lunes, 17 de mayo de 2021

El derecho universal a la salvación

 

Roger Scruton, en su libro Cómo ser conservador (Homo Legens: Madrid, 2014), dedica un capítulo a describir la absurda sociedad contemporánea en la que todos se consideran acreedores de un sinnúmero de derechos sin más fundamento que el propio egoísmo, capricho o patología. Estas pretensiones se han convertido en los últimos años en un fenómeno arrollador, imposible de detener, incluso cuando se trata de las “derechos” más descabellados. Una persona con serios problemas de atraso o inmadurez intelectual, tiene derecho a ir a la universidad, y guay del profesor que la aplace, porque le caerán encima todas las reglamentaciones institucionales contra la discriminación, además de la hoguera mediática, y no sería raro que perdiera su trabajo. Un señor que nació hombre tiene derecho a autopercibirse mujer y tener un documento de identidad que lo acredite como tal. Pero no sólo eso: tiene derecho a jugar en el equipo femenino de jockey de su club o a cantar como soprano en el Colón. E incluso, ya hay alguno que además de descubrir su identidad femenina descubrió también que tiene vocación a la vida religiosa… como monja. Por ahora, la Iglesia le ha dicho que no, pero no sabemos a qué extremos puede llegar la misericordia del Papa Francisco.


Y esta situación se ha colado incluso dentro de la Iglesia desde hace algunas décadas: las mujeres comenzaron reclamando sus derechos a ser monaguillas, luego a ser diaconisas y en Alemania amenazan con ordenarlas sacerdotisas. Los separados que rehicieron sus vidas con otras parejas tienen derecho a participar de la vida sacramental, y las parejas homosexuales a ser unidos en matrimonio o, al menos, a recibir una bendición nupcial. Estamos frente al descalabro completo no solamente del orden natural sino de la más básica sensatez. 

Pero hay otro derecho que también se reclama en los sectores religiosos con mucha fuerza aunque de un modo más discreto: el derecho universal a la salvación, porque pareciera que todos los hombres tiene derecho a salvarse y nada ni nadie —ni siquiera San Pedro— puede negarles la entrada al Cielo. Dios cometería un flagrante acto de discriminación si negara la felicidad eterna a un hombre por no estar bautizado, o por llevar una vida sexualmente desordenada, o por no participar del culto de la Iglesia, o por infringir cualquiera de los Diez Mandamientos. Y gritan por las plazas la frase evangélica: “Las prostitutas os precederán en el Reino de los Cielos”, sin aclarar, claro, que se trata de las prostitutas arrepentidas, como aquella que lavó con sus lágrimas los pies del Señor, y que precederán a los fariseos, aquellos que escondían detrás de sus ampulosidades religiosas la podredumbre de un sepulcro. La pretensión es, en definitiva, una suerte de apocatástasis de baja calidad, una apocatástisis berreta o cutre, que enfurecería a Orígenes.

El problema, en mi opinión, viene de muy larga data, y se hunde en el optimismo infundado que permeó a buena parte del catolicismo militante pre y post conciliar, según el cual el instaurare omnia in Christo significaba sin más que todas las sociedades debían ser, y serían, profundamente cristianas como alguna vez lo habían sido. Y lo cierto es que nunca lo fueron y nunca lo serán porque, en pocas palabras, el cristianismo en serio, y no como mero barniz cultural, es para un grupo reducido. Al menos, esta es la idea del Cardenal Newman, que yo comparto. 

Afirma Newman que la misión del cristiano “es gastar y gastarse con los muchos llamados, por el bien de los pocos elegidos”. Y continúa señalando el hecho de que nunca se nos aseguró que la Iglesia fuera a tener éxito en el corazón de las muchedumbres, y constata que más allá de los éxitos innegables que consiguió a lo largo de su historia milenaria, “la gran masa de hombres no está, desde el punto de vista espiritual, mejor que antes. El estado de las grandes ciudades en la actualidad no es muy distinto del que era antiguamente; o al menos, no tan distinto como para que parezca que la obra principal del cristianismo ha sido incidir en la cara visible de la sociedad, o lo que llamamos el mundo”. Y esto lo decía en 1836.

Y sigue más adelante: “El conocimiento del Evangelio, por tanto, no ha cambiado, desde el punto de vista material, más que la superficie de las cosas; el Evangelio ha limpiado el exterior pero, en la medida en que podemos juzgar, no ha actuado en gran escala sobre el espíritu interior, sobre ese ‘corazón’ del que proceden las cosas que ‘hacen al hombre impuro’. Y afirma que el triunfo del Evangelio se ha dado solamente en un grupo reducido, y consiste en “…elevar por encima de ellos mismos y de la naturaleza humana a aquellos —cualesquiera que sea su rango o cualidad de vida—cuya voluntad coopera misteriosamente con la gracia de Dios; a aquellos que, cuando Dios les visita, temen y obedecen a Dios realmente, sea cual sea la misteriosa razón por la que un hombre obedece y otro no”. Podríamos decir que Evangelio es para todos, pero no todos son para el Evangelio, sencillamente porque no todos —y no sabemos por qué—, son capaces de seguirlo. Aunque el Sembrador siembra para todos, no toda la semilla cae en tierra firme y fértil. Muchas son las semillas, pero pocas las elegidas para que den fruto, y lo den en abundancia.

Y como un caveat a quienes están atacados de la militacia jesuítica, advierte Newman: “Aunque trabajáramos sin desfallecer, con la esperanza de convencer al que piensa de otro modo, nunca podríamos revocar el testimonio de nuestro Salvador y hacer que los religiosos fueran muchos y los malos pocos. Solo podemos hacer lo que tiene que ser hecho. Con nuestra esforzada labor solo podremos llegar a aquellos para quienes hay preparadas coronas en el cielo. ‘A los que de antemano eligió también predestinó’ (Rom. 8,29). Nosotros no podemos destruir las diferencias que separan a un hombre de otro hombre. Y atribuir a un defecto del bautismo, de la predicación y de los demás ministerios el hecho de que estos no puedan ir más allá de los límites que la palabra de Dios ha predicho es tan poco razonable como pretender hacer que el espíritu de un hombre sea igual que el del otro”. 

Nuestro Señor en su Evangelio y toda la Revelación divina señalan una realidad que resultó difícil de entender desde siempre, y mucho más en los momentos actuales: la Salvación se ofrece a todos, pero no todos la reciben. La Sangre de Cristo se derramó por muchos, pero no por todos los hombres, porque los elegidos son pocos, apenas un grupo pequeño de entre todos los llamados. Y nos gusten más o menos estas palabras; nos suenen más o menos inapropiadas para los oídos contemporáneos, lo cierto es que están allí, y ni una iota puede ser quitada de ellas.

Y la verdad sea dicha, los que alentaron últimamente esta idea la “salvación para todos y todas” no fueron solamente Hans Küng o von Balthasar. Fue Juan Pablo II, con su sentimentalismo propio de la filosofía personalista a la que adhería, quien dijo que el infierno no es “un lugar”, sino “la situación de quien se aparta de Dios”, siguiendo a los jesuitas que afirman que se trata de “de un estado del alma, un modo de ser de la persona en la que ésta sufre la pena de la privación de Dios”. Y, como no podía ser de otra manera, la aguda teología peronista del Papa Francisco nos ilustraba diciendo que los hombres que no se arrepienten de sus pecados, “no son castigados. Aquellos que se arrepienten obtienen el perdón de Dios, pero aquellos que no se arrepienten y no pueden ser perdonados desaparecen. El infierno no existe, la desaparición de almas pecadoras existe”.

Y si el “estado” del infierno no existe, el cielo es necesariamente para todos. En definitiva, la salvación es un derecho.


[Los textos de Newman corresponden a: Parochial and Plain Sermons vol. 4, sermón 10, del 20 de noviembre de 1836]. 

50 comentarios:

  1. Solo aportar un dato a la luz de la siguiente frase: "ya hay alguno que además de descubrir su identidad femenina descubrió también que tiene vocación a la vida religiosa… como monja".
    En la diócesis a la que pertenezco ya hay un hombre autopercibido mujer que viste hábito de religiosa y suele proclamar las lecturas los domingos. Creo que solo queda rezar con más fuerzas Maranatha!!

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    1. Anónimo de ayer a la una y veinticinco
      Ya que pasó el dato de la monja travesti, diga el nombre de la Diócesis. A ver si, viéndose en evidencia, el ordinario del lugar arregla las cosas en la parroquia del padre Piolini.
      Puestero del Oeste

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  2. En el medioevo los religiosos especulaban con el destino de los paganos a los que dedicaban miles de horas de estudio y por eso apreciaban mucho, como Aristóteles. Si recuerdo bien, algunos creían que podían ir al limbo (como los abortados o recién nacidos muertos sin bautizar), un lugar del infierno de felicidad muy superior al de la vida en la tierra pero infinitamente inferior a la felicidad del cielo.
    Creo que algún Papa reciente declaró que el limbo no existe, pero ese tipo de creencias demuestra que siempre hemos sido renuentes a creer que todos los no católicos se condenan. Un ejemplo más moderno sería el luterano Bach, creo que a todos los que conocen su obra musical les cuesta imaginarlo en el infierno.

    Yo creo que lo que diferencia a ellos de los demás no católicos es lo que hicieron por la Iglesia. Aristóteles nos dio el marco teórico para explicar la transubstantación, la base del tomismo, y muchas otras cosas más que fueron un bien para la Iglesia. Lo mismo con Bach y su música, JSB incluso compuso una misa católica, tal vez por completismo, o para impresionar al elector de Sajonia, o tal vez por si las moscas, por si la nuestra era la religión verdadera.

    Pero siempre está el eje en lo que hicieron por la Iglesia y por la Fe a pesar de no ser católicos. Si se salvaron es por la Iglesia. Porque hay castigo, pero también toda buena obra debe ser recompensada.

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    1. Estimado, la cuestión no es si Bach está en el infierno, o es posible que Kierkegaard fuera al cielo. Eso queda librado a la voluntad y misericordia infinita De Dios, y nosotros no nos metemos.
      Lo que discutimos aquí es el derecho que todos "autoperciben" que tienen a salvarse.

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    2. Las buenas obras de los que se resisten a adherirse a la Verdad para salvarse Dios las recompensa acá según tengo entendido por lo que he leído. O tal vez entendí mal.

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  3. Estimado Wanderer puedo asegurarle que hoy estoy en plena comunión con usted.
    Añadiré dos ocurrencias. Primero, creo que el derecho a la salvación ha cedido ya su preeminencia entre los modernos, ahora se trataría más de erradicar esa necesidad, liberar a la humanidad de su culpabilidad y acusar a dios de haber acosado a los hombres desde hace siglos. Un dios malo y perverso cuya razón de ser era el odio a la humanidad y a su libre determinación, de suyo vendrá que esa humanidad no fue creada por ese dios, más bien al revés.
    Segundo; dicho esto, que hubiese hecho a Aristóteles sentirse enfermo, voy a intentar convencerme de que una situación puede darse fuera de un lugar, me va a costar mucho, me lo tendrán que meter a la fuerza y aún así lo veo muy complicado. Y es que no basta con defecar en la fe, hay que ensuciar la lógica, y además manchar el lenguaje; me dirán algunos que un santo polaco puede permitirse ciertas libertades, yo hubiese preferido que tuviera un novio ruso, me hubiese molestado menos. Saludos a todos.

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  4. La "superfetación" de derechos en el ámbito social, con base en la cultura del 68 y sus sucedáneos, ha llevado a la paradoja de tener que dictarse muchas leyes represivas para defender el ejercicio de esos "derechos" de quienes discrepan y los cuestionan; de allí que el sistema deriva a un totalitarismo. En el plano eclesial ocurre algo similar, se exigen derechos, se apañan desde las alturas jerárquicas y algunos se aplican a la fuerza con beneplácito de esa autoridad, y es necesario entonces acallar a quien expresa su contradicción con las fuentes de la fe. Y el otrora ejercicio de la autoridad eclesial basado en la doctrina se transforma en simple autoritarismo: desapareces porque molestas (y de paso afirmamos que la doctrina o dogma no tiene importancia, como ha vuelto a hacer el Papa estos días). Ni la sociedad ni la Iglesia pueden sostenerse desparramando promiscuamente derechos para todos y todas porque esas prerrogativas empiezan a chocar entre si; la ausencia de deberes termina en anarquía y represión. Y así estamos.

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  5. Una prueba contundente de lo que se señala en el artículo es lo que se escucha, casi sin excepción, en cada velatorio y en cada misa de difuntos: el fallecido está junto a Dios, siempre. De lo que se infiere que nadie ha pecado, y que todos son santos automáticamente por el solo hecho de morir.

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  6. En este marco se entiende el sacrilegio y profanación generalizados en estos días en Alemania donde se ha comenzado a dar públicamente la comunión a los protestantes. [https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=40573]
    Llama la atención que para algunos neocons lo único importante parece ser que es que se ha "desobedecido a Roma".

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  7. Uno de los que llegó a obispo con su incesante prédica de que el infierno está vacío es Barron...

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    1. No dice eso el obispo Barron. Sólo sigue a Hans Urs von Balthasar (que tiene un interesante libro sobre el tema) en desear que el infierno este vacío. No afirma que está vacío. No tergiversemos.

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  8. descendit ad inferos, tertia die resurrexit a mortuis

    ¿Alguien sabe cómo van a redactar el 'nuevo credo'? es obvio que la vieja fórmula insiste en afirmar que el infierno es un lugar, y no podemos vivir diciendo una cosa y la contraría ... ¿o sí podemos? ¿pero, debemos? Quizás no debamos creer en nada, y debamos comulgar con cualquiera. Buenas tardes.

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  9. No es cierto que no haya habido nunca una sociedad profundamente cristiana. España fue durante mucho tiempo una sociedad cristiana, conformada por hombres pecadores, por supuesto, pero cristiana. Todos sabían que había que bautizar a los niños, que había un Dios que juzgaba sus actos, y que había que morir asistido y confesado; qué más se puede pedir. Por eso pudo Menéndez Pelayo escribir la Historia de los heterodoxos españoles, porque su escaso número, comparativamente, lo permitía. No caigamos en maximalismos ni condenemos a la gente o a las sociedades históricas a mansalva. Sí estoy de acuerdo en que se ha impuesto la generalizada idea de que Dios tiene el deber de perdonar hagamos lo que hagamos. Se trata sin duda de una imagen falsa de Dios, pero que ha calado en una masa ignorante del catecismo. Esto está directamente relacionado con el abandono del lenguaje soteriologico pues se nos oculta, por buena parte de los clérigos, que todos y cada uno de los venidos a este mundo está en la disyuntiva de su salvación o condenación eterna. Era muy popular aquello del beato Fray Diego de Cádiz: "La ciencia calificada es que el hombre en gracia acabe, porque al final de la jornada el que se salva sabe, y el que no, no sabe nada". Pero, claro, hoy sufrimos de amnesia y presumimos de tener un Dios mejor que el de los antepasados, que no nos inspira ningún temor, santo temor.

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  10. Que tema este.
    Que todos tengan derecho a ser salvos, sin penitencia, contricción y enmienda, acá o más allá, es no solo anticristiano sino ilógico.
    Ahora, que un reducido número este predestinado a la salvación y una mayoría a la condena eterna, es para discutirlo, aunque la cita de San Pablo parece no dejar lugar a dudas.

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  11. Excelente artículo!

    Tengo entendido que la cita bergogliana es una invención de Eugenio Scalfari y que fue desmentida por el Vaticano.

    O en caso de ser real, importa menos que menos. Al fin y al cabo nuestra fe está puesta en las palabras labradas en oro del santo Evangelio y no en las burradas rayadas en la arena de las berborragias de Bergoglio

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  12. Imaginar que el Cielo existe y el infierno no, además de injusto suena tan absurdo como decir que el infierno existe y el Cielo no. ¿Por qué no pensar más bien que si existe el Cielo es porque también existe el infierno?
    Al fin de cuentas, parece mucho más lógico que unos reciban un premio por lo bueno que hicieron y otros un castigo por lo malo que con gusto no se privaron de hacer. O sea que si existe el Bien es porque también existe el Mal que en el fondo es la ausencia del Bien.
    Y es justo que así sea, de otro modo nunca podríamos saber en qué consiste el Bien si no existiera lo contrario con lo que lo pudiéramos comparar.
    Sin duda, la idea de que el Cielo existe pero el infierno no es hija de que existe la Misericordia pero la Justicia no, una quimera con la que el mundo siempre soñó y hoy por desgracia la Iglesia parece que aceptó.
    Confirmando esa presunción, en estos días ocurrieron dos hechos que según el mundo y buena parte de la Jerarquía demuestran que el infierno no existe.
    El primero de ellos es el que vivió Päivi Räsänen, una diputada finlandesa -Primer Mundo y del bueno si es que lo hay- madre de cinco hijos y abuela de seis nietos que en el Parlamento acaba de ser acusada de "delito de odio" por expresar públicamente sus creencias cristianas sobre el matrimonio que para ella sólo puede existir entre un hombre y una mujer.
    Como Finlandia se precia de ser gran defensor de la democracia, cuesta entender que acuse de tan grave delito a una representante del pueblo, cuando sabe que detrás de ella hay miles de ciudadanos que la votaron precisamente por defender esos valores.
    Con semejante criterio, la acusación de delito de odio tendría que hacerse extensiva también a sus votantes, algo que pondría en duda los cimientos de la democracia según la cual el pueblo es el verdadero soberano que inviste de poder a sus representantes y los saca si no cumplen lo que el pueblo manda, salvo que vengan a decir ahora que Rousseau estaba equivocado.
    El otro hecho sintomático de esta semana fue que Ignacio Arzuaga, uno de los CEOs de la ONG CitizenGO, fue denunciado en el Parlamento Europeo como un "riesgo para la democracia y los valores europeos" por su clara posición en defensa de la vida y en contra del aborto.
    Por lo visto, cuando a Europa le conviene los representantes que elige el pueblo son legítimos si se trata de defenestrar a Citizen GO, pero no lo son si como en el caso de Päivi Räsänen se niegan a aceptar el aborto, una bandera que para el Nuevo Orden Mundial es innegociable.
    Y si al pueblo no le gusta el aborto que se la banque, se lo van a imponer por la fuerza aunque se ofenda Rousseau.
    Así como el mundo niega la democracia que ayer defendió, así la Iglesia también niega el Evangelio que siempre proclamó. El 10 de mayo, en un centenar de iglesias alemanas fueron bendecidas todas las parejas homosexuales que se presentaron.
    Y el 15 de mayo, Monseñor Bätzing -presidente de la Conferencia Episcopal Alemana- ofició una misa ecuménica en la que le dio la comunión a todos los luteranos presentes. No fue ninguna sorpresa, el evento había sido anunciado en febrero pasado como parte del Encuentro Ecuménico católico-luterano que tuvo lugar en Frankfurt entre el 13 y el 16 de mayo.
    Por lo visto, de la bendición a los homosexuales y del sacrilegio contra la Eucaristía la Iglesia nunca se enteró, ni antes ni después de los hechos consumados. Y parece que es cierto porque de Bergoglio para abajo en Roma reina un silencio sepulcral.
    ¿No será que Bergoglio y sus cortesanos no se preocupan porque están convencidos de que el infierno no existe?

    Fuenteovejuna

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  13. Don Wander. Gracias por tan oportuna como sabia exhortación.
    Según Aristóteles la verdad no se funda en la opinión de quien cree tenerla, sino en que lo que piensa respecto de ella coincide con la realidad de las cosas: “No porque creamos que tú eres blanco, eres, en efecto, blanco, sino porque eres en efecto blanco, y, al decir nosotros que lo eres, decimos la verdad”.
    ¡Qué tristeza da ver de qué manera hoy el hombre pretende imponer a la realidad la verdad que conviene a las cosas, con arreglo al capricho de su desordenada -o, para decirlo con mayor precisión- pervertida voluntad! Y, si esto ya es terrible, cuando se trata de verdades que están naturalmente al alcance de la inteligencia, porque sin ellas no hay convivencia posible, con cuánta mayor razón lo habrá de ser respecto de aquellas verdades que convienen al orden sobrenatural, porque, al obrar de este modo, que conculca sistemáticamente cada uno de los diez mandamientos de la ley de Dios, se pone en peligro la propia salvación.
    Y lo más terrible es que nuestra responsabilidad con respecto a la salvación de quienes pretenden alcanzar la salvación como un derecho humano, esto es, sin mover un dedo para abandonar el instalado hábito pecaminoso, para enderezar sus pasos por el angosto sendero señalado por nuestro Señor Jesucristo con su propia sangre, no desaparece. Muy por el contrario, a pesar de que en los días que corren, no sólo no faltan quienes insisten y persisten en una situación de pecado, sino que, acaso con la complaciente mirada de quienes, por su deber de estado, tendrían que velar por su salud espiritual, también, constituidos en verdaderos misioneros de Satanás, -cosa que, en realidad, lo son-, además de encenegarse deplorablemente en el cieno del pecado, pretenden imponer a todos los demás sus pervertidos planes de corrupción, nosotros no dejamos de ser responsables de su salvación. Y, así ocurre, que, quienes, verdaderamente, nos sentimos víctimas de esta innoble vejación espiritual, sin perjuicio de que, quienes reniegan de la verdad y el bien de un modo tan sistemático, deben ser considerados como enteramente responsables del mal que hacen, ello no quita que, también nosotros, de alguna manera, ya sea por acción u omisión, seamos responsables de que tamaña iniquidad, como lo es la negación del orden natural y el orden divino, esté ocurriendo. Porque, si en nuestra condición de seres humanos, nada de lo que hagan los demás hombres, sean quienes fueren, nos puede ser ajeno, con cuánta mayor razón, por escandalosa que sea, lo debe ser la conducta de quién Dios nos señala como nuestro prójimo.
    Por cierto, nuestro deber para con ellos no es tarea fácil. ¿Acaso es posible razonar con quien reniega de las evidencias? Nunca como en estos días se hace tan certero el refrán que reza “no hay peor sordo ciego que el que no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver”, como, a contrario sensu, también lo es la sentencia evangélica que revela: “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios”.
    Sea como fuere, ¡hay que hacerlo!
    “-Maestro, hemos estado bregando durante toda la noche y no hemos pescado nada; pero, sobre tu palabra echaré las redes”.
    Mis cordiales saludos a todos los blogueros. ¡Señor, protege a tu Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!

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  14. El traductor cuidadoso17 de mayo de 2021, 19:16

    Un comentario a nivel textual. El primer verbo en Rom 8,29 es "proegnō", 3ª persona singular del aorista indicativo activo de "proginóskō" = "conocer de antemano" (lo cual es lógico dado que viene de concatenar "pró" = "antes" y "ginóskō" = "conocer").

    Por lo tanto la traducción correcta de Rom 8,29 es "Porque a los que conoció de antemano, también los predestinó a ser conformados a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos."

    El otro versículo con "proegnō" es Rom 11,2, en un pasaje que también trata el tema de este artículo.

    De las traducciones en inglés, la inmensa mayoría, incluyendo las mejores, tienen "foreknew" en ambos versículos. De las traducciones al español, la gran mayoría tiene "conoció de antemano" en 8,29 y "eligió de antemano" o similar en 11,2. Sólo dos de las que conozco traducen ambos versículos consistentemente: la Nacar-Colunga con "conoció de antemano" y la de Navarra con "eligió de antemano".

    Finalmente, para quienes sostengan el principio "Extra Vulgatam nulla veritas", tanto la edición Clementina como la Nova Vulgata contienen "praescivit" en ambos versículos (de "praesciō" = "conocer de antemano", por si acaso).

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  15. El artículo contiene una afirmación heterodoxa: "La Sangre de Cristo se derramó por muchos, pero no por todos los hombres".

    Concilio de Trento, Decreto sobre la justificación, cap. III "Quiénes se justifican por Jesucristo":

    "No obstante, aunque Jesucristo murió por todos, no todos participan del beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunican los méritos de su pasión."

    Concilio de Quiercy, año 853, DS 624:

    "no hay, ni hubo ni habrá hombre alguno por quien no haya padecido Cristo".

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    1. Gracias Anónimo por su advertencia. Se la pasaré a los redactores del Canon Romano que insisten en incluir en la fórmula de la consagración estas palabras: “... sangre de la nueva y eterna alianza, que fue derramada por vosotros y por MUCHOS hombres para el perdón de los pecados”.

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    2. Anónimo 17/05, 20:07, parece que usted no conoce los Evangelios y la institución de la Eucaristía.

      La PALABRA DE JESÚS, sobre su sangre derramada es por MUCHOS. Puede formarse con Mt 26,26-28; Mc 14,22-24.

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    3. Eso Wanderer está dicho en el sentido efectivo de la Redención. El texto de Trento lo explica.

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    4. Andúril, efectivamente es como usted dice, y es lo que yo digo repetidamente en del blog, siguiendo a Newman y al Evangelio: muchos son los llamados, pocos son los elegidos. Aunque el Señor llama, o derrama su Sangre por todos, lo cierto es que son pocos a los que le aprovecha.

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    5. Castellani refiere que en cuanto a la cita bíblica "son muchos los llamados pocos los elegidos" hace referencia a la santidad y no, a la condenación o salvación. Y como buen empresario que es (Dios) no cree que termine en déficit. Que se yo...

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    6. Estimado W; ademas de eso creo que al decir MUCHOS y no TODOS quiere decir que ni una sola gota de sangre de Cristo fue derramada en vano. No se si me sigue.

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    7. No entiendo dónde está la diferencia entre salvación y santidad.
      Para mí que es uno de los desvaríos del cura motivados vaya a saber por qué.

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    8. Obvio en la Biblia son sinónimos salvación y santidad.

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  16. Ni bañeciano ni molinista: mostista!17 de mayo de 2021, 20:27

    El tema del artículo y los pasajes Rom 8,29 y 11,2 que mencioné en mi comentario como "Traductor cuidadoso" llevan inevitablemente a la cuestion de auxiliis. Al respecto, quiero compartir que ambos pasajes, usualmente interpretados en clave bañeciana, apoyan también, y tal vez incluso mejor, la posicion de William Most, en la que los no elegidos lo son "post praevisa DEmerita", esto es "luego de", y debido a, sus deméritos previstos, especificamente su resistencia grave y persistente a la gracia actual.

    Esto es consistente con el "conoció de antemano" en ambos pasajes porque evidentemente Dios también "conoció de antemano" a los no elegidos. En la posición mostiana, lo que Dios conoció de antemano de los elegidos que los diferencia de los no elegidos es que los primeros no iban a resistir grave y persistentemente a la gracia actual. Esto es consistente con la afirmación en Rom 11,5-6 de que la elección es gratuita y no por las obras, porque no resistir grave y persistentemente a la gracia actual no es una obra que amerite ser electo.

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    1. Sencillamente, quiere decir que Dios conoce todos los actos libres del hombre desde la eternidad y no desde el tiempo, y los conoce en tanto libres, y no como si estuvieran escritos en un libro (predestinación calvinista).
      Es un misterio que sólo podemos enunciar oscuramente, más no comprender, porque no tenemos experiencia alguna de existir fuera y más allá del tiempo, ni menos del conocimiento divino.

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    2. Dios no puede conocer de antemano, Aristóteles que no creía en Él lo explicó, yo al menos estoy satisfecho con su explicación, los hombres pueden conocer algunas cosas, Dios evidentemente no lo necesita, sería absurdo que Dios tuviera que cumplir con ese proceso. Por lo demás, yo tiendo más bien a leer prejuzgar cuando leo προγιγνώσκω, es cierto que en español se dice de un caso que será visto como que será conocido, pero ese tipo de conocimiento del que se habla al decir en griego γιγνώσκω infiere un juicio imparcial de alguna cuestión.
      Les leo con mucho interés y les deseo una buena tarde.

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    3. Creo que un principio de solución estaría en no entender el "de antemano" en clave cronológica.
      Como digo en mi comentario, Dios conoce los actos libres en tanto libres, y eso es algo que apenas podemos enunciar, porque no tenemos en absoluto experiencia de un conocimiento semejante.

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    4. Todo el problema del tomismo rígido está en que NO es una confesión de Dios salvador sino un intento de explicar cómo el dios de Aristóteles puede tener conocimiento de algo externo a sí mismo, particularmente del bien moral y del mal moral. El bien lo conoce porque lo causa, de acuerdo. ¿Y el mal? El mal lo conoce porque lo permite, vale. El problema es que en algunas personas concretas permite el msl hasta tal punto que éstas INDEFECTIBLEMENTE se pierden, de acuerdo. Pero cuando se dice que esta permisión del mal en algunos es absolutamente antecedente a la consideración del acto malo mismo (ante praevisa demerita) resulta que Dios no quiere salvar a algunos, porque podría haberlos salvado, pero no lo hace, es más, porque la misma permisión divina determina infaliblemente que infaliblemente han de pecar y perderse.

      Most, Maritain, Marin Sola, Feingold y otros resuelven el problema satisfactoriamente basándose en lo que todos sabemos de nuestra experiencia cotidiana: que la gracia es siempre resistible.

      Pero esto implica aceptar que ls voluntad salvífics universal es antecedente y activa, como cree ls Iglesia y expresa el Damasceno. Pero ellos creen que esta voluntad antecedente no tiene efecto alguno en la criatura.

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    5. Âνδρέας18 de mayo de 2021, 9:43
      ¡que explicación genial!!

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  17. Este asunto se las trae por la dificultad del problema de la predestinación, y la poca atención y nula prédica católica por parte de los curas de esto.
    La predestinación católica es un tema arduo, un misterio que requiere de la escolástica para ser, no digo comprendido, pero enunciado de manera lo más precisa posible al hombre mortal. Pero la escolástica fue abandonada hace mucho mucho tiempo, y los pelafustanes clérigos han convertido la predestinación católica en un mamarracho indigno... si todavía la hubieran confundido con la calvinista, sería menos ambiguo.

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    1. Bueno. Yo en mi ingenua juventud le pregunte a un cura sobre la predestinación. Me dijo: "ama a tu prójimo, en especial a los pobres, y deja lo otro en manos de Dios"...

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  18. Estimado Wanderer,
    No sé ni entiendo cuál es el concepto de "derecho" del hombre frente a Dios en la vida espiritual (o incluso material), como decía San Pablo "todo es Gracia".
    Atte.,
    Costia

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  19. Me parece bastante serio lo que afirma el Papa, no solo porque sería distinto de la enseñanza de la Iglesia de siempre, sino porque me parece mucho peor dejar de ser que ser en el infierno.

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    1. Perdòn, realmente preferirìas vivir una eternidad sin Dios, torturado por torturas fìsicas y psicològicas?!? No te comprendo ! ! !

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  20. Presumo en mi cortedad, que todos son los llamados, pocos los elegidos (santos), muchos los purgados y numerosos los condenados, sobretodo en esta época. Digo esto pensando en los tres estados escatologicos.

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  21. Don Wander ¡menudo tema ha traído usted a la consideración de todos los que lo siguen! ¡Apasionante por demás! Sin duda, se trata de una temática de orden estrictamente teológico, que, por lo mismo, escapa a los estrechos límites de la más esclarecida inteligencia humana. ¡Cuánto más lo será de una inteligencia tan corta como la mía!
    Sin duda, esta temática está vinculada con el hondo tema de la justificación. Ud. ha sabido sacar a la luz el error de base de muchos de los teólogos de los últimos tiempos poniendo en evidencia su chatura teológica. Porque, en su sesgo marcadamente naturalista, pasa por alto las claras exigencias de la vida cristiana: “la salvación se ofrece a todos, pero no todos la reciben. La Sangre de Cristo se derramó por muchos, pero no por todos los hombres, porque los elegidos son pocos, apenas un grupo pequeño de entre todos los llamados”. Algo que Lutero, con su doctrina de la “sola fides”, ¡como si pudiera haber fe sin obras!, livianamente, pasó por alto.
    Sin ahondar demasiado, por propia incapacidad, con todo, entiendo que los textos escriturarios son demasiado claros al respecto: “muchos son los llamados, pero pocos los escogidos” (Mt 22, 14); “Convertíos, porque está al llegar el Reino de los Cielos” (Mt 3, 3). “En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también dejasteis de hacerlo conmigo. Y éstos irán al suplicio eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna” (Mt 25, 45-46). “No todos estáis limpios” (Jn, 13, 11). "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan" (Mt 13-14).
    Todo lo cual da la razón a la tesis sustentada por el Cardenal Newman. Y Don Wander, sin parar mientes en falsos respetos humanos, la refriega por las narices a los teólogos progresistas: “Nos gusten más o menos estas palabras; nos suenen más menos inapropiadas para los oídos contemporáneos, lo cierto es que están allí, y ni una iota puede ser quitada de ellas”. Con lo cual, Don Wander, tras los pasos de Newman, tiene el coraje de corregirle la plana, no sólo a teólogos tan discutidos como Hans Kung, o apreciados como von Balthasar, sino también al mismo Juan Pablo II. ¿Cuál es el error de base? Suponer que la misericordia de Dios alcanza a todos, independientemente de lo que se ponga, por parte del hombre para convertirse, con lo cual se olvida que es Dios, y no el hombre, quien, en razón de su suprema autoridad, sin menoscabo de su infinito amor a todos los hombres, pone la conditio sine que non para alcanzar la salvación: “La pretensión es, en definitiva, una suerte de apocatástasis de baja calidad, una apocatástasis berreta o cutre, que enfurecería a Orígenes”.
    Mis saludos a todos. ¡Dios salve a la Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!

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    1. Estimado amigo, yo no estoy muy seguro de que el eterno de Mateo 25, 46 sea lo que nos explicaba Aristóteles; aiōnion procede del término aiônios, y para don Aristóteles significaba vida, mientras que para referirse a aquello que no cambia utilizaba el término aïdios. Lo apunto, sobre todo, porque la cuestión de la apocatástasis de Orígenes, y otros, se fundamenta en esa diferencia.
      Yo meditaría sobre las razones por las que el evangelista utiliza un término y no el otro, si es que hubo razones. En cualquier caso, y dure lo que dure el justo castigo no lo tomen como una excusa para faltar a su Creador. Saludos a todos.

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  22. Mi muy estimado Don Wander, a propósito del blog cuyo título reza “El derecho universal a la salvación”.
    Una premisa correcta -“Dios es misericordioso”-, a la que sigue una conclusión que, a fuerza de omitir otra premisa, con arreglo a la cual todos deben hacer su voluntad -“fiat uoluntas tua”-, al proclamar incondicionalmente la salvación universal, invisibiliza el poder de Dios para juzgar a todos los hombres.
    Lo que se está negando implícitamente en tan falso razonamiento, es la misma existencia del pecado de la cual todos los hombres somos, en cierto modo, herederos y, también, en cierto modo, agentes intelectuales y materiales. Y esto no es una falla menor en materia doctrinal, sino una falla de base que, sin duda, amenaza derrumbar todo el magno edificio de la doctrina cristiana, tan trabajosamente elaborada, sobre la inconmovible base del dato revelado, por el esfuerzo intelectual de siglos de la más elevada labor especulativa de los Doctores de la Iglesia Católica.
    Y, en materia doctrinal, en la medida en que todos los pecados, cualquiera que sea su grado de malicia, suponen una ofensa a Dios, que, en orden a la infinita dignidad de las Personas divinas, exigen su necesaria reparación por la vía del sincero arrepentimiento, penitencia, conversión y enmienda, lo cual se alcanza con la necesaria ayuda del Sacramento de la penitencia administrado por un sacerdote de la Iglesia Católica.
    Sin duda, al ingresar en este campo, incursiono en un terreno para el cual no estoy en absoluto preparado. Con todo, el mismo Evangelio sale en mi auxilio cuando señala que tal acción reparadora, de los pecados, sin embargo, tiene un límite revelado por Dios, como lo es el pecado contra el Espíritu Santo: “Os digo que todo pecado y blasfemia se le perdonará a los hombres; pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada […] al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo, ni en el venidero” (Mt 12, 31-32).
    Enseña al respecto el Aquinate: “El pecado contra el Espíritu Santo se dice imperdonable, porque aquellos remedios mediante los cuales el hombre es ayudado para alcanzar el perdón de los pecados, han sido suprimidos. Con todo, no es imperdonable si se considera la virtud de la gracia divina como principio activo, y el estado del libre albedrío aún no confirmado en el mal como principio material” (Q. D. De malo, q. 3, a. 15, fin).
    En Vísperas de la Fiesta de la Venida del Espíritu Santo.
    ¡Dios salve a la Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!

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    1. “Han sido suprimidos”.
      ¿Qué significa eso exactamente? ¿Los ha suprimido Dios, el pecador, Dios en general o Dios sólo para algunos?

      El problema no es la Doctrina sino el modo en que ésta se ha ido mezclando con la especulación teológica en Occidente, hasta el punto de que nos hemos quedado con meras palabras a la hora de explicar la Palabra y con meros ritos a la hora de presentar los Sacramentos, y lo que es peor, con una “gracia” o concepto de gracia desvinculado de la Palabra y del Sacramento.

      Yo esta implosión no la veo en el Oriente ni en la Ortodoxia, pero me parece la lógica consecuencia de la especulación teológica de Occidente.

      Decía Ratzinger: “desaparece cada vez más la capacidad de entender el sentido de los sacramentos”.

      En la comprensión medieval y moderna sacramento está desvinculado de Fe, desvinculado de gracia; no sobre el papel, pero sí en la concepción profunda que tenemos, tanto católicos y protestantes, del Sacramento. Para un protestante la Fe justifica SIN Sacramento, para un católico la gracia, pero esta vinculación entre Sacramento y gracia es accidental, tan accidental como para un hereje la vinculación entre sacramento y Fe.

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    2. Pues ya nos lo ha dejado usted claro, señor anónimo de las 7:01: la culpa de todo la tenemos los occidentales. Lo de explicar porqué según usted, la "especulación teológica" occidental se ha quedado en meras palabras (¿de dónde se saca usted eso?) nada menos que con los sacramentos o con la gracia, lo hará el próximo mensaje.
      A mi juicio, un hilo de comentarios está para defender una posición propia con argumentos, y comentar o criticar la ajena con razones, no para desahogar las animadversiones personales.

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  23. Confío en las últimas palabras de Cristo en la cruz: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Confío en que su misericordia mostrará a cada persona, en el momento de la muerte, la verdad de Dios, para que pueda elegirla ó rechazarla con conocimiento verdadero...

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  24. Como explica San Pablo hay 3 resurreciones.

    La historia humana derrapo nada más comenzar. De hecho, la historia humana aún no empezó. Sólo estamos en una fase previa, porque todo ha de ser recapitulando, para empezar otra vez, esta vez si, la era cristiana, donde seguirá habiendo pecado, pero este ya no será hereditario.

    Como explica San Pablo, quienes no hayan alcanzado esa perfección de la que habla Cristo, a la que muchos son llamados pero sólo un puñado alcanzará, no resucitarán hasta el final de esa nueva era cristiana - el milenio.

    Los que si estén entre ese puñado sí resucitarán con la Parusia de Cristo, para vivir enseñando a la humanidad sin pecado original que habite la era cristiana.

    Es decir, el joven rico del evangelio resucita el último día, pero no lo hará para el milenio.

    Esa cita de que pocos son los escogidos, ustedes no la están entendiendo en el contexto adecuado.

    Es Cristo quien promete que si dejas mujer, hacienda, posición... Etcs, en esta vida, recibirás el ciento de ello en la otra, y eso lo recibes en el milenio.

    Recuerden. La historia humana todavía no empezó. Es precisa la recapitulación de todo, para que haya nuevo cielo y nueva tierra, donde el lobo viva con la oveja, el león conviva con el cabrito, un niño pueda introducir su mano en las fauces de una serpiente, donde morir a los 100 años sea morir siendo un niño y tenido por maldición... Etc. Es decir, un nuevo mundo donde los efectos del pecado original desaparezcan en su mayoría.

    Falta empezar esa era cristiana en que sus nuevos habitantes sean hijos de Dios desde su nacimiento, sin pecado original.

    Se salvarán muchos más de lo que se imaginan, pero sólo un puñado lo harán tan perfectamente para vivir el milenio. La mayoría resucitaremos el último día. Y no todos los que resucite ese día lo harán para Dios, pues el infierno es real y no está vacío.

    Lo más importante es el pecado original. Sin saber lo que fue es muy difícil saber lo que vendrá.

    El problema del pecado original no es tanto el pecado en sí, como el que sea transmisible y sobre todo, que te haya desposeído de la condición de hijo de Dios.

    Recuerden que Satanas, el cual cometio un pecado contra el Espíritu Santo, induciendo al pecado original a Adan y a Eva, quedando maldito, no ha perdido la condición de hijo de Dios, tal como nos es revelado en el Libro de Job. Es reprobo pero sigue siendo un hijo de Dios.

    No es nuestro caso. Nosotros nacemos sin ser hijos de Dios por una culpa que no fue nuestra. Y por eso hemos de ser adoptados durante esta fase de la historia humana.

    Eso es lo que ahora se acaba.

    Reflexionen sobre el pecado original. Cosas ocultas desde la fundación del mundo se están revelando en esta hora tan aciaga, y en concreto el misterio de nuestro origenes, que Cristo reveló a los fariseos.








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  25. Estimado Wanderer, por una vez voy a estar en desacuerdo con un comentario suyo, y es este:
    "El problema, en mi opinión, viene de muy larga data, y se hunde en el optimismo infundado que permeó a buena parte del catolicismo militante pre y post conciliar, según el cual el instaurare omnia in Christo significaba sin más que todas las sociedades debían ser, y serían, profundamente cristianas como alguna vez lo habían sido. Y lo cierto es que nunca lo fueron y nunca lo serán porque, en pocas palabras, el cristianismo en serio, y no como mero barniz cultural, es para un grupo reducido. Al menos, esta es la idea del Cardenal Newman, que yo comparto."

    Lo del barniz cultural, o la minoría selecta, huele, y mucho, a puritanismo. O sea, al grupo de "perfectos". O sea, a catarismo, O sea a gnosticismo.
    Ser cristiano no es ser intachable. Y mucho menos la vertiente intelectual, la de los que realmente están "bien formados". Ser cristiano es creer y procurar ser coherente con esa fe. con esa esperanza y con esa caridad.

    Todos los que se salven el último día serán santos. Unos lo habrán sido ya en vida, la mayoría los seremos (yo lo espero) tras la dolorosa purificación del purgatorio. Habrá justos, virtuosos y sabios visibles. Otros ocultos. Algunos lo serán gran parte de su vida y luego se perderán (Dios permita que no para siempre), otros se convertirán de una vida de pecado en sus últimos años. Quizá la mayor prudencia cristiana sea esforzarse por vivir rectamente y acudir a la gracia frecuente, dejando en manos del Juez máximo la última palabra sobre nuestra salvación y la de los demás.

    No me gustan los club exclusivos. No sabemos lo que hay en los corazones o escrito en el libro de la vida de los que aparentan frialdad de fe, o dicen o viven disparates de incoherencia cristiana. Nuestra función es amonestarlos con las palabras de Cristo para que corrijan el error, y seguir nuestro camino. Lo que pase de ahí ya es asunto de Nuestro Señor, no nuestro.

    Lo que no comparto es lo de que no hay gran diferencia entre una sociedad regida por los mandatos de Dios a una que no lo está. Es desconocer la historia y como se regían y rigen las sociedades idolátricas o ateas. Ahí tenemos la aceptación social del aborto o del divorcio o de la eutanasia para darnos cuenta de cuánto ha perdido nuestra sociedad al perder el ethos católico. Por favor, no tiene nada que ver. Es indudable que muchos más justos y santos hay en las sociedades donde la santidad y la justicia son presentadas como el Bien, que en aquellas donde no lo son.

    Otra cosa, bien ingenua, es creer que porque las normas sociales están inspiradas en el cristianismo, eso va a convertir a todos en santos. Eso es desconocer la concupsicencia, asunto que el propio Cristo no desconocía, cuando afirmaba que de los que le seguían, muchos lo hacían porque les había dado de comer, y no por la Palabra. Pues, si viendo al propio Salvador y los milagros que hacía, muchos de sus seguidores se apartaron por escandalizarse o por debilidad... ¿que no ocurrirá con los que, no habiéndolo visto ni oído, hayan sido bautizados y apostaten luego?

    Por supuesto que han existido sociedades cristianas, y ahora ya no. Y la diferencia es evidente. Lo que no se ha de confundir es una sociedad cristiana terrenal, que está hecha de la materia que está hecha, con la Jerusalén Celestial, donde todos habremos sido purificados (si Dios quiere) y ya no pecaremos más.

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