miércoles, 29 de febrero de 2012

Addendum


No fue mi intención en el post anterior plantear la cuestión quiestismo – activismo, aunque reconozco que bien puede ser interpretado de ese modo. Es un tema que ya hemos debatido varias veces y que, me parece, pasa fundamentalmente por una cuestión de prudencia y de coyuntura histórica. Como bien apunta Black Henry, qué bien le habría venido un Francisco Franco a Bloody Mary o a Luis XVI, al menos desde nuestra corta perspectiva.
Yo quería referirme a un asunto más profundo y es el que Psique y Eros ha señalado: la cuestión de nuestra constitución como cristianos. Efectivamente, nos delineamos –para no usar el término “constituimos” que puede despertar las iras del tomismo más rancio- por un otro, el que, en definitiva, se convierte en el personaje más importante de nuestro ser cristianos (o ser personas).
Propongo una analogía cursi, pero no se me ocurre otra: un radar emite algún tipo de ondas que, al chocar contra un objeto, rebotan y regresan a su punto de partida delineando en la pantalla del operador la figura del avión. Es decir que, el avioncito virtual depende de la entidad concreta y real del avión real.
Mi ser cristiano, análogamente, se constituye, o se delinea, en respuesta a los ecos que recibo de un Otro que se sitúa enfrente. Ese Otro debe ser, claro, la persona de Nuestro Señor. El “rebote” de mis ondas en sus palabras –Él mismo es la Palabra-, van marcando mis contornos como cristiano, podando lo que sobra y aumentando lo que sirve. En definitiva, los más importante es la Persona del Verbo, un ser real, concreto y viviente.
El problema es cuando algunos cristianos se delinean como rebote del error. Es decir, su cristianismo es tensión no hacia la Persona Divina de Nuestro Señor, sino hacia el error que se opone a la doctrina de Nuestro Señor. Y el error no es más que un razonamiento que se opone a la Verdad; es un silogismo falaz – a veces de cuatro términos como apunta con razón el Athonita-. Y si es así, es probable que ese tal cristianismo no es más que un cuerpo bien fundado de doctrinas verdaderas.
Pero sospecho que eso no es cristianismo genuino, porque el verdadero cristianismo es la vida del Espíritu, que nos ha sido dado “como arras”, dice San Pablo. Dios no nos ha dado como compromiso de su alianza una doctrina; nos ha dado a su Espíritu Vivificante. Caso contrario, como una vez me aseguró un conspicuo y pagado de sí intelectual lefe- “Mi religión es el Denzinger”.
Y, disculpen la herejía, yo no entrego mi vida por una doctrina. La entrego por una Persona.

lunes, 27 de febrero de 2012

¿Verdad combativa?


Hace algunos días leí una homilía vintage de un venerable sacerdote y maestro argentino que me causó un chirrido. En ella se habla con tonos de arenga acerca de que la verdad es, por naturaleza, combativa y que, necesariamente, está en una continua oposición al error.
Cuando siendo más joven, o adolescente, la había leído o escuchado –ya no me acuerdo-, quedé impactado y con ganas de cortar cabezas protestantes y marxistas. Los años, y el trasiego del mundo quizás, me indican que ese no es el camino. Y me vino a la memoria entonces la brevísima carta que Dionisio Areopagita -el tan venerado y citado maestro de Santo Tomás- le escribe al padre Sosípatro (PG 3, 1078). En ella lo reta porque parece que el curita no paraba de polemizar con los paganos intentando mostrarles el error en el que estaban y la verdad de la fe cristiana. Dionisio es claro: debe terminar con esa costumbre de imponerse a los otros en nombre de la verdad.
¿Es que el Areopagita era progre y pensaba que la caridad va primero y que es mejor no pelearse por amor a la paz? No. Ese no es su argumento. Lo que él explica es que la disputa no necesariamente implica que el otro pueda encontrar la verdad. Es decir, mientras gastamos energías en mostrarle al otro su error, las perdemos para hacer lo que debemos hacer por naturaleza: mostrar la verdad y no el error. Y muchas veces no se logrará más que el efecto contrario, puesto que la refutación del error del otro puede provocar en él una actitud refractaria a la verdad, a la que considerará una imposición externa y no el resultado de un encuentro personal.
Y va aún más lejos. Dice: «si algo no es rojo, tampoco es necesariamente blanco, y si alguien no es caballo tampoco es forzosamente hombre». Es decir, aun cuando yo sea capaz de mostrar el error del otro, eso no significa que yo esté en la verdad, que es justamente lo que importa. En opinión de Dionisio, la cosa no funciona así.
La conclusión del Areopagita es que a lo que está llamado el cristiano no es imponer la verdad a través de la disputa, sino ser reflejo de la Verdad, “iluminarla” a los demás, trasmitiéndole esa luz que él mismo ha recibido. Casi diría, es una actitud pasiva, como la del sol y de la luna, que se limitan a estar allí e iluminar. No se transmite la verdad mostrando el error; se la transmite iluminándola.
La verdad no necesita ser impuesta. Se impone ella sola. En todo caso, necesita hombres que la reflejen.

viernes, 17 de febrero de 2012

Cobardía Ñ


Ayer un lector nos alertaba acerca de la noticias de las monjas cordobesas. No sé más de lo que dicen los diarios y, de acuerdo a ellos, la noticia se podría recrear de esta manera:
Las dominicas de clausura de Córdoba, llamadas catalinas, alquilaron parte de su propiedad en el centro de la ciudad ya que, seguramente, les sobraba espacio y les faltaba dinero. Con buena lógica, pusieron algunas cláusulas en el contrato a fin de asegurarse de que los locales rentados no ofrecerían nada que estuviese reñido con la fe y la moral.
Pareciera, sin embargo, que uno de ellos comenzó a vender un librito escrito por cinco curas apóstatas –uno de ellos integrante de montoneros con varios asesinatos en su haber; otro amancebado, otro amariconado, etc.- en los que relataban lo mal que los habían pasado debido a la persecución que sufrieron por parte de la jerarquía de la Iglesia, particularmente Mons. Carlos Ñañez, arzobispo de Córdoba.
Enteradas las monjitas de la situación, consideraron que ellas no podían facilitar, ni siquiera indirectamente, la venta de un libro que atacara a la Iglesia y a sus jerarcas, e iniciaron las acciones legales correspondientes a fin de que se cumpliera el contrato y el libro fuera retirado. Y allí vino entonces la denuncia al Inadi y, más recientemente, la condena: ningún contrato puede lesionar la libertad de expresión, pues eso sería censura, lo cual es inaceptable. Y los curas autores aprovecharon la volteada para pedir una indemnización por daños y perjuicios.
Hasta aquí, todo previsible. Pero lo que me llama la atención es la bastarda actitud de Mons. Ñañez. Nadie esperaba ni iba a exigirle que se comportara como padre y pastor de su rebaño. Son requerimientos que desde hace años los obispos argentinos no cumple y sería exagerado e ingenuo esperar tal conducta. Pero al menos era esperable que se comportara como un caballero: si unas pobres monjas se exponen para defenderte, lo menos que podés hacer, Carlitos querido, es ponerte de su parte y no dejarlas pagando: “El vicario judicial del Arzobispado de Córdoba, Dante Simón, declaró ante el Inadi que la Iglesia no tuvo participación en la decisión de las monjas”-, dice la nota.
Vergonzoso. No te pedimos que seas un buen obispo, pero al menos SÉ HOMBRE.

(Insisto: la única noticia que tengo es la que publican los diarios. Si alguien sabe más, y si la situación no fue como está planteada en este post, por favor, avise).

martes, 14 de febrero de 2012

Matrimonio y algo más


Aquí van algunas reflexiones sobre los últimos temas que hemos discutido en el blog. Las hablé hace algunos días con un amigo; por eso, los créditos son para él.
1) Espero que nadie haya pensado que en el último post yo hacía una crítica a la santidad del matrimonio cristiano. Es un tema fuera de toda discusión por muchos motivos que todos conocemos y no vale la pena repetir. Una lectura imperdible es el capítulo que le dedica Louis Bouyer en su libro “El Trono de la Sabiduría”. El matrimonio es una institución querida y santificada por Dios. Y no hay duda al respecto.
2) Mi crítica iba dirigida a la “ideología del matrimonio cristiano” que lo presenta como el estado de vida más recomendable después de la vida religiosa. Yo arguyo que San Pablo opina que es mejor la soltería. Podrá gustar más o menos, pero los textos están y son claros.
3) Sobre el hecho de traer al mundo todos los hijos que Dios manda, entiendo que es un imperativo que podría cumplirse hasta hace unos cien años, más o menos. Hoy, las condiciones sociales y culturales han cambiado, y se ha convertido en una situación difícilmente sostenible, y que muchas veces termina mal. Veamos:
a. La mujer, hasta un siglo, tenía claro que su misión era traer hijos al mundo y atender a su marido. Con eso se realizaba y era feliz. Hoy, en cambio, la han convencido de que debe ir a la universidad, trabajar fuera de su casa y tener momentos de libertad para comadrear con las amigas. Y, si no cumple con ese programa, no se realizará existencialmente. Y, efectivamente, cuando no puede hacerlo, se siente una inútil, y se deprime. No abro juicio de valor sobre si está bien o mal; digo solamente que es una realidad, y para todas las mujeres. También las católicas, y también las que están “en la tradición”.
b. La mujer de hace un siglo tenía diez hijos, se dedicaba a cuidarlos, a cocinar para su esposo, a coser y a limpiar. Y era feliz. La mujer de hoy, que necesariamente debe trabajar para alcanzar su realización personal, no puede, también, cuidar a diez hijos, ni siquiera a tres, y ni aunque tenga un trabajo part-time. Si intenta hacerlo, con el primero estará todo bien; con el segundo terminará los días cansada; con el tercero, empezará a enloquecer; con el cuarto, estará histérica, y con el quinto depresiva. No será en todos los casos iguales, pero ciertamente lo es en la mayoría.
c. La cultura contemporánea nos ha impuesto una atención excesiva a los niños. Festejan la primera ecografía, el babyshower, el nacimiento, la primera vez que dice “mamá”, el primer pasito, e via dicendo. La madre debe necesariamente jugar con el bebé, estimularlo, pasearlo, cambiarle los pañales cada vez que los moja, etc. etc. Antes, y aunque la expresión suene fea, el niño se criaba más bien como un “animalito”. No le festejaban ni el cumpleaños; si la familia podía afrontarlo, la madre no siquiera le daba de mamar porque buscaban a un ama de leche, y luego se encargaba la nurse. Si no había plata, la madre lo atendía como podía, le cambiaba los pañales dos veces por día y del resto se encargaban los hermanos mayores.
d. ¿Y no se puede hacer ahora lo mismo? No. Social y culturalmente no admitiríamos que se tratara de con tanto descuido a los niños; habrían fuertes críticas y hasta denuncias. Los hermanitos mayores ya no pueden criar a los más chicos porque culturalmente están obligados a ir a inglés, rugby y guitarra, o a gimnasia artística y jockey; a ver televisión, a jugar con la compu y a ir a casa de sus amiguitos. No sería muy bien visto que un padre le impidiera a sus hijos realizar todas esas actividades porque debe atender a sus hermanitos, y podría sufrir hasta penas legales si lo hiciera.
e. Me parece, entonces, que para cumplir el imperativo categórico de traer al mundo cuantos hijos Dios mande, deberíamos cambiar de época y retroceder unos cien años, lo que por el momento, y aunque nos pese, es imposible.
4) El cura que, porque es tradicionalista, aconseja a los matrimonios engendrar cuantos hijos vengan, debería, por su parte, vivir como vivía un cura del siglo pasado, ya que él quiere imponerle a sus fieles estilos de vida de esa época. Y lo que yo sinceramente no entiendo, es que la pobre gente recurra a un cura, muchas veces de veinticinco años, para consultar la cantidad de hijos que debe tener. Y que el cura pontificalmente le responda. ¿Dónde quedó la prudencia? Y después esos clérigos se dicen “aristotélico-tomistas”.
5) A Carlitos le respondo que San Pablo no aconsejó la esclavitud, sino que aconsejó a los esclavos que permaneciera en el estado en el que se encontraban, lo cual es bastante distinto. Por otro lado, y si de confundir órdenes se trata, le recuerdo que San Pablo también se expidió sobre los dones del Espíritu Santo y sobre el sacrificio eucarístico. Finalmente, no sé a qué viene la referencia a Evelyn Waugh. Y si es a lo que supongo, le informo que Waugh se casó dos veces y tuvo siete hijos.

lunes, 13 de febrero de 2012

Se acabó la discusión


Es mejor dar por terminada la ya repetida discusión del post anterior. Y no sólo porque un lector acertadamente lo sugirió, sino porque San Pablo, en el capítulo 7 de la Primera Carta a los Corintios, dio la solución (y le respondió al Loco):
“A los solteros y a las viudas les digo que es mejor que se queden como yo; pero si no pueden contenerse, que se casen: más vale casarse que abrasarse.
Sobre los solteros no tengo órdenes del Señor, pero os doy mi opinión como persona de fiar por la misericordia del Señor. Pienso que, contando con la tribulación inminente, lo mejor es eso, que el hombre se quede como está. ¿Estás unido a una mujer? No busques separarte. ¿No tienes mujer? No la busques
Quiero que estéis libres de preocupaciones: el soltero se preocupa de los asuntos del Señor y procura agradar al Señor, el casado se preocupa de los asuntos del mundo y procura agradar a su mujer, y está dividido.
Pero a mi parecer, (el soltero) será más feliz si no se casa”.
Con esto digo lo siguiente: si te casaste, tomaste una decisión que te iba a crear bastantes problemas. Ahora, arréglatelas. ¿Cómo? Te lo dirá tu prudencia y el diálogo con tu esposa.
Y no me vengan con que hay que traer al mundo a todos los hijos que Dios manda, que eso funcionaba en otro modelo social, y no ahora. Y es un tema que acabo de discutir con un amigo u da para otro post que, cuando tenga tiempo y ganas, escribiré.
Por eso, estimado Loco, si no estás casado, hacele caso a San pablo, y no te casés. Lo demás es ideología.

domingo, 5 de febrero de 2012

Teólogas de la UCA


Es una noticia vieja, no es significativa pero sí es indicativa del estado actual de la Iglesia argentina.
Página 12 publica hoy que la Santa Sede prohibió la venta de dos libros publicados por Paulinas de Argentina dedicados a tratar diferentes tipos de pareja y de familia. Uno de ellos escrito por el reconocido cura español Marciano Vidal y otro por un pastor metodista argentino llamado Pablo Ferrer.
Me interesa destacar dos aspectos. En primer lugar, sobre el libro de Ferrer. Explica que “la Primera Carta a los Corintios refleja la memoria y las ideas de un grupo de cristianos y cristianas, sus problemas y los modos en los que afrontaron pastoralmente. Un tema fue la forma de vivir en pareja, porque Jesús abrió nuevas posibilidades… porque no hay un solo modelo de familia y el único modelo no es el de la Sagrada Familia”.
Yo no soy biblista pero creo conservar todavía algo de sentido común y, para quien lee la Primera Carta a los Corintios, salta a la vista que se trata, ni más ni menos, que de una terrible reprimenda que dirige San Pablo a los cristianos de esa ciudad, justamente, porque pretender vivir con “otros tipo de pareja y de familia”. El Apóstol se cansa de decir una y otra vez al que no está casado, que es mejor que se quede así porque le será más fácil salvarse, y a los que no pueden aguantarse, que se casen, pero observando todas los consejos que en la misma carta enumera. Entonces, si por “otro modelo de familia”, el pastor Ferrer se refiere al soltero que vive en castidad, me parece correcto, pero no creo que sea ese el caso. Ya sabemos qué quiere decir la progresía con ese eufemismo.
Explica también el metodista que el libro surgió como fruto de un “taller bíblico”. ¿Qué será eso? Imagino reuniones semanales, con mayoría de mujeres –alguna de ellas monjas-, en la que discuten versículo por versículo el texto de la carta paulina. Un interesante ejercicio democrático y de pérdida miserable de tiempo. Me pregunto qué valor pueden tener esas discusiones y qué valor le darán los nuevos eruditos a las enseñanzas de los Padres y Doctores. Lo que resulta más extraño es que una editorial oficialmente católica publique esa aberración.
El segundo aspecto de la nota periodística que me llama la atención es la actitud de la directora de la colección censurada, Andrea Hojman, quien se define como una “laica cristiana, de confesión católica”. Es, por supuesto, licenciada en Teología por la UCA e, imagino, discípula del P. Rivas. Son estas las muestras de la perversión de Devoto. Sinceramente, y no lo digo por pura retórica, me cuesta creer que esta señorita sea católica a partir de los argumentos con los que rebate la prohibición vaticana. Para ella, la función magisterial de la Iglesia “no hacen más que recordarme los años de terror y oscuridad que vivimos en Argentina durante la última dictadura cívico-militar-religiosa. El aparato del Estado ocupando toda su maquinaria represiva, real y simbólica en el silencio y la desaparición de cuanto consideraba extraño a su doctrina y amenazante de su orden”. Es por eso que “quienes detentan el control ideológico de la Iglesia Católica entenderán que sus recursos provienen de parámetros de otro orden, que no coinciden con las democracias civiles y que pretenderán perpetuar los escenarios de doble estándar. Pero en la Argentina, donde se publican estos libros que los incomodan, vivimos en democracia”. Su argumentación, entonces, es que en un mundo democrático nadie puede decir qué es la verdad y qué es el error. Ni siquiera el Vaticano.
La Hajman es una pobre infeliz, aunque dirija una dirección de Paulinas y sea regente de estudios del Centro Educativo Don Bosco. El problema es que no es la única. Y el problema es que su opinión, me temo, comenzará a ser mayoritaria dentro de la Iglesia. Y cuando lo sea, me dirán ustedes si ese engendro sigue siendo la Iglesia de Cristo. 

miércoles, 1 de febrero de 2012

Materia oscura

En Página 12 de hoy aparece un interesantísimo reportaje a una astrónoma, investigadora del Conicet, acerca de la materia oscura. 
"Lo que pasa es que la materia oscura es un engranaje necesario para que funcione el modelo del Big Bang. Si uno está de acuerdo con ese modelo, tiene que aceptar la existencia de materia oscura", dice. Es decir que, para aceptar una teoría científica debemos, necesariamente, aceptar un postulado que los científicos no pueden explicar ni demostrar, pero en el que hay que creer. Porque, en definitiva, se trata de creer en él.
En la actualidad, nadie sabe qué es la materia oscura. Los antiguos sí lo sabían, aunque le daban otro nombre: los arcontes, es decir, los poderes que tienen el dominio sobre el mundo físico, de los que habla San Pablo y toda la Tradición.
Quizás el clérigo físico pueda darnos algo de luz para iluminar a la materia oscura.