lunes, 20 de febrero de 2023

La biografía de John Senior, con prólogo de Natalia Sanmartín Fenollera

 


La semana pasada, la editorial Homo Legens publicó la biografía de John Senior. Hemos hablado en muchas ocasiones de este autor y de su inmensa obra de la que tanto nos hemos beneficiado encontrando en ella  consuelo e inspiración para enfrentar y vivir los tiempos actuales. 

El libro dos particularidades. La primera es que fue escrita por dom Francis Bethel, monje benedictino de Clear Creek, que fue uno de los alumnos de John Senior, convertido a la fe católica gracias a sus clases y uno de los que eligió la vida monástica en Fontgombault. Es un relato, entonces, de primera mano del milagro de Kansas, es un retrato de hombre, del pensamiento, y de la época. Y está lleno de anécdotas hermosas, además de tener el rigor necesario cuando desarrolla el pensamiento de Senior.

La segunda particularidad es que el prólogo fue escrito por Natalia Sanmartín Fenollera, autora de El despertar de la señorita Prim, obra en la que se descubren innegables trazos de inspiración en la obra de Senior. Con su permiso, publico aquí el prólogo que es mucho más elocuente de lo que yo pueda decir sobre esta biografía. 



¿DÓNDE ESTÁ EL HOGAR? 

¿Y POR QUÉ NO ESTAMOS YA EN CASA?


Prólogo a La restauración del Realismo, de P. Francis Bethel


Natalia Sanmartin Fenollera



“Homero y Virgilio sabían que, de alguna manera, la meta del hombre es volver a casa. 

Pero, ¿dónde está el hogar? ¿Y por qué no estamos ya en casa?”.  



Estas líneas pertenecen a una hermosa carta que recibí en la primavera de 2017, poco después de regresar de una visita inolvidable a la abadía benedictina de Nuestra Señora de Clear Creek, en Oklahoma. El P. Francis Bethel me hablaba en ella de sus recuerdos como joven estudiante en el Seminario Pearson de Humanidades Integradas (IHP) de la Universidad de Kansas, donde John Senior desarrolló plenamente la tarea que marcó gran parte de su vida como profesor: ayudar a sus alumnos a regresar a casa. 


Como recuerda otro de sus discípulos, monseñor James Conley, actual obispo de Lincoln, Senior decía que la suya era la labor del portero: abrir puertas. Y eso fue lo que hizo a lo largo de aquellos años en Kansas: abrió puertas, las abrió de par en par, ayudó a sus alumnos a cruzar los dinteles de una gruta atestada de tesoros, la cueva que guarda lo mejor de lo escrito y pensado por los grandes autores de la historia, por los sabios, los poetas y los santos. 


Pero al hacerlo, a Senior se le concedió (y creo que él lo habría dicho así) el don de abrir una puerta más: la que muestra el misterioso sendero que conduce al paraíso perdido, la puerta que evocan con eterna nostalgia esas “lágrimas en las cosas” de las que Virgilio habla en la Eneida. Las cosas hermosas, buenas y verdaderas que no solo se guardan en los libros, sino que están presentes en la Creación entera. Las cosas reales, que mojan, que queman, que asombran y emocionan, aquellas que dijeron a coro a san Agustín: “no somos nosotras el Dios que buscas, pero Él nos ha creado”.


Cuando se leen los escritos de John Senior, fundamentalmente La Muerte de la Cultura Cristiana (1978) y La Restauración de la Cultura Cristiana (1983), es casi inevitable preguntarse quién fue realmente su autor, cuál fue el camino personal, religioso e intelectual que le llevó a diagnosticar y profetizar con clarividencia extraordinaria los males de su tiempo, un tiempo que también es el nuestro, y a advertir de forma inequívoca sobre el capítulo final del largo proceso de acoso y derribo de la filosofía perenne, la destrucción de la vieja idea de que existe una verdad objetiva y de que el hombre es capaz de conocerla. El ataque lento y silencioso de la herejía perenne y de todas las doctrinas antirrealistas que la componen, desde las sofocantes filosofías orientales hasta el moderno idealismo, que han corroído los cimientos de la cultura occidental como un ejército de termitas y han generado una sociedad infectada de materialismo, relativismo y destrucción de la ley natural. Un mundo desolado que ha dado la espalda a Dios y se ha vuelto a los ídolos. 


Cuál fue el itinerario personal que llevó a Senior desde sus estudios en la Universidad de Columbia, donde se formó bajo la influencia de Mark Van Doren, hasta su docencia en Cornell, Wyoming y finalmente Kansas, donde fundó el Seminario Pearson de Humanidades Integradas, con Denis Quinn y Frank Nelick, y juntos prendieron fuego a la apatía y la increencia del ambiente universitario de los años setenta. Cómo eran aquellas míticas clases en Kansas, con qué misteriosa magia logró llevar a sus alumnos desde la psicodelia y el haz el amor, no la guerra hasta el realismo y el Subiré al altar de Dios, el Dios que alegra mi juventud  sin hacer de sus clases un catecismo ni una técnica de evangelización masiva. ¿Cuál era el método de Senior? ¿Cómo y qué se enseñaba en el seminario Pearson? 


Este libro, que es mucho más que una biografía, tiene las respuestas a esas y muchas otras preguntas. Sus páginas no solo encierran un análisis riguroso y profundo, lleno de belleza, poesía y recuerdos personales inolvidables, de lo que se denominó el milagro de Kansas, las doscientas conversiones al catolicismo que dieron lugar, entre otros frutos, a la fundación de la abadía benedictina de Clear Creek, sino que también narran el viaje a casa del propio Senior. Su infancia en Long Island y sus años de estudiante en Columbia, su búsqueda personal de la verdad, que le llevó hacia el simbolismo y el hinduismo, para descubrir después el pensamiento de Santo Tomás y, a través de él, llegar finalmente al catolicismo, la verdadera, la hermosa Ítaca, así como el nacimiento y la cancelación del seminario Pearson en Kansas y las batallas que tuvo que afrontar los años siguientes, hasta su muerte en 1999.


¿Dónde está el hogar? ¿Por qué no estamos ya en casa? El viaje hacia la verdad a través del realismo es el gran reto de un mundo que se muere, que ha perdido las coordenadas de la travesía, que al igual que la Reina Roja del cuento de Lewis Carroll desprecia como mala memoria “la que solo funciona hacia atrás”, y que mira la realidad como el Rey de Corazones miraba la poesía: “Si el poema no tiene sentido”, decía el monarca a Alicia, “eso nos evitará muchas preocupaciones, pues, como es lógico, no tendremos nada que averiguar”.


Pero el poema tiene sentido, como lo tiene la realidad, y para desentrañarlo hay que tener esa memoria que solo funciona hacia atrás y que abre un camino azaroso y apasionado que es pura paradoja, porque no lleva hacia atrás, sino hacia delante, hacia la tierra que mana leche y miel, hacia la Jerusalén que no pertenece a este mundo. Ese fue el gran trabajo que Senior realizó, señalar la puerta, explicar el poema, guiar a través de la senda que él mismo recorrió, al principio con inquietas búsquedas casi a tientas, después con el descubrimiento de la verdad que enseña la filosofía perenne, gracias a una honesta lectura de Santo Tomás, y finalmente con la conversión a la fe, que él siempre vio como lo que es, una gracia, un don, una virtud regalada desde el Cielo. Una inmensa bondad que cae del firmamento, como en la historia de Booz dormido cantada por Víctor Hugo, en la hora tranquila en que los leones van a beber.


Los años del seminario Pearson no fueron sencillos, prueba de ello fue su cancelación tras incomprensiones, acusaciones sin fundamento y un hostigamiento general. Pero sus frutos han sido grandes y duraderos, estables y silenciosos, y pueden verse tanto en familias, como en colegios, como en universidades, como en la vida contemplativa y el sacerdocio. Tampoco fue fácil el camino de la fe, con el embate que supuso el Concilio y la reforma litúrgica, que deconstruyó lo que Senior definió, con una belleza extraordinaria, como el corazón de la cultura cristiana, además de la forma más alta de dar culto a Dios: la Santa Misa. Pero al igual que en la enseñanza de los clásicos o de las verdades filosóficas, también en este sendero, el más estrecho y misterioso, el más hermoso, el profesor, el poeta y el hombre de fe persiguió la verdad con honestidad, la abrazó y la defendió hasta el final. Y lo hizo en un tiempo en el que esa defensa era mucho más dura y difícil, más exiliada y esteparia, de lo que hoy es para nosotros.


La gran diferencia de Senior respecto a otros intelectuales, cristianos o no, es que él no se limita a diagnosticar, ni siquiera a enseñar, sino que anima a echar a andar. Estas páginas, que son en parte un ensayo y en parte un libro de tesoros y recuerdos, muestran al hombre, al escritor, al poeta, al pensador y al profesor, que hoy, como ayer, sigue abriendo puertas y recordándonos que este no es nuestro hogar, que existe un hogar y que, como Odiseo, la única razón que debe impulsar nuestro viaje es al ansia por volver a casa.


Madrid, 3 de julio de 2022. 

Dominica IV Post Pentecosten.



P.D.: Por cierto, a modo de curiosidad, la cita del prólogo de Natalia Sanmartin que aparece en la contraportada no es genuina: no hay forma de encontrarla en el texto. Estimo que ha sido un descuido de los editores.


El libro puede conseguirse en la propia editorial.

9 comentarios:

  1. Qué magnífico prólogo este de Natalia Sanmartín; si así es el aperitivo, lo que debe ser el libro de Francis Bethel entonces.
    No hay duda que la historia de los conversos siempre tiene un sabor especial, no en vano en el Cielo hay más alegría por un pecador arrepentido que por noventa y nueve justos.
    Según cuenta Fenollera, Senior fue uno de ellos porque después de bucear por el simbolismo y el hinduísmo, gracias a la lectura de Santo Tomás pudo llegar finalmente a la conversión y al catolicismo.
    Y también hay una cita a Monseñor Conley cuando recordaba que Senior decía de sí mismo que su tarea era "la labor del portero: abrir puertas". En ese sentido veo una gran similitud con Sócrates, quien también decía que así como su madre era partera y ayudaba a traer hijos al mundo, con su mayéutica él provocaba "el parto de los espíritus" porque estaba convencido que sus discípulos conocían la verdad, sólo que dormía en su interior y necesitaban que alguien la hiciera aflorar. Claro, para eso estaba él.
    No hay duda que Senior encontró la Verdad y ayudó a que muchos otros también la encontraran. Sócrates, en cambio, a pesar de que la buscó con locura no la pudo encontrar porque todavía faltaban siglos para que se conociera.
    Pero como el árbol se conoce por sus frutos y Dios conoce hasta lo profundo el alma de cada uno, a no dudar les habrá pagado a Senior y a Sócrates el ciento por uno.

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  2. Yo diría que Senior no sólo hace un diagnóstico: sus cursos prueban que era acertado y que había cura.

    Lo extraordinario del caso es por qué no ha tenido seguidores.

    Los problemas del curso fueron, primero que el rectorado de la Universidad no creía que había interés en ese tipo de enseñanzas. Cuando el periódico en un artículo señala el éxito de alumnos y las conversiones al catolicismo, fue denunciado, con toda la razón, por una organización de derechos humanos judía por utilizar instalaciones públicas (la Universidad de Kansas es pública del Estado de Kansas; no como Harvard, Yale o Georgetown, que son privadas) en beneficio de una religión determinada (en este caso el catolicismo ).

    Senior denuncia la educación moderna por ser únicamente, en sus palabras, una especie de clasificación de biblioteca (del tipo de ficheros manuales ). Un falso cientifismo.

    Con ello, esta educación quitaba alma e interés; y al mismo tiempo al hacer abstracción "científica", destruía la civilización occidental, que es fundamentalmente cristiana. La destruía paradójicamente de éxito (y con ello se convierte en una civilización técnica universal, pero des-occidentalizada).

    Esto es paralelo a la promoción de otras civilizaciones y culturas como "iguales", "superiores" o incluso presentándolas como el verdadero origen de la civilización occidental (el caso del libro "Black Athena", que es una operación comunista)

    El Pearson Integrated Humanities Program tenía como lema "crescantur in admiratione", la imagen de Don Quijote de la Mancha luchando contra los molinos que creía gigantes y la constelación Osa Mayor con la estrella polar encima, que guía (en el hemisferio norte)

    Y eso resume precisamente los objetivos, el método y la materia a enseñar del curso.

    La pregunta entonces es, si eso ha funcionado, ¿por qué no se ha copiado?

    O mejor dicho, ¿por qué no se ha querido copiar?

    Tal vez la Universidad de Kansas sea pública, pero hay un montón de Universidades estadounidenses que son de órdenes religiosas (jesuitas, dominicos, franciscanos...)

    Prefirieron descatolizar el contenido con la excusa de la "objetividad de la Ciencia" y la "excelencia en la educación" (Conferencia Land O’Lakes, Wisconsin, julio 1967) y con ello deshabilitarlas desde dentro para cumplir su función fundacional:
    El mandato expreso "Id y predicad" de Cristo.

    No todos pueden dar -o recibir- esas clases sobre Platón o Santo Tomás, que invitan a pensar sobre textos auténticos; pero sí muchos pueden hacer parte de ese programa, como el aprendizaje de memoria de poesía y declamación, baile de salón, observación directa del firmamento enseñando admirar la naturaleza como obra del Creador.

    El éxito del programa dependía, naturalmente, de sus creadores, John Senior, Dennis Quinn y Frank Nelick, de su interés interés en las materias a tratar y de su interés en pasar su conocimiento a sus alumnos y en el profundo interés de estos de aprender y tener un ideal, que es mucho más común de lo que parece.

    En el emblema del curso, Don Quijote, sobre Rocinante, con lanza y rodela, aparece entrando por el arco de triunfo del saber, la Universidad de Kansas. En los tondos que ornan la puerta aparecen un monasterio y la estatua de la Fe, el giraldillo o veleta de la catedral de Sevilla.

    Otra declaración de principios de ese curso y de la oculta atracción que tiene la cultura hispana entre los anglosajones católicos.

    Senior afirmaba que el que no ha leído cuentos de hadas de niño, no puede entender literatura. Será verdad.

    Por eso hacía leer estas obras a sus educandos. Y seguro que si empezamos también nosotros a leer y admirar (y no clasificar en fichas de biblioteca) estas obras, tal y como fueron redactadas por sus compiladores, no como las desgració Walt Disney, estaremos entrando, como Don Quijote y su rocín, por la puerta mayor de la literatura, del saber y de la Fe; siempre que sea "in admiratione",

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    1. Magnífico comentario, con la manía clasificatoria da usted absolutamente en el clavo.

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  3. ¡Qué bien escribe Natalia Sanmartín Fenollera!!!

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  4. Gracias Wanderer por tenernos al tanto de estas novedades editoriales y de estas realidades de la Iglesia que, de otro modo, nos serían desconocidas a muchos.

    Hay tantos caminos para llegar a la Fe para los hombres de nuestro tiempo. John Senior muestra uno de ellos.

    Habra que leer sus obras nomás!

    Juancho.

    PS: me quedó picando lo que dijo el otro día en un post acerca de la función vicaria en relación a la Misa Antigua. Si Ud o algún otro lector tiene una indicación para seguir ahondando el tema, agradecido!

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  5. Salió el decreto: https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=45740

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  6. Excelente artículo, muchas gracias por escribirlo. Qué gran manera de celebrar su 100 aniversario. Se ve que ya han corregido la cita de la contraportada, según la web de la editorial

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  7. Excelente iniciativa editorial que honra a Homo Legens y a todos los que han colaborado de una u otra manera en la realización. Confiamos en que el desafortunado descuido de la cita que no es cita de la notable prologuista sea corregido no sólo en la página web sino en los ejemplares que se difunden. Ni Senior, ni Natalia Sanmartín Fenollera ni Homo Legens se merecen semejante desprolijidad.

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  8. Senior’s close relations to the Society of Pius X were a matter of some concern for his fellow Catholics, even to the traditionalists. He wrote articles arguing for the possibility that the Society’s break with the pope in the ’80s was justified (republished as “The Glass Confessional” and “Lost at Sea” in The Remnants by Remnant Press, 2013), and his son Andrew remained friendly with the Society and Dr. David Allen White, a brilliant English professor who is still a close collaborator with Bp. Richard Williamson. Both Andrew Senior and Dr. White wrote introductory notes to recent editions of Death and Restoration. On his deathbed, the elder Senior angrily dismissed a priest who tried to comfort him with the assurance that nobody really knows what happens to us after we die. “I may have lived awhile with the New Church,” he replied, “suffered under it, but I will not die in it.”

    On April 8, 1999, Senior passed away and was buried in Our Lady of Peace Cemetery in Kansas by Fr. Ramon Angles of the SSPX. He was joined two years later by his wife, and their tombstone reads, “Love is strong as death.”

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