El 20 de septiembre de 2009 publiqué una memorable entrada de Ludovicus acerca de los problemas que periodo barroco implicó para la fe católica, y que se habían planteado en post anteriores. Aquí va nuevamente. Vale la pena releerlo.
Desde aquí pueden acceder a la entrada original y leer también los comentarios.
Sólo un aporte para seguir pensando este interesante tema.
Efectivamente el término paradigma lo introduje en forma no inocente. Y la referencia a la analogía con Kuhn se la debo a un amigo muy "psíquico" pero sobre todo físico él.
La fe desnuda, químicamente pura, es imposible, y por cierto no condice con el misterio de la Encarnación. Perdónenme la palabra demodée, pero siempre hay -horresco referens, parece tan viejo ya el juanpablismo- "inculturación".
Es decir, esa fe se encarna temporalmente en "paradigmas", animalitos conformados por una espiritualidad, un énfasis en determinadas verdades en desmedro de otras, una praxis más o menos recta y una forma de vivir el Misterio -un culto-, todo seleccionado y filtrado conforme el "air du temps". Es inevitable.
Aunque sea reaccionando en contra, como dice San Ignacio (y qué interesante destacar la modernidad de ese "reagere contra" ignaciano). Estos paradigmas no son la fe, sino son la forma en que esa fe se vive y manifiesta, velándola o volviendola más lúcida. Hoy los llamaríamos ideologías, pero son más que ideologías.
Habitualmente se opacan más por el lado de la praxis, habida cuenta de que la Iglesia cuenta con la promesa de la infalibilidad en materia dogmática. Se opacan y deforman en la praxis, y desde esa praxis contaminan la doctrina, con énfasis desmedidos, sin una formulación explícitamente herética. La herejía es un sabor, más bien. De ahí la dificultad que tenemos con Wanderer en aislar el "paradigma barroco, preconciliar" o como se llame, ponerle nombre, cazar al animalito.
En realidad, el animalito se ve o no se ve. Cuando lo palpamos, nos pasa como a la parábola de los ciegos y el elefante: que el barroco es muy sangriento - pero señor, si el cristiano debe derramar la sangre - que el barroco es anticontemplativo - pero no, señor, rezaban todo el día - que es dolorista - acaso en la Edad Media no decían que la vida es un valle de lágrimas - el barroco descentra la ascética - ¿pero san Francisco no se flagelaba con ortigas y san Simeón no vivía en una columna? - que está obsesionado con la muerte - entonces Platón que define la filosofía como preparación para la muerte y no digamos los Padres, ¿son barrocos? Y así ad infinitum, recorriendo la trompa, la cola, las patas del elefante...
Hay que ver el animalito completo. Y el animalito tiene una estructura, una "forma" que formaliza todo: la elefantiasialidad. Si no la vemos, seguimos discutiendo, porque me van a traer innumerables ejemplos prebarrocos para demostrar que todo eso está en el cristianismo. Sí está. Lo que no está es la "forma" del paradigma.
O para decirlo con el ejemplo de Elder Sofrony: Si tienes un gran mosaico y lo rompes, no por tener todos los pedazos tienes el ícono. La modernidad barroca tiene todos los mosaiquitos, pero no sabe armar el ícono. O lo arma como lo armó.
La verdadera fe, como dice Santiago, es preservarse de la contaminación del mundo. Los paradigmas mezclan teorías estéticas, doctrinas, ideas del Zeitgeist con la fe. A veces sale muy bien, a veces muy mal. Nunca es perfecto. El hombre es un animal situado, encarnado, inmerso en la temporalidad.
Ese carácter anfibologico se revela no sólo en nuestras culturas laicas, propias del "two-storey Universe", como las llaman el mismo Elder Sofrony, sino también y sobre todo en una sociedad que se revela cristiana. Como en los países católicos durante los siglos posteriores a la reforma, afectados por el enorme giro antropologico renacentista, que recién se ha completado en el siglo XX. A las puertas del Concilio de nuestros afanes.
El "paradigma" barroco se conforma pues en un clima antropocéntrico, crecientemente antimetafísico, afectada por el "olvido del ser heideggeriano", activista y pragmático, anticúltico, nominalista, voluntarista, apartado de la gran Tradición mistérica, moralista y enemigo de la mística.
¿Puede sorprender que la formulación del paradigma haya sido afectada por el Zeitgeist? “Estáis en el Mundo”, dice el Señor. ¿Es que el Espíritu Santo garantiza la intangibilidad del paradigma que asume el cristianismo en cada tiempo? ¿Habría que esperar un milagro permanente? ¿Una pureza química en medio de las desviaciones sin cuento que trae que el hombre haya decidido ser el centro del Universo?
El milagro es lo contrario: un San Pío V respetando las venerables tradiciones liturgicas seculares en el mismo siglo en que hubo Papas que encargaban Himnos liturgicos cambiando el nombre "Cristo" por "Apolo" o "Yaveh" por "Jove"; o un Benedicto XIV, flor del pontificado, baluarte de la razón catolica en medio del agnosticismo más descarado de la Ilustración; o que en el fango del Sulpicianismo más burgués y cursi surja la Flor de Lisieux. Que entre los jesuitas más extraviados en el nominalismo suareciano se ierga un San Roque González. Que, en fin, en un contexto de oportunistas italianizados, rosqueros y obsecuentes papólatras aparezca la figura señera del Siervo de Dios John Henry Newman.
Cuando empieza a hacer crisis el paradigma, por la creciente obsolescencia de sus elementos constitutivos, que no alcanzan a explicar la "realidad" -en este caso, la fe-, viene el cambio de paradigma, la sustitución, lo que ocurre en bloque, como dice el estimado Kuhn. Algunos se aferran el paradigma, lo identifican con la fe. Otros rechazan in toto paradigma y fe. Tiran al bebé con el agua de la bañera sucia. Voilá la lucha.
En eso estamos. Pero esa es otra historia.
Ludovicus