martes, 16 de junio de 2020

La carta de Viganò

La evidencia en sí misma, enseña santo Tomás, es aquella que se impone inmediatamente al sujeto. La luminosidad del sol o la humedad del agua se nos imponen. No hay discusión al respecto; no queda más que aceptar esa realidad, y si alguien duda o niega que el sol sea luminoso o que el agua sea húmeda, no dudaremos en dudar de la salud mental de esa persona.

El P Jerónimo Nadal, uno de los compañeros de San Ignacio de Loyola, fundó en 1561 en Palma de Mallorca el colegio de Nuestra Señora de Montesión, el más antiguo que posee la Compañía en todo el mundo. Fue atendido durante siglos por una comunidad floreciente de padres jesuitas. La foto de la derecha representa a la decrépita comunidad actual: diez ancianitos con una edad promedio de ochenta años que hace presagiar la pronta desaparición de una comunidad histórica y centenaria. Este ejemplo, tomado al azar, no es más que uno entre cientos. La vida religiosa en la iglesia católica está desapareciendo, y en la mayor parte de los casos el proceso es irreversible.

¿Cuándo comenzó esta tragedia? No hace falta discutirlo demasiado: el concilio Vaticano II fue el inicio de la debacle que ha sumido a la iglesia católica, y no solamente a sus congregaciones religiosas, en una de sus crisis más graves a lo largo de toda su historia milenaria. Y este afirmación es evidente en sí misma; como la luminosidad del sol, no necesita ser demostrada ni discutida. Es cuestión de hojear el Anuario Pontificio de los últimos cincuenta años, o de visitar el convento de la esquina, que probablemente haya dejado de ser convento por falta de inquilinos para comprobar la verdad de la proposición.

Esta realidad evidente, indiscutible e innegable —y tenemos derecho a dudar de la salud mental de quien la discuta o la niegue—, ya no puede ser ocultada como lo fue durante décadas por las piroctenias de pontificados rumbosos como los de Juan Pablo II o de Benedicto XVI. Ha sido el Papa Francisco quien, con su tosquedad, ha dejado ver a todo el mundo la realidad: el rey esté desnudo

En un artículo publicado hace poco más de cinco años en este mismo blog, yo escribía: “Para ponerlo en imágenes del infante don Juan Manuel: hasta la llegada del Papa Francisco, nadie se había animado a decir que el rey estaba desnudo. A Pablo VI, a Juan Pablo II y a Benedicto XVI los vimos desnudos pero la cosa era aún vidriosa, no muy clara y, razonablemente en muchos casos, era mejor callarse como los súbditos del rey moro: quizás era verdad que el rey estaba finamente vestido y que era nuestra miopía e impureza la que nos impedía ver sus atuendo y nos mostraba, en cambio, la desnudez del soberano. Pero la llegada de Bergoglio cambió todo: el rey está, evidentemente, desnudo”.

Vuelvo ahora sobre el tema porque en los últimos días observo que ya son muchos más que un puñados de tradis o de bloggers los que están finalmente, admitiendo cabizbajos la realidad que se impone con el peso de una montaña. La larga carta de Mons. Viganó del 9 de junio pasado lo demuestra. Allí habla del “vínculo causal entre los principios enunciados -o implícitos- del Concilio Vaticano II y su consiguiente efecto lógico en las desviaciones doctrinales, morales, litúrgicas y disciplinarias que han surgido y se están desarrollando progresivamente hasta el día de hoy”. Y afirma: “El monstruo generado en los círculos modernistas podría haber sido, al comienzo, equívoco, pero ha crecido y se ha fortalecido, de modo que hoy se muestra como lo que verdaderamente es en su naturaleza subversiva y rebelde. La criatura concebida en aquellos tiempos es siempre la misma, y sería ingenuo pensar que su perversa naturaleza podría cambiar. Los intentos de corregir los excesos conciliares -invocando la hermenéutica de la continuidad- han demostrado no tener éxito”. 

Muchos descalificarán sin discutir estas afirmaciones recurriendo a la fácil descalificación del autor. Y es verdad que Mons. Viganò quizás hable demasiado y lo haga desde un ignoto refugio por temor a las misericordiosas represalias pontificias, pero nadie puede negar su autoridad y competencia. No cualquiera llega a ser nuncio en Estados Unidos, y no cualquiera se anima a hacer sus declaraciones y acusaciones que nunca han podido ser rebatidas. En todo caso, quienes lo discuten, podrían comenzar desmontando lo que afirma en su carta y probando que, efectivamente, el Vaticano II fue un beneficio para la Iglesia.

El problema, en el fondo, es que son pocos los que quieren asumir la incomodidad que supone rever las propias posiciones mantenidas durante décadas. Por ejemplo, el juanpablismo ingenuo, edificado sobre los engañosos recuerdos de juventud. Como bien dice Viganò, “Hemos pensado que ciertos excesos eran sólo exageraciones de los que se dejaron arrastrar por el entusiasmo de novedades, y creímos sinceramente que ver a Juan Pablo II rodeado por brujos sanadores, monjes budistas, imanes, rabíes, pastores protestantes y otros herejes era prueba de la capacidad de la Iglesia de convocar a todos los pueblos para pedir a Dios la paz, cuando el autorizado ejemplo de esta acción iniciaba una desviada sucesión de panteones más o menos oficiales, hasta el punto de ver a algunos obispos portar el sucio ídolo de la pachamama sobre sus hombros, escondido sacrílegamente con el pretexto de ser una representación de la sagrada maternidad”.

O bien, la reforma litúrgica, que fue emprendida no por el Concilio sino por el “espíritu del Concilio”, aduciendo motivos pastorales. ¿Quién puede hoy en buena fe afirmar que esa reforma fue pastoralmente exitosa? Basta contabilizar el compromiso real de los católicos con la fe católica para sacar conclusiones que no dejan lugar a dudas.

Reconocer el error y repararlo no es tarea fácil y exige muchas virtudes, y la primera de ellas es la humildad: “Esta operación de honestidad intelectual exige una gran humildad, primero que nada, para reconocer que, durante décadas, hemos sido conducidos al error, de buena fe, por personas que, constituidas en autoridad, no han sabido vigilar y cuidar al rebaño de Cristo…”, escribe Mons. Viganò. 

Soy moderadamente optimista sobre la posibilidad que no sea solamente un arzobispo escondido, otro itinerante y algún que otro emérito los que sean capaces de reconocer la situación terminal en la que se encuentra la Iglesia. Significativamente, Aldo Maria Valli, un histórico periodista con serias credenciales y durante años exponente del neoconismo católico, es quien comenta con claridad la carta de Viganò. Todo un cambio para los que avizoran los signos de los tiempos.

Pero para que la imprescindible reacción católica ocurra, además de la virtud de la humildad y de otras muchas, debe mantenerse el saludable factor que la hace posible: Bergoglio. Es justamente el actual pontífice el catalizador que ha permitido que la reacción se produzca. Como decía Chernyshevski, inspirador de Lenin, “cuanto peor, mejor”.

24 comentarios:

  1. GASTÓN: Creo que los pocos del Opus Dei que hay en Francia tienen una postura más abierta a la Misa tradicional. Y me temo que por puro cálculo oportunista ya que en España la han desaconsejado siempre. (Posiblemente "desaconsejado" sea más bien un eufemismo para describir la postura ante la Misa de la benemérita institución) Y sin duda fue esta postura de una asociación tan influyente la que determinó el escaso fruto del Motu proprio en nuestra patria. El problema es que aquí sería necesaria una humildad COLECTIVA para reconocer que se han equivocado TODOS durante unos 50 años. Me refiero a los sacerdotes. Ojalá me equivoque pero temo que en el Opus a este respecto están esperando para "correr con entusiasmo en auxilio del vencedor". O sea que empezarán a promoverla cuando les resulte rentable con el que mande. Y si alguien lo ve de otra manera se agradece que lo exponga.

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  2. Así es don Wanderer. Me han sorprendido (gratamente) las ultimas voces que se han levantado; despertando a la realidad y admitiendo evidencias. Particularmente la carta de Viganó. Es algo que trasciende (como usted bien dice) a tradis, fundamentalistas, blogeros, etc. Me hacía mucho ruido el ver a amigos y personas muy queridas y cercanas, hacer equilibrio para sostener algunas novedades postconciliares. Particularmente me sorprendía y me sigue sorprendiendo como siguen considerando el novus ordo como algo aceptable, como una opción. Entiendo que este es uno de los puntos más sensibles y difíciles, ya que muchos nos hemos criado y crecido (como dice Viganó) en la época conciliar y con la misa nueva. Pero ante tantas evidencias uno queda pasmado. Creo que la modificación del rito y la creación de uno nuevo de un plumazo, en un escritorio fue el golpe más certero de los enemigos de la Iglesia de Cristo. Una vez que se llega hasta el centro, el magma ( la liturgia, fuente y culmen) el resto decae por decantación. Comparto sus mismas esperanzas de una reacción católica. Dios nos guarde.

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  3. Anónimo de las 21:00 Es posible que sea así, es lo que dice la profecía de las "dos columnas" de San Juan Bosco: cuando la tempestad amaina, las navecillas pequeñas que se mantenían a distancia de la nave principal, se arriman a ella.

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  4. Le pregunto, en sentido filosófico y teológico, si hay alguna relación entre los grados de oración (ej. oración vocal, oración mental, contemplación, etc.) con la disposición del intelecto para poder asentir en el bien que es, en cuanto rito, de la misa codificada por San Pio V, y, a su vez, poder disentir del mal que es, en cuanto rito, la misa de Pablo VI. Hablo de bien y de mal en cuanto propiedades del ser que hacen tender al alma hacia el bien que se supone verdadero y rechazar el mal que se supone falso.

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    1. Anónimo degde la 1:20. Conozco gente que no sé si puede hacer "oración mental", sin embargo, lee, estudia y ve con claridad que el rito latino no es bueno en su conjunto y en sus detalles. Sin embargo, hay gente más inteligente que no logra ver esto. Pareciera una neblina que ofusca sus inteligencias. Quizás a ellos les falte ponerse más de rodillas para que Dios saque a luz lo que con sus fuerzas no pueden hacer.

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  5. El pontificado de Bergoglio es tan brutal que ha descorrido el velo que disimulaba lo que verdaderamente fue y significó el CV II. Y las cosas están tan mal, que la "hermeneútica de la continuidad" -con la que en realidad muchos tratan de justificarse por "no haber visto"- ya se muestra como lo que es: un sofisma.

    Gracias por este post.

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  6. El Opus Dei es un movimiento de mentalidad moderna. Conservadora, pero moderna. Me temo que en España el rechazo generalizado a la Misa tradicional por parte de la inmensa mayoría de los sacerdotes del Opus Dei se debe a una cuestión mucho más mundana que un estudio de la liturgia: al mantenimiento de su "exclusividad" en cuanto a mantenedores de la corriente "conservadora" y su "clientela". O lo que es lo mismo: se han mantenido durante décadas como los más "puros" (hecha excepción de los tradis, "cismáticos", que eran pocos y apegados a la FSSPX). Con la supuesta liberalización de la Misa tradicional ellos quedaban en evidencia como no ser los únicos que mantenían el latín, etc. y se les cernía un peligro: la fuga de fieles a otras aguas más seguras. Así, aunque es triste decirlo, lo único que les ha movido es una cuestión numérica. Sus cálculos no han sido sobrenaturales, sino muy mundanos. No me caben muchas dudas al respecto.

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  7. Anónimo 1:20,
    No termino de entender bien su pregunta, y la verdad que no se me ocurre establecer esas relaciones que usted precisa.
    De todos modos, me parece un poco simplista su planteo del problema. El mundo no es una películas de vaqueros de John Wayne, en la que está claramente definidos los buenos y los malos. Más bien en "Guerra y paz" de León Tolstoi, donde todos son un poco buenos y poco malos.
    Identificar el bien en cuanto rito con "la misa codificada por San Pio V", es excesivamente simplista. ¿Qué hacemos con el rito mozárabe? ¿Qué hacemos con el rito de San Juan Crisóstomo? ¿Qué hacemos con todos los católicos que, durante mil quinientos años, no celebraron "la misa codificada por San Pio V" sencillamente porque ese benemérito pontífice aún no había nacido?
    Y me parece también exagerado identificar el mal, en cuanto rito, con la misa de Pablo VI, a la que usted califica de falsa. No creo yo que sea falsa, y no creo que sea el mal. No me gusta; la evito y la critico, pero no estamos frente a un rito satánico que sería efectivamente malo.

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  8. Recuerdo que cuando decía que Francisco (no Bergoglio, guardemos el respeto debido) era una bendición para la Iglesia, muchos "tradis" se incomodaban. Incluso entre los curas de la FSSPX les parecía que era una afirmación descabellada y me censuraban en muchos medios de la misma filiación, incluso el suyo. Hoy vemos la conclusión de forma evidente: Francisco ha sido el remezón necesario para separar las aguas aletargadas y putrefactas del concliarismo. El "silencio" de Dios ha cesado. Deo Gratias.

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  9. Wanderer, me pareció muy bueno su artículo. Debo admitir (y no sé si usted también lo reconocerá) que últimamente tiene una mirada más profunda respecto a lo que significó el Concilio Vaticano II en la vida de la Iglesia. Como dice Viganó, ha quedado más que demostrado que la tal hermenéutica de la continuidad es totalmente inviable. Durante años con esta argucia pretendieron hacerle decir al Concilio todo lo que justamente los padres conciliares (en su mayoría, claro está) no habían querido decir. La propia letra del Concilio, y lo que es peor, su espíritu, son la principal causa de los graves males que aquejan a la Iglesia en los últimos 50 años.
    Lamentablemente son muchos los que durante esos años han pretendido defender esa revolución conciliar. Pero el caso es que tantos años edificando una postura, hace que una persona no sólo se defina en lo personal -valga la redundancia- sino también en lo familiar, en su entorno laboral y social. Es por eso que a muchos les costará siempre reconocer EL MAL del CVII. Tal actitud, después de tantos años, casi que se torna heroica, pero no por ello deja de ser exigible. Todo lo contrario, son esas personas que tanto han dicho, los que más obligados están a reconocer el error para no seguir arrastrando incautos.
    Respecto a su opinión sobre la misa de Pablo VI, sinceramente no lo entiendo. Evidentemente es otro aspecto más de la misma Revolución Conciliar. Incluso me atrevo a decir que es EL aspecto, pero entiendo que no es tan fácil verlo. Al decir de Pio XII en la Mediator Dei: "la sagrada liturgia está íntimamente unida con aquellos principios doctrinales que la Iglesia propone como parte integrante de verdades ciertísimas, y, por consiguiente, tiene que conformarse a los dictámenes de la fe católica, proclamados por la autoridad del Magisterio supremo, para tutelar la integridad de la religión por Dios revelada." Es muy claro, la sagrada liturgia debe conformarse con los dictámenes de la fe católica, no con los de la fe protestante como se pretendió con la Misa Nueva.
    Por último Wanderer, me parece importante señalar que muchos de estos nuevos críticos del CVII pasan por alto un deber de justicia con la figura de Mons. Lefevbre. Él, junto con otros buenos sacerdotes y obispos de la época, como Castro Mayer, no necesitaron que pasaran 60 años para notar los problemas del Concilio. La agudeza doctrinal que tuvieron para ver los problemas del Concilio, debería ser por lo menos recordada en honor a la justicia. Pero esto también implica desdecirse de muchas cosas, por lo que para muchos también resulta heroico,pero igual que antes no por ello menos exigible.
    Le pido disculpas por extenderme tanto. Muchas gracias por el artículo, Wanderer.
    Un saludo en Cristo y María Reina.

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  10. Hay que acabar con estos sofismas sobre la “modernidad”; con esta deformación ideologica de meterle la etiqueta de “moderno” a lo que despreciamos o no nos simpatiza, reduciendo todo a esquemas maniqueamente puritanos; hay que librarse de esta tara congénita de juzgar la “realidad” que nos toca vivir como si viviéramos en Plutón y estuviéramos exentos de los mismos males que fustigamos.
    No hay cosa más “moderna” que la presunción de empantanarse en temas graves de alta teología, tratados como si fueran disputas de verduleros en la puerta de la verdulería: el del “mal metafísico” en la misa de Pablo VI y la “la bondad ontica” de la misa Tridentina, por ejemplo. Y con todo el respeto que me merece el autor del comentario. Pero es necesario para destacar cómo estas taras nos inhabilitan para captar lo “evidente”, de lo que habla el post.
    Lo evidente, para que resulte tal en el espíritu humano, requiere un presupuesto indispensable: la humildad y la actitud de “asombro” frente la realidad tal cual es. Y asi se nos volvería evidente que la FSSPX, por ejemplo, es tan moderna como el Opus o cualquier otra construcción comunitaria contemporánea. Simplemente, porque las mismas están conformadas por hombres que por mentalidad, cultura y espíritu son “modernos”. Y así, la “bondad óntica” de la misa Tridentina más todo el bagaje preconciliar no salvó a la FSSPX de la pedofilia.
    Esta es una premisa que muchos preferirían ignorar, e ignoran de facto: todos somos modernos; todos estamos inficionados del denostado virus de la modernidad, al tiempo que disfrutamos de sus beneficios, como por ejemplo, el opinar de cualquier cosa, con pretendida autoridad y sin pagar las consecuencias, detrás de un teclado. Si viviéramos en el medioevo, seguramente se acabarían los Savonarolas digitales, incluyendo a quien escribe.
    Cansa leer las presunciones de pretendidos “hombres medievales”. Esta manía de “extemporalidad voluntaria” que afecta al mundo tradi es fragua de todas las esquizofrénias paranoides esterilizantes.
    En la “modernidad” nacimos y existimos; modernos somos; y tan moderno es Lefebvre como Bugnini. La clave de la realidad no está en estos esquemas dialécticos (propios de la mentalidad moderna) con que tantos tradis tratan de explicar la realidad y que, de paso, aplauden hasta con las orejas
    El tema es si la santidad y el buen sentido católico en el pensar y en el obrar tienen lugar en este mundo que nos toca vivir. Si la respuesta es si, luego hay una modernidad cristiana posible y es un mandato, no una opción, el concretarla: no se enciende una vela para ponerla debajo la mesa, ni se da el talento para enterrarlo. Si la respuesta es no y la “modernidad”, entendida como la cultura y el mundo que nos ha tocado en suerte vivir es intrínsecamente perversa, el autismo cátaro se hace presente: crecerán, entonces, como enanos de jardín (ya lo venimos viendo), miles de iniciativas escapistas marcadas por la tara del idealismo y la ficción de vivir una realidad que ya no existe más y no volverá a existir. Pero esto es acedía y no virtud.
    El problema no es la misa, como se decía en otro comentario.
    El problema somos nosotros que somos más modernos de lo que nos imaginamos.

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  11. Anónimo 12.38....me parece que el problema está en que ud no entiende el concepto de modernidad como lo previó san Pío X, el cual condena. Ese modernismo es el que debemos evitar y no tiene que ver con el desarrollo moderno de la historia. Si le hallo razón en que algunos tradis también se confunden y se ponen en contra de algunas cosas que son modernas pero no por ello modernistas.

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  12. El comentarista de 12.38 parece no distinguir entre modernidad en sentido cronológico y modernidad en sentido axiológico. Le sugiero que lea al respecto los esclarecedores artículos de Danilo Castellano sobre el tema.

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  13. O sea y resumiendo, estimado comentarista de las 12:38, que la culpa de todo este lío es nuestra, de los fieles. Lo vengo oyendo desde que era chico (y soy bastante grande). Los seráficos y benéficos clérigos tienen que soportar palurdos como nosotros; lo escuché de boca de curas progres, lefes (a dos de ellos se lo oí decir en Venezuela 1318 hace menos de un año), de obispos y plumas de chupacirios varios (lo escribió Alberto Caturelli en un libro, que a este fin se convirtió en chupacirio...). Nuestros extravíos intelectuales, morales, religiosos, políticos, sexuales y alimenticios son tales, que venimos a ser incapaces de toda vida religiosa seria. ¡Ay, si no fuera por la clerecía salvadora, cariñosa y tolerante! Lo nuestro es acedia pura, odio y envidia por el bien ajeno...
    Ya está ¿Lo resumí bien?
    Estimado comentarista: El día que Ud. sepa predicar o escribir como Santo Tomás de Aquino, volvemos a hablar.

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  14. El documento de Viganò me parece extraordinario. Que un obispo, y no un obispo cualquiera, que como dice el Wanderer ha llegado a ser nuncio en los EE.UU., esto es, un diplomático de postín, suelte todo lo que ha soltado acerca del CVII, es algo sorprendente, gratamente sorprendente, pues es consolador. El CVII fue la Revolución francesa en la Iglesia, como opina De Mattei, que tampoco es un indocumentado, y su efecto devastador lo muestra la foto de la comunidad jesuita en Mallorca que pone el autor.
    Y efectivamente, para una nueva religión necesitaron una nueva misa que colocaron en la Iglesia latina, una nueva misa que precisamente por ser válida conllevaba el desprecio de la Tradición. Hay quien habla de la “modernidad” como la enemiga de la Tradición. No es así. El “modernismo”, herejía condenada en Pascendi, es la que combate la Tradición. Y suele ocurrir que el modernista de buena fe no sabe que lo es. A mí me ha pasado durante todo el tiempo en que fui, para mi desgracia, modernista, comulgando con ruedas de molino.
    Otra aclaración si se me permite: No existe la Misa Tridentina ni la Misa de san Pío V (Gamber), no la fabricó él, ni la confeccionó Trento. La liturgia latina fue conformada por la Tradición mucho antes de Trento y de Pío V. Hay mucha más similitud entre los ritos mozárabe y ambrosiano con el rito romano (Vetus Ordo), que la que hay entre el Novus Ordo y el rito romano, que se parecen lo que un huevo y una castaña. El Novus Ordo tiene por modelo la cena protestante (Davies), que no olvidemos fue elaborada por odio a la fe católica. Como dice Romano Amerio en Iota Unum: “Debe por tanto reconocerse que la reforma ha transformado una Misa católica inaceptable para los protestantes en una Misa católica aceptable para ellos. Y el juicio de aceptabilidad implica que ha acaecido una variación profunda: de ello son jueces precisamente los únicos que tienen competencia” (los protestantes). Algunos siguen pensando que esto es inocuo, pero no lo es, ni el CVII ni la nueva misa son inofensivos, y el obispo Viganò se atreve a decirlo. Albricias.

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  15. GASTÓN: Gracias al comentarista de las 23:44. Sólo una observación y es que describir al Opus Dei como "navecilla pequeña" no me parece adecuado. Habría que ver qué es lo que San Juan Bosco quería decir. Y al de las 12:38 señalarle que uno de los párrafos de su larga intervención no está completo. Es este: "Y así, la “bondad óntica” de la misa Tridentina más todo el bagaje preconciliar no salvó a la FSSPX de la pedofilia". Y lo que falta es esto: "de algunos de sus miembros". Y esto es importante porque tiene aplicación a todo el clero católico. Son hechos gravísimos en los que hay que ser muy precisos.

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  16. Al Anónimo de las hs. 01:20: su pregunta me sugiere una respuesta: acuéstese más temprano.

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  17. Lo del arzobispo Viganó es llamativo. Es muy raro un nuncio y un curial con teología en la cabeza.

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  18. Somos de este tiempo, el asunto es cómo somos cristianos auténticos y fecundos en este tiempo.

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  19. En general muy de acuerdo con los analisis suyos, don Wanderer. Al mismo tiempo, creo que seguimos confundiendo las causas y consecuencias. El CVII es la causa de los problemas o es la consecuencia natural de algo que ya venia forjandose por mucho tiempo?

    Quiza debamos abrir el angular para ver la historia de forma mas completa. Si identificamos bien las causas, podremos entender si deben ser corregidas, o si no.

    La desaparicion por ejemplo de la vida religiosa como la conocemos no es ni buena ni mala. Sencillamente es. Los diferentes grupos son herramientas que sirven por un tiempo pero deben renovarse para renacer de una forma diferente. No creo que debamos temer el cambio. Basta ver la historia bimilenaria de la Iglesia para estar tranquilos sabiendo que Dios guia la barca

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  20. Lo que se vivió en las comunidades parroquiales y de la Acción Católica, a partir de los años '60 fue una verdadera pesadilla para todos aquellos que pretendiesen vivir en paz con todos los miembros de dichas comunidades De un día para otros sonó el disparo de la voz de guerra: progresistas contra integristas, como silos primeros fuesen los "buenos" y los segundos los "malos". Pero, lo que se veía fue la detención de las vocaciones sacerdotales por la friolera de veinticinco años, y la progresiva desaparición de los signos visibles de la fe. Salvo excepciones, no se veían sacerdotes con sotanas, y, al final, ni siquiera con clergyman. También veía que desaparecían las actividades misionales, en los propios barrios que pertenecían a la parroquia. Y, lo más lamentable, fue que, quienes propulsaban los mayores cambios, comenzaron obligando a la dimisión de los obispos o párrocos que no comulgaban con sus nueva manera de concebir la teoría y la práctica religiosa, si no que, a la postre, terminaron derivando en una abusiva manipulación de la juventud al ajeno horizonte de una tan revolucionaria como violenta causa política. Y así, con estupor y tristeza se vio que quienes se iniciaron como sacerdotes de la Iglesia Católica, luego, con el desarrollo de los nuevos lineamientos doctrinales, terminaron identificándose como "sacerdotes por el socialismo". Lo que se vio después, fue no sólo el desangramiento de la juventud en una manifiesta guerras civil, sino también en una evidente pérdida de los valores de la moral cristiana, donde, desvergonzadamente, los antivalores se proclaman como valores:: desprecio de la fidelidad y la indisolubilidad matrimonial, la asunción del aborto como un derecho humano, práctica generalizada del aborto, aparición de "nuevas" formas de matrimonios, de cambio de sexo, de prácticas homosexuales, e incluso de pedofilia. Algo que jamás se hubiera esperado ver, aparece como un estilo de vida incluso dentro de las mismas comunidades cristianas. La ortodoxia, tan cuidada por nuestros superiores religiosos, en la práctica parecía ser sustituida por una serie de imposiciones "políticamente correctas". ¿Y el bimilenario testimonio de los santos en contra de todas estas nuevas actitudes? ¿Y los absolutos derechos de Dios? Todo parece indicar que se puede pensar en ello, pero, de ninguna manera, proclamarlo. Por todo ello, sin dejar de orar por la fidelidad del actual pontífice a la voluntad de Dios, pienso que la reacción de Monseñor Viganò no deja de ser un saludable signo de esperanza para toda la Iglesia Católica. Un cristiano en busca de Dios.

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  21. Me parece muy loable la defensa del Arzobispo Viganò, porque en un momento tan crítico de la historia de la Iglesia pretende reafirmar con gran coraje los valores que permiten entender el verdadero sentido de la disciplina en la Iglesia Católica, donde lo que se debe tener como punto de referencia son, fundamentalmente, los principios de la fe católica vistos a la luz del doble testimonio de la tradición y del magisterio de la Iglesia.

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  22. Con todo me parece que lo más preocupante del nuevo estilo del papa Francisco es su nu8evo estilo doctrinal, en particular cuando señaló que no son los teólogos ortodoxos los que muestran el rostro de Dios, eso y decir que abandona la buena doctrina es una misma cosa. Lo cual se confirma cuando señala que ya no hay una sola línea de interpretación para entender y expresar el mensaje evangélico. Por eso, lo de la apelación a la siniestra figura del "poliedro". Algo que me parece demasiado cercano a lo que otros llaman "libre interpretación". ¿Significa esto el abandono del depósito de la fe? Lo digo con gran dolor. Con todo, me alienta la esperanza de que el Espíritu Santo no dejará de seguir asistiendo a la Santa Iglesia Católica y, especialmente, a quienes hoy ejercen la enorme responsabilidad del gobierno de la misma. Ofrezco todos los días mis oraciones humildes sacrificios por ella y por los buenos obispos, sacerdotes y laicos que todos los días ponen su granito de arena para que ella no deje de ser íntegramente fiel a la fe de la Iglesia de siempre.

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  23. Wanderer, esta cartas de Viganò es tan densa y valiosa que va a dar lugar a nuevas reflexiones durante mucho tiempo. De ahí mis continuas acotaciones a la misma. Entiendo que la clave de comprensión de esta carta se halla en el primer párrafo donde, refiriéndose a Monseñor Schneider, dice:
    El estudio de Su Excelencia, con la claridad que distingue a las palabras de quienes hablan de acuerdo con Cristo, las objeciones contra la legitimidad del ejercicio de la libertad religiosa, teorizada por el Concilio Vaticano II, en contradicción con el testimonio de las Sagradas Escrituras y con la voz de la Tradición, y en contradicción también con el Magisterio católico, que es el fiel guardián de ambas.
    De donde se siguen dos conclusiones Primero, que Viganó,acompañando a Monsl Schneider, denuncia que en el Concilio Vaticano II,hay errores que amenazan socavar las bases de la fe católica. Segundo, que dichos errores, so pena de terminar adhiriendo a una falsa Iglesia Católica, deben ser tan inmediata como imperiosamente corregidos. Rezo todos los días por ello.

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