jueves, 11 de agosto de 2022

La Biblia y el Evangelio, de Louis Bouyer

 

La espiritualidad católica, sobre todo a partir de la Contrarreforma, se nutrió fundamentalmente de  grandes maestros como San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús, alejándose poco a poco de la espiritualidad bíblica a la que, en muchos casos, se veía como un modo protestante de vivir la fe. Sin embargo, la Sagrada Escritura es la fuente primaria de la espiritualidad cristiana, pues ella contiene la Palabra siempre viva de un Dios amoroso que se revela a su pueblo.

En este libro, que es el resultado de una serie de conferencias sobre teología espiritual que Louis Bouyer dictara en el Instituto Católico de París durante la década de 1940, se expone para un público de cultura media, la fuente y el sentido de la espiritualidad bíblica. No se trata de un texto con la historia del pueblo de Israel ni tampoco es un tratado de exégesis o de crítica bíblica. Es, fundamentalmente, un libro de espiritualidad que, teniendo en cuenta los avances de la ciencia en el estudio de la Escritura, y sin por eso renegar de la fe como muchas veces sucede, nos expone las maravillas y el gozo enorme y profundo que para todo cristiano implica el saber que tenemos un Padre amantísimo que se nos dio a conocer a través de su Hijo, el Verbo, que es Palabra viva y que actúa en nosotros a través del Espíritu que nos explica la Revelación en el texto de las Escrituras.

Un gran libro, en definitiva, que, en mi caso particular fue fundamental para alcanzar una mayor compresión de la fe y profundizar en el conocimiento espiritual de Dios.

El libro puede comprarse en Amazon en soporte papel y en Kindle.

3 comentarios:

  1. Me parece que muchos de los lectores de este sitio necesitan que se les enseñe cuántos pares son tres botas. Critican el caos eclesial pero viven en una marasmo de subjetividades. Un poco de recogimiento y estudio y otro poco de oración hace falta para que la luz aclare el escenario y ordene las ideas y los afectos.

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  2. Estimado Gibelino: su blog se ocupa mucho de la cuestión litúrgica, pero poco o nada de la cuestión exegética, concretamente del largo proceso que, desde e s.XVIII ha decantado en lo que hoy se llama "exégesis histórico-critica", en particular la cuestión del Jesús de la historia y el Cristo de la fe.... algo que, me parece, Ud juzgará como desviación del verdadero espíritu católico, pero que yo juzgo como problema insoslayable, ineludible, si se quiere conocer qué está pasando en la teología actual. No querer ver el problema, no querer abordarlo, no hace más que agravar la situación. El mismo Benedicto XVI en su obra Jesus de Nazaret trata sobre la exégesis moderna de la manera más ortodoxa posible. Para hablar de ello hay que conocer a Reimarus, a Wellhausen, a Renan, a Loisy, a Bultmann y a muchos otros que plantearon hipótesis asombrosas a la luz de análisis históricos, arqueológicos y lingüísticos. Hoy casi se sostiene unánimemente que Moisés no existió, pues muchas localidades mencionadas en el Exodo recién surgieron varios siglos después de la esclavitud en Egipto. Y lo mismo con relación a muchas "profecías" que anunciaban como futuros algunos hechos ya pasados. Lo cual hecha por tierra la doctrina de la inerrancia bíblica, algo que ya no se sostiene en los seminarios. Hay mucho para decir con argumentos contundentes, pero parece que abordar estas cuestiones es cosa de herejes, y no debería ser así si nos interesa LA VERDAD y no queremos encerrarnos en liturgismos anacrónicos y en las puntillas de Francisco. No dudo que leer la Biblia al modo de los Santos Padres sea de algun provecho espiritual, pero en hermenéuticas espiritualistas y en alegorías no se acaba la cosa, habiendo tanto para analizar en el texto "sagrado".

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    1. Su comentario está muy lejos de la fe católica (¿lo sabe usted?): que Moisés no existió es una afirmación gratuita; el mismo Jesucristo lo menciona varias veces (por ejemplo Mc. 12, 16 y Lc. 16, 31).

      Benedicto XVI en su obra Jesús de Nazaret dice que San Juan evangelista no es el autor del Evangelio que lleva su nombre, contradiciendo la Tradición (San Ireneo había oído decir a San Policarpo, discípulo de San Juan, que éste había escrito el Evangelio que lleva su nombre ) y a los Santos Padres. En otras partes dice que Mateo no es el autor del Evangelio que lleva su nombre. Son posiciones heréticas, guste lo que se quiera su persona.

      La inerrancia bíblica no está echada por tierra por nadie (los que cita usted son herejes y ateos, qué espera), simplemente porque es doctrina de fe revelada definida dogmáticamente. La Sagrada Escritura está inspirada por Dios, su autor principal, por tanto no puede contener error, es así de fácil (San Pío X dice que el propio Jesucristo zanja esta cuestión en Jn. 10, 35). Esta verdad de fe ha sido definida en Trento y en el Vaticano I.

      Por último, como usted bien dice, hay mucho que decir sobre esta cuestión, pero esto es un mero comentario. Añadiré sin embargo, que las hermenéuticas espiritualistas y alegorías que menciona al final es precisamente lo que hacen los autores que usted menciona. En la Biblia sólo hay dos sentidos, el literal y el espiritual. El espiritual descansa en el literal, siendo ambos únicamente interpretados válidamente por la Iglesia católica, lo que constituye otra verdad de fe definida dogmáticamente.

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