sábado, 15 de febrero de 2025

Sobre los motivos de la renuncia de Mons. Carlos Domínguez

 


Varios lectores del blog han manifestado razonablemente sus dudas con respecto a los verdaderos motivos de la renuncia de Mons. Carlos Domínguez a su sede de San Rafael. Respondo al respecto con una primera razón de sentido común: ¿qué obispo renuncia a su munus por meras razones personales, dos días después de la fiesta patronal, sin despedirse de sus fieles con una misa, por ejemplo, sino que lo hace a través de una breve nota escrita a las apuradas después de entrevistarse con el nuncio apostólico? Y aún más, ¿por qué motivo, inmediatamente después de esa entrevista, voló (¿huyó?) a Roma, donde se encuentra desde el día viernes, refugiado probablemente en viale della Astronomia o en via Sistina, a un paso de la bellísima Piazza del Tritone?

Pero más allá de esta observación básica, es necesario aclarar lo siguiente:

1. Las víctimas, quienes merecen protección y respeto, son las únicas que pueden autorizar la publicidad del caso. Si ellas deciden no hacerlo, no seré yo quien dé a conocer detalles de lo sucedido.

2. Simplemente puedo decir que se trató de un caso de abuso sexual —y por tal entiendo actos de naturaleza sexual cometidos sin el consentimiento libre y válido de la víctima—, en el que están involucrados tres jóvenes mayores de edad. Además, es probable que una de las conductas del obispo Domínguez conlleve la excomunión latae sententiae (automática), reservada a la Santa Sede.

3. Si sólo las víctimas pueden dar a conocer lo sucedido, ¿por qué entonces nos metemos nosotros en la cuestión? Porque estamos convencidos de que todos los católicos debemos hacer lo que esté a nuestro alcance para erradicar de la Iglesia la plaga que la azota, que la está destruyendo y por la que sufrimos todos. En otras palabras, se trata de evitar el encubrimiento —que ya ha comenzado a funcionar—, y que lograría que en tres meses, Mons. Carlos Domínguez fuera destinado a un convento de su orden (los agustinos recoletos) en España, como si nada hubiera pasado, para seguir cosechando víctimas y mancillándose de ese modo la justicia para con las víctimas, los fieles de San Rafael y toda la Iglesia.

4. La denuncia ratificada por los tres afectados fue realizada en los primeros días de febrero en el obispado de San Rafael y girada, como corresponde, a la sede metropolitana de Mendoza. Precisamente, el arzobispo de Mendoza, Mons. Marcelo Colombo, defensor de la marcha LGTBQ y complaciente acogedor de “quienes viven una identidad sexual en tensión con la Iglesia”, es quien recibe la denuncia. Y, para furia de parte de su clero, aún del más cercano, se nombra a su auxiliar, Mons. Marcelo Mazzitelli, miembro del Club de San Isidro (sabemos lo que eso significa) como administrador apostólico de San Rafael. La comprensible furia de los buenos sacerdotes mendocinos se debe a que se ha armado descaradamente, y nuevamente, la maquinaria del encubrimiento. Y esto propicia filtraciones, entre otras consecuencias. Las víctimas quedarán sin justicia y sin ser resarcidas, y el culpable no será juzgado ni castigado. 

Ya basta.

jueves, 13 de febrero de 2025

Renunció el obispo de San Rafael. Ahora, juicio y castigo


 

Se conoció hoy la renuncia de Mons. Carlos María Dominguez, OAR, obispo de San Rafael. Y, también, la nota con la que anuncia a sus fieles la decisión.

    Por respeto al dolor inconmensurable de las víctimas, no diremos nada más que lo siguiente:

    Los seglares tenemos un papel que jugar en la Iglesia. No somos ni seremos clericales, tal como nos ha enseñado el Papa Francisco. Por eso mismo, EXIGIMOS JUICIO Y CASTIGO EJEMPLAR para de Dominguez. El hecho no puede quedar como una simple renuncia por un malestar estomacal, y dentro de un par de meses ser destinado de párroco en algún pueblo de la provincia de Buenos Aires, con la protección de sus hermanos en el episcopado y del Hermano Mayor. Y mucho menos puede suceder lo que con su colega Gustavo Zanchetta, que se consiguió una confortable covacha dentro de los muros vaticanos.

El fraile Carlos María Dominguez debe ser juzgado en sede canónica y condenado. Si al P. Alejandro Gwerder se lo expulsó del estado clerical hace pocos días por el simple hecho de no obedecer la línea pastoral de Francisco, Domínguez debe recibir cuanto menos un castigo similar. 

No nos quedaremos callados. Ya basta de soportar esta piara de degenerados que nos imponen como obispos. 

Crónicas romanas

 


Estimado Wanderer,

Como sé que a Vd. y a sus lectores les interesa, le mando una breve crónica de mi viaje a Roma.

Yo esperaba, como también lo esperaban el gobierno y los comerciantes de la ciudad, que por esta época Roma estaría colmada de peregrinos que se habrían acercado por el Jubileo, y se unirían a la habitual multitud de turistas. Pues bien, ni lo uno ni lo otro. Roma está vacía y, sobre todo, vacía de peregrinos. Todos coinciden en que al año pasado por estas mismas épocas había mucha, pero mucha más gente haciendo fila por entrar a la basílica de San Pedro o visitando las otras iglesias. 

Resulta triste y hasta patético ver en la plaza San Pedro una serie interminable de vallas serpenteantes que fueron colocadas para ordenar a la masa de peregrinos que se acercarían. Y créame, aún cuando estuve diez días en Roma y residiendo a un paso de la basílica, nunca pero nunca vi a nadie en esa serpentina. Yo mismo, las veces que entré a la basílica, o bien no tuve que hacer fila, o bien fue de apenas unos pocos minutos. El año pasado, en cambio, nunca era menos de 40 o 50 minutos. Y nunca tuve que hacer fila tampoco para atravesar la Puerta Santa, ni la de San Pedro ni la de Santa María Maggiore. ¡Y los organizadores vaticanos pretendían exigir inscripciones y códigos QR para ese trámite!

Alguno que otro día vi a grupos de peregrinos —todo ellos de diócesis italianas— que se aceraban a la basílica con devoción, pero eran mucho menos que una multitud. Reconozco que estamos en temporada baja y que es probable que este panorama desolador se revierte cuando comiencen los meses de primavera y verano. Pero no estoy seguro. Es que no hay motivos para que los fieles devotos de la jerarquía se acerquen a Roma por el jubileo. Si la Iglesia ha decidido que su función es proteger a los migrantes, salvaguardar el planeta y refugiar a quienes tienen identidades sexuales en tensión, como decía usted en el post anterior, no tiene mucho sentido ir a Roma a ganar la indulgencia jubilar. ¿Indulgencia? Si eso es una cuestión medieval dado que, como ha dicho el Papa Francisco, el infierno está vacío y el purgatorio, para buena parte de los obispos, no existe. El jubileo perdió todo sentido. Y la imagen que se llevaron los romanos durante la ceremonia de apertura de la Puerta Santa fue esa misma: Francisco abrió sólo dos de las puertas santas, la San Pedro y, como innovación, otra en una prisión, enviando delegados para abrir las otras tres: en Santa María la Mayor, San Pablo Extramuros y en su propia catedral, San Juan de Letrán. En San Pedro, permaneció en silla de ruedas, sin mitra ni capa pluvial, limitándose a tocar a la puerta que se abría desde el interior. Sin embargo, por esos mismos días consagró obispo a uno de sus protegidos y allí sí que se lo vio enérgico y con buena movilidad. Para los observadores resulta claro que el jubileo resulta, para el Santo Padre, un fastidio.

Causó también una impresión negativa que no se haya celebrado oficialmente el segundo aniversario de la muerte del Papa Benedicto. Sí se celebró una misa en San Pedro, oficiada por el cardenal Müller, pero se trató de una iniciativa privada, y obstaculizada por las autoridades de la basílica. En el primer aniversario se celebró con cierta solemnidad, y estuvo acompañada por miembros del coro de la Capilla Sixtina, que prestaron sus servicios gratuitamente, pero esta vez se negaron a hacerlo debido a las críticas que habían recibido.

Uno de los temas que más se comentan en la círculos tradicionalistas es la visita apostólica que está en curso a la Fraternidad San Pedro, sobre la que no se sabe nada y que no augura buenos resultados. Los padres de la FSSP no se caracterizan por su sagacidad y tampoco por su caballerosidad. Echaré un manto de piedad sobre todas las traiciones y actos miserables que han realizado en los últimos meses para con sus amigos con el ingenuo propósito de congraciarse con Francisco, cosa que desde luego no sucederá. El pronóstico es que los sacerdotes serán obligados a concelebrar con el obispo diocesano el Jueves Santo y que deberá celebrarse periódicamente la misa de Pablo VI en sus seminarios. Veremos; por ahora no son más que comentarios.

Otro de los temas que obligatoriamente aparecen en las conversaciones de los círculos reservados, o no tanto, es el próximo cónclave que se avecina indefectiblemente pero que nadie sabe cuándo sucederá. Algunos festejan que el Papa Francisco tenga tan larga vida porque ello ha permitido, en primer lugar, hacer aflorar toda la mugre que estaba escondida en la Iglesia y que se vieran tal cual son los frutos del Concilio, ya no maduros sino podridos. En segundo lugar, porque ha dado tiempo al giro hacia la derecha que está experimentando el mundo y que indudablemente tendrá efecto en los criterios de elección del próximo pontífice. De hecho, el cardenal Burke está siendo visto con interés por sus colegas cardenales, no tanto como posible elegido sino como consejero dada su cercanía con el ambiente conservador americano.

Por otro lado, y tal como en ocasiones Vd. ha explicado en su blog, ciertos analistas consideran que es un error atribuir al Papa Francisco decisiones perfectamente calculadas y con justificación ideológica. Él mismo ha dicho en su última autobiografía que uno de sus defectos es tomar decisiones intempestivamente y sin mucho pensarlas. Y esto se aplica a la selección de cardenales. Es un error pensar que él elige solamente a bergoglianos. Elige, fundamentalmente, a quienes le caen simpáticos, o a aquellos cuya elección fastidia a otros, sin importarle demasiado la concentración de bergoglianismo que poseen en sangre. Y ejemplos hay muchos; le cito sólo uno: creó cardenal al sacerdote que trabajaba en la Secretaría de Estados —un indio de rito sirio-malabar— y se encargaba de organizarle sus viajes: George Jacob Koovakad. Lo conocía, lo veía con frecuencia, le cayó simpático y lo hizo cardenal, a pesar de que era un simple minutante y, además, joven. Algo muy medieval por cierto. Y este sacerdote es más bien conservador y un hombre de fe. Y casos como este hay muchos. Por tanto, y más allá de que el bergoglianismo dejará de existir en el instante mismo en que Francisco exhale su último suspiro, podemos llevarnos algunas buenas sorpresas en el próximo cónclave.

En fin, que para matar las horas muertas de espera en Fiumicino, me puse a escribir esta crónica a mano alzada, que espero que le interese.

Suyo,

Guido della Rovere

lunes, 10 de febrero de 2025

Mons. Marcelo Colombo y las identidades sexuales en tensión

 


Mons. Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, a quien sus hermanos en el episcopado llaman cariñosamente “la Chancha”, emitió hace algunos días un mensaje de adhesión de la Iglesia a la marcha LGTBQ que tuvo lugar en Buenos Aires y otras ciudades del país en rechazo a los dichos del presidente Javier Milei en el Foro de Davos. Por su parte, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, que ya no es primado y nunca será cardenal, expresó su rechazo porque el gobierno colocó una valla en torno a la Catedral para impedir que los manifestantes se acercaran a ella. 

Este segundo hecho no es sorprendente. Conocemos la monserga pontificia de que, en vez de vallas, hay que construir puentes. Y conocemos la memez episcopal que confunde a manifestantes odiadores de la la Iglesia (su cántico habitual es: “Iglesia basura, vos sos la dictadura”) con peregrinos, y suponen que, antes o después de sus manifestaciones con ribetes satánicos y siempre pornográficos, querrán ingresar a la catedral a hacer una visita al Santísimo Sacramento. Repiten más torpemente aún la ingenuidad tan típica del posconcilio y que denunciaba Bouyer, según la cual los hombres de Iglesia suponían que, porque hacían sonrisitas al mundo y le aseguraban que ya no eran tan malos como antes, el mundo los recibiría con un fuerte abrazo. Mons. García Cuerva debería saber que el mundo lo seguirá rechazando y escupiendo como hizo siempre con los que sigen a Cristo, por más morisquetas que le prodigue.

Más grave, sin embargo, me han parecido las declaraciones de Mons. Colombo porque dan muestra de una seria confusión. Él habla de un acompañamiento -que todos sabemos que en el fondo se trata de concesiones-, a todas las personas que “viven en tensión su identidad sexual con su pertenencia a la iglesia”. Puntualicemos algunos aspectos centrales que se le escapan al arzobispo mendocino:

1. No existen “identidades sexuales”. O, mejor dicho, hay sólo dos identidades sexuales: varón y mujer. Y esto es así porque lo dice la Revelación: “Y los creó varón y hembra” (Gn. 1,27), y porque lo dice la antropología no ideologizada, entre otros, Michel Foucault, sobre el que no hay sospechas de que sea un católico tradicionalista y tampoco alguien con demasiados miramientos en cuestiones sexuales. El término “homosexual” —y por tanto, el surgimiento de esa categoría antropológica, o esa “identidad sexual”, según Colombo— apareció por primera vez en Austria en 1869, acuñado por un protoactivista de los derechos gays llamado Karl-Maria Kertbeny. Esto no quiere decir que antes no hubiesen personas que experimentaran atracción hacia otras de su mismo sexo —la naturaleza humana está caída desde Adán—, sino que tales personas no eran categorizadas en un estante específico o en una “identidad” distinta al resto. Eran varones o mujeres como cualquier otro hijo de vecino.

2. La Iglesia consideraba la cuestión del mismo modo. Los fieles que sentían atracción y que mantenían relaciones carnales con personas de su mismo sexo no eran “homosexuales” y, por tanto, no poseían una “identidad sexual en tensión”. Eran simplemente personas que sufrían tentaciones y caídas particularmente graves, tan graves que se las calificaba como “pecados que claman al cielo”. Y estas faltas eran tan repugnantes como negar el salario justo al trabajador u oprimir a los pobres, pues estos pecados integran también el mismo temible listado. 

3. En buena lógica, entonces, Mons. Colombo debería considerar que quienes oprimen a los pobres, o a los migrantes, posee una “identidad laboral en tensión con la Iglesia”, o que quienes no pagan el justo salario poseen una “identidad tributaria en tensión con la Iglesia”. Sin embargo, por lo que sé, el arzobispo siempre trata con dureza a este tipo de pecadores, a los que no les asigna identidad alguna. Es que la cuestión es mucho más sencilla: se trata de pecar o no pecar; de obedecer el mandato divino o no hacerlo. No es cuestión de identidades; quien tiene, al decir de Colombo, una “identidad sexual en tensión con la Iglesia”, deberá guardar la castidad como la guarda el marido que comienza a sentirse atraído por su secretaria, y a quien nadie se le ocurriría categorizar como poseedor de una identidad matrimonial “en tensión”.

4. Mons. Marcelo Colombo, como la mayor parte de los obispos argentinos, actúa con criterios políticos. Desconozco la consistencia de su fe católica pero, a partir de sus dichos y hechos, me permito algunos reparos sobre ella. Si esto es a todas luces así, no termino de entender el motivo de hacer tales declaraciones viendo cómo está el ambiente político en Argentina y el mundo. La torpeza de esta gente es asombrosa pues se ubica voluntariamente a él mismo y con él a la Iglesia, en la zona de los grandes perdedores. La últimas encuestas indican que el 43% de los argentinos está de acuerdo con los dichos de Mieli en Davos sobre las identidades sexuales y el 36% coinciden en parte. Es decir, casi el 80% de la población apoya el discurso “discriminatorio y antiderechos” del presidente. Entiendo que los católicos “comprometidos” con la Iglesia integrarán en su inmensa mayoría ese porcentaje. ¿A quién representa entonces Colombo? ¿Es tan torpe para no darse cuenta que no está representando a nadie, o que sólo representa a los enemigos de la Iglesia?

5. Finalmente, la nula repercusión mediática de las declaraciones colombinas y del arzobispo porteño caído en desgracia, no hacen más que demostrar la más completa irrelevancia en la que ha caído la Iglesia. Y todo indica que esa irrelevancia caminará irremediablemente y a pasos agigantados hacia la inanidad. Sería aconsejable, si es que los seglares podemos dar algún consejo a los obispos, que traten de cambiar el rumbo y no tirar demasiado de la cuerda, no sea que le pase a la Conferencia Episcopal en su conjunto lo que le pasó hace pocas semanas al obispado de Mar del Plata. Allí, frente a un reclamo de este tipo, el intendente les respondió: “Me importa tres carajos lo que digan”. Y sabemos que Javier Milei no tendrá problema alguno en repetir esa frase u otras peores en cadena nacional. 

lunes, 27 de enero de 2025

Vacaciones

 


A partir de hoy y por quince días, este blog permanecerá cerrado por vacaciones de su autor.

jueves, 23 de enero de 2025

Un ejemplo práctico de tradimodernismo

 


por Eck


El camino era largo, seco, caluroso. Sin una sombra ni una brisa. Al bochorno se le sumaba un polvo pegajoso y el hedor de las bestias y hombres que le acompañaban. A pesar de su ímpetu, sus prisas y de su enfebrecido celo, la modorra se iba asentando en su ánimo, la somnolencia se iba adueñando de su cuerpo y su desfallecimiento le iba conquistando. De repente, todo se volvió negro, negrísimo. 

No, no era  el sueño. El golpazo dolía, y dolía mucho en sus huesos. Y, sobre todo, esa voz que hace despertar a los muertos resonaba con infinitos ecos en su cabeza y la pregunta que le hizo era demasiado real:

“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”Respondió él: “¿Quién eres, Señor?” 

Díjole Éste:“Yo soy la  Revelación y el Magisterio eclesiástico a quien tú persigues. (Hch IX, 4-5)

Claro que Nuestro Señor no contestó esto sino: “Yo soy Jesus, a quien tu persigues”, a pesar de lo les hubiese gustado a muchos. Y es que desde sus definiciones, San Pablo era un modernista. Y de los peores. Ya era sospechoso por su uso casi monomaníaco por los protestantes y otras malas hierbas hereticonas, ¿qué decir de su enfrentamiento con el Papa? O, mucho peor, su denuncia en la Carta a los Gálatas de las tradiciones humanas opresivas y su canto a las libertades espirituales del cristiano...

San Pablo basa toda su predicación en su experiencia religiosa, en su encuentro personal con el Otro, en la teofanía de Jesucristo resucitado y glorificado. Sólo después de tres años de meditación en Arabia acudió a San Pedro (Gal. I, 17 y 18). Y aún más, luego de 14 años, acudió a los Apóstoles para con-firmar su Fe y su predicación por si corría en vano (Gal. II, 1-4). Para más Inri esto último lo hizo por una revelación divina personal y con el cuajo de una década y media después de empezar a evangelizar a medio mundo conocido...


Et tradimodernismo: definición

Sé que a muchos les ofende hasta el tuétano el concepto de tradimodernista. No me extraña; lo suelo usar con ánimo polémico, pero, sobre todo, para describir una verdad controvertida que muchos vemos pero pocos asumimos: la asunción de conceptos y concepciones modernistas por parte del tradicionalismo, y antes por la teología ultramontana del siglo XIX, y cuyas consecuencias las estamos sufriendo hoy. Claro está que esta asimilación no fue voluntaria y ni siquiera consciente, pero no por ello menos real. Al revés, fue más efectiva y sus consecuencias más duraderas y profundas. De hecho, podemos afirmar que el triunfo casi universal de esta cosmovisión religiosa después del Vaticano II entre el clero y el pueblo se debió en gran parte a la labor de zapa oculta del tradimodernismo, en especial del ultramontanismo, trocado en ultramontinismo en los sesenta. Mientras la crisis modernista de 1890-1910 no afectó a casi nadie del clero y del pueblo, pues todavía vivían la mayoría en un cristianismo prerrevolucionario y preultramontano, cincuenta años después arrastró a casi toda la Iglesia sin casi resistencia. 

La principal fuente y ocasión de entrada es el agere contra o “¿Qué dicen los modernistas, que me opongo?” Pero y acaso, ¿no es el modernismo como Proteo, según sus detractores, que cambia de forma en cada momento?¿Cómo uno puede oponerse sistemáticamente a lo amorfo sino convirtiéndose en roca? Pero esto es como mirar a la Medusa y con los mismos efectos. Es convertir el Pan de Vida que es y está en la Iglesia en piedra inerte y muerta. O peor aún, volviéndose igual a lo combatido en una reacción en espejo, que cambia según lo hacen los gustos pontificales. Es el peligro de la identidad negativa de la que habló hace ya un tiempo Wanderer: “Se observará que la ortodoxia no pretende ser lo opuesto a la herejía. Si la herejía es lo opuesto a la ortodoxia, lo contrario es falso”. 

Y he aquí  el nacimiento de las otras dos ramas del árbol modernista: el ultramontanismo y el ultramontinismo.


Breve análisis de un texto ejemplar

“Precisamente el P. Cornelio Fabro sostiene que la contaminación más esencial de la doctrina católica por parte de los modernistas «ha sido la tentativa de interpretar la experiencia íntima del individuo (autoconciencia) en continuidad directa con la vida religiosa y la toma de conciencia o experiencia religiosa como esencia de la Divina Revelación y la vida de la Gracia. Por el contrario, toda experiencia religiosa en el ámbito de la vida de la Gracia y de la Fe sólo puede tener un valor secundario, supeditado a la Revelación y al Magisterio eclesiástico»” (voz Modernismo, en la Enciclopedia Cattolica, Ciudad del Vaticano, 1952, vol. VIII, col. 1196).

Dejando aparte de que toda experiencia es, de por sí, íntima, hagamos caso al sacerdote filósofo y vayamos a la Revelación. ¿Y qué nos dice la Revelación? Esto: Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado y lo que nuestras manos tocaron, acerca del Verbo de vida, porque la vida ha aparecido, y nosotros hemos visto, y testificamos, y os anunciamos esta vida eterna que estaba con el Padre y se nos apareció”(I Juan 1:1-2)

¿Qué mas experiencia personal que ésta? Pero vayamos con otro testimonio de la Tradición:

“Noli foras ire, in teipsum redi, in interiore homine habitat veritas. Et si tuam naturam mutabilem inveneris, trascende et teipsum. Illuc ergo tende, unde ipsum lumen rationis accenditur”.  (“No vayas afuera, vuélvete a ti mismo, en el hombre interior habita la verdad. Y si encontraras a tu naturaleza mudable, trasciéndete a ti mismo. Tiende, pues, allí a donde la misma luz de la razón está encendida”. (San Agustín, De vera rel. 39, 72) 

Ahora resulta que San Agustín es el archimodernista, aunque pensándolo bien, tiene su lógica. ¿No era Lutero augustino...? Y es que en el ámbito de la Gracia, la Fe sin experiencia religiosa propia, personal, sencillamente no existe. Y por eso, no puede tener un valor secundario frente a la Revelación y la autoridad de la Iglesia sino que es su fin: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo” (Jn. XVII, 3). Esta confusión entre medios y fines tiene su raíz en la asunción de presupuestos modernistas. Se opusieron tanto al modernismo que acabaron comprando su mercancía averiada, atacaron tanto a esta herejía que aceptaron de matute sus conceptos. En este caso y como una página afirma: “La experiencia religiosa o emocionalismo inmanentista”. Toda experiencia y autoconciencia es un sentimiento o emoción, cambiante, mudable. 

Aceptan sin darse cuenta ni dudarlo lo siguiente

-Individuo frente a persona, es decir, como entidad totalmente autónoma frente a la criatural y comunitaria.

-Experiencia religiosa aceptada en su concepción modernista (emocionalismo inmanentista) frente a la total de la tradición (“Y amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón,  y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza” Mc. XII, 30 ) 

Es decir, se aceptan sus corolarios: no hay experiencia religiosa racional puesto que la hemos definido como emoción, por lo que, si la experiencia es real, no puede ser racional. Además imanente, no transcendente, por lo que ataca la base de la Revelación histórica que es la experiencia personal de los Apóstoles. Tras el susto de las condenas de Gregorio XVI y Pio IX por ir directamente contra la autoridad de la Iglesia y viendo que sus enemigos asumían sus presupuestos, bien sabían los modernistas donde atacar a principios del siglo XX, en el punto más débil de sus contrincantes: el método histórico-crítico de las Escrituras y de los testimonios de la Iglesia primitiva.  

Si la experiencia es irracional e inmanente, con afirmar que el cristianismo nació de una experiencia Dios, como lo fue pues nadie lo puede negar,  se sigue que los contenidos de la Fe son irracionales e inmanentes. Todo el edificio teológico católico se hunde en su base y paradójicamente los defensores del tradimodernismo, obnubilados en la defensa acérrima de la jerarquía, su potestad y autoridad, que essu verdadero interés, proclaman inconscientemente una fe fiduciaria, más bien luterana, en el Magisterio de la Iglesia, cuya base está... en el testimonio apostólico hasta el martirio. En cuanto flojee esta fe, adiós. Y así sucedió en el Vaticano II.

Se asumen tantos principios modernistas, aunque en oposición: eadem est scientia oppositorum y el principal es el ontológico de que la cosas, objetivas, están por encima de las personas, subjetivas, dando la vuelta a toda la metafísica y teología tradicional. Esto lo vieron preclaramente Newman, Kierkegord y Castellani, y la actual ciencia cada vez los respalda más. Cuando se abandona el prototipo metafísico de la persona, y que son las de la Santísima Trinidad, es imposible reflexionar adecuadamente sobre este concepto cayendo en la cosificación o en salidas fallidas de ella como es casi toda la filosofía moderna.

Ni siquiera piensan en la etimología de revelación, de descorrer un velo, es decir, mostrar a alguien ¿A quién? A Dios encarnado, a Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, Verbo eterno del Eterno Padre, redentor y salvador, vencedor del pecado y la muerte, Vida de los vivientes, que viven en Él, de Él y por Él. Normas y dogmas, a esto reducen la religión; eso es lo importante, el poder. ¿Dónde está aquí la Zarza ardiente ante la que descalzó Moises, dónde está aquí la suave brisa del profeta Elías, dónde está aquí la terrible visión de Ezequiel, dónde la magnifica epifanía de Isaias, dónde está la Luz del Tabor, dónde la oscuridad del Calvario, dónde el fuego abrasador de Pentecostés? ¿Es esta la Fe de la samaritana, la hemorroísa y la viuda de Naím; la esperanza de Marta y María ante el sepulcro de Lázaro? 

Para más Inri esta posición echa en brazos del modernismo a todos aquellos que han pasado a la fe por una experiencia religiosa, una conversión, y que no pueden soportar los constructos religiosos decimonónicos que les imponen para mantener la fachada de iglesia aseada, burguesa y deseada y que no son para nada tradicionales sino fariseos. Dan por su fanatismo el premio a los enemigos y las prendas de la victoria a sus contrincantes, aceptan su marco y sus concepciones con alegría y despilfarro. Y luego lloran amargados que se quedan solos y derrotados.


Conclusión

La da el propio San Agustín en la frase que citamos, que es transcender la experiencia personal hacia donde reside la Verdad y la Razón, a Dios encarnado. Y que la Iglesia con-firma, hace firme, con su autoridad divina la veracidad de toda esta experiencia religiosa de sus componentes por ser ella “columna y fundamento de la Verdad” (I Timoteo, III, 15), siendo ella misma el Cuerpo Místico de Jesucristo (Col. I, 18), estando sus miembros injertados en la Vid (Jn. XV, 5), de la cual reciben su savia, la gracia, por los sacramentos. Es, pues, evidente que la Iglesia participa místicamente de la Verdad pues su vida es Áquel que dijo: “Yo soy la Vía, la Verdad y la Vida” (Jn. XIV, 6) y que es infalible en la Fe que profesa y que establece como Regla.  Todo, es decir, TODO en la Iglesia está hecho y en servicio de que cada persona se pueda encontrar en persona con Cristo pues sólo en ella se le puede encontrar puesto que ella es Cristo difundido y comunicado. ¿Normas y leyes? Para facilitar y quitar impedimentos al encuentro, ¿Dogmas? Para saber que le encontramos a Él y no a otro, para no confundirnos ¿Liturgia? Preparación del encuentro a través de los Sacramentos en la participación de su Cuerpo y Sangre aquí, y para el encuentro definitivo en el Más Allá y el completo y glorioso en el Último Día. 

La asunción indirecta del marco modernista por una oposición más maniquea que racional ha provocado innumerables desastres en la Iglesia. El Antimodernismo es un modernismo pero invertido, dado la vuelta; no es una defensa de la Fe, compra su marco, sus conceptos y su visión, se vuelve su gemelo, su caricatura de forma inconsciente, el mejor homenaje a un enemigo: un simia modernistarum aunque no lo quieran reconocer. En este sentido es revelador el siguiente pasaje del artículo referenciado: “Por el contrario, toda experiencia religiosa en el ámbito de la vida de la Gracia y de la Fe sólo puede tener un valor secundario, supeditado a la Revelación y al Magisterio eclesiástico”. Tras aceptar los presupuestos y como no pueden negar la experiencia cristiana, creen salvaguardar la Fe supeditando la experiencia “a la modernista” a la Revelación y su verdadero ídolo, el magisterio, es decir, la jerarquía. Vana esperanza: Et in Arcadia ultramontana ego.