sábado, 5 de enero de 2008

Retruco, de Pablo y Wanderer


Estimado Gallo:
Tal vez por apresuramiento no me he expresado bien. Creo que las matizaciones que me hizo Jack Tollers y éste, su post, ayudan a ver que tenemos –no hablo por el Caminante- visiones complementarias.
Ciertamente no es el tiempo en que una doctrina es formulada o en el que un uso o una costumbre se generaliza, lo que permite juzgarlas. Las edades históricas, como la herencia, se aceptan con beneficio de inventario. Y a quien toca aportar los criterios de juicio para discernir lo bueno de lo malo de las herencias es a la Iglesia.
Mi opinión es que a algunas formulaciones del catolicismo post-tridentino se le adhirieron elementos culturales de la modernidad que considero han sido nocivos para muchos. Elementos que no forman parte de la Revelación. Y que por efecto de la separación, esos elementos no entraron en las iglesias orientales, lo que no impide que los ortodoxos se cargaran de otros errores.
Para Ud. todo ello puede ser un efecto del fariseísmo -enemigo siempre al acecho- y es posible que tenga mucha razón. No lo discuto.
La moral de San Alfonso daría para un largo debate. Comparada con la nueva moral, y sus «Marcianos», queda bien parada. Pero comparada con la Summa ¿cómo queda? ¿Es una ciencia de las virtudes a practicar o un repertorio de los pecados a evitar? [Un detalle sobre San Alfonso: mientras Tomás de Aquino guardó silencio sobre el tema de la tortura, San Alfonso dijo expresamente que en caso de existir semiplena prueba de la culpabilidad del reo, el Juez civil puede torturarlo.]
Sobre el CDC de 1917 podrían decirse muchas cosas. La teoría del consentimiento matrimonial tiene un fondo de racionalismo problemático. No encuentro manera de exponer brevemente esta cuestión, pero creo que un libro de Pithod «El alma y su cuerpo», en un capítulo referido a las bases preconscientes de la vida moral, nos brinda un buen panorama de cosas que el legislador de 1917 no vió. La crítica de los lefes al CDC de 1983 en esta materia es para mí buen ejemplo de que algo no estaba bien en la legislación de 1917. [Otro detalle del CDC de 1917 está en la tutela penal de las verdades enseñadas por el Magisterio: cometida la infracción externa, se presumía el dolo –mala fe- del equivocado. El CDC de 1983 presume la imputabilidad, es decir que la acción ha sido realizada de modo humano, pero no la mala fe. ¿No podríamos decir que una presunción legal de mala fe es un instrumento apto para ejercer el autoritarismo clerical y triturar almas como las de un Newman?]
Es una gran verdad que en Occidente diferenciamos mucho mejor –especulativamente, al menos- lo temporal de lo espiritual. Pero en la práctica, tenemos problemas serios, por exceso y por defecto, desde el medioevo: agustinismos políticos, cesaropapismos, clericalismos varios, regalismos, y un largo etcétera.
Debo insistir en que no tengo nada contra el Concilio de Trento y los cánones promulgados. La crítica es a unas añadiduras para-magisteriales que muchas veces los teólogos hicieron pasar por Magisterio. En especial, han jugado aquí un triste papel varios teólogos de la benemérita Compañía de Jesús.
Creo que la forma más breve de explicar lo que entiendo por «catolicismo vetusto» estaría en ejemplificar con algunas personas o instituciones. Pero no debo hacerlo. En una Gladius, Patricio Randle publicó una reseña a un libro del P. Bouyer («La descomposición del catolicismo») que describe bien eso que llamo «catolicismo vetusto», integrismo cerril de corto vuelo intelectual, voluntarista, rigorista y estéticamente desagradable. Pero aquí mi crítica no debe ser fuerte. Sólo puedo decir que ese catolicismo me produce alergia interior. [Por ejemplo: puedo entender que otros le tengan devoción a una imagen acaramelada del Sagrado Corazón; pero, para mí, eso no es arte sacro, no me mueve a ninguna devoción; hay algo que me dice que esa imagen no expresa el Misterio; y que es una foto deslucida de la tradición.]
Sobre la reforma litúrgica del Vaticano II, no cuestiono su validez y mis críticas no van más allá de las que hizo Ratzinger. He asistido a liturgias occidentales según el novus ordo, en castellano y en latín, celebradas con unción y espíritu de profunda sacralidad; si tuviera en mi ciudad una misa tridentina estable y digna, asistiría sin reparos; también he asistido al rito maronita, en castellano y arameo, y en mi ciudad asisto regularmente a un rito greco-melkita. Sólo he participado activamente en ritos orientales en comunión con Roma. A los ritos ortodoxos, los he visto desde fuera, como observador externo; los admiro, pero no participo activamente en ellos.
No propongo que nadie se haga ortodoxo. Sería un grave error. Oriente es para mí, principalmente, un remanso de paz interior, el lugar de una sacralidad que en nuestras iglesias brilla por su ausencia, un ámbito en el que podríamos recuperar cosas que en Occidente hemos perdido. Oriente es para mí un modo de encontrarme con Cristo que no me agobia, ni me disipa; que me recuerda y me hace presentes unos misterios tremendos y fascinantes. Hoy, no podría hacer «ejercicios espirituales» estructurados en pláticas de más una hora; me agobiaría leer las meditaciones del P. La Puente y encontrarme con todos esos «puntos», «propósitos», «afectos», «exámenes», «cuadrículas»…
Mi esperanza está en que el tradicionalismo occidental sea capaz de renovarse en las fuentes. En todas las fuentes, y no sólo en las de Oriente. Y que pueda ofrecer a los hombres de hoy un catolicismo depurado de las malas adherencias de la modernidad. Si lo anterior no es posible, al menos reivindico el derecho de buscar refugio en Oriente SIN hacer cisma.
Cordiales saludos.


Pablo.


N.B.: lo de Pithod es un artículo: El trasfondo no-consciente de la vida moral, publicado en Ethos (1983). El libro de antropología, que cité, enfatiza la importancia de la afectividad en los actos humanos. Una antropología filosófica que ignore o infravalore la incidencia de las pasiones en sobre los actos libres, cosa que se hizo por influencias modernas, se proyecta sobre la teoría del consentimiento matrimonial.



Dado que en el primer comentario de Pablo sobre este tema me adherí a todas sus afirmaciones, quiero ahora también agregar algo mío:

1. No me parece que haya sido intención de Pablo, y muchos menos mía, sugerir o alentar a los católicos romanos a "hacerse" ortodoxos. Me animo a decir que la iglesia ortodoxa tiene más problemas que la latina, aunque de distinto tipo: desde las luchas internas, feroces e implacables, hasta los bochinches teológicos que tienen en sus cabezas los dirigentes. Los curas ortodoxos, sobre todos los de algunas iglesias de Asia Menor, no saben bien en lo que creen. De hecho, los dos teólogos de la ortodoxia más importantes en la actualidad son un monje y un laico conversos del catolicismo. El reconocer estas miserias, sin embargo, no quita valorar lo que ellos supieron conservar.

2. San Alfonso María de Ligorio es Doctor de la Iglesia. Por algo habrá escrito lo que escribió en el momento en el que lo hizo, aunque a mí no me guste. Quizás convenga recordar algo que dije anteriormente: eran momentos históricos donde la prudencia aconsejaba la cristalización de la doctrina, en este caso moral, pero esto provocó su esclerotización. Lo que me parece grave es lo que hicieron con las enseñanzas de San Alfonso los que vinieron detrás de él. A veces pienso, exageradamente, que fueron todos buenos curitas con el nivel de profunidad teológica que tienen los actualues miembros de la FSSPX. Imagínense. Para la mayoría de ellos la vida cristiana consiste en evitar el pecado, y entonces, es lógico que anden con la reglita mediendo hasta dónde sí y hasta dónde no. Quienes frecuentan sus Misas, hagan el ejercicio de tomar nota de la cantidad de veces que hablan del pecado y de las veces que lo hacen del amor de Dios o de las virtudes. Como alguna vez conté en el blog, he escuchado a curas distintos y en prioratos diversos, homilías en las que se preguntaban cual era el límite del robo para que dejara de ser pecado venial y pasara a ser mortal. Según la tablita del Gordo, era, en ese momento, de $ 10. Supongo que ahora, con la inflación, estará en $ 13, por lo menos. Otro especímen hizo una prolija disquicisión de más de cinco minutos acerca de los grados centígrados que alcanza el fuego del infierno.

Así, no hay santo ni doctor que resistan.


EL WANDERER

16 comentarios:

  1. DE G. K. A W. FELICIDAD:

    ME HA SORPRENDIDO QUE NO HAYA PUBLICADO MIS RESPUESTA, INFIERO QUE HARÁ LO MISMO CON ESTA MISIVA.

    LE CONFIESO QUE ESTO LO PUEDO ESPERAR DE UN LIBERAL, DE UN ZURDO, DE UN MASONACHO, PERO NO DE ALGUIEN QUE BUSCA LA VERDAD, SI ES QUE ES UD. TAN TRADICIONALISTA COMO PARECE.

    DICE UN VIEJO AXIOMA ESCOLASTICO QUE UNA "DISCUSIÓN LA GANA QUIEN LA PIERDE".

    DICEN, QUE SE YO. SÉ QUE NO LE INTERESA DESCUBRIR EL ALMA DE LOS PADRES FUNDADORES DE NUESTRA PATRIA, PERO PERMITAME DECIRLE QUE SAN MARTÍN ES EL PRIMERO DE LOS ARGENTINOS, EL MODELO QUE TIENE NUESTRA REPÚBLICA, EN UNA "INCORRUPTIBLE ALTITUD" COMO DIRÍA PLATÓN.

    YA LE DIJE QUE NO ENCONTRE NADA, QUE ME PUEDA DAR EL INDICIO QUE SAN MARTÍN ERA MASÓN O LIBERAL COMO UD. AFIRMA. TAMPOCO UD., PUEDE SOSTENER ESTO, O YA HABRÍA APORTADO LAS PRUEBAS NECESARIAS.

    LE CONFIESO, AUNQUE SE QUE NO LE INTERESA, QUE HE RECORRIDO MAS DE UN ARCHIVO, CARTAS, DOCUMENTOS, DADO VUELTA EL INSTITUTO SANMARTINIANO Y ESTUDIADO A LOS HISTORIADORES MASONACHOS. MÁS DE UNA DISCUSIÓN ME HA LLEVADO ESA LABOR, CON MI DIRECTORA DE TESIS (MANDAMAS DEL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTORICAS DE LA CIUDAD) Y DEMÁS LACAYOS. PERO NUNCA PENSE QUE TENDRÍA A UN TRADICIONALISTA EN MI CONTRA. LO DIGO CON CIERTA AMARGURA.

    SOLO PIDO HONESTIDAD INTELECTUAL, NADA MÁS, SI DICE ALGO, SOSTENGALO.

    DIOS LO GUARDE.

    GERMÁN FLORES

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  2. Estimado Germán: Como verá, ya he publicado su comentario. El anterior fue rechazado porque, como le dije oportunamente, Ud. proponía una discusión que ya se había dado en este blog.
    No soy historiador y este blog es mío, por tanto, no publicaré por el momento comentarios acerca de controvertidos temas históricos como el de la figura del Gral. San Martín.

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  3. Estimado Wanderer: acá le mando una suerte de dúplica, sin ánimo de polemizar, ni tiempo tampoco, siendo que estoy a punto de tomarme unas vacaciones que espero merecer. Recibala Ud. y Pablo de Rosario con mis cordiales saludos.
    A Pablo: Estamos de acuerdo en que a muchos católicos se les fueron pegando elementos de la modernidad. Muchos creen –y yo también- que algo así pasó con cierta obsesión por las cuestiones vinculadas al sexo, y cierto rechazo por nuestra “condición corpórea” rechazo que muchos confundían –o confunden- con la virtud. Con relación a un catolicismo cerril, de corto vuelo intelectual, voluntarista, rigorista...¿quién puede defenderlo?
    Pero me parece, estimado amigo Pablo, que a veces Ud. –y el Wanderer- critican cosas que no son meras adherencias, o accidentes, sino doctrinas y prácticas que la Iglesia propone con autoridad.
    No quiero hablar mucho sobre la ciencia moral, que no conozco bien. Y el asunto de la moral del Ligorio me parece particularmente complejo. Sí se que San Alfonso María escribió, con un criterio práctico y principalmente para confesores; parece pues muy necesario que entre en el análisis de múltiples casos y variantes de pecado. Por lo que no me parece justo su cargo según el cual su obra no sería ciencia de la virtud sino del pecado a evitar. El mismo San Pablo, me parece, dedica tanto espacio a condenar el pecado como a llamar a vivir la Gracia.
    Todo debe ser interpretado. Si los mismos mandamientos del Decálogo deben ser sensatamente entendidos, cuanto más el alcance de la elevación al rango de Doctor de la Iglesia. Pero no obstante, si la Iglesia propone a San Alfonso María como Doctor de la Teología Moral, es que su obra debe ser excelente considerada en sí misma, no en términos relativos a opciones francamente malas. Ud. concede a la moral de San Alfonso cierta bondad relativa otros bodrios contemporáneos, y en eso discrepamos.
    Con relación al consentimiento matrimonial en el CDC, creo que el Código píobenedictino simplemente aplica el criterio tradicional, el cual –entiendo- tiene idéntica formulación al menos desde Trento. El derecho ya tiene bien establecido qué es un acto libre, y su necesidad de discernimiento, intención y libertad; no me parece necesaria ni conveniente ningún agregado. Probablemente Ud., y Pithod, vean alguna ventaja en el artículo 1095 del ordenamiento de 1983; yo creo que lamentablemente sólo ha servido para dar pié, como dicen, al “divorcio católico”. ¿Tenemos matrimonios más sólidos ahora?
    A Wanderer: 1. Desde luego admito que no proponen Uds. una conversión a la ortodoxia; pero digo no obstante que ello, de alguna forma, pudiera seguirse de la permanente crítica al “catolicismo postridentino” y su pareja admiración por los ortodoxos. Una vez más, déjeme declarar mi simpatía hacia los ortodoxos, a los que les reconozco una ventaja sobre los modernistas: ellos al menos conservaron la última valla, el anclaje madre; la sagrada liturgia. 2. Créame, amigo Wanderer si le digo que, aún siendo feligrés de la FSPX, no sólo no me ha traído una cigüeña desde Econe sino que tengo con los queridos lefes ciertas discrepancias bien significativas. Pero no es justo su reproche a la FSPX. En general, al menos hasta ahora, el nivel de los curas lefes es excelente. En general; desde luego, alguno de ellos puede tener más ardor que inteligencia. Pero ciertamente no son rigoristas, ni casuistas. Lo del Gordo se lo han contado mal. Ud. plantea el ejercicio de contar cuántas veces hablan del pecado y cuantas del Amor de Dios; y yo le puedo asegurar sin sombra de duda que enfocan todo desde el Amor de Dios, desde su Misercordia, desde la Esperanza; tanto cuando predican como cuanto confiesan. Ayer mismo asistí a la Santa Misa por la Epifanía y pude escuchar un excelente sermón, con la doctrina de los Padres sobre ésta Fiesta y con un concreto llamado a vivir la Caridad, y a que la Caridad sea operante en obras de misericordia. Insisto; no estoy defendiendo “al partido lefebrista” me parece que lo mismo vale para la gente de Campos, y del IBP, de la Fraternidad San Pedro, del Abbe Jorge... y en general, de todo el tradicionalismo, al que se le puede reconocer el mérito de llevar décadas de lucha, sin haberse olvidado de por qué lucha.

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  4. Estimado Gallo:

    El miércoles, si Dios quiere, salgo de vacaciones. Dejo unas reflexiones que no quieren ser réplica a su respuesta; simplemente, me he dado cuenta de que era necesario reformular algunas cosas y mejorar un tanto otras.

    Felices vacaciones.

    Pablo (Rosario)
    Sabemos que el hombre es un compuesto de alma y cuerpo en unidad substancial. Ahora, si la visión antropológica enfatiza la dimensión espiritual y casi omite considerar la dimensión corporal, con todas sus implicancias operativas, vamos a parar a un espiritualismo desencarnado, que exalta una libertad abstracta y presta poca o nula atención a los condicionamientos, internos y externos, de los actos libres concretos. Lógicamente, con esta noción de libertad apenas condicionada, la culpabilidad y la responsabilidad serán casi siempre plenas. En consecuencia, los pecados que el hombre puede cometer, serán formales y mortales, en la mayoría de los casos, y habrá pocos pecados materiales o veniales por imperfección del acto.

    Y así, partiendo de esta perspectiva antropológica, la moral se orienta en una dirección rigorista. Pero como el rigorismo por sí sólo suele ser impracticable, hay que inventarle alguna «válvula de escape»: la casuística. Con rigorismo y casuística se desarrolla toda una enciclopedia de gravedades y acciones pecaminosas, de modo que la función del moralista se agota en producir supuestos y dar soluciones a todos esos problemas morales.

    Proyectada a la disciplina de los sacramentos, esta perspectiva antropológica parece blindar el consentimiento matrimonial, pues con una libertad tan poco condicionada hay que admitir menos supuestos de posible nulidad. Pero la dignidad del sacramento, el respeto a su verdadera realidad, y su sentido al servicio de la vida de hombres reales, llevan a preguntarse si esta disciplina sacramental no genera matrimonios realmente nulos en cantidad importante, por una larga lista de motivos, como la falta de consentimiento, la falta de verdadera fe en los contrayentes, la falta de capacidad de asumir las obligaciones que se contraen, etc.

    En cambio, desde una perspectiva antropológica más realista, y menos racionalista, con una mejor noción de la libertad humana concreta, la moral puede desandar el camino del rigorismo y de la casuística, y recuperar la centralidad de las virtudes. Con una buena teología del cuerpo, se puede captar mejor la dignidad de la sexualidad conyugal. Y con todo ello, hay menos margen de maniobra para estrategias vocacionales forzadas, según las cuales pareciera que hay seis sacramentos y un desliz…

    Siguiendo esta línea antropológica, más realista, Juan Pablo II añadió al canon 1095 del CDC de 1983, que establece la incapacidad para contraer matrimonio en el supuesto de los que no tienen suficiente uso de razón y en el de los que no tienen suficiente conocimiento de los deberes que comporta, un tercer supuesto: el de «quienes no pueden asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psíquica». Es la jurisprudencia de los tribunales la que señala cuales son esas obligaciones esenciales y esas causas de naturaleza psíquica en cada caso. Lo que los jueces tienen que averiguar es si ahí hay o no verdadero y real matrimonio. No si hubo un consentimiento libre y fundado, sino si, posteriormente, se manifiesta una incapacidad. En la actualidad, casi todas las declaraciones de nulidad se conceden por incapacidad psíquica. Se dice que nadie puede comprometerse a lo que no es capaz. Si una persona no puede realizar los aspectos esenciales de la unión conyugal, ese matrimonio es nulo porque esa persona es incapaz de casarse. La jurisprudencia rotal tiene definido en qué consiste esa incapacidad.

    Pero esta añadidura de Juan Pablo II molestó mucho a algunos lefes. Dijeron que se establecía una inhabilidad por simple inmadurez; que se invocaba una concepción personalista y subjetivista del pacto matrimonial; que si bien hay casos de desequilibrio, debidos a la destrucción de las familias, no se puede determinar con certeza el grado de tal desequilibrio; que se vulnera la estabilidad y seguridad del vínculo matrimonial, etc.

    Aunque el c. 1095, 3 puede dar lugar a abusos –condenables-, no me sorprende que molestara tanto a algunos lefes. Porque algunos de ellos, al parecer, siguen apegados a una visión antropológica, moral y jurídica, cargada de elementos racionalistas, rigoristas y casuistas; porque también ellos -por una reacción comprensible- han fosilizado la noción de Tradición y a veces la confunden con tradiciones teológicas para-magisteriales, que están tocadas de sutiles errores modernos; y ello es así, por más declamen ser campeones de lo antimoderno.

    Para concluir, reitero una opinión que expresé en otros post: el gran aporte que el movimiento tradicionalista puede hacer a la Iglesia es ofrecer una nueva formulación del catolicismo, auténticamente tradicional, renovada en las fuentes y depurada de las adherencias erróneas de la modernidad.

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  5. Excelente el último comentario de Wanderer y de Pablo. Si bien a veces los veo demasiado "orientalistas" me siento plenamente identificado con los últimos comentarios.
    Wanderer, me parece que la historia mueve demasiadas pasiones como para ser discutida en este tipo de ámbitos.
    Un abrazo.
    P.L.

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  6. ESTIMADO WANDERER Y PABLO: DUDE MUCHO ANTES DE SALIR DE EXPECTADOR PERO VALE. ACEPTE LA RECOMENDACION DE UN AMIGO: NO vaya mas rapido que lo que avanza la comprension de la buena gente. Y de la otra tambien. Espere y tenga paciencia. DEJE A LOS SANTOS EN PAZ, Y SIGA ADELANTE. A que meterse con San Martin o con San Alfonso? No embrome y vaya a lo suyo. Sea pedagogico. No se meta con santos ni pasados ni futuros.

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  7. Tiberino:
    Gracias por su recomendación. Pero es que a mí no me interesa ser pedagógico, ni formar ni educar. Para eso están los maestros, los curas y quizás yo mismo en otros ámbitos.
    Este blog es para decir que lo que no puedo decir en otros ambientes, y lo mismo ocurre con sus comentadores.

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  8. Tiberino:

    Las vidas de santos sin defectos ni errores han contribuido bastante a deformar la idea de lo que es la santidad cristiana. Respecto de los personajes históricos, las leyendas áureas son poco científicas e inverosímiles.

    Cordiales saludos,

    Pablo.

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  9. Convengamos querido Pablo que las "Confesiones" de San Agustín han tenido el mismo efecto.

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  10. ESTIMADOS WANDERER Y PABLO: AUN ASI, AUN ASI, AUN ASI...el dialogo tiene su ritmo y su protocolo... Y EL SERVICIO A LA VERDAD SU PRECAUCION... que no es ser sibilino. Y LA IGLESIA TIENE SUS SANTOS Y LOS PAISES SUS HEROES... No son categorías mìticas pero tampoco estrictamente históricas: ¿para que discutir en ése plano con los hermanos desconfiados?

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  11. Estimado Cruz y Fierro:

    ¿usted entiende que las "Confesiones" de San Agustín han contribuido bastante a deformar la idea de lo que es la santidad cristiana? O no se entendió lo que dijo...o yo por esta vez al menos no podré coincidir con usted...

    Xavier de Boillon

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  12. Querido Xavier de Boillon,

    le copio lo que respondí al amigo Pablo de Rosario por privado.

    "A lo que voy es que esas "hagiografías" que tan bien se corresponden con las estampitas sulspicianas no dejan de tener elementos tradicionales... desde los llamados Evangelios Apócrifos hasta la Apologia Pro Vita Sua del cardenal Newman, pasando por los Florecillas de San Francisco o el relato de Guillermo Tocco de la vida de Santo Tomás de Aquino. Esas vidas de santos a veces tan bobas, según calificación de Santa Teresa, también han hecho mucho bien como en San Ignacio y --seguramente-- en muchos otros.

    "La comparación con las Confesiones no es gratuita. Es bien sabido que San Agustín no es tan autobiográfico como pareciera leyendo el libro sino que pretende resaltar el hecho de la conversión como la metanoia de que hablaban los gnósticos y algunos Padres. Pero un poco de lectura "entre líneas" de las Confesiones, nos indica que en realidad ya estaba convertido antes (no cualquiera tiene un hijo al que llama Deodato o parte a escucharlo a San Ambrosio por mera curiosidad). Pero la forma un tanto maniquea de poner la pre-conversión y la post-conversión ha tenido influencias terroríficas en todos los protestantismos de raíz calvinista. Y esto por no hablar de la concepción del "comptentu mundi" y la mala antropología del texto que queda si se lee sin buena preparación. Pensemos en los jansenistas..."

    Entiéndase que no estigmatizo "Las Confesiones" pero si el mismo Diablo usó de la Biblia para tentar a Cristo, diversos herejes lo han hecho con las Confesiones, por lo que no magnifiquemos si alguien saca malas conclusiones para su propia vida de libros piadosos, hagiográficos, vidas de santos, etc. Echarle la culpa a ellos de ciertas concepciones erróneas sobre la Fe es como hacerlo con San Pablo porque Lutero creyó inspirarse en una frase suya.

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  13. Estimado Cruz y Fierro:

    Se entiende la exlicación y la comparto en lo que se refiere al "resto" de maniqueísmo que pudiera haber en San Agustín. Una crítica similar le hace Lewis en "Los cuatro amores". Pero no soy experto ni mucho menos en este tema.

    No descarto que mucha gente sencilla pueda sacar enseñanzas de esas vidas de santos un poco bobas, lo mismo que del arte religioso de mal gusto y demás (creo recordar que Chesterton alguna vez se refirió al tema). Pero bueno, mucho más puede lograrse con vidas de santos serias. La gracia se apoya sobre la naturaleza, creo que esto también se aplica aquí. Y hemos padecido durante mucho tiempo una hagiografía angelista, un cúmulo de beaterías en lugar de la verdadera "tradición de la oración" y un arte religioso horripilante. Por lo menos a mí me ha hecho muy bien formarme en un estilo muy alejado de esas vidas de santos y en un arte sacro digno del Misterio que adoramos

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  14. Estimado Anónimo: Los que saben --lo que me deja afuera-- me hicieron releer "Las Confesiones" en clave espiritual y no como mera autobiografía (forma en que las había leído antes). De esa forma el "tolle lege" y la casi inmediata conversión de San Agustín tan radical como la caída de San Pablo en el camino de Damasco, toman otra dimensión mucho más profunda y rica.

    Respecto a su segundo párrafo, totalmente de acuerdo. Pero, ¿quién dice qué vida de santo es boba y cuál es seria? ¿quién determina quién pertenece a la "gente sencilla" y quién no?

    ¿Ha leído Las Florecillas de San Francisco? y, sin embargo, en su "bobedad" ¿no son inspiradoras? ¿no calzan bien con la personalidad del Poverello?

    Pues no me queda claro por dónde se traza la línea divisoria... y mucho menos quién tiene la autoridad para trazarla.

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  15. Bueno, el tema se las trae. Y como muchas frases del Evangelio, frente a las que uno siente cierto rechazo, con el tiempo se descubren como esplendorosamente verdaderas. En este caso, me refiero a la sorprendente respuesta de Jesùs "¿por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino Dios".
    La cita siempre me hizo ruido, y aùn màs los comentaristas piadosos y deshonestos que recurren a la explicación barata tipo "El Señor respondiò acomodaticiamente, suponiendo que los interlocutores no creìan que era Dios, por tanto no era bueno," y demàs sandeces.
    Lo que creo entender hoy de estas palabras de NS es que la santidad es siempre prestada, "participada", al modo de quien participa (incluida la naturaleza humana de la Persona de Cristo). Por tanto sólo es propia de la naturaleza divina. En los santos, se da siempre con las "resistencias de la materia", que decìa Aristòteles. No sòlo pecados o imperfecciones, que las tienen, sino también condiciones culturales, sociales, familiares. A ver si el trato que le dio Agustìn a su concubina pasa el examen de nuestro pensamiento catolico PC. O las moralinas casuistas de San Alfonso (Pieper tiene un ejemplo gráfico, que creo que es de S. Alfonso); o las pudibundeces decimonònicas de Domingo Savio, o los voluntarismos tercos de S. Ignacio con sus blancos negros si lo dice la jerarquìa, etc.
    La santidad es otra cosa. Y la tiene Dios. Nuestras justicias son trapos manchados. El justo peca siete veces por dìa.
    Sucede que la hagiografìa postridentina nos presenta el santo como una suerte de atleta moral, paño impoluto de virtudes, perfecto en todas sus facetas. Y no es asì.
    Si algo hay que agradecerle a la fàbrica de santos del Magno, es que le quitó ese falso nimbo a la santidad. Y lo hizo una cosa de jurisdicciòn absolutamente divina, por que si no ¿Quien sino Dios puede hacer santo al Marquès de Peralta?
    Y asì con cualquier santo, porque nadie es Bueno sino Dios.

    Ludovicus

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  16. Estimado amigo Cruz y Fierro:

    El "anónimo" es Xavier de Bouillon, no sé por qué no salió como firma. Paciencia.

    Creo que estamos fundamentalmente de acuerdo. No leí las "Florecillas" pero no iba a eso mi crítica. Para el caso leí "Historia de un alma" y me ha hecho un bien enorme, más allá de que el estilo pueda no gustarme. Lo que objeto es simplemente una "hagiografía" o una historia de santos y héroes "esencialista, angelista, desencarnada, donde adrede se ocultan los defectos". Porque no es eso la santidad, como bien dice Ludovico. No sabría ahora encontrar un ejemplo adecuado, pero por contraposición recuerdo que me hizo bien leer un libro sencillo, básico, de divulgación, pero sustancialmente bueno llamado "Los defectos de los santos". Libro de Urteaga muy utilizado en el Opus Dei y que precisamente va a contracorriente de esas vidas de santos (el otro de Urteaga, "El valor divino de lo humano" diferencia muy bien la santidad de la beatería, pero tiene por momentos un "lenguaje" - no propiamente una doctrina - triunfalista y medio voluntarista que hoy no aprobaría). Naturalemente esas historias con "defectos de los santos" también están en las antípodas de falsas reacciones como la de Anselm Grüm con su "espiritualidad desde abajo"...Creo que nos entendemos...

    Yo tampoco sé por donde se traza la línea divisoria...Dejemos obrar a Dios...Y me temo que las líneas divisorias que armamos los hombres - con toda la cuota de verdad que puedan tener - son peligrosas. Por caso vale la pena recordar las polémicas entre quienes parecen considerar que el mejor arte sacro es el de los íconos rusos o las de aquellos que consideran heterodoxo el gótico frente al románico y un largo etcétera. Yo por mi parte y con toda la razón que le pueda dar a Disandro en su crítica al catolicismo español contrarreformista (no a su sedevacantismo)...no puedo dejar de reconocer que me parece digno el barroco hispanoamericano, desde los Ángeles arcabuceros hasta El Señor de la Paciencia. Convengamos no obstante que, por efecto del arte sulspiciano y de la cultura de plástico, tenemos hoy una imaginería religiosa de pésimo gusto. Tal vez esa sea mi línea divisoria. Pero sería el primero en oponerme a los iconoclastas que por un exceso de celo puedan escandalizar o afectar la piedad sencilla de los fieles, destruyendo de un modo jacobino ese "arte". Eso sí, a la Catedral de San Miguel - monumento de la fealdad -, si no fuera una profanación o un sacrilegio, le pondría un coche bomba...

    Xavier de Bouillon

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