sábado, 7 de noviembre de 2020

Un consuelo de Newman

 

Parece como si existiera en el mundo una parte de la verdad, y en la Iglesia un cierto número de los elegidos, y a medida que se incrementa el territorio de esta, se desperdigara ese «resto» o número por un lado y otro, y se le hiciera parecer más escaso, y sentirse más aislado.

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Haga lo que haga, Satanás no puede apagar u oscurecer la luz de la Iglesia. Puede incrustar en ella los males que produce, pero hasta los cuerpos opacos dejan pasar rayos, y la Verdad resplandece con su propio lustre divino, aunque sea «debajo de un celemín». El Espíritu Santo se ha dignado hacer su morada en la Iglesia, y la Iglesia siempre llevará en su frente la señales visibles de este don invisible. Mirada desde cierta distancia, toda su superficie estará iluminada aunque en realidad esa luz irradie desde solo unas pocas aberturas que se podrían contar. Los pocos testigos dispersos se convierten así, según el texto, en «una nube» como la Vía Láctea en los cielos.

En la Escritura tenemos el registro de cuantos vivieron y murieron por la fe en tiempos antiguos y nada puede privarnos de él. La fuerza de Satanás consiste en que se vea que tiene de su parte a la mayoría, pero leyendo la Biblia este argumento pierde su fuerza. Ahí vemos que no estamos solos, que otros antes de nosotros estuvieron en esas mismas condiciones, tuvieron esos mismos sentimientos, pasaron por las mismas pruebas que nosotros, y se esforzaron por conseguir el mismo premio que nosotros perseguimos. Nada eleva más el ánimo que la conciencia de formar parte de una comunidad grande y victoriosa.

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Pero el consuelo de que hablamos no viene por el lado de la argumentación sino por el de los hábitos. Un viaje pesado se hace más corto si vamos acompañados aunque, con muchos o pocos compañeros de viaje, el camino es igual de largo. 

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Lo digo sin la menor vacilación: el que sea constante llegará a ser con el tiempo una persona distinta de la que es ahora, si deja hacer a Dios. Su corazón será más del cielo, más ambicioso; se sentirá por encima de las cosas de este mundo, y a prueba de sus opiniones, amenazas, halagos, escarnios. Su misma manera de afrontar las cosas, su misma voz, modales, modo de andar, su rostro, hablará del cielo a cuantos lo conocen bien, aunque la mayoría no verá nada en él.

La multitud no le entiende, y hasta en san Pablo o san Juan no verá más que personas vulgares. Pero a veces, una persona así llegará con eficacia incluso a esa multitud. En temporadas de tristeza especial o alarma, cuando el ánimo de la gente desfallece de temor, entonces de forma natural adquirirá poder sobre el mundo, y parecerá que habla, no como una voz aislada, sino como si en él se concentrara la fuerza y la gracia de todos esos santos que han sido sus viejos compañeros de toda la vida. Ha vivido con los muertos y al mundo le parecerá que es alguien que viene del mundo de los muertos, que habla en nombre de los muertos, con la lengua de las almas muertas para lo visible, alguien que revela los misterios del mundo celestial, alguien que sobrecoge y domina a quienes están encadenados al mundo de aquí abajo.


  S. John Henry Newman, Paroquial and Plain Sermons III, 17.

4 comentarios:

  1. ¡Qué grande Newman, y qué visionario! Cuando dice que "...al mundo le parecerá que es alguien que viene del mundo de los muertos, que habla en nombre de los muertos, con la lengua de las almas muertas para lo visible, alguien que revela los misterios del mundo celestial, alguien que sobrecoge y domina a quienes están encadenados al mundo de aquí abajo", yo creo que habla de los santos y los mártires de los últimos tiempos,
    Algo así también dice San Luis María Grignion de Monfort cuando profetiza que los santos y los mártires de los últimos días serán más grandes que los de los primeros siglos, porque mientras estos lucharon contra el Imperio Romano y vencieron, aquellos lucharán contra el Anticristo y también lo vencerán.

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  2. Leer a Newman es como alabar a Dios. Sin duda que el Espíritu Santo se posa en el alma en ese momento.

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  3. "En la Escritura tenemos el registro de cuantos vivieron y murieron por la fe en tiempos antiguos y nada puede privarnos de él. La fuerza de Satanás consiste en que se vea que tiene de su parte a la mayoría, pero leyendo la Biblia este argumento pierde su fuerza. Ahí vemos que no estamos solos, que otros antes de nosotros estuvieron en esas mismas condiciones, tuvieron esos mismos sentimientos, pasaron por las mismas pruebas que nosotros, y se esforzaron por conseguir el mismo premio que nosotros perseguimos. Nada eleva más el ánimo que la conciencia de formar parte de una comunidad grande y victoriosa". Lo que dice ese párrafo (aunque no lo habíamos leído) es lo que inspiró el hecho de que durante el rezo del Vía Crucis de la Iglesia dolorida, el viernes 13 por la noche en las calles de San Rafael, Alvear y Malargüe, portaramos banderas de la Cristiandad, de aquellos que nos precedieron en parecidas luchas.

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