lunes, 24 de octubre de 2022

La vocación al sacerdocio

 


Me ha ocurrido en más de una ocasión que, hablando con amigos que tienen hijos en edad de merecer, o que se están acercando a ella, se horrorizan de antemano pensando en que se les ocurra hacerse cura. Y no es para menos viendo los tiempos que corren. No sé qué haría yo en caso semejante. Lo primero, seguramente, sería influir en mi hijo con todas las armas a mi alcance para que, antes de pensar en seminarios, completara una carrera universitaria. 

Para quienes están en semejante trance, les dejo aquí una breve charla que dio Ronald Knox —a quien tenemos un poco olvidado en este blog—, a un grupo de jóvenes estudiantes sobre la vocación.


Dios sabe lo que Vds van a hacer. Pero, lo que Dios prevé que Vds van a hacer ¿es lo que Él quiere que hagan? ¡Ay! No necesariamente. Sí les concedo que es la voluntad de Dios en el sentido de que Él permite que ocurra: si no lo permitiese, no ocurriría.. Pero, lo que cada hombre hace ¿es lo que Dios realmente tuvo la intención que hiciese, es lo que Dios quiso realmente que hiciese? Pueden ver por sí mismos que esto no es así.

Nuestro Señor eligió doce apóstoles, y uno de ellos, Judas Iscariote resultó un traidor y un suicida. Nuestro Señor supo siempre cómo iba a terminar; cada vez que Judas robaba dinero de la bolsa, Nuestro Señor lo sabía; y sabía mucho más que esto: sabía a dónde esto iba a conducir – las treinta monedas de plata y el final de la soga­ –,  y aún así eligió a Judas. No eligió a Judas para ser un traidor; tenía para él la vocación de ser un santo apóstol, si lo hubiese querido; de proclamar su nombre delante de los gentiles, de confesarlo delante de reyes y gobernantes, de ganar la corona del martirio, si hubiese querido. Hay, por así decir, para cada uno de nosotros, un plan delineado en la mente de Dios de nuestra vida tal como ella será vivida; pero paralelo a éste hay otro de esta misma vida tal como Dios quiere que ésta sea vivida. Y la medida de la correspondencia de estos dos planes depende del cuidado que tomamos en averiguar cuál es la voluntad de Dios para con nosotros, y de la fidelidad con que hacemos su voluntad cuando Él la hace patente a nuestros ojos.

Por supuesto que al decir todo esto, Vds. inmediatamente supondrán que voy a hablar acerca de la vocación al sacerdocio. Están en lo cierto: lo haré. No por cierto porque yo me considere, o suponga que Vds. me consideran, una autoridad particularmente competente en la materia, un discernidor de espíritus especialmente dotado. Recuerdo a un muchacho que se me acercó y que había decidido ser sacerdote, pero no estaba seguro si debía ser benedictino o sacerdote del clero secular. Le dije que debería ser benedictino, y pensé que eso era muy bueno de mi parte, porque nosotros los sacerdotes del clero secular también tenemos nuestro orgullo. Pues bien, el muchacho en cuestión entró en el noviciado y duró dos días; luego se dirigió a un seminario diocesano y ha sido perfectamente feliz desde entonces; supongo que recibirá el subdiaconado este verano. Esto es simplemente para mostrarles que no soy una autoridad en la cuestión de las vocaciones. Cualquier otro puede decirles mucho más que yo. Pero simplemente quisiera presentarles uno o dos tópicos acerca de esta cuestión.

En primer lugar, cualquiera que sea el uso que hagan de esto, espero que coincidirán conmigo en que la pregunta “¿Debo ser un sacerdote?” se distingue de las demás. No debe ser una más de una lista de preguntas que los padres se hagan bajo el título “¿Qué debemos hacer con nuestro hijos?”. He visto esa clase de listas no hace mucho en una de las más superficiales revistas mensuales, y me apena decir que un obispo de otra iglesia contribuyó con el número tres de la serie, y que el título de su artículo era algo así como “Las Órdenes Sagradas como carrera”. El cuerpo del artículo era tan penoso que el título.

La pregunta “¿Debo ser sacerdote?” admite sólo una alternativa; la pregunta en su forma más extensa es: “¿Debo ser sacerdote o laico?”. No se la puede poner con el resto y preguntarse: “¿Debo ser latonero, sastre, soldado, marinero, hombre rico, hombre pobre, mendigo, ladrón o sacerdote?” Cualquiera que sea el modo correcto de mirarlo, ése es el modo erróneo. Aunque más no fuese por esta simple razón: el oficio de sacerdote no requiere ningún particular conjunto de cualidades naturales que signe a un hombre como cualificado para él. Las dotes naturales que pueden ser empleados en él son muy variadas; pero no requiere ninguna capacidad especializada. No se necesita ser un eminente letrado, ni un eminente matemático; se necesita el suficiente latín como para decir el oficio y la suficiente matemática como para contar la colecta; no más. Es imposible, por tanto, para una persona de inteligencia ordinaria decir “No puedo ser sacerdote; no tengo las dotes naturales que dicha profesión demanda”.

Y el mismo principio funciona en la dirección opuesta; no se puede decir, basado en cualquier talento natural: “Fulano es la clase de persona que debería ser sacerdote”. No hay ninguna clase de persona que debería ser sacerdote; ninguna clase más que otra.

Bien, teniendo esto en claro, vamos a tratar de solucionar la cuestión desde el otro extremo. Tenemos la íntima convicción de que las únicas personas que deben ser sacerdotes son aquellas más santas, más sacrificadas y más devotas que las demás; prácticamente semi-santos. Y esto parece solucionar completamente el problema, pues Vds. están ciertos de no ser mejores que los demás en estos aspectos. Y si leen libros de espiritualidad para sacerdotes, como el Retiro del obispo Hedley, posiblemente se lleven la misma impresión, o sea que todos los sacerdotes viven en un nivel de espiritualidad completamente imposible para una persona ordinaria.

Y luego tal vez  piensen en algunos sacerdotes que conocen o que les predicaron algún retiro, y entonces se digan a sí mismos, “¡Que se vaya todo al cuerno . . .!”. No puedo recordar en cuál colegio ocurrió la historia referida al muchacho al que se le pidió dar una lista de las obras de misericordia corporales; comenzó diciendo que la primera era dar de comer al hambriento y la segunda dar de beber al clero…  Eso muestra una diferente estimación con respecto a lo que es la vocación clerical, ¿no es cierto? Por lo tanto, esta forma de ver las cosas no ayuda mucho. Los sacerdotes —eso esperamos—, buscan todos su santificación, pero lo hacen desde diferentes niveles. En cualquier caso, no comienzan siendo ya semi-santos, y si los obispos no aceptasen a quien no lo fuese para la ordenación, Vds. y yo tendríamos que recorrer una linda distancia para concurrir a la misa dominical.

Por lo tanto nos debemos retrotraer a la simple doctrina acerca de la vocación, esto es, que Dios quiere a algunas personas para servirlo como sacerdotes, y quiere que otras personas lo sirvan como laicos. La diferencia no se basará en dones extraordinarios naturales ni en dones extraordinarios sobrenaturales. Y no siempre llama a sus mejores amigos a servirlo en el sacerdocio; Santo Tomás Moro, por ejemplo, probó su vocación como cartujo y se dio cuenta que no tenía vocación, y sin embargo vivió y murió santamente. La cuestión es entonces una cuestión personal. No hay que preguntarse: ¿Dios quiere que todos sus amigos sean sacerdotes?, sino más bien: ¿Dios quiere que este amigo suyo particular sea sacerdote?

Pues bien, creo que, aunque ordinariamente es algo presuntuoso esperar esto o aquello de Dios, es perfectamente justo esperar que, supuesto que uno hace lo mejor que puede para cultivar su amistad y para hacerse digno de ella, Dios le hará saber a uno si quiere que sea sacerdote. Le dará alguna indicación acerca de ello, alguna inclinación hacia Él. Al decir esto, no crean que deben esperar demasiado; no deben esperar una especie de revelación sobrenatural, visiones o éxtasis, o cualquier cosa por el estilo. No, mas bien la idea comenzará a tomar forma en vuestra mente, primero tal vez como una vaga y lejana posibilidad, luego más claramente con el transcurso del tiempo; vuestra amistad con Dios hará que deseéis hacer algo por Él, y vuestro deseo de hacer algo por Él tomará esta forma.

Tales inspiraciones vienen fácilmente cuando existe verdadera amistad. La idea puede provenir simplemente desde el interior o venir desde alguna advertencia exterior, aparentemente accidental, de alguna alteración de las circunstancias de vuestra vida, o de algo que hayamos leído en un libro, o de algo que hemos escuchado en un sermón –inclusive puede venir a partir de lo que estoy diciendo ahora. Dios no es limitado en los medios que utiliza, y como recordarán, envió una advertencia al profeta Balaam a través de los labios de una burra.

Si se encuentran a sí mismos, de acuerdo con la voluntad de Dios, deseando ser sacerdotes, encomienden su aspiración a Él con absoluta confianza. Si Él tiene la intención de que seas sacerdote, lo serás. No tiene sentido en este punto preocuparse por dificultades familiares o cosas por el estilo. Continúen pidiéndole suavemente ser menos indignos de los que son para semejante vocación. Al mismo tiempo recuerden que, en última instancia, la elección no es de Vds.: “No sois vosotros los que me elegisteis sino Yo el que os he elegido”, dijo el Señor a sus Apóstoles. No hay inconveniente por lo tanto en tener una segunda cuerda en el arco, o sea en pensar de antemano, si uno es lo suficientemente maduro como para planificar, qué es lo que habrán de hacer si resulta que Dios no los ha destinado al sacerdocio.

Digo esto porque a veces hay una cierta tentación en las personas que aspiran al sacerdocio a descuidar los estudios, sobre la base de que, después de todo no se necesita mucha educación para ser un sacerdote. Posiblemente ese no sea un gran cumplido hacia los sacerdotes que hayan conocido, pero me animo a decir que nos lo merecemos. Lo único que digo es que no hay certeza de que uno vaya a ser sacerdote, y que sería una pena que habiendo hecho ese descubrimiento, uno se encuentre con que  no tiene ninguna clase de aptitud para cualquier otra actividad en la vida. Por lo tanto, no descuiden las matemáticas, o la química o cualquier otra cosa en la que tengan aptitudes, sobre la base de que no les ayudará a alcanzar la meta principal de la vida. Cualquier clase de conocimiento puede ser útil al sacerdote; y gustos verdaderamente educados pueden hacerlo, si no un mejor sacerdote, sí un sacerdote más útil. De hecho, alguna gente piensa que es una pena que no tengamos más de esta clase.

Que Dios los bendiga y les conceda los más caros deseos.



(Retreat in Slow Motion, Sheed & Ward, 1960)

31 comentarios:

  1. Buen artículo. Lo que yo pienso es que lo más común es pensar que si se hace sacerdote es porque Dios lo quiso. Y si éste, llegara a abandonar es porque Dios lo permitió. Pero mi duda es: podría ser que Dios permitiera que un joven se ordenase pero que no fuera lo que Dios quería? (por decirlo de alguna manera)
    Algunos responden que esto es imposible,yo no sé.

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    1. Uf! Buena pregunta...

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    2. No solo es posible sino que en muchos grupos "de derecha" es tristemente muy común que presionen por todos los medios a los jóvenes a ingresar al seminario o hacerse numerarias.

      Y no lo hacen por mala gente, sino por creer que "si no toma una decisión radical hoy, su alma se va a perder"; o bien "fuera de nuestro grupo no hay salvación"; o cosas semejantes.

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    3. Dios quiso males de Lot para el bien de Lot. Permite cosas malas para el bien de los que ama. Quizás permitió a que JMB llegara a ser Papa, no por su bien o santidad, sino para la santidad de otras personas.

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    4. Por supuesto, Tedolina.
      Como cualquier otra vocación, la vocación al sacerdocio puede marchitarse, ser impostada, corrompida, anulada, postergada, pergeñada, por uno mismo o por otros, como dice el Anónimo 15:47, citando muy a propósito el caso de la secta opus iudei... Dios lo permite como permite cualquier otro pecado o error de nuestra parte.

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  2. Gracias por la introducción y el luminoso artículo. La vocación sacerdotal es fortísima, se sobrelleva cualquier dificultad hasta la misma ordenación. Luego queda vivir el ministerio en las circunstancias que se presenten, las actuales parecieran ser, ayudar a personas y familias que desean conservar y practicar la fe en contextos más que difíciles. Es claro que nadie buscará el sacerdocio para defender la ecología, la "inclusión" etcétera. Por algo se vacían los seminarios. Aún me pregunto cómo hizo Castellani hacia 1950 para advertir que esos seminarios llenos de seminaristas se vaciarían. Ya están vacíos. Las alternativas son las del sínodo alemán que se suma al sínodo mundial que se prolonga indefinidamente: abolición del celibato, sacerdocio femenino, laicos rigiendo las comunidades... En tal contexto que parece humanamente imparable, el sacerdote está llamado a ejercer su ministerio haciendo el bien que pueda. La clave está en la esencia de su consagración sacerdotal, ofrece el Sacrificio, reza e intercede por la humanidad entera, sigue creyendo en la verdad de la Revelación con especial preferencia por Mateo 24 y el Apocalipsis. "Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo"; "portae inferi non praevalevunt super eam". En esa palabra ha de creer y confiar. El catolicismo está siendo demolido a través de una transformación donde el mismo se pliega a fines planetarios transhumanistas, pero la Iglesia que fundó Cristo, reducida, será preservada y asistida por el Espíritu Santo.
    Zoilo Rosmini.

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  3. El otro día leí que el que fuera director para Europa de Sotheby's, se va a ordenar.
    "... El belga aseguró que su caso no es único y que en el Beda College hay 32 personas de entre 43 y 68 años, que antes fueron profesores, enfermeros, zapateros o presentadores de radio.
    "Es una maravillosa mezcla de talentos y de experiencias", comentó..."
    Viendo cómo está el patio, no entiendo cómo estos solterones o viudos toman esta decisión.
    https://www.bbc.com/mundo/noticias-63329661

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    1. Estimado y respetado Anonimo: no se dé manija (como yo una vez hice) con la mala onda y el pesimismo de tantos ciber tradis. La Iglesia esta llena de oasis donde vivir bien como consagrado. Si no en Argentina, en el ancho mundo. Muchos de los de aca creo que me coincidirán con esta tesis.

      Juancho.

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    2. Al contrario:

      Esas personas han vivido el mundo, tienen una profesión para ganarse la vida con dignidad y en Gran Bretaña (aunque el seminarista sea belga, Sotheby's es británica y el Colegio de San Beda es el colegio romano de la nación inglesa) tiene pensión de jubilación.

      Es decir, que son completamente libres para elegir algo que les llene más.

      Y no hay que olvidar que tienen que hacer sus estudios de filosofía y teología, lo que a partir de ciertas edades es difícil.

      Si hubiera que reprocharles algo se que busquen su felicidad y no responder a una vocación o una orden de servicio a la comunidad.

      Pero, claro, cada uno hace de su vida lo que Dios le da a entender.

      La sociedad nos mete por los ojos desde niños que hemos venido a este mundo a gozar y consumir. Esto es una cosa muy moderna y como estos hombres y muchos otros más demuestran, no es verdad.

      Si estos hombres deciden ser santos, todos salimos ganando; ellos también.

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    3. Es curiosa la foto de los curitas admirando la colección Borghese.

      ¿Será una peregrinación para besar los pies de S.S. y hacen una escapada que una a la obligación la devoción?

      Sería interesante saber por qué dan la espalda a la Venus dormida de Jerónimo de Treviso el Joven y miran tan atentamente ¿qué ?

      Cosas del cicerone, que está en todo.

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  4. Yo dentre a cura en 1994 porque quería vivir para Dios solo, y ser santo.

    Me estuve dentro 4 años, me sali, me case y tuve 2 crios.

    Aprendí bastante de Dios y de la Filosofía y de la Iglesia en el Seminario.

    Viendo como siguió todo, creo que hubiera sufrido mucho como cura (sufrimiento al vicio, no sufrimiento por Dios, sino por los hombres), y no se como hubiera terminado (historia contrafactica que le dicen).

    Y estoy feliz como casado, sigo creyendo, rezando y yendo a Misa, y tratando de ayudar a la "salvacion de las almas" (libre como un pájaro, sin tener ningún jefe clerical malvado del que me mortifique).

    Juancho.

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    1. No entiendo mucho qué quiere decir con "sufrimiento al vicio, no por Dios, sino por los hombres"... el sufrimiento que le infligen los hombres (de Iglesia, en este caso) es el que hay ofrecer a Dios. Y si no pregúntele a Santa Teresa, al P. Pío, y, sin ir más lejos, a Castellani... que nunca fue atacado por ateos, judíos, musulmanes o protestantes, sino por colegas o superiores jesuitas y obispos católicos.
      O tal vez lo estoy mal interpretando y quiso decir algo que no logro captar. En este caso, explíquese si es tan amable...
      Carlos.

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    2. Carlos: lo que queria decir es una especie de diferencia entre sufrir cansancio, oposicion de los enemigos de la Iglesia (que es lo esperable de un apostol) y los sufrimientos estupidos que, justamente, le causaron a Castellani cuando lo miraban raro y lo perseguian porque escuchaba radio o usaba el cinturon de bombero.

      Coincido con Ud en que todo sufrimiento hay que ofrecerlo a Dios.

      Pero, justamente en la línea de Castellani, hay que ser cuidadoso con aconsejar a los sufrientes. Tengo para mi que lo mejor es compadecerse de ellos y hacer silencio.

      Juancho.

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    3. Y, para clarificar mas, me alegro de no haber sido sacerdote puntualmente en mi diócesis, viendo la secuencia de obispos que siguieron al de mi infancia, y como se comporto el actual puntualmente ante COVID y el cierre de templos y suspensión de los sacramentos (para muestra, un botón).

      Juancho.

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  5. No creo que ir a la universidad sea una buena opción para todos, como no lo es la vida religiosa. Es más, hay tanto mundanidad en el ambiente universitario, y tanta mediocridad... Sumado a que los tiempos están cambiando. Un sueldo de empleado ya no alcanza para mantener una familia numerosa. Y la mayoría de las carreras universitarias están hechas para hacernos empleados, y muchas, peor aún, empleados del Estado. Le enseñaría primero a mi hijo a ser hombre, entender cómo se mueve el mundo, y si está dispuesto a llevar una familia con dignidad o llevarla a la miseria. Creo que es tan difícil, que ruego a Dios los haga religiosos, porque tampoco se trata de saber por saber, sino de saber para trabajar. Y además, faltan compañeras de vida que sean católicas y sean capaces de dar sus vidas en cada parto, y no vengan con el chip modernista de contar los hijos por temor a la salud. El martirio está por los dos lados. En la vida matrimonial, si uno empieza desde cero, rara vez puede encontrar un momento de silencio en el día para unirse a NSJ en la oración. La vida consagrada en lo mejor. Y hay seminarios tradicionales y vida consagrada para mujeres excelente. Yo creo que arruinamos los cerebros de nuestros hijos con las pantallas, la vida cómoda, el mundo. El homeschooling y el anticlericalismo. Seguimos la charla... Me interesa

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    1. Anónimo de las 17.11 UD dice: "En la vida matrimonial, si uno empieza desde cero, rara vez puede encontrar un momento de silencio en el día para unirse a NSJ en la oración. " qué quiere decir con eso? Podría explicarse?
      Y qué tiene que ver el homeschooling?

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    2. Ayante, lo interpreto como "empezar sin patrimonio" lo cual es sumamente complicado, o hasta imposible.

      Antiguamente un hombre podía ahorrar varios años y casarse a los 35/40. Hoy día eso es inviable ya que las pocas mujeres que valen la pena se casan rápido con gente de su edad.

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  6. Veo aquí dos cosas distintas, por un lado la interesante duda que plantea don Wander sobre el sobresalto de algunos de sus amigos ante la posibilidad de que sus hijos quieran entrar a un seminario, y por el otro los sabios consejos de Ronald Knox a los jóvenes a quienes se les pueda plantear esa duda.
    En el primer caso, podría contar una experiencia personal cuando uno de mis hijos que cursaba la primaria en un colegio de María Auxiliadora un día al llegar a casa me contó que un cura había pedido en clase que levantara la mano alguno que quisiera continuar sus estudios en el Aspirantado Salesiano, y él fue el único que lo hizo.
    Entonces yo también me sentí sobresaltado y le dije que no. Eso fue a principios de los años '80 cuando yo ya había advertido que en la formación de los chicos los salesianos y laicos que colaboraban con ellos ya estaban muy influenciados por la Teología de la Liberación y el Vaticano II.
    Hoy, cuarenta años después, todavía me pregunto si hice bien o mal, aunque me consuela pensar lo mucho que me estaría lamentando si hubiera tenido un hijo cura progresista.
    En cuanto a los consejos de Knox creo que hay que sacarse el sombrero, no cualquiera puede plantear el problema de la vocación con tanta sabiduría.
    Les dice Knox a los jóvenes: "Dios sabe lo que ustedes van a hacer, pero lo que Dios prevé que ustedes van a hacer, ¿es lo que El quiere que hagan?
    Creo que en eso radica la importancia decisiva de la libertad que Dios nos da a cada uno de nosotros para elegir nuestro destino.
    Y cuando les dice que "no se necesita ser un eminente letrado ni un eminente matemático" para encontrar su vocación, enseguida pensé en el Santo Cura de Ars, quien a pesar de que sus superiores lo mandaron a un pueblito lejano porque tenía pocas luces resultó ser más brillante que todos ellos porque su intrépida fe se convirtió en un imán para aquellos pueblerinos endurecidos que a pesar de estar alejados de Dios se sintieron atraídos de manera irresistible por ese cura sencillo que tenía palabras de vida eterna.
    Más allá de estas consideraciones, qué difícil debe ser hoy entrar en un seminario para un joven que sueña con llegar un día a ser un santo sacerdote sin imaginar que lo más probable es que será pasado por la picadora de carne de unos profesores que han perdido la fe encandilados por las luces de colores de un mundo que los lleva a un callejón sin salida.
    Sinceramente, no sabría qué decirle hoy a un nieto si me pidiera semejante consejo.

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  7. Me acuerdo cuando Wanderer publicó esta charla allá por 2013. Yo tenía 17, leía el blog desde hacía casi un año, y era mi punto de referencia en mi camino por el tradiverso. Bien se podría decir que soy un hijo intelectual de las ideas que aquí se vertían.

    En ese entonces quería ir al seminario, y luego de mucho pensar, decidí hacer el experimento y seguir filialmente la recomendación del Caminante, para lo cual este y otros posts semejantes (o la carta de Newman sobre las "vocaciones peligrosas") fueron de gran ayuda en mi discernimiento.

    Hoy, luego de haber terminado una carrera y ejercido la profesión, tomé la resolución de ingresar a un seminario de los "ex Ecclesia Dei" como feamente se los conoce.

    Quiero expresar mi gratitud para con Wanderer, Tollers, Ludovicus y el Doc Ellingham, entre otros. Les pido encarecidamente sus oraciones, y que si no es para mi, si no voy a ser un santo sacerdote, que me metan una buena patada lo antes posible. No quiero ser de los curas que le sobraban al cardenal Suhard.

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    1. Estimado anónimo
      Qué palabras tan sentidas, no es común que jóvenes de tu edad puedan hablar con tanta sabiduría, hoy casi todos están en la pavada.
      Estoy seguro que en tu caso ningún cura bergogliano podrá llenarte la cabeza con la iglesia de los pobres o con que el infierno está vacío porque ya bastante dolor e injusticia se vive en este mundo.
      Diez años de Wanderer son la mejor garantía de un blindaje a toda prueba.
      Estoy convencido que cuanto más negra es la noche es cuando más brilla la luz del Sol.
      Que Dios te bendiga.
      Contá con mis oraciones.

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  8. Estimado Caminante: Habla ud. de “sus amigos”, que, es de suponer, al menos en su mayoría, han de ser católicos, y sin duda, “católicos tradicionales”. No llego a comprender cómo es, entonces, que “se horrorizan de antemano pensando en que –sus hijos «en edad de merecer»– se les ocurra hacerse cura”. Comparto, claro, que son tiempos difíciles para tal decisión. Pero de allí a horrorizarse (tener horror o llenarse de pavor y espanto) ante tal posibilidad... Me pregunto si sus amigos no son capaces de ver en el llamado al sacerdocio de algún hijo una inmensa e inmerecida gracia. ¿Por qué no confiar más en Dios –si es, claro, una verdadera vocación– y lanzarse en sus brazos amorosos para hacer su voluntad? No es, a mi parecer, un trance como ud. lo denomina. Debería ser un motivo de gran alegría que en una buena familia surgiera, al menos, una vocación. Desalentarlas o demorarlas no es bueno. El artículo del gran Knox no se condice con la presentación que ud. le hace. Lo que ud. afirma, en realidad, no se sigue necesariamente del texto del artículo el cual, por otra parte, y si no me equivoco, ud. ya había publicado. Y hace poco lo leí en otro buen blog: “Decíamos ayer”. Necesitamos muchos y santos sacerdotes Don Wanderer. Sobre todo, en estos tiempos de tanta confusión eclesial. ¿Y de dónde saldrán mejores que de las muchas familias católicas y numerosas que frecuentan su blog? Ud. tiene sobre ellas mucho ascendiente. Y, por lo tanto, responsabilidad. ¡Anime entonces las vocaciones! ¡Aliéntelas, incentívelas! Haga que esas familias rueguen al “dueño de la mies” para que Él suscite muchas y santas vocaciones sacerdotales y religiosas, masculinas y femeninas. Dios proveerá frente a la oración humilde y constante, y también permitirá discernir bien el lugar y el momento más adecuado. No atemorice, no acobarde. No haga de esos jóvenes a los que Dios llama, nuevos “jóvenes ricos” que se van tristes por su apego al mundo. Además, ¡qué aburrido y tortuoso para un joven con vocación ponerse a empezar una carrera universitaria! ¿Se imagina? Quiere ser cura con gran entusiasmo, y le aconsejan antes ingresar, por ejemplo, en la Facultad de Derecho; o empieza a estudiar Administración de Empresas; o Sociología; o Psicología;... ¡Qué espanto, por favor! ¡Qué tedio! ¡Qué aburrimiento! Ese joven no hará bien ni una cosa ni otra. ¡Aliente las vocaciones Don Wanderer! No las destruya. No es eso lo que dice Ronald Knox.
    Lindor Covas

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    1. Y así es como terminamos con sacerdotes de 28 años que tienen la madurez mental y emocional de un adolescente de 17. Útiles para ser dominados por tiranuelos jerárquicos o para derrapar en desastre a los 35.

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    2. Estimado don Lindor Covas, lo que usted dice, y como usted dice, "debería ser". Lamentablemente, no es.
      Hoy en día, un chico de 18 años no tiene ni el 20% de la madurez que tenía un chico de su edad hace 60 años, aún habiendo sido criado en las mejores familias. No están capacitados para hacer una opción a una vida tan difícil y con tantas renuncias como es la vida consagrada. Esos muchachitos terminan, en el mejor de los casos, ordenándose a los 25 años, y diez años después comienzan las defecciones. Hasta los institutos y "fraternidades" más tradicionales, tienen altísimas tasas de deserción de ordenados, aunque no lo digan y lo oculten (cerca del 30%). Y esas vidas quedan arruinadas.
      Por otro lado, el horror de mis amigos y que yo comparto, es que no hay seminarios para mandarlos. O, en todo caso, hay solo uno, para jóvenes con una vocación muy particular, y que por prudencia no nombraré.
      En el resto, aprenderán la peor teología, probablemente los violen, e imagínese usted cosas aún peores. Ni siquiera los seminarios tradicionalistas sirven para algo: les mandan devorar manuales de filosofía y teología escritos en los '50, secos y vetustos, y con eso creen que salvaron la tradición.
      Por eso, y una vez más, si alguien cree tener vocación, que espere, que estudie, si es posible, que trabaje, y que después, a los 26 o 27 años, siendo ya más maduro, que tome una decisión.

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    3. Wanderer, y no hablemos de "tradicionalistas" que creen que que un sacerdote necesita aprender "modales franceses" (no, no es la FSSPX).
      Es así como usted dice, y yo doy fe por experiencia directa, no como padre sino como joven que pasó por la picadora de carne semiasnario (en mi caso, diocesano).

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    4. Y abundo. Si un joven es incapaz de resistir las tentaciones en la universidad y por eso debería ir al seminario, lo más probable es que tampoco las resista cuando sea cura a los 25 años.
      Y no me venga con la gracia de estado, pues si tal cosa existe, como toda gracia, supone la naturaleza y no la crea.

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    5. Wanderer, si hay padres que son conscientes de que los seminarios "corrientes" no son una opción, y tienen la formación intelectual que les permita decir que en los seminarios tradicionalistas "les mandan devorar manuales de los '50" y ya, entonces la solución es formar a sus hijos para que no crean que esa es la quintaesencia del catolicismo, instruirlos para prevenirlos de esos errores y tengan una mirada mas amplia, como me permitió tener este blog. Como en todo centro de estudio, hay mucho que depende del alumno también.

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    6. "...si alguien cree tener vocación, que espere, que estudie, si es posible, que trabaje, y que después, a los 26 o 27 años, siendo ya más maduro, que tome una decisión...". Hay que tener mucho cuidado con esto; podríamos estar en el "déjame ir a despedir a mis padres" o "voy primero a enterrar a mis muertos" o similares. Podría ser contrario al reiterado "sígueme" del Señor y "dejándolo todo le siguieron". Se podría estar jugando un juego tipo pelagiano ("y que tome una decisión") en desprecio de la Providencia. Todo lo demás sobre los seminarios lo demos por cierto, porque considero que habla con conocimiento, pero hay que tener mucho cuidado porque podría implicar abortar una vocación genuina y podría también ser objeto de juicio en las postrimerías. No me parece un tema para tratarlo a la ligera. Nuestros planes o concepciones pueden no coincidir con los de Dios, aunque el interesado tenga 18 o 20 años.

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    7. "Y así es como terminamos con sacerdotes de 28 años que tienen la madurez mental y emocional de un adolescente de 17"...

      Pero eso pasa con todas las profesiones y todos los oficios. No pasa sólo con el sacerdocio.

      También sucede con los padres primerizos jóvenes.

      Simplemente la madurez se adquiere, a su debido tiempo, enfrentándose al mundo ejerciendo la profesión y siendo responsable.

      También todas las profesiones y oficios tienen un aprendizaje, unas prácticas, una oficialía y una maestría.

      El papel del seminario no es tanto (o sólo ) aprender unas materias académicas, sino la formación, el discernimiento de la vocación y la probación, porque no hay que olvidar en esta época de intelectualismo y pensamiento libresco, tiene que haber un entrenamiento religioso (como el gimnasta que levanta pesas, no revistas de musculación) y tiene que pasar el juicio diario de los que antes que él fueron admitidos a la profesión y deben apreciar su idoneidad presente y sobre todo futura.

      Y luego, como dicen los estudiantes de derecho, la profesión se aprende fuera de la facultad, no dentro.

      Uno de los errores del posconcilio ha sido poner a los seminaristas en parroquias antes de ordenarse (presumiblemente para "acompañar" a los fieles y adquirir madurez)

      El sacerdote católico, desde la antigüedad, es un filósofo, una persona sagrada y un humanista. Esto le da seguridad en su misión y el respeto de la comunidad de la que será líder.

      Acompañar a quien no ha pedido ser acompañado no necesita estudios ni ordenación: no se necesita ser sacerdote. Tampoco es necesario que reciba un estipendio por un trabajo no manual; basta trabajar en otro sitio durante el día y emplear la medida hora de descanso en "acompañar".

      Y tal vez estamos en ese momento, como lo estamos en tantas cosas protestantizantes que el Concilio nos ha metido por las narices.

      Acabaremos viendo presentadores de bingo dirigir la asamblea ecuménica para leer la Torá y presidir la partición del pan (¿cholla?)

      A esto llaman mundo moderno, aggiornamento y justicia social socialista.

      Es posible que los primeros cristianos fueran así, escondidos de los romanos y del sanedrín, y cantando los números de la suerte en el bingo local. ¿quién sabe?

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  9. Intenté ser cura, muy a pesar de mis limitaciones y errores de los cuales me hago cargo: mala espiritualidad y una formación difusa.
    Por supuesto me hice a un lado cuando la cosa no marchaba nada bien para mi y mucho menos para la Iglesia.
    No obstante, si me parece importante referir, que es difícil la formación en seminarios y diócesis completamente co-optados por una suerte de redes de perversidad y de gays uno peor que otro.

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  10. Me permito simplemente hacer notar que entre vosotros los occidentales, la idea unívoca de sacerdote los jodió. Los seminarios (aunque entre los ortodoxos los hay también) no son la mejor opción de formación, al menos no para el clero secular, que después no sigue ni puede seguir ni un mínimo de vida monástica. Les arman un universo para -lelo que luego no se parece en nada a la vida de un cura de parroquia. Los hacen creer a todos que salen sabiendo teología y filosofía (cero liturgia), después andan detrás de titulillos que se venden o se regalan por amiguismos, y todos son los preparados para ser obispos luego... es un ejército formado solo de oficiales. Sin el cura nada se mueve en una parroquia, cuando precisamente del orden sagrado se desprenden esencialmente el consagrar y bendecir.. lo demás, lleno de viejas, jóvenes y felones inútiles que solo buscan ponerse bajo las órdenes del curita que organiza partidos de futbol, te a beneficio, bingos, hace de albañil, de todo, menos de cura... dejense de joder...

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