La Salada es un enorme complejo comercial ubicado en el Gran Buenos Aires y dedicado a la venta de mercadería, principalmente ropa, apócrifa, es decir, falsificada, con la característica que los compradores saben que se trata de ropa falsa. Quien compra allí unas zapatillas Adidas o una chomba Lacoste sabe que las tres plumas y que el cocodrilo no sirven más que para pretender que usan ropa de calidad y acrecentar su autoestima y seguridad. Este millonario emprendimiento que supone para su desarrollo la comisión de numerosos delitos, fue propiciado por el gobierno kirchnerista a punto tal que Guillermo Moreno, Secretario de Comercio y gran amigo del papa Francisco, incluía al director de La Salada en las misiones comerciales que realizaba a países extranjeros: la intención era exportar oropeles y relumbrones a precios de ganga.
El papa Francisco, como buen peronista, ha instalado en el Vaticano una gran Salada espiritual y a escala planetaria (o interplanetaria, porque los extraterrestre también podrían beneficiarse). Antonio Caponnetto, en un excelente artículo publicado hace pocos días, llama a este mercado de segunda y tercera selección con un nombre más preciso: outlet. Francisco ya no solamente se dedica a descargar un contenedor de baratijas todas las mañanas en sus homilías de Santa Marta, o a mezclar indecorosamente la indudable santidad del Cura Brochero con la beatificación de Pablo VI o la declaración de la heroicidad de las virtudes de Dorothy Day, sino que está exhibiendo en las vitrinas de su baratillo la salvación misma a precio de oferta: “80% off”. Por motivos obvios, no todas los hombres pueden acceder a vestirse con chombas y pantalones Lacoste, pero la magia de La Salada lo hace posible. Y, aunque “Dios quiere que todos los hombres se salven” (I Tim. 2, 4), de hecho no todos lo consiguen, pero allí esta Bergoglio con su bazar para hacerlo posible. Todos contentos y felices con sus cocodrilos falsos y con su cielo de espuma de polietileno.
A pocos meses de iniciar su pontificado declaró que nadie puede juzgar a los homosexuales y promovió al grupo de obispillos, encabezados por Mons. Bruno Forte, que descubrían a la comunidad cristiana las riquezas de la sodomía; en un documento de pretensiones magisteriales, dispuso que los adúlteros pueden comulgar, es decir, el adulterio, para los fieles (y para los curas) dejó de ser pecado mortal y, en las últimas semanas, se atrevió a banalizar al mismísimo crimen del aborto. Se trata éste de un pecado mortal que conlleva una censura: la pena de excomunión latae sententiae (c. 1398) y aunque el pecado podía absolverlo cualquier sacerdote con licencias ministeriales, no ocurría lo mismo con la censura, que solamente podía ser absuelta por el obispo. En la práctica, éstos generalmente delegaban la facultad de absolución a los párrocos o, como los fieles no conocían la censura, no incurrían en ella. Ahora, en cambio, cualquier sacerdote podrá absolver pecado y excomunión. Y aunque el papa Francisco recuerda su gravedad en su documento Misericordia et misera, lo cierto es que el aborto pasó a ser un pecado mortal más, banalizándolo de esa manera. No se le escapaba al pontífice que los medios de comunicación harían lo que hicieron: anunciar con grandes titulares durante varios días que, a partir de ahora, “la Iglesia perdona el pecado del aborto”. Para ellos, y para la mayoría de los lectores, ya da lo mismo ir a confesar una mentirilla, el robo de un caramelo en el quiosco de la esquina o el asesinato de un hijo no nacido. “Todos es igual; nada es mejor”; lo mismo da el Lacoste original que el falso; lo mismo una palabra grosera preferida en un momento de ira que un homicidio; es este el zoco o el cambalache que el papa Bergoglio ha abierto en Roma.
Así como Moreno y sus compañeros peronistas querían Lacoste para todos y todas aunque el ineludible precio que había que pagar era la falsificación, así también Bergoglio quiere la salvación para todos y todas aunque la suya sea una salvación de pacotilla. Y así como las chombas Lacoste de La Salada no resisten más que dos o tres lavadas, así la salvación que ofrece Bergoglio se revelará una farsa más de su pontificado.
Lo recordamos nuevamente: “Dios quiere que todos los hombres se salven” pero, como explica el Aquinate, lo quiere antecedentemente, pero no consecuentemente, que es su querer definitivo (S. Th. I, 23, 4, ad 3). De hecho, no todos los hombres se salvan porque el Señor no arroja a sus ovejas dentro del aprisco sino que espera que ellas vayan solas, porque las ovejas del Señor son libres. Relata San Juan en el capítulo seis de su Evangelio que Jesús preguntó a Felipe qué harían para dar de comer a tanta gente que lo seguía “porque quería probarlo”, es decir, porque esperaba del apóstol una respuesta libre que revelara su fe y su confianza en la palabra del Maestro. Y a lo largo de los Evangelios podemos encontrar ejemplos de las pruebas a las que el Señor somete a los suyos: el joven rico, Pedro en la noche de la agonía, Judas, etc. El Señor prueba porque espera una respuesta libre. Está en nosotros aceptar la salvación o rechazarla.
La salvación se consigue luego de pagar un gran precio, de la misma manera que la chomba Lacoste se consigue luego de dispensar muchos billetes. Es una perla de gran precio; es un campo donde está enterrado un tesoro; es la isla de Jauja, “que es la decisión total. Y es el riesgo absoluto, y el arriesgarlo todo se alcanza”, e implica quedarse “sin rey ni patria, refugio ni dominio. Mi madre y su pañuelo llorando en el balcón”.
No se trata aquí de poner en duda la misericordia divina. ¿Dónde quedaríamos si ella no existiese? Se trata de algo mucho más profundo: la libertad humana que, como enseña Aristóteles, consiste en la proairesis, es decir, en la preferencia de una cosa sobre otra en orden a alcanzar el fin último. Y el hombre es libre de elegir romper sus promesas, seguir sus pasiones y vivir en adulterio, y esa decisión supone haber preferido ese estado de vida desordenado a la salvación. En el fondo, lo que el papa Francisco está proponiendo en este gran outlet de la misericordia, es que es posible seguir pecando porque, en el fondo, Dios es misericordioso; es posible conseguir la perla o comprar el campo sin pagar un gran precio.
Pero frente a él se levanta la doctrina secular de la Iglesia: “Pensar en la misericordia de Dios sin propósito de arrepentimiento es presunción y desprecio de la justicia divina” (Super Sent., lib. 2 d. 22 q. 1 a. 3 ad 5); “Si bien Dios es la suma misericordia, su misericordia de ninguna manera anula su justicia. La misericordia que elimina la justicia es más estupidez que virtud, y esto no conviene a Dios. Y por eso Dios quiso manifestar su misericordia infinita pero de ningún modo derogar su justicia” (Super Sent., lib. 3 d. 1 q. 1 a. 2 ad 4). Y podríamos seguir página tras página con citas no solamente de Santo Tomás, sino de todos los maestros de la fe. Y la justicia de Dios consiste en dar a cada uno según sus obras, es decir, según lo que eligió y prefirió hacer en su vida. Y esto no es anulado por su misericordia. Y concebir la misericordia de ese modo es estupidez, dice Santo Tomás (y es estúpido el que así lo cree y enseña, digo yo), como es estupidez pensar que una chomba Lacoste de La Salada es una legítima Lacoste.
Más aún, según los Padres y Doctores de la Iglesia, son más los hombres que se condenan que los que se salvan. “El sentimiento más común que se tiene es que, entre los cristianos, hay más almas condenadas que almas predestinadas”, dice San Leonardo de Porto Maurizio en su famoso sermón El pequeño número de los que se salvan. Alguno podrá objetar: “San Leonardo es un santo moderno, del siglo XVIII; un predicador y no un teólogo”. Vayamos entonces a ver lo que dicen los teólogos y maestros de la fe.
Ahorro las referencias patrísticas al tema porque están ya incluidas en el sermón de San Leonardo, y veamos un par de cosas que explica Santo Tomás. Sin embargo, para entenderlas, debemos hacer el esfuerzo de despojarnos de nuestra mentalidad moderna hija de la Revolución en la que todos los hombres tienen derechos inalienables, incluso a la salvación eterna que es, en el fondo, la lógica en la cual funciona el papa Francisco: “Todos tienen los mismos derechos: al pan de cada día, al techo, al trabajo, a la chomba Lacoste y a irse al cielo”, y sería un crimen de lesa discriminación prohibirle a alguien, por el motivo que fuera, el acceso a alguno de estos derechos.
La lógica de Dios es distinta. Nadie tiene derecho a la salvación; Él la otorga porque quiere y a los que quiere, porque “en su mente hay razones del orden de algunos a la salvación eterna” (S. Th. I, 23, 2). Y, por el contrario, “a la providencia divina pertenece también permitir que algunos no alcancen este fin, y a esto se llama reprobar” (I, 23, 3). Es un hecho: Dios permite la reprobación o condenación de algunos hombres: “La reprobación incluye la voluntad de permitir que alguien caiga en la culpa, y por la culpa aplicarle la pena de condenación” (id.) El infierno no está vacío como quería von Balthasar, y Bergoglio, en un desliz asimilable a la apokatástasis origenista.
Pero la soberbia de nuestra mentalidad revolucionaria se encabrita: ¿por qué motivos éstos sí y aquellos no? “Ahora bien, por qué elige en concreto a éstos para la gloria y reprueba a aquéllos, no tiene más razón que la voluntad divina” (I, 23, 5, ad. 3). En otras palabras, misterio del amor de Dios, porque Él puede dar más o menos a quien mejor le parezca, con tal de que lo haga sin quitar a nadie lo debido y sin perjuicio de la justicia” (id.).
Son pocos los que se salvan, y esto lo explica Santo Tomás en la misma cuestión (a. 7, ad 3). La mayor parte de los seres naturales, incluido el hombre, poseen todas los perfecciones que necesitan para alcanzar el bien proporcionado a su estado. Vemos que son más los hombres dotados de inteligencia suficiente para manejarse en la vida, y son muchos menos los que carecen de ella, pero también son pocos los que sobrepasan los bienes propios el estado común de naturaleza, ya que “los que alcanzan a tener un conocimiento profundo de las cosas inteligibles son en proporción poquísimos”. Lo análogo ocurre con la bienaventuranza eterna, “que consiste en la visión de Dios, está por encima del estado común de naturaleza, sobre todo porque está privada de la gracia por la corrupción del pecado original, los que se salvan son los menos”.
En pocas palabras, y usando las mismas que usa Santo Tomás, entre los hombres encontramos algunos pocos que son tontos (moriones), una inmensa mayoría que tiene capacidad intelectual suficiente para manejarse en la vida, y otra minoría que tiene una inteligencia más aguda y profunda, porque esto último sobrepasa lo necesario al estado de naturaleza. ¿Y qué ocurrirá con la salvación eterna, que sobrepasa absolutamente lo natural? Poquísimos son los que la alcanzan: pauciores sunt qui salvantur. “Los que se salvan son los menos”, aún menos que los que descuellan en inteligencia.
Son palabras duras, muy duras, que meten susto a cualquiera. Pero son las palabras del Doctor Común de la Iglesia. Es verdad que Nuestro Señor prefirió no referirse al tema, y es verdad también que el Papa Juan Pablo II dijo: "La Iglesia nunca se ha pronunciado al respecto. Es un misterio verdaderamente inescrutable entre la santidad de Dios y la conciencia del hombre. El silencio de la Iglesia es, pues, la única posición oportuna del cristiano". Quizás el silencio sea, entonces, lo mejor.
Sin embargo, lo cierto es que Santo Tomás no compraba en La Salada.
Sin embargo, lo cierto es que Santo Tomás no compraba en La Salada.
"Es verdad que Nuestro Señor prefirió no referirse al tema". La verdad que sí lo dijo bastante claramente en Mt 7, 13-14.
ResponderEliminarHay un libro de Royo Marín que en su momento recomendó J. Tollers, si mal no recuerdo:
ResponderEliminarhttp://www.mediafire.com/file/9n5w2so7522hp27/Royo+Marin+-+Se+salvan+muchos.pdf
Del cual hay unos párrafos, aquí:
http://info-caotica.blogspot.com.ar/2013/08/royo-marin-se-salvan-todos.html
Saludos.
Así es Martín. El P. Royo Marín considera que "la doctrina generosa y optimista, bien fundamentada, levantará el ánimo de ciertas almas sinceramente cristianas".
ResponderEliminarConvengamos, sin embargo que, en primer lugar, dice lo contrario a lo que afirma Santo Tomás y que, si de levantar el ánimo se trata, el Papa Francisco puede ser más efectivo que el venerable dominico.
Genial la comparación con La Salada... barrio trucho hasta en su nombre (La Salada original --una zona con piletones que contenían agua salada de las napas que se decía tenía propiedades curativas-- quedaba en la otra orilla del río Matanza y era parte de Tapiales, no de lo que hoy es Ing. Budge, donde queda el mercado trucho).
ResponderEliminarAgradecería que realiza un artículo sobre el libre examen que se aplica a la "Amoris Laetitia", a la moral y doctrina católica desde que la jerarquía se ha negado a contestar la dubia de los cardenales y que obispos, sacerdotes y fieles se ven obligados a aplicar el libre examen protestante en materia de moral y doctrina. Lo cierto es que al no contestar la dubia de los cardenales, la Iglesia por orden de la jerarquía, entre ella del cardenal Müller, cuenta con una nueva doctrina y moral que dice: "la doctrina y la moral católica no son lo importante sino el discernimiento personal caso por caso que haga la persona" esto implica, en la práctica, la coexistencia de múltiples doctrinas y morales, lo que multiplica en la práctica las iglesias o sectas dentro de la Iglesia, no hay más un depósito de la fe claro y preciso lo que hay son múltiples formas de vivir la fe en un libre examen de manos de los obispos, sacerdotes y fieles sobre "Amoris Laetitia" y sobre la moral y el dogma católico, o sea, la diversidad bajo la autoridad del que ocupa el sitio del pontífice. Esto se parece demasiado al protestantismo es el libre examen en la práctica de la moral y de la doctrina y puede ser una primera etapa para un acercamiento ecuménico en 2017 para los quinientos años de Lutero, por supuesto, que implica todo esto una abdicación de lo católico a favor de una postura de libre examen y la desaparición por ausencia de doctrina, de moral, de catecismo, de una única evangelización de la verdadera Iglesia Católica Apostólica y Romana.
ResponderEliminarEl optimismo de las conclusiones del libro de Royo es moderado. El optimismo de Francisco parece unilateral y casi compulsivo.
ResponderEliminarSaludos.
La teología progresa, como todas las disciplinas. Para todos los que estudian teología les anticipo que, a partir del próximo año académico (nuestro marzo de 2017), hay un nuevo contenido básico. En la materia Teología Fundamental se debe distinguir tres (y no dos) tipos de magisterio eclesiástico: ordinario, extraordinario y contradictorio. La novedad (obvia, pero hay nescientes e ignorantes) está en el último tipo.
ResponderEliminarCon este avance se puede interpretar correctamente Amoris Laetitia y lo que seguirá.
Como bibliografía básica para este avance se espera un meduloso tratado de Trucho Fernandez, editorial Al Socaire, que se conseguirá en La Salada.
GASTON: Ante todo gracias a D. Wanderer por tratar este tema y, por mi parte, someto a la consideración de D.W. y de los otros comentaristas lo siguiente: el que la "salvación automática" o que para salvarse lo único que hace falta es morirse no sea causa de absoluta desmotivación para tantas situaciones en que cualquier persona se encuentra con exigencias heroicas o casi, de tipo moral y también causa de estados frecuente de depresión porque con esta herejía se pasa del misterio de la eternidad de las penas del infierno al absurdo -infinitamente peor- de la existencia humana en la que la historia y nuestra propia experiencia nos dice que los que ganan -los que se salen con la suya- son con frecuencia los malos. Y con ese tratamiento que del tema del Dios remunerador, que hacen desde Von Balthasar hasta Francisco, los malos iban a seguir triunfando por toda la eternidad. Y los malos pueden ser desde Gengis Kan hasta Stalin. Si este pensamiento no es deprimente que me digan qué es deprimente...
ResponderEliminarY es mas, si por esas cosas de la historia estamos en medio de la gran tribulación, si no se acorta el tiempo "nadie se salvaría" y solo "el que persevere hasta el final se salvará" de Mateo 24.
ResponderEliminarGaston: usted tiene razón. C. S. Lewis hizo exactamente ese planteamiento en "El Problema del Dolor", en su capítulo sobre el infierno. Muchos consideran "injusta" la existencia de una pena eterna en el infierno, sin darse cuenta que infinitamente más injusto sería que los más crueles criminales, que no mostraron el menor arrepentimiento o remorso, terminaran siendo salvos.
ResponderEliminar
ResponderEliminarHay cosa de Francisco que no comparto , pero su post, Wanderer , es desesperante .....
"ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor" Fil. 2:12
ResponderEliminarO sea con total desconfianza de nosotros mismos explica Straubinger. Uno de mis pasajes preferidos de San Pablo.
Tratar de cuantificar el número de los que se salva siempre me pareció un "cul de sac". Otra prueba del Señor para ver quien pica. Von Baltazhar se tragó el anzuelo, pero también aquellos que leen literalmente que son 144 mil los elegidos y luego hacen cuentas y se desayunan que todas las entradas están ya vendidas.
El consejo de San Pablo me parece el mejor en esta cuestión. Que cada uno se mire al espejo y trate se salvarse "with fear and trembling".
Anónimo 17:13, qué me dice a mi! Dígale a Santo Tomás, que no hice otra cosa más que copiar sus palabras.
ResponderEliminarGastón
ResponderEliminar¿Por qué los malos parecen salirse siempre con la suya (al menos desde Enrique VIII en adelante)?
1)Ved cómo los hijos de este siglo son más sagaces que los hijos de la luz (Lc 16, 8).
2) Se le concedió hacer guerra contra los santos y vencerlos (Apocalipsis 13:7)
Los hijos de este siglo (liberales, masones, zurdos, auto-elegidos, etc) tiene la ventaja de jugar sin reglas y sin escrúpulos. Y por eso siempre pueden cantar quiero vale cuatro, o vale cinco también. Armar el Gulag, incinerar Dresden e Hiroshima sin problemas de conciencia.
Ventaja solo válida en este Valle de Lágrimas. Pero mientras tanto paciencia.
GASTON a DARK HENRY: Gracias por su comentario aunque ya se sabe que los malos se salen con la suya, entre otras cosas, porque no reparan en medios. Le sugiero que desarrolle más lo de "Ventaja solo válida en este Valle de Lágrimas" porque con Von Balthasar y Francisco siguen teniendo ventaja por toda la eternidad dado que, según ellos y otros muchos, no se condena nadie.
ResponderEliminarY vuelvo a preguntar si ese error tan difundido no habrá de ser contado como una de las causas de tanta depresión.
ResponderEliminarNadie se salva solo ...
Entonces , los pocos que se salvan , se salvan con otros poquitos .....
Anónimo 17:13,
ResponderEliminarDesesperante nada. Sólo Dios pesa las almas y sin Él nadie (absolutamente nadie) se salva. Se me hace que muchos tendremos un juicio particular complicado, donde tendremos mucho que explicar, mientras veremos pasar a miles de negritos de África casi sin más trámite. Sólo Él sabe lo que se nos dio y en qué contexto para hacerlo fructificar. Ni el más "santo" puede estar seguro de su salvación pero lo confía todo en Él y obra en consecuencia. No es cuestión entonces de desesperarse sino de esperarlo todo en Él y por Él. No es fácil, yo el primero en falta, pero es una linda tarea el crecer en nuestra vida de Fe en la Caridad y por la Esperanza. No hay santos tristes ni desesperados, aún los que aguardan en el patíbulo están felices de morir por Cristo. Perdone si le parece que le predico; soy yo el que necesita escribirlo para metérmelo de una buena vez en la cabeza.
No me mueve, Mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido . Ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte.
ResponderEliminarTu me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido , muéveme ver tu cuerpo tan herido, muevénme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo yo te amara, aunque no hubiera infierno te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara lo mismo que te quiero te quisiera.
Mateo VII, 13. “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso al camino que lleva a la perdición y muchos son los que entran por él. Porque angosta es la puerta y estrecho el camino que lleva a la vida, y pocos son los que lo encuentran”.
ResponderEliminarMateo XXV, 10. “Mientras ellas iban a comprar, llegó el esposo; y las que estaban prontas, entraron con él a las bodas, y se cerró la puerta”.
Lucas XIII, 24-25. “Díjole uno: “Señor, ¿los que se salvan serán pocos?” Respondióles: “Pelead para entrar por la puerta angosta, porque muchos, os lo declaro, tratarán de entrar y no podrán”
Juan X, 1-10. “En verdad, en verdad, os digo, quien no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es un ladrón y un salteador. Mas el que entra por la puerta, es el pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas oyen su voz, y él llama por su nombre a las ovejas propias y las saca fuera. Cuando ha hecho salir todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen porque conocen su voz. Más al extraño no le seguirán, antes huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. Tal es la parábola, que les dijo Jesús, pero ellos no comprendieron de qué les hablaba”.
Puso Pancho en la Salada,
puso Pancho en la Salada
su tienda de cachivaches,
camino nuevo sin baches
al cielo, asigún el dice,
comerán todos perdices
entonando “Cambalache”.
Una autopista al infierno,
una autopista al infierno
nos presenta don Francisco,
que poco don, si al aprisco
se dentra por una Puerta,
si salta es un alma muerta,
cai como chancho del risco.
El Payador.
Pues Castellani no cree que sean pocos los que se salven. Según él nuestro Señor no dice en el Evangelio que sean pocos los que se salven, sino que son pocos los que van por la Puerta Estrecha que es el Camino de la Salvación. Lo cual es cierto porque lo vemos en este mundo sin dudarlo. Pero no del fin que dependerá de Dios.
ResponderEliminarYo desde luego lo pienso así también. No veo que sea tema que pueda cerrarse porque efectivamente la Iglesia no puede pronunciarse al respecto.
Itinerante, nadie cierra el tema, y mucho menos yo, que tengo miedo que San Pedro me cierre la puerta del cielo.
ResponderEliminarLo que hice en el post fue, simplemente, exponer lo que dice Santo Tomás de Aquino, Doctor de Iglesia.
ResponderEliminarLo desesperante es el post , ..no Santo Tomás ....
Payador
ResponderEliminarhttp://infocatolica.com/?t=noticia&cod=27943
Totalmente conforme entonces. Solo quise aportar otra visión, muy interesante para mí de alguien que espero algún día sea reconocido como otro Doctor.
ResponderEliminarEso sí. Al final si no nos salvamos, no vale nada. Y bueno, yo creo que todos los de aquí esperamos que Dios "pase un poco la mano" ;) Son tantas y tantas las negligencias de cada día que humanamente es imposible... Bendita sea su Gracia, su Misericordia y poniéndonos evangélicos, "el vientre que te crió y los pechos que te amamantaron" porque sin María no vamos a llegar lejos.
"La polémica de los siglos XVI-XVII entre dominicos y jesuitas se centra en la interpretación filosófica del concurso y su consecuencias para la cuestión teológica de auxiliis, sobre la predestinación del hombre por la gracia divina. Son los dominicos encabezados por Domingo Bañez, no los jesuitas, quienes están defendiendo una estricta forma de predeterminación (concurso previo con “praemotio physica”, o sea empujón de fuerza ajena y superior), en cercanía de los luteranos. Son los jesuitas, principalmente Ludovico de Molina y secundariamente Francisco Suárez, quienes defienden un concurso simultáneo, negando que todo lo que se mueve se mueva por otro y dejando un espacio a la autodeterminación, a la causalidad libre – por lo que los dominicos los acusan de pelagianos. La vigencia de esa problemática en toda la sociedad de la época se comprueba hasta en obras teatrales como El Condenado por Desconfiado de Tirso de Molina. A principios del s. XVII la Iglesia se encuentra al borde de un nuevo cisma – en 1611 el Papa Paulo V opta por prohibir la discusión. El úcase papal significa la partida de defunción de la teología escolástica, la síntesis de Aristóteles y Agustín desembocaba en el absurdo.
ResponderEliminarTomás de Aquino enseña aquí que Dios predestina a un hombre y reprueba a otro, sólo por manifestar su misericordia en el uno y su justicia en el otro, sin que haya razón alguna para ello más que su puro y simple arbitrio — justo como una “fuerza ajena y superior” al hombre (...). Bueno, puede resultar incómodo, pero así es la teología católica, al menos de Agustín a Tomás. La metáfora que Tomás elige no puede subrayar más drásticamente la total pasividad del sujeto humano: éste es como uno de los ladrillos, Dios como el albañil, que puede decidir colocarlo en esta o en aquella parte de la pared, según le venga en gana."
De aquí: http://www.juliusevola.it/risorse/template.asp?cod=625&cat=ART&page=2
Diego Armando Lamaroma
Y si acaso menta al cielo
ResponderEliminarlo dice pa’ engatusar,
vía libre pa’ pecar
es lo que viene de fondo,
salvación desde lo hondo
la doctrina de gozar.
Al final de la jornada, el que SABE, se salva, y el que no, NO SABE NADA.
ResponderEliminarA SABER entonces.
El tema del número de los predestinados suele apasionar. Sin embargo, teológicamente, no es cierta la premisa, de modo que mal podría serlo la conclusión. Solamente Dios sabe el número (Jn. 13, 18, 2 Tim. 2, 19). Algunos textos de la Escritura defienden que son más los que se salvan y otros que son más los que se condenan. Hay que aceptar el claroscuro del Misterio; es vano intentar resolver la cuestión aplicada a uno mismo con especulaciones; y no queda otra que aplicarse a las buenas obras buscando entrar por la puerta estrecha.
ResponderEliminarSaludos.
ResponderEliminarTodos los hombres , sin excepciones reciben de Dios , todos lo medios suficientes para salvarse ...El resto es cuestión de Libertad...y basta ....
ResponderEliminarSanto Tomás , no fue el último teólogo ....
No. También está Anselmo Grümo
Eliminar"En pocas palabras, y usando las mismas que usa Santo Tomás, entre los hombres encontramos algunos pocos que son tontos (moriones), una inmensa mayoría que tiene capacidad intelectual suficiente para manejarse en la vida, y otra minoría que tiene una inteligencia más aguda y profunda, porque esto último sobrepasa lo necesario al estado de naturaleza. ¿Y qué ocurrirá con la salvación eterna, que sobrepasa absolutamente lo natural? Poquísimos son los que la alcanzan: pauciores sunt qui salvantur. “Los que se salvan son los menos”, aún menos que los que descuellan en inteligencia."
ResponderEliminarEl razonamiento hace agua. La salvación eterna, o vida eterna, o participación de la naturaleza divina (2 Pe 1,4) por la criatura, requiere absolutamente una acción super-creadora directa de Dios ("acción creadora" = creación de la naturaleza; "acción super-creadora" = creación de la super-naturaleza, junto con restauración de la naturaleza), la infusión por Él de la gracia santificante y de la caridad.
Incluso la disposición para que Dios infunda la gracia santificante no depende puramente de las capacidades humanas, sino que requiere una acción previniente de Dios, la gracia actual o auxiliante.
Por lo tanto, la analogía con las capacidades naturales no es relevante, porque no adquirimos la gracia santificante por esas capacidades y ni siquiera nos disponemos a recibirla por esas capacidades. Lo necesario para salvarse, o mejor dicho para que Dios nos salve, es cooperar con la gracia actual, lo cual incluye obviamente no resistirla. Por lo tanto, el planteo correcto de la cuestión es: ¿cuántos resisten la gracia actual que Dios ofrece a todos, y cuantos cooperan con ella? Lo cual no tiene relación alguna con la cuestión de cuántos descuellan en inteligencia.
Anónimo 9:03: Así es, y espero que en esto se haya equivocado.
ResponderEliminarEXCELENTE respuesta, anónimo de las 6:39 (Payador?), comentando por qué Francisco a veces habla ortodoxamente.
ResponderEliminarUnam Sanctam tiene buenos artículos sobre el tema
ResponderEliminarhttp://unamsanctamcatholicam.blogspot.com/2013/11/fr-barron-and-mark-shea-and-balthasar.html
http://unamsanctamcatholicam.blogspot.com.ar/2015/07/hagiography-and-populated-hell.html
Si Dios desea nuestra salvación más que nosotros mismos no sé porqué iba a crear tantas criaturas para que luego la mayoría se condenen. Santa Teresita de Liseux decía que la Justicia Divina era un consuelo porque Él tendría en cuenta a la hora de juzgarnos nuestras limitaciones, debilidades, etc. No es un juez cualquiera que se limite a aplicar el código penal.
ResponderEliminarQue Santo Tomás pensara lo contrario es muy respetable, pero también San Agustín, coherente con su tiempo, decía que los niños muertos sin bautizar iban al infierno. Luego otros doctores consideraron el Limbo, un lugar de felicidad natural; y ahora, con sabiduría, la Iglesia oficiosamente no sentencia sobre el asunto y dice que cabe la esperanza de la Salvación de los niños no bautizados, pero dejándolo como mera hipótesis. Hay cosas de las que casi es mejor no hablar porque pueden ser pedagógicamente desastrosas. Al pesimista le puede desesperar que se le diga que pocos se salvan y al soberbio le puede perder que le digan que todos se salvan. Un optimismo moderado, como el de Royo Marín, es bastante lógico y, sobre todo, prudente.
A parte, subjetivamente tengo otra razón vital porque la que me repele el pesimismo acerca de cuantos se salvan: la mayoría de los sujetos que he conocido partidarios de que son más los que se condenan han resultado ser personas que emboscaban un egoísmo brutal; eso sí, bien disfrazado de Doctrina. Lo dicho, hablo de experiencia personal y en mi contexto, no entran, claro, ni Santo Tomás, ni Wanderer, ni no sé cuantos que no conozco.
ResponderEliminarGracias Falstaff , simplemente ....Eso es sabiduría .....
P.S.
Como dijo un gran santo "Dios, que te creó sin tí, no te salvará sin tí".
ResponderEliminarY como dijo Jesús "No todo el que diga Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos".
Aquellos que predican que Dios sólo da cariñitos, abracitos, y misericorditos, se condenan y llevan a la rastra a los que se lo creen.
Dios es Justo Juez: premia a los buenos y castiga a los malos. La Misericordia de Dios consiste en que no se cansa a lo largo de nuestra vida en darnos la oportunidad de volvernos a Él ARREPENTIDOS de nuestros pecados. Y así lo hace también en el instante final de nuestra vida. Somos nosotros los que elegimos.
A veces, de leer o de enterarme de tantas "profecías" (entre comillas, es decir, predicciones humanas), deducciones y especulaciones teológicas que exceden las certezas del Evangelio me da un arranque de "Sola Scriptura" y amontono todos esos libros en un rincón y abrazo únicamente la Biblia.
ResponderEliminarPienso que soy un tipo simple, pero en la sencillez hay también un tipo de felicidad.
Ah,la razon vital.
ResponderEliminarOrtega y Gasset.
Dios es un Juez que solo exige la confesión de culpabilidad del imputado para perdonarle todo.
ResponderEliminarY si no... ñacate!
Ahora bien, para declararse culpable uno tiene que tener conciencia de culpa. Y no la estamos teniendo.
Recomiendo una pieza muy poco difundida de Castellani. Una conferencia sobre critica literaria, en la que habla de la novela de un frances ambientada en los suburbios de Paris del S.XIX.
Off-topic (por ahí nomás):
ResponderEliminares doloroso ver a la Iglesia arrastrada por el fango por culpa de algunos sacerdotes. Puntualmente, en este caso de Mendoza, las declaraciones del cura son espantosas:
Hogar en San Rafael
(Consulta: el altar que se ve en el video, ¿es ad orientem?).
"Todos los hombres , sin excepciones reciben de Dios, todos lo medios suficientes para salvarse ...El resto es cuestión de Libertad... y basta ..."
ResponderEliminarAnónimo: conozco a un erudito profesor ex-católico que durante años se devanó estudiando cuestiones como la predestinación, la scientia media, la praemotio physica, etc., y finalmente se convirtió a la ortodoxia rusa; no porque allí encontrara respuesta más sólida a aquellas cuestiones, sino por lo contrario: ahora acusa a la teología occidental de "racionalizar" demasiado -de allí vendría su decadencia, si es que está en decadencia.
Por eso tal vez su afirmación final "y basta" tal vez sea de lo más sensata: creer en la justicia perfecta de Dios y no darle demasiadas vueltas al asunto.
Diego Armando Lamaroma
No olvidemos de pedir a Dios el don de nuestra perseverancia final.
ResponderEliminar¿estar en pecado mortal no es lo mismo que estar excomulgado? por el simple hecho de que no pueden comulgar...
ResponderEliminarAnónimo 8:09,
Eliminarno, no es lo mismo. Nada que ver.
lo mismo una palabra grosera preferida en un momento de ira que un homicidio
ResponderEliminarel que se encoleriza con el hermano es digno de la gehena ? no dice así la Palabra....
el que en su corazón deseó ya cometió adulterio....
ResponderEliminarAnónimo del 7 de diciembre de 2016, 8:29..
Gracias por recordar lo de la ira ....Pero hoy me parece mas grave porque algunos insultan conscientemente ...
A mi personalmente no me preocupa el número, tampoco la hora del fin de los tiempos.
ResponderEliminarMe preocupa mi salvación, la gente que está en mi entorno y los millones de inocentes que padecen injusticia o viven en la oscuridad.
Por eso no "compro material adulterado",lo explica muy bien Wanderer en el artículo.
¿Qué los malos ,de toda índole, tienen una vida más "apacible ".?,en mi entorno lo veo sin cesar.Un sacerdote, no se si tiene base teológica, explicó un día en la homilía que Dios pagaba las buenas obras,aún al mayor de los pecadores,en esta vida,esa era su justicia.
Si me produce inquietud interior ese tratar de equiparar todas las conductas.¿De que vale ser fiel?¿Que sentido tiene el sufrimiento que supone aveces esa fidelidad?.Este punto me parece dramático, pues supone de hecho abrir la puerta al pecado. El sentido de la muerte de Nuestro Señor carece de sentido.
Wanderer "outlet",es comprar un original a bajo precio,ese mercado del que habla es vender una falsificación como verdadera.Estamos en la segunda situación, y espero que Dios en su misericordia me aplique la primera.
Gracias por el artículo, es un soplo de aire fresco,en un ambiente enrarecido y altamente contaminado.
Sencillamente es un misterio la salvación como demuestra la lucha entre dominicos y jesuitas en el XVII: no se puede entender con la capacidad humana y más si separa justicia y misericordia cuando en Dios es lo mismo. Yo, por mi parte, estoy de acuerdo con Royo Marín por las razones que da pero también se sabe que cierto optimismo puede dar lugar a un relajamiento y una permisividad propia y ajena que puede ser más letal que la creencia de que pocos se salvan, ya que es muy raro que uno crea que está en el número de los condenados. Esto se puede ver en los altibajos que da la cuestión a lo largo de las épocas según su estado moral (hasta caer en errores contrapuestos: de casuismo al jansenismo) y según si los autores son moralistas, predicadores, místicos, teologos, etc. e incluso dentro de un mismo autor (S. Agustin mismamente, parece este bamboleo cuando ataca a los maniqueos que cuando lo hace contra los pelagianos).
ResponderEliminarLo más prudente es decir ignoramus, ignorabimus, hacer el bien en la medida en que podamos y confiar en la salvación de Dios.
Fray Antonio Royo Marín va por la "solución optimista" y argumenta que se salvan no todos, pero la mayoria de los hombres. Con algunos de sus argumentos concuerdo y con otros no tanto, pero también me inclino por el optimismo (moderado).
ResponderEliminarDiego Armando: En efecto, Lossky señala en su "Teología Mistica" la relación entre la libertad humana y las energías increadas es una "synergía", una especie de colaboración entre ambas, donde ambas deben concordar y sin inseparables una de la otra, pero considera que escapa a la razón humana comprender cual de las dos tiene la primacía. Otra vez prima el principio apofático de Oriente: buscar todas las respuestas sería una manía occidental.
ResponderEliminarMás cercano a nosotros, Newman en sus Discursos sobre la Fe dice que la relación entre Gracia y Libertad siempre escapará a nuestro entendimiento. Hay que aceptar que existe.
Tal vez nos habríamos ahorrado la agria disputa del siglo XVII si se hubiese asumido esto.
Lefe: gracias por el dato de Lossky que desconocía.
ResponderEliminarAhora bien, si no disputamos sobre estas cosas, ¿no le estaremos dando la razón a Borges cuando decia que admiraba las cosmogonías gnósticas porque, si bien solían desembocar en el absurdo, eran intentos heroicos por dar solución a cuestiones que la teología tradicional no había podido solucionar (pienso se refería a la contradicción entre omnipotencia divina y contundencia del mal)?.
Diego Armando Lamaroma
Kierkegaard en el instante número 5, 27 de julio de 1855 dice algo semejante, por supuesto que el contexto es otro. Y también en otro lado anda por allí una idea, no sé dónde y si la memoria no me falla, en defensa de la castidad (no de la castidad, sino de lo otro, no me sale la palabra, ya que se puede tener hijos y ser casto, verdad?), cuando se plantea el argumento contrario sobre la continuidad o perpetuación de la raza humana, Kierkegaard contesta fríamente algo así como: que se extinga la raza humana, pues la mayoría no se salva.
ResponderEliminarUN GENIO –UN CRISTIANO
“Nadie dejaría de admitir que no cualquiera es un genio. Pero que un cristiano sea algo aún más raro que un genio –esto es algo que astutamente se ha hecho caer en el olvido.
La diferencia entre un genio y un cristiano es que el genio es lo extraordinario de la naturaleza; nadie puede hacer de sí mismo un genio. Un cristiano es lo extraordinario de la libertad, o, más precisamente, lo ordinario de la libertad, y aunque es extraordinariamente raro encontrar uno, es lo que cada uno de nosotros debería ser. Por eso Dios quiere que el cristianismo se proclame incondicionadamente a todos, por eso los apóstoles son hombres sencillos, el modelo en la figura de un humilde siervo, todo para señalar que esto extraordinario es lo ordinario, accesible a todos –y sin embargo, un cristiano es algo aún más raro que un genio.
Pero que nadie se deje engañar: del hecho de que ser cristiano sea accesible a todos, posible para todos, no se sigue que sea algo fácil y que haya muchos cristianos. No; esto debe ser posible para todos; si no, no sería lo extraordinario de la libertad; pero, de todos modos, que alguien llegue a ser cristiano es algo más raro que un genio.”
Voy a poner por último el párrafo que siguió, dónde se refleja en la ironía el argumento que combate:
“Si damos por sentado que estos batallones de millones de millones de cristianos están en lo cierto, surge una objeción muy significativa: las condiciones del cristianismo no guardan ninguna analogía con el resto de la existencia. Normalmente vemos por todas partes las proporciones desmesuradas propias de la existencia; la posibilidad de millones de plantas se disipa como el polen, millones de posibilidades de seres vivos se pierden, etc., etc.; por cada genio hay miles y miles de personas que no lo son, etc.; siempre la enorme prodigalidad. Sólo en relación con el cristianismo es distinto: en relación con lo que es más raro que un genio se acepta que cada uno que nace es un cristiano.”
saludos
¡Caminante! ¡Cuando vi el título del post pensé que iba a hablar de la formación intelectual en el IVE!
ResponderEliminarBruno Tobias Erlenbacher
Muy bueno el fragmento de Kierkegaard. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminar