miércoles, 28 de septiembre de 2022

Por qué la liturgia

 


Con cierta frecuencia, aparecen comentarios en este blog aconsejando, de modo a veces un tanto destemplando, que nos dejemos de hurgar en las cuestiones litúrgicas —que si novus ordo no, que si misa tradicional sí— en momentos en que estamos asistiendo al derrumbe de buena parte de la Iglesia. El detalle de la liturgia no puede llevarse la atención y las energías que deberían estar orientadas en defender la fe contra los herejes alemanes o belgas. 

En mi opinión, sin embargo, la batalla por la liturgia es la batalla prioritaria. La Iglesia no es un club al que, para ingresar, es necesario adherir a un ideario que se encuentra contenido en el Denzinger. Nuestra fe cristiana y nuestra pertenencia a la Iglesia consiste, sobre todo, en la vida de Cristo que, en nosotros, anima el Espíritu Santo a través de los medios con los que la gracia llega a nuestros corazones. Y en esta economía, la liturgia no es uno más de los diversos temas espirituales. Es el hecho central de la vida cristiana , la expresión suprema de la vida en Dios. El propósito de la Revelación salvadora de Dios es hacer al hombre capaz de la vida de Dios, y la liturgia es el campo privilegiado de este encuentro. Es el lugar de la teofanía donde el hombre es introducido en la vida divina al participar en el misterio de la Redención. Este elemento patrístico de la vida cristiana como primariamente sacramental, como un encuentro salvador con Cristo glorificado, por la participación en el misterio de Cristo que es la liturgia, es algo propio de nuestra religión. 

Con el paso de los siglos, la liturgia latina comenzó a acentuar el aspecto expiratorio de la Santa Misa. Y estamos habituados a escuchar que ella es la renovación incruenta del sacrificio redentor de la Cruz y a centrar en el aspecto sacrificial su elemento esencial. Una visión jurídica, y tan romana, del misterio: Cristo que paga por nosotros, al precio de su sangre, la deuda contraída por nuestros primeros padres. Está fuera de discusión, por cierto, la verdad de este hecho y que se trata es uno de los principios fundamentales de la Santa Misa; sin embargo, no es el único. Y el peligro es que por centrarnos tantos en él, terminemos descuidando al resto. 

San Germán de Constantinopla escribía que aún la misa celebrada “en un humilde templo parroquial es el cielo en la tierra, el lugar donde el Dios de los cielos habita y se mueve”; donde el hombre puede “estar apartado de toda preocupación terrena”, a fin de “dar la bienvenida al Rey del universo”. Es el santuario celeste “donde hombres y mujeres, según su capacidad y deseo, son adentrados en el acto cultual del cosmos redimido; donde los dogmas no son abstracciones infecundas, sino himnos de oración exultante”. 

La liturgia no es solamente la compasión amorosa por el Mediador que sufre y expía nuestros pecados en la cruz, sino también la adoración que glorifica al Dominador celeste de todas las cosas en la renovación de su triunfo sobre la muerte. La liturgia eucarística es sin duda la renovación dolorosa aunque incruenta de un acontecimiento histórico, pero no sólo debemos considerar esa perspectiva, sino en la renovación triunfante y gloriosa de los que sucede hic et nunc, aquí y ahora. No es sólo la inmolación en la Cruz y una comunión sacramental con la víctima inmolada , sino también un homenaje al Cordero victorioso y una recepción de sus “sagrados y celestiales dones”.

En el himno de los querubines de la liturgia bizantina propio del ingreso de los dones que serán convertidos en el Cuerpo y Sangre del Señor, los fieles cantan: “Permítenos a nosotros que representamos a los querubines y cantamos el himno tres veces santo a la Trinidad que da la vida, aparta de nosotros ahora todo preocupación terrenal, de tal manera que podamos dar la bienvenida al Rey de todas las cosas que viene escoltado por ejércitos invisibles de ángeles. ¡Alleluia, alleluia, alleluia!

Este aspecto en la participación de la liturgia celestial no es una evasión sentimental hacia lo irreal, sino una confesión de fe en lo que es lo más real, nuestra vida en Cristo. Y el acento en la consumación de nuestra transfiguración después de la muerte confiere un sentido de triunfo a nuestra fe, que comienza este proceso durante la vida.

La liturgia, además, con sus permanente juegos sensoriales —luces, cantos, inciensos [cf. el excelente libro de Eric Palazzo, Les cinq sens au Moyen Âge, Cerf: París, 2016]— nos permite recordar de un modo más fácil, más humano y más tangible, que la vida del espíritu es una iluminación proveniente de la luz divina; ver a Dios por medio de esta luz es vivir en Él. El simbolismo de la luz que, en la liturgia latina aparece con mayor claridad en los oficios de Semana Santa, y en la liturgia bizantina en los oficios cotidianos, evoca en los fieles una nostalgia por la visión divina que les es permitido vislumbrar simbólicamente aquí en la tierra. Como canta la liturgia de San Juan Crisóstomo luego de la comunión: “Hemos visto la luz verdadera, hemos recibido el espíritu del cielo, hemos encontrado la verdadera fe, al venerad a la indivisa Trinidad que nos ha salvado”. 

Todos los grupos humanos, aún los más elementales, necesitan rituales. Cualquier club de fútbol de provincia tiene sus cánticos, sus colores, sus cábalas, etc.; los jueces tienen, en muchos países, sus atavíos especiales cuando imparten justicia y también los tienen las fuerzas armadas, además de un complejo ceremonial. Los católicos, como grupo social, también tenemos una liturgia que ¿nos une?, pero la diferencia esencial con los otros casos es, como diría Tolkien, que lo que la nuestra simboliza y hace presente, es verdadero. 


19 comentarios:

  1. Hoy la lectura de la columna es un remanso de paz para el alma.
    Agradecido!

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  2. Cada tanto es necesario repetir estas cosas, Wanderer, porque hemos sido mal enseñados.

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  3. Disociar el dogma y la moral de la Liturgia es simplemente imposible. Las definiciones dogmáticas -al menos las del primer milenio- tuvieron por fin precisar de que modo Dios podía ser alabado correctamente en el culto público de la Iglesia. Por ejemplo, la teología trinitaria de San Basilio Magno parte en la polémica sobre el texto de la doxología a las Hipostasis Divinas.

    Por otro lado, la moral nos indica de que modo podemos acercarnos al Santuario. Chesterton nos dice que el Decálogo no era más que unos mandatos militares para defender el Tabernáculo. Y la liturgia bizantina insiste en la preparación de los fieles para participar dignamente del Misterio: “los Santos Dones a los Santos”. No olvidemos el Sermón del Monte: estar en paz por los hermanos antes de presentar la ofrenda.

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  4. Y el Oficio Divino también tiene interpretaciones legalistas; con lenguaje de "deber", "obligación" y "servitus", etc. Pero ¡qué poder tienen los salmos y los himnos cada día, a cada hora, en comunión con toda la Iglesia!

    Qué necedad amputar tantos dones de la vida de la Iglesia...

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  5. De acuerdo... Pero sin la fe íntegra, y sin la adhesión a un clero que viva esta de y de la cual vive la liturgia, en vano vamos a luchar. Primero la fe y nuestra adhesión a un cuerpo social, a una jerarquía sacerdotal fiel, y, en efecto, así vamos a luchar por la liturgia y la vida espiritual católica. Contra el modernismo, esa batalla tan difícil... Y con los sacramentos de la vida de la Iglesia fiel.

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  6. Aprovechando el post del amigo Wanderer, me permito recomendar Mass of the Ages (tiene subtítulos en castellano y se puede ver tanto en Youtube como en su propia web). Allí se plantea lo mismo que acá. La realización del documental es técnicamente muy profesional y el contenido está muy bien.

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  7. Recordemos que el termino "liturgia" (leitourgia) en la civilizacion grecorromana significaba "trabajo en favor del pueblo". Ese trabajo podia ser la construccion o reparacion de un edificio publico, puente o camino, la distribucion gratuita de alimentos, la ejecucion de una obra de teatro, etc., y su costo era pagado por un individuo rico de esa comunidad. De acuerdo a ese sentido, Jesus fue el maximo leitourgo, porque al costo del sacrificio de su vida nos obtuvo la participacion en la vida divina, y la renovacion del sacrificio de Jesus, en la cual El sigue construyendo, instruyendo y alimentando al pueblo, es la unica Divina Liturgia en sentido propio.

    De paso, es lamentable que en Occidente la Divina Liturgia haya venido a ser llamada por la palabra de despedida.

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    1. Sí, y muchas veces (creo) se explica mal... Cuando el sacerdote dice "Ite, Missa est"... puede ser que quiera decir que la Victima a sido ofrecida? Porque muchas veces los sacerdotes lo dicen en el sentido de Mision (de propaganda fide)

      Pregunto a los mas entendidos...

      Juancho.

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    2. El término liturgia proviene del latín liturgīa (liturguía), que a su vez proviene del griego λειτουργία (leitourguía), con el significado general de «servicio público», y literal de «obra del pueblo». Incluye a su vez los términos λάος (láos), pueblo, y έργον (érgon), trabajo, obra. En el mundo helénico, este término no tenía las connotaciones religiosas actuales, sino que hacía referencia a las obras que algún ciudadano llevaba a cabo en favor del pueblo o a las funciones militares y políticas, etcétera. A la exención de esas funciones se le llamaba αλειτουργεσία (aleitourguesía).

      En el Nuevo Testamento, escrito en el dialecto griego llamado κοινέ (koiné), esta palabra se utiliza con cuatro significados fundamentales:

      obra civil (7 veces): cuidar a los pobres, colectas y otras actividades;
      culto del templo (5 veces): con un sentido ritual, similar al culto del templo de Jerusalén;
      ejercicio público de la religión (1 vez): por ejemplo, la predicación que se hacía en las sinagogas o en las plazas;
      culto espiritual comunitario (2 veces): por ejemplo, la asamblea litúrgica que se reúne para celebrar la fe en comunidad. (wikipedia)

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  8. Gracias estimado Wanderer por tan clara exposición. No debemos bajar los brazos en este tema.
    El documental que menciona el sr. Kurtz en el posteo anterior lo he visto, coincido con su opinión sobre el mismo.

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  9. Me gusta mucho lo que escribe. Este texto en especial. Saludos desde Chile.

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  10. Me pregunto si el "ite missa est" podría significar "id, la misión está cumplida" (en una acepción missa derivaría o podría derivar de missio) haciendo alusión al mandato, misión o encomienda hecha por NSJC en la última cena, de perpetuar su sacrificio. ¿Algún entendido podría aclarar el punto? No me gusta el tono del comentario que considera lamentable el uso occidental de llamar "misa" a la divina liturgia, no me parece una sana costumbre criticar (con tan poco fundamento, por otro lado) lo que la Iglesia hizo en el pasado, sobre todo si lo criticado es una inveterada costumbre adoptada por una pléyade de santos, teólogos, concilios, etc.
    Hilbert

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    1. "Después de la bendición, el diácono o el sacerdote despide al pueblo con las palabras: Ite, missa est. En este saludo podemos apreciar la relación entre la Misa celebrada y la misión cristiana en el mundo. En la antigüedad, « missa » significaba simplemente « terminada ». Sin embargo, en el uso cristiano ha adquirido un sentido cada vez más profundo. La expresión « missa » se transforma, en realidad, en « misión ». Este saludo expresa sintéticamente la naturaleza misionera de la Iglesia. Por tanto, conviene ayudar al Pueblo de Dios a que, apoyándose en la liturgia, profundice en esta dimensión constitutiva de la vida eclesial" (Benedicto XVI, Exh. Ap. "Sacramentum Caritatis", 51)

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    2. 《Los comentaristas medievales se preocuparon mucho por explicar el significado de la extraña expresión. Durando sugiere varias interpretaciones. Se ha pensado que se omite una palabra: Ite, missa est finita; o est se toma absolutamente con el significado de “existe”, “es ahora un hecho consumado”. La verdadera explicación parece estar más bien en la interpretación correcta de la palabra missa. Antes de convertirse en el nombre técnico de la Santa Liturgia en el rito romano, significaba simplemente "despido". La forma missa para missio es parecida a la de collecta (para collectio), ascensa (ascensio), etc. Así Ite missa est debe traducirse como “Váyanse, es la despedida”. (Vea Floro el Diácono, “De expositione Missæ", P.L., CIX, 72.)》

      Fuente: Enciclopedia Católica, 1910
      https://ec.aciprensa.com/wiki/Ite_Missa_Est

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  11. GASTON: Excelente artículo

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  12. Don Wander:
    “La liturgia no es solamente la compasión amorosa por el Mediador que sufre y expía nuestros pecados en la Cruz, sino también la adoración que glorifica al Dominador celeste de todas las cosas en la renovación de su triunfo sobre la muerte”
    Hoy, con alguna frecuencia, escucho decir, sentencias del tipo: “Más que rezos y Misas, lo que importa es el servicio que podemos prestar a los hombres”. Como si lo que importara no fuera el mismo Dios, Nuestro Señor, que lo dio todo por nosotros, sino, sobre todo, aquel hombre que, en materia de opiniones, sabemos que “está en la “vereda de enfrente”, aquél, que, precisamente, no piensa como nosotros. Y, claro, en este discutible marco conceptual, ¿qué valor se podría adjudicar a algún acto de adoración al Señor? Como diría el señor Carlos Marx, al que, según parece, todavía muchos parecen seguir escuchando, para “corregir” lo que bajo esta horizontal perspectiva se consideran como errores de la fe cristiana: “La religión es el opio de los pueblos”.
    Y me da una gran pena el que, a la luz de semejante modo de pensar, termina por despreciar el precioso tesoro de la fe cristiana. Porque, de hecho, la subordinación del orden sobrenatural, al natural, impide comprender, que, en rigor, el valor de la caridad hacia los demás, se nutre y cobra sentido, en el el valor del amor que el hombre de fe, tiene primero hacia Dios.
    No por casualidad, los tres primeros mandamientos, se ordenan prioritariamente hacia la adoración a Dios. Lo mismo pasa con la primera parte del “Padre Nuestro”. Donde la expresión “Hágase tu voluntad”, ocupa un lugar central. Pues, como lo hemos aprendido en el Catecismo de nuestros años de la infancia, a la pregunta ¿para qué hemos sido creados? Se respondía: “Hemos sido creados para conocer, amar y servir a Dios”. Y luego venía lo demás. Y eso es lo que parece indicar el mismo Jesús cuando resume los Mandamientos en dos: “‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente’. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es como éste: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. De estos dos mandamientos, dependen toda la Ley y los Profetas”.
    Luego, dar prioridad al amor a los hombres, relegando hasta el olvido, el amor a Dios, no tiene otra consecuencia que desvirtuar el sentido mismo del amor que se debe brindar a los hombres. Porque un amor que, a fuerza de omitir el levantar la mirada hacia lo alto, se reduce sólo a un amor a los demás hombres, en el mejor de los casos, no pasa de ser un amor meramente humano. Pero un amor a los hombres, que se funda en el amor de Dios, aunque sea brindado por ese pobre hombre que, aunque se sabe pecador, no deja de insistir en abrir su corazón a Dios, ya no se limita a amar a los demás con un amor puramente humano, sino que, a fuerza de ser asistido por la sobrenatural presencia de la Santísima Trinidad en su corazón, está amando con un amor que es mucho más que humano. Y de esto último se trata cuando se habla del valor de todo acto litúrgico.
    ¡Dios protege a tu Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!

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  13. Es el santuario "donde hombres y mujeres, según su capacidad y deseo, son adentrados en el acto cultual del cosmos redimido; donde los dogmas no son abstracciones infecundas, sino himnos de oración exultante”. Esta cita, ¿de quién es? Porque antes se cita a San Germán de Constantinopla, pero acá no se aclara el autor, y ciertamente, parece mucho más reciente, de algún autor del siglo XX. Desde ya muchas gracias. Mary Poppins.

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