domingo, 21 de noviembre de 2021

La liturgia, la comunión en la mano y un cuento de Navidad. Entrevista a Natalia Sanmartín Fenollera




Hay quienes piensan, entre ellos algunos intelectuales católicos, que el tiempo que nos toca es el mejor tiempo posible para vivir. ¿Qué opina sobre esa afirmación?

Depende de cómo se interprete la frase. Todos vivimos en el tiempo en el que debemos vivir, porque todo nuestro ser, incluidas las circunstancias en las que hemos nacido, forman parte de la voluntad de Dios, así que en ese sentido no tengo problemas con la idea. Pero si ese “mejor” se extiende a la época en sí, a la idea es que esta es la mejor de las épocas, entonces no estoy de acuerdo. Es muy difícil juzgar el momento en el que uno vive, nunca hay perspectiva suficiente, pero me parece evidente que estamos inmersos en una época cada vez más oscura, hostil y brutal, aunque se defina a sí misma como tolerante y civilizada, en la que todo el orden cristiano se está derrumbando con enorme rapidez. Esta especie de veneno ha penetrado también en la Iglesia mediante una labor de desgaste, confusión y secularización que no ha comenzado hoy, pero que se está acelerando cada vez más. Es una crisis que tiene una característica inquietante, el hecho de que hay una enorme cantidad de gente que no la ve.


¿No es una visión demasiado pesimista o incluso desesperanzada?

Creo que es una visión dolorosa, sí, pero realista, y que no tiene nada que ver con la desesperanza, sino con abrir los ojos y ver dónde estamos y qué es lo que tenemos delante. Me parece fundamental asumir que vivimos en una cultura que no solo ha dejado de ser cristiana, sino que apenas es ya cristianizable, que no solo es indiferente a la fe, sino radicalmente hostil a ella. Pero esto no excluye la esperanza, porque nada de lo que sucede ni en el mundo ni en la Iglesia es gratuito; Dios lleva las riendas de la historia. A nosotros nos toca lo que siempre ha tocado a los cristianos, preservar lo que se nos ha dado, conservar la fe de los apóstoles, no una nueva fe, sino la fe que la Iglesia ha custodiado a lo largo de los siglos, y hacerlo para nuestra salvación y la de los que vengan detrás de nosotros.


Usted da una gran relevancia a la liturgia y ha hablado en muchas ocasiones de la misa tradicional, que está muy presente en este cuento de Navidad. ¿Qué relación hay entre fe y liturgia y por qué es tan importante?

La Iglesia enseña que lo que se reza es lo que se cree, por eso la liturgia ha expresado a lo largo de los siglos la fe milenaria de la Iglesia, lo que ésta siempre ha creído, y por eso es tan importante protegerla y preservarla. La liturgia se nos ha dado en primer lugar para rendir culto a Dios, pero también es una escuela de fe y de piedad para nosotros. Eso explica, y puedo decirlo porque lo he vivido personalmente, la fuerza de conversión que tiene la liturgia tradicional, el modo en que expresa las grandes verdades cristianas. Para mí la misa tradicional es inseparable de mi fe, descubrirla me trajo de vuelta a la práctica religiosa y puso luz donde las clases de religión, las catequesis y las convivencias escolares pusieron confusión. Su reverencia, su misterio, su riqueza y su fuerza enseñan con mucha más claridad que el mejor de los catecismos verdades eternas, como la presencia real, el valor sacrificial de la misa o la sacralidad del culto a Dios.


El motu proprio Traditionis Custodes del Papa Francisco ha limitado recientemente la misa tradicional. ¿Cómo ha recibido en su caso esa decisión?

Con estupor, con dolor y una enorme sensación de impotencia. Como la mayoría de los que amamos la liturgia tradicional, yo nací después de la reforma litúrgica y descubrí la antigua misa casi por casualidad, en la medida en que un cristiano puede creer en la casualidad. He madurado mi fe gracias a ella y gracias también a los esfuerzos del Papa Benedicto XVI, que quiso ponerla al alcance de todos los fieles como el tesoro de la Iglesia que es. Él recordó que lo que la Iglesia católica ha considerado sagrado en el pasado tiene que seguir siendo sagrado. Por eso, a poco que uno tenga presente el principio de no contradicción y no abdique de la razón, la primera reacción ante lo que está ocurriendo es como mínimo de incredulidad.


En el motu proprio se habla de los fieles como nostálgicos de otros tiempos, pese a la juventud de una gran parte de los católicos de misa tradicional y el creciente número de vocaciones. ¿Se puede sentir nostalgia de una misa que no se conoció?

Es evidente que no. Y que basta con abrir los ojos para ver que esa descripción no se corresponde con la realidad. Tengo una relación muy estrecha con monasterios benedictinos, como Clear Creek o Le Barroux, que celebran la liturgia tradicional, me he encontrado con muchas personas de muy distintas procedencias, muy diferentes entre sí, en muy distintos países, que acuden a misa tradicional, algunos en sus parroquias, otros en monasterios y otros en lugares con presencia de institutos sacerdotales tradicionales, como es mi caso en Madrid. Hay una enorme cantidad de familias y de jóvenes, generaciones de católicos que ya han sido bautizados y educados en la antigua liturgia, escuelas, universidades, congregaciones y seminarios que aman y celebran esta misa, la misma que santificó a tantos grandes santos de la Iglesia. Y hay también un creciente número de seminaristas y sacerdotes diocesanos que quieren conocerla y celebrarla. Afortunadamente, la mayor parte de los obispos conocen que esta realidad y están siendo prudentes al aplicar el motu proprio en sus diócesis. Pero no hay duda de que vienen tiempos difíciles, que exigirán mucha oración, mucha fe y fortaleza.


¿Cree que Traditionis Custodis acabará con la misa tradicional?

Creo que hay un elemento importante que TC no ha tenido en cuenta. Los católicos tradicionales no pertenecen a ningún movimiento, no forman una organización, no es una realidad homogénea, no es una estructura que se puede disolver, hay todo tipo de personas entre ellos, como es propio de la Iglesia. Pero la mayor parte de ellas tienen algo en común: han sacrificado mucho por la misa, han pagado un precio alto por un tesoro que han encontrado enterrado en el campo, y están acostumbrados al esfuerzo. Mi experiencia es que una vez que conoces la misa tradicional no es sencillo volver atrás, no se vuelve atrás. Y en último término, las cosas son bastante simples si se miran con perspectiva: pese al daño y el dolor que ha generado el motu proprio, y las dificultades que vendrán, los cristianos nacemos y morimos, los pontificados comienzan y se acaban, pero la antigua liturgia de la Iglesia permanece. Ha sobrevivido a los siglos, y no dudo de que seguirá haciéndolo.


En una entrevista reciente, usted se ha posicionado en contra de la comunión en la mano. ¿Por qué?

Creo que la historia de la comunión en la mano es la historia de un caballo de Troya. Siempre me llama la atención que se hable tanto sobre las tensiones que vivió el Papa Pablo VI por la encíclica Humanae Vitae y tan poco sobre las que le produjo este conflicto y sobre el modo en que intentó reconducirlo. Durante su pontificado, él reafirmó la que sigue siendo la ley general de la Iglesia en este ámbito, la comunión en la lengua, y estableció un indulto, una excepción, para resolver el problema de algunas regiones donde la comunión en la mano se practicaba en abierta desobediencia a Roma, entre ellas Bélgica, Holanda y Alemania. La decisión le produjo mucho sufrimiento, porque no era partidario de la medida, como tampoco lo fueron la mayoría de los obispos que consultó antes de tomarla. Temía que hacerlo debilitase la fe en la presencia real de Cristo en el sacramento, un temor que él mismo confirmó más tarde y que le llevó a limitar el indulto, aunque no logró evitar que la práctica se generalizase. Lo terrible de todo esto es que lo que nació como una respuesta pastoral a una desobediencia se ha convertido en una práctica generalizada y hasta impuesta, como hemos visto en esta pandemia, en la que se ha aplastado de forma intolerable la piedad y los sentimientos religiosos de todos los fieles que comulgamos como prescribe la ley de la Iglesia.


¿Y qué supone personalmente para usted?

Para mí es una cuestión fundamental de adoración y de veneración a Dios. Si se cree no solo intelectualmente, sino también, por decirlo así, con las entrañas, que Cristo está realmente en el sacramento, la única actitud posible es postrarse de rodillas ante Él y recibirlo como hicieron los grandes santos, los mártires y la inmensa mayoría de los cristianos que nos han precedido.


En su cuento de Navidad una madre le explica a su hijo que la muerte no es el final, sino «un despertar». En un mundo que no quiere pensar en el misterio de la muerte, ¿tiene sentido tratar de explicársela a un niño?

Es cierto que la muerte es un misterio, pero también lo es que la revelación y la doctrina de la Iglesia arrojan luz sobre ese enigma, no es una realidad de la que no sepamos absolutamente nada. A mí me parece que en la educación de un niño cristiano la muerte tiene que ocupar su lugar, porque sin ella no se puede explicar qué es el hombre, por qué es como es y por qué debe ser redimido y salvado. ¿Cómo se explica la redención o el pecado original sin hablar de la muerte? Hay un temor natural a la muerte, pero creo que a un niño puede explicársele, en su lenguaje y poco a poco, lo que sabemos de ella y de lo sucede tras ella. Sin esa explicación, la vida humana es un rompecabezas sin sentido.


Su cuento de Navidad es un cuento sacramental, lo ha explicado en más de una ocasión. ¿Es posible contemplar el mundo de forma sacramental?

Simone Weil dice en uno de sus escritos que resultaría absurdo que cualquier iglesia, construida por manos humanas, esté repleta de símbolos, y que el universo no esté infinitamente lleno de ellos. Sólo hay que leerlos. Yo creo que es así y que esa es la manera correcta de contemplar la creación, el orden que Dios ha impreso en el mundo, el secreto de un mundo que vemos de espaldas, en esa imagen tan hermosa de Chesterton. El cuento de Navidad, que escribí para los benedictinos de Barroux, cuenta la historia de un niño que le pregunta insistentemente a Dios, durante tres años, si la Navidad existe, si es real, y de cómo Dios escucha y responde a esa voz.


En el cuento se reza, y se reza en latín. ¿Por qué?

Mi madre y mi abuela me enseñaron a rezar las letanías del rosario en latín, no los misterios, pero sí las letanías, y para mí es natural hacerlo así; rezarlas en vernácula me resulta extraño. También es lo más natural en el contexto del cuento, porque es la historia de un niño criado en un entorno católico tradicional. El latín sigue siendo la lengua de la Iglesia, es un idioma dulce y musical, con un significado que no cambia, y eso es parte de su belleza.


En el cuento vuelva a plantear la idea del alejamiento del mundo, de un mundo en el que cada vez es más difícil educar en el fe cristiana, pero del que pocos pueden separarse. ¿Cómo afrontar ese reto?

Es una pregunta muy difícil de responder. La Iglesia ha enseñado siempre que un cristiano debe tener una sana distancia con el mundo, vivir en el mundo, pero no pertenecer a él. Esto me parece muy evidente ahora, cuando la secularización, el error y la confusión han roto todos los diques fuera y dentro de la Iglesia. Hoy no basta con elegir un colegio católico o enviar a los niños a catequesis, porque muchos colegios católicos transmiten algo que ya no es posible considerar catolicismo, y lo mismo ocurre en un buen número de parroquias. Yo creo que son las familias, y en especial las madres en los primeros años, las que deben asumir esa función, las que deben inculcar y transmitir la fe. Un niño católico debería crecer en un entorno de piedad católica, con toda su fuerza, su poesía y su belleza, y con una liturgia que le acerque al misterio y la adoración.


¿En algún momento se propone evangelizar desde la literatura o esta idea está lejos de su pensamiento cuando escribe?

No me propongo evangelizar al escribir, sino simplemente hablar de cosas que me parecen buenas, valiosas y verdaderas, que son importantes para mí y creo que es importante defender, y son pocas. El cardenal Newman cuenta en sus diarios que nunca escribió una línea sin una razón, sin un motivo que en su opinión justificase hacerlo. Yo creo en ese principio, y trato de seguirlo.


Fuente: Infovaticana.

18 comentarios:

  1. OFF THE TOPIC: alguien sabe qué pasa con el sitio Specola en Infovaticana ? desde hace días que no renueva su página. Agradeceré la explicación.

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    1. Comparto la inquietud del anónimo, después de años de informar cotidianamente, llueva o truene, desde el 16 de noviembre no hay noticias de Specola. ¿Será que Bergoglio descubrió que era un espía infiltrado y lo mandó detener? En estos días tormentosos todo es posible...

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    2. Specola sigue día tras día, quizás es un problema informático personal o de la zona...

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    3. Si antes expresamos nuestra preocupación porque desde el 16 de noviembre Specola había dejado de publicar sus noticias, felizmente hoy pudimos comprobar que sólo se trató de un problema aparentemente pasajero, porque las notas que faltaban fueron todas publicadas puntualmente.
      Sin perjuicio de lo dicho, el autor del blog dijo lo siguiente: "ya hemos comunicado los problemas de algunos lectores para entrar en nuestro Blog que esperemos ya hayan quedado resueltos. No parecen bloqueos intencionados por fuerzas de este mundo, pero el demonio siempre enreda..."

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  2. En estos tiempos de feminismo a ultranza qué hermosa revancha encontrarse con una mujer que diga la verdad como Natalia Sanmartín Fenollera.
    Si tuviera que elegir una sola cosa de este magnífico reportaje me quedaría con su luminosa respuesta a la pregunta de por qué en un mundo que no quiere oír hablar de la muerte no hay nada mejor que enseñarle a un niño que la muerte no es el final de nada sino el principio de lo mejor que está por venir, la vida eterna.
    Y elijo eso porque si por razones obvias en los colegios del Estado hoy nadie les habla a los niños ni del diablo ni del infierno, entender por qué en las iglesias los curas tampoco hablan de eso debe ser porque cuando ellos fueron niños en el colegio tampoco nadie les habló nunca de eso.
    Así que el problema no es sólo del seminario, viene de lejos.
    ¡Cuánta razón tiene entonces Fenollera y qué espantosa crisis de fe la que hoy vive la Iglesia por no enseñarle la verdad a los niños desde su más tierna infancia!
    El problema es que esto ya no se arregla con aspirinas, sólo un gran dolor podrá purificarnos. Y no estamos lejos de eso.
    El mal avanza a pasos agigantados como una cizaña que lo cubre todo, ni el mundo enemigo de Dios, ni las iglesias, ni los colegios católicos, ya nadie habla del demonio ni del infierno.
    En eso radica la tragedia de nuestros días, una tragedia que no sólo ensombrece al mundo, también a la Iglesia donde muchos católicos ya no creen ni en el Juicio Final que nos puede condenar al fuego eterno.
    Pero lejos de abatirnos, las sombras que han caído sobre la Iglesia son la mejor prueba de que los tiempos se aceleran y la Segunda Venida del Señor es inminente.
    Es cierto que antes tendremos que pasar por la puerta angosta, pero si eso es necesario para gozar lo mejor que viene después, bienvenido sea.

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    1. No pierda mucho tiempo con la ideología progre. 5 minutos al día son 30 horas pérdidas al año, 4 jornadas de 8 horas...

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  3. Esto es lo bueno de la fe de siempre, enseguida te das cuenta de que estamos en el mismo equipo y al mismo tiempo me pregunto para qué equipo juega la Jerarquía en nuestra Iglesia?. Excelente reportaje

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  4. No hacer ni caso a Traditionis custodes, Bergoglio pasará, la liturgia de siempre seguirá, todo será olvidable como una anécdota.

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  5. Don Wander:
    “A nosotros nos toca lo que siempre ha tocado a los cristianos, preservar lo que se nos ha dado, conservar la fe de los apóstoles, no una nueva fe, sino la fe que la Iglesia ha custodiado a lo largo de los siglos, y hacerlo para nuestra salvación y la de los que vengan detrás de nosotros”. (Natalia Sanmartón Fenollera).
    ¿Qué acierto el de The Wanderer, al traer a la palestra el vigoroso testimonio de una mujer que, en sus numerosos escritos, no evidencia otro propósito que el de permanecer fiel a la fe transmitida por nuestros padres en la fe, y de mostrar a los demás el camino que ella misma ha experimentado en materia de fe.
    Por cierto, al asumir ese propósito no procede con ingenuidad. En sus numerosos escritos se advierte que es claramente consciente de que los tiempos que nos tocan vivir no sólo son tiempos de abandono de la fe cristiana sino “radicalmente hostiles a ella”. Sabe que nuestra actual cultura “no solo ha dejado de ser cristiana, sino que apenas es ya cristianizable, que no solo es indiferente a la fe, sino radicalmente hostil a ella”. Y que esto mismo también afecta profundamente a la Iglesia: “ la secularización, el error y la confusión han roto todos los diques fuera y dentro de la Iglesia. Y tenemos grandes boquetes en nuestras murallas, con diferencias cada vez más profundas que ya no se pueden ignorar, porque son explícitas. Eso genera una lluvia ácida constante dentro y fuera de la Iglesia que desnaturaliza, debilita y adultera la fe”. De ahí, su propósito en advertirnos sobre la falacia de elegir, en materia de fe, un camino equivocado: “Hay una parte de la Iglesia que cree que la fe cristiana cambia con el tiempo, que tanto el culto como la doctrina deben adaptarse poco a poco a los cambios y que ha dejado de creer lo que siempre y en todas partes y por todos ha sido creído. Como enseñaba San Vicente de Lerins”. La razón de fondo para oponerse a la fe del progresismo: “No hay ningún fin que justifique adulterar o desnaturalizar el culto y la fe”.
    Su medio de lucha no es distinto al que siempre emplearon los santos cuando presentaron batalla al Enemigo de la fe, y es su profunda confianza en el auxilio divino: “nada de lo que sucede ni en el mundo ni en la Iglesia es gratuito; Dios lleva las riendas de la historia”.
    Por ello se esmera en proteger a toda costa lo que siempre ha servido para ayudar a creer. Y ese medio es la liturgia tradicional. Y no le faltan razones para ello, pues, lo que es sagrado no puede dejar de serlo. “La liturgia se nos ha dado en primer lugar para rendir culto a Dios, pero también es una escuela de fe y de piedad”. Y, en ese marco de piedad, “mucha oración, mucha fe, y fortaleza”.
    ¿Es suficiente este testimonio para responder a las terribles exigencias de nuestro tiempo? ¿Podremos nosotros responder de la misma manera? Hubo doce hombres que hace dos mil años creyeron en ello y, depositando toda su confianza en Dios dieron vuelta la historia. Ciertamente, la tarea hoy parece más difícil porque se trata de enfrentar un mundo que ya rechazó a Dios. Pero, por mucho que el hombre busque rechazar a Dios, ni el hombre dejará de necesitar de Dios, ni Dios dejará de procurar salvar al hombre.
    ¡Dios guarde a la Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!

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  6. Excelente entrevista...y respuestas!
    A.G.

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  7. "Mi madre y mi abuela me enseñaron a rezar las letanías del rosario en latín..."

    Como siempre ha sido, la madre (y muchas veces también la abuela) han sido los primeros enseñantes de los niños, los que les han transmitido la fe y les han encaminado por el buen camino y los que les han transmitido sus aficiones...

    No es por tanto de extrañar que el comunista Gramsci, para destruir el orden social y dejar paso así al marxismo, estableciese que había que destruir los dos pilares de toda sociedad:

    La religión y la familia.

    Por eso mismo -la implantación del marxismo cultural- la Fundación Rockefeller difundia que la mujer trabaje (fuera de casa):

    A partir de entonces serían los maestros y profesores ideologizados los que se encargarían de lavar el cerebro a los niños a la orden de los políticos.

    Y como se hace a espaldas de los padres, lejos de los ojos, lejos del corazón.

    Sí, esta es la libertad de las logias y el lavado de cerebro a los niños con la educación obligatoria y gratuita.

    Somos carnaza para los políticos, que no nos representan, y sus siniestros amos.

    Enfin, esta escritora ha revelado dos cosas:

    El papel de la madre y las abuelas en la familia y la importancia de rezar las letanías lauretanas en latín y no en vulgar.

    Estamos prevenidos y no podremos alegar ignorancia.

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    1. La incorporación de la mujer al trabajo vino motivada por la lógica del capitalismo y las dos Guerras Mundiales que sustrajeron mano de obra masculina. Déjese de teorías de la Conspiración.

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    2. Hace mucho que terminaron las dos guerras mundiales que, además, influyeron muy poco en Iberoamérica. No fueron belingerantes pero sí alguna nación participo algo como aliados de Estados Unidos.

      Por tanto esas guerras no son una causa.

      Lo que si sucedería para el que lo supiese ver (sociólogos) es que al estar las mujeres norteamericanas en las fábricas, alguien debería de ocuparse de los hijos y educarlos....

      los políticos a través de los planes de estudios y los sindicatos de profesores y maestros.

      Sí, Anónimo 23 de noviembre de 2021:

      la ignorancia es muy osada.

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  8. Extraordinario testimonio de esta mujer sobre la Tradición: Mi experiencia es que una vez que conoces la misa tradicional no es sencillo volver atrás, no se vuelve atrás.
    No se puede hablar mejor: son las familias, y en especial las madres en los primeros años, las que deben asumir esa función, las que deben inculcar y transmitir la fe. Un niño católico debería crecer en un entorno de piedad católica, con toda su fuerza, su poesía y su belleza, y con una liturgia que le acerque al misterio y la adoración.

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  9. A propósito de lo que Sanmartín Fenollera explica sobre Traditionis Custodes y la misa en latín, el blog de Specola revela que Roma tendría la firme intención de borrar del mapa la película profética de 1973 "Católicos, el conflicto".
    La busqué en Youtube y por suerte todavía está, la acabo de ver y se las recomiendo vivamente. Es lógico que Bergoglio la quiera enterrar donde nadie la pueda ver porque es una espina clavada en el corazón de Traditionis Custodes.
    La película está ambientada en un viejo monasterio medieval de Irlanda donde llega un sacerdote que el Padre General de la Orden envía desde Roma con una carta para el Padre abad, ya se imaginan ustedes con qué intenciones.
    Sorprende comprobar que en tan solo 75 minutos, hace casi 50 años se haya podido sintetizar en toda su crudeza la crisis terminal que hoy vive la Iglesia Católica.
    ¡No se la pierdan porque es sensacional!

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    1. El final no tiene nada de sensacional, o usted no la entendió.

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    2. Anónimo de las 12.54
      No quise escribir nada sobre el final para no quitar interés, pero ya que lo menciona, creo que es un final muy particular. La cara del Padre abad -por ejemplo- con los ojos llenos de asombro como sin entender algo que estaba viendo, da motivo a varias interpretaciones. Una de ellas bien podría ser una visión celestial que le revela lo que siempre había dudado desde que visitó Lourdes. Y como esa la que a usted se le ocurra.
      Pero disculpe una cosa, la película no es sensacional por el final, lo es por su extraordinario argumento de principio a fin. Poner en 1973 el centro de la crisis de la Iglesia en el vetus y el novus ordo y en la herejía de no creer en el milagro de la tansubstanciación sin tener idea entonces de lo que iba a suceder en la Iglesia en 2021, es una verdadera profecía cumplida.
      No en vano Specola nos cuenta los rumores que circulan en Roma de hacer desaparecer esta película para que nadie la pueda ver porque el rey y su corte de zánganos se dieron cuenta que puede generar resistencia a la aplicación de Traditionis Custodes.
      ¿Por qué no la ve de nuevo a ver si la entiende mejor y después me cuenta?

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  10. Robustiano Matamoros24 de noviembre de 2021, 8:12

    El arzobispo Aguer en grave estado informa Infovaticaa.

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