caso del ahijado presidencial. Tal como lo establece la legislación argentina, el séptimo hijo varón de un matrimonio puede solicitar el padrinazgo presidencial, lo que conlleva varios beneficios. Los padres del pequeño solicitaron el bautismo en tres parroquias sanrafaelinas y todas ellas se lo negaron porque, explicaban, el presidente es divorciado y convive sin matrimonio eclesiástico, razón por la cual no puede ser padrino. Desde el obispado salieron a aclarar rápidamente que eso es lo que disponen las reglas de la Iglesia por lo que, definitivamente, el presidente Mauricio Macri no puede ser padrino de bautismo.
¡Alleluia!, gritaron muchos. Finalmente los obispos argentinos se están despabilando. Tal como hizo Mons. Aguer hace algunos días, ahora Mons. Eduardo Taussig ha reaccionado y, como otro Juan Bautista, señala con valentía el adulterio presidencial. Aún cuando hace un tiempo su vecino y amigo, el arzobispo Ñañez, permitió que en la mismísima catedral cordobesa un travesti fuese padrino de bautismo, el obispo Taussig no cede una iota de los mandatos de la Iglesia. 
Otros, en cambio, más escépticos, opinan que la cuestión no fue más que una mise-en-scène para, una vez más, quedar bien con el papa Francisco que detesta al actual presidente y, según se dice, planea voltearlo hacia fin de año. El señalamiento público del pecado presidencial, no sería más que otra manzana (la primera fue la cabeza del Prof. Antonio Caponnetto) que el obispo sanrafaelino le ofrece al pontífice en espera de una promoción que, por lo que parece, nunca llegará.. 
4. Finalmente, una noticia que reconforta. Mons. Alfredo Zecca, arzobispo de Tucumán, estuvo de visita en Buenos Aires donde se hospedó en el Own Recoleta, un hotel de precios convenientes para esa elegante zona. Por lo menos, un prelado que conserva cierta dignidad y le importa un bledo la falsa pobreza pontificia. 

jueves, 1 de septiembre de 2016

La perversidad de Evelyn Waugh


- ¿No pensó alguna vez que puede llegar un momento en que no haya ningún alumno en la especialidad clásica?
- ¡Oh, sí! A menudo.
- Lo que quería sugerirle esta esto: si no le parecería mal hacerse cargo de alguna otra materia, además de las lenguas clásicas. Historia, por ejemplo; preferentemente historia económica.
- Sí, señor rector, me parecería mal.
- Pero usted sabe que el porvenir puede depararnos una crisis.
- Sí, señor rector.
- Y entonces, ¿qué piensa hacer?
- Si me permite, señor rector, seguiré dando mi materia como hasta ahora, mientras hay un solo alumno que quiera estudiar lenguas clásicas. Me parece que sería realmente una perversidad hacer algo para preparar un muchacho para el mundo moderno.
- Es un punto de vista un poco estrecho, Scott-King.
- En ese sentido, señor rector, con el respeto que usted me merece, disiento profundamente. Me parece que es el punto de vista más amplio que puede pedirse.

Evelyn Waugh, La nueva Neutralia, Criterio, Buenos Aires, 1953, pp. 128-29.