sábado, 15 de enero de 2022

Dilecta mea. Reflexiones sobre la misa tradicional de Mons. Viganò

 

Mons. Carlo Maria Viganò celebrando la Misa

Los que permitís que se prohíba la Misa Tradicional, ¿la habéis celebrado alguna vez? Los que desde lo alto de vuestras cátedras de liturgia dictáis amargas sentencias sobre la Misa de antes, ¿habéis meditado alguna vez en sus oraciones, sus ritos y sus sagrados gestos ancestrales? Me lo he preguntado muchas veces en estos últimos años. Porque yo mismo, que he conocido esa Misa desde pequeño, que cuando todavía llevaba pantalón corto aprendí a acolitarla, prácticamente la tenía olvidada y perdida. Introibo ad altare Dei. Me arrodillaba en invierno sobre las gradas heladas del presbiterio antes de ir al colegio. Sudaba bajo la ropa de monaguillo en algunos días de canícula. Me había olvidado de esta Misa, que fue precisamente aquella con la que me ordené sacerdote el 24 de marzo de 1968, en una época en la que ya se oteaban en el horizonte los primeros indicios de aquella revolución que en poco tiempo despojaría a la Iglesia de su más valioso tesoro para imponer en su lugar un rito adulterado.

Pues bien, aquella Misa que las reformas conciliares suprimieron y prohibieron en mis primeros años de sacerdocio permanecía como un lejano recuerdo, como la sonrisa de una persona querida lejana, la mirada de un pariente difunto y el amable tañido de las campanas en los domingos. Era algo relacionado con la nostalgia, la juventud, el entusiasmo de una época en que las obligaciones eclesiásticas aún estaban por venir, en la que todos creíamos que el mundo podía recuperarse de la posguerra y del peligro del comunismo con un renacimiento espiritual. Queríamos creer que el bienestar económico vendría acompañado de un renacimiento moral y religioso de nuestro país. A pesar del 68, las huelgas, el terrorismo, las Brigadas Rojas y la crisis de Oriente Próximo. Entre mil y un cometidos eclesiásticos, se consolidó en mi memoria el recuerdo de algo que en realidad había quedado sin resolver y que por el momento se había dejado de lado durante años. Algo que esperaba pacientemente, con la paciencia que sólo Dios tiene con nosotros.

Mi decisión de denunciar los escándalos de los prelados estadounidenses y la Curia Romana me brindó la oportunidad de ver desde otra perspectiva no sólo mi misión como arzobispo y nuncio apostólico, sino también el alma de aquel sacerdocio que mi servicio, primero en el Vaticano y más tarde en Estados Unidos, había dejado incompleto; más para mi sacerdocio que para el ministerio. Lo que hasta aquel momento no había entendido me resultó diáfano debido a una circunstancia inesperada, cuando mi seguridad personal pareció peligrar y, de mala gana, me vi obligado a vivir prácticamente en la clandestinidad, lejos de los palacios de la Curia. Entonces, gracias a aquella bendita separación, que actualmente considero una especie de vocación monástica, me llevó a redescubrir la Misa Tridentina. Recuerdo bien el día en que en lugar de la casulla me revestí con las vestiduras tradicionales, gorjal ambrosiano y manípulo. Recuerdo el temor que experimenté al pronunciar, al cabo de casi cincuenta años, aquellas oraciones del Misal que afloraban a mis labios como si las hubiese recitado hacía poco tiempo. Confitemi, Dominus, quoniam bonus en lugar del salmo Judica me, Deus del Rito Romano. Munda cor meum ac labia mea. Estas palabras ya no eran las del acólito o el joven seminarista, sino las del celebrante. De mí que, me atrevo a decir por primera vez, celebraba ante la Santísima Trinidad. Pues si bien es cierto que el sacerdote es una persona que vive esencialmente para los demás –para Dios y para el prójimo–, también es verdad que si no es consciente de su propia identidad y no cultiva la santidad su apostolado será estéril como címbalo que retiñe.

Sé bien que estas reflexiones pueden dejar indiferente, o incluso despertar compasión, en quien jamás haya tenido la gracia de celebrar la Misa de siempre. Pero supongo que pasará igual con quien nunca se haya enamorado y no entienda el casto éxtasis del amado ante la amada, para quien no conozca la dicha de perderse en la mirada de ella. El adusto liturgista, el prelado de clergyman con el pectoral en el bolsillo, el consultor de una congregación romana que va por ahí con el último número de Concilium o de Civiltà Cattolica bajo el brazo, observan la Misa de San Pío V con la atención que pone un entomólogo en el estudio de los insectos, o como un naturalista mira las venas de una hoja o las alas de una mariposa. Es más, a veces me pregunto si lo hacen con la asepsia del cirujano que corta con el bisturí un cuerpo vivo. Pero si un sacerdote con un mínimo de vida interior se acerca a la Misa antigua, independientemente de que la hubiera conocido antes o la acabe de descubrir, quedará hondamente impresionado por la majestuosidad del rito, como si saliera del tiempo y se adentrara en la eternidad de Dios.

Lo que me gustaría que entendieran mis hermanos en el episcopado y el sacerdocio es que esa Misa es intrínsecamente divina, porque en ella se percibe lo sagrado de un modo visceral; literalmente, uno se siente arrebatado al Cielo, en presencia de la Santísima Trinidad y la corte celestial y lejos del mundanal ruido. Es un canto de amor en el que la repetición de los gestos, reverencias y palabras sagradas no tiene nada de superfluo, del mismo modo que una madre nunca se cansa de besar a su hijo y una esposa de repetir a su esposo que lo quiere. Se olvida uno de todo lo demás, porque todo lo que se dice y canta en dicha Misa es eterno, todos los gestos son perennes, quedan fuera de la historia y se está inmerso en un continuum que une el Cenáculo, el Calvario y el altar donde se celebra. El celebrante no se dirige a la asamblea con la preocupación de que se le entienda, o de caer simpático o estar al día, sino que se dirige a Dios; y ante Dios sólo hay una sensación de infinita gratitud por el privilegio de transmitir las oraciones del pueblo cristiano, la alegría y el dolor de tantas almas, los pecados y faltas de quienes imploran perdón y misericordia, el agradecimiento por las gracias recibidas y el sufragio por nuestros seres queridos difuntos. Si se está solo, uno se siente al mismo tiempo íntimamente unido a una interminable multitud de almas que atraviesa el tiempo y el espacio.

Cuando celebro la Misa apostólica, pienso que en ese mismo altar consagrado con las reliquias de mártires han celebrado innumerables santos y millares de sacerdotes empleando las mismas palabras, los mismos gestos, haciendo las mismas inclinaciones y genuflexiones y vistiendo las mismas vestiduras. Y ante todo, comulgado el Cuerpo y Sangre mismos de Nuestro Señor, al que todos hemos sido asimilados en la ofrenda del Santo Sacrificio. Cuando celebro la Misa de siempre, me doy cuenta del modo más sublime y total del verdadero significado de lo que nos enseña la doctrina. Actuar in persona Christi no es la repetición mecánica de una fórmula, sino saber que mi boca dice las mismas palabras que pronunció el Salvador sobre el pan y el vino en el cenáculo; que mientras elevo la Hostia y el Cáliz repito la inmolación de Cristo en la Cruz; que al comulgar consumo la Víctima propiciatoria y me alimento de Dios, y no participo en un banquete. Y junto conmigo, toda la Iglesia: la triunfante, que se digna unirse a mi súplica; la purgante, que la espera para abreviar su paso por el Purgatorio; y la militante, que cobra fuerzas en la batalla espiritual de cada día. Pero si, tal como profesamos con fe, nuestra boca es la boca de Cristo; si de veras las palabras que pronunciamos en la Consagración son las de Cristo; si las manos con las que tocamos la Santa Hostia y el Cáliz son las de Cristo, ¿qué respeto no habremos de tener por nuestro cuerpo para mantenerlo puro e incontaminado? ¿Qué mejor estímulo para permanecer en gracia de Dios? Mundamini, qui fertis vasa Domini. Y, con las palabras del Misal: Aufer a nobis, quæsumus, Domine, iniquitates nostras: ut ad sancta sanctorum puris mereamur mentibus introire.

Me dirá el teólogo que eso es doctrina común, y que la Misa es ni más ni menos que eso, sea cual sea el rito. Racionalmente, no lo niego. Pero si bien la celebración de la Misa Tridentina es una constante exhortación a una continuidad ininterrumpida de la obra de la Redención constelada de santos y beatos, no me parece que eso se pueda decir del rito reformado. Si observo la mesa versus populum, veo el altar luterano o la mesa protestante; si leo las palabras de la Institución como una narración de la Última Cena, percibo las modificaciones introducidas por el Libro de oración común del anglicano Cranmer y el servicio de Calvino; si hojeo el calendario reformado, veo que faltan precisamente los santos que acabaron con los herejes de la pseudoreforma. Y lo mismo pasa con los cantos, que pondrían los pelos de punta a un católico inglés o alemán: oír bajo la bóveda de una iglesia corales de quienes martirizaban a nuestros sacerdotes y pisoteaban el Santísimo Sacramento en desprecio de una superstición papista, debería ayudar a entender el abismo que media entre la Misa católica y su falsificación conciliar. Y no digamos la lengua: los primeros en suprimir el latín fueron los herejes para que el pueblo entendiera mejor el rito; un pueblo al que engañaban impugnando la verdad revelada y propagando el error. En el Novus Ordo todo es profano. Todo es momentáneo, accidental, contingente, variable, mudable. No hay nada de eterno, porque la eternidad es inmutable, como es inmutable la Fe. Y como es inmutable Dios.

Hay otro aspecto de la Santa Misa Tradicional que me gustaría destacar y que nos une a los santos y mártires de otros tiempos. Desde la época de las catacumbas y hasta las últimas persecuciones, dondequiera que un sacerdote celebre el Santo Sacrificio, aunque sea en un sótano, un bosque, un granero o incluso una camioneta, místicamente está en comunión con innumerables testigos heroicos de la Fe, y sobre aquel altar improvisado se fija la mirada de la Santísima Trinidad, se postran adorantes todos los coros angélicos y contemplan las almas purgantes. También en esto, y sobre todo en esto, cada uno de nosotros comprende cómo establece la Tradición un vínculo indisoluble a través de los siglos o sólo con la celosa custodia de dicho tesoro sino también al afrontar las pruebas que supone, incluso la muerte. Teniendo esto presente, la arrogancia del tirano actual con sus delirantes decretos debe confirmarnos en la fidelidad a Cristo y hacer que nos sintamos parte integral de la Iglesia de todos los tiempos, porque la palma de la victoria no se alcanza si no se está dispuesto a combatir el bonum certamen, la buena batalla.

Me gustaría que mis hermanos en el sacerdocio se atreviesen a hacer algo a lo que muchos no se atreven: acercarse a la Misa Tridentina, no atraídos por los encajes de una sobrepelliz o el recamado de una planeta, ni siquiera por la mera convicción racional de su legitimidad canónica, o porque nunca haya sido abolida; sino con el temor reverencial con que se acercó Moisés a la zarza ardiente; sabiendo que cada uno de nosotros, al bajar del presbiterio después del último Evangelio, está interiormente transfigurado por haber estado en presencia del Santo de los santos. Sólo allí, sobre ese místico Sinaí, podemos captar la esencia misma de nuestro sacerdocio, que antes que nada es la entrega de uno mismo a Dios; la oblación total de uno mismo a Cristo Víctima para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas; el sacrificio espiritual que saca fuerzas y vigor de la Misa; la renuncia de uno mismo para dejar lugar al Sumo Sacerdote; señal de verdadera humildad en el aniquilamiento de la propia voluntad y el abandono a la del Padre, siguiendo el ejemplo del Señor; un gesto de auténtica comunión con los santos participando de la misma profesión de fe y el mismo rito. Me gustaría que esta experiencia la tuvieran no solo quienes llevan décadas celebrando según el Novus Ordo, sino sobre todo los sacerdotes jóvenes y todos los que ejercen su ministerio en primera línea; la Misa de San Pío V es para espíritus indómitos, para almas generosas y heroicas, para corazones ardientes de caridad por Dios y por el prójimo.

Lo sé muy bien; hoy en día la vida del sacerdote supone miles de pruebas, estrés, la sensación de estar solo en el combate contra el mundo y ante el desinterés y el ostracismo por parte de los superiores; un lento desgaste que distrae e impide el recogimiento, la vida interior y el crecimiento espiritual. Sé de sobra que esa sensación de asedio, de sentirse como un marinero que gobierna solo una nave en medio de la tempestad, no es sólo cosa de tradicionalistas y progresistas; es el destino común de todos los que han ofrecido la vida al Señor en la Iglesia, cada uno con sus miserias, sus problemas económicos, incomprensión por parte del obispo, críticas de los hermanos y las peticiones de los fieles. Y esas horas de soledad, en las que la presencia de Dios y la compañía de la Virgen se sienten lejanas, como en la noche oscura de San Juan de la Cruz. Quare me repulisti? Et quare tristis incedo, dum affligit me inimicus? Cuando el Demonio se arrastra sinuosamente entre internet y la televisión, quærens quem devoret,aprovechándose traicioneramente de nuestro cansancio. En esos casos, que todos afrontamos como Nuestro Señor en Getsemaní, Satanás quiere atacar nuestro sacerdocio presentándose persuasivo como Salomé ante Herodes para pedirle la cabeza de Juan Bautista. Ab homine doloso et iniquo erue me. Todos somos iguales a la hora de la prueba. Porque el Enemigo no sólo quiere vencer sobre nuestras pobres almas de bautizados, sino sobre Cristo Sacerdote, cuya unción llevamos.

Por eso, hoy más que nunca la Santa Misa Tridentina es la única ancla de salvación del sacerdocio católico, ya que con ella el sacerdote renace todos los días en esos momentos privilegiados de íntima unión con la Santísima Trinidad y obtiene de ella gracias indispensables para no caer en pecado, avanzar en el camino de la santidad y encontrar un sano equilibrio para ejercer su ministerio. Pensar que todo se pueda despachar como una cuestión de simple ceremonia o estética significa que no han entendido nada de su vocación. Porque la Santa Misa de siempre –y lo es de verdad, y siempre se ha opuesto a ella el Adversario– no es una amante complaciente que se ofrece a cualquiera, sino una esposa celosa y casta, como también el Señor es celoso.

¿Queréis agradar a Dios o a quien os tiene alejados de Él? En el fondo, la pregunta siempre es la misma: hay que elegir entre el yugo suave de Cristo y la cadena de esclavitud del adversario. La respuesta se mostrará clara y nítida en el momento en que, deslumbrados por el inconmensurable tesoro que os estaba oculto, descubráis lo que significa celebrar el Santo Sacrificio no como ridículos presidentes de asamblea sino como «ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios» (1Cor.4,1).

Echad mano del Misal, pedid ayuda a un sacerdote amigo y subid al monte de la Transfiguración; Emitte lucem tuam et veritatem tuam: ipsa me deduxerunt, et adduxerunt in montem sanctum tuum, et in tabernacula tua. Como Pedro, Santiago y Juan, exclamaréis: Domine, bonum est nos hic esse, «Señor, qué bueno es estar aquí» (Mt.17,4). O, con las palabras del salmista que repite el celebrante durante el Ofertorio, Domine, dilexi decorem domus tuæ, et locum habitationis gloriæ tuæ.

Cuando lo hayáis descubierto, nadie os podrá arrebatar aquello por lo cual el Señor ya no nos llama siervos sino amigos (Jn.15,15). Nadie podrá convenceros jamás para que renunciéis a ello obligándoos a contentaros con su adulteración, fruto de una mentalidad rebelde. Eratis enim aliquando tenebræ: nunc enim lux in Domino. Ut filii lucis ambulate. «Fuisteis algún tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad, pues, como hijos de la luz» (Ef.5,8). Propter quod dicit: Surge qui dormis, et exsurge a mortuis, et illuminabit te Christus. «Por lo cual dice: “Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo”» (Ef.5,14).


†Carlo Maria Viganò, arzobispo

(traducido por Bruno de la Inmaculada)

34 comentarios:

  1. Casi un poema! Emocionante como un hombre de su edad ama su sacerdocio y la misa con tal devoción. Quién pudiera!? Me recuerda a mi juventud fervorosa.
    No hace falta mencionar a cuántas grandes almas conquistó el rito romano y las arrebató a lo alto.
    Tampoco hace falta decir (creo) que todos aquellos que veníamos del N.O. y conocimos la misa de siempre, no pudimos volver atrás. Aunque quisiéramos e intentáramos ( en ocasiones). Es inevitable. Es como una especie de conversión. Un llamativo encanto!
    Gracias por compartir esta sentida carta!
    A.G.

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  2. Bien fundado y bien redactado... pero adolesce del mismo problema que el modernismo: el mundo parece terminarse en los muros del Vaticano. Afirmar que "...la Santa Misa Tridentina es la única ancla de salvación del sacerdocio católico, ya que con ella el sacerdote renace todos los días en esos momentos privilegiados de íntima unión con la Santísima Trinidad y obtiene de ella gracias indispensables para no caer en pecado, avanzar en el camino de la santidad y encontrar un sano equilibrio para ejercer su ministerio..." es un respetuoso insulto a las liturgias anteriores o contemporáneas a la Tridentina, abundantes en las Iglesias en comunión con la Sede Romana, y las que aún sobreviven en oriente, como la de Santiago Apóstol.

    Similar a lo que ocurre con la super-jurisdicción papal, que de ser tradicional, debería haber implicado una sumición formal del Apóstol San Juan a Linus I de Roma. Esto nunca ocurrió y el Papa de Roma (primero el Patriarca de Alejandría usó el título de Papa) respetó a sus cuatro hermanos Patriarcas hasta el siglo XI.

    En la opinión de los teólogos de las cuatro iglesias hermanas de Roma, la crisis actual encuentra su raíz en esta pretención de omnipotencia, quizá el arrastre de los pontífices paganos del pasado o la sombra del emperador antiguo-romano. Entonces, termina habiendo un mandamiento antes que los otros diez, que es la obediencia jerárquica, por encima de todo. Esa anomalía tiende a crecer como un tumor, dejando de lado cada vez más cosas, hasta quedar solo eso. Llegamos a ese punto hoy en día. ¿No es hora de replantearlo?

    Quizá, para no entrar en conflicto con todo lo hecho hasta la fecha, haya que hacer una contrapartida del CVI: definir los límites del Papa y cualquier jerarquía de la Iglesia. Cosas que no pueden cambiarse, como lo fue originalmente el "canon", hasta que vuelvan a un ejercicio razonable del poder. No el abuso constante y normalizado con el que convivimos.

    Alberto

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    1. Alberto, qué manera de sacar conclusiones erróneas! Qué manera de interpretar sesgadamente una carta devota!
      Desde ya, hay muchos matices en cuanto a la liturgia; como en todo. Más allá de que simpatice o no con Viganó, hay que entender por qué la escribe y desde qué perspectiva. Hay que atender a lo que dice. Cualquier lector con buena intención, entiende que está apreciando un tesoro de la iglesia occidental, en donde el nació y creció. Nada más. Jamás afirma que las demás liturgias válidas y tradicionales no sean medio de salvación. Usted lleva el argumento a cualquier parte. Ya se ha discutido vastamente en este blog el ultramontanismo y la reduccionista pero necesaria reforma; con todo lo que trajo de bueno y de malo. Ya lo sabemos o intentamos saberlo y asimilarlo. No es el punto de la carta. Apunta hacia otro lado. Apunta a compartir a sus hermanos en el sacerdocio y a todos un invaluable tesoro de la iglesia; que él re-descubrió y quiere compartir. Siendo la santa misa fuente y culmen de la vida cristiana no me parece cosa menor la carta de este obispo. Con el condimento de su devoción casi infantil ( no el sentido peyorativo, sino por lo transparente y genuina, al menos eso dejan ver sus palabras)
      Quédese con lo bueno, que para malo hay mucho hoy en día.
      Suyo.
      A.G.

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    2. Estimado,
      Usa la expresión "misa tridentina" de manera coloquial. La misa tridentina no existe ni existió nunca. Todos los ritos católicos que se precian tienen origen apostólico. Lo que hace Mons. Viganó es siempre en comparación con el Novus Ordo; no tiene ningún desprecio por otros ritos católicos y apostólicos. Se lo garantizo.

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    3. Estimado Alberto: No me parece sea la intención de Mons. Vigano denostar ningún beneméito rito de hecho si presta atención apreciara que parece celebrar habitualmente en el ambrosiano, superviviente a la reforma tridentina por haber comprobado una antigüedad suficiente para entonces y no es el que celebraba en el Vaticano o la ciudad de Roma. Entiendo que Mons. Sólo esta narrando su experiencia personal después de mucho andar por la vida y pasar varias situaciones adversas, como si yo le dijera "El mate es mi fiel compañero de soledades" y alguien diga que es un insulto a los que toman café o te. Por supuesto que Vigano se refiere a cosas infinitamente más sublimes que las de mi pobre ejemplo pero sólo quería señalar que no creo haya sido intención del prelado dar aquí cátedra de nada ni escribir un manual de espiritualidad. Sdos. El monaguillo del cura loco.

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    4. A Alberto, Anónimo de 17 de enero de 2022, 10:24

      Concuerdo con A.G., Anónimo de 17 de enero de 2022, 12:48.-

      Hay que entender por qué la escribe y desde qué perspectiva lo hace; ó, si se quiere, en qué momento la escribe y desde qué situación personal. Y, por supuesto, hay que atender a lo que dice ó se lee, más que priorizar lo que uno quiere ver, escuchar o replicar.

      Hay que quedarse con lo bueno, pues malo hay mucho. Y, si se puede, mejorarlo.

      Pegarle a todos por todo, no veo que sea un buen ejercicio. Tampoco que sea edificante ó ejemplificador. Por el contrario, termina siendo desgastante y desalentador.-

      Por otro lado, Estimado: no entiendo cómo se haría una contrapartida del CVI, definiendo los límites del Papa y cualquier jerarquía de la Iglesia, hasta que vuelvan (en plural, como consignó) a un ejercicio razonable del poder, pues todo es convivir (según escribe) con un abuso constante y normalizado.-

      Un saludo.-

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    5. Alberto:

      Eso de "respetuoso insulto" lo dice usted, seguramente porque tiene algo en su mente (la perorata que escribe detrás) y ve lo que no hay.

      El señor Arzobispo está comparando el rito tridentino y el rito Bugnini-Montini. Y habla no sólo comparando los dos ritos, sino como celebrante. Y como celebrante que realmente habla latín y entiende sin ninguna dificultad lo que recita.

      Normalmente cuando un católico habla de la liturgia, se refiere, y todos entendemos, a la liturgia latina, que es la mayoritaria.

      Muy seguramente otras liturgias católicas (no todas) han conservado esas oraciones a las que se refiere Vigano, otras parecidas o incluso mejores en las que el celebrante pide la pureza para celebrar los sagrados misterios y que el sacrificio sea aceptado.

      Pero él no se está refiriendo a eso. Además dudo que él o ninguno de nosotros conozcamos las lenguas litúrgicas orientales para poder apreciar lo que solo el sacerdote puede decir, dice en voz baja o tras el iconostasio o el velo.

      El papacesarismo de Roma obedece a razones históricas:

      El hundimiento del Imperio romano de Occidente, la alianza entre carolingios y el Papado y la actividad misionera de España y Portugal.

      Si otras sedes apostólicas no hubieran sido invadidas por los musulmanes y hubieran tenido esas alianzas en provecho mutuo, ahora Roma tal vez no estaría en Roma, sino en Antioquía o en Peking.

      La teleología está muy bien como juego de salón, pero como fantasía que es no vale para fundamentar nada. Las cosas son como son y nos quejamos porque nos molesta lo que creemos que no funciona, pero no apreciamos lo que sí.

      De todas formas espere a ver cómo va a acabar eso de los sínodos locales, porque de ahí saldrán, como con los protestantes, Iglesias nacionales.

      Entonces ya no nos podremos quejar de Roma o de San Lino I.
      Tal vez incluso lamentaremos que no haya más Roma y sus pontífices-reyes.

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  3. Gran artículo. Aunque yo matizaría algunas ideas. Todas las cosas que predica del Rito Tridentino se aplican, como dice el propio autor, a los demás. El problema del rito Vaticano no es que no sea santo y todas las cosas que bellamente expresa Mons. Viganò, es que lo es en el grado mínimo indispensable, es como un niño raquítico que apenas tiene la fuerza mínima para sostenerse. El padre Bouyer explica detalladamente cómo se hizo el rito Vaticano en la comisión de la que él formó parte, llegando a decir, en una expresión muy fuerte, que no le extrañaba que la patética criatura que produjeron, hecha deprisa y corriendo, moviera a la risa y el escarnio. El Card. Ratzinger tiene varios textos expresando la misma idea, el rito Vaticano no es herético ni nada semejante, su problema es que es un rito fabricado en un despacho. Yo, personalmente, lo comparo con un niño probeta, aunque el método usado es inmoral, el resultado es una criatura que merece ser acogida.

    El otro punto es lo de llamar al rito Tridentino "misa de siempre". Aunque entiendo que detrás hay un espíritu de reconocer en el rito Tridentino una presencia fluida de la tradición romana frente al aspecto "artificial" del rito Vaticano creo que genera una falsa impresión con respecto al rito Tridentino, como si ya San Pedro celebraba la misa vestido con casulla romana y manípulo tal y como conocemos ahora el rito.

    Al margen de estos dos puntos, que son poca cosa, me parece un acertadísimo artículo que, Dios lo quiera, puede fomentar que muchos fieles se acerquen y conozcan el rito Tridentino. Yo creo sinceramente que la intención de Benedicto XVI con la Summorum era esta, que el rito Tridentino y el Vaticano convivieran en paz y se enriquecieran mutuamente (aunque me parece que sería un enriquecimiento muy desigual).

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    1. Estimado R.P. León de Nemea, gracias por su comentario. Ha sido de mi provecho. Aunque, con todo respeto, me permito disentir en sus dos puntos. O al menos de manera parcial. Usted bien hace en decir que son poca cosa, en relación al tema de marras. Aunque es un tema de no tiene fin.
      Por un lado, es cierto que hay muchos matices, pero hay gente (como Vigañó que así lo expresa en una de sus primeras cartas públicas masivas) que se desvivió muchos años por resolver la cuestión del novus ordo y sus consecuencias teológicas y prácticas; intentando dar una respuesta satisfastactoria para ellos mismos y para los demás. Y luego de tanta agua debajo del puente terminaron por concluir que es muy difícil (sino imposible) armonizar este nuevo rito dentro la convivencia de los ritos de la iglesia bimilenaria de Cristo. Al menos, repito, desde lo teológico. Desde lo práctico algo interesante propuso Eck hace algún tiempo en este blog, que me parece lo más atinado que he escuchado y a lo que usted también hace alusión al llamarle rito vaticano. Pero esa misma paz que Benedicto propuso (atinadamente, creo) carece de una paz teológica, por más que haya querido forzarla. No coincido con usted en que el enriquecimiento hubiese sido muy dispar sino más bien unidireccional. Hay una verdadera “hermenéutica de la ruptura” que han comprobado numerosos estudiosos y eclesiásticos. Incluso los mismos que al principio fueron entusiastas de la tan mentada “continuidad”. No podría extenderme aquí en los puntos, pero eso de la hermenéutica de la continuidad fue un término ingenioso e interesante, pero tenía pies de barro.
      Por otro lado, y creo que aquí hay más niebla y el terreno es un verdadero lodazal, el tema de la santidad y demás atributos que Mons. le aplica al rito romano o misa tridentina. No creo que puedan ser aplicables al N.O., realmente. Es interesante lo que decía Bouyer, que usted trae a colación. Aunque algunos, con mucha lucidez, han señalado que ahí justamente está el problema del N.O. El que pueda ser más o menos, es decir, depende como se lo mire y con mucho cariño puede uno tolerarlo. Un engendro, raquítico y fabricado rito difícilmente puede ser santo o evocar a la santidad. Adhiero a la comparación, debido a las circunstancias habrá que tolerarlo en la medida de las posibilidades. Pero cuesta entender que algo así puede ser un culto adecuado y digno para darle al Dios Uno y Trino.
      Suyo
      E.H.D.S

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    2. ¿Es realmente santo el rito "vaticano"? Lo dudo. Es hechura de hombres y no de Dios. Si seguimos las tesis modernistas de los Jungmann y demás, los ritos serían todos obras de hombres y no dones de Dios. Falta en esta "teología" de la Liturgia el elemento sobrenatural, es decir, que a Dios damos lo que Él primeramente nos ha puesto a disposición. Ése es para mí el problema del Novus Ordo: no viene de Dios, pese a que podría afirmarse que confecciona válidamente la Eucaristía. Y así como los dones de Caín, que no eran muy diferentes a los de Abel, no eran gratos a Dios y los de su hermano sí, así la Misa tradicional -que muchos liturgistas hacen remontar en su esencia en efecto a San Pedro- es grata a Dios quien, por Su propia merced, obsequia al celebrante con las gracias que ha descubierto Viganó. Lo dice este arzobispo muy bellamente, pero yo lo he escuchado en el mismo sentido de muchos sacerdotes que han llegado al mismo puerto, aunque expresado en cada cual con sus propias palabras, pobres o ricas según fuera el caso.
      Por fin,no tengo dudas que san Pedro posiblemente celebrase con paramentos muy similares a los de la Misa llamada "tradicional", porque de alguna parte han salido y, así como este rito se llama con justicia "petrino", es probable que sus "periferias" (como dice uno que yo sé) también fueran petrinas.
      Dios inspira la Tradición en la Iglesia; esto es una verdad de fe.

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    3. Estimados E.H.D.S y Anónimo de las 18:09 .

      Entiendo sus observaciones y, como tienen algunos puntos en común, trataré de darles respuesta en una intervención. Si el rito Vaticano no fuera santo y viniera de Dios, aunque sea en la mínima expresión, no podría ser celebrado, pues sería inválido. El señor E.H. citaba el artículo de Eck sobre los dos ritos, recuerde que en dicho artículo se exponía que una gran mayoría de los fieles de la iglesia latina han nacido, crecido y se santifican cada día acudiendo a la Misa del rito Vaticano. El mismo Benedicto, de cuya integridad y amor por la liturgia no creo que nadie ponga en duda, celebraba diariamente el rito Vaticano.

      Creo que pierden ustedes de vista que la eficacia del sacramento tiene dos vertientes, ex opere operato y ex opere operantis. La gracia ex opere operato es la propia del sacramento, que en el caso de la eucaristía tiene como punto central la comunión. Si un rito consagra, lo que se come es el Cuerpo de Cristo, no se consagra mejor o peor según el rito. Las circunstancias que rodean la gracia dada ex opere operato pueden ayudar o dificultar la recepción de la misma, esto es la dimensión ex opere oprantis.

      En estas Navidades he estado de visita en mi tierra natal, un domingo estaba yo esperando a que terminara la misa de rito Vaticano que se celebra antes de que la comunidad rumana de la diáspora celebrara la Divina Liturgia. El sacerdote, después de la comunión, cogió un bote de purpurina y empezó a echarles por la cabeza a los niños como si fuera la ceniza del comienzo de la Cuaresma diciendo: "Conviértete en la estrella de Belén". Si a este sacerdote lo pusieran mañana a celebrar el rito Tridentino prefiero sinceramente no imaginarne las barrabasadas que podría hacer. El problema pues, no es sólo el rito, que tiene deficiencias, sino la formación sacerdotal que se ha generado en torno al "espíritu del concilio".

      Los ritos no vienen del cielo, yo he tenido la suerte no sólo de conocer directamente la tradición romana sino también la hispana, la bizantina (que es la mía) y la ambrosiana, además he tenido la oportunidad de estudiar, aunque no tan a fondo como me gustaría, otros ritos tanto orientales como occidentales. Sus historias son muy complejas, llenas de cambios, revisiones, variantes, etc, y daría cada una para varios artículos. Por poner un ejemplo, aunque de las 23 iglesias orientales 14 son bizantinas, no celebran un rito unificado, hay pequeñas variaciones desde algunas oraciones hasta la función de los clérigos menores en la Liturgia.

      El problema no es que el rito Vaticano tenga cambios con respecto al Tridentino aunque ambos estén insertos en la tradición romana, el problema es toda la locura generada alrededor. Estoy de acuerdo en que una convivencia pacífica de ambos ritos llevaría un enriquecimiento principal del Tridentino hacia el Vaticano, el cuál, en mi opinión, terminaría desapareciendo.

      Por cierto, la misa que celebraba San Pedro no se parecía en casi nada a la forma actual de la misa Tridentina, porque esta ha tenido un desarrollo que en el s. I, obviamente, aún no se había dado.

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    4. Estimado León, otra vez yo. Perdone la insistencia. Nuevamente agradezco su respuesta. Creo que coincidiremos en que este espacio no permite una buena disputatio. Uno no puede explayarse como quisiera ni darse a entender con precisión. Es lo que me sucede a mí al menos y en algún punto puede ocurrirle a usted. Aún sus argumentos no me convencen. A riesgo de cansarlo, voy a responderle mecánica o metódicamente según mis limitaciones. Entiendo que usted es teólogo, por eso aprecio sus respuestas.

      “Si el rito Vaticano no fuera santo y viniera de Dios, aunque sea en la mínima expresión, no podría ser celebrado, pues sería inválido” dice usted. Me parece muy simplista el argumento. No sé (y corríjame si en verdad es así y me equivoco) si es una cuestión tan matemática (o físico) la cosa como, por ejemplo, afirmar que sin combustible no anda el vehículo (perdón lo poco esmerado del ejemplo). Yo fui bautizado y confirmado en el N.O. y no creo que haya sido inválido, aunque de eso no se deduce que el rito per se es santo o proviene de Dios. Creo que hay matices; Dios puede permitirlo, tolerarlo, santificar a pesar de, etc.
      Cité el artículo de Eck por que llegó a algunas conclusiones que estoy de acuerdo; como por ejemplo lo de la opción practica y, como usted dice, que el rito Vaticano tendería a su desaparición. Pero no quiere decir que esté de acuerdo en todos sus puntos.
      Que Benedicto haya celebrado el rito Vaticano tampoco es un argumento o justificación a su favor. También lo hizo Pablo VI, Juan Pablo II y el mismísimo Francisco lo hace a diario. Además, Benedicto no es santo de mi devoción y tampoco está obligado a serlo. Aunque esto último no importa a nadie y no argumenta nada.

      “Creo que pierden ustedes de vista que la eficacia del sacramento tiene dos vertientes, ex opere operato y ex opere operantis. La gracia ex opere operato es la propia del sacramento, que en el caso de la eucaristía tiene como punto central la comunión. Si un rito consagra, lo que se come es el Cuerpo de Cristo, no se consagra mejor o peor según el rito. Las circunstancias que rodean la gracia dada ex opere operato pueden ayudar o dificultar la recepción de la misma, esto es la dimensión ex opere oprantis.”
      Creo que aquí también hay matices. Entiendo perfectamente lo de las dos vertientes, aunque alrededor de la misa se da algo particular. No basta solo la consagración; de lo contrario no haría falta rito. De esto también se ha hablado bastante. No sólo las palaras mágicas bastan. De lo contrario cualquier aberración, por satánica que sea, mientras en el momento se digan las palabras, todo estaría solucionado. Es muy reduccionista limitar la esencia de la misa a una consagración válida. De nuevo, no es tan simple. Al respecto hay un interesante artículo titulado “ The Long Shadow of Neoscholastic Reductionism” del Dr. Peter Kwasniewski.

      “Los ritos no vienen del cielo [..] Sus historias son muy complejas, llenas de cambios, revisiones, variantes, etc,”
      Completamente de acuerdo don León. Pero esto de nuevo no es un argumento justificativo. ¿O acaso usted puede negar la abismal diferencia entre la confección orgánica de un rito (por más modificaciones que haya sufrido, en su mayoría no sustanciales) de origen apostólico y otro diseñado deliberada y apresuradamente en un puñado de meses, por algunos iluminados; con cortes, recortes y copy paste por aquí y por allá? Y con más de un invento “inspirado”?
      “el problema es toda la locura generada alrededor”. No coincido aquí tampoco. No es sólo el espíritu del concilio, es el Concilio y su espíritu. Esto ya está probado.
      “Por cierto, la misa que celebraba San Pedro no se parecía en casi nada a la forma actual de la misa Tridentina, porque esta ha tenido un desarrollo que en el s. I, obviamente, aún no se había dado”. Completamente de acuerdo. Nada para agregar.
      Desde ya, gracias por su paciencia.
      Suyo
      E.H.D.S.

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    5. Estimado E.H.D.S.,

      Co respecto a sus palabras. Utilicé la expresión "santidad del rito" para establecer un punto común con sus palabras, como creo que nos hemos liado voy a usar un lenguaje más claro y objetivo. Un rito o es válido o es inválido, no hay término medio. Es válido si la Iglesia lo establece e inválido si dice lo contrario. La cuestión es que los ritos son unas realidades muy complejas que se han ido formando a lo largo de los siglos, la Iglesia, hasta ahora, se ha limitado a ejercer, como San Pío V, una labor de guardiana en el sentido que ha corregido defectos que pudiera haber en el desarrollo orgánico de cada rito. Si un rito es válido es transmisor de la gracia y, por tanto, medio de santificación.

      La validez no se concentra únicamente en la consagración y en las ipsissima verba (Tomad y comed, Tomad y bebed) porque, p.e., en la tradición caldea existe la plegaria eucarística de Adai y Mari que no las tiene, y es una plegaria plenamente válida que se sigue usando a día de hoy por parte de la iglesia siro-malabar en la India. La liturgia tiene una serie de elementos que son de institución divina, que es el mínimo indispensable para poder declarar que un rito es válido. Ahora, la Iglesia tiene plena potestad para ordenar, dentro del mínimo, cada sacramento. En el caso de la eucaristía el mínimo es la existencia de una liturgia de la palabra y una liturgia eucarística. En la primera ha de haber una lectura de las Cartas o de los Hechos de los Apóstoles y una del Evangelio. En la segunda tiene que haber una anámnesis (recuerdo de la cena) y una epíclesis (invocación del Espíritu Santo) y ya está, ese es el mínimo indispensable que un rito eucarístico ha de tener para ser válido. En este aspecto es indiscutible que el rito Vaticano es válido, porque tiene los elementos mínimos.

      De origen apostólico es esta estructura indispensable, por eso es el elemento de institución divina. Al igual que hemos afirmado que San Pedro no celebraba la misa de rito Tridentino tal y como la conocemos ahora tampoco su hermano Andrés celebraba la misa bizantina en Constantinopla tal y como la celebramos ahora. Los apóstoles celebrarían de un modo bastante parecido entre ellos aunque desde muy pronto la fe se fuera inculturando y se fueran desarrollando los ritos según las grandes familias litúrgicas de Oriente y Occidente. El rito Vaticano está insertado en la tradición romana, que es su principal fuente. La diferencia sustancial es que, frente al rito Tridentino que se ha formado orgánicamente a través de los siglos, este ha sido fabricado deprisa y corriendo. Que esto está mal es de sentido común, esto no quita que su estructura básica sea la romana y, por ende, de origen apostólico.

      Finalmente, con lo de "locura alrededor" del rito me refería precisamente al Concilio, aunque la comisión ignoró completamente la Sacrosanctum Concilium, y, sobre todo, su espíritu, cosa inaudita en la historia de la Iglesia. Me puedo imaginar la cara de los padres conciliares de Trento si alguien les hablara del "espíritu de Trento". Con el ejemplo que le puse del padre Purpurina me refería a esto, que un mal sacerdote va a celebrar mal el rito Vaticano y cualquiera que le pongas por delante. Por contra un sacerdote que busque la santidad es capaz de celebrar el rito Vaticano con dignidad, aunque a mí me siga sin gustar, yo personalmente preferiría no tener que celebrarlo nunca.

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    6. León de Nemea:

      Usted afirma haber conocido la liturgia hispánica (que no es la suya)

      La liturgia hispánica también se modificó con el Concilio de los Errores y los Horrores.

      A parte de los posibles cambios textuales, que no conozco, era una liturgia en latín y "de espaldas al Pueblo" (sic). Ya no.

      Dudo también que se sigan rezando la liturgia de las horas, que era propia.

      Usaba casullas especiales (lo que los franceses llamaban "góticas" y era exactamente a lo que se ve en las miniaturas góticas)

      Mucho antes se perdió el uso del iconostasio.

      Lo que hay ahora es un producto aguado que ni si quiera vale para los turistas.

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    7. Estimado Anónimo,

      Tengo varios amigos sacerdotes de Toledo, entre ellos están algunos miembros del Cabildo Catedralicio hispano de la Catedral de Toledo. Allí, en la catedral, se celebra diariamente la liturgia hispana a las 9:00 de la mañana y a las 10:00 los domingos y festivos. La última vez que estuve, hace unos meses, se celebraba íntegramente en latín y versus orientem, llevo años yendo alguna que otra vez y siempre lo he visto así, al menos en Toledo. Si bien como usted comenta la historia del rito hispano ha sido particularmente tortuosa, llegando a quedar abolido dos veces (que yo recuerde) y olvidado de facto otras tantas, con la grave consecuencia de que hubo textos que se perdieron y el rito amenazó con extinguirse como el rito celta en Inglaterra.

      No obstante, gracias a la labor de insignes arzobispos y sacerdotes de Toledo, este rito se ha ido recuperando. Las partes que se perdieron se han recuperado, con un tino acertado en mi pobre parecer, inspirándose en el rito bizantino, al cuál se parece bastante, pese a ser (el hispano) un rito de la iglesia latina. En cuanto al oficio divino, también se está recuperando, actuales se está haciendo una labor de organización en una comisión especial de la Conferencia Episcopal Española para recuperarlo, y se está traduciendo para hacerlo accesible al pueblo y a los sacerdotes para que lo conozcan y puedan interesarse en si rezo en latín.

      Luego también es importante, como dato muy esperanzador, que ha subido el número de parroquias formalmente inscritas como rito hispano en Toledo. Muchos ritos han sufrido cambios abruptos, en Oriente la iglesia maronita y la siro-malankar (ambas de rito antioqueno) sufrieron en su momento una fuerte latinización. Pero los primados actuales de dichas iglesias están haciendo un esfuerzo para recuperar la identidad oriental de su rito. Un esfuerzo que está dando muchos frutos muy positivos.

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  4. Hoy, 17 de enero me llamó un capellán universitario, católico, buen hombre y más confundido y perdido que el hijo de Lindbergh. Sin identidad, cursando un doctorado en estudios rurales y sin nada de claridad doctrinal sobre su misión sacerdotal. Me recordó un diálogo con un antiguo provincial jesuita hace más de 20 años. Me decía que los jesuitas, muchos, de los que se dedicaban a estudiar y a dialogar con las espiritualidades aborígenes norteamericanas, terminaban por abandonar su fe católica y se "hacían indios". Esa charla sucedió hace casi 20 años, mucho antes de Laudato Sí. Yo ya lo sentía e intuía, y lo que Vigano afirma es una verdad absoluta. El catolicismo de hoy, no tiene anclajes semióticos o índices icónicos que les permita a sus sacerdotes y fieles ejercer un sano etnocentrismo que les deje margen de acción y de ser frente al relativismo secular y al ambiente new age que vive el mundo, donde todas las religiones son iguales. El padre con el que hablé hoy, no tiene ni idea del para que es la misa, eso lo pude constatar, Qué tristeza! Un hijo del Novus Ordo, el peor experimento, mejor el suicidio de la iglesia romana, un experimento que no funcionó y que con el tiempo destruye la experiencia eclesial en toda su arquitectura sagrada. Lo peor es que la jerarquía de la iglesia no reconoce el error que sencillamente ha pervertido todo el universo católico. Un simple diálogo con muchos de los curas de la iglesia romana, permite constatar sus confusiones doctrinales y misionales: quieren hacerse sacerdotes de la Pacha Mama, sin formación en antropología, e idealizando un mundo indígena, cuyos constructos, como lo reconocen honestos antropólogos, en la imagen del eco-nativo, ha sido una construcción de las ciencias sociales en los últimos 50 o 60 años. Triste el panorama, no salva una fe ortodoxa y católica y una experiencia de Dios, fundamentada en la lectura de la Biblia, oración, y participación en la vida sacramental, en lo posible. Pues el Sacramento de la misa está demolido. No ha acceso a él, en la mayoría de las Diocesis del Mundo. Una tragedia total. Y un engaño absoluto, tanto para el clero, analfabeto del sentido tradicional de las liturgias ortodoxas, en las que el Novus Ordo podría ser una opción, pero no la única opción: LA OPCIÓN. Yo creo que está comprobado hasta la saciedad, que la misa de hoy no tiene capacidad de indexación icónica, un tema semiótico, sin entrar ni en la ontología ni en la metafísica. Para finalizar, con dolor el alma le trata de explicar uno al cura los sentidos patrísticos y apostólicos de la misión salvadora de la iglesia, pero se pregunta uno que fue lo que le enseñaron en el seminario, si tan fácil sucumbe a los exotismos de los "saberes ancestrales" idealizados por los agentes de la perversión de la teología de la liberación, cuyo autor no fue Gutiérrez, sino Metz en Alemania, cuya obra es muy superior a la del peruano Gutiérrez, quien gloso y parafraseo al alemán, yo diría que muy cercano a las perversiones de la Escuela de Frankfurt.

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  5. Aunque ya no soy joven, pertenezco a la generación que nunca conoció la misa "antigua", salvo por referencias de mis mayores. La respeto como respeto un texto de cualquier padre de la Iglesia pero, evidentemente, no he podido echarla de menos. Su prohibición de facto me ha parecido hipócrita por parte de los que se precian de ser "constructores de puentes" y una total arbitrariedad, muy similar a un acto de despotismo. Pero, dicho esto, el texto de monseñor Viganó, con todo respeto, me parece muy cargado de una emoción demasiado subjetiva. Demasiado cargada de presupuestos sobre lo que otros experimentarán, como si todos tuviéramos el mismo tipo de sensibilidad y reaccionáramos igual ante las cosas. Que alguien (o muchos) se extasíen con algo no impide que otros muchos no vean nada de particular en el objeto de su éxtasis. En mi humilde y falible opinión se mueve demasiado en el ámbito de las resonancias emotivas subjetivas, muy respetables, pero igualmente susceptibles de no significar nada para otros.

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    1. Pienso lo mismo. Es sabido que así funciona el motor del comportamiento humano, es la emoción la que decide, la razón justifica a posteriori. Pienso que la separación entre tradicionalistas y novusordistas de a pie (no en la jerarquía, donde se juegan otras cosas) está en que las sensaciones que les producen estas liturgias son distintas en cada caso. Si de niño te educaron cantando "todos juntos como hermanos" cuando lo escuches de grande te resonará en algún lugar del cerebro. Por otro lado si tienes tendencia a la introversión y el recogimiento, la misa VO será aquella que despierte en ti las emociones que asocias con un acto autentico de adoración y encuentro con Dios, y detestarás las guitarras y el pasteleo NO.
      De la misma manera que hay 10% de "libertarios" a contracorriente de la mayoría psicobolche planera de este país, o que hay 10% de antivacunas en contra de 90% de entusiastas del pinchazo compulsivo, también se podrá fácilmente encontrar 10% de contracorrientes en la Iglesia que quieran tener su misa Vetus Ordo a toda costa.

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    2. Estimado, es evidente que Ud. no conoció, no tuvo la maravillosa oportunidad de asistir a la Misa de siempre. Yo recuperé la fe que poco a poco se apagaba,luego de una activa y larga muy larga vida parroquial, comunitaria, diría con lenguaje moderno de "católico práctico". Conocer la Misa verdadera fue volver a casa, rencontrar el viejo camino de la fe, encontrarme en un ambiente, amigable, seguro, protegido, disipar la nostalgia de aquello que se perdió en el tiempo y encontrarlo incólume, perfecto, actual, vigente, sin la decrepitud de la moda o la superficialidad de la novedad y esto simplemente porque era Dios mismo esperándome en el recodo de mi vida.
      No no tiene nada de sentimental o emotivo la profunda y emocionante carta de Mons. Viganó, todo lo contrario es la poética descripción de una inteligencia extasiada por lo Divino, es la pura visión de algo grandioso, hermoso hasta lo indescriptible, monumental hasta lo inimaginable: simplemente el Misterio... y su potencia transformadora y regeneradora.
      La Misa verdadera no tiene nada de sentimental o emocional, aunque los sentidos se estremecen ante tanta belleza y sacralidad, es nuestra inteligencia sumergida en el Misterio de Dios y nuestra alma arrebatada hacia la Gracia. Si puede, no lo dude, acérquese a la Misa verdadera, nada será igual.

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    3. Quico:

      Tampoco soy joven. Aunque conocí la Misa “antigua”, en mi infancia; y, quizás con los límites con que podia conocerla un infante.

      Es cierto que no todos tenemos un mismo origen, carácter, temperamento, personalidad, ni historia familiar y personal.1 Y no todos reaccionamos igual, ante idénticas cosas. Obrando de buena fe, debemos admitir que no tenemos idénticos dones, aunque todos proceden de un mismo Espíritu.

      En esto de nuestras humildes y falibles opiniones, no todo lo ajeno es igualmente susceptible de significar lo mismo para cada otro. Concedo. Lo que me cuesta conceder es que ello descalifique al otro, ni lo que puede aportar el otro. Con una salvedad, repitiendo lo dicho en otra oportunidad: no para dar entrada a los errores, sino para impedir la entrada de la Verdad.-

      En su libro “Actitudes morales fundamentales” (2003), Dietrich y Alice von Hildebrand mencionan que: “La reverencia es una actitud de aquel que cuando se encuentra con los seres, permanece en silencio para darles la oportunidad de hablar, sabe que el mundo del ser es más grande que ella misma, que no es un dominador que pueda hacer con las cosas lo que quiera, y que debe aprender de la realidad, y no al revés”. Por el contrario, la persona irreverente, explican los von Hildebrand, no puede nunca albergar el silencio en su interior; explicitan que ese tipo de persona nunca da a las situaciones, a las cosas o a las personas, la oportunidad de desplegar su propio carácter y valor; es una persona que se aproxima a todo de una manera impropia y con una falta de tacto, de tal manera que se observa y se escucha sólo a sí misma, y se desentiende del resto, no mantiene una distancia reverente con el mundo.

      Con la mayor humildad, hechas estas aclaraciones, no considerando lo suyo el pretender ser irreverente, valoro su franqueza al expresar su pensamiento.

      Que Dios, Uno y Trino, nos conceda el saber distinguir, tanto un pato de una gallareta, el don de la reverencia para acercarnos a las personas y a las cosas, como el don de la Inteligencia, que no es otra cosa que saber leer entre líneas.-

      Con afecto sincero, en Dios y en Cristo Jesús.-

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    4. Donde escribí: "No para dar entrada a los errores, sino para impedir la entrada de la Verdad", DEBE LEERSE:
      "No para dar entrada a los errores, sino para NO impedir la entrada de la Verdad".-

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  6. Hola Quico:
    La intuición de Viganó creo que es acertada. Todo hombre de bien tiene ciertas reacciones subjetivas, como Ud. diría, más o menos similares frente a ciertos estímulos externos, producto sin duda de esa dosis de caballerosidad cristiana que nos ha dejado a todos los mayorcitos la vida en la Iglesia. Hoy me parece más difícil encontrar esta similitud.
    Recuerdo que cuando se defendió la Catedral de Buenos Aires allá por junio de 1955, junto a los defensores fué detenido un señor a quien nadie conocía y que, para sorpresa de todos, al ser interrogado afirmó ser inglés, anglicano y estar de paso por la Catedral. Cuándo le preguntaron qué hacía ahí, respondió plácidamente: "Ví un grupo pequeño de caballeros defendiendo un templo cristiano de una turba agresiva y vociferante y no tuve dudas sobre cuál era mi lugar...". El Quijote que todos llevamos adentro... ése es el secreto de Viganó.

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  7. Don Wander:
    “Todo lo que se dice y canta en dicha Misa es eterno, todos los gestos son perennes quedan fuera de la historia y se está inmerso en un ‘continuum’ que une el Cenáculo, el Calvario y el altar donde se celebra”. (Monseñor Viganó)
    No es que con este hermoso testimonio de fe Monseñor Viganò, quiera decir que la misa y Cristo, no irrumpieron en la historia, sino más bien que, en razón de su inefable grandeza y belleza, trascienden la historia, para, sin dejar de tener puestos los pies sobre la tierra, tienen su mirada puesta en la eternidad que conviene propiamente a Dios, Trino y Uno.
    Durante mis primeros años de juventud tuve el privilegiado honor de asistir o acolitar la Misa según el rito de San Pío V. De ella recuerdo que, haciendo centro en la consagración Eucarística, que recreaba de modo incruento el misterio Pasión y Resurrección del Señor, el sacerdote la rezaba, de cara al altar, en latín, lengua en la cual pude entender la misa cuando la escuchaba en países de habla no hispana, la música era ejecutada con órgano, la comunión se recibía en la boca y de rodillas, y culminaba con la lectura del inicio del Evangelio de San Juan Evangelista. También recuerdo que, en esa época, se rezaba una oración a San Miguel Arcángel para protegernos de las insidias del Demonio. El sólo hecho de que ésta misa se haya celebrado de la misma manera en todo el mundo desde su promulgación por San Pio V en 1570 me llenaba de sano orgullo, así como hoy me causa espanto el abierto desprecio que se hizo de ella a partir de los cambios suscitados por el CVII, que culmina, en nuestros días, con el motu proprio del Papa Francisco “Traditiones custodes”.
    ¡Dios proteja a la Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!

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  8. Yo me enteré que había habido otra Misa (u otro rito si se quiere) cuando cursaba Derecho Canónico en la UCA en los 80s. Hasta ese momento entendía vagamente que las cosas habían sido distintas en otro tiempo remoto, que inconscientemente situaba en algo así como la Edad Media. Lo que me sorprendió más fue caer en la cuenta de que yo mismo había ido a esa Misa siendo pequeño. Una tabula rasa. Año Cero. La borraron. Mis padres habían vivido el Concilio y adherían a él fervientemente pero jamás habían mencionado la Misa de antes. A veces mencionaban vagamente cómo era todo "antes", lo feo que era todo. También mencionaban a un personaje siniestro, cismático y enemigo de la Iglesia que se llamaba Mons Lefebvre. Haciendo corta la larga historia, hace unos pocos años conocí la Misa aquella, la oculta, y la amé profundamente y asisto a ella todas las veces en que se presenta la ocasión. Mis padres ahora me piden textos de Lefebvre, de Michael Davies, o de von Hildebrandt. Y es gracias a Bergoglio.
    Pero volviendo a aquello: cómo la borraron...es como leer historias de la Unión Soviética.

    Doy gracias a Dios de que haya sacerdotes como Viganó.

    Cardo Ruso

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    1. Que insisten en borrar cualquier legado de la Iglesia Católica que no sea la liturgia de la corte papal. Una ruptura se escandaliza ante otra, el revolucionario de ayer es el tradicionalista de hoy. El problema trasciende la liturgia, ella es solo un síntoma.

      Puedo asegurarle que habrá más mutaciones en los años por venir. La verdad emana de la autoridad, no de la tradición ni de las escrituras, por lo que así como cambia la política ella también cambiará.

      Alberto

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    2. Alberto:

      Con relación a su comentario de 17 de Enero de 2022, 22:05:

      De su primer apartado, le concedo que: “El problema trasciende la liturgia, ella es solo un síntoma”. Lo que precede a ello, no estoy en condiciones de aseverarlo, del modo en que Usted lo hace.

      Que “habrá más mutaciones en los años por venir”, no lo descarto y sí lo temo; pero, no soy profeta, vidente u oráculo divino.

      Dice Usted, en su segundo apartado también, que: “La verdad emana de la autoridad, no de la tradición ni de las escrituras”. El término “verdad”, lo consigna en minúsculas; no sé si adrede o no.

      Si se refiere a la verdad política, supongo que refiere la verdad que surge de la imposición de un poder político, cualquiera que este sea; en el caso, el eclesiástico. Y, concluye: “por lo que así como cambia la política ella también cambiará”.

      La verdad: no sé en qué basa Usted sus conclusiones, lo que me gustaría saber.

      A fuerza de ser intelectualmente honesto, debo decir que: me parece deja Usted de lado toda posible intervención providencial divina, sea por sí, sea por intermedio de quienes puedan llegar a conducir a la Iglesia (al margen de cómo está constituido el actual Colegio Cardenalicio); y, en simultáneo, niega -ó soslaya-, los efectos de la oración, el sacrificio y el martirio de muchos, no en tiempos pasados sino en los actuales.-

      Lo anterior, de ningún modo implica que considere que deba sentarme a esperar una intervención divina, que modifique el estado de las cosas y el accionar de los hombres en la Iglesia. Así, aunque piense –en su caso y eventualmente-, que este estado de cosas sólo lo arregla una intervención divina (sea como sea que ella se manifieste, y las consecuencias que pueda tener para mí, como para todos los hombres de este tiempo).-

      Cordialmente.-

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    3. La verdad es la realidad (o si se quiere, la correspondencia total entre lo que se dice y lo que es)

      En el caso de las religiones, donde muchas veces no se puede comparar con la realidad por estar esta fuera de este mundo, es indispensable acudir a la revelación (escrituras) interpretada a la luz de la razón y la experiencia. La tradición es lo que se ha conservado desde la revelación y lo que realmente constituye una religión determinada.

      La autoridad no tiene nada que ver con la realidad, pero su función legitima es protegerla y transmitirla.

      Es la autoridad la que emana de la verdad y no al revés.

      Donde ocurre al revés es en los paises comunistas.

      Es muy peligroso para todos afirmar que la verdad emana de la autoridad. De ahí al gulag solo hay un paso.

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  9. Gracias, mons. Viganò, por el testimonio.
    Gracias, Bruno, por la traducción.
    Gracias, don Wanderer, por traerlo aquí.

    Este es, por mi parte, mi muy humilde testimonio:
    Yo puedo contar, con los dedos de las manos, a los sacerdotes que, en mi casi medio siglo de vida, he conocido que celebraban el Novus Ordo con una devoción y recogimiento tal, que conmovían.
    Y, sin embargo, aún no he conocido un solo sacerdote que celebre el vetus ordo de modo tal que parezca feo, poco piadoso o vulgar.

    Isaac

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  10. Antes de ir a la Misa tradicional, tenía las clásicas excusas “neoconas”. Me sentía como un mal hijo de la Iglesia si daba lugar al debate de cuál es mejor (obviamente la versión post CVII tenía que serlo).

    Fui a una Misa tradicional a acompañar a un amigo y eso fue todo lo que se necesitó para que cayeran por tierra los “pero”. Aquí el centro era Dios y por Él se hacía lo que se hacía. Sin saber mucho del asunto, era bastante claro.

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    1. Estimado NjosC: si usted vió eso que dice, me permito sugerirle una liturgia superior, como la que se celebra los domingos a las 11 hs en Narek (Charcas al 3500, Catedral Armenia Católica en la Ciudad de Bs. As.). Vaya y vea, y después nos cuenta...

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  11. Entre tantas reflexiones, aunque no sea de las que genera lo escrito por Monseñor Viganó, quizás valga leer el arículo siguiente:

    https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/vivo-franciscanamente-de-la-providencia-juanse-stegmann-habla-de-su-radical-cambio-de-vida-nid18012022/

    Una enseñanza para todos; y, algo mucho más valioso de lo que pueda aportar cualquier cura, por más "trabajo de campo", que sostenga realizar en el conurbano bonaerense.-

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  12. Me preparaba para aburrirlos con mi perorata personal, pero Cardo Ruso me robó las palabras... y me abrevió el mensaje. Debemos tener edades similares. Yo nací y me bauticé en 1967, mi madre opinaba igual que sus padres, don Cardo, yo la escuchaba con indiferencia... la Misa en latín pertenecía al pasado y allí se quedaría. Lefebvre era un viejo porfiado que le complicaba el trabajo a un Papa santo que amábamos (aunque debo admitir que aún en medio de los kilos de bombo de de Junio del '88, alguna campanita sonó fuerte en mi cabeza cuando los vaticanistas mencionaron su trabajo como misionero en Africa).
    Pasaron muchos años y cierto día, asistí a una iglesia en Capital (venía en tren desde Provincia) para una misa de recuerdo de una figura pública y ¡oh, sorpresa! dicha Misa era la "vieja", la "de espaldas", la "preconciliar". Asistí con respeto, entendí poco, y tal vez sería de rigor decir que el alma me explotó de gozo, mis sentidos se llenaron de lo Sagrado, mis instintos teológicos se sintieron como en casa... no, no fue así. Lo único que me emocionó realmente, fue ver a varias niñas pequeñas vestidas con trajecitos y mantillas, acompañadas por su mamá, vestida igual. Me llené de admiración por los católicos de esa talla. La última mantilla que había visto era en la foto sepia de mi madrina de Bautismo.
    Y voy a saltar dos décadas para no dormirlos... cuando la pandemia nos dejó sin Misas presenciales, las busqué en la web, y encontré que se la llamaba "de forma extraordinaria"... "Introibo ad altare dei" resonó en mi cabeza y me quitó la paz y comodidad ritual-burguesa... ya estaba todo dicho; ahora sí entendía, ahora sí las fichas estaban en su lugar. Una verdadera "lástima", porque antes vivía tan tranquila en cualquier Misa, echándole la culpa a los laicos de la crisis de la Fe Católica, creyendo sin profundizar en los mensajes vaticanos. Ahora había comprendido, habrá que ver cómo se sigue... nunca volví a asistir a una Misa Tradicional, sólo Dios sabe si lo haré algún día, pero cuando los domingos voy a mi Parroquia de toda la vida, vivo la Misa de una manera mucho más profunda, madura e intensa (y luego no puedo dejar de ver la "Misa Vieja" por Youtube)
    PD: Gracias por la paciencia de leer y gracias a los que dieron testimonio, antes y ahora, para que yo pudiera tener la posibilidad de descubrir el Rito. Gracias por la valentía, la Fe y el sacrificio. Dios los bendiga.

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  13. La misa tradicional y las novus ordo (porque hay tantos ritos N.O. como sacerdotes que lo celebran), son expresiones de dos religiones distintas. Su diferencia nada tiene que ver con sentimientos (sino accidentalmente).
    El la misa católica el centro es Dios; en el N.O., el hombre.

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  14. En la luminosa reflexión de Mons. Viganò resplandece la Verdad de la Fe. Me conmovió profundamente.
    Glória tibi, Dómine

    Gruñón de Monfort.

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