domingo, 6 de mayo de 2007

Donatismo encubierto

Donatismo encubierto. Esta es la expresión que ha enfurecido a un lector anónimo del blog y que merece una explicación más profunda que, muy probablemente, no lo satisfará sino que, por el contrario, lo enfurecerá más aún.
El donatismo era la herejía que, entre otras cosas, cuestionaba la validez de los sacramentos impartidos por sacerdotes de moral dudosa. La doctrina católica es que los sacramentos obran por el poder que poseen en sí mismos, independientemente de quien los administre. En el caso particular del post anterior, la expresión fue usada en referencia a la actitud de muchos católicos exageradamente preocupados por las conductas morales de los sacerdotes.
Personalmente, me importa bastante poco que los curas tengan algunos resbalones de vez en cuando. Me basta con que tengan fe, lo cual, en los tiempos actuales, no es poco, y que, en lo posible, no hablen mucho. En última instancia, este tipo de fallas morales son gentleman´s faults y no me parece preocupantes. Basta leer cualquier historia de la Iglesia, realista y no apologética claro, para darse cuenta de que esta clase de pecados existieron siempre, por momentos con mucha más intensidad que en la actualidad, y la cosa no fue tan grave. Curas y obispos con inclinación a faltar contra el sexto mandamiento siempre existieron. La diferencia es que antes sabían que su conducta era reprensible y que lo suyo era un pecado; hoy, en cambio, pareciera que tener amores con el remisero es una cuestión de la “vida privada” de cada uno, porque cualquiera hace con su fisiología lo que mejor le parece. Esto es al menos lo que aprendimos de las declaraciones del episcopado argentino en el triste caso del casto Macarón.
Pero, más allá de esta opinión personal, lo que quise expresar con la frase escandalosa, fue un temor y un peligro que observo entre los buenos católicos conservadores y tradicionalistas: convertir el catolicismo en una religión moral, cuando la moral, en realidad, viene en segundo lugar, como consecuencia de lo central de nuestra fe: el amor a Cristo Señor, Hijo de Dios y Redentor de la Humanidad.
Esto hay que entenderlo bien: me parece muy importante y, aún más, un deber insoslayable que los católicos, con nuestros pastores a la cabeza, luchemos contra el aborto y contra el matrimonio gay, entre otras podredumbres contemporáneas, pero me parece más importante que tengamos bien claro que nuestra religión es mucho más que eso. Si así no fuera, con la Liga de Madres de Familia y Notivida sería suficiente; no necesitaríamos de toda la estructura de la Iglesia.
Convertir nuestra religión en una institución moral y nuestra vida de cristianos en el cumplimiento estricto de las normas morales, es bastante pobre y no sirve para nada. Lo importante no es no pecar; lo importante es amar a Dios. Lo importante no es no hacer algo, sino hacer la virtud y, entre ellas, la más importante, es decir, la prudencia. Y el hombre verdaderamente prudente ha tirado hace rato la tablita de los deberes morales, que le sirvió en los primeros momentos para llegar a la cima de la virtud, pero que después se convirtió en superflua. Reducir la vida espiritual a una huída continúa del pecado y al cumplimiento estricto de la moral, entendida como norma positiva, es reducir la religión a la cáscara y nadar en la superficie.
Por eso, que los curas se preocupen, y mucho, en conservar intacta la fe propia y la de sus fieles. Si en algún momento se pegan un porrazo, a confesarse y seguir adelante. Por algo la nuestra es una religión sacramental.

4 comentarios:

  1. Caminante:

    Totalmente de acuerdo con su post. Me recuerda el caso de Lope de Vega, quien a los cincuenta y cuatro años, y ya cura, se enamoró de su último gran amor, Marta de Nevares.

    Tuvo sus debilidades, pero no perdió la la fe ni la conciencia de pecado, ni recurrió a pretextos estúpidos (psicologismos de hoy). Murió bien.

    Cordiales saludos.

    Pablo.

    ResponderEliminar
  2. Querido Wanderer,
    Lejos de mí el enfurecimiento. Por el contrario, me parece una discusión más que interesante, y le confesaré que estoy profundamente halagado con esto de que me haya dedicado un post en exclusiva. Entrando en el tema de discusión, le diré que coincido absolutamente en todo lo que ud. dice en este post: a pecar y confesarse. Peca fuertemente, cree más fuertemente aún, y confiésate. Todo esto está muy bien y es muy católico. Pero creo que hay otros temas de fondo que están imbricados en esta discusión y que habría que pensar: uno de ellos, y no precisamente el menor, es si un homosexual puede ser sacerdote (esto es, si es apto para la ordenación). Ahora bien, suponiendo que esto fuera posible (lo cual dudo) y que esta persona decidiera o no, tener amores con una persona libre y adulta, le podría admitir que esto pertenece al ámbito de su "vida privada" y que uno le podría decir: Vamos hombre! Confiésate y sigue adelante! (Aclaro que esto sería posible siempre y cuando no decida, además, ser el protagonista de un video XXXXXX). Hasta acá estamos bien. Mi cuestionamiento es qué pasa si estamos frente a un sacerdote que, además de homosexual activo, es pedófilo y se siente atraído por niños y jovencitos, de los que abusa prevaliéndose de la posición en que lo ubica su sacerdocio. Sin duda que ya no estamos ante un pecadillo, ni tampoco en el ámbito de la "vida privada", sino que se trata de una conducta que afecta muy gravemente la justicia. Tan gravemente, que en casi todas las legislaciones del mundo es considerada delito penal. Distingamos, entonces, las cosas: Dios perdona todos los pecados en su gran misericordia, pero hay pecados que, además, son delitos penales porque afectan gravemente la vida social. Si un sacerdote es homicida, será objeto de la misericordia de Dios, como todo hombre redimido por Cristo, pero también tendrá que ir a la cárcel. Lo mismo si es pedófilo, porque la pedofilia es un delito que, además, tiende a reiterarse porque tiene un componente altamente compulsivo. Mi crítica, entonces, apunta a una postura un poco clericaloide que, frente a estos casos, minimiza las cosas (acaso usted o yo no iríamos derechito a la cárcel y seríamos objeto de toda la reprobación social?), y se niega a ver o investigar la verdad de los hechos, poniendo en grave peligro potencial a otros inocentes. Entonces, Wanderer, nada tengo contra su teoría del donatismo encubierto, en tanto se refiera a pecados y no a pecados-delitos penales. Le diré que, en general, todos los episcopados del mundo han sido igual de benignos que usted: confesión, absolución. Y traslado: A pecar a otro lado! Cordiales saludos (y gracias por recoger el guante).

    ResponderEliminar
  3. Estimado amigo anónimo: En primer término, gracias por su mensaje. Sin embargo, es probable que mi post no hay sido suficientemente claro: cuando hablaba de "vida privada" me refería a la expresión utilizada por el Episcopado argentino con la que pretendió justificar la conducta inmoral del Macarón. Me parece una barbaridad: el pecado jamás puede justificarse, mucho menos en un obispo, y la excusa de limitarlo a la vida privada no es ni siquiera católica.
    Por otra parte, no me parecería bien que, como Ud. dice, que un sacerdote "decidiera" tener amores con otra persona adulta de su mismo sexo, si ese "decidir" implica una acción absolutamente libre. Yo le recordaría a ese cura que en otro momento de su vida "decidió", libremente también, hacer voto de castidad. Ahora que se las aguante.
    Otra cosa es que ese sacerdote tenga un resbalón, y con esto quiero decir, que la fragilidad y el fuego de la pasión del momento lo empujen a un acto pecaminoso en el que, sin duda intervendrá su voluntad libre, pero de un modo más atenuado, por la fuerza de la pasión, diversamente al caso en que la "decisión" sea más "racional". Es decir, jamás justificaría que una situación de pecado de ese tipo, sea con mujer o con hombre, sea parte integrante de la vida de un sacerdote. Una cosa es el tropezón y otra cosa es el hábito.
    Finalmente, no dudo en condenar la pedofilia o cualquier otra aberración de ese tipo.

    ResponderEliminar
  4. Amigo Wanderer:
    Damos fin, entonces, a la quaestio disputata! Un cordial saludo y felicitaciones por el blog.

    ResponderEliminar