Hace pocos días me escribía un amigo a quien le había pedido
un aporte para el blog: “Estoy pasando por unas tinieblas espirituales,
morales, psicológicas que... qué sé yo. Pero si se despejan un poco las
presentes brumas, veré qué se puede decir (y cómo)”.
Esta confesión me hizo recordar que los autores que más han
influido en mi formación –Lewis, Tolkien, Knox, Newman, Belloc, Castellani-
coinciden en hablar de los frecuentes momentos brumosos que debieron atravesar
en sus vidas. Y por “bruma” aquí entiendo una cierta incapacidad para ver y
valorar la realidad a nivel, fundamentalmente, emotivo. Es decir, la razón
adhiere firmemente a la fe, pero los sentimientos y las emociones insisten en
mostrarnos el absurdo que implica seguir creyendo y viviendo de acuerdo a las
exigencias de esa fe. El ánimo, entonces, suele precipitarse hacia un estado de
aburrimiento o tedio profundo y de atonía o falta de tensión. Y es bruma, porque entre la “realidad real” y
la realidad tal como es percibida y valorada a nivel de las emociones, se
interpone una espesa niebla que no deja ver nada.
Es la misma experiencia del rey Théoden cuando, con sus
tropas, se acercaba a Isengard: “A los lejos y a la derecha, asomaban las Montañas
Nubladas, cada vez más altas y sombrías a medida que avanzaban las huestes.
Ante ellos, el sol se hundía lentamente. Detrás, venía la noche”. Y es la misma
zona crepuscular en la que, por momentos, se adivina que vive el Hombre del
Sillón, en El despertar de la señorita
Prim, para quien la vida de fe es primariamente racional más allá de que
las emociones muchas veces jueguen despiadadamente en contra. Y es el Videmus in aenigmata, de San Pablo, que
nos alienta recordándonos que, a pesar de esa vista brumosa que tenemos hoy, “como
en enigma”, tendremos en el futuro la visión cara a cara.
Es justamente hoy, jueves de la Ascensión del Señor, el día
de nosotros, los viatores que caminamos
en medio de las brumas, o bien, el día de aquellos que “creen sin haber visto”,
o de los que seguimos al Cordero sin haber estado nunca con Él. La Escritura nos
advierte que así será. Se lee hoy en la Epístola: “Y cuando dijo esto, vieron
que fue elevado, y una nube lo ocultó de
sus ojos”. Sí. A los apóstoles testigos de la Ascensión, cuando el Señor se
marchó, una nube, o una bruma, se les
interpuso entre Él, que se elevaba, y sus ojos. Ellos, como nosotros,
comenzaron a vivir y a ver ya a través de la bruma, pero ahora ven cara a cara.
¡Gaudete in Domino!
Off topic, pero muy bueno...
ResponderEliminarhttp://www.eyeofthetiber.com/2014/05/09/screw-it-just-canonize-them-all-the-vatican-says/
Sí, bueno, pero a diferencia de nosotros, después de la ascensión "Ellos lo adoraron y se volvieron a Jerusalén con gran gozo. Y estaban constantemente en el Templo, alabando y bendiciendo a Dios"
ResponderEliminarVladimir.
Wanderer, mas niebla que nos envuelve.
ResponderEliminar¿Cómo entender este tipo de cosas sino en la dirección de lo evidente?.
http://rorate-caeli.blogspot.com/2014/05/the-total-destruction-and.html
El error de estas monjas ha sido no anotarse en Gran Hermano.
Dios nos libre de lo que viene.
Daniel Huntington
El Señor dijo que iba a venir una noche oscura y fría, que casi no iba a quedar fe sobre la tierra y que los que nos dieran muerte lo harían pensando que tributan culto al verdadero Dios.
ResponderEliminar¿Y les da miedo esta nieblita? ¡Ánimo, que todavía falta mucho!
O! Wanderers in the shadowed land
ResponderEliminardespair not! For though dark they stand,
all woods there be must end at last,
and see the open sun go past:
the setting sun, the rising sun,
the day's end, or the day begun.
For east or west all woods must fail...
I feel that as long as the Shire lies behind, safe and comfortable, I shall find wandering more bearable: I shall know that somewhere there is a firm foothold, even if my feet cannot stand there again.