Nos enteramos ayer de un nuevo capricho pontificio: el Santo Padre modificó la ceremonia del lavatorio de los pies del Jueves Santo. En el documento se establece que, “a partir de ahora, los Pastores de la Iglesia puedan elegir a los participantes en el rito entre todos los miembros del Pueblo de Dios”. Sin ser un liturgista, me animo a hacer algunas observaciones:
1. No me parece que se trate propiamente de la modificación de un rito y, si lo es, es un detalle secundario. Hubiera sido más grave, por ejemplo, que dispusiera que en vez de lavado de pies fuera lavado de dientes, o que también pudieran ser elegidos para el rito las mascotas o los marcianos. Con Bergoglio, todo es posible.
2. En principio, me parece mucho más grave la disposición que tomó Juan Pablo II hace algunas décadas permitiendo que las niñas y mujeres ayudarán a misa. Es verdad que el monaguillo no es parte integrante del rito, pero a los efectos prácticos impacta mucho más una adolescente vestida de alba o de sotana sirviendo el vino en el cáliz que una buena señora a la que el cura le lava el pie una vez al año.
3. Yo sospecho que esta disposición va a dar lugar a los dislates más variados. Porque ¿quién soy yo para juzgar quién pertenece o no al Pueblo de Dios? ¿Es que puedo decirle a un judío, a un pentecostal o a un musulmán que ellos no son parte de esa casta? ¡Qué horror! Lejos de nosotros, los católicos, tamaña discriminación. Si hasta lo ateos podrán ser invitados ofrecer sus patitas siempre y cuando busquen con sinceridad la verdad.
Sin embargo, y más allá de estas consideraciones sobre el caso puntual que nos ocupa, el hecho viene, una vez más, a confirmar la grave patología que padece el papa Francisco: la psicopatía. Hace lo que se le ocurre y porque se le ocurre sin medir o mirar consecuencias.
En este blog ya comentamos hace varios meses acerca del informe que envió a la Congregación de Obispos quien era en su momento Prepósito General de la Compañía de Jesús, P. Peter Hans Kolvenbach, cuando se le consultó su opinión acerca de consagrar al P. Jorge Bergoglio como obispo auxiliar de Buenos Aires. Lo desaconsejó vivamente argumentando que el sacerdote padecía graves desórdenes psicológicos. Quienes lo sufrieron como arzobispo podrán dar fe de estos desequilibrios, como dio fe también quien fuera nuncio en Argentina, Mons. Adriano Bernardini, que lo definió como un “hombre enfermo de poder” (Diego GENOUD, Massa. La biografía no autorizada, Sudamericana, Buenos Aires, 2015, p. 96).
Más allá de esta información, que muchos pondrán razonablemente en duda, es cuestión de repasar los principales rasgos de un psicópata tal como los define la psiquiatría:
1- Emotivos: El área emocional/interpersonal, es sin lugar a dudas la que más diferencia al psicópata de la persona normal. Se podría decir que no sienten las emociones como el resto de las personas. Se muestran como personas locuaces, se expresan con encanto, tienen respuestas vivaces y presentan historias muy improbables, pero convincentes, que les deja a ellos en buen lugar.
¿Recuerdan la pasmosa frialdad que expresa en los videos cuando saluda a la familia de Asia Bibi o a la del novio de su exalumno, o a quienes le llevaron el bastón de Santa Teresa?
2- Superficiales: Se observa mucha superficialidad, habla de cosas atractivas para las que no tiene preparación, como poesía, literatura, sociología, o filosofía. Y no le suele importar mucho si se evidencia que sus historias son falsas, o lo ponen en evidencia.
En este caso, es cuestión de leer un par de sermones o alocuciones y será suficiente para darnos cuenta de su superficialidad y supina ignorancia.
3- Narcisistas: El psicópata tiene además, una autoestima muy elevada, un gran narcisismo, un egocentrismo descomunal y una sensación omnipresente de que todo le es permitido. Se siente el centro del universo.
Por eso mismo es que cambia sin más un rito, por ejemplo, o deja en la calle al cardenal Burke, o quiere dar la comunión a quienes viven en situación de adulterio. Nada opone a su voluntad omnímoda.
4-
Fríos: No experimentan ninguna preocupación por los efectos de sus actos en los demás y, en ocasiones, lo manifiestan claramente. Esta
falta de remordimientos y sentimientos de culpa lo lleva a tener una conducta "fría" y distanciada emocionalmente.
“¡Qué te hicieron!”, es la frase más conocida de él. No le importó dejar sin trabajo a personal de la curia, perseguir sacerdotes de un modo atroz, manipular obispos o espiar a los miembros de su presbiterio. ¿Se han dado cuenta, además, que jamás menciona a su madre? Y jamás la mencionó tampoco durante su episcopado en Buenos Aires. El finado Omar Bello, amigo suyo y autor de una biografía, estaba espantado frente a esta frialdad con respecto nada menos que hacia quien le había dado la vida.
5- Mitómanos: Además, tienen mucha dificultad en ponerse en el lugar de los demás (empatía), y suelen mentir, engañar y manipular con el objetivo de salirse con la suya.
Vendría muy bien citar una información precisa que ilustra esta característica, pero no tengo permiso para hacerlo. Sin embargo, en este blog hemos destacado en varias oportunidades las veces en que Bergoglio ha mentido descaradamente. Y lo peor es que no le importa.
6- Impulsivos: A nivel conductual suele ser una persona impulsiva, que no valora los pros y los contras de sus actos. Esta misma impulsividad lo lleva a un deficiente control conductual, es extraordinariamente reactivo a lo que él considera que son las provocaciones o insultos, que no se consideran como tal por otras personas, actuando con violencia física y verbal, normalmente desproporcionada a la "ofensa" sufrida. No posee la capacidad de inhibir su respuesta que generalmente suele ser muy agresiva, tanto física como verbalmente.
Podríamos citar aquí la reacción que tuvo contra los cardenales que firmaron la carta durante el Sínodo y que reportó en su momento Sandro Magister o, más cercano aún, la reacción infantil e impulsiva que ha tenido hacia el presidente Macri a quien se ha negado a recibir, y aún a saludar telefónicamente por su triunfo y asunción de la magistratura.
Ciertamente, podrían agregarse varias características más del psicópata. Pero creo que estas seis son suficientes para caer en la cuenta de quién es Bergoglio y de quién es el que está manejando los destinos de la Iglesia de Cristo.