lunes, 14 de octubre de 2024

El irresuelto y urgente problema de los seminarios

 


Se publicó la semana pasada en Infobae, el medio de prensa digital más leído de Argentina, un largo artículo en el que Hernando García, que fuera sacerdote de la diócesis de San Rafael, relata con una incomprensible impudicia lo ocurrido en su vida que lo llevó a dejar el ministerio pocos años después de su ordenación y casarse con una jovencita.

No se trata de juzgar el interior de nadie; simplemente de opinar a partir de lo que el mismo protagonista relata. Y lo que salta a la vista de cualquiera lector es que este joven de 24 años que se encontró siendo sacerdote cargaba consigo una enorme inmadurez afectiva, propia de un adolescente, y que su etapa de seminario fue incapaz de educar. Y las trazas de este problema aparecen a lo largo de todo el reportaje. Pongo como ejemplo el siguiente párrafo: “A los cinco años de estar en la parroquia, la relación [con la adolescente] crecía. Pero alguien metió la cola y a Hernando lo enviaron a estudiar a Roma la licenciatura en Teología. ‘La empecé a extrañar horrores, me di cuenta de que me moría sin ella. Me enamoré profundamente. Y dije: listo, ¿por qué sostener algo que no iba más?’”. Cualquiera que haya vivido fuera de su país y de su familia y amigos sabe que pasará momentos difíciles porque las emociones no perdonan: extrañará y el afecto enardecido, y dolido, se aferrará a cualquier recuerdo. Es natural que así sea, como también es natural que un hombre se enamore de una mujer. Pero justamente aquí entra la educación en los afectos y emociones: el hombre, si adquiere virtudes, es capaz de controlar esa emoción exacerbada; es difícil, muy difícil quizás, pero lo puede hacer. Lo hizo Eneas cuando se separó de Dido, y lo hace cualquier hombre casado cuando le es fiel a su mujer y no la abandona a pesar de las enormes tentaciones y enamoramientos que puede sufrir en el camino. 

Pero aquí el problema no es Hernando García. Aquí el problema es el seminario que lo formó, en el que pasó ocho largos años educación… ¿en qué? Y no me estoy refiriendo solo al extinto seminario de San Rafael que seguramente era de lo mejorcito que había en Argentina; me refiero al seminario como institución. Sobre este tema hablamos mucho en este blog hace algunos años, y no es cuestión de ser repetitivos. Pero estoy convencido de que una de las causas de los graves problema que tiene la Iglesia con el clero, es el sistema de seminarios que se implementó luego del Concilio de Trento, y que puede haber sido útil en algún momento pero, en mi opinión, ya no lo es. Y esto vale para todos los pelajes de seminarios: desde los más progresistas hasta los más tradicionalistas. Hay algo allí que no funciona. Ciertamente, habrá seminarios en los que estos problemas son leves, y habrán otros en los que son mucho más graves, pero afecta a todos. 

Suspendamos por un momento nuestras simpatías clericales y hagámonos la siguiente pregunta: ¿Para qué sirven los seminarios?    Por cierto, no sirven para formarse en ciencias religiosas. Se trata de instituciones no especialmente selectivas y siempre mediocres en lo intelectual; la teología también podría aprenderse muy bien llevando una vida normal y viviendo en casa. Los seminarios sirven para adquirir virtudes. Y son la castidad y la obediencia las que requieren un régimen de formación especial. Es en el seminario donde se da el aprendizaje o la incorporación de la castidad y del desapego del deseo y de la voluptuosidad amorosa humana, para direccionar estas energías al amor a Dios y el prójimo.

Para realizar sus fines, los seminarios tienden a adoptar todas las características de las instituciones totales, utilizando un concepto de Goffman (ver al final). Los jóvenes seminaristas viven segregados en lugares cerrados, separados del resto del mundo y poblados únicamente por varones célibes. Las actividades comunitarias tienen mucho más peso que las individuales y la organización planifica cada momento de la vida de los jóvenes internos hasta el último detalle. “En el entorno del seminario”, escribe Marie Keenan, “las lecciones de conformidad y deferencia van acompañadas de las de ‘silencio y secreto’ [...] Lo que surge es una lealtad absoluta a la Iglesia institucional. Se evitan los conflictos y siempre prevalece el miedo a las consecuencias de hablar claro. Y cuando los individuos hacen una demostración de rebeldía, reciben inmediatamente un castigo público”. Sobre las cabezas de todos los seminaristas "pende un estricto sistema de vigilancia, un «gran hermano» que está muy atento a la forma en que los seminaristas visten, hablan, caminan y participan en las actividades religiosas y educativas comunes”.

Marco Marzano aporta en su libro La casta dei casti el siguiente testimonio de un sacerdote formador en un seminario de Italia: “Toda la estructura de la formación es ‘de relleno’ puesto que los seminaristas son sujetos a los que hay que ‘resetear’ y ‘reprogramar’, para utilizar las palabras exactas que oí decir a un obispo. De ahí la multiplicación de palabras, homilías diarias, conferencias, iniciativas dispares de todo tipo. Todo ello sirve a la institución para ‘echar cosas’ en las cabezas de los sujetos a educar. Por supuesto, nunca se tiene en cuenta el impacto real de este bombardeo sobre las personas: lo importante para la organización es ‘haber hecho’”.

Y continúa: “Siempre se aspira al mínimo. Se propone a todos una norma calibrada no sobre lo que es correcto, sino sobre lo que es bueno para todos. La formación es muy deficiente en este sentido. En la mayoría de los casos, una persona sale del seminario con las mismas características negativas que tenía al principio, y si acaso con algunas más. Porque en el seminario siempre se tiende a dejar en segundo plano a la persona individual en favor de una comunidad genérica. De hecho, aparte de la dirección espiritual y la confesión, el resto del trabajo educativo se centra en el grupo y nunca en el individuo”. El seminario, entonces, es un lugar que anestesia, que adormece y paraliza el proceso natural de maduración de la persona. 

La hiper vigilancia que se ejerce hasta en los más mínimos detalles se justifica con las palabras evangélicas: “El que es fiel en lo poco, lo es en lo mucho”, es decir, "Si eres fiel y tiendes bien tu cama o participas de buen humor en las actividades comunes, serás fiel en el sacerdocio". Y esta premisa se convierte en una pantalla conveniente para enmascarar una realidad totalitaria. Es la realidad de un sistema que aprovecha cualquier oportunidad para castigar a los que razonan, para golpear a los que disienten y mantenerlos en el fondo de las tabla clasificadora del grupo. En este contexto, los más valorados son obviamente los conformistas, los chupamedias, los que callan y nunca critican a sus superiores, los que se hacen los distraídos; en definitiva, los que respetan la omertá del grupo. Ni que decir tiene que también son los más falsos y a menudo los más taimados, los que participan más activamente en una actividad muy común en todos los seminarios: el espionaje. Y para evitar meterse en problemas y terminar expulsado, hay que simular, simular siempre. El sistema invita a convertirse en un simulador colosal y sistemático, en un mentiroso profesional. Y a ceder, a ceder siempre. A someterse, a agachar la cabeza. 

Contaba un sacerdote: “Por las mañanas teníamos clases y por las tardes nos ponían todo tipo de actividades en la agenda para que no estudiáramos: limpiar los baños, cortar el pasto o barrer las galerías; ensayos de coro, el viaje en minibús a alguna fiesta patronal. Todo. Para poder estudiar, tenía que esconderme. Y si me pillaban, me pedían inmediatamente que fuera a ayudar a la cocina o que hiciera alguna otra actividad práctica. A veces nos decían explícitamente que ‘estudiar demasiado arruina la fe’”. Curiosamente, esta paradojal aversión al estudio suele darse con mucha frecuencia en las casas de formación de corte más tradicionalista. 

Evidentemente, cuando llega el contacto con la realidad de ‘ahí fuera’ es para los jóvenes sacerdotes terrible y chocante: los hay que abandonan, los que entran en crisis total, los que se vuelven manipuladores o cosas peores. Por supuesto, también están los que se salvan, los que descubren la importancia de su vocación y responden alegremente a ella, y yo creo que son la mayoría. En Italia llaman a la misa de ordenación, “misa de Santa Liberata”, porque a partir de ese momento el seminarista es libre. Y eso es exactamente lo que ocurre. El joven pasa del control total a la indiferencia total. El sacerdote se da cuenta, después de la ordenación, de que nadie lo quería en las altas esferas del seminario, de que no había un verdadero afecto hacia él por parte de los superiores, de que no era cierto que el control sirviera para evitar que se perdiera. Se queda solo; sólo con sus conciencia, con sus virtudes y con sus defectos. Ni siquiera suele ser acompañado por sus "hermanos en el sacerdocio", grupo cuyo defecto principal es la envidia. La percepción de ser abandonado que sufren los jóvenes sacerdotes es muy común, y es en ese momento en el que, si se le cruza la mujer, o el jovenzuelo, adecuada puede echar todo por la borda. El joven presbítero cae en la cuenta de la realidad: la formación que recibió en el seminario fue pura cháchara. O, como dice un ácido cura amigo, un dispositivo destinado a formar eunucos para el Papa de Roma.

Esta es la realidad que, insisto, atraviesa a todo el sistema sin importar posicionamientos. Y es una realidad muy problemática. ¿Quién podrá encontrar una solución? 


El sociólogo Erving Goffman introduce el concepto de instituciones totales en su obra Asylums (1961). Según Goffman, una institución total es un lugar donde un gran número de personas viven y trabajan juntas, bajo un régimen administrativo y en condiciones de aislamiento del resto de la sociedad. Estas instituciones ejercen un control total sobre todos los aspectos de la vida de los individuos dentro de ellas.

Las características clave de las instituciones totales son:

1. Separación física y social: Los residentes o internos están físicamente separados del mundo exterior y, en muchos casos, se les restringe el contacto con familiares y amigos.

2. Control burocrático: Las actividades cotidianas de los residentes están estrictamente reguladas por normas y por el personal encargado de la administración.

3. Régimen de rutina: Los internos siguen un horario rígido impuesto por la institución, lo que reduce la capacidad de los individuos para tomar decisiones personales.

4. Despersonalización: Los internos suelen perder parte de su identidad individual, ya que son tratados como un grupo homogéneo más que como personas con diferencias individuales.

En estas instituciones, los residentes experimentan un proceso de desindividualización y adaptación a las reglas de la institución, lo que Goffman denomina mortificación del yo.

El análisis de Goffman subraya cómo el poder de estas instituciones puede reconfigurar la identidad de los individuos y su relación con la sociedad.

30 comentarios:

  1. Paseador de perros14 de octubre de 2024, 7:56

    Reafirmando lo que dice el post, en su libro Discurso de las cosas de la Compañía, Juan de Mariana (1536-1624) critica el uso de un sistema de delaciones, llamado sindicaciones.
    Explica el P. Mariana que las sindicaciones son "informaciones secretas de faltas ó defectos ajenos, hechas al superior en secreto y sin probanza y sin oir las partes [...] Mas la experiencia muestra que, no solo el superior, especialmente ausente y que no conoce de vista y trato los sugetos, no alcanza esta noticia, sino que antes se confunde y todo se escurece. Las informaciones, como son de muchos, las mas veces van encontradas; uno dice blanco, otro negro; en las mas hay encarecimiento, imaginaciones y engaños, por no decir que a veces hay embustes y mentiras. Por lo menos, faltar una circunstancia en el hecho le hace de malo bueno, como se experimenta cada dia. Es un veneno de la union y caridad fraterna que no fien unos de otros, antes bien teman que los venderá quien pudiere por ganar gracias. ¡Daño gravísimo!". (Ed. Rivadaneyra pág. 608).
    Este libro fue puesto en el Index el 11 de abril de 1628.
    Demás está decir que este libro no contiene ninguna herejía.

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  2. Hay obispos que quieren remediar estos problemas creando un post-seminario. Quieren que los sacerdotes recién ordenados estén junto a ellos el primer año de ministerio.
    La idea no es mala, pero sigue siendo más de lo mismo. Al joven sacerdote le basta simular un poco delante del obispo y aplaudir cual foca cualquier estupidez que al prelado se le ocurra para tener éxito.
    Otros quieren poner más años en el seminario.
    Si me permite, Wanderer, le voy a dar una opinión basada en una experiencia personal.
    Siendo, como Ud. explica, el seminario un habitat peligroso, cuanto más se alargue peor será para el sacerdote. Lo mismo si el sacerdote prolonga "su seminario" junto al obispo.
    Lo más probable es que adquiera mayores vicios que le permitan subsistir, descuidando las virtudes que debería cultivar.
    Por más que han probado muchos métodos, hasta ahora no han encontrado el remedio a las defecciones sacerdotales.
    Lo que hasta ahora no han probado es tener una normal relación con los candidatos y no ordenar a los que no son aptos.
    De más está decir que en muchas ocasiones se ve que defecciona el que era propuesto por el obispo y por los superiores del seminario como el seminarista o joven sacerdote modelo.

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    1. Mons. Aguirre, primer Obispo de San Isidro, había dicho que quería ser asistido en el lecho de muerte por un sacerdote ordenado en 1977, a quien consideraba como el modelo sacerdotal del post-concilio.
      Mons. Aguirre murió en 1987, el problema es que ese sacerdote a principios de los '80 ya había dejado el ministerio.
      Luego Mons. Alcides Jorge Casaretto propuso como modelo al P. Caña, quien para poder dejar el ministerio tuvo que dejar embarazada a una chica. Igualmente Mons. Casaretto pedía oraciones para que la chica perdiera el embarazo.
      También Mons. Casaretto había señalado al P. Tito como el Santo Tomás del siglo XX. Escribió algún artículo en la Revista Pastores, por ejemplo sobre Afectividad y disciplina humana. Terminó dejando el ministerio. Durante una semana puso una mesita en la Catedral de San Isidro para explicarle a los fieles los motivos de su decisión.
      El mismo Mons. Casaretto se cansó de promocionar al P. Marcelo para toda actividad académica. La Santa Sede no aceptaba su nombramiento en la facultad de teología de Villa Devoto. Terminó dejando el ministerio y en una carta a sus compañeros de ordenación les dijo que no creía pertenecer a la estructura Iglesia católica.
      También hubo un grupo de creo que 6 sacerdotes seleccionados por Mons. Laguna para que lo acompañen cuando fue promocionado como Obispo de Morón para fundar el seminario y afirmarse en la Diócesis. 3 dejaron el ministerio.
      Para salir del ambiente San Isidro recordemos al P. Pajarito. Los Obispos decían que él iba a salvar al los roqueros del mundo de la droga. Se le atribuye haber compuesto la canción Dulce Doncella. No sé si llegó a los 5 años de ministerio. Conoció una chica y se fue.
      Sin embargo, debe reconocer que en estos casos los sacerdotes fueron sinceros y dejaron el ministerio. No llevaron una doble vida. Fueron exaltados por sus pastores y sin embargo se fueron.
      En todos los casos, los Obispos denostaban a los demás sacerdotes por no ser como estos paradigmas sacerdotales.
      Los Obispos fallaron en el diagnóstico y en los remedios.
      La frase célebre de Mons. Casaretto es qué son 80 años contra una eternidad.
      Creo que eso lo explica todo.

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    2. eL PAJARITO, tenias buenas intenciones.
      Fue usado por Alcides, agido destructor de vocaciones, queria ver reflejado en los demas algo que el no podia ser por sus limitaciones afectivas e intelectuales.
      El problema fue alcides y sus complejos no resueltos.
      El problema son los Obispos.
      La mayoria de estos curas, tenian el don de Gente y gran corazon con grandes problemas afectivos.
      Una lastima que estas vocaciones se pierden por la formación y por el uso de Libertad.

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    3. La conclusión más evidente de lo que Ud, relata, Sanisidrensis, es que lo que está equivocado son los obispos. O sea, están mal elegidos para ese ministerio. ¡Ah, fantasma de Castellani...!

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  3. Una pregunta, Wanderer, lo que dice Goffman sobre las instituciones totales podría aplicar a un monasterio y la vida monástica, por qué en ese caso no le parece reprochable? O sí le parece?
    Muchas gracias.
    Atte.,
    Costia

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    1. Estimado Costia, creo que hay que hacer una distinción muy fina que ciertamente Goffman, como sociólogo, no hace. Y es que la metánoia propia del cristianismo, o el "dejar el hombre viejo y revestirse del hombre nuevo" que habla San Pablo, puede ser entendido como un reformateo. De hecho, si se leen los Apotegmas de los Padres del Desierto, se verá que tienden justamente a una "deconstrucción" del "hombre viejo" para que aparezca el hombre renovado en Cristo.
      Este proceso es propio de todo cristiano que se toma en serio la vida espiritual y es propio también de la vid monástica. Y no me parece que sea algo negativo; es lo previsible.
      Pero creo que hay que hacer distinciones. La primera es que el monje pasará toda su vida en el monasterio donde profesa; ese no es el caso del sacerdote del clero secular que debe salir al mundo y a sus peligros. En otras palabras, los monjes no tienen "misa de Santa Liberata".
      Y una segunda cuestión mucho más importante: una cosa es que el proceso de deconstrucción o de matánoia sea acompañado por San Antonio o por San Macario, y otra que lo sea por Tucho o por cualquier formado de un seminario estandar, que suelen ser personajes tétricos por decir lo menos. En estos caso, ese proceso puede terminar en una desastre, como hemos visto tantos casos.

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    2. Entendido, le agradezco mucho su respuesta.

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    3. ¿Y le parece que sí aplica, al menos en parte, a la organización de las Congregaciones de vida mixta, como la Orden de Predicadores? Al menos de hecho, el sistema de los seminarios parece tener parecido con las mismas.

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  4. Estoy bastante de acuerdo, pero toda esta apelación a acompañar el "genio individual" del candidato al sacerdocio es algo muy moderno. La mentalidad tradicional poco tiene que ver en ello.

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  5. Como era el seminario preconciliar? Pregunto sin acritud.

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    1. Básicamente lo mismo solo que con latín y sin guitarra.
      Como dijo Sebastían Randle una vez "El Concilio cambio lo que no había que cambiar y no cambio lo que si había que cambiar".

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    2. Eran iguales, o peores. Es cuestión de leer a Castellani.

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  6. Nótese que serían "instituciones totales" los seminarios, los conventos, los cuarteles y las cárceles, con sus más y sus menos, claro está. Todo está en el fin y los medios proporcionados; cuando los medios se desenganchan del fin y navegan por las suyas, tienden a la mera supervivencia de la institución, pero se alejan de su fin, del motivo que justifica tanta dureza de vida. Y como todo lo que solamente sobrevive, sin otro fin ulterior, tiende a la muerte, acá hay que pensar muy seriamente en comenzar a buscar cementerio....

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  7. "¿Quién podrá encontrar una solución?".

    A mí se me ocurre una, que tal vez no sea perfecta, pero quizá sí mejor que el sistema actual. Que muchas vocaciones al sacerdocio secular surjan de entre varones célibes probados. Esto presupone que haya hombres que vivan de manera célibe sin que este celibato esté necesariamente encaminado a desembocar en el sacerdocio ministerial. Que esos hombres célibes estén en el mundo, en sus trabajos, en su familia, dedicando tiempo a la piedad, al apostolado y a la formación. Con flexibilidad, viviendo en casas comunes o en domicilios particulares, o con familiares, etc. Cada uno según sus situaciones. Ayudándose entre ellos, y con ayuda de sacerdotes, a formarse bien la conciencia y a ejercitar las virtudes: formándose doctrinalmente unos a otros, corrigiéndose, ayudando a mantener ante todo una unidad de vida. De alguna forma (aprovechando el tiempo del verano, o incluso durante el curso), podrían ir cursando materias filosóficas y teológicas. De estos hombres surgirían sin duda vocaciones sacerdotales. El seminario sería entonces una fase final de discernimiento y culminación de estudios: 1, 2, 3 años... también flexibilidad aquí. Como muchas materias estarían superadas, podrían aprovechar este tiempo de seminario para cursar licenciatura o incluso doctorado. ¿Que deciden finalmente no ordenarse? No supondría ningún trauma: podrían volver a sus trabajos y a su vida normal. Su celibato no entraría en crisis, pues no era un celibato condicionado a una eventual ordenación. ¿Que deciden ordenarse? La Iglesia ganaría sacerdotes (quizá no de 25 años, sino de 40 o más) bastante probados, maduros, que conocen bien el mundo al no haber estado aislados de él, con un celibato bien integrado, con mucha experiencia apostólica y que saben bien lo que es un sacerdote y su misión.
    Atte.: Cándido Malo.

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  8. La alternativa de vivir en parroquias experimentando la vida cotidiana y asistiendo a la casa de estudios diariamente no sería viable?

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  9. Y van...


    https://www.lacapitalmdp.com/un-gran-dano-le-han-hecho-a-la-diocesis-de-mar-de-plata/

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  10. Al seminarista, se le debe un acompañamiento individual, considerar y formar a cada uno; observar su grado de madurez y equilibrio para que vaya asimilando, formación en las virtudes cristianas, y por supuesto en las propias del sacerdocio
    Si no hay equilibrio y madurez para asimilar éstas, las perseverancia se hace muy complicada.
    Los conocimientos académicos se pueden adquirir en cualquier Universidad; el cuidado de la madurez, equilibrio y formación de virtudes, en el seminario

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  11. El problema es que los que dicen querer ser sacerdotes, creen que es como servir a la comunidad ayudando materialmente.
    Nunca se les ocurrió que lo más importante es conducir a las almas para que no se extravíen.
    Y con respecto a lo que comentó Sanisidrensis, me ha dejado sin palabras. No porque crea que haya mentido o calumniado, sino por creer que Casareto era una persona diferente.

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    1. Son todos casos comprobables. Puse justamente los sobrenombres para no escrachar a nadie. Pero si le pregunta a cualquier párroco de más de 50 años va a saber reconocer perfectamente a las personas de quien hablé. Hay muchos más casos. Pero realmente muchos. Me referí a los más notorios y especialmente a los que el aparato episcopal exaltaba: los Obispos Aguirre, Laguna y Casaretto. Lo que fue la primera generación del club de San Isidro.
      Por otra parte no relaté nada oculto. Todo eso fue público y notorio en la diócesis.
      No sé qué pensaba Ud. respecto a Mons. Casaretto. Le puedo decir que lo que relaté no es lo más grave.
      Fue un obispo nefasto para la diócesis.

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  12. Que es la castidad para un Seminarista ?
    La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí ( comienza en la casa), que es una pedagogía de la libertad humana (elegir el bien y evitar el mal). La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones ( mundo, la carne y el demonio) y obtiene la paz ( tranquilidad en la vocación ), o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado ( doble vida o doble lenguaje o simplemente conciencia LAXA ).
    Este principio comienza desde niños, el dominio de SI Mismo.
    El cura romanticón de San Rafael en el articulo cuenta que la mayoría de los curas que lo ayudaron se fueron colgando la sotana, me llamo la atención que la inteligencia del cura justificara que hoy vive con su esposa su propia religión, eso si rezando el rosario.
    Que mezcla que conciencia, NO tiene hijos ( mensaje de Dios )
    Me pregunto como ayudarlo a estas personas ?

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    1. ¿No le parece excesivo decir que si no tienen hijos es un mensaje de Dios? Conozco muchos casos similares en los que sí tuvieron hijos que, además, son excelentes. No me parece que haya que adjudicar tan fácilmente a Dios cualquier situación.

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  13. Una deshonra como Iglesia que se permita poner esas pobres almas en manos pérfidas, ávidas de control, formadoras de mediocridad, apóstoles de sus propios pecados... Mientras las viejas se preguntan por qué Dios no manda más vocaciones si tanto se le piden... pero señora! Dios es bueno y misericordioso, y un Dios bueno no le regala ovejas al lobo. La institución eclesial está como higuera seca, Dios la está cortando y dejará un resto para que vuelva a crecer algo bueno, para todo lo demás... Fuego
    ( figurativamente hablando)

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  14. No deberíamos olvidar que el modelo de los párrocos es el Santo Cura de Ars.
    Por diversos motivos no tuvo fortuna en el Seminario. Sin embargo, un sacerdote experimentado lo llevó a vivir junto a él, lo preparó y logró que fuera ordenado sacerdote.
    Eso muestra que los seminarios no son de institución divina ni son una máquina perfecta que produce sacerdotes. No todos los que superan el seminario son aptos y algunos de los que no logran adaptarse a ese régimen son buenos candidatos al sacerdocio. El obispo y sus colaboradores en la formación deberían interiorizarse en conocer a los seminaristas y a partir de ahí ver lo que conviene a cada uno para su formación. Así supo hacer el P. Balley, párroco de Ecculy con San Juan María Vianney.

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  15. Pregunto con toda la seriedad del caso a Wanderer -que plantea esta cuestión fundamental para la vida de la Iglesia- cómo debería ser, entonces, según su entender, el modo de formar a un muchacho para el sacerdocio

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    1. No tengo la más pálida idea pero lo que relata el Paseador de Perros en el comentario anterior puede dar alguna pista.

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  16. Con esta entrada ha demostrado, sr Wanderer, no conocer la realidad de los seminarios en absoluto. Un análisis muy reduccionista, sustentado en tópicos y comentarios muy reduccionistas.

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    1. Estimado, debo decirle que la conozco muy de cerca, en carne propia y por varios años. Sé de lo que hablo.

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  17. Esa "realidad totalitarias" no se da sólo en los seminarios, sino en casi todas las instituciones humanas: partidos políticos, asociaciones... Las personas que tienen criterio propio y osan cuestionar las decisiones del que mandan suelen ser castigadas, expulsadas o, como mínimo, marginadas. En cambio, los aduladores de los que mandan suelen llegar lejos. Es propio de la condición humana.

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