Publicamos la nota aparecida en Le Figaro y redactada por el vaticanista Jean Guenois. Sirve para mostrar en pocas palabras los logros que el Papa Bergoglio ha alcanzado en este año y medio largo de pontificado.
LE FIGARO MAGAZINE
VIERNES 19 Y SÁBADO 20 DE DICIEMBRE
Guerra secreta en el vaticano
De qué manera el Papa Francisco revuelve la Iglesia
Todos los sondeos muestran la popularidad planetaria del Papa Francisco. Pero, en el seno de la Iglesia, sus métodos de trabajo y algunas de sus ideas suscitan resistencia.
POR JEAN-MARIE GUÉNOIS
SU GUARDIA MÁS CERCANA:
CARDENAL SEAN PATRICK O’MALLEY, arzobispo de Boston, despiadado con los asuntos de pedofilia. Aconseja al Papa muy de cerca.
CARDENAL OSCAR MARADIAGA. Este hondureño ha propuesto al Papa nombrar un matrimonio para un cargo clave de la curia romana.
CARDENAL GEORGE PELL. Este australiano es prefecto del nuevo secretariado para los asuntos económicos de la Santa Sede.
CARDENAL WALTER KASPER. Abogado del ecumenismo, este alemán es partidario del acceso a los sacramentos de los católicos divorciados y vueltos a casar.
CARDENAL REINHARD MARX, Arzobispo de Múnich, presidente de la conferencia episcopal alemana, quiere “una Iglesia que cierre”.
Una vez elegido Papa, Francisco ha roto enseguida con la cortesía de Europa y sus viejas costumbres. Es una “abuela estéril”, lanzó en Estrasburgo, a principios de diciembre, hablando del Viejo Continente. Todo lo que el papado conservaba de “imperial”, ha crolado. Nada de genuflexiones delante de él. Menos aún el besamanos. Este Papa, que se siente antes obispo de Roma –la palabra “Papa” sale poco de sus labios-, ¿no le ha echado en cara su sotana, hace unos días, a un prelado que recibió para una reunión de trabajo? Basta el clergyman como vestimenta.
El 13 de marzo de 2013, cuando el cardenal Jorge Mario Bergollio, el irreductible cardenal-arzobispo de Buenos Aires, asumió el gobierno de la barca de Pedro, todo el mundo ha saludado a este “Papa que ha venido de fuera”, pero no se midió bien, entonces, hasta qué punto su origen le llevaría a mirar al mundo desde otra perspectiva: desde abajo, desde el hemisferio Sur.
Desde fuera, este Papa gusta. Como nunca antes: su brillantez, sus frases chocantes, sus gestos espectaculares han tenido éxito. Pero este estado de gracia se difumina entre los círculos dirigentes de la Iglesia. Incluso parece que algo se ha tambaleado desde el sínodo de la familia de otoño de 2014. Como si de la tormenta surgiese una majestuosidad que no se había manifestado a priori tras la elección papal. Y el cúmulo de indicios autoriza a preguntarse: ¿no se expone la Iglesia católica a afrontar una tempestad para fines de 2015, tras la segunda sesión del sínodo sobre la familia?
El 13 de marzo de 2013, cuando el cardenal Jorge Mario Bergollio, el irreductible cardenal-arzobispo de Buenos Aires, asumió el gobierno de la barca de Pedro, todo el mundo ha saludado a este “Papa que ha venido de fuera”, pero no se midió bien, entonces, hasta qué punto su origen le llevaría a mirar al mundo desde otra perspectiva: desde abajo, desde el hemisferio Sur.
Desde fuera, este Papa gusta. Como nunca antes: su brillantez, sus frases chocantes, sus gestos espectaculares han tenido éxito. Pero este estado de gracia se difumina entre los círculos dirigentes de la Iglesia. Incluso parece que algo se ha tambaleado desde el sínodo de la familia de otoño de 2014. Como si de la tormenta surgiese una majestuosidad que no se había manifestado a priori tras la elección papal. Y el cúmulo de indicios autoriza a preguntarse: ¿no se expone la Iglesia católica a afrontar una tempestad para fines de 2015, tras la segunda sesión del sínodo sobre la familia?
Dos razones fundamentales explican este contrasentido. En primer lugar, la visión eclesial de Francisco. Aunque es de espiritualidad clásica, parece claramente, ahora, que está directamente inspirado y aconsejado por las corrientes católicas herederas de la visión más progresista del Vaticano II. El contraste es más llamativo si tenemos en cuenta que estas tendencias fueron combatidas –frontalmente- por Juan Pablo II y por Benedicto XVI. Sin embargo, la Iglesia no puede “empequeñecerse”, como dice el Papa, ni a la derecha ni a la izquierda, solo cuenta que esta última “sensibilidad” está hoy al mando.
El segundo factor que explica esta degradación del clima eclesial: los métodos de Francisco. Decidido a conducir el cambio, practica un modo de hacer inspirado en la cultura viril de los argentinos, que le lleva a golpear… sin ponerse los guantes. Por tanto, hay añicos en esta tienda de porcelana que es también el Vaticano.
“Él se ocupa de todo”, se afirma en las oficinas que dominan la plaza de San Pedro. Este Papa es un patrón, efectivamente. El último ejemplo, como dato: el despido, sin explicaciones, del comandante de la Guardia suiza, Daniel Anrig, nombrado por Benedicto XVI. ……. Ha tocado, esta vez, a un obispo de Paraguay considerado muy conservador, Mons. Rogelio Livieres Plano. Acusado de distintos asuntos, y demostrando que no estaba implicado, este miembro del Opus Dei ha sido obligado a dimitir, el 25 de septiembre, denunciando su disgusto por no haber podido explicarse ante el Papa.
LOS CONTESTATARIOS:
CARDENAL WALTER BRANDMULLER. Este alemán se ha opuesto a las tesis del cardenal Kasper respecto al matrimonio y la familia.
CARDENAL RAYMOND LEO BURKE. El Papa ha retirado de su función en la curia a este estadounidense juzgado por él como demasiado conservador.
CARDENAL VELASIO DE PAOLIS. Este teólogo italiano se ha posicionado también muy fuertemente contra el cardenal Kasper.
CARDENAL CARLO CAFFARRA. Muy escuchado por Juan Pablo II y por Benedicto XVI, este italiano se opone al cardenal Kasper.
Un pontificado que golpea por tanto. ¡En Argentina, su país de origen, Francisco ha desplazado o nombrado, en menos de año y medio de reinado, nada menos que… a 26 obispos de 74! Es decir, poco más de un tercio. Una fuente bien informada de ese país, muy cuidadoso para no ser identificada, considera que estos nombramientos van “todos en el mismo sentido”.
Otro ejemplo que ha saltado a los titulares, este otoño, en los Estados Unidos. El 20 de septiembre, Francisco ha nombrado para Chicago, una de las diócesis más importantes del país, a Mons. Blase J. Cupich, el obispo norteamericano considerado de los más progresistas. Francisco ha cogido totalmente a contrapié a la tendencia dominante entre los católicos estadounidenses, mucho más clásicos y “pro-vida”. La primera decisión del nuevo arzobispo, el 24 de octubre, fue abandonar el palacio episcopal sito en el distrito de alto nivel de Gold Coast para vivir en un lugar más modesto.
En Roma, el prefecto encargado del nombramiento de obispos, el cardenal canadiense Marc Ouellet, nombrado por Benedicto XVI, ha sido sobrepasado por su número 2, amigo de Francisco. El mismo método en el sector de la liturgia: el 24 de noviembre, el Papa ha colocado al muy conservador cardenal africano Robert Sarah a la cabeza de la Congregación para el culto divino, pero no sin haber cambiado antes, el 5 de noviembre –con “efecto inmediato”- a los que debían ser sus adjuntos: el inglés Anthony Ward y el español Miguel Ferrer Grenesche, dos prelados cercanos a la línea de Benedicto XVI en tal materia. Han sido reemplazados por un italiano, defensor de una vuelta a la liturgia moderna, el padre Corrado Maggioni
En Roma, el prefecto encargado del nombramiento de obispos, el cardenal canadiense Marc Ouellet, nombrado por Benedicto XVI, ha sido sobrepasado por su número 2, amigo de Francisco. El mismo método en el sector de la liturgia: el 24 de noviembre, el Papa ha colocado al muy conservador cardenal africano Robert Sarah a la cabeza de la Congregación para el culto divino, pero no sin haber cambiado antes, el 5 de noviembre –con “efecto inmediato”- a los que debían ser sus adjuntos: el inglés Anthony Ward y el español Miguel Ferrer Grenesche, dos prelados cercanos a la línea de Benedicto XVI en tal materia. Han sido reemplazados por un italiano, defensor de una vuelta a la liturgia moderna, el padre Corrado Maggioni
Caso, por último, muy emblemático: el desplazamiento del cardenal Raymond Leo Burke, prefecto del Tribunal de la signatura apostólica. Nombrado por Benedicto XVI, se ha atrevido a expresar públicamente su desacuerdo con el Papa Francisco sobre la cuestión de los católicos divorciados y vueltos a casar y de los homosexuales. Consecuencia: dos semanas después de acabado el sínodo, el 8 de noviembre, ha sido degradado y “nombrado” capellán de la Orden de Malta.
“Su forma de gobernar desconcierta”, confiesa un alto responsable de la Santa Sede, considerado por su moderación. Apoyándose en esta serie de hecho, unos cuantos –que es preciso catalogar como “contrarios” a la línea del Papa Francisco, incluso si la Iglesia no es una organización política- han inventado un neologismo para caracterizar lo que denuncian: ¡la “desratzingerización” de la curia! Esta expresión, caricaturesca, da una idea de las tensiones presentes.
“El clima interno no es bueno. El miedo impera pues nadie a día de hoy está seguro de su futuro, puesto que la Santa Sede era, por encima de todo, sinónimo de estabilidad”, explica un laico que trabaja en el Vaticano. Informado de este mal ambiente dentro de su propia casa, Francisco ha convocado a todos los empleados del Vaticano, para el 22 de diciembre, a una reunión inédita. Andrea Riccardi, fundador de San Egidio, cercano a Francisco, justifica siempre estos golpes de timón.
“El clima interno no es bueno. El miedo impera pues nadie a día de hoy está seguro de su futuro, puesto que la Santa Sede era, por encima de todo, sinónimo de estabilidad”, explica un laico que trabaja en el Vaticano. Informado de este mal ambiente dentro de su propia casa, Francisco ha convocado a todos los empleados del Vaticano, para el 22 de diciembre, a una reunión inédita. Andrea Riccardi, fundador de San Egidio, cercano a Francisco, justifica siempre estos golpes de timón.
Llamado para ocupar altas funciones en la curia, este laico escribe, el 22 de octubre, en el portal Vatican Insider: “El gobierno actual es el que dejó Benedicto XVI. Y es precisamenteen el equipo de su gobierno en el que Francisco encuentra las resistencias más fuertes al cambio. La reforma de la curia no puede limitarse a l a fusión de algunos dicasterios. El Papa tiene necesidad de colaboradores que estén en sintonía con él”.
En sí misma esta reforma no es revolucionaria. Su estructura debería estar publicada hacia mitad de febrero. Las dos medidas estelares consisten en suprimir todos los actuales consejos pontificios, que podrían compararse a las secratarías de Estado en el gobierno francés, para reunirlos en dos Congregaciones, lo equivalente a nuestros ministerios. Una de esas nuevas Congregaciones estaría encargada del mundo de los laicos, la otra de las cuestiones de justicia social. Pero es el espíritu de esta reforma lo que suscita más temores.
El cardenal Maradiaga es uno de los más cercanos consejeros del Papa ya que coordina el consejo de los ocho cardenales (“G8“ luego “G9”, con la admisión en este círculo del cardenal Pietro Parolin, el secretario de Estado del Vaticano). Explica que “la curia no puede ser considerada como la corte papal, ni como un super-gobierno de la Iglesia centralizada, sino como una estructura ágil al servicio del ministerio del Papa”.
“Una estructura ágil”, he ahí el cambio. Un documento interno, no hecho público, nos da el alma: los cardenales, los todopoderosos jefes de los dicasterios, serán reemplazados por prelados o por laicos, considerados como expertos en sus campos propios, para ayudar a gobernar en concreto al Papa. Si son obispos, no se convertirán automáticamente en cardenales. El tiempo de unos príncipes-cardenales alrededor de un rey-papa ha sido finiquitado.
Detrás de todo esto, Francisco conduce una guerra contra “el carrerismo eclesial”, así está escrito en el texto, pero pretende gobernar también según una modalidad sinodal. Si bien él es el único que decide, quiere apoyarse en procesos de maduración colectiva en los que serán consultados estructuralmente los obispos de campo y las conferencias episcopales. Esto viene de bastante lejos: con Benedicto XVI, el Secretario de Estado, el cardenal Bertone, había cogido todas las riendas. En ocho años de pontificado, el consejo de los jefes de dicasterio, los ministros, no se habían reunido más que dos o tres veces, y de un modo formal… este exceso provocó la exasperación de los cardenales que han exigido esta reforma. Pero esta reforma refuerza al Papa… A día de hoy, la política reformadora de Francisco la lleva a un cierto aislamiento. Pues, manteniendo a distancia a su administración natural, la curia, porque no tiene confianza en ella, el Papa se apoya en un equipo muy restringido y no siempre experimentado. Para las grandes decisiones, consulta a su consejo de cardenales, el G9, pero estos hombres no viven en Roma y solamente van allí cada dos meses. Un viejo “pateador” del Vaticano, italiano –conoce la casa desde niño, pues sus padres ya trabajaron también allí- puede perfectamente concluir: “Este Papa reformador está solo. Desconfía de demasiada gente. Pero algunos de sus consejeros, más realistas que el rey, empujan a veces demasiado lejos. No le hacen ningún servicio”.
Detrás del timonel, están los hombres de la maniobra inmediata, los cardenales Maradiaga o Marx, en particular, miembros del G9, para mantener el tipo. Pero hay también teólogos que definen los nuevos conceptos. Son tres: el cardenal alemán Walter Kasper, el obispo italiano Bruno Forte y el obispo argentino Víctor Manuel Fernández. Ha sido este trío el que ha encendido el fuego en el sínodo de la familia. Hasta el punto de haber provocado el bloqueo de la asamblea que no ha votado –los dos tercios requeridos- los pasajes discutidos respecto a los divorciados vueltos a casar y los homosexuales.
Solicitado repetidas veces por Le Figaro Magazine para mantener una entrevista análoga a la que nos concedió el cardenal estadounidense Raymond Burke, adversario de estas tesis, el cardenal Kasper no ha encontrado el momento para la entrevista, pero tenemos aquí lo que nos ha respondido por escrito: “No estoy disgustado. Lo que se viene en llamar ‘el efecto Francisco’ se extiende lentamente. Por consiguiente estoy convencido de que llegaremos a un acuerdo bastante amplio hacia el final del próximo sínodo. Por tanto, no hay ningún motivo para dramatizar esta situación como lo han hecho algunos medios. Pero es preciso evitar igualmente el concentrar demasiado los debates en los puntos calientes, como la cuestión de la comunión a los divorciados vueltos a casar. Hay problemas mucho más fundamentales y urgentes en el contexto del matrimonio y de la familia, que debemos debatir conjuntamente”.
Como táctica, mons. Forte, el secretario del sínodo, para nada se desconcierta: “En el Concilio Vaticano II, explica, las verdaderas revoluciones se han hecho en los debates de las sesiones”. El prelado espera por tanto que los ánimos evolucionen a favor de las reformas, de aquí al próximo octubre, en la segunda sesión del sínodo. Pero paga muy caro su compromiso: candidato, a mitad de noviembre, a la vicepresidencia de la Conferencia episcopal italiana, fue derrotado ampliamente. La elección seguía al sínodo. Este fracaso fue percibido como un mensaje al Papa. De la misma manera, particularmente en África y en los Estados Unidos, los obispos han elegido, para la próxima asamblea, representantes especialmente contrarios a cualquier evolución. Sin embargo, estas tensiones galvanizan en Mons. Fernández, hombre clave de la triada, portador de una teología de corte muy progresista. Es “el” teólogo de Francisco. Los que se oponen al Papa. A sus ojos, son “fanáticos”. El 21 de octubre, al día siguiente del sínodo, ha confiado al diario argentino La Nación haber tenido que combatir a un “grupo de seis o siete prelados, muy fanáticos y muy agresivos, pero que no representan más que el 5% del total”. Palabras que confirma en un libro-entrevista publicado precisamente estos días en Roma.
Como táctica, mons. Forte, el secretario del sínodo, para nada se desconcierta: “En el Concilio Vaticano II, explica, las verdaderas revoluciones se han hecho en los debates de las sesiones”. El prelado espera por tanto que los ánimos evolucionen a favor de las reformas, de aquí al próximo octubre, en la segunda sesión del sínodo. Pero paga muy caro su compromiso: candidato, a mitad de noviembre, a la vicepresidencia de la Conferencia episcopal italiana, fue derrotado ampliamente. La elección seguía al sínodo. Este fracaso fue percibido como un mensaje al Papa. De la misma manera, particularmente en África y en los Estados Unidos, los obispos han elegido, para la próxima asamblea, representantes especialmente contrarios a cualquier evolución. Sin embargo, estas tensiones galvanizan en Mons. Fernández, hombre clave de la triada, portador de una teología de corte muy progresista. Es “el” teólogo de Francisco. Los que se oponen al Papa. A sus ojos, son “fanáticos”. El 21 de octubre, al día siguiente del sínodo, ha confiado al diario argentino La Nación haber tenido que combatir a un “grupo de seis o siete prelados, muy fanáticos y muy agresivos, pero que no representan más que el 5% del total”. Palabras que confirma en un libro-entrevista publicado precisamente estos días en Roma.
En este contexto tan conflictivo, el Papa Francisco trata de tranquilizar a fin de calmar a una opinión católica inquieta. En este sentido ha hablado tres veces en una semana: “Las verdades fundamentales del sacramento del matrimonio, es decir, la indisolubilidad, la unidad, la fidelidad y la apertura a la vida” serán mantenidas, garantizó el 10 de diciembre. La víspera, sin embargo, hizo enviar a todas las conferencias episcopales diversos “puntos de profundización” de cara al próximo sínodo que parecen confirmar la reforma que está en camino. El documento insiste otra vez y muy claramente en los dos puntos que no tuvieron la aprobación de los dos tercios de la asamblea: el acceso a la comunión de los divorciados y vueltos a casar y la acogida a las personas homosexuales…
Otro dossier se perfila igualmente en el horizonte, pero esta vez muy discretamente: la ordenación de hombres casados, los viri probati, hombres en edad madura y de fe probada a los que la Iglesia conferiría el sacerdocio. En octubre, el Papa ha encargado a mons. Edwin Kräutler, un obispo brasileño de origen austriaco que le había pedido permiso para avanzar en este sentido, que le haga diversas propuestas. Apoyado por el cardenal Claudio Hummes, un amigo muy cercano del Papa (Francisco le había pedido estar a su lado en su primera aparición en el balcón de San Pedro), este obispo acaba de obtener de la Conferencia de los obispos brasileños la creación de un “comisión de estudio para la ordenación de hombres casados”. El proyecto ha sido ya puesto en marcha. Roma no hará otra cosa sino autorizar ad experimentum algunos casos en Brasil. “El episcopado alemán está preparado igualmente para esta “experiencia”.
Otro dossier se perfila igualmente en el horizonte, pero esta vez muy discretamente: la ordenación de hombres casados, los viri probati, hombres en edad madura y de fe probada a los que la Iglesia conferiría el sacerdocio. En octubre, el Papa ha encargado a mons. Edwin Kräutler, un obispo brasileño de origen austriaco que le había pedido permiso para avanzar en este sentido, que le haga diversas propuestas. Apoyado por el cardenal Claudio Hummes, un amigo muy cercano del Papa (Francisco le había pedido estar a su lado en su primera aparición en el balcón de San Pedro), este obispo acaba de obtener de la Conferencia de los obispos brasileños la creación de un “comisión de estudio para la ordenación de hombres casados”. El proyecto ha sido ya puesto en marcha. Roma no hará otra cosa sino autorizar ad experimentum algunos casos en Brasil. “El episcopado alemán está preparado igualmente para esta “experiencia”.
¿Qué quiere, pues, Francisco? Un español que le conoce particularmente bien, ya que es el superior de los jesuitas, el padre Adolfo Nicolás, corrobora que Francisco no pretende hacer una reforma, sino una “revolución”. Si va hasta el final, “las consecuencias de estos cambios serán de una gravedad inaudita”, se intranquiliza el cardenal italiano Velasio De Paolis.
¿Hasta dónde irá pues Francisco respecto a las cuestiones morales en particular? A su regreso de Estrasburgo, preguntado sobre el sínodo, el Papa ha eludido el rumbo que ha tomado, insistiendo sobre el método: “Siamo in camino”, ha proclamado, “Estamos en camino”.
¿Hasta dónde irá pues Francisco respecto a las cuestiones morales en particular? A su regreso de Estrasburgo, preguntado sobre el sínodo, el Papa ha eludido el rumbo que ha tomado, insistiendo sobre el método: “Siamo in camino”, ha proclamado, “Estamos en camino”.
JEAN-MARIE GUÉNOIS
[Traducido por: José Luis Aberasturi y Martínez para Adelante la Fe. Original proporcionado por Adelante la Fe]