jueves, 28 de enero de 2021

El Opus Dei en pijamas, y en la mano

 

En varias ocasiones nos hemos ocupado en esta página de la decadencia del Opus Dei, la que es cada día más pronunciada. No se trata ya de haber nombrado, en un gesto más cercano al suicidio  institucional que a la astucia política, al argentino Mariano Fazio como vicario de la Obra, sino de una serie de hechos pequeños y no tanto que harían a la prelatura irreconocible para su fundador. Un sólo detalle entre muchos: superiores recomiendan a sus fieles que asistan a la misa diaria en streaming pero hacen algunas sugerencias: que enciendan en el sitio velas aromáticas y que no lo hagan en pijamas ni en chándal (o jogging, diríamos en Argentina).


José Escrivá de Balaguer, al parecer, trataba con otro tipo de fieles, o había fundado otra Obra, o era un poco más fiel a los principios perennes de la Iglesia. Como ha recodado ayer Infovaticana, esta era su opinión sobre la comunión en la mano:

7. Con relación a la postura en que debe recibirse la Sagrada Comunión, establece la Instrucción Eucharisticum Mysterium en su n. 34 que secundum Ecclesiae consuetudinem, communio dari potest fidelibus vel genuflexis, vel stantibus, y añade que corresponde a la autoridad eclesiástica elegir una u otra forma, habida cuenta de las costumbres, de las condiciones del lugar, del número de los asistentes y otras circunstancias. En cualquier caso, se pide a los fieles; un signo externo de reverencia hacia el Sacramento, como lo es el acto de arrodillarse que, por sí mismo, indica adoración (cfr. ibidem). Nosotros recibiremos la Sagrada Comunión, en nuestros oratorios, en la boca y de rodillas; en las Iglesias públicas, como disponga el Revmo. Ordinario.

8. Respecto a la recepción de la comunión en la mano, hay que tener en cuenta que, según la Instrucción de la Sagrada Congregación para el Culto Divino del 29-V-1969, se trata de una práctica introducida de modo abusivo contra la voluntad de la gran mayoría del Colegio episcopal, y que la Santa Sede tolera en algunos casos, dejando claro que es una excepción permitida de modo restrictivo y para evitar males mayores. Además, incluso en esos casos, está prescrito que la recepción de la Eucaristía en la mano no deberá nunca ser impuesta con exclusión del uso tradicional; y que por tanto cada fiel ha de tener siempre la posibilidad de recibirla en la lengua, aunque al mismo tiempo vayan otros fieles a recibirla en la mano.

(Guión doctrinal de actualidad, Ref. avH 10/70, nº 23, SOBRE LA SAGRADA COMUNIÓN, nn. 7-8).


5.5 El modo tradicional de recibir la Sagrada Comunión en el rito latino —fruto de la fe, del amor y de la piedad plurisecular de la Iglesia— es de rodillas y en la boca. Los motivos que dieron lugar a esta piadosa y antiquísima costumbre, siguen siendo plenamente válidos. También se puede comulgar de pie y, en algunas diócesis del mundo, está permitido — nunca impuesto— recibir la comunión en la mano.

(Resúmenes de doctrina católica, Tema 21. La Eucaristía).


Y no sólo eso. Sobre la misa tradicional, Escrivá de Balaguer escribía a sus sacerdotes: 

Yo obedezco rendidamente en todo lo que han dispuesto para la celebración de la nueva Misa, pero echo de menos tantas rúbricas de piedad y de amor que se han quitado: por ejemplo, el beso a la patena, en el que se ponía tanto amor para que Él se lo encontrara. Pero hemos de saber obedecer viendo la mano de Dios, y tratando al Señor con delicadeza… ¡No le robemos nada de tiempo con este asunto…! ¡Pero guardad los misales y los ornamentos, porque volverá la Misa de toda la vida, la de San Pío V!


Lo cierto es que la Misa de toda la vida volvió, hace casi quince años, de la mano del Papa Benedicto XVI, y los sacerdotes y autoridades del Opus Dei se han hecho los distraídos o, en muchos casos, han procurado que sus fieles se alejen cuidadosamente de la liturgia tradicional. Pareciera que el oficialismo y el afán de quedar siempre bien con los que mandan, carisma central de la Obra,  pesa más que los deseos de su fundador. 

lunes, 25 de enero de 2021

Distopía

 

Pasada mi juventud, hace ya algunas décadas, dejé de estar esperando detrás de cada esquina la segunda venida de Nuestro Señor. Lecturas posteriores me llevaron a confirmar que buena parte, si no todos, de los comentarios al libro del Apocalipsis de la época patrística y medieval no eran apocalípticos, es decir, no leían en ese libro las profecías sobre el fin de los tiempos sino que le daban una interpretación espiritual, por ejemplo, el de San Victorino de Poetovio, el de San Beda o el de Cesáreo de Arlés. Todo esto no quita, sin embargo, que el Señor volverá en gloria y majestad, no sabemos cuándo, pero seguramente estamos más cerca de ese momento de lo que estaban nuestros abuelos.


Todo este preámbulo no es más que para decir que aunque por inercia me resisto a interpretaciones apocalípticas de los sucesos actuales, no sería sensato clausurar esa posibilidad. Y tampoco sería católico. 

La presidencia de Biden se revela como uno de los intentos más poderosos en la historia de la humanidad para destruir el orden natural y el orden divino, no tanto porque sus medidas sean novedosas, sino por quiénes son los que las promueven: los gobernantes de la potencia más grande del mundo.  

Muchos de los gestos de Biden han sido por demás significativos. El nombramiento como Sub-secretaria de Salud de “Rachel” Levine, un patético personaje “transgénero”, de quien el mismísimo demonio se asustaría en caso de encontrarlo en una noche sin luna, da a entender qué rumbo tendrá la salud americana y todos su derivados. Este señor en cuestión, hace pocas semanas y ocupando un alto cargo en el gobierno de Pennsylvania, emitió una serie de consejos sobre cómo organizar y participar en orgías sexuales con seguridad y mínimos riesgos de contraer Covid.

Las medidas prioritarias tomadas por el nuevo presidente en el primer día de su mandato fueron sobre el cambio climático, anti-Covid, igualdad racial y LBGT. Y muy significativa es también la simbología que lo rodea en una rápidamente redecorada oficina oval.

Lo más extraño es que Joe Biden se define abiertamente como católico, concurre a misa todos los domingos y horas antes de la inauguración de su mandato, asistió a una misa en la catedral de Washington junto a los lideres más encumbrados de su futuro gobierno, comenzando por la vicepresidente Kamala Harris. Un hecho de esta naturaleza no ocurre ni siquiera en los países católicos, si es que existe aún alguno. ¿Alguien imagina a Alberto Fernández, a Pedro Sánchez o a Emmanuel Macron yendo a misa antes de iniciar su mandato?

Por otro lado, su gabinete está formado por mayoría de católicos, el Papa Francisco se deshace en zalamerías hacia él, y el mismo Biden ha colocado en un lugar destacado de su despacho la foto del Romano Pontífice. El New York Times asegura que es el presidente más religioso de los últimos cincuenta años. Y a la vez nos enteramos que el Vaticano retuvo una carta de los obispos americanos en la que le pedían al nuevo presidente que permaneciera silencioso frente al crimen del aborto y el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II, presidido por el inefable Paglia, dice: «Defender el derecho al aborto no significa defender el aborto». Literalmente.

No deja de ser todo muy extraño. ¿No estaremos frente a la tan temida alianza entre la Iglesia y el Imperio, no ya sacro y romano, sino satánico como el inaugurado por Biden?

Y más allá de los gobiernos visibles, están los verdaderos dueños del poder. No se trata de pura conspiranoia pensarlo de ese modo. Resulta evidente para todos el enorme poder que deben a su “filantropía” personajes como Georges Soros o Bill Gates. Más aún, los gobernantes actuales de los países occidentales hablan ya abiertamente acerca de la importancia de la “gobernanza global”, aunque nunca se sabe con certeza quiénes son los que componen su máximo  buró. 

Las series documentales estrenadas en los últimos meses por Netflix sobre Jeffrey Epstein y Dominique Strauss-Kahn, dieron a conocer la esclavitud de los vicios de la carne en la que viven algunos de los líderes mundiales. ¿Serán sólo Strauss-Kahn, Bill Clinton y el príncipe Andrés, o habrán muchos más? ¿Hasta dónde la tal gobernanza nada no sólo en el poder y el dinero sino también en el barro de las pasiones carnales más degradadas? Abyssus abyssum vocat

Las novelas distópicas solían presentar al mundo de los último tiempos como un lugar gris, sin luz y donde el sol nunca brilla. Siempre pensamos que no era más que una buena y apropiada fantasía. Sin embargo, el viernes de la semana pasada se conoció que Bill Gates financia un proyecto para “oscurecer el sol” y acabar, de ese modo, con el famoso calentamiento global. Se trata de vaciar en la atmósfera toneladas de carbonato de calcio. Las pruebas comenzarán en los próximos meses.  [¿Qué pensará el Papa Francisco de la iniciativa? Quizás sea la respuesta del piadoso Gates a Laudato sì].

Todos estos hechos —no ya fantasías apocalípticas— se dan en medio de una pandemia, que nos tiene hartos a todos, y que no sabemos cuándo terminará.

En fin, se trata no más un brevísimo listado de señales y de previsiones distópicas para nuestro futuro próximo. En manos de los augures y de los santos está interpretarlos. 


miércoles, 20 de enero de 2021

Las dos cúpulas y el fin de una civilización


por Aldo Maria Valli


La cúpula de San Pedro en Roma y la cúpula del Capitolio en Washington aparentemente no tienen mucho en común. La primera es una obra maestra de Miguel Ángel del siglo XVI, colocada sobre la tumba del príncipe de los apóstoles. La segunda es una obra de estilo neoclásico del siglo XIX que completa un proyecto de origen masónico. En nuestros días, sin embargo, las dos cúpulas están, en cierto sentido, unidas por lo que sucede debajo de ellas.

Tanto la cúpula de San Pedro como la del Capitolio de Estados Unidos guardaban grandes certezas para millones de personas: por un lado, la unidad de los católicos, garantizada por el Papa, en una sucesión continuativa a partir de Pedro; por otro lado, la unidad de la nación americana, garantizada por la Constitución, en una sucesión continuativa de presidentes. Ahora, sin embargo, tanto debajo de la primera cúpula como debajo de la segunda, algo se ha roto. La idea misma de unidad ha fracasado. Y en su lugar se ha insinuado la duda, se ha infiltrado la sospecha, se ha abierto el camino a la división.

En este mundo tenemos muy pocas certezas, pero hasta hace poco teníamos al menos un par de ellas: "Una vez que un Papa muere, se hace otro" (Morto un Papa se ne fa un altro) y que en América la disputa entre demócratas y republicanos (aparte algunos golpes bajos inevitables y algunos contratiempo en el andar) se llevaba a cabo de manera civilizada y la democracia funcionaba.

Certezas que esfumaron.

"Una vez que un Papa muere, se hace otro" ya no vale mas. Para hacer otro, el Papa puede incluso no haber muerto. Y el otro, al menos para algunos, puede que ni siquiera sea Papa o sea aceptado como tal. Quizás por haber "robado" la elección con la ayuda de cardenales reunidos en un club mafioso. La presencia de dos papas introdujo en el vértice de la Iglesia un elemento de duplicidad y confusión que abre aún más las puertas al relativismo y a una visión completamente humana de la Iglesia, relegando en un rincón su fundamento divino solo en Pedro.

¿Y en Estados Unidos?

Si había algo que nos gustaba y que envidiábamos a los estadounidenses era el fair play, Carter estrechando la mano de Reagan, el respeto mutuo entre opositores políticos unidos por valores fundamentales, ese cierto understatement. Y también la precisión de un mecanismo que, dentro de los tiempos establecidos, aseguraba la sucesión sin demasiadas sacudidas. Pero este mecanismo se averió. El dispositivo electoral demostró ser todo menos que seguro y transparente. El país está desgarrado y dividido. También aquí la duda ha penetrado profundamente, haciendo fracasar las convicciones del pasado. Y también aquí hay quien piensa que la última elección fue robada.

Tanto debajo de la primera cúpula como debajo de la segunda ya no hay nada estable. La sensación generalizada es que bajo las dos cúpulas ahora puede suceder cualquier cosa y que ambas han perdido su sacralidad. Si en San Pedro el Papa, rodeado de monseñores y cardenales, puede rendir homenaje a un ídolo pagano, los pasillos del Congreso americano pueden transformarse en un jolgorio de personas incitadas por un hombre con los cuernos.

Johan Huizinga, en su La crisis de la civilización, escribe que si realmente queremos poner un obstáculo al avance de la barbarie, antes que nada debemos darnos cuenta de hasta dónde ha avanzado ya el proceso de disolución que nos amenaza, pero bajo las dos cúpulas esta conciencia parece pertenecer a unos pocos.

Lo que está sucediendo bajo las dos cúpulas realmente tiene el sabor del fin de una civilización. Las piedras siguen ahí y resisten al desafío del tiempo. Son los hombres debajo de las piedras los que no pueden soportar.

A pesar de las cuidadosas restauraciones (como las que se están realizando en San Pedro), en las dos cúpulas hay grietas y lesiones muy dramáticas. Metafórico, pero evidente para quien no quiera cerrar los ojos.



Traducción: Valentina Lazzari

Fuente: Duc in altum

lunes, 18 de enero de 2021

Los huesos del Papa Francisco

 

El Papa Francisco —lo hemos dicho muchas veces en este blog— no es modernista como tampoco es conservador, sencillamente porque carece del intelecto especulativo necesario para definir una postura doctrinal; su intelecto es meramente práctico. Por tanto, no tiene doctrina. Su teología se reduce al catecismo que aprendió en los ’50 y ‘60 y alguna que otra lectura adicional. Sólo eso y nada más que eso. Y porque está regido por un intelecto meramente práctico, sus decisiones no se toman en relación a los principios y verdades de la fe —que no entiende y no le interesan—, sino a la conveniencia política, la suya en primer término, y la luego la de la iglesia en el mejor de los casos.


Lo que afirmo no es una mera suposición. Los que conocen el decurso biográfico de Jorge Bergoglio, y que son muchos en Argentina aunque sólo hablen despacito para evitar misericordiaciones, pueden confirmarlo ampliamente. No está de más recordar, por ejemplo, que después de su cargo de joven provincial de la Compañía en Argentina, durante el cual se mostró duramente conservador y apoyó a la Junta Militar que en ese momento gobernaba el país, llegando a concederle el doctorado honoris causa de la universidad jesuita del Salvador al almirante Massera, fue recluido por sus hermanos de religión como confesor de un colegio de Córdoba. Rápidamente su figura se transformó para los obispos y sacerdotes conservadores argentinos —que eran mayoría—, en un mártir del progresismo y de la teólogos de la liberación, y hacia su celda cordobesa peregrinaban a consolarlo los mejores obispos, entre ellos Mons. Rodolfo Laise. Y así como Boecio durante su prisión buscó consuelo en la filosofía, Bergoglio lo buscó en aquellos que podían darle un aventón hacia la mitra. Insistió hasta el cansancio —muchos lo atestiguan—, hasta que finalmente el cardenal Quarracino, y a pesar de los informes negativos recibidos del P. Kolvenbach, prepósito general de los jesuitas, logró que Juan Pablo II lo eligiera obispo auxiliar de Buenos Aires y enseguida fue nombrado vicario general. Ya tenía asegurada la sede primada argentina y, como la brisa habían cambiado, también cambió Mons. Bergoglio hacia la progresía, lo que le permitió, con el tiempo, suceder al Papa Benedicto XVI aupado por los cardenales complotados de San Gall, como lo confesó uno de ellos, el cardenal Daneels.

Pero estos favores se pagan, y el Papa Francisco tienen muchas deudas que pagar a sus electores. Y él no piensa pagarlas, porque para hacerlo deberían avalar cambios revolucionarios en la iglesia que no está dispuesto a firmar, y no por una cuestión de principios, sino por una cuestión de instinto de supervivencia… de la memoria. No querría pasar como el Papa que permitió el sacerdocio femenino o legitimó el “amor” homosexual, es decir, que liquidó a la iglesia.Y es así que, cuando los perros comienzan a morderle los talones, les arroja un hueso para entretenerlos. Esa fue su táctica desde el comienzo mismo de su pontificado: darles lo que ya tienen; apenas un hueso sin carne. Veamos algunos ejemplos:

1. Cuando declaró inadmisible la pena de muerte modificando el Catecismo —un acto que contentó a la progresía mundial—, la pena de muerte de hecho no existía en ningún país occidental, excepto Estados Unidos. En la práctica, no concedió nada más que lo que ya existía. Un hueso del Papa Francisco.

2. Cuando en una nota a pie de página de Amoris letitiae permitió que los separados que viven en adulterio, luego de un periodo de discernimiento, pudieran comulgar, no hizo más que dar lo que ya existía desde hace décadas. En todos los países del mundo era esta una práctica habitual, y sin ningún proceso previo. Una vez más, no concedió más que lo que ya existía. Un hueso del Papa Francisco.

3. Sus varias alusiones de simpatías hacia los que practican actos homosexuales no hacen más que decir muy quedamente lo que sucede en la iglesia desde hace décadas. Y no me refiero solamente a la presencia abrumadora de homosexuales en actividad dentro de las filas del clero, sino a las ceremonias de “bendición” de parejas homosexuales que se hacen con discreción desde hace muchos años en las iglesias católicas. Y esto ocurre en todo el mundo. Es algo que ya existe y que Francisco le da una cierta legitimación. Un hueso del Papa Francisco.

4. La modificación del canon 230, por el cual permite conceder el ministerio del lectorado y el acolitado también a las mujeres no hace más que legitimar una práctica que existe desde los años 70. Y fue Juan Pablo II — hay que decirlo—, quien la legitimó de hecho permitiendo que en las misas que él celebraba las mujeres leyeran las lecturas, o de derecho habilitando que las mujeres pudieran ayudar a misa en 2001. Un hueso del Papa Francisco.

Algunos comentarios sobre la estrategia del Papa Francisco:

1. Se trata de una picardía propia del Viejo Vizcacha y que tiene patas cortas. Los alemanes y todos los progres que lo votaron ya no se comen los huesos que les tira y apenas se entretienen con ellos. Quieren al cordero entero. Y por algo apareció el famoso sínodo alemán: para hacerse ellos mismos del borrego viendo que el pastor le daba largas al asunto. Esto no se le escapaba a Bergoglio pero, a mi entender, él preveía un pontificado más corto, lo cual iba a evitarle los problemas que tiene ahora: se le está acabando la mecha.

2. Una vez más se confirman el origen en los bajos fondos peronistas del pontífice. Su estrategia es análoga a la de aquellos gobernadores o presidentes peronistas que inauguran tres o cuatro veces una obra que hace años está en funcionamiento, o que nunca se termina de acabar. Todo sea para lograr algunos votos y calmar al pobrerío.

3. Lo grave de todo esto, por supuesto, es que con su acción, el Santo Padre hipoteca a la iglesia entera. Es verdad que las situación detalladas más arriba existían de hecho, pero su legitimación a través de modificaciones en el catecismo o en el Código de Derecho Canónico compromete a la iglesia en el futuro y sienta un peligrosísimo precedente. Como ya había sido alertado en 2018, la habilitación canónica de otorgar ministerios a mujeres hace más fácil que, en un futuro no muy remoto, puedan acceder al diaconado, lo cual confirma lo que decíamos al comienzo: a Bergoglio lo tiene sin cuidado la doctrina, y es por eso que no le importa cambiarla.

4. En este blog dijimos en varias ocasiones que la brutalidad y vulgaridad de Bergoglio nos hace olvidar que la mayor parte de las actitudes que le cuestionan tradicionalistas y conservadores, se refieren a situaciones que se habían dado con anterioridad pero que la memoria las había borrado saludablemente de la memoria de muchos, sobre todo de los neocones. En 2016, por ejemplo, hablábamos de que el pontificado francisquista no era más que una fétida supuración de los pontificados anteriores. Lo dispuesto por la modificación del canon 230, que tantas vestiduras hizo desgarrar en los últimos días, había sido ya concedido hace veinte años por el papa Juan Pablo II, a quien muchos exaltan como el acabose de la ortodoxia, de la prudencia y de la santidad. ¡Qué la memoria les valga!


Nota bene: Con alguna frecuencia me dicen que soy demasiado duro e irrespetuoso con el Papa Francisco. No creo ser irrespetuoso aunque sí soy duro, pero recuerdo que Dante ubicó en el infierno de su Divina Comedia a un Papa y a varios más en el purgatorio, y que Miguel Ángel también mandó al hades de su Juicio final a un poderoso cardenal. Yo no llego a tanto. Rezo para que Francisco se arrepienta del terrible daño que está causando a la iglesia y logre salvar su alma.


martes, 12 de enero de 2021

Los particulares abusos de un obispo

 

por Luisella Scrosati 
    No está claro según qué lógica, Mons. Moscone, cree que la recepción de la Eucaristía en la lengua es una manifestación de "falsos espiritualismos" y por eso se siente llamado a utilizar todo su celo para combatir esta "plaga"; hasta el punto de que, al final de su breve intervención después de la homilía, no sin exaltarse un poco, vuelve a recordar a los fieles no caer en el falso espiritualismo de la Comunión en la lengua, sino acoger la carne y la “fisicalidad” con la que Dios se hace presente. 
    Sin embargo, en la Instrucción Memoriale Domini, que regula el modo de distribución de la Eucaristía, se afirma exactamente lo contrario de lo que infiere arbitraria e ideológicamente el señor obispo, a saber, que "este respeto [la deposición de la partícula directamente sobre la lengua de los fieles] significa que no se trata de “comida y bebida común”, sino de la Comunión del Cuerpo y de la Sangre del Señor ». Este modo de recepción de la Eucaristía, que, como dice la Instrucción, "se apoya en una tradición multisecular" y "expresa y significa el respeto reverente de los fieles por la Sagrada Eucaristía", es, por tanto, la expresión gestual adecuada del reconocimiento de Dios venido en carne, que se ofrece a sí mismo como alimento a los hombres. Por ende ¿dónde estaría el falso espiritualismo? 
    El obispo de Manfredonia, después de haber dejado claro a los fieles, con una especie de delirio de omnisciencia, que él, en su diócesis, lo ve todo y lo sabe todo, indica dos razones por las que quiere absolutamente que en los territorios de su competencia no se reciba la Eucaristía en la lengua, finalmente revelando que la excusa de Covid es toda una mentira. De hecho, tras haber recordado de pasada "que en este momento no podemos hacer esto y no debemos hacerlo por obediencia a una situación especialmente importante y de salud", añade de inmediato: "pero aunque no fuera así, encuentro una motivación bíblica muy clara. En el Evangelio, en los evangelios sinópticos, que relatan la institución de la Eucaristía, Jesús dice: "Tomad y comed". No dice: "Tragad". ¿Y con qué se toma? Se toma con las manos, que es el órgano que toma, que aferra, que llega hasta brazo”. 
    Por supuesto que no, Jesús no dice en el Evangelio "tragad"; de lo cual deberíamos deducir que, quien toma la comunión en la mano, debería llevarla a casa y guardarla en un relicario, ya que el Señor no mandó que se la tragara... Por eso Jesús no dice: "Tragad". Pero de por sí no necesariamente dice "tomar" en el sentido de "agarrar con la mano". El verbo griego λάβετε (de λαμβάνω), así como su correspondiente en latín accipite (de accĭpĭo), indican la recepción, la bienvenida, la aceptación (matiz que también está presente en el verbo italiano, como cuando se dice que se recibe un diploma, el salario o una bofetada). Subrayando y traduciendo esta dimensión de la receptividad, presente en el término en cuestión, está la práctica constante de la Iglesia, reafirmada por la Institutio Generalis Missalis Romani, según la cual "los fieles no pueden tomar el pan consagrado ni el cáliz sagrado por sí mismos"(nro. 160). Por tanto, basar la práctica de la Comunión en la mano en el texto evangélico es un poquito presuntuoso y engañoso, especialmente cuando se impone a los fieles, no sin una visible arrogancia; un análisis muy aproximado y engañoso del texto evangélico, no sin cierta arrogancia visible, desprendida de cómo la Iglesia la ha traducido en la práctica durante siglos. 
    Mons. Moscone, sin embargo, prosigue yendo más allá de los límites de lo permitido: «Estoy convencido, según mi pensamiento, de que es más, por así decirlo, un abuso recibir la Comunión en la boca que en la mano. Muchos me han dicho: "Es un abuso recibir la Comunión en la mano". Afirmo exactamente lo contrario: es un abuso porque hemos espiritualizado falsamente lo que Jesús quiso como materia y como físico, como carne para nosotros porque nosotros somos carne”. 
    Considérelo reconciliando su afirmación con lo que Memoriale Domini reconoce como una "tradición plurisecular", que "ciertamente debe conservarse", es decir, la Comunión en la lengua. Aquí nos limitamos a observar que, como mínimo, la exteriorización inapropiada del obispo de Manfredonia se sitúa en abierta ruptura con la Iglesia, tanto en la línea diacrónica como sincrónica, desde el momento en que Pablo VI, respetando "el pensamiento de la gran mayoría de Obispos », ordenó que «la disciplina actual no debe sufrir cambios; al contrario, un posible cambio supondría un serio desencanto para la sensibilidad de la orientación espiritual de los obispos y de muchos fieles ”. 
    La Instrucción de 1969, así como la mencionada Institutio y la Instrucción Redemptionis Sacramentum aún más reciente, confirmaron que los fieles "siempre tienen derecho a recibir la Sagrada Comunión en la boca de su elección" y "en las regiones de que la Conferencia Episcopal, con la confirmación de la Sede Apostólica, le haya permitido, [quien] quiera recibir el sacramento en la mano, se le distribuya la hostia sagrada "(n. 92), cuidando de observar que esto es bien hecho. La Instrucción de 2004 confirma claramente que los fieles siempre tienen derecho a recibir la Comunión en la boca, mientras que pueden recibirla en la mano, donde se ha concedido el perdón o el permiso. 
    ¿Ha incluido la Iglesia durante siglos, hasta ahora, por lo tanto, siempre "falsamente espiritualizado" el mandato del Señor? ¿Han perpetrado por tanto decenas y decenas de papas y obispos un grave abuso, que finalmente ha denunciado el ilustrado obispo de Manfredonia? 
    Para el escritor, parece que usted, querido Mons. Moscone, como dicen hoy, es muy divisivo y causa de escándalo para muchos fieles. 

lunes, 11 de enero de 2021

El problema del “Novus Ordo” (aun cuando es celebrado con reverencia)

 


por Boniface


Durante la mayor parte de mi vida como católico asistí a lo que muchos llamarían un ritual Novus Ordo celebrado reverentemente. Para muchos católicos que nunca han asistido a una misa N.O. que no fuera un show de payasos, el concepto mismo de una misa Novus Ordo celebrado con reverencia puede parecerles sorprendente; sin embargo, os aseguro que tal cosa existe, por mucho que sea un fenómeno poco común. 

Pero por otra parte ¿a qué se parece una misa celebrada reverentemente según el Novus Ordo? En mi experiencia, incluye todos o algunos de los rasgos que enuncio a continuación:

  • El ordinario de la misa dicho o cantado en latín. 
  • Uso exclusive del Canon Romano (Plegaria Eucarística I). 
  • La mayor parte de las mujeres usan mantilla. 
  • Un introito en latín.
  • Un ritual de asperges.
  • Vestimentas litúrgicas decorosas.
  • Recepción prácticamente sin excepción de la comunión en la boca.
  • El tabernáculo ocupando un lugar central en el templo. 
  • La comunión de rodillas. 
  • Un altar sólido, con aspecto sacrificial (por oposición a una mesa de aspecto endeble).
  • Una prédica de catequesis ortodoxa.
  • Monaguillos vestidos de forma tradicional. 
  • El culto de una espiritualidad mariana y eucarística. 
  • Una congregación vestida apropiadamente.
  • Una misa que finaliza con la oración a San Miguel Arcángel.  

Durante muchos años he mantenido consistentemente mi opinión de que la misa Novus Ordo no es (ni tiene por qué ser) intrísecamente irreverente. Sabemos que, estadísticamente consideradas, una mayoría de las celebraciones según el Novus Ordo resultan, en el mejor de los casos, en una liturgia plebeya cuando no ejercicios irreverentes y cuasi-blasfemos, y aun así, la Nueva Misa teóricamente podría ser celebrada de una manera conforme a la dignidad que la liturgia exige. Tal vez Vd. esté en desacuerdo con esto que digo, pero no importa. No es a lo que apunto en este ensayo. Y desde luego, el rito de la misa tradicional en latín resulta indiscutiblemente superior en cualquiera de sus aspectos. 


Ahora bien, aquí quiero detenerme en el siguiente punto: que resulta possible celebrar según el Novus Ordo de manera digna y reverente, y que para muchos católicos una liturgia así constituye una fuente real y positiva de alimento de la vida spiritual a la vez que ofrece una verdadera, aunque que imperfecta, conexión con la tradición católica. 

Con todo, aun cuando todo esto sea cierto… constituye una defensa horrible del Novus Ordo: resulta que hay un argumento contundente como un elefante en una habitación que nadie puede negar—el hecho de que incluso la celebración de la mejor de las liturgias según el Novus Ordo depende enteramente de las preferencias personales del celebrante. 

Ciertamente, las rúbricas del Novus Ordo permiten una celebración reverente. Pero aquí la palabra “permiten” constituye el punto crucial del asunto que nos ocupa. Permite las opciones más reverentes siempre y cuando el celebrante elija observarlas. Y las mismas rúbricas que permiten esa reverencia de igual modo permiten opciones banales, torpes e irreverentes si al celebrante así se le antoja. El Novus Ordo es litúrgicamente libertario. Eleva el principio de la elección por la elección misma como el principio determinante de la liturgia. Esto asegura que la calidad de una determinada experiencia litúrgica resulta determinada no por la estructura del rito en sí mismo, sino por los antojos del celebrante. Incluso cuando el celebrante se inclina por las opciones más reverentes —lo que puede resultar en una celebración digna en aquel caso— sin embargo, continuamos en una situación muy mala puesto que la estabilidad de un Novus Ordo celebrado con reverencia siempre estará sujeta a vaivenes. Para ponerlo de manera brutal, esto significa que solo una persona resuelve entre una celebración reverente y una liturgia completamente subversiva. Unos poco ejemplos extraídos de mi propia experiencia:
Durante más de una década, mi parroquia contó con un párroco tradicional. Celebraba reverente según el Novus Ordo y, (después de la promulgación de la Summorum Pontificum) también comenzó a celebrar la misa tradicional en latín. Todas sus liturgias en ambas formas usaban un altar neo-gótico. La parroquia tenía un altar tipo mesa, pero el pastor la había guardado en un depósito. ¿Y qué pasó? Pasó que eventualmente el párroco nos dejó por otro destino y nos fue asignado un administrador parroquial temporario hasta que fuera designado un párroco definitivo. El tipo que estaba interinamente rescató la mesa del depósito para volver a usarlo como altar. Ambos clérigos podrían haber citado documentos en favor de sus respectivas decisiones: el párroco original acertó al destacar que el texto del Missale Romanum presume que el celebrante se posiciona ad orientam y de allí presume la existencia de un altar fijado a una pared, no una mesa haciendo las veces de altar. Pero el administrador interino podía citar a su favor el Instructivo General del Misal Romano que específicamente dice que el altar será construído “separado de la pared, de tal modo que resulte possible desplazarse a su alrededor con facilidad y que resulte posible celebrar la misa de cara al pueblo” (IGMR nº 299). Todo dependía de la personalidad y preferencias de cada celebrante, por qué documentos quería regirse, y cómo interpretaba aquellos documentos. Cuando finalmente llegó el nuevo párroco, resolvió remover (nuevamente) la mesa tipo altar. Si alguna vez nos deja, un nuevo párroco puede con toda facilidad restablecerlo de nuevo. 

Otra historia: unos años antes, cuando regresé a la Iglesia, asistía a una misa en la que entonces era la parroquia más tradicional de la región en la que vivía. El párroco celebraba según el Novus Ordo y todo, a excepción de las lecturas y la homilía, era en latín. Me encantó. Fue mi primera exposición a algo que siquiera se aproximara la liturgia católica tradicional. Pues bien, eventualemente aquel párroco resultó removido y nos tocó en suerte otro, un cura de muy poco carácter, tipo “no hagan olas”. Materia prima para un Obispo. Como fuere, una vez que asumió su rol, adivinen ustedes qué es lo primero que desapareció. Desde entonces no creo que en esa parroquia se haya oído una sola palabra en latín.

Mi argumento es el siguiente: incluso cuando el Novus Ordo se celebra con reverencia, constituye un ejercicio del gusto personal de un párroco en particular —y la elevación de semejante preferencia por sobre cualquier otra consideración posiblemente constituya el pecado original del Novus Ordoísmo. En el mejor de los casos, aún celebrado con reverencia, el Novus Ordo sigue siendo un ejemplo de lo peor que tiene. Qué ironía más bizarra. 

¡Qué diferencia con la misa tradicional en latín en la que el celebrante se convierte en un personaje irrelevante! La reverencia la la misa tradicional en latín no resulta de ninguna preferencia subjetiva, sino que es un constitutivo de la estructura misma del ritual. La misa tradicional no incluye una posibilidad, una reverencia contingente que se “permitiría”; es, sencillamente, reverente. La reverencia no es el resultado de haber tenido la suerte de contar con el párroco adecuado, aquel que construyó una congregación saludable durante años, tomando las decisiones correctas en medio de un mar de diferentes opciones. La reverencia de la misa tradicional en latín no es un fin a alcanzar, sino el fundamento mismo que se da por sentado y sobre el cual se construye. Es por donde empezamos, no por donde terminamos. 

Una liturgia reverente no es algo que los católicos deberían luchar por obtener y mucho menos dejarlo a merced de los antojos de un hombre en particular. Debería constituir un derecho inalienable de todos los hijos e hijas de la Iglesia.

Traducción: Jack Tollers

Fuente: Unam Sanctam

martes, 5 de enero de 2021

Las otras estadísticas de la pandemia

 



Sabemos que los números de ninguna manera pueden ser definitorios de las cosas importantes. Ya hemos visto lo que las mayorías son capaces de hacer aprobando, por ejemplo, leyes criminales. El “reino de la cantidad”, al decir de René Guenon, nunca puede ser criterio para un cristiano.

Sin embargo, en ocasiones vale la pena repasar algunas estadísticas porque revelan aspectos interesantes de la realidad. Veamos qué ha ocurrido últimamente:


Estadísticas de la iglesia en salida

La disminución del número de fieles que asisten a la misa dominical ha sido drástica en todo el mundo, estimándose en no menos del 50%. En Argentina, donde se han levantado desde tiempo todas las restricciones, la disminución es aún mayor. Iglesias que antes de la pandemia tenían cuatro o cinco misas semanales, actualmente tienen sólo dos, o incluso una, y ninguna de ellas con número importante de fieles.

Repasemos los números de la redes sociales, un medio que la iglesia desde el Vaticano considera prioritario para la evangelización. Recordemos que durante el sínodo de los jóvenes se constituyó una comisión especial para alentarlas.

El video del Papa (oficial): 28400 suscriptores.

Conferencia Episcopal Argentina: 3880 suscriptores

Conferencia Episcopal Española: 8810 suscriptores

Conferencia Episcopal Italiana: 5970 suscriptores

Conferencia Episcopal Chilena: 2100 suscriptores

Conferencia Episcopal Colombiana: 5830 suscriptores

Conferencia Episcopal Mexicana: 7070 suscriptores

Canal del mediático obispo argentino Mons. Sergio Buenanueva: 1310 suscriptores

Reflejos de luz. Pastoral católica en red: 4230 suscriptores

Blogueros con el Papa. Evangelizadores en las redes: 500 seguidores

Blog del P. Ismael Ojeda Lozano: 2419 seguidores


Estadísticas de la iglesia cerrada, pelagiana y con cara de pepinillos en vinagre

Tanto en Europa como en América el número de fieles asistentes a la misa tradicional ha aumento exponencialmente durante y después de las medidas de confinamiento. En Estados Unidos se calculan en un aumento del 70% y en el Reino Unido del 50%. En Argentina los números son aún mayores: el 100% en muchos casos y en algunos, como Mendoza, la cantidad de fieles se ha triplicado, debiendo celebrarse hasta ocho misas cada domingo.

Repasemos las redes sociales:

Aldo Maria Valli: Duc in altum: 16400 seguidores en Facebook.

Marco Tossati: Stilum Curiae: 4.000.000 de visitas en cuatro años

Que no te la cuenten: 100.000 suscriptores en Youtube

Church Militant: 257.000 suscriptores en Youtube

The Remnant: 217.000 suscriptores en Youtube

Infovaticana: 40.300 likes in Facebook

Adelante la Fe: 30.500 seguidores en Facebook

Missa in latino: 390.000 visitas mensuales

Wanderer: 90.000 visitas mensuales, y 6.850.000 desde su fundación