por Eck
En cierta ocasión le preguntaron al cardenal Gasquet cuál era la posición de los laicos en la Iglesia Católica de su tiempo. Y respondió: “¿Los laicos?¿Su posición? De ordinario deben permanecer de rodillas; pero pueden ponerse en pie para el Evangelio. Sin embargo, es necesario que conserven su mano junto al portamonedas”
Louis Bouyer, Tomás Moro, Humanista y mártir, de. Ediciones Encuentro, Madrid, 1984, pg. 89.
Narra en su Historia de la Iglesia Eusebio de Cesarea que todos los días, al salir de casa, el mártir San Leonidas de Alejandría se inclinaba respetuosamente ante su hijo pequeño recién bautizado para besarle el pecho, adorando así a la Santísima Trinidad que moraba en su corazón por el bautismo. Ese niño llegaría a ser el gran Orígenes, padre de la teología. Compare el lector esta actitud del mártir con la respuesta del cardenal Gasquet a la pregunta sobre el papel de los laicos en la Iglesia. Hemos pasado de la visión sobrenatural y sagrada de los primeros cristianos a la pedestre de los tiempos modernos donde el laico es un quidam, un don Nadie, un siervo cuyo papel es ocupar con su trasero un asiento en la iglesia, decir amén a todo lo que digan los clérigos, rezar devociones privadas a troche y moche, obedecer perinde ac cadaver y, por supuesto, dar limonas y tiempo sin pedir ninguna cuenta de ellas ni en qué se gastan pues otros saben más que él y tienen más gracias de estado que él. Nolite tangere christos meos! (Salmo CIV, 15)
“Pero no quiero —por sabido— dejar de recordarles a los sacerdotes otra vez que los laicos son «otros ungidos». —Y que el Espíritu Santo ha dicho: nolite tangere Christos meos —no queráis tocar a «mis ungidos»”.
Esta reflexión esta tomada de un autor moderno, aunque maliciosamente manipulada por nuestra parte, como algún inteligente lector habrá averiguado. Todavía me acuerdo de que esta frase latina y esta visión fue la única defensa que tuvo un sacerdote, canónigo catedralicio para más señas, ante las muchas criticas laicales por el vergonzoso papel del clero moderno en los problemas de la Iglesia. “Callaos y cerrad el pico, untermenschen, como os atrevéis, sólo los consagrados podemos opinar en la Iglesia” vino a decir, olvidándose que todos los bautizados somos miembros de la Iglesia y ungidos como sacerdotes, profetas y reyes y, por ende, sagrados y dignos de respeto religioso...
Una paradoja post-conciliar tradi a su pesar
Una de las mayores paradojas de los tiempos posconciliares está en que los mayores enemigos del Concilio Vaticano II, o de su archifamoso espíritu, son los que mejor cumplen con el deseo y mandato del Concilio sobre el pueblo cristiano y su papel dentro de la Iglesia. Pero la paradoja aumenta cuando la pretensión conciliar, aunque fallida, fue recuperar la gran Tradición que procede de los Apóstoles y los Padres y que quedó oscurecida a partir de la Edad Media y, sobre todo, tras la Protesta por su pretensión de acabar con el sacerdocio sacramental. Y aún hay más ironía en el asunto, pues se oponen en teoría a esta verdad que cumplen en la práctica usando concepciones mundanas o, Dios nos libre, conceptos filosóficos modernos en lo que, a veces, pareciera un modernismo tradicionalista o tradimodernismo.
Esto lo podemos ver en el siguiente texto sacado de muchos que corren por ahí:
El rechazo de la Iglesia como modelo de sociedad perfecta (…) supone abandonar el concepto de Iglesia como entidad jerárquica y orgánicamente estructurada según las normas jurídicas y basándose en valores claramente definidos de origen sobrenatural. Por eso, la Iglesia se ha convertido en una entidad fluida e indefinible(“comunión, sinodalidad, pueblo de Dios”),en estado de cambio perpetuo, y susceptible por tanto de toda clase de transformaciones e hibridaciones.
https://adelantelafe.com/de-pio-al-cardenal-roche-pasando-por-pablo-vi-la-diferencia-que-puede-hacer-una-palabra/
Durante tres siglos, hasta los Concilios de Elvira y el de Nicea, en la práctica no hubo derecho formal en la Iglesia como tal (ni cánones, ni códigos, ni procedimientos, ni tribunales constituidos) y hablar de valores suena más a Scheler y Hartmann que a San Agustín y Santo Tomás por no hablar del uso de palabras como estructura, orgánica y demás quincallería intelectual hodierna. Por supuesto, nada de su carácter sacramental, su verdadera esencia, lo jerárquico se entiende solo como poder y clase y no como origen sagrado de la autoridad y se despacha con desprecio conceptos nucleares y tan tradicionales como Comunión y Pueblo de Dios. Sólo pensar que para los antiguos la comunicatio in sacris era el fundamento de la unidad de Iglesia siendo la excomunión la pena mayor y terrible más que una relación legal de jurisdicción, y que el concepto de Pueblo de Dios está revelado en la misma Sagrada Escritura (I Pedro, II, 10) nos hace ver que las transformaciones e hibridaciones no sólo están en un lado como muchos creen ingenuamente.
Por todo esto decimos que a su pesar pues lo que les gustarían a muchos es volver a los paradisíacos días en que los sacerdotes y obispos decidían todo sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo, los laicos eran siervos de la gleba, eclesiásticos sin voz ni opinión pero si con obligaciones y los dirigentes podían dedicarse a sus leombloiyianas devociones privadas burguesas, sin incomodidades ni luchas mientras tomaban te y pastas y mangoneaban con sus capellanes.
Pero Pablo VI et ses amies y ya con Francisco y sus compañías, junto con el hundimiento de la casta clerical por cobardía, mediocridad e incompareciencia les han obligado a mover el trasero y, a pesar del sueño de restauración decimononica que tantos tienen en la cabeza y el corazón, ya las cosas no podrán volver a lo de antes pues se ha revelado falso y por ello Dios lo ha derribado con su providencia. El papel de los laicos vuelve a escena y su punta de lanza se encuentra en el sitio donde menos podía esperarse por ideología y deseo: el tradimundo, revolucionario, o más bien, tradicional a su pesar
La gran paradoja litúrgica
Esta polémica se suele encarnar en las discusiones sobre el sacerdocio real de los laicos y su papel en la liturgia, verdadero archetypos de la Iglesia. El debate suele darse entre los que quieren la confusión, muy liberal y moderna sea todo dicho, de estados y los que separan tanto el sacerdocio del laicado que, gracias a Dios, el celibato clerical a marchamartillo latino impide la constitución de una casta hereditaria sacerdotal al modo hebraico.
Lo malo es que ambas partes están equivocadas. Ni los dos sacerdocios son el mismo aunque sí participan del único de Cristo, ni el laicado tiene un sacerdocio tan simbólico y honorífico que en la práctica es irreal e irrelevante. La paradoja litúrgica está en que se sustituyó el Rito Romano por el Vaticano de la manera más castuzamente clericalista que se pudiera concebir, nada de oír al Pueblo de Dios ni ver qué quería, y, por otro lado, se defiende un rito cuyas afirmaciones superan con creces a ésta del Concilio Vaticano II (SC, 48): “Aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él”. Pero como las afirmaciones de la Misa las hemos convertido en fórmulas mágicas para la producción del Sacramento, no las hacemos ningún caso. Así tenemos el “Orate fratres” con la siguiente afirmación: Ut meum ac vestrum sacrificium acceptabile fiat apud Deum Patrem. O en el “Memento”: et omnium circundantium quorum tibi fides cognita est, et nota devotio, pro quibus tibi offérimus: vel qui tibi offerunt hoc sacrifium laudis. Por no hablar del “Unde et memores” más claro aún pues se dice después de la consagración: nos servi tui, sed et plebs tua sancta (…) offerimus (…) hostiam puram...
¿Será modernista el Canon Romano? ¿San Gregorio era un Bugnini avant lettre?¿No es esto afirmar que concelebran con el sacerdote sin paños calientes ni mandangas ambiguas?¿No contiene la misa nueva una teología más tradicional que la vieja en el fondo? Horreur! Por cierto, casi todas estas afirmaciones, tan radicales si se las toma en serio, fueron eliminadas en la misa nueva para.... dar más papel a los laicos leyendo libracos infumables, dando palmas y besos o haciendo en ganso con las peticiones y ofrendas. Si por lo menos les hubieran dejado predicar... pero el micro es sacrosanto, bromas las justas.
La clave a esta paradoja está en ese bamboleo continuo entre el mío y el vuestro del Canon, que a la vez une y afirma y a la vez separa y distingue. Lo usó el mismo Cristo el día de su resurrección cuando le dio el gran encargo que la convirtió en apóstola de los apóstoles a María Magdalena: “ve a encontrar a mis hermanos y diles: voy a subir a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios” (Jn. XX, 17) Por supuesto que la relación de Paternidad entre el Padre y el Hijo no es la misma que la que tenemos, pero nuestra adopción por parte del Padre es más real que la natural pues somos hijos en el Hijo.
Solo hay un sacerdote, Cristo, ante Dios Padre, los consagrados lo hace in persona Christi pero esto no niega que consagren ellos el pan y el vino y el pueblo participa de la ofrenda in persona sacerdotis, pero esto tampoco significa que sus sacrificios sean simbólicos o de mero deseo sino que son reales y más cuando todos, laicos y sacerdotes, se unen en oblación total de sí mismos a la oblación de Jesucristo, nuestro Señor en su santa Cruz para participar de su gloriosa resurrección.
Conclusión
En este artículo solamente hemos intentado dar una pincelada del problema de las relaciones entre el laicado y el sacerdocio en la Iglesia. Tampoco hemos pretendido meternos demasiado en cuestiones de teología del tema porque no somos competentes sobre el tema ni tenemos apenas conocimiento de ello. Tampoco, como podrá comprobar el lector, hemos dado ninguna solución ni esbozo de ella. Sencillamente, no la tenemos. Nuestra intención ha sido señalar que el problema venía de lejos y que el Vaticano II por lo menos vio la gravedad del asunto e intentó solucionarlo aunque, para nuestra desgracia, falló como en tantas cosas de forma clamorosa agravando sus males al provocar la confusión de estados aprovechada por los enemigos de la Iglesia.
Pero este fracaso no nos debe cegar ni negar que muchas de las concepciones decimonónicas y de los siglos anteriores, tan ardientemente defendidas por tantos como la Tradición, no son verdaderamente tradicionales sino modernas y contaminadas por su influjo, en otra palabra, son tradimodernistas. Su mera sinopsis con las Escrituras o las oraciones del Canon Romano, sin meternos en la patrística, nos hace ver que chocan radicalmente, a menos que creamos que cuando Dios habla a través de la Biblia o de las oraciones públicas de la Iglesia no lo hace en serio o hace juego de manos con su revelación.
Así que el papel de los laicos no se trata ante todo de una participación limitada al ceremonial mismo, como intentan persuadirse los neoliturgistas, ni tampoco una mera participación simbólica u honorífica, es decir, irreal o de deseo, de devoción privada, de recepción mecánica de sacramentos o meramente de sostenimiento del culto, como quieren los muchos, sino una participación activa, es decir, in actu, a la acción litúrgica, a la obra maestra de la Redención, que se hace presente ante nosotros cada vez que se celebra una misa, mediante el ejercicio del sacerdocio espiritual de la oblación de nosotros mismos y nuestras obras a la hostia que ofrece el sacerdote in persona Christi al Padre, para ser transformados en hijos en el Hijo y así participar de su muerte y su resurrección a fin de tener vida eterna.
Si nos hemos centrado en la liturgia, se debe a nuestra concepción como archetypos de la Iglesia, es decir, como regla de la cual se derivan todas las demás realidades porque se podrían hablar de muchos otros asuntos importantes como dice la propia cita inaugural de este artículo y del libro donde la hemos tomado, la biografía de Santo Tomás Moro, ejemplar en este asunto por la grandeza de su testimonio y de su vida, tan en contradicción con la afirmación del cardenal Gasquet.
En el último Sínodo, los Laicos aparecen ambiguamente con algo de poder por la vía de Consejos y Asambleas de carácter semi Resolutivo.
ResponderEliminar.
1. El Sínodo no es vinculante
2. El Poder de Veto sigue en los Sacerdotes
4.Poner Consejos o Asambleas Obligatorias requiere Reforma Legal que no se ha hecho.
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Solo se trata de tener muchos derechos y pocos deberes.
Estimado Wanderer, leyéndolo me he planteado, será entonces qienla estructura del Opus Dei en sus casas, donde los Laicos gobiernan pero hay una sinergia entre clero y laicos y cada uno cumple su función. ¿Será que ellos encontraron la forma adecuada?
ResponderEliminarLo mismo me preguntaba. Y apunto algo más. ¿Acaso el subrayado que hace el fundador del Opus respecto al sacerdocio común de los fieles y su insistencia sobre el alma sacerdotal es la respuesta que el artículo busca?
EliminarA propósito del último Sínodo hemos revisado varias ponencias que plantean los Consejos Parroquiales "Obligatorios".
ResponderEliminarEn ninguna pudimos ver que quede explícito "qué pasa si no se cumple".
Don Guanderio: para variar, algún punto de su artículo me ha dejado en estado de perplejidad disonante con más de alguna creencia previa. Me llamó la atención el párrafo que dice "el celibato clerical a marchamartillo latino impide la constitución de una casta hereditaria sacerdotal al modo hebraico". La verdad es que siempre me ha simpatizado la organización social en castas, en particular la sacerdotal. No sólo en Israel, sino también entre los paganos (e.g. Japón, Persia) y algunos pueblos cristianos (Rusia). La casta permite cierta barrera sanitaria ante la corrupción. Sin embargo, ¿no es lo mismo aplicable al pueblo de Israel en la historia? ¿Y en qué derivó tal barrera, sino en la corrupción máxima de dicho pueblo, ebrio en la soberbia de pensar que el fin de su existencia era la gloria de ellos mismos, en vez de ser luz que preservaba la fe en el Dios verdadero y el anuncio del mesías? Por otra parte, ¿caso no es el sentido de casta sacerdotal (aunque no hereditaria, dado el celibato) el que ha degenerado (al menos en occidente) en el clericalismo y en el pauperismo de la fe de los laicos? Y, en oriente, en cierto alejamiento del mundo y apagamiento de la caridad ante el sufrimiento del pueblo. Saludos en Xto.
ResponderEliminar"...un quidam, un don Nadie, un siervo cuyo papel es ocupar con su trasero un asiento en...decir amén a todo lo que digan los clérigos..." si substituimos Iglesia por Universidad argentina, sus aulas, alumnos y comunidad en general, clérigos por profesores y así por delante, ocurre parecido. Los paralelismos como fenómeno mundial pueden ser sorprendentes, sugiero arrancar con Julien Benda y su La Trahison des clercs, (1927)
ResponderEliminarEl "meum ac vestrum... sacrificium" no se dirigía al pueblo, sino a los sacerdotes que asistían o concelebraban con el papa. Por eso, la rúbrica manda decirlo en voz baja. El rito romano no atribuye nunca la acción sacrificial a un laico. Ofrecer es otra cosa.
ResponderEliminarSed contra, Mediator Dei, n. 107:
Eliminar"Los ritos y las oraciones del sacrificio eucarístico no menos claramente significan y muestran que la oblación de la víctima la hace el sacerdote juntamente con el pueblo. Pues no solamente el ministro sagrado, después de haber ofrecido el pan y el vino, dice explícitamente, vuelto hacia el pueblo: «Orad, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro sea aceptable ante Dios Padre todopoderoso»; sino que, además, las súplicas con que se ofrece a Dios la hostia divina las más de las veces se pronuncian en número plural, y en ellas, más de una vez, se indica que el pueblo participa también en este augusto sacrificio, en cuanto que él también lo ofrece. Así, por ejemplo, se dice: «Por los cuales te ofrecemos o ellos mismos te ofrecen... Rogámoste, pues, Señor, recibas propicio esta ofrenda de tus siervos y también de todo tu pueblo... Nosotros, tus siervos, y tu pueblo santo, ...ofrecemos a tu excelsa Majestad, de tus propios dones y dádivas, la Hostia pura, la Hostia santa, la Hostia inmaculada»".
F.M.
Esto no es así. El que se diga en voz baja no tiene nada que ver. De hecho los cánticos del ofertorio acompan̈aban las ofrendas de lios fieles que traían pan y vino, pero también cera, incienso y otras ofrendas. El diácono recibía las ofrendas y seleccionaba aquellas que se consagrarían en esa Misa. El resto se destinaba a la manutención del clero y para los pobres. A diferencia de las procesiones de ofrendas postconciliares, el sentido no era que los fieles participaran de forma activa exteriormente en la liturgia, sino que se expresara así su actitud sacrificial. Como signo de su voluntad de co-sacrificarse, de co-ofrecerse es que traían algo se sus bienes. San Cipriano da testimonio de este deber de ofrecer.
EliminarEn el ofertorio de la Misa tradicional se trata de nuestra participación en el sacrificio de Cristo, ofrecernos nosotros mismos, nuestros sufrimientos y nuestras preocupaciones. San Agustín tiene muy lindas palabras al respecto.
NICO
Es decir que los sacerdotes concelebraban con el Papa... Usted acaba de descubrir los orígenes de la concelebración en el rito romano, un tema sobre el que se ha escrito libros y realizado congresos, sin llegar nunca a un dato fidedigno. ¿Podría extenderse un poco más al respecto?
EliminarAl de las 14:18, el texto que has citado precisamente aclara que el pueblo sólo ofrece, pero no sacrifica. Se une al sacrificio, pero no sacrifica. Si el pueblo pudiera sacrificar no necesitaría medicación alguna de sacerdote.
EliminarA NICO: ¿No tiene nada que ver? ¿Qué otro caso litúrgico hay en que palabras que van dirigidas al pueblo sean dichas en voz baja de tal modo que no lo escuche el pueblo?
A Wanderer: Hunwicke ha escrito varias entradas sobre el tema. El hecho de que los concelebrantes pudieran poner una intención en la misa y percibir un estipendio demuestra suficientemente que había concelebración.
Estimado anónimo, creo que se confunde con la Oracion "Orate fratres". Dice que caso hay que las palabras dirigidas al pueblo sean dichas en voz baja de tal modo que no las escuche. Le respondo: antiguamente todas pues la misa dialogada es recientísima y antes de ella sólo las oía y respondía el monaguillo. En las rubricas da una vuelta completa, la única en toda la misa, dirigiéndose al pueblo y el ut que sigue al orate es una subordinada final dependiente de ese imperativo por lo que no puede disociarse. Y por último, ese "fratres" no se puede entender para los concelebrantes cuando en muchas variantes (Sarum, York, Paris, Sens) y testimonios antiguos como S. Dennis (ca. 800) añaden "et sorores" ("y hermanas")
Eliminar¿La misa "dialogada" recentísima? Está por demás de atestiguado que en la liturgia patristica el pueblo respondía en voz alta. Sólo cuando el pueblo dejó de saber latín empezó a no responder. El monaguillo precisamente cubría este déficit respondiendo, lo cual con el tiempo degeneró en costumbre. Y permanece mi objeción, porque el monaguillo no responde ni oye completamente el "orate frates ut...". Lo de sorores es una muestra de reinterpretación de la oración, como también de nota en la Mediator Dei. En otros rituales la oración reza" "ut meum ac vestrum pariter (!)..." Imposible de aplicar al pueblo ese pariter.
EliminarEstimado anónimo: ?Para que se va a reinterpretar una oración que ni el monaguillo oye? Un poco inútil y más si era en un comienzo para los concelebrantes...
EliminarEl latín se dejó de entender y hablar para los pueblos románicos en el sg. VIII y el Bretaña y Germanía nunca. Más de mil años hasta el sg. XX sin misa dialogada.
Y eso de que el monaguillo ni oye (falso) ni responde (más falso: el suscipiat que debe hacerlo justo cuando se vuelve el sacerdote para leer la secreta) es mejor correr un tupido velo. Si el cura lo dice en voz baja es por el canto del ofertorio que antes daba tiempo a acabarlo por la procesión de las ofrendas y ahora no.
Al Anónimo de las 8.50:
EliminarEl pasaje de Mediator Dei responde al comentario de las 9.08, que desbarra.
Los bautizados están llamados a y pueden ofrecer el sacrificio. Por supuesto que lo hacen por medio del ministro ordenado, es decir, del sacerdote, pero eso no significa que no lo ofrezcan. Lo privativo del sacerdote es la confección del sacramento, es decir, la consagración o transubstanciación. Entonces es requerida, claro está, la mediación del sacerdote. (La medicación, como dice, no, a no ser que el pueblo esté enfermo y, además, el sacerdote sea médico, pero eso no hace ahora al caso).
Oportuno e interesante este articulo.
ResponderEliminarEs claro
ResponderEliminarEl poder sigue en Sacerdotes y obispos.
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https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=50791
El posteo de Eck se explica como un tradi que no asiste a círculos de la FSSPX, una minoría dentro de la minoría. Parece una cosmovisión ajustada a una realidad distinta a la nuestra, quizá parecida al movimiento tradicional de los EEUU.
ResponderEliminarMe ha entusiasmado el artículo. Me gustaría pedirle una segunda parte donde profundice aún más.
ResponderEliminarCándido Malo.
Lo intentaré hacer.
EliminarYo también he aprendido muchísimo. Continúe, Eck, por favor. Hable también de la Liturgia de las Horas. Gracias
EliminarUna vez más mostrando esa "tendencia" que tanto caracteriza al blog.
ResponderEliminarTodo suena muy refinado pero a fin de cuentas lo que hace el artículo es diluir la diferencia esencial que existe entre la Iglesia docente y la Iglesia discente, buscando equiparar en importancia la figura del clero y la figura del laico.
Siempre vuelven a lo mismo, la culpa de la devacle la tiene Trento, la devotio moderna, los seminarios, San Pio X, etc.
Partiendo de una análisis parcial de la triste situación actual (clero vergonzante, laicos resistentes) elaboran toda una teoría que termina socavando los fundamentos mismos de la Iglesia.
¡Y encima tienen el tupé de llamar modernistas a aquellos que han defendido a diestra y siniestra la Tradición católica!
Más de lo mismo...
Estimado anónimo, la culpa de la debacle la tiene el pecado original, nuestros propios pecados personales y el demonio por lo que espero que ud. no sea de aquellos tradis que siempre le echan la culpa al modernismo, a los masones, liberales, comunistas, es decir, siempre a los de fuera pero nunca a los de casa.
EliminarSiempre volvemos a lo mismo pues seguimos el consejo de Chesterton de que cuando uno se confunde de vía volver atrás hasta donde se tomo el camino equivocado para tomas el correcto. Si criticamos a esa lista es porque lo vemos y lo hemos sufrido y ni siquiera le echamos la culpa sino que esas soluciones, correctas y necesarias en su tiempo, puede que su mantenimiento idolátrico ahora sea muy perjudicial, como tomar una medicina contra el cancer para tratar un infarto.
Respecto a lo de diluir, yo sólo expongo como autoridades de mis opiniones al Canon Romano y a la I Epistola de S. Pedro. Quiero pensar que mi concepción de la Iglesia es la de S. Pablo, un cuerpo en un solo espiritu en que sus diferentes órganos participan en la vida común (vita Christi), que se comunican, que son solidarios entre si y se sirven mutuamente.
Pero, al final, como está siendo demasiado habitual en este blog, sus artículos no llegan a nada, se dan vueltas y divagan contra unos tradis (generalmente contra los que plantaron cara y advirtieron la debacle), mientras que a otros "tradis", esos que fueron condescendientes con las (malas) reformas, se le trata como maestros; sin tener en cuenta que, mientras las advertencias de Mons. Lefebvre se cumplen poco a poco, los otros, como Bouyer y Ratzinger, o se escondieron o callaron o renunciaron, sin la valentía de reconocer que habían que desandar camino del que fueron cómplices.
EliminarAl final, Eck, no dice nada, no propone nada y no resuelve nada, solo lanza ataques contra algunos que acusa -falsamente- de manierismo decimonónico, mientras nos propone una especie de arqueologismo pre tridentino.
Me llama la atención con la frialdad y subjetividad que criticas al Papa Benedicto 16.
EliminarNo sabia que B16 se escondió o fue cobarde, puede describirlo en ejemplos concretos ? Por favor nose deje llevar por las emociones y cuente en que parte de su vida sucedió esto.
Suyo en Dios
Estimado anonimo, siento su opinión. No comparto su opinión sobre Bouyer ni Ratzinger. El primero ya denunció bastantes males antes del propio Concilio y su libro-emblema es de 1968, que le costó amargura y aislamiento, y de Ratzinger le remito al articulo hace poco publicado aquí de los años 50 viendo lo que avecinaba. Quizás sus errores durante el Concilio se debieron a que creyeron ver en este la solución a estos males y no su agravamiento. ¿Qué decir del gran L. Castellani cuyas opiniones son más radicales que las mías (en "el ruiseñor fusilado" v.g.) y mucho más anteriores? Y lo hicieron mientras otros cantaban loas ultramontanas y triunfalistas durante el pontificado de Pio XII (papa que no compartía esta opinión). Qué decir de Balmes, Rosmini, Newman, Arintero, Gafo, D. Bosco en sus ámbitos o los grecocatólicos, aplastado durante siglos por sus pares latinos.
EliminarSi critico es por miedo al futuro. Si, temo una victoria actual del tradicionalismo, sin reflexionar sobre los errores del pasado ni aprender de ellos, sin penitencia ni conversión a Cristo, sin caridad y nostálgico del sg. XIX en sus peores aspectos. Intento con mis pobres medios evitar y con el testimonio del pasado la catastrofe que veo en el horizonte, de ese nuevo fariseismo que anida en esta nueva revuelta de los macabeos.
Muy muy bueno lo de Eck. Hace un tiempo le vengo prestando más atención, por recomendación de Don Juancho. Me acaba de hacer ver que lo que pensaba hace cuarenta años, en el fondo es lo mismo que pienso ahora.
ResponderEliminarGracias Birlibirloque por su recuerdo. Eck es un sabio y nos comparte su sapiencia.
EliminarSon esos posts en los q es mejor escuchar que hablar sin saber o siguiendo clichés como el del hermano del 28/10 11:44 (disculpe, pero lo tenia que decir; se trata de la verdad, no de militancia en un partido; escuchemos humildemente a los que saben, venzamos nuestras pasiones y abramos la mente a la verdad).
Por lo visto, la Gran Tradición depara sorpresas.
Juancho.
Precisamente. La Tradición no es el s. XIX y la primera mitad del XX. Allí hay mucha contaminación racionalista, por la época por la apologética y el olvido de los Padres. Esto lo olvidan muchos neocones y tradis a la violeta
EliminarEn mi humilde opinión, el peor artículo de Eck, al que animo que con ayuda de Dios compendie si sabiduría en un libro
Eliminar“Así que el papel de los laicos no se trata ante todo de una participación limitada al ceremonial mismo, como intentan persuadirse los neoliturgistas, ni tampoco una mera participación simbólica u honorífica, es decir, irreal o de deseo, de devoción privada, de recepción mecánica de sacramentos o meramente de sostenimiento del culto, como quieren los muchos, sino una participación activa, es decir, in actu, a la acción litúrgica, a la obra maestra de la Redención, …” (Eck).
ResponderEliminarPara mi sorpresa, Eck trae aquí un pasaje, aunque aquí debe entenderse en el contexto de la celebración litúrgica, también salvadas las distancias, a la postre, sirve para entender de alguna manera algún grado de justificación a la cuestionada presencia de los laicos en las “sinodales” reuniones promovidas por S.S., el papa Francisco para tratar cuestiones de diversa índole vinculadas a la doctrina de la Iglesia Católica. Vale decir, si de alguna manera, los laicos, también participan de alguna manera del sacerdocio de Cristo, entonces, ¿qué razón habría para negar a los laicos su presencia junto a los obispos de la Iglesia católica para tratar cuestiones que, por su naturaleza, conciernen a todos los católicos?
No obstante, el propio Eck nos resuelve el problema cuando entiende que hay distintos grados de sacerdocio, por cuanto uno es el sacerdocio ministerial o jerárquico, que se adquiere por el sacramento del orden, por el cual el sacerdote obra in persona Christi, y otro el sacerdocio común de los fieles, que se adquiere por el sacramento del bautismo, por el cual el laico participa in persona sacerdotis.
Ahora bien, llevando estos supuestos a otro contexto no menos actual, ¿significa esto que, en virtud de la afirmación del valor del sacerdocio común, el Sínodo de la Sinodalidad sea correcto? Tengo mis dudas, porque el actual Sínodo de la sinodalidad, al decir de algunas autoridades en la materia, no parece desarrollarse de conformidad con los anteriores Sínodos, y esto por cuanto, mientras en los sínodos anteriores, sólo participaban los obispos, esto es con miembros que contaban con la plenitud del sacerdocio ministerial, y en los que se trataban cuestiones concernientes a la doctrina de la Iglesia y que se resolvían a la luz de la Revelación en total continuidad y conformidad con el Depósito de la fe; mientras que, si mal no entiendo, lo que hoy se propone en el actual Sínodo de la sinodalidad, constituido por miembros, algunos de los cuales son obispos, pero otros solo son laicos de vaya uno a saber qué clase de formación tienen, cuyo objeto es el tratamiento de problemas planteados desde la perspectiva del mundo moderno, cuya solución parece querer resolverse desde la horizontal perspectiva de una determinación democrática, esto es, según la determinación de la mayoría, donde –Dios nos libre y guarde- hay claros indicios de que lo que más parece buscarse sea la permanente novedad que supone un espíritu de progresiva discontinuidad y ruptura con la tradición o con el Depósito de la fe.
¡Señor, vela por la Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!
Estimado Chapado: me parece que Ud. ha caído en una confusión al decir que "...el propio Eck nos resuelve el problema cuando entiende que hay distintos grados de sacerdocio, por cuanto uno es el sacerdocio ministerial o jerárquico, que se adquiere por el sacramento del orden, por el cual el sacerdote obra in persona Christi, y otro el sacerdocio común de los fieles, que se adquiere por el sacramento del bautismo, por el cual el laico participa in persona sacerdotis...".
EliminarEn realidad, Pío XII primero (Discurso a los Cardenales, 2-XI-1954, en AAS 46 -1954- 669 - https://www.vatican.va/content/pius-xii/la/speeches/1954/documents/hf_p-xii_spe_19541102_governo-pastorale.html) y el Concilio Vaticano II después (LG 10) expresaron que ambas formas de participación del sacerdocio de Cristo difieren esencialmente y no sólo en grado.
Por lo tanto, sus dudas con respecto al Sínodo de la sinodalidad están bien fundamentadas, ya que no se puede argumentar a partir del sacerdocio común de los fieles que éstos puedan tener parte en actos de gobierno o magisterio de la Iglesia que son propios de la jerarquía. La mera participación con derecho a voto de "laicos y laicas" en un sínodo de obispos, desvirtúa al mismo ya que, como su nombre lo indica, se trata de una asamblea "de obispos". Tener que aclarar lo obvio es tedioso pero, en las circunstancias en que estamos viviendo, también nos vemos en la obligación de salir a refutar, por ejemplo, al papa Francisco cuando anda diciendo por ahí que todas las religiones conducen a Dios, y cosas por el estilo. Así estamos.
No es tan novedosa la presencia de laicos en los concilios y sínodos, muchos de estos los convocaron hasta los reyes y emperadores. De hecho, el primer concilio que eliminó cualquier presencia laical fue el Vaticano I...
EliminarY menos en Oriente donde tuvieron su importancia las hermandades de laicos y representantes seculares tanto ortodoxos como católicos. Por ejemplo, en el sinodo de la restauración del Patriarcado de Moscú en 1918 acudieron 299 laicos...
Otra cosa es lo que pretende Francisco I y sus inventos ultramontanos. Todos estos laicos actuaban como laicos y en asuntos de su competencia, sin confundir estados ni carismas. Ahora es lo que diga el pontifice cuyo poder parece estar por encima del ser y la ley divina...
Exactamente
EliminarEstimado comentarista, le respondo sin ánimos de defender a nadie. No es la intención y, además, tanto el autor del artículo como del blog, bien saben hacerlo por ellos mismos.
ResponderEliminarSimplemente es un comentario para moderar las opiniones; si se me permite el término y el lugar.
Es entendible, que si usted lee el articulo con una posición tomada (cosa que no corresponde si uno quiere hacer honor a la verdad o participar en una honesta disputatio) entienda lo que entendió. Sin embargo, el escritor señala algunos matices en contra de uno u otro extremo. No se trata de socavar la doctrina de la autoridad o de la jerarquía eclesiástica, de lo que se trata (así lo entiendo) es de mostrar un poco el equilibrio entre las posturas extremas a las que se ha llegado por distintas circunstancias. Haciendo esto de un modo Chestertoniano, quizás. Poniendo a las verdades “de cabeza”. Esto provoca que a algunos les resulte antipático el argumento o hasta casi herético; desestabilizante de la estructura doctrinal. Pero si usted lee con atención, hay doctrina católica en ambas posturas, solo que cuando se la aísla y se las radicaliza individualmente, se desmadran.
Por otro lado, una cosa es ser moderno (calificativo que nos cabe a todos) y otro es modernista, lo cual es una herejía. Por eso cuando se señalan algunos defectos de la modernidad no siempre es con ánimos de condena. Quizás, es para invitar a la reflexión y sopesar los puntos de vista.
Insisto, así lo interpreto, por más de que los autores sean audaces y, en ocasiones, pongan en tela de juicio aquello que consideramos dogmático. El hecho está justamente en eso, entender que hay cosas que se pueden discutir o discernir y otras que no. En lo opinable, libertad…
Estamos en la Era de la "METAMODERNIDAD".
ResponderEliminarSabiduría Ingenua
La solución al Gobierno es compartir el derecho a veto.
ResponderEliminarNada más
"Por todo esto decimos que a su pesar pues lo que les gustarían a muchos es volver a los paradisíacos días en que los sacerdotes y obispos decidían todo sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo, los laicos eran siervos de la gleba..."
ResponderEliminar¿Acaso esos días ya pasaron? ¿Acaso los clérigos modernistas de ahora no son igual de clericales y mandones que los de antaño? Por mucho bla, bla, bla que se venga diciendo desde el Concilio Vaticano II, los seglares, a la hora de la verdad, seguimos sin tener apenas voz en la Iglesia o, en el mejor de los casos, tenemos voz, pero siguen siendo los clérigos los que deciden y mandan. Únicamente la aparición de internet ha permitido que nuestras opiniones tengan mayor difusión, pero nada más.
Me parece que el sacerdocio siempre tiende al espíritu de casta, porque es la naturaleza humana la concentración del poder en una minoría organizada para manipular a una mayoría desorganizada y así beneficiarse de los privilegios. A lo largo de 2000 años el sacerdocio ha ido y venido de acuerdo a las posibilidades que ofrecía el contexto histórico. La sumisión que ilustra la foto del post es impensable actualmente, estamos en la era del individualismo, los derechos y las libertades. La Iglesia oficial trata de adaptarse haciendo una simulación de sinodalidad con los laicos igual que los estados hacen una simulación de democracia llamando a elecciones cada tanto. Incluso yo diría que la sumisión de los laicos a los sacerdotes dentro de estructuras supuestamente tradicionalistas como la FSSPX es mas de boca para afuera que otra cosa, a ese mundo tradi le encanta lo decimonónico así que todos hacen el teatrillo, pero apostaría que después cada uno hace y piensa lo que quiere y que la jerarquía de la FSSPX se piensa muy bien que hacer para no disgustar a los laicos.
ResponderEliminarQuerido wanderer: me parece un buen artículo! Me pregunto ¿Qué lugar ocupaba el pueblo durante el sacrificio de la Misa antes de Trento? ¿Acaso la participación era más activa? (Entendida según el Novus qué hace que el pueblo escuche todo lo que reza el sacerdote y a su vez, más participación contestando durante la plegaria y luego del Padre nuestro).
ResponderEliminarEn español siempre se dijo seglares, no laicos, vocablo de connotación sospechosa. De ahí el Apostolado Seglar, la Unión Seglar. Laico es un término de la eclesiología del concilio y habría que evitarlo.
ResponderEliminarSeglar y laico no son sinónimos. Laico es quien no es clérigo. Seglar es quien no es religioso. Por tanto, seglares son laicos y clérigos no religiosos (diocesanos por ejemplo). Esta es al menos la distinción que hacen muchos teólogos. No veo qué tenga de sospechoso el término "laico".
EliminarEn efecto, en castellano "laico" no se usó nunca antes del Concilio V2º. La palabra era siempre "seglar". Pero curiosamente en italiano sí se usaba "laico".
EliminarAnónimo 8.39 Me extraña lo de que muchos teólogos incluyan en el térmimo seglar al clérigo diocesano.
Eliminar¿Alguien sabe qué pasó con el blog de la "católica (ex) perpleja"? Blogger dice que ha sido eliminiado :(
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el artículo. Una de las peores plagas, me atrevería a decir que a la postre mucho peor que la de los modernistas, es la de los que pretenden que el único mal está en el CVII.
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