jueves, 24 de septiembre de 2020

El cuidado de la casa común, según Newman



“Consideremos ahora cuál es realmente el estado de la cuestión. Supongamos que el investigador que he estado describiendo, al examinar una flor, o una hierba, o un guijarro, o un rayo de luz, cosa que considera tan por debajo de sí mismo en la escala de la existencia, de pronto descubriera que se halla en presencia de cierto ser poderoso que estaba oculto tras las cosas visibles que estaba inspeccionando; un ser que, a pesar de esconder su mano llena de sabiduría, fuera quien les diera su belleza, gracia y perfección, al ser el instrumento de Dios para ese propósito. Pensemos en que esos objetos que iba a analizar con tanto interés fueran su vestido y ornamentos, ¿cuáles serían entonces sus pensamientos? ¿Deberíamos —aunque fuera de forma accidental — mostrar un comportamiento rudo hacia nuestro semejante, pisotear el dobladillo de su ropa, o darle un empellón? ¿No nos sentimos insultados?, y no porque le hubiésemos hecho daño, sino del temor que tenemos a haber sido poco educados. David contempló la terrible peste durante tres días, sin duda sin asomo de curiosidad en sus ojos , sino con un terror y remordimiento indescriptibles; mas cuando al cabo «David, al levantar los ojos, vio al ángel del Señor» (que había provocado la peste) «que estaba entre el cielo y la tierra con la espada desenvainada en su mano y apuntando a Jerusalén, entonces David y los ancianos se vistieron de saco y se postraron rostro en tierra.» (1 Cro 21,16). La peste misteriosa e irresistible se hizo aún más temible cuando se conoció su causa. Y lo que es cierto de lo que es temible, es también, por otro lado, cierto de lo que es agradable y atractivo en las cosas de la naturaleza. Cuando damos un paseo y «meditamos en el campo al atardecer», ¡cuántas cosas tienen cada hierba y cada flor para sorprendernos y anonadarnos! Pues, incluso aunque supiéramos acerca de ellas tanto como los más sabios, sin embargo existen aquellos que están en nuestro derredor, que aunque invisibles hacen que el mayor de nuestros saberes no sea más que ignorancia; y cuando hablamos de temas de la naturaleza desde una perspectiva científica, repitiendo los nombres de las plantas y de las clases de terreno, y describiendo sus propiedades, deberíamos hacerlo con religiosidad, como si los grandes Criados de Dios nos estuvieran escuchando, con esa clase de inquietud que siempre sentimos cuando hablamos ante los sabios y los instruidos de nuestra propia raza mortal: como pobres principiantes en el camino del conocimiento intelectual al igual que en el de los logros morales”.

(John Henry Newman, Sermones parroquiales, t. II, 29; trad. Víctor García Ruiz, Encuentro, Madrid, 2007; 322-323).

9 comentarios:

  1. Impecable. Gracias por recordarnos este hermoso pasaje!

    A.G.

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  2. Newman dice una verdad enorme, detrás de una flor, una hierba o un guijarro, siempre se esconde la grandeza de Dios. Pero no todos la ven, los que no tienen fe, nunca; y de los que tienen fe, sólo Newman y unos pocos más...
    Recordemos el final de la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. Desde el infierno el rico Epulón le pidió a Abraham que enviara a Lázaro a sus hermanos para que se arrepintieran, pero Abraham le dijo: si no creen en Moisés y en los profetas, por más que vaya un muerto a avisarles lo terrible del infierno, tampoco creerán.
    De esa presencia de Dios escondida en la obra de la Creación, también habló Jesús cuando dijo: "mirad los lirios del campo, ni Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos".
    Esos y otros pasajes evangélicos deberían ser suficientes para advertirnos que -salvo contadas excepciones- aquellos que se niegan a descubrir a Dios en el canto de los pájaros o en los lirios del campo, serán los mismos que por más que la Misericordia divina nos mande el Aviso y el Milagro, tampoco se convertirán.

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  3. Hace muchos años tuve la ocasión de escalar una montaña (o cadena de montañas) que divide el valle de Tulum del valle de Calingasta. La parte principal y más trabajosa de la subida es una pendiente de piedra pequeña y tierra. Cuando uno mira desde abajo lo ve alto pero alcanzable. La realidad es que uno tarda unas 5 horas en subir esa cuesta. Como digo es de ripio y tierra con huellas marcadas en zigzag por los guanacos. El caso es que en el medio de esa nada agreste, cuando iba yo subiendo esforzadamente, veo entre las piedras una pequeña flor azul que sobresalía sólo unos 3 o 4 centímetros de las piedras. Ahí estaba sola, hermosa,bajo el sol abrasador de una mañana sanjuanina. Me sorprendió tanto que me quedó grabada la imagen para siempre. Y entonces me preguntaba qué hacía una flor ahí, en ese lugar. Con el tiempo, comprendí que estaba allí para mí. Porque Dios tiene esos detalles. Él la puso ahí para mí, para que con el tiempo me diera cuenta que Él está en la inmensidad de la montaña pero también en la simpleza y hermosura de la pequeña flor azul.
    El sanjua

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    1. Estimado sanjua: Entiendo a lo que apunta con su anécdota, pero me parece importante remarcar que esa flor no está ahí para usted. Luego aclara que la flor estaría ahí para que ud note en ella la presencia de Dios. De esa forma se aclaran un poco las cosas.
      Pero como le decía, me parece importante marcar que la creación no fue hecha para el hombre, así sin más. Dios no crea para el hombre. Con la creación Dios manifiesta su gloria, y el hombre para lo único que debería aprovecharla, es para conocer y amar más a Dios.
      Lo contrario nos lleva al delirio humanista que tiene a Dios al servicio del hombre. Al decir de Bergoglio: "Dios necesita al hombre para ser Dios"(sic)
      Saludos en Cristo y María.

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  4. Estimado anónimo de las 22:04
    Acepto su observación. Claramente no tenía intenciones de inducir a esa deriva humanista que señala (güevada le decimos en mis pagos, así con g). Pero siendo un poquito testarudo (un poquito no más) y con el ánimo de aclarar aún más, le digo que sí y que no. Que sí, que la flor estaba ahí para mí en el sentido en que Dios pone toda la creación al servicio del hombre como en el Génesis y que el hecho de que el fin último de todas las cosas sea Dios mismo no obsta a que existan fines intermedios. Dice Scupoli en el Combate espiritual:
    "No hay día ni momento en que el hombre no reciba de Dios nuevos beneficios; porque cada día y cada momento Dios lo crea, conservándolo en el ser que le dio.
    Asímismo, cada momento le sirve con sus criaturas, con el cielo, con el aire, con la tierra, con el mar, y con cuanto se halla en ellos. (con una florcita azul)
    Cada día le da su gracia, llamándolo del mal al bien, guardándolo para que no peque, y en pecando lo ayuda para que no peque más. Lo espera, lo llama a penitencia, y volviéndose a Él, lo perdona con mayor presteza que con la que el mismo pecador se mueve a buscar el perdón de su pecado. Cada día le envía a su Hijo Santísimo con todas las riquezas de los misterios de la cruz, y se lo entrega en el Santísimo Sacramento del Altar."
    Que no, que la flor no estaba allí a casi 4000 metros de altura para mí, por supuesto que no. Estaba para Dios, como cada criatura del universo. Esa flor estaba allí dando gloria a Dios con su hermosura, la viera yo o no. Como cada uno de nosotros que con nuestra nada, aún así, siendo nada, manifestamos una partecita de las perfecciones de Dios. Porque Él así lo ha querido, no porque nos necesita o esté a nuestro servicio. Y eso nos lleva al misterio del amor de preferencia de Dios. Él no necesitaba a la Santísima Virgen para encarnarse, pero "quiso necesitarla", y la amó más que a todo el universo. Y así El que es no me necesita a mí ni a la florcita azul "que no somos", pero el amor que tiene por mí, y las perfecciones, aún las más ínfimas, que pueda haberme llamado a manifestar, son únicos e irrepetibles. Y eso es sobrecogedor, llena de humildad y de amor, de responsabilidad y gratitud.
    El sanjua (en modo cabezadura)

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  5. Maravilloso pasaje. Me llenó de edificación.

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  6. Estimado Sanjua : eso de que "Dios quiso necesitar de María Santísima", me lo enseñó hace muchos años un cura inolvidable y me quedó grabado para siempre. Ah!! Ese cura se llamaba Padre Alberto Ezcurra.¿ lo conoció ?
    Criollo y andaluz

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  7. ¡Qué bueno Newman!
    Gracias también a Fuenteovejuna, El Sanjua y El sanjua (en modo cabezadura). Delicioso leerles.

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  8. Estoy impaciente por leer la "Hermanes todes"!!! Si alguno tiene un adelanto, por favor comparta.

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