martes, 28 de julio de 2009

Diálogo con Ludovicus


Estimado amigo Ludovicus:

Le agradezco su comentario al último post. Como siempre, lúcido y agudo. Quisiera, sin embargo, terciar en algunas de sus afirmaciones y presunciones, pero antes, responderé brevemente a otros comentaristas.

No creo yo, como muchos sostienen, que la única alternativa al activismo contrarrevolucionario del p. Ramiro sea el quietismo o el cruzarse de brazos a esperar que venga la Parusía. Como afirmo al final de post, creo que la opción es preparar ese reinado que está ya presente entre nosotros en aquellos que nos han sido dados, sean éstos los fieles del cura, los hijos del padre, los amigos del amigo o los alumnos del profesor. ¡Y vaya que esa tarea no es quietismo! Pareciera que para muchos la única tarea posible es la que tiene resonancia pública y resultados inmediatos y espectaculares. Por el contrario, el trabajo del Espíritu del que alguna vez podemos ser instrumentos, es silencioso y, por lo general, pausado y progresivo.

Al amigo Carlista en primer lugar lo corrijo: el p. Ramiro no es S.J., a Dios gracias. Si lo fuera, no sería noticia en la revista 23...

En segundo lugar, un cura puede salvar almas y formar una comunidad católica en un pueblo perdido, como muchos lo hacen, sin mandar a sus fieles a pelearse con doña Carlotta o a inundar un cine. Insisto, eso no sirve para nada más que para alimentar a las fieras.

Pero vayamos a lo nuestro, amigo Ludovicus. No me parece que el tema esté en el centro del Vaticano II; me parece que es mucho más viejo que eso. Ya habrá visto Ud. que yo no soy un defensor del Concilio de los ´60, sino todo lo contrario. Sin embargo, debo admitir algo: los Padres del Concilio se dieron cuenta que estaban frente a un gozne de la historia y que la Iglesia, frente a tal “signo de los tiempos”, debía reaccionar de alguna manera. Y reaccionaron. Para el carajo.

Veámoslo en paralelo con el Concilio de Trento. También en esa ocasión los Padres se dieron cuenta que estaban en el gozne, y su reacción fue cristalizar todo, para salvarse de la tormenta. Cristalizaron, entonces, la liturgia en el rito romano; la doctrina en el Catecismo Romano; la formación sacerdotal en los seminarios y convirtieron a los jesuitas en abanderados de la nueva religión esclerotizada. No fue una buena solución. ¿Cuál habría sido la alternativa? No lo sé.

Era tan fuerte la inercia de los siglos dorados del cristianismo, que ese catolicismo tridentino subsistió cuatrocientos años más, bastante bien, aunque con una progresiva decadencia que, junto a la descristianización de la sociedad, comenzó a hacer mucha agua con la Revolución Francesa. Pío VII asiste a la coronación de Napoleón, por ejemplo, desorientado o asustado, no lo sé. Y la cuestión se puso peor en la segunda mitad del siglo XIX, cuando vemos a los papas dar manotazos porque, me parece a mí, no sabían muy bien como salvar la situación. Pio IX con el Syllabus, León XIII con la Rerum Novarum, San Pío X con la Pascendi. Pío XI y Pío XII cedieron mucho más. Me parece que ya no tenía margen. El escenario era una religión gravemente enferma y un mundo cada vez más agresivo. Después vino Juan el Gordo, que levantó la compuerta y convocó al Vaticano II.

Por eso creo, Ludovicus, que la cuestión es mucho más vieja que el Concilio. Quizás allí se patentizó de un modo más claro, pero venía de antes. La cuestión del “reinado social de Cristo”, entendiendo por tal un Estado confesional a lo Franco, como lo entienden la mayoría de nuestros amigos nacionalcatolicistas, había dejado de ser viable en el siglo XVII. Y no sólo por una cuestión de presión externa, sino de descomposición interna. Vea si no, lo que pasó con la España franquista. ¿Qué logró el Generalísimo? Nada, y menos que nada. Apenas muerto él, se vino todo abajo, en menos de un año. Y no fue solamente por acción de Pablo VI y el cardenal Villot o el cardenal Tarancón, aunque estos malvados tuvieron mucho que ver, sino porque el mundo era otro, y la Cristiandad ya no podía ser el armado triunfalista de la Edad Media.

Yo creo que la cuestión ahora es armar la Cristiandad interior, que ya existe y está entre nosotros.

Y eso no es quietismo, ni es sentarse a esperar la Parusía.

miércoles, 22 de julio de 2009

Asombroso

Hoy todos los medios del mundo - desde la BBC hasta Canal 26 - anunciaban, con grandes y catastróficos titulares, que la gripe A ya había matado a casi 700 personas en todo el planeta.
¿Creen que la gente es tan estúpida o, efectivamente, la gente es tan estúpida?
Es fácil hacer la cuenta: la gripe comenzó en marzo. Es decir que, en 5 meses, ha matado a 700 personas, lo cual corresponde exactamente al 0,00001% de la población mundial.
En 2008 la gripe estacional, o común y corriente, mató al 0,0062 % de estadounidenses y al 0,0083 % de argentinos.
Conclusión silogística: la gripe porcina es 80 veces más benigna que la gripe estacional.
No soy especialista; solamente trato de preservar algo de sentido común.
Por suerte, este videito comparte mi teoría. En la gripe porcina algo huele mal.


domingo, 19 de julio de 2009

Dos banderas

Por mis propias limitaciones, jamás me aprovecharon la docena y media de Ejercicios Ignacianos que hice en mi primera juventud. Las meditaciones me dejaban tan seco como un palo, los silogismos que me sugería el predicador no concluían más que en arideces y las cronometradas conferencias, vía crucis y demás ejercicios de piedad pasionaria me aburrían preocupantemente.

Lo que más me pasmaba era que la famosa meditación de las dos banderas no me decía nada, ni me impulsaba a nada. Comprendía, por cierto, los razonamientos y el texto ignaciano, pero al final, no me movía a nada. Veía, en cambio, que mis amigos y co-ejercitantes salían eufóricos a enfrentar al Mandinga con acciones heroicas como pintarrajear un busto de Sarmiento, romper la vidriera del quiosco que vendía revistas pornográficas o cortar la electricidad del cine donde proyectaban una película blasfema. Muchos de ellos, incluso, sacrificaban a su novia y a su futura vida matrimonial en aras de las sublimidades del sacerdocio que los convertía, ipso facto, en altos oficiales del ejército de Nuestro Señor.

Pero a mí, eso de la lucha y de los dos ejércitos, nada de nada... y yo sabía que algo de eso había en la vida espiritual, pero era incapaz de incorporarlo en la lógica ignaciana.

Y no ha sido un jesuita, sino un oratoriano, quien me lo ha enseñado. Un solo párrafo de Louis Bouyer me ha bastado para entender. Aquí va, con perdón de mi pobre traducción:

“El combate de Cristo no es un combate de hombre a hombre, sino que tiene lugar en el hombre, entre la carne y el Espíritu. La carne, que no es el cuerpo solamente, sino la degradación de todo lo humano, cuerpo y alma, cuando está bajo la influencia del demonio. El Espíritu, que no es nuestro espíritu, sino el Espíritu divino con el que Cristo fue ungido, según su nombre de guerrero, y ungido por él de poder”.

- Pero don Wander, fíjese que este ex-pastor luterano está diciendo que no soy yo el que pelea sino el Espíritu Santo. ¿Qué mérito tiene eso?

- ¿Es que Ud. se cree capaz de vencer a la carne?

- Claro que sí, como la vencieron los santos: con ayuno, silicio y piedritas en los zapatos, más el rosario, la comunión frecuente y la dirección espiritual. Y también la medalla de San Benito, el escapulario y un pomo de agua bendita para cuando vienen las tentaciones...

- ¿Y qué tal le fue en la lucha, munido con tantas armas?

- Y..., vamos tirando. Vio como es esto, a veces se gana, y a veces se pierde. El demonio es muy mal tipo. Hay defectos que tengo desde años y años, y no hay caso..., no los puedo vencer. ¡Y eso que me paso todo el día peleando!

- Ese es su problema. Deje ya de pelear. Su humanidad caída no puede vencer.

- ¡Eso es luteranismo! Eso le pasa por incursionar en autores peligroso como Bouyer.

- No se asuste. No tenga miedo. No pelee, rece, y el Espíritu Santo lo librará de esa maldita inclinación. Esa temible propensión, combatida en vano durante años, desaparecerá un día insensiblemente, discretamente, de modo que podrá decir sencillamente que fue, que ya no es más, porque como respuesta a su oración, se le ha sencillamente borrado, tachado del orden de la existencia. Y esto no es mío. Es de Frank-Duquesne.

- Ya viene Ud. a enseñarme ahora con un judío converso. Acabemos, que se me hace tarde la meditación y después no puedo terminar tranquilo el ramillete espiritual.

martes, 14 de julio de 2009

Desorientación


El Mago Blanco me ha desorientado con algunos pasajes de su última encíclica. Leo en el número 67:

Ante el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también en presencia de una recesión de alcance global, se siente mucho la urgencia de la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones. Y se siente la urgencia de encontrar formas innovadoras para poner en práctica el principio de la responsabilidad de proteger y dar también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones más pobres. Esto aparece necesario precisamente con vistas a un ordenamiento político, jurídico y económico que incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos. Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdaderaAutoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, el Beato Juan XXIII. Esta Autoridad deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de subsidiaridad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común, comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad. Dicha Autoridad, además, deberá estar reconocida por todos, gozar de poder efectivo para garantizar a cada uno la seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos. Obviamente, debe tener la facultad de hacer respetar sus propias decisiones a las diversas partes, así como las medidas de coordinación adoptadas en los diferentes foros internacionales. En efecto, cuando esto falta, el derecho internacional, no obstante los grandes progresos alcanzados en los diversos campos, correría el riesgo de estar condicionado por los equilibrios de poder entre los más fuertes. El desarrollo integral de los pueblos y la colaboración internacional exigen el establecimiento de un grado superior de ordenamiento internacional de tipo subsidiario para el gobierno de la globalización, que se lleve a cabo finalmente un orden social conforme al orden moral, así como esa relación entre esfera moral y social, entre política y mundo económico y civil, ya previsto en el Estatuto de las Naciones Unidas.

¿Alguien puede explicarlo? ¿Alguna interpetación druidica disponible?
Habrá que leer las 6 conferencias sobre exégesis bíblica (inéditas) de Castellani que acaba de publicar Jack Tollers en su página.

miércoles, 8 de julio de 2009

La base está


En la Sagrada Congregación para el Culto Divino, la base está. El Papa Benedicto es como jefe máximo. El prefecto, cardenal Cañizares, el segundo subsecretario, Mons. Juan Miguel Ferrer y el padre Lang, aseguran no sólo la protección de la liturgia tradicional sino también su promoción. El prólogo escrito por el cardenal al libro del padre Nicola Bux – “La reforma de Benedicto XVI (Ciudadela, Madrid, 2009) - y la historia que Mons. Ferrer escribió en Toledo con sus acciones decididas a favor del rito romano antiguo y de los sacerdotes que lo celebran, garantizan mi afirmación.

Tal como decíamos en un post anterior, había una espina. El primer subsecretario que permanecía enclavado en su cargo. Pero en las últimas horas, los corrillos curiales hablan de un nuevo “colpo di scena” del papa Benedicto: removería al espinoso personaje y, en su lugar, nombraría al padre Bux, hasta ahora asesor de las ceremonias pontificias.

Hasta hace unos poquísimos años, decisiones de este tipo parecía milagrosas, o imposibles. La asunción del papa Ratzinger a la sede de Pedro nos ha deparado más sorpresas que las previstas.

Dominus conservet eum, vivificet eum et non tradat eum in manibus inimicorum suorum!

lunes, 6 de julio de 2009

El equipo está completo




El Santo Padre había nombrado hace ya algunos meses prefecto de la Congregación del Culto Divino al cardenal Cañizares, antiguo arzobispo de Toledo. La decisión fue festejada por todos a quienes el papa Ratzinger ha dado un respiro no sólo en enseñanzas y consuelo sino también en hechos concretos de restauración litúrgica.

Sabíamos, sin embargo, que la tarea del nuevo prefecto no iba a ser fácil puesto que su secretario – que en la curia romana ostenta un gran poder – no iba a ser ya el ceilandés Ranjith sino algún mala línea impuesto desde las oscuras galerías de la Secretaría de Estado. No fue así. Ocupó ese puesto un dominico tomista, Mons. Di Noia, antiguo integrante de la Congregación para la Doctrina de la Fe. No sería un experto defensor de la liturgia tradicional, pero era tampoco un enemigo.

Quedaba el problema del subsecretario, un personaje clave también, e imposible de remover, porque no había ya motivos de edad o de origen. Pero el sorprendente Benedicto XVI nos acaba de sorprender nuevamente: ayer domingo nombró como segundo subsecretario (algo infrecuente en los dicasterios romanos) a Mons. Juan Miguel Ferrer Grenesche, ex vicario de la arquidiócesis de Toledo, mano derecha del cardenal Cañizares, capallán toledano del rito mozárabe, doctor en liturgia y gran defensor y propagador con hechos efectivos y hasta militantes del motu proprio y de su efectiva aplicación.

Deo gratias! Y larga vida al papa Benedicto.

domingo, 5 de julio de 2009

Una carta para el Wanderer




Estimado señor Wanderer:

Cuando veíamos que su peligroso blog estaba languideciendo y próximo ya a la muerte, nos anuncia Ud. una segunda época. Frente a tamaña amenaza permítame que platee mis objeciones a su tarea.

Llegué a su blog a través del por todos recordado Cruz y Fierro, cuyos escritos eran una maravilla de ortodoxia y buena línea. Consideré que el Wanderer sería similar, pero el primer post que leí fue un sainete sobre Mons. Wach y su Instituto. Pensé enseguida, con impecable lógica, que sería Ud. un línea media que, al rechazar los zoquetes morados y los capelos de Gricigliano, arrastraba con ellos los principios de la tradición católica. Sin embargo, aparecieron luego post con críticas a la Society of St. John y a Father U. Quedaba excluida, entonces, su pertenencia a la línea media dura.

Lo ubiqué, para tranquilizar a mi ordenadora inteligencia (tenga presente que soy tomista), dentro de la línea media moderada pero, hete aquí que, a raíz de la furiosa intervención de un tal Alemán, se le dio a Ud. por abrir el foro a las críticas de los Miles Christi. Mis clasificaciones volvían a caer. ¿En qué casillero podía meterlo? Se iban agotando las opciones. No era un progresista por cierto –todavía recuerdo su memorable post sobre Mons. Romanín- y no lo creía un tradí. ¿Sería, entonces, un línea media soft? Sin embargo, al poco tiempo comenzaron Ud. y sus comentadores un sostenido ataque contra el Instituto del Verbo Encarnado y de su respetable fundador, con lo cual quedaba excluida esta última posibilidad.

Le aclaro que esto no me preocupó demasiado su anti-kukusismo. Por el contrario, me parecieron razonables muchas de sus críticas. Permítame que, continuando con sus costumbre proustiana, intercale aquí un pequeño relato personal para iluminar mi reacción. Cuando era apenas poco más que un adolescente comencé a colocar en las hornacinas de mis devociones a los ídolos que, en aquella época, poseíamos todos los chicos del palo: el padre Sáenz y el padre Ezcurra, ambos en el mítico seminario de Paraná, y el padre Buela, mucho más cerca, que nos deleitaba con su amarillo “Catecismo de los Jóvenes”. Con mucha fe y piedad comenzamos a preparar con un par de amigos la necesaria peregrinación a Villa Progreso, sede del nuevo Iñigo. Llegamos el día señalado cuando finalizaba la misa de la que salía un grupo de peregrinos de zonas aledañas que se habían acercado a recibir el escapulario de Nuestra Señora de Villa Progreso, práctica de piedad que Karloncho estaba comenzando a imponer. (Nunca se supo bien si el tal escapulario fue fruto de una visión. Si así fuera, es notable la capacidad que tiene el p. Carlos para recibir este tipo de revelaciones puesto que, luego de la fundación de su instituto, comenzó a imponer también escapularios color beige). Nos dirigimos a la casa parroquial y pedimos hablar con el nuevo profeta. Debimos esperarlo un buen rato y, de pronto, apareció el objeto de nuestros deseos casi en pijamas y con chancletas de lana. Con su natural algarabía, pronto nos comenzó a contar de sus proyectos fundacionales, de San Luis María Grignion de Montfort y de los apóstoles de los últimos tiempos. Con palmadas en la espalda y abundantes sonrisas nos alentó a dejar a nuestras novias (a quienes comerían los gusanos) y a asistir a uno de sus ejercicios espirituales.

Debo confesarle, don Wanderer que, en esa entrevista, el Buela de la historia asesinó al Buela de la fe.

Dejo ya el relato y sigo con mi perplejidad. ¿Es que sería Ud., finalmente, un tradicionalista? No podía serlo: se despachaba periódicamente contra el tomismo, hablaba bien de Louis Bouyer y de otros representantes de la “nueva teología”, simpatizaba con Platón y no tenía inconvenientes en criticar a la Fraternidad de Mons Lefebvre e, incluso, se las agarró con el pobre Mons. Williamson cuando, luego de su oportuno discurso reivindicador de la altura de las chimeneas de Auschwitz, fue expulsado del país.

No me quedaban ya, don Wanderer, casilleros donde ubicarlo ni etiquetas que colgarle. Estaba desesperado. Ud. era mi obsesión.

Pero ayer un amigo logró que mis penurias acabaran. Él me acercó el rótulo que a Ud. le cabe. Ud. es un LEFOPROGRESISTA.

EL DEFINIDOR