jueves, 20 de marzo de 2025

¿Quién gobierna a la Iglesia?

 


Hace más de un mes que el Papa Francisco está internado. Los partes médicos, cada vez más escuetos, nos dicen que día a día necesita menos oxígeno y que mejora lentamente. Se trata de hacer un acto de fe en esas nuevas escrituras. Y para los que tienen poca fe y exigen algo más, los encargados de la comunicación vaticana —todo un dicasterio presidido por el prefecto Paolo Ruffini, un periodista laico— cometen torpeza tras torpeza. El brevísimo audio que se escuchó hace un par de semanas en la plaza San Pedro confirmó la gravedad del estado de salud del pontífice y sembró dudas sobre su origen —habló en español y los comentarios dicen que habría sido grabado a comienzos de febrero, apenas ingresado en el Gemelli, y destinado a un encuentro de oración por su salud que se celebró en la plaza de Constitución de Buenos Aires— y la fotografía profundizó las dudas. ¿Por qué de espaldas y de lado? ¿Qué impide que no pueda vérsele el rostro? Ademas, el Papa aparece envuelto en un par de sábanas blancas – que intentan, de manera bastante tosca, simular el alba, y sobre ellas tiene una estola morada, puesta al revés (las costuras están hacia arriba y no hacia abajo), signo elocuente de que quien lo vistió así no es un sacerdote .

Esta situación en una persona de 88 años y con una salud débil como la de Francisco hacen suponer, con toda sensatez, no solamente que está grave, sino que difícilmente salga de estado, aunque pueda permanecer en él durante meses. Y aún en el caso de que saliera, todo hace presumir que quedará en un estado muy limitado, no sólo en cuanto a la movilidad, sino también en lo cognitivo. Y para esto no hace falta ser médico. Basta con la experiencia que cualquiera de nosotros tiene con familiares o conocidos que han atravesado circunstancias similares.

Lo preocupante de todo esto es lo que nos temíamos: atravesar un intermezzo más o menos prolongado, durante el cuál nadie sepa quién es que realmente gobierna la Iglesia. O, peor aún, quiénes son los que la gobiernan. Ya tuvimos la experiencia de Juan Pablo II en su estado de enfermedad postrera, cuando cualquiera que tenía buena relación con don Estanislao iba a verlo y salía de los apartamentos pontificios con un nombramiento episcopal o con un decreto firmado. Y hasta el momento, las señales en ese sentido son inquietantes. 

Quienes lo han visitado oficialmente, y en dos ocasiones, han sido el cardenal Pietro Parolin y el sustituto Edgar Parra. Es muy preocupante que sea Parolin quien tome las riendas de la Iglesia aunque le corresponde de oficio. Es público, y fácil de encontrar en la web, todas sus intervenciones en organismos internacionales como la ONU, el G20 o el Foro de Roma, en favor de la Agenda 2030 y de la gobernanza global. Se trata de un personaje que fácilmente puede ser ubicado en las antípodas de las posturas más claramente conservadoras que han asomado en los últimos años como Orban, Trump o Milei. En pocas palabras, tenemos en el él a un defensor del wokismo extremo, aunque siempre con buenos modales y con amables sonrisas. Si alguien es dado a los relatos apocalípticos y distópicos sobre los últimos tiempos del mundo y de la Iglesia, encontrará en Parolin al personaje que mejor encarna al pontífice traidor y postrero.

La otra señal es que, a pesar de la más que evidente incapacidad del pontífice para tomar decisiones sobre la Iglesia, las decisiones se siguen conociendo. Este semana ha nombrado a dos nuncios y a varios obispos. Pase; se trata de cargos que deben ser ocupados y seguramente hubo procesos previos de selección. Sin embargo, la agencia de noticias oficial del Vaticano, sin sonrojarse, anunció que el 11 de marzo Francisco había establecido “el inicio de un camino que conducirá a una Asamblea Eclesial dentro de tres años”. Ha sido el secretario del sínodo, cardenal Mario Grech, quien en una carta ha explicado que: 

«Este proceso de acompañamiento y evaluación de la fase de implementación, que es coordinado por la Secretaría General del Sínodo, fue aprobado por el Papa Francisco. «El Santo Padre ha pedido su difusión entre las Iglesias locales y las agrupaciones de Iglesias».  «El Camino que llevará a toda la Iglesia a la celebración de la Asamblea Eclesial de octubre de 2028 será marcado de tal manera que ofrezca tiempos adecuados y sostenibles para comenzar la implementación de las indicaciones del Sínodo, previendo luego algunas citas de evaluación significativas. Marzo de 2025 : anuncio del camino de acompañamiento y evaluación. Mayo de 2025 : publicación del Documento de Apoyo para la fase de implementación con las indicaciones para su desarrollo. Junio de 2025 – Diciembre de 2026 : caminos de implementación en las Iglesias locales y sus agrupaciones. 24-26 de octubre de 2025 : Jubileo de los equipos sinodales y órganos de participación. Primer semestre de 2027 : Asambleas de evaluación en las Diócesis y Eparquías. Segundo  semestre de 2027 : Asambleas de evaluación en las Conferencias Episcopales nacionales e internacionales, en las Estructuras Jerarquías orientales y en otras agrupaciones de Iglesias. Primer semestre 2028:  Asambleas Continentales de Evaluación. En junio 2028 : publicación del Instrumentum laboris para los trabajos de la Asamblea Eclesial de octubre 2028. Octubre 2028 : celebración de la Asamblea Eclesial en el Vaticano».

La primera reflexión que podemos hacer es de que se trata de algo disparatado, no solamente por hacernos creer que ha sido Francisco que, con plena conciencia, ha tomado decisión tan importante, sino por pretender que esa decisión se cumplirá cuando la evidencia nos lleva a afirmar que a este pontificado le quedan pocos meses. Es decir, se le pretende marcar una agenda al próximo papa, lo cual es bastante risible porque él puede cambiarla de un plumazo. ¿Manotazos de ahogado? Puede ser, aunque más bien me inclino a pensar que lo que quieren en embarrar la cancha a fin de que, si el próximo papa no es uno de ellos, se le haga más difícil gobernar.

El problema es que si efectivamente este programa se consuma, el cardenal Grech y quienes lo aúpan, estarán poniendo a la Iglesia en un estado de asamblea permanente; una suerte de “asamblea de los soviets” con pretensiones de adueñarse del gobierno del Iglesia; dirán ellos, el “giro hacia una Iglesia sinodal”. Juegan con fuego, claro, porque la historia nos muestra el modo trágico en el que terminaron estos experimentos: con la guillotina funcionando día y noche en la Place de la Concorde, o con la familia imperial rusa fusilada en la casa Ipátiev. Lo grave es que en este caso no rodarán cabezas ni ningún Yákov Yurovski ordenará la descarga, sino que la Iglesia terminará diluida en una institución informe al servicio de sus eternos enemigos.

Esta es una, y sólo una, de las adversidades (ad versus: que se vuelve en contra) que deberá enfrentar el próximo pontífice. Espero que los cardenales caigan en la cuenta de la personalidad que requiere el candidato para enfrentarlas. 


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