“Disculpen mi ignorancia”, decía Borges y también yo pido también disculpas porque entre todas mis ignorancias, me ha sorprendido una en particular que, aún siendo pequeña e insignificante, debo señalarla. Siempre había considerado que la palabra molar era un sustantivo emparentado con las muelas; imaginaba una muela más grande y, sobre todo, más dolorosa cuando el dentista mete mano en ella. Molar me sonaba también relacionado con las piedras de molinos, esas que muelen el trigo y esas que deben atarse al cuello y arrojarse con ellas al mar los que escandalizan a los pequeños. Pero he venido a saber que molar es también un verbo que significa gustar o resultar agradable. Por ejemplo, podría decir “Me mola tomar una cerveza en un día de calor”, o “A Mercedes le mola ir a la montaña”.
He traído a colación estas cuestiones odontológicas y filológicas a raíz de un libro editado recientemente por Homo Legens, titulado Dios no mola, de Ulrich Lehner, un teólogo alemán que enseña en Estados Unidos. Es un libro básico, pero recomendable para ser leído por todos, y en especial por aquellos que tienen responsabilidades educativas, a fin de “liberarse de un dios fabricado a medida de la cultura pop y adentrarse por sí mismos en la grandeza radical de Dios”. A estas palabras que figuran en la contratapa del libro habría que agregarle que no solamente la cultura pop se ha encargado de fabricar un Dios a medida, sino lo que lo ha hecho la misma Iglesia.
Las homilías del Papa Francisco, aún aquellas pronunciadas en las ocasiones más solemnes, son una porquería. Y lo repito en negritas: son una porquería, indignas aún de ser pronunciadas por el curita joven que atiende la barriada más populosa del Buenos Aires. Lean, por ejemplo, la de la última Navidad. Pero no son solamente material descartable, sino que también son tramposas, hechas para agradar, o para molar. Dijo en esa ocasión: “A mí, a ti, a cada uno de nosotros, Él nos dice hoy: ‘Te amo y siempre te amaré, eres precioso a mis ojos’. Dios no te ama porque piensas correctamente y te comportas bien; Él te ama y basta. Su amor es incondicional, no depende de ti. Puede que tengas ideas equivocadas, que hayas hecho de las tuyas; sin embargo, el Señor no deja de amarte. ¿Cuántas veces pensamos que Dios es bueno si nosotros somos buenos, y que nos castiga si somos malos? Pero no es así. Aun en nuestros pecados continúa amándonos. Su amor no cambia, no es quisquilloso; es fiel, es paciente”. A todos nos molan estas palabras; le molan incluso al presidente Alberto Fernández y a su concubina Fabiola Yañez (actriz, modelo, notera de un programa sobre sexualidad y panelista de la vedette Moria Casán, entre otros mesteres) que hace una semana comulgaron públicamente muy orondos de manos de Mons. Marcelo Sanchez Sorondo en la mismísima basílica vaticana.
Pero, ¿hay algún error en las palabras pontificias? No lo hay. Es verdad lo que dice en la homilía navideña, pero es incompleto, porque Jesús también habla de que el Reino de los Cielos pertenece solamente a los que son mansos, justos y puros de corazón. Exige la conversión y promete para aquellos que no están preparados cuando llegue el Esposo, la gehena, donde “habrá llanto y rechinar de dientes”. La homilía del Santo Padre es engañosa por incompleta, y revelan que su intención no es enseñar y confirmarnos en la fe —lo que constituye su munus supremo—, sino simplemente molar. Se trata de un Papa molón.
Pero no solamente el Santo Padre tiene esta afición. Hace algunas semanas daba el ejemplo de algunas monjas pavotas que tenían la misma actitud y es cuestión de abrir cualquier catecismo, o escuchar cualquier homilía o asistir a cualquier clase de catecismo. La religión católica se ha convertido en las últimas décadas en una religión de sentimientos, en la que lo único que cuentan son las emociones, a las cuales se identifica con lo “evangélico”. No es evangélico, nos dicen, prohibirle a los adúlteros que se acerquen a la eucaristía, tampoco es evangélico prohibir el amor entre dos personas del mismo sexo y mucho menos evangélico es prohibir que dos jóvenes expresen su amor del modo que prefieran sin estar casados.
La verdad es que es bastante fácil desbarrancarse por esta pendiente del sentimentalismo. Cuando leemos la enorme decepción y tristeza que significó para Emma Bovary casarse con el viudo y aburrido Charles, tan jovencita ella y tan ilusionada, nos dan ganas de justificar su adulterio. Y en el personaje creado por Flaubert están retratados todos los adúlteros, todos los gays y todos los noviecitos cariñosos de la actualidad. Y la Iglesia, con sus obispos, curas y monjas, quieren molarles y, para hacerlo, dicen solamente la parte que mola del evangelio de Nuestro Señor, que no es un Dios que mola.
No se trata de negar el lugar que tienen los sentimientos dentro de la fe, sino que se trata de no olvidar que ellos deben apoyarse en contenidos. Si esto no sucede, tenemos una fe sin raíces, que se la lleva el viento de las modas y los caprichos de sus jerarcas.
La solución que plantea Lehner en su libro es el realismo, pues su carencia significa falta de convicción. Ser realista significa aceptar el orden de las cosas, es decir, de la existencia de la verdad. Tenemos miedo, y también lo tiene Bergoglio, de negar la verdad de otra persona porque tememos ser tachados de intolerantes o fanáticos, aunque es un signo de tolerancia aceptar otros puntos de vista que sabemos que son incorrectos. Queda muy bien y mola muchísimo andar a los besos y abrazos con pastores protestantes y con imanes musulmanes, y decirles que cada uno tiene su propio camino para buscar a Dios, que es el mismo para todos. ¿Es que no somos capaces de ver la profunda contradicción que hay en esta afirmación? No la vemos porque hemos dejado de contemplar el mundo y aceptar el orden que Dios quiso poner a las cosas. Preferimos, entonces, adorar a un dios domado y molante, que no pide fortaleza para resistir las tentaciones y mantenernos firmes en la adhesión a la verdad y en la práctica de las virtudes. Se trata de un diosesillo que cambia y se amolda según el antojo de sus adoradores; un dios “poliédrico” nos diría el Santo Padre.
Pero este dios maleable y falso solo puede durar un tiempo bastante corto porque la realidad, finalmente, se impone. Y la suprema y última realidad es la muerte. Ella no mola, y nuestros devaneos y los arrumacos molentes que nos gusta escuchar de nuestros pastores no servirán de nada cuando debamos enfrentarnos al Justo Juez. Y la justicia divina caerá, claro, sobre nosotros, pero caerá también con mucha más fuerza sobre ellos que debieron enseñarnos la totalidad de las verdades de nuestra fe y, sin embargo, prefirieron molarnos y acercarnos de ese modo a la condenación eterna.
[...]"Queda muy bien y mola muchísimo andar a los besos y abrazos con pastores protestantes y con imanes musulmanes, y decirles que cada uno tiene su propio camino para buscar a Dios, que es el mismo para todos. ¿Es que no somos capaces de ver la profunda contradicción que hay en esta afirmación? No la vemos porque hemos dejado de contemplar el mundo y aceptar el orden que Dios quiso poner a las cosas."[...]
ResponderEliminarToca dar batalla. El todo por el todo.
Su artículo viene a recoger el día a día en el mundo real. No hace falta subir a altas esferas, ni codearse con gentes de alto rango eclesiástico. Desgraciadamente es común en ambientes católicos.
Tremenda Verdad y tremendas palabras.
ResponderEliminarMuchas gracias Wanderer.
Aparte de toda la ambigüedad "molante" que Ud. bien señala, considero que sí hay un error en la mentada homilía de Navidad.
ResponderEliminarCuando niega que Dios "nos castiga si somos malos".
- Malleus
Cuando dice que es erróneo
Muy cierto, W., en su ahínco pendular Bergoglio ha sacado de la chistera un Dios muy molón, gracioso y divertido, un Dios ánomos (sin normas), para contraponerlo al Heis Theós severo y justo, reglamentista, en el que creían sus antecesores. No sé a qué espera para cerrar de una vez todos los viejos centros de estudios teológicos y sus bibliotecas, que para él carecen ya de objeto y de sentido. Espero que Bergoglio pase a la historia como el genuino "demolador" de la Iglesia (apoyado por toda la troupe circense jesuita).
ResponderEliminar"La religión católica se ha convertido en las últimas décadas en una religión de sentimientos, en la que lo único que cuentan son las emociones, a las cuales se identifica con lo “evangélico”. No es evangélico, nos dicen, prohibirle a los adúlteros que se acerquen a la eucaristía, tampoco es evangélico prohibir el amor entre dos personas del mismo sexo y mucho menos evangélico es prohibir que dos jóvenes expresen su amor del modo que prefieran sin estar casados".
ResponderEliminarExacto, y en esto la Iglesia con este pontificado ha sucumbido al emotivismo ético de occidente como diría el genial filósofo escocés Alasdair MacIntyre.
La Iglesia se ha vuelto indiferente a la Verdad y con ello, en definitiva, a la contemplación; de ahí las expresiones descalificatorias que se encuentran en las encíclicas del Papa Francisco, "teólogos de escritorio" o su menosprecio por la vida monástica.
Para quien se ha vuelto indiferente a la Verdad todo es válido / posible, pero no merced a la omnipotencia de Dios, sino merced a la impotencia humana.
El relativismo teológico termina siendo la negación de la gracia sobrenatural y la exaltación de una condena a vivir una pobre vida pura y exclusivamente natural.
Pero todo concluye, no hay mal que dure 100 años.
Que la bronca no nos haga perder la esperanza, sino nos igualamos a aquellos a quienes criticamos.
Un claro olvido de la noción de "La ira de Dios". Sí, en Dios hay ira, claro que no como la nuestra, sino análoga, ira justa y plena de amor (por ello, cuasi incomprensible para nosotros, tan carnales), pero ira al fin. Tal vez una desequilibrada acento en la noción de impasibilidad en la concepción de Dios heredada de la filosofía griega contribuyó a olvidar esa ira, para librarnos de la cual y no para otra cosa vino al mundo Nuestro Señor Jesucristo.
ResponderEliminarRegarlarle un diccionario de sinónimos a algunos españoles...mola... flipa uf...con lo rico que es el castellano.
ResponderEliminarA los pequeñuelos que creen en ÉL.
ResponderEliminarEl proceso de demolicion de la fe, que ha alcanzado un vertigo innimaginable hace tan solo un par de años, no puede ser detenido porque lamentablemente hoy vemos arriba lo que hace décadas sufrimos abajo.-
ResponderEliminarSolo la Providencia tiene la respuesta, pero todo esto es aterrador.
Qué acertadas reflexiones sobre una iglesia buenuda. ¡Cuántas verdades encierran!
ResponderEliminarCuando Jesús se pregunta "si la sal pierde su gusto, ¿con qué se habrá de salar?, o si cuando vuelva el Hijo del Hombre encontrará fe en la tierra, seguramente estaba pensando en esta Iglesia del siglo XXI en crisis terminal, porque adonde uno mire, sobran señales de que el tiempo se acaba. Si así fuera, ¿es posible que esta agonía pueda durar siglos?
El Catecismo de la Iglesia, en su artículo 675, dice que "antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra develará el 'misterio de iniquidad' bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad..."
Esa solución aparente a sus problemas es justamente la que creo que Ud. señala cuando dice que "tenemos miedo, y también lo tiene Bergoglio, de negar la verdad de otra persona porque tememos ser tachados de intolerantes o fanáticos, aunque es un signo de tolerencia aceptar otros puntos de vista que sabemos que son incorrectos. Queda muy bien y mola muchísimo, andar a los besos y abrazos con pastores protestantes y con imanes musulmanes y decirles que cada uno tiene su propio camino para llegar a Dios..."
Dado entonces que el misterio de iniquidad ya está presente entre nosotros y se manifiesta a través de esta espantosa apostasía de la verdad que nuestros pastores son los primeros en asumir, todo indica que el Anticristo mismo no puede tardar siglos en manifestarse. Esto no da para más.
Me perece que el uso de molar referido en la nota es un italianismo, importado o tomado en préstamo por el hispánico. Los italianos usan molare en sentido metafórico con dos acepciones opuestas: una positiva para decir que tiene efecto (éste es el importado por el hispánico), otra negativa para decir que tiene efecto negativo, que fastidia, que rompe la paciencia u otras cosas.
ResponderEliminarComo no se ya cuál es la verdad, pero para que se tenga información más amplia sobre el caso Yannuzzi pongo el link que trae otra cara del asunto
ResponderEliminarhttp://www.infocatolica.com/blog/caritas.php/2002050534-title
Así resultaría que lo procesaron por una cosa, lo condenaron por otra que no es la del proceso, y le impusieron una pena que no es la del delito de la condena.
No me extraña porque estas fallas de inconsecuencia lógica en sentencias de la Congregación para la Doctrina de la Fe ya las he visto en otros casos. Están desbordados de trabajo, no están preparados profesionalmente para estos casos, reciben órdenes y las aplican son sumisión indebida.
Hace falta parar la pelota, no dejarse presionar por los medios y poner las cosas en manos de juristas. Solamente lo que afecte a la vida eclesial.
Lo que es o sería delito para el Estado, que los afectados hagan las denuncias pertinentes ante el poder estatal. Las curias diocesanas no son ventanilla de entrada de denuncias penales para dar traslado al Estado. Una medida de ese tipo traería oxigeno y JUSTICIA.
Este post me ha molado mucho.
ResponderEliminarTe felicito por tu claridad y valentía. Comparto todo lo que dices
ResponderEliminarMolón. Como ya ha dicho alguno de pasada, el adjetivo para calificar a las cosas o personas que molan no es molante ni moliente, sino molón.
ResponderEliminarPero este Papa, por más que lo intente, no es nada molón.
El que sí lo consiguió fue Juan Pablo II. No el Magno: el Molón. En las JMJs, los papaboys coreaban: «¡Este Papa sí que mola, se merece una ola!», y le hacían la ola. Lo de hacer la ola, a los papaboys les parecía molongui.
La defensa que hace de Yannuzzi la Sra. Virginia G. sería penosa si no fuera escandalosa. Omite toda referencia al comunicado firmado por las actuales autoridades de Miles Christi (emitido después de conocido el comunicado de Tucho) en el cual se ratifica la gravedad de los abusos del ex cura. Omite eso, que es como omitir un elefante, y encima argumenta con una pobre falacia acerca de los castigos que no se impartieron a otros malos curas (aunque ninguno de ellos acusado de abuso sexual).
ResponderEliminarSaludos.
Rodion
Según la RAE, el verbo molar viene del caló (variedad del romaní que hablan los gitanos de España, Francia y Portugal):
ResponderEliminarhttps://dle.rae.es/molar
Se trata de un Papa "molón"
ResponderEliminarAquel que se casa con una época termina muriendo con ella...
ResponderEliminarQue bueno que Cristo prometió que su Iglesia duraría hasta el fin de mundo sino hubiera muerto en mis 60...
Me MOLA que no me mole la ideología de la Iglesia actual que a tantos mola.
ResponderEliminarMás que "molante", suele decirse "molón". Uno que quiere gustar o bien que gusta a muchos.
ResponderEliminarEl tema es: ¿por qué la jerarquía -y el clero en general- buscan que el Catolicismo 'mole'?. Sencillo. Porque no creen. Y han dicho que no creen. El General de los Jesuitas nos ha explicado claramente que 'no sabemos qué fue lo que Jesús dijo, pues en esa época no había grabadoras'. Entonces no creen, y se encuentran en la cima de una religión que tiene un montón de mandamientos sinceramente muy odiosos e incómodos para el hombre moderno. Y razonan: 'voy a incordiar yo a toda esta pobre gente, y me voy a tornar antipático, sólo por imponer estos inventos de unos judíos pastoriles del siglo I. ¡Pues no señor!. ¡No lo haré!. Dejemos de lado todo este delirio místico inservible, conservemos algún núcleo de bondad genérica, ¡y molemos!'.
ResponderEliminarDios nunca ha molado... parece mentira pero hace falta que alguien lo recuerde en estos tiempos primaverales
ResponderEliminarMolemos, molemos, que mañana moriremos!
ResponderEliminarHe aquí una entrevista al autor del libro.
ResponderEliminarhttps://www.theamericanconservative.com/dreher/why-is-god-not-nice-ulrich-lehner/