jueves, 30 de mayo de 2013

Diálogos neocon I


Diálogo oído de refilón en el subte línea D, entre Tribunales y Agüero:

- Che, ¿qué te parece Bergoglio?
- Es una pregunta innecesaria. Los cardenales lo han elegido Papa y por tanto necesariamente ha de ser bueno, debe de haber leído mucho, debe saber mucha cosa, seguramente es bueno y acaso santo… Si no, no lo habrían elegido.
- Ah, en tu grupo dicen eso…
- Sí, los de mi grupo decimos eso. No hace falta que hablemos sobre si Bergoglio es bueno o malo, porque ahora es el papa Francisco. No hacen falta esas preguntas, porque lo han elegido Papa. Se puede dar por supuesto que es buena gente, que tiene buena formación, que es buen cristiano, santo incluso.
- Pero cuando estaba en Buenos Aires, ustedes los del Opus no lo podían ver…
- Y los de Miles tampoco, y tampoco los de Fasta… Pero si no fuera bueno, el colegio cardenalicio no lo habría elegido.
- Sí, eso mismo dice el Padre. No hace falta preguntarse mucho acerca de su persona, ni leer las cosas que escribió, ni averiguar qué hizo como Provincial de los jesuitas, como obispo de Buenos Aires, como Cardenal Primado de la Argentina.
- Sí, es lo mejor. No hay que sembrar mal espíritu. Es como si no lo conociéramos… Si lo eligieron papa es bueno, y santo.
- Chau che, me bajó acá.
- Chau…


jueves, 23 de mayo de 2013

Los problemas de la UCA, con respuesta

 Recibí ayer un comentario al post anterior, firmado por con Anarchochristianus, en el que analiza algunos problemas que tendría la Pontificia Universidad Católica Argentina. Me pareció interesante y lo publico como una entrada independiente, eliminando algún nombre propio o datos específicos de docentes actuales de la UCA.
Estoy de acuerdo en términos generales con su análisis, pero es importante tener en cuenta que, como bien acotaba alguien, en la UCA hay algunos excelentes profesores y muchos excelentes alumnos. Por tanto, en mi opinión, no generalizaría tal como lo hace el autor del texto, dejando espacio para las justas y abundantes excepciones que existen.

A las pocas horas de publicado este post, el Coronel Kurtz, habitual comentarista, me envió una respuesta como comentario pero que me parece oportuna agregarla al post. Es la otra campana, ecuánime como siempre.


Problema 1. Una buena universidad no debe ser necesariamente una universidad católica. Creo que se nos ha naturalizado tanto esto de “universidad católica” que sólo podré darme a entender con ejemplos. Una buena farmacia no tiene por qué ser una farmacia católica sino una donde se produzcan o se comercialicen sustancias que recompongan la salud de la mejor manera posible. Una buena zapatería no es una zapatería católica sino una donde se venden zapatos bien confeccionados. Una buena universidad no es una universidad católica sino una donde haya verdadera actividad universitaria (y si es católica o no, lo mismo da). Y la verdadera actividad universitaria tiene que ver exclusivamente con la excelencia científica. Cuando se mezcla la excelencia científica con la formación de cuadros católicos se resiente tanto la ciencia como la religión, porque la ciencia pierde su nivel y la religión se convierte en ideología. 

Problema 2. A la UCA sólo se la entiende si se la enmarca en la parábola que fue describiendo durante su historia, que es como sigue: fue engendrada por el clericalismo preconciliar y ahora sobrevive a causa del mercantilismo posconciliar. Paso a explicarme. La UCA en sus orígenes estuvo indisolublemente ligada al clericalismo. Entiendo por clericalismo la presunción de que hay un mundo que es el mejor de los mundos posibles y que éste consiste en que las instituciones de nuestro mundo (el real y concreto) devengan todas ellas católicas. Por ejemplo, si el mundo está formado necesariamente por panaderías, farmacias, industrias y universidades, el mejor de los mundos posibles de un clerical estará formado por panaderías católicas, farmacias católicas, industrias católicas y universidades católicas. El clericalismo es una voluntad de replicar que sólo se explica una vez que, degradados en políticos, los hombres religiosos se dejan ganar por la tentación de un mundo paralelo. Ahora bien, esa UCA original, esa estructura cansada y gastada que nació con el clericalismo típico del preconcilio murió junto con él. ¿Y entonces qué es ahora la UCA? El segundo capítulo de la historia es que ahora la UCA se resignifica como un centro de formación de católicos influyentes dentro de la sociedad. En otras palabras, la Iglesia está interesada en la subsistencia de la UCA porque con ésta espera formar cuadros, entendiendo por tales individuos socialmente influyentes que oportunamente puedan traficar influencias a favor de ella. Alfonso Prat Gay y Máxima Zorreguieta son excelentes ejemplos de esto. (N.B.1: Como se imaginarán, aunque no me pretendo profeta, estoy seguro de que a la Facultad de Filosofía y Letras le queda vida corta; ¿qué influencia significativa puede ejercer un profe de letras o de filosofía…?). (N.B.2: Hasta qué punto la UCA se habrá convertido en negocio que dos concesiones recientes de su campus son un Starbucks y un Megatlón; como se imaginarán, estos negocios son muy del gusto del chetaje de Puerto Madero). 

Problema 3. El buen docente universitario no es el que tiene muchos hijos y va a Misa los domingos, ni el que cuenta en su CV con horas de atrio y rosqueo curial, sino el que tiene un conocimiento exacto del estado de su arte y sabe desempeñarse en él con excelencia. Por eso Hegel o Kant fueron verdaderos profesores universitarios y el profesor católico arquetípico, no. El ejemplo paradigmático es el profesor …. Para quienes no lo conocen es desde hace muchos años el profesor titular de …. Además de ser perfectamente desconocido en la comunidad académica extraUCA, no se le conoce tema de investigación alguno que no sea su tesis de doctorado (recientemente publicada en Navarra). Y no me vengan con que por católico es víctima de segregación. Desconoce (o niega) el estado de su arte ya que piensa que la … terminó con las dos obras de …., y que nada significativo se dijo después. No es profesor de … porque se distinga en su arte sino porque persigue a rajatablas un modelo historiográfico “ortodoxo”. Sospecho que jamás lograremos mensurar la gravedad de que, ya desde hace muchos años, se nos vengan confundiendo los profesores católicos con los profesores mediocres. 

Problema 4. Uno de los grandes grandes problemas que aquejó durante años a la carrera de Filosofía de la UCA (y aún la aqueja, aunque menos), es la influencia de Emilio Komar. Nuevamente, para quienes no lo conocen, fue durante años profesor de Ética en esta carrera (y objeto de veneración). Aclaro que no entraré en la diatriba del antinacionalismo de Komar (no tengo especial simpatía por el nacionalismo). Lo que quiero resaltar aquí es que Komar, quien apenas dejó algún libro escrito pues su docencia fue sobre todo oral, les inculcó a sus discípulos (al día de hoy docentes titulares en varias asignaturas de la carrera de Filosofía) la ridícula creencia de que pretender integrarse en la comunidad científica a través de una actividad de investigación seria y sostenida constituía un ejercicio apócrifo de la docencia filosófica, una suerte de academicismo culposo, una erudición vacía. Así es como el arquetípico profesor de filosofía komariano es alguien que sabe un poquito de latín, casi nada de griego, escribe cada tanto unas paginitas, lee mucho a Guardini, Wojtila y Pieper, y, sobre todo, se pasa las mañanas en algún colegio secundario preferentemente de zona norte de Buenos Aires, explicándoles a cándidas féminas sanisidrenses por qué es mejor aguantarse hasta el matrimonio, con método Billings y sin preservativo… (N.B.3: Todavía puede verse por los claustros UCA a una komariana profesora de … que cree que el “πόλεμος” del los fragmentos de Heráclito puede traducirse por “polémica”; valga como ejemplo). 


Problema 5. Como podrán inferir, no hay manera de que esto lo resuelvan ni los pibes lefes, ni los tradis o los neocons, por más materos, patilludos y rosistas que sean. Pienso esto por varios motivos, pero sobre todo porque en su formación básica estos pibes comparten el prejuicio clerical de acuerdo con el cual fue fundada la UCA. Ellos también piensan –se lo marcaron a fuego– que el mejor mundo posible es una réplica de éste pero con el adjetivo “católico” añadido. De hecho, si se dan un paseo por la Reja tendrán la oportunidad de ver una inverosímil panadería católica. Quien la atiende es un tipo de oro (lo digo en serio), pero lo de panadería católica me sigue resultando una réplica inexplicable. Amicus Platonis sed magis amica veritas.


Espero no haber sido molesto con nadie. Pretendí aclarar algunas cosas sin herir (demasiado, o por el gusto de herir).

Anarchochristianus

Y la respuesta del Coronel Kurtz

Me parece que muchos que hablan de la UCA están hablando desde el prejuicio o desde un conocimiento superficial de la misma, tanto en este post como en el anterior. Y, algunos, están tomando como cierta la 'historia oficial' de la UCA reescrita hace unos 20 años, que podríamos intitular "La Universidad de los obispos"... cosa que nunca fue. (Incluso Castellani, la inteligencia más prodigiosa que ha dado la Iglesia argentina, las pocas veces que se refiere a ella, lo hace desde el resentimiento por no haber sido convocado como profesor --¿pero podría haber sido profesor universitario el Castellani de la década del '60?--.)
En primer lugar hay que aclarar que, a diferencia de sus hermanas provinciales, la UCA no fue una universidad diocesana, ni un Instituto con capilla anexa, por lo que hablar de 'proyecto clerical' es un disparate. 

En segundo lugar hay que recordar los muchísimos inconvenientes que tuvo Mons. Derisi para lograr planes de estudio donde fuese posible 'la unidad' del saber. En la Argentina, los 'liberal arts colleges' son imposibles si se quiere obtener el reconocimiento oficial. Eso hizo que una carrera promedio de la UCA tuviese hasta 50 ó 60 materias con sus parciales y finales obligatorios sin posibilidad de promocionar (esto antes de la 'reforma' de Zecca y cía.). Por supuesto que en estas condiciones, y en un país como la Argentina donde se espera que los universitarios trabajen aún cuando no lo necesiten, hacía imposible una 'vida universitaria' a la manera europea, estadounidense, brasileña o chilena --o, incluso, la de universidades del Estado, donde la vida universitaria pasa por la política.
Por otro lado, a diferencia de lo que dice el autor del post, la UCA siempre se ha financiado con la cuota de los alumnos. A excepción de sus primeros años de vida, no hay grandes donaciones ni tráfico de influencias. Ni Máxima ni Prat Gay le aportan absolutamente nada a la UCA, como no se lo aportaban Dagnino Pastore cuando era ministro ni Dix como presidente del BCRA. Distinto es el caso de San Andrés (presbiterana), Di Tella o Austral (Opus). La UCA no sabe y nunca ha sabido aprovechar la posición social, política o económica de sus profesores y alumnos; lo que puede ser bueno o malo, según se mire.
Por supuesto que las cátedras de teología están mayormente copadas por profesores neocones o progresistas... pero éstos no tienen tanto éxito en otras materias como filosofía, doctrina social de la Iglesia, etc. --o, incluso, materias que no tienen nada que ver. Tuve un profesor de matemática financiera (un sacerdote, ex gerente financiero de una gran empresa) que nos daba para leer cuestiones de la Summa en el recreo para los que quisieran quedarse... y, en general, se quedaban casi todos, excepto en época de parciales y finales (que en mi época era el 60% del tiempo). Otro profesor (graduado en ciencias en Chile, además con dos doctorados, uno en filosofía y el otro en ciencias políticas), en alguna pausa al exponer su materia de politólogo, nos hacía poner en duda todo lo que hasta ese momento creíamos saber sobre 'la democracia' y sus dogmas. Y, para no aburrir, otro más, ingeniero y con un máster de Harvard y un doctorado en Barcelona, nos relacionaba la Física de Aristóteles con las decisiones de timing en la depreciación de bienes de uso.
Estas joyas son las que hacen de la UCA algo único que todavía vale la pena. He trabajado en muchas empresas e industrias distintas, y conocí geniesillos salidos de las universidades del Estado y otras privadas, pero los ex alumnos de la UCA tienen una forma 'global' de encarar los temas que no he visto en ningún otro lado.
Por eso nos duele enormemente el saqueo a que se ha visto sometida en los últimos 15 años. 

martes, 21 de mayo de 2013

Apuntes de clase


El Ucaboy, un muchacho que estudia alguna carrera en la Universidad Católica Argentina, envía los apuntes de su clase de “Introducción a la teología” que recibió el viernes 17 de mayo. Aquí van:

2. Tradición y Verdad Evangélica: Jesús se inserta en la tradición de su tiempo, pero con un principio de inserción con ruptura. Se circuncidó, pero no respetó el sábado. Él pone en el centro al hombre, por encima de la tradición. El cristiano no debe ser un fariseo que cumple a rajatabla, tiene que romper todas las veces que sea necesario para su humanidad. Esta ruptura creativa es central en el cristiano y fue lo que le valió la Cruz a Jesús. Creer que el Espíritu está entre nosotros nos da autoridad para ser rupturistas. En esto la Iglesia, en especial la Iglesia Católica, tienen tradiciones que no se condicen con los signos de los tiempos en que vivimos. Más que nada en el plano moral. (Acá, enfrente de todos, le pido a la profesora un ejemplo de error en la moral de la Iglesia, pero lo esquiva cobardemente y me contesta otra cosa).

Hay tres criterios para juzgar si algo es verdadera tradición: Jesús mismo, el Espíritu y los Signos de los tiempos, y la Fe Común de Todos.
El espíritu y los signos de los tiempos: La libertad de espíritu implica que podemos realizar cambios creativos según esos signos, dando un sentido nuevo ajustado al tiempo de hoy, superando a la letra de la Biblia [sic, no es joda].
Un ejemplo que da la prof.: La extremaunción cambió adaptándose a los tiempos. Antes, este sacramento, también llamado Viático [sic], se daba una sola vez en el último momento de la vida. Ahora se puede dar una vez por año a la gente mayor y cambió de nombre a "unción de los enfermos".
3. Sagrada Escritura. Del acontecimiento al texto.
[Siguiendo la interpretación marxista de la liberación, revelación = historia]. Hay cuatro niveles: 1) el acontecimiento. 2) Memoria de los testigos y tradición oral 3) Escritura en las comunidades muchos años después de la muerte de los apóstoles. 4) Libertad de espíritu y signos de los tiempos: no podemos cambiar la escritura, pero tenemos que reactualizarla y reinterpretarla.
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Yendo a la bibliografía oficial de la materia, nos encontramos con el señor Severino Croatto. Cito:
“Lo que venimos afirmando es más que una “actualización” del mensaje bíblico, y mucho más también que una “iluminación” … Se tratará en todo caso de hacer eficaz el querigma bíblico para nuestras situaciones…
Desembocamos así en una novedad de sentido… [¡Sic! ¡Novedad de sentido!]
Debemos recrear el mensaje bíblico y no sólo actualizarlo. No proponemos nada desconocido, sino que estamos aclarando las implicaciones y la riqueza de una lectura que ya se está haciendo desde una Iglesia Popular…
El lector se habrá preguntado tal vez si todo esto no significa “añadir” o “quitar” a la Palabra de Dios. Es claro que tropezamos aquí con el teologúmeno de que de la revelación acabada y clausurada con Cristo, con el útlimo apóstol, con el último libro del Nuevo Testamento…
Esta construcción teológica tiene sentido en su intención simbólica… Entendida dogmáticamente, como una verdad histórica. … no satisface. … El teologúmeno de la revelación “terminada”, con todas sus buenas intenciones y toda la verdad que contiene como expresión simbólica, produce un corto circuito en el proceso de esa misma revelación. … ¿No está diciendo nada nuevo Dios en las luchas de los oprimidos, en los procesos de liberación, en el aporte de las ciencias al conocimiento del ser humano, de sus posibilidades creativas, de la realidad y sus estructuras opresivas, en los impulsos por construir un hombre nuevo en una sociedad nueva?

Lo interesante es saber que el rector de esta universidad, el ahora Mons. Víctor Fernández, por gracia de Dios y de la Sede Apóstolica arzobispo electo de Tiburnia, quien fue impuesto en ese cargo por el cardenal Bergoglio, el que debió viajar a Roma para destrabar su nombramiento ya que la Sagrada Congregación para la Educación Católica se oponía debido a la cuestionable ortodoxia del P. Tucho Fernández.
Por otro lado, la profesora de teología del Ucaboy seguramente estudió en Devoto, donde fue profesor de varias materias el mismo Tucho. Es decir, nuestra teóloga fue formada, en parte al menos, por él.
Es bueno saber que el papa Francisco promueve a un cargo universitario de vital importancia y  promociona con el episcopado a quien es responsable directo que se enseñen estas herejías en la Universidad “Católica” Argentina. 

sábado, 18 de mayo de 2013

Cultura cristiana


En los tiempos que nos tocan vivir, característicos por su descomposición en todos los niveles, aún eclesiales, y cuando en los últimos meses nos llegan oleadas de aromas bovinas, o caprinas, desde las Siete Colinas, es conveniente tratar el tema de la imprescindible cultura cristiana. No me refiero en este caso a la idea propuesta por John Senior y que ya tratamos en este foro hace algunos años, a partir de la lectura del primer capítulo de su obra The Restoration of the Christian Culture (a quienes les interese leerlo, puede bajarlo de aquí) La propuesta es discutir el tema desde el concepto que propone Bouyer.
Los católicos de los siglos anteriores sabían, ciertamente, muchas menos cosas que nosotros, pero tenían mucha más cultura cristiana, porque la cultura no es una cuestión de ciencia, y ellos, aun conociendo pocas cosas, conocían lo que era necesario y como era necesario. Y esto es fácil constatarlo cuando se revisa la biblioteca de cualquier “católico comprometido” de hoy. Si husmeamos en los estantes de algún neocon fervoroso encontraremos una buena cantidad de obras de vulgarización inmediata de la espiritualidad o del apostolado, además de todos los tomos y tomitos de los escritos del fundador correspondiente y algunas estampitas de santos y beatos recientes. Pero lo que falta, y aquí está lo grave, son las obras fuentes, los libros que no se leen una sola vez sino que se leen toda la vida. Los libros que no se leen para saber lo que contienen, del mismo modo en el que un niño despanza a un osito de peluche, para después olvidarlos en el anaquel. Me refiero libros a los cuales se vuelve sin cesar porque se sabe que en ellos siempre se encontrará materia de reflexión.
Entonces, por cultura en este caso, entiendo la posesión en sí mismo, o más bien la incorporación a sí mismo, no de nociones descarnadas sino de ideas vivas. Es decir, la familiaridad con una tradición que es una comunión de espíritus y no el índice de contenidos de un libro. No se trata de subrayar o hacer fichas de los libros para memorizar frases que “vendrán bien” en una discusión o conversación, sino de un mundo que se lleva consigo porque se ha convertido en parte integrante de uno. Se trata de una larga historia, de una experiencia milenaria que impregna el alma, y la hace rica, vasta y compleja.
¿Cuáles son esos libros? No son muchos. Bouyer los reduce a la Biblia acompañada por la recitación inteligente del oficio divino, -al menos de sus horas principales-, las Actas de los Mártires, las Sentencias de los Padres del Desierto, la Exposición de los Salmos de San Atanasio y las Enarrationes sobre los salmos de San Agustín, las Conferencias de Casiano, algunos comentarios de San Juan Crisóstomo a las epístolas de San Pablo, los Sermones sobre las fiestas litúrgicas de San León Magno, y poca cosa más.
¿Por qué estas obras patrísticas además de la Palabra de Dios? Porque las enseñanzas de las Escrituras con todas sus resonancias se transmiten de un hombre a otro hombre (Cor ad cor loquitur era el lema del cardenal Newman), y los primeros de entre estos transmisores deben ser nuestros Padres en la fe, porque a la Iglesia la dicen sus propios Padres; sus escritos constituyen la mens Ecclesiae, la “mente de la Iglesia”, el nou'" Cristou', “la inteligencia de Cristo”. Es esto lo que debe ser asimilado por el cristiano, pasar a la sustancia de su alma para comprender y vivir de ese modo el misterio cristiano.
Recordemos que la cultura cristiana se adquiere más bien por simple contagio de los antiguos que con toda la erudición de los modernos y con todo el tonelaje de escritos fundacionales. Un pleno sentido cristiano, restaurado por una auténtica cultura cristiana, nos recordará, por ejemplo, que la oración es alabanza rendida a Dios antes que un ejercicio de virtud y antes también de ser un instrumento de apostolado. Escribía ayer un monje amigo: “La oración simple y sencilla -la única que admite ser tenida por oración- no cuenta, jamás cuenta, jamás saca cálculos, jamás mide tiempos, jamás pesa el costo/beneficio. Jamás se pregunta si ella sirve o no sirve. La oración simple y sencilla reza porque reza, reza por rezar. Y por eso (y sólo por eso) ella ya es el Reino”, es decir, -añado yo- soberanía de Cristo, como nos enseña el papa Benedicto en su magnífico libro.
Estos es cultura cristiana.

P.S.: Aunque la aclaración ya está en uno de los comentarios, no está de más repetirla también aquí: el "listado" de libros que presenta Bouyer, lo hace dentro de un artículo que escribió en 1945 sobre el rezo del breviario. Es ese el motivo por el que incluye, sobre todo, comentarios psálmicos y bíblicos. No se trata, por eso mismo, de una lista cerrada y, mucho menos aún, de una alternativa a la propuesta de Senior; más bien, ambas se complementan.

viernes, 10 de mayo de 2013

Dos meses con zapatos negros



Cuando el actual obispo de Roma cumplió un mes de pontificado, publiqué en este blog un listado de sus logros más importantes. A punto de cumplirse el segundo mes, el suplemento Valores religiosos de Clarín, publica un artículo de Sergio Rubín titulado “Hacia dónde va el papa” en el que entrevista a tres “especialistas” en el tema y que son, supuestamente, amigos y grandes conocedores del antiguo cardenal Bergoglio.
Lo curioso es que los tres -palabras más, palabras menos-, afirman que los logros de estos dos meses y la orientación de este pontificado se resumen en ese primer repertorio publicado en el Wanderer en el mes de abril, y por el que fui ásperamente criticado. Admito, sin embargo, que una de las especialistas, la monja licenciada en teología (¡Dios nos libre!) Josefina Llach, agrega un nuevo elemento al listado inicial: el sanguchito que Francisco le preparó al guardia suizo que estaba de vigilancia en la puerta de su cuarto.
Tengo la sospecha que la hna. Llach, más que especialista, es una saeta luminosa en el universo intelectual católico porque es capaz de ver en gesto tan simples -o ramplones- profundidades teológicas y eclesiales que al común de los mortales se nos escapan.
En definitiva, ya a dos meses de pontificado, seguimos a puro gestos, grasadas y vulgaridades. Me animo a decir que no habrá mucho más que eso en los próximos meses o, Dios no lo permita, años.

Y para terminar, un diálogo entre Ludovicus y su amigo neocon:
-  Ché, que buenas medidas está tomando Francisco.
- ¿Cuáles medidas?
- Bueno, dijo que sarasasasa y explicó que sarabadiola, con gran claridad.
- ¿Y qué más?
- Cambió el estilo, nunca más frudingenhahen y ahora tangolaloca.
- ¿Y por qué son buenos cambios?
- Porque los hace Francisco, que es muy bueno.
- ¿Y por qué es bueno?
- Porque lo dicen los diarios y además es argentino. Y porque toma buenas medidas. Bueno, basta de interrogatorios, ¿me explicás una cosa que leí y que no entiendo?
- Sí, claro.
- ¿Qué significa petitio principii?

miércoles, 1 de mayo de 2013

Dejen tranquilo al Espíritu Santo


Casi como una respuesta puntual a las insensateces de los grupos neocon -que atribuyen la elección del Sumo Pontífice a una acción directa del Espíritu Santo-, han salido a la luz las declaraciones que, en 1997, hizo el entonces cardenal Ratzinger al respecto. Decía: “Yo no diría que el Espíritu Santo elige al Papa, pues no es que tome el control de la situación sino que actúa como un buen maestro, que deja mucho espacio, mucha libertad, sin abandonarnos”. El entonces prefecto de la Doctrina de la Fe, recordó con toda sencillez que, mirando a lo sucedido a lo largo de la historia de los 264 sucesores de Pedro, «hay muchos Papas que el Espíritu Santo probablemente no habría elegido». En su opinión, «el papel del Espíritu Santo hay que entenderlo de un modo más flexible. No es que dicte el candidato por el que hay que votar. Probablemente, la única garantía que ofrece es que nosotros no arruinemos totalmente las cosas».
Me puse a pensar, entonces, a cuántos papas el Espíritu Santo ni le habría ocurrido elegir. Y recordé que, bajando por via Cavour, desde Términi hacia el Foro, justo frente a la empinada escalinata que sube hasta San Pietro in vincoli, se encuentra una escalera más pequeña que desciende hacia via Baccina. Se llama “salita dei Borgia”, es decir, “subida de los Borgia”, y todos los habitantes del rione Monti en Roma conocen el origen de ese nombre: allí vivía una de las amantes más conocidas del papa Borgia, el español Alejandro VI, a fines del siglo XV. Todos los romanos de la época -y algunos habitantes de las ciudades vecinas, porque el resto del mundo desconocía saludablemente lo que sucedía en la corte pontificia- sabían que Alejandro era papa y obispo de Roma, le decía Santo Padre pero sabían también que no era ningún santo. Es decir, tenían la sensatez de no asociar necesariamente papado con santidad y, mucho menos, papado con impecabilidad.
Esta historia viene a cuento no solamente por los dichos de Ratzinger, sino por las burradas de lo más increíbles que se han escuchado en las últimas semanas por parte del universo neocon. Refiero solamente dos de ellas. Un sacerdote decía “ Las opiniones y futurologías sobre el vicario de Cristo, nuestro "Cristo en la tierra", me parece que sobran... obediencia, docilidad, reverencia debida al sumo pontífice, y ocuparse cada uno de la misión que el Señor nos da en la Iglesia, que bastante queda por evangelizar. Todo lo demás me suena a interna clerical, a cosa de viejas chismosas”. Como muy bien alguien le observó, reducía a la categoría de viejas chismosas a un buen grupo de santos -pienso, por ejemplo, en Santa Catalina de Siena y San Vicente Ferrer-, que criticaron mucho más durante a los papas de su época que lo poco que pude hacer este blog. El buen curita respondió que sus palabras no se aplican a los santos sino a los fieles cristianos de hoy a los que sólo resta obediencia, docilidad y reverencia al Sumo Pontífice. Le faltó agregar, ó agregar, y abdicación de la inteligencia.
El segundo caso es el de una seglar instruida en la fe, neocon y militante pro-vida. Todos los comentarios negativos hacia el papa solamente sirven para crear “mal espíritu” contra el “sucesor de Cristo” (¡) que es una persona sagrada. Estoy seguro que cuando pensó un poco sus palabras, las habrá cambiado, pero son reveladoras del espíritu neocon: el papa es un ser sagrado, -de naturaleza semi divina quizás-, similar al Dalai Lama o a alguna otra semidivinidad pagana, que fue elegido por decisión expresa del Espíritu Santo, y frente al cual solamente cabe bajar la cabeza y besar sus pasos. Un disparate. Y aclaro que estos disparates no son privativos de la pobre fémina: se los escuché en el domingo pasado en la homilía de un cura neocon y la he escuchado varias veces a los fieles lefes.
Si tal fuera el caso, todos los romanos se hubieses suicidado o hubiesen apostatado en los años de Alejandro VI. En cambio, con la picardía que los caracteriza, bautizaron con su apellido el pequeño sendero que llevaba a las habitaciones de su amante con la que, ciertamente, no se entretenía por las noches rezando el rosario.
Y se me ocurrió hacer una lista de los que, a mi criterio, fueron algunos de los malos papas del primer milenio. Y elegí este periodo histórico porque me parece que era más difícil ser un mal papa en esa época por el fortísimo empujón que tenía la Iglesia debido a la cercanía temporal con el Señor y los Apóstoles y por el testimonio concreto y casi tangible de los innumerables mártires de los primeros siglos. (Si eras mal papa, corrías el peligro real de que los romanos te comieran vivo. Hoy en cambio, si sos mal papa, tenés la certeza de los medios de comunicación te cantaran loas).
Es fácil hablar de los malos papas del Siglo de Hierro y mencionar, por ejemplo, a Juan XI (931-936), que era hijo sacrílego del papa Sergio III y de Marozia, quien estaba casada con otro hombre y que fue elegido a los veinticinco años, o de Juan XII (955-964), elegido a los dieciocho años. O de Esteban VI (896-897) que hizo desenterrar el cadáver de uno de sus antecesores, el papa Formoso, lo sentó en su trono vestido con los ornamentos pontificales, lo juzgó, lo condenó y lo hizo arrastrar por toda la ciudad de Roma. O de otros pontífices de ese mismo siglo que murieron de hambre encerrados en Castel Sant’Angelo por obra de los Tusculanos.
Pero podemos recordar también al papa Vigilio (537-555), un diácono trepador y ambicioso que hizo todas las tramoyas posibles para ser elegido papa. Lo intentó a la muerte de Agapito, en 536, pero llegó tarde y fue designado Silverio. Pero cuando, al año siguiente éste murió, Vigilio logró ser reconocido como papa por el clero romano.  Eran épocas en las que aún no estaba de modo el mandar a escribir biografías a fin de promocionarse para un posible próximo cónclave.
Menciono también al papa Zósimo (417-418) que condenó a los obispos africanos ortodoxos dándole la razón a los pelagianos; al papa Vitaliano (657-672), que se hizo el zonzo con las cuestiones dogmáticas candentes y que debía resolver, a fin de congraciarse con el emperador a quien le escribía cartas elogiosas; a Juan VII (705-707), obediente como un corderito al emperador Justiniano en desmedro del dogma y de la doctrina ortodoxa, o al papa Constantino II, elegido, por imposición del duque Toto de Nepi, el mismo día de la muerte de su antecesor siendo seglar (recibió todas las órdenes en una semana) y que, a los trece meses de su elección, fue asesinado. Y si siguiéramos comentado las historias de los papas del milenio siguiente, nos llevarías muchas sorpresas más.
La pregunta es ¿cómo la gente conservaba la fe, sabiendo lo que sucedía en la sede romana? Sencillo: habían puesto al papa en el lugar que le corresponde, es decir, ser el funcionario de mayor rango en la Iglesia, y nada más que eso. Ni santo, ni semidios, ni profeta, ni sagrado. El emperador Constantino fue muy sabio cuando reconoció al obispo de Roma el poder absoluto de decidir en todas las apelaciones y sometió a su competencia las controversias de los metropolitanos, todo esto en épocas del papa San Dámaso (366-384). Es decir, dispuso que el papa era el tribunal de última instancia. Ni más ni menos que eso. Y algunos siglos más tarde, en 817 durante el pontificado de Pascual I, quedó establecido por el emperador Luis el Piadoso, que la elección del romano pontífice correspondía a los romanos: al papa lo elige el clero de Roma, y se las arreglan ellos con lo que eligen. Nada de Espíritu Santo ni de inspiración divina. Lo eligen y se lo aguantan, pero no nos lo carguen a nosotros.
Nuestro problema es que se nos metió en la cabeza la historia de los “tres amores blancos” del bueno de Don Bosco y pusimos al papa casi al mismo nivel que la Eucaristía y la Santísima Virgen. Y cuando pasa lo que pasa, ya no sabemos qué hacer.