Luego de leer o escuchar en todos los medios de comunicación que se le había otorgado el premio Goya al filme argentino “XXY” como mejor película hispanoamericana, decidí verla, creyendo ingenuamente que valdría la pena.
Sinceramente, me resulta incomprensible que haya sido premiada una obra como esta. Sencillamente, no comprendo los motivos del premio.
No soy crítico de cine, y tampoco entiendo mucho del tema, pero no me parece una obra que, desde el punto de vista estrictamente cinematográfico, tenga caracteres sobresalientes para aspirar a ese premio. Incluso, actoralmente, no me parece particularmente buena.
Encuentro un solo motivo posible: se premió la máxima perversión. Y, en esto, pareciera que nunca se toca fondo.
La película trata la historia de un hermafrodita que no ha sido operado inmediatamente después de su nacimiento ya que sus padres han preferido que sea él quien elija su sexo. Criado como mujer, se enamora de un adolescente varón con quien, sin embargo, desarrolla conductas sexuales masculinas. La película concluye en que, teniendo la protagonista la posibilidad de ser operada por un excelente cirujano y pudiendo elegir el sexo que desee, prefiere quedar tal como está: anatómica y psicológicamente con ambos sexos. La moraleja, claro está, es la enorme valentía de Alex quien prefiere su “autenticidad” y su “soy lo que soy” en contra de los escandalosos convencionalismos sociales para quienes en este mundo hay que ser varón o mujer.
No se trata aquí de negar la realidad poco común del hermafroditismo verdadero ni del terrible drama psicológico que significa para quien lo sufre y para su familia. Habitualmente se los opera cuando son niños pequeños, siendo la familia quien decide, en base a estudios médicos que no siempre son certeros, por la anatomía sexual que poseerá. Es frecuente que, cuando ese niño o niña crece, su identificación psicológica no se corresponde con el sexo que eligieron sus padres y en el cual fue educado, lo cual viene a demostrar, una vez más, la fuerte base natural que posee la sexualidad humana. Esto genera, como puede comprenderse, enormes problemas psicológicos y existenciales.
Ya estamos acostumbrados a ver películas o programas de TV o a leer reportajes y libros cuya finalidad es que la sociedad acepte al homosexual como un “diverso” que debe ser plenamente integrado a la misma, con derecho a vivir las conductas que desee, las que deberán tener plena aceptación por parte de esa sociedad. Me parece, sin embargo, que hay una variante con respecto a la situación que plantea la película. Cuando se presiona a la sociedad a fin de que considere normal la conducta de los “gays” (utilizo este término para diferenciarlos de los homosexuales que padecen con dolor su situación), se pide que acepten una diferencia que no es anatómica sino cultural. Es decir, se pide que se acepte como normal a quien es afeminado o que, sin serlo, posee conductas que no son aceptadas culturalmente (no me refiero aquí, claro, a lo estrictamente sexual). Que las mujeres usen polleras y los hombres pantalones, o que la mujer pueda torcer la muñeca y que el hombre no pueda hacerlo es, en definitiva, cultural. (Aclaro que no estoy afirmando que la conducta sexual sea cultural. Digo que es natural, aunque está rodeada de muchos elementos culturales. Pero la homosexualidad no es un problema físico sino psicológico. La situación no “salta a la vista”).
Pero pretender la aceptación del hermafroditismo como normal es desconocer no ya una realidad cultural sino física. Aquí no es cuestión del modo de hablar o de moverse, sino de que anatómicamente esa persona “escapa a la norma”.
La perversión de la directora de la película, Lucía Puenzo y de Sergio Bizzio, su pareja y autor del libro, me parece asombrosa. No se trata ya de una perversidad moral, sino ontológica. Es la negación de la EVIDENCIA en el sentido más propio del término: lo que salta a la vista.
Sinceramente, me resulta incomprensible que haya sido premiada una obra como esta. Sencillamente, no comprendo los motivos del premio.
No soy crítico de cine, y tampoco entiendo mucho del tema, pero no me parece una obra que, desde el punto de vista estrictamente cinematográfico, tenga caracteres sobresalientes para aspirar a ese premio. Incluso, actoralmente, no me parece particularmente buena.
Encuentro un solo motivo posible: se premió la máxima perversión. Y, en esto, pareciera que nunca se toca fondo.
La película trata la historia de un hermafrodita que no ha sido operado inmediatamente después de su nacimiento ya que sus padres han preferido que sea él quien elija su sexo. Criado como mujer, se enamora de un adolescente varón con quien, sin embargo, desarrolla conductas sexuales masculinas. La película concluye en que, teniendo la protagonista la posibilidad de ser operada por un excelente cirujano y pudiendo elegir el sexo que desee, prefiere quedar tal como está: anatómica y psicológicamente con ambos sexos. La moraleja, claro está, es la enorme valentía de Alex quien prefiere su “autenticidad” y su “soy lo que soy” en contra de los escandalosos convencionalismos sociales para quienes en este mundo hay que ser varón o mujer.
No se trata aquí de negar la realidad poco común del hermafroditismo verdadero ni del terrible drama psicológico que significa para quien lo sufre y para su familia. Habitualmente se los opera cuando son niños pequeños, siendo la familia quien decide, en base a estudios médicos que no siempre son certeros, por la anatomía sexual que poseerá. Es frecuente que, cuando ese niño o niña crece, su identificación psicológica no se corresponde con el sexo que eligieron sus padres y en el cual fue educado, lo cual viene a demostrar, una vez más, la fuerte base natural que posee la sexualidad humana. Esto genera, como puede comprenderse, enormes problemas psicológicos y existenciales.
Ya estamos acostumbrados a ver películas o programas de TV o a leer reportajes y libros cuya finalidad es que la sociedad acepte al homosexual como un “diverso” que debe ser plenamente integrado a la misma, con derecho a vivir las conductas que desee, las que deberán tener plena aceptación por parte de esa sociedad. Me parece, sin embargo, que hay una variante con respecto a la situación que plantea la película. Cuando se presiona a la sociedad a fin de que considere normal la conducta de los “gays” (utilizo este término para diferenciarlos de los homosexuales que padecen con dolor su situación), se pide que acepten una diferencia que no es anatómica sino cultural. Es decir, se pide que se acepte como normal a quien es afeminado o que, sin serlo, posee conductas que no son aceptadas culturalmente (no me refiero aquí, claro, a lo estrictamente sexual). Que las mujeres usen polleras y los hombres pantalones, o que la mujer pueda torcer la muñeca y que el hombre no pueda hacerlo es, en definitiva, cultural. (Aclaro que no estoy afirmando que la conducta sexual sea cultural. Digo que es natural, aunque está rodeada de muchos elementos culturales. Pero la homosexualidad no es un problema físico sino psicológico. La situación no “salta a la vista”).
Pero pretender la aceptación del hermafroditismo como normal es desconocer no ya una realidad cultural sino física. Aquí no es cuestión del modo de hablar o de moverse, sino de que anatómicamente esa persona “escapa a la norma”.
La perversión de la directora de la película, Lucía Puenzo y de Sergio Bizzio, su pareja y autor del libro, me parece asombrosa. No se trata ya de una perversidad moral, sino ontológica. Es la negación de la EVIDENCIA en el sentido más propio del término: lo que salta a la vista.
También vi la película, pero antes del Goya, más en función de Darín (un actor al que más o menos sigo, sobre todo después de Luna de Avellaneda) que del tema, aunque también quería saber algo sobre esta cuestión. Como sea, no encontré casi nada del tema ni de Darín. Ni de nada. No es una película: es un virus. Es ese cine argentino que nació con La Tregua, colmado de depresión, angustia, torceduras y deseo de contagio. Campanella y Szifron parecen querer darle una vuelta a la tuerca, pero sólo son ellos, y por ahora.
ResponderEliminarDarín actúa de amargado y le sale bien, pero no es un gran logro. ¿A quién le cuesta hacer de amargado en la Argentina? Los demás actores y actrices lo acompañan con solvencia: la Puenzo dice "acción" y todos ponen cara de culo al mismo tiempo, imitando a la directora. El hermafrodita y su novio-novia causan repulsión.
En cuanto al tema, que supuestamente vendría a ser la cosa importante, mejor Wikipedia si alguien quiere saber algo. Creo que daba lo mismo si todo hubiese girado en torno a un tipo con seis dedos en cada mano. Igual habría servido para mostrarlo como reprimido, hijo de desaparecido o puto en flor.
De Bizzio, el escritor y guionista, basta leer "En esa época" (premio Emecé 2001) para calcular cuántos caños interiores tiene tapados con mierda. Yo lo leí y lo ofrezco al cielo.
Si quieren ver esta filmación hórrida, háganlo de día y pongan un florero cerca para espiar de vez en cuando algo normal.
Que tenga un vínculo con Goya supera mi capacidad de humor. Bueno, si le dieron el Cervantes a Gelman, no sé qué sigo esperando.
Lupus
Estimado Lupus: Excelente comentario! Ud. sabe de cine; yo solo miro.
ResponderEliminarMe alegro que le haya gustado, amigo Wanderer. Pero no se confunda: no sé nada de cine, ni de filosofía, ni de psicología. Al igual que usted, sólo miro.
ResponderEliminarLupus
Ludovicus
ResponderEliminarEstimado Wanderer,
su comentario sobre el film nefando me da pie para una pequeña catharsis moralista. Que es la que sigue:
Durante muchos, demasiados años, nos llenamos la boca los católicos con la famosa "paradoja sexual". Como reacciòn contra el moralismo jansenita y puritano preconciliar, alejado del concepto de naturaleza humana y focalizado en el racionalismo cartesiano, repetimos entusiasmados las tesis de Pieper. El sexo era bueno, lo sexual tenìa un valor intrìnseco, es màs, era buenìsimo, siempre que bien realizado en el àmbito conyugal. El acto conyugal era un sacramento. La teologìa del cuerpo, etc etc.
Hasta ahì, todo bien. A los que nos decìan que la Iglesia estaba en contra del sexo, nosotros le respondìamos que era lo contrario, que estàbamos a favor. Hasta espantàbamos al burguès diciendole que el catarismo era furibundamente antisexual.
Y seguìamos, entusiasmados: el pecado sexual no era el centro de la moralidad. Definitivamente entonados, decìamos que habìa pecados infinitamente màs graves que los de incontinencia, y citando a Aristòteles y Dante, hablàbamos de los pecados de malicia, como la injusticia, la impiedad, la soberbia, etc.
Llegò la revolución sexual y el postconcilio. El sexo no era bueno, era óptimo y obligatorio. Igualaba y superaba a la virginidad.
Vino la pìldora y como una secuela necesaria (por vìa de una inferencia lògica implacable que se hace en unos minutos pero que tardò treinta años) la aceptación de la homosexualidad: si el sexo se desprendía de la finalidad natural y se valorizaba exclusivamente como "actividad personal", ergo. Y despuès, el travestismo, los matrimonios mùltiples, matrimonios a plazo, uniones civiles, madre-monios (reconocimiento de la relaciòn madre hijo)para terminar en esto.
En el medio, los ortodoxos seguimos con nuestro discurso, aclarando que no èramos puritanos, que el pecado de la carne era el menos grave de los pecados graves, mechado con condenas puntuales a los desmanes: divorcio, relaciones pre, anticoncepciòn . Los progresistas y buena parte del clero, venializaron y disculparon los pecados sexuales (porque no era "pecado social")y terminaron difuminando toda idea de raigambre natural de lo sexual en una confusa idea del "respeto a la persona".
Y asì estamos.
(Breve excursus: a mì, a diferencia de Ud, me llama poderosamente la atención las extrañas supervivencias de la moral de la naturaleza humana en la regulaciòn de lo sexual. Lo lògico es que directamente todo se vaya al diablo inmediatamente. Por ejemplo, hace poco en España una pareja conformada por un transexual y otra persona fueron a casarse, bajo el règimen de putimonio. Lo gracioso es que en un momento dado los oficiales advirtieron que estas dos personas eran, sin saberlo, hermanos criados separadamente. E impugnaron el matrimonio. Increìble, no funcionan los impedimentos impedientes pero sì los dirimentes! Me llama la atenciòn que la pedofilia todavìa se persiga como un crimen (aunque ya hay signos inquietantes). Fin del excursus.
Ahora bien, quiero revisar nuestro discurso. No para volver al jansenismo ni al puritanismo gazmoño. Por cierto que lo sexual es una fuerza poderosa, creaciòn de Dios e intrìsecamente buena. Pero por eso mismo, los pecados de la carne, proyectivamente, son inmensamente graves. Contienen en su raìz, potencialmente, a la injusticia, porque tienden a la disoluciòn progresiva de la sociedad al atacarla en su cèlula primaria; contienen la acidia y el ateìsmo, porque el espìritu, al abotagarse con la carne, pierde la capacidad de buscar a Dios (Sto Tomás).
Por eso, sin pretender que desde los pùlpitos vuelva a condenarse los bailes y las biquinis, ni hacer la apologìa de la "pureza" contra la "suciedad" - otra herencia jansenita-, ni caer en la gazmoñerìa o el afeminamiento victorianos, la jerarquìa debería volver a hablar de sexo. Del bueno y del malo. Del uso natural y santo y del uso contra natura. Y se debe enseñar a los niños y jòvenes que tambièn puede pecarse con el sexo, y que esto, proyectivamente, es muy grave, porque conduce a Sodoma.
Ludovicus
Parece que esta clase de "cine" argentino está buscando notoriedad mediante un intento por superar en perversión al español Almodovar. Digo parece porque nunca he visto una película completa del perverso español y el cine argentino más reciente me resulta tremendamente aburrido, en el mejor de los casos.
ResponderEliminarAdhiero al comentario de Ludovicus. Se ha seguido la ley del péndulo: por combatir un error se ha caído en el opuesto. Por reaccionar contra el puritanismo, se ha pasado a una animalización banal de la sexualidad o su reducción torpe genitalidad contra-natura. Es lo que hay...
Pablo.
Estimado Ludovicus: Y ¿ por qué no condenar los bailes?. Esos lugares donde por las noches se juntan miles de jóvenes son verdaderas cuevas de inmundicia, droga, sodomía, promiscuidad, borracheras, etc... etc.... No veo porqué no condenarlas, al contrario hace falta "re-contra-archi-condenarlas". Pueden llegar a ser la eterna perdición para quien las frecuenta. Tiemblo de pensar en lo que algun casto o alguna casta joven puede conventirse de frecuentar esos antros de Satán. Además esta sociedad decadante hace todo lo posible para impedir a los padres poder para criar a sus hijos como Dios manda y los entrega a esas orgías desenfrenadas de los bailes. ¡Cómo no condenarlos!.
ResponderEliminarSin embargo, en este terreno, el peso del argumento, o mejor, la capacidad persuasiva del discurso, depende más del equilibrio y la temperatura de los términos que de las razones que se esgrimen. Como se ha dicho, vamos y venimos pendularmente desde el sexo maldito a la lujuria bendita, y lo que hay que evitar, me parece, no es tanto una cosa o la otra, sino el propio ritmo del péndulo: por detestar el defecto volvemos al exceso, hasta que recaemos en un nuevo nivel de hastío y detestación. Lo nefasto es este bamboleo entre maldiciones de unos que terminan siendo bendiciones de otros, y viceversa. Un péndulo, si nada lo detiene, sigue inexorablemente pendulando.
ResponderEliminarEl sexo, la diversión, el baile, son cosas naturales y buenas, irreprochables. Se tuercen cuando el movimiento natural pierde de vista el fin que le es propio, o sea, cuando la razón no funciona. Y la razón no funciona cuando no hay crianza ni educación, o la hay a favor de lo torcido. Pero esto es fácil de decir.
Lo difícil es obtener resultados inmediatos al decírselo a los jóvenes, y aun obtener ningún resultado al hablarles de este modo; salvo, supongo, para quienes tienen marcado en el calendario de la cocina la fecha exacta en que los hijos pueden empezar a usar pelos en las piernas y las hijas corpiños.
El antro de satanás es el infierno, no tiene otro. Aunque sabe rondar por todos lados: por los boliches, las canchas, los estudios jurídicos, los colegios católicos, los cursos prematrimoniales, las fortalezas sacrosantas, por cualquier ángulo de nuestras almas miserables.
Los jóvenes ya no son apenas atorrantes y vagos; ahora también hay entre ellos drogones, camellos, asesinos, violadores y un extendido putiferio. Pero lo que sobre todo hay es mocosos en babia que retroceden en lugar de madurar. El que va a poner algún empeño en cambiar esto, que busque un modo eficaz, inteligente, cristiano de acceder (tratando de evitar pasarles los discos al revés). El que no, aquel que se irrita con el contraste entre la basura del mundo y el divino tesoro que encuentra en su entorno, quizás pueda emplear mejor su energía en convencer a los padres y a las madres de los hijos ajenos, a ver cómo le va. Y si tampoco esta tarea lo entusiasma ("buenos somos yo y los que me escuchan a mí"), es preferible que se quede en su biblioteca en vez de salir al mundo a carajear a cuanto ser en dos patas se cruce en su iter salvífico.
Creo que perdemos demasiado tiempo vociferando en la periferia de los problemas, concluyendo cálculos benévolos para con nosotros mismos y tratando de distinguirnos con precisión de todas las causas de los males actuales, sin terminar de descubrir, o quizás de definir, dónde están las raíces de tantos dramas, cuáles son los verdaderos enemigos y cuáles las acciones y palabras que en medio de este desastre deben emplearse.
El péndulo es fatal, hay que pararlo o salirse. Los dos extremos son puntos ciegos.
Lupus
Ludovicus
ResponderEliminarDe acuerdo en todo Lupus.
Y ese vaivèn pendular ha de tener una causa comùn: la detestaciòn de la realidad de las cosas. En la gazmoñería y el puritanismo, la reticencia a aceptar al sexo, a la carne (y con ella al baile, a la diversiòn, a los legìtimos placeres). En el amoralismo sexual moderno, una idea tambièn absolutamente distanciada de lo que es el sexo. Un ejemplo gráfico: ¿quien ha tenido relaciones sexuales como en las pelìculas - y no me refiero a la pornografìa?. ¿Quièn conoce a un tipo feliz que haya vivido como dice el idiota de Nicholson "habiendo tenido sexo con dos mil mujeres, y sin tomar viagra a los 72 años salvo que sean dos"?
Como siempre, el sexo sòlo se conoce en su numinosa realidad, y no en las especulaciones afiebradas, las burbujas generadas por la màquina publicitaria y el way of life de los James bonds y los martinis que hoy les quieren vender a los pobres chicos.
Mi mujer a los chicos les dice desde los dos años: "ESO (y se refiere a las famosas partes) es bueno y como todo el cuerpo, es sagrado". Creo que es una buena propedèutica, no muy freudiana, por cierto.
Ludovicus
Claro está que no se trata de simplemente condenar los "bailes" (aclaro que me refiero principalmente a "discotekes" - o como cuernos se escriba-, o "boliches" -no en el sentido tradicional de la palabra-, o "bailantas" o sitios por el estilo). Pero tampoco no decir nada y tácitamente dar la impresión de que nada hay de malo en ellos. Concedo que el humo se Satán puede estar en los más diversos ámbitos, pero en los establecimientos de marras la ocasión es mucho más próxima y directa y están destinados a un sector sumamente vulnerable (los adolescentes y jóvenes); su misma estética oscura, decadente, con sonido estridente, luces alocadas, es un buen remedo de alguna cueva del infierno (o lo que puede imaginarse de él). Evidentemente no bastan las solas condenas. Hace falta ofrecer a los jovenes alternativas para una sana diversión. Las parroquias deberían ser un lugar atrayente para ellos, donde podrían tener lugar un sano esparcimiento, entre ellos bailes, donde muchachos y muchachas podría conocerse mutuamente, dialogar, no como en esos nefastos "boliches" con su ruido ensordecedor. No lo conozco personalmente pero, en este sentido me parece paradigmática la obra del Padre Meinvielle fundando un club cuando párroco de Versalles. Pero ¿ cómo, dirá el padre Progresio, no fue Julio un retrógrado conservador tradicionalista alejado de las necesidades actuales de los jóvenes?.
ResponderEliminarMe alegra que una modesta observación sobre una pésima película haya dado lugar a tan valiosos comentarios.
ResponderEliminarAcuerdo con todos los conceptos que en ellos se han vertido. Una sola observación para el Anónimo de las 19:54: NO LLEVE A LOS JÓVENES A LAS PARROQUIAS! Las parroquias son un ambiente malsano. Busquemos otra alternativa.
Estimado Wanderer, no he visitado todas las parroquias del mundo para extraer la conclusión de que todas ellas son un ambiente malsano. Concedo que dada la crisis pública y notoria por la que la Iglesia atraviesa es posible que en muchos casos sea así. Debo aclarar, no obstante, que al referirme a la parroquia lo hice, no teniendo en miras principalmente su situación actual sino, la que debiera ser, como lugar natural de inserción del fiel en la Iglesia. No propongo hoy en día mandar a un joven a la parroquia un sábado a la noche. Tan solo quise poner como modelo la obra del Padre Meinvielle, no tampoco para adoptarla derechamente en los tiempos que corren, sino como fuente inspiradora para intentar encontrar una alternativa a los nefastos "boliches", pues concuerdo con Lupus en que con la condena puritana nada se logra y genera la reacción que el describe. En definitiva, lo adecuado es una buena catequesis sobre el cuerpo, el sexo, la modestia ... y además ofrecer una opción concreta para neutralizar la solicitación de los mercaderes de las "disco".
ResponderEliminarAventuro, de temerario que soy nomás, porque no soy buen conocedor de la Patrística, que en los Santos Padres, coetáneos del paganismo decadente con sus baños públicos, juegos escénicos y obras teatrales obscenas, prostitución sagrada, orgías, redivivos hoy con otros nombres, podemos encontrar luminosas reflexiones sobre este tema.
Finalmente, en relación a la pendulación entre puritanismo y pansexualismo, me pregunto si realmente en nuestra cultura latina rigió alguna vez el primero con extensión y penetración significativas como para provocar lo que hoy sería su reacción, por cierto sumamente feroz. No veo que nosotros hayamos tenido una época victoriana o una Ginebra a lo Calvino, como para extrapolar los análisis que autores anglosajones sobre la reacción que ello produjo.(Sobre esta clase de extrapolaciones no recuerdo donde leí que un libro de Pieper sobre la fiesta y el ocio, donde este autor hacía hincapié en la importancia de la dimesión festiva de la vida y no de la productiva era muy adecuado para los alemanes, pero en otras latitudes (lo dejo a la deducción del lector) parece que no es precisamente lo que es prudente remarcar, pues aquélla no está ciertamente olvidada).
Estimado anónimo y estimado wanderer:
ResponderEliminarProhiban a sus hijos ir a bailar, y tenga por seguro, que si es un poco vivo, se escapa y va igual. Y si es un poco tonto lo transforma en un tonto completo.
Nadie niega que en un boliche puede haber más tentaciones que en cualquier otro lado pero no por eso puede Ud. condenar a su hijo a que haga algo diferente a lo que hacen la mayoría o todos sus amigos.
La clave se encuentra en la educación que cada persona recibe desde niño. Si Ud. se la paso callando los temas tabúes para no escandalizar viejas y su hijo resulta un botarate, tenga por seguro que la segunda vez que pisa un boliche se fuma un porro o se pesca un bicho.
Ahora si Ud. como padre cristiano se tomo la molestia de explicar todos y cada uno de los problemas que aquejan a la juventud de hoy y de siempre, de hablar desde niños fomentando los valores de la familia cristiana y la mar en coche tenga la seguridad amigo mío que su vástago puede encontarse en las puertas mismas del averno y no sentir tentación alguna. Duerma sin frazada allí estará su angel de la guarda y el Espiritu Santo para protegerlo.
No cometa el error de prohibirle salir porque le aseguro que se escapará y por despecho hará todo lo que Ud.desapruebe.
Además las mejores minas no van a los bailes de las parroquias.
Jhonn Travolta
Estimado John Travolta: Es posible de que tenga Ud. razón que, si le prohibimos a nuestros hijos ir al boliche, se escaparán, y que lo mejor es el diálogo.
ResponderEliminarPero le aseguro que no tiene razón en confiar de un modo tan ingénuo en las cualidades de ese diálogo. Si Ud. creer que por haber hablado con mi hijo desde su infancia, él podrá ir a boliche (las puertas mismas del averno, dice Ud. con razón), y no sentir tentcaciones, le puedo aegurar que, en ese caso, mi hijo es un baldado o que me salió marica. Hasta fisiológicamente, diría, está obligado a tener tentaciones en esos lugares, y ya sabemos qué ocurre con los que juegan con fuego, y con los que juegan con la naturaleza.
Estimado Wanderer:
ResponderEliminarConcedo tiene Ud razón.
Pero lo que que quise expresar es que podrá sentir tentaciones, como no? ¿quien no las tiene? Pero en ese caso tendrá armas para defenderse y tratar de no caer en ellas. Estar tentado no es lo mismo que sucumbir a la tentación.
Jhonn Travolta
Coincido totalmente con su visión absolutamente realista, Wanderer. Confiar en el diálogo, en hablar desde niños, etc. está muy bien pero no es suficiente; sostener lo contrario supone un reduccionismo racionalista, que ignora la unidad sustancial de cuerpo y alma, componentes ambos que lejos están en el hombre de encontrarse en armonía a causa de la herida del pecado original. Por eso la Iglesia, con su milenaria sabiduría, nos advierte de huir de las ocasiones próximas.
ResponderEliminarQuizás llame la atención la insistencia que he manifestado en el tema de los "bailes" (comentarios de las 12.15, 19.54, 22.54) pero me parece que no es un tópico menor. Dichos "bailes" no son más que una muestra de la contra-cultura siniestra que se regodea insolentemente en el éxito mundano de que hoy goza. Cómo no sufrir viendo jóvenes que se deleitan con "La Renga", "La Vela Puerca" (vaya nombrecitos sugerentes) mientras son capaces de aborrecer a Mozart. Los bárbaros están a las puertas de nuestras casas, pretenden arrancar de ellas a nuestros hijos y destruir nuestros hogares. La tradición implica conservar para trasmitir; tal vez podamos conservar y preservar ese tesoro, pero sino protegemos a nuestra prole, a quién se lo trasmitiremos ?.
Estimado Caminante:
ResponderEliminarSobre su advertencia: “NO LLEVE A LOS JÓVENES A LAS PARROQUIAS!”, estaría de más que aclarara que no todas las parroquias…
Pero, en su advertencia hay algo que –tristemente- sucede en las parroquias: el cura quiere tener un grupo de jóvenes, porque resulta algo apostólico o de interés pastoral. Para tener un grupo numeroso –importa la cantidad- el presbítero decide trasladar a la confesión y a la dirección espiritual la “nueva moral” de Häring, Vidal & Co. Resultado: muchos jóvenes se quedan en el grupo, animados por un cura piola con el que se sienten bien. Costo: la deformación de la conciencia moral, avalada por el cura.
Me pregunto –y espero que no le quemen el blog mi duda- si no es peor para un joven sufrir la deformación de la conciencia de parte de curas que, en su demagogia pastoral, pueden llegar, por ejemplo, a “bendecir” noviazgos que en realidad son cuasi-concubinatos, porque los chicos “se quieren”, y han hecho una “opción fundamental por Jesús”, que pecar por fragilidad, pero con una conciencia rectamente formada.
Cordiales saludos,
Pablo.
Estimado Pablo: No tengo la menor duda. Es mejor pecar, duramente aún, por fragilidad con la conciencia de estar pecando, que hacer lo mismo con la conciencia tranquila por su deformación. El problema es cuando lo conciencia nace deformada. El tema da para un post.
ResponderEliminarEstimado Wanderer:
ResponderEliminarLo felicito por haber elegido estos temas. Yo diría que junto al tema de la pérdida de la Fé, el de las tentaciones sexuales son los mas generalizados y de difícil abordaje.
Y parecería que ambos temas están relacionados: si no creo en un un castigo -concepto que integra la Fe- es que "vale todo" ¿o no?
Ustedes me dirán que el sucumbir sexual no pasa por la falta de una "amenaza de" (castigo eterno). Es verdad, sin embargo no encuentro, en una primera aproximación, otro remedio. Veamos:
No lo es la promesa de un paraíso que nadie entrevé lo que pueda resultar (y apuesto a que si se supiera que ese paraíso es como el musulmán con vírgenes a gusto del consumidor, a lo mejor alguno se refrenaría...).
Ni lo es el recurso a una cualquiera explicación: "es contra la ley natural" -para el que no tiene Fe el acto sexual es el mismo antes o despues del matrimonio como Sacramento-; "te hace mal a tí mismo" (aquí me permito discrepar con Ud. W en cuanto esa explicación sirva para poner freno al mal, no como dato objetivo que es) porque el pecador dificilmente vea que ese acto le haga mal, incluso, en algunos casos, hasta lo podría ver como algo virtuoso (¿no se dice comunmente "hacer el amor"?).
Me dirán también que aun con la "amenaza de" (castigo eterno)igual se cae. Tambien es verdad y la prueba está en esos jóvenes aparentemente "bien formados" (aun bajo la enseñanza católica tradicional) que luego terminan enredados en estas cuestiones (¿quién no?).
Porque el tema no pasa por aprenderse bien o de memoria el catecismo o pontificarle "esto está bien" o "esto está mal" si despues el camino de ese joven no es allanado de alguna manera.
En mi experiencia sólo una vida comunitaria (católica en mis caso, pero me apresuro a decir cualquiera que viva de ciertos valores donde lo sexual pecaminoso esté refrenado) constituye el remedio.
Y cuando digo vida comunitaria no me refiero unicamente a la vida conventual sino a una vida organizada para la vida en común (actividades religiosas y recreativas) y esto durante TODO el año (vacaciones incluídas)y en lo posible que abarque e involucre a todos lo integrantes de una familia.
No en vano es la vida elegida desde siempre para llevar una vida apegada a los valores (recuérdese por ej. a los esenios que no eran solo monjes sino tambien familias)
¿Dónde está la explicación? En por un lado el elemento "confianza" (estoy persuadido que mi congénere no hace "tal cosa", lo que se dice el "buen ejemplo") y en por otro lado el elemento "colectivo" (no soy yo el único "loco" que me refreno, hay otros en mi misma situación).
Por supuesto, están las excepciones (el cura pedófilo o el encargado que sucumbe).
Pero son eso mismo, excepciones: en un caso porque se traiciona precismante la "confianza" (lo cual la hace doblemente nociva); en otro caso porque no se sigue la regla de la comunidad- pero se aparta él o ella sola- por falta de convencimiento (o de Fé).
Atentamente