Doy mi palabra que estoy preparando un post sobre un tema
que nada tiene que ver con el papa. Es sobre una cuestión que hemos tratado
varias veces en el blog de refilón y que merece un poco de profundización:
nobleza y cristianismo, y he elegido
seguir la línea que propone Volkoff. Quedará para más adelante, aunque bueno
sería apurarla porque se complementaría con el escrito que apareció ayer sobre “Francisco
y los príncipes”, fruto de la pluma de Antonio Caponnetto, y que pueden bajar
desde aquí.
Pero la urgencia del momento exige, a mi pesar, ocuparse del
Personaje. Varias veces se me ha pasado por la cabeza la posibilidad de que Bergoglio
no sea más que una obsesión nuestra debido, sobre todo, a que somos argentinos,
lo conocemos bien y fuimos siempre acérrimos críticos suyos. En definitiva, que
no fuera más que una comprensible reacción emocional porque en él se concentra todo lo que detestamos: el progresismo, el oportunismo, el plebeyismo, la
mediocridad, etc.
Sin embargo, frente a esta posibilidad, se oponen la objetividad de los hechos que aparecen, no ya semana tras semana, sino día tras día y, también, la misma sensación de gravedad que puede percibirse en católicos de otros continentes, y que tenían hacia el nuevo papa una actitud expectante o positiva. Muchos ejemplos podría dar sobre, pero menciono el blog Ex Orbis, que no pertenece a ningún grupo de tradicionalistas recalcitrantes, y a las palabras que pronunció hace pocos días el cardenal Dolan. Dijo: “Queríamos un Papa con buena capacidad de mando y de gestión, y hasta ahora lo que se ha visto es poco. Es un pequeño elemento sorpresivo que él no se haya expresado todavía en este terreno. Espero que luego de la pausa estival se vea algún signo más de cambio en la gestión”. Y en cuanto a la esperada sustitución del secretario de Estado, Tarcisio Bertone, agrega Dolan: “Si no sucede nada en el mes de octubre estaré sorprendido. Yo pensaba que ello debía acontecer a fines de junio o en julio, pero no ha sido así, por eso pienso que probablemente se producirá en el otoño”. Pueden leer la entrevista entera aquí. El prelado americano está inquieto -muy inquieto diría yo-, para animarse a decirse tales palabras en Río de Janeiro, en medio de la apoteosis francisquista, y publicarlas en uno de los periódicos católicos más leídos de Estados Unidos.
Sin embargo, frente a esta posibilidad, se oponen la objetividad de los hechos que aparecen, no ya semana tras semana, sino día tras día y, también, la misma sensación de gravedad que puede percibirse en católicos de otros continentes, y que tenían hacia el nuevo papa una actitud expectante o positiva. Muchos ejemplos podría dar sobre, pero menciono el blog Ex Orbis, que no pertenece a ningún grupo de tradicionalistas recalcitrantes, y a las palabras que pronunció hace pocos días el cardenal Dolan. Dijo: “Queríamos un Papa con buena capacidad de mando y de gestión, y hasta ahora lo que se ha visto es poco. Es un pequeño elemento sorpresivo que él no se haya expresado todavía en este terreno. Espero que luego de la pausa estival se vea algún signo más de cambio en la gestión”. Y en cuanto a la esperada sustitución del secretario de Estado, Tarcisio Bertone, agrega Dolan: “Si no sucede nada en el mes de octubre estaré sorprendido. Yo pensaba que ello debía acontecer a fines de junio o en julio, pero no ha sido así, por eso pienso que probablemente se producirá en el otoño”. Pueden leer la entrevista entera aquí. El prelado americano está inquieto -muy inquieto diría yo-, para animarse a decirse tales palabras en Río de Janeiro, en medio de la apoteosis francisquista, y publicarlas en uno de los periódicos católicos más leídos de Estados Unidos.
Antes de entrar en el tema del post, se imponen otros comentarios inquietantes: hace no más de dos semanas, Omar Bello, un publicista
del arzobispado de Buenos Aires, periodista ocasional de Perfil, y de cercanía con Bergoglio, autor de la última entrevista que concedió antes
de ser elegido en papa, publicó un libro titulado El verdadero Francisco. Intimidad, psicología, grandezas, secretos y
dudas del Papa argentino. Por el filósofo que más lo conoce. Lo compré hace
unos días y lo estoy leyendo de a poco. No quiero atragantarme y que se me nuble
el juicio pero, lo que hasta ahora puede percibirse, es que el actual papa es
un personaje de cuidado, con una psicología digna de ser analizada por un
especialista. Un solo detalle que me ha llamado mucho la atención: del libro se colige que Bergoglio es
incapaz de establecer vínculos afectivos con nadie: ni con su familia de
sangre, ni con su familia religiosa, ni con quienes lo rodearon en la Curia.
Simplemente, usa a las personas y luego las deshecha. Bello le pregunta a un
sacerdote muy cercano al entonces cardenal primado qué grado de verdad había en las
acusación que le hiciera Verbitsky de colaborar en la desaparición de dos
sacerdotes jesuitas durante los ’70. La repuesta fue: “No creo que sea cierto.
Pero no te engañes por los motivos… Bergoglio nunca hubiera arruinado su
carrera con semejante error” (p. 75). La probable protección de sus hermanos
de religión no venía por el lados de los afectos y, mucho menos de la caridad…
Pero lo curioso es que el libro no tuvo casi difusión:
apenas un recuadrito en las angostas columnas laterales del sitio web de Perfil
y, a pesar de que apenas está editado, resulta imposible conseguirlo. Sus lugares
de ventas -dado que fue editado por la revista “Noticias”- son los kioskos y no
las librerías, pero por datos que tengo de amigos, tanto de Capital como del
interior, el libro está desaparecido. Es muy raro que los medios de todo el mundo, a diferencia de la
gran campaña publicitaria que hicieron a la
biografía escrita por Rubín, callen como lápidas frente a la aparición de este
nuevo texto. Para aquellos que quieran leerlo - y es de lectura imprescindible
si quieren saber quién es realmente el papa Francisco-, pueden descargar una
versión PDF desde aquí.
Y para terminar esta larga introducción, debo decir me produjeron un
cierto remezón las palabras con las que la Piketa finaliza su artículo
de hoy en La Nación dedicado a criticar a los blogs ultraconservadores que
atacan a Bergoglio. Concluye: “Imágenes que dieron vuelta al mundo y
confirmaron que Francisco es un papa único, con una popularidad altísima, jamás
vista y sin oposición seria, visible, en este momento”. Estas palabras, que a
un neocon le resultan más deliciosas que un helado de Freddo, a un católico mínimamente
instruido que leyó las Escrituras y reflexionó alguna vez en las profecías, le
causa temor y desasosiego.
Pero vayamos al punto. Lo que más inquietud me ha producido en los últimos
días ha sido escuchar la “charla” -como él mismo la definió-, que ofreció Francisco
a los obispos del Celam durante el carnaval carioca. Pueden verla desde aquí.
Empecemos por los aspectos que, en estas circunstancias son
secundarios pero que, en otra, no lo serían tanto. Es francamente apabullante
la pobreza del discurso de este hombre. Utiliza un lenguaje ochentoso que me
remonta a mis épocas de adolescente en las que tenía que escuchar a dirigentes de
Acción Católica de cuarta categoría explicándome qué era la Iglesia. Un
discurso plagado de lugares comunes de lo más mediocres y gastados, y sin el
más mínimo cuidado por una oratoria al menos básica. Estoy convencido que un
cura de barrio habla mejor que Bergoglio.
Podría llegar a entender, aunque jamás a justificar, que
utilizara ese lenguaje vulgarmente coloquial y mediocre en una homilía dirigida
a jóvenes de las periferias existenciales.
Y digo que jamás lo justificaría porque pienso en los grandes predicadores que
tuvo la Iglesia y el modo en el cual ejercieron su oficio. San Agustín
predicaba a africanos del pueblito de Hipona que no eran precisamente habitués
de la biblioteca de Alejandría, y San Vicente Ferrer lo hacía a aragoneses que
difícilmente sabían leer o escribir. Sin embargo, por respeto a ellos y por
respeto al mensaje que transmitían, sus homilías eran piezas de oratoria.
Nadie le pide a Francisco que sea el Crisóstomo, pero sí le
pido un mínimo de respeto por su auditorio y por su investidura. Y cuanto más
si, como es el caso, esta “charlita” no estuvo dirigida a los jóvenes
acampantes en las playas de Río, sino a los obispos y cardenales de la
Conferencia Episcopal Latinoamericana. ¿Cómo es posible que no tenga el más mínimo
cuidado en el estilo? Y no se trata aquí, como dicen los medios, que el suyo es
un estilo “llano y directo”. Se trata más bien de un estilo simplón, anodino y
ñoño, aunque muy eficaz por cierto para convertirse en un atractivo animador de
masas, aunque no ya en maestro.
Pero todo esto, que de por sí es grave, no es sin embargo lo
más grave. Como dije, lo inquietante no son estas periferias estilísticas, sino el contenido del discurso consistente
en una hermenéutica del documento de Aparecida. El núcleo presenta los dos
desafíos que a juicio de Francisco tiene la Iglesia en la actualidad. Ellos son
la renovación interna y el diálogo con el mundo. Me suenan bastante estas
expresiones… Desde el malhadado Vaticano II que se viene diciendo los mismo.
¿Es que a Bergoglio y a sus obispos paniaguados -que no dejaban de tomar apuntes
con obsecuencia mientras hablaba el pontífice-, no les resulta suficiente ya
toda la renovación que hubo a lo largo de cincuenta años? ¿Es que, acaso, están
tan ciegos e ideologizados para no admitir la evidencia de los resultados a los
que la tan manida reforma llevó a la iglesia católica? Y el diálogo con el
mundo, ¿ancora? ¿Más diálogo todavía?
¿Es que pretenden que el mundo cambie su rumbo luego de dialogar con la Iglesia? ¿O será que el mundo apenas si necesita
encarrilarse? Pareciera que los obispos, y el papa Francisco entre ellos, ven
en los pretendidos avances del mundo contemporáneo las verdades cristianas
laicizadas. El espíritu libre que organiza y domina la materia, la moral
fraterna de los derechos humanos que se funda sobre la eminente dignidad del
hombre, la aspiración a construir el mundo nuevo donde reine la justicia… todos
estos ideales del mundo son -dicen-, en su origen, verdades cristianas. Si el
mundo nos persigue, se debe solamente a un malentendido. Los cristianos podemos
comulgar sin ningún escrúpulo con los ideales de la humanidad de nuestro tiempo
aunque, en apariencia, sean peligrosas para la fe. Pero se trata sólo de
apariencias. Y si no, vean ustedes los millones de jóvenes que se congregan en
las Jornadas Mundiales de la Juventud. ¡Qué ocasión inmejorable para convertir
a esa marea de ateísmo, y gritarles: “Lo que ustedes buscan es precisamente lo
que nosotros les ofrecemos. Seguramente, dudarán de que sea así, pero eso se
debe a que la infidelidad de los cristianos y a los negocios turbios de la Curia
Vaticana, que les esconde la verdadera naturaleza del cristianismo. Pero miren un
poco más de cerca, y se darán cuenta de que se trata de la realización de sus
más ardientes deseos…”. Para edificar la ciudad fraternal -a lo que llama el
lema de las próxima de JMJ de Cracovia-, para establecer el triunfo definitivo
del hombre y de sus derechos, para llevar al hombre a su edad adulta en la
verdad que finalmente ha sido descubierta, en la libertad finalmente conquistada,
los cristianos sentimos el corazón gozoso porque tenemos el secreto infalible.
Estamos seguros de que la humanidad, una vez que se encarrile por la buena
senda, reconocerá tarde o temprano la señal indicadora que está buscando y que
presiente.
Claro el evangelio es la salvación del mundo, pero
no se trata de un agradable licor que lo hace entrar en calor a través de una
borrachera dulce y gozosa, mecida por las suaves brisas marinas de Copacabana. Se
trata de un remedio terrible. Cuando el mundo lo gusta, dice como los hijos de
los profetas a Elías: “La muerte está en la bebida”. Para el mundo,
como para Dios, la encarnación es la cruz.
El progreso del Evangelio en el mundo, tal como parece entenderlo el Nuevo Testamento, no es una seducción, ni una asunción progresiva ni tampoco una pacificación de toda realidad humana. El evangelio debe despertar en el mundo una hostilidad que estaba latente, y que será llevada a su paroxismo en los últimos tiempos. No se trata de negar que el evangelio deba fructificar en las almas, ni que su fruto se manifieste a través de toda clase de obras por las que los hombres glorifiquen al Padre. Pero será una obediencia necesariamente dolorosa la que hará nacer ese fruto y, finalmente, deberá sufrir la prueba del fuego.
El progreso del Evangelio en el mundo, tal como parece entenderlo el Nuevo Testamento, no es una seducción, ni una asunción progresiva ni tampoco una pacificación de toda realidad humana. El evangelio debe despertar en el mundo una hostilidad que estaba latente, y que será llevada a su paroxismo en los últimos tiempos. No se trata de negar que el evangelio deba fructificar en las almas, ni que su fruto se manifieste a través de toda clase de obras por las que los hombres glorifiquen al Padre. Pero será una obediencia necesariamente dolorosa la que hará nacer ese fruto y, finalmente, deberá sufrir la prueba del fuego.
Esta inhabilidad del papa Francisco para juzgar la realidad
lo lleva, además, a llenarse la boca hablado de “colegialidad” y reclamando la
plena implementación de consejos diocesanos y parroquiales. No puede evitar que
se me vengan a la memoria, por un lado las sabias palabras del cardenal Newman que
sostenía la incapacidad de
todas las comisiones para producir algo mínimamente valioso y, por otro, lo que
dice Bouyer en sus memorias al reflexionar sobre su participación en el
Vaticano II: “Luego de estas variadas experiencias, se comprenderá que no he
conservado gran cosa de mis entusiasmos juveniles por la “conciliaridad” en
general, y mucho menos todavía sobre esta conciliaridad de bolsillo que hoy se
llama abusivamente “colegialidad”, en la que algunos malvados, utilizando
triquiñuelas, hacen creer a los “grandes personajes” que integran esos órganos
colegiados, que están tomando decisiones que, en realidad, otros han tomado en
lugar suyo”.
Pero lo
que más preocupa es que, cuando el papa Francisco habla de los problemas que acechan a la Iglesia
hace referencia a los pelagianos
restauracionistas, que vendríamos a ser nosotros. Sostiene que afirmamos
que algo anda muy mal en la Iglesia y que como solución aspiramos a restaurarla
en lo que fue en el pasado. Disculpen mi ingenuidad, pero siempre creí que los
últimos papas tenían el mismo diagnóstico: la Iglesia se encuentra en serios
problemas, aunque diferimos en las soluciones que debe aplicarse. Pensé incluso
que el mismo Francisco pensaba igual. Y lo terrible es que no es así: para él
la Iglesia, tal como está, está bien, porque esa Iglesia del pasado es solamente
memoria en la que Dios estuvo pero ya no está. Dios se manifiesta ahora en la
Iglesia actual. Dicho de otra manera, no hay reforma alguna que hacer porque nada está deformado. Sólo habrá que modificar aquellas estructuras caducas -son palabras suyas- y, a lo sumo, hay que encarar una “renovación” interna, es decir,
innovar todavía más.
Francamente,
es aterrador. Con el papa Benedicto todos esperábamos, basados en datos
concretos y claros, que poco a poco la Iglesia se iría encaminando hacia una restauración.
Se tardaría décadas, pero era posible. La teatralización de esa voluntad
política era, a mi juicio, los signos de restauración litúrgica, por ejemplo,
en las ceremonias pontificias.
Con
Bergoglio en el solio de Pedro, olvidémonos de todo eso. No hay “reforma” ni “restauración”
porque, a su juicio, no hay nada que reformar o que restaurar. Lo que hay que
hacer es innovar; hacer de nuevo todo, continua y constantemente.
La “charla”
de Francisco a los obispos del Celam dibuja que la Iglesia que él quiere es una
Iglesia con “experiencia de pueblo” (son sus palabras). Se trata de una Iglesia
prisionera de una mera dinámica social. Recordé de pronto su primera homilía luego
del cónclave: allí definió a la Iglesia como movimiento. Claro, a la luz de la
charlita carioca, se trata de un movimiento prisionero de las estructuras
sociales en el que no hay lugar para lo sobrenatural. No es, por cierto, el
movimiento del Espíritu, de ese Viento Santo del que hablábamos hace poco, que
se mueve y va y viene por donde quiere.
Vi el
video de la charla pontificia ayer, fiesta de la Transfiguración del Señor, una
de las más importantes del calendario litúrgico. Y a la tarde, tal como tenía
previsto, repasé el oficio de las vísperas y de los maitines de la fiesta según
el rito bizantino. Se trata de una composición maravillosa, redactada a lo
largo de los siglos por los grandes Padres y Santos de nuestra Iglesia, donde
se combinan los textos bíblicos y la poesía más sublime para recordarnos que,
en el Tabor, Nuestro Señor se mostró en la belleza de su Esencia Original a
fin, no solamente de ayudarnos a atravesar el Gólgota de este mundo, sino también de
recordarnos que ese es nuestro fin y es a esa gloria a la que nos llama (pueden
bajar el texto del oficio desde aquí).
Cuando
terminé mi lectura, no pude evitar una desconcertante certeza: la Iglesia que compuso y
que rezó y que reza aún hoy ese oficio y que, porque lex orandi, lex credendi, cree en eso que reza, no es la iglesia de
la que nos habla Francisco. No puede ser la misma. Son cosas distintas, si es que el principio de no contradicción tiene alguna validez. Una nos
llama y nos recuerda la inconmensurable gloria y alegría del cielo; la otra, nos
involucra en una dinámica inmanente que aspira que los niños no tengan hambre,
sin importar que su formación sea cristiana, judía o musulmana.
La
verdad, mete miedo.
Lamentablemente, Fray Simon de Samaria nunca retrocedio ....
ResponderEliminarSan Miguel Arcangel,defiendenos en la batalla.....
criollo y andaluz
Un detalle: Iglesia, en el sentido que se le da en el post, se escribe con mayúscula (tal como figura en varias oraciones), por lo que Iglesia católica se escribe así, el sujeto con mayúscula, el adjetivo con minúscula. Son meras convenciones,tal vez, pero para una mejor y más rápida comprensión, conviene respetarlas.
ResponderEliminarSi es verdad lo que dice la boca de Mejía en "La Nación"-diario; es impresionante que dos o tres blogs disonantes de la batucada mundial desatada por Frangoglio, no deberían molestar a nadie. Pero conjeturo que lo que molesta y por eso esos pelagianos deben ser acallados o disciplinados. es que ponen de manifiesto esa voz que a Pancho y Piqueta les grita permanentemente: es la Verdad que no los deja dormir sin somníferos. Adelante W.
ResponderEliminarDon W.: siga alertando... no sea que nos convirtamos en perros mudos, que es lo mismo que decir inútiles. Que los católicos tengan donde discernir los signos de los tiempos. Gracias por este espacio.
ResponderEliminarLa verdad que es muy llamativa que diarios grandes como La Republicca y La Nación se ocupen en sus páginas de opiniones vertidas en blogs como http://blog.messainlatino.it/, que desde hace años aparece entre los favoritos de esta bitácora, y que no es precisamente un media poderoso.
ResponderEliminarSon todas cosas muy raras...
Don W. Gracias por el enlace al libro, llevo tres horas leyéndolo. Aunque hay cosas que no entiendo del todo ya que soy de España. De todas formas, muchas gracias por el blog.
ResponderEliminarCartujano.
El autor tampoco se queda atrás en esto de la psicopatía.... el libro es escrito por una fiera que admira a otra fiera por sus "virtudes" de fiera.
ResponderEliminarLo cual no le quita credibilidad sino al contrario.
Y sí, mete miedo.
Florentino.
Castellani dijo esto en una conferencia, hace más de 60 años atrás (antes de Vaticano II):
ResponderEliminar"Yo no sé cómo Monseñor Franceschi puede decir que nunca ha estado tan bien la Iglesia como ahora, a mí me parece que nunca ha estado tan mal como ahora: será que él cree que la Iglesia Católica es él y yo creo que la Iglesia Católica soy yo, eso debe ser."
Y a nosotros, a los que defendíamos, repetíamos y difundíamos lo que él decía, pues, nos acusaban ¡de "triunfalistas"!
Anónimo de las 19:20 hs, cuyo comentario no publiqué: esa pregunta o cuestionamiento, en todo casó, hágaselo al Dr. Caponnetto.
ResponderEliminarEn la conferencia ante el Celam Francisco parecía un sociólogo hablándole a chicos de secundaria.
ResponderEliminar..."no a los aforismos adventicios madurados por un clero fanático y rebelde, sino por la verdadera doctrina de Jesús de Nazaret, compendiada en estas tres palabras: Dulzura, Democracia y Prosperidad; y encarnadas en forma tan espléndida en el Movimiento Vital Católico, que unía en lazo de fraternidad a todo el nuevo Continente, cuna de la paz del mundo. Terminaba invitando a las ceremonias del día de la Solidaridad que oficiaría en el Panlatreutón el Obispo de los Obreros, Mons. Vigilancio Costil". (Su Majestad Dulcinea, Leonardo Castellani).
ResponderEliminarPara decir estas cosas el Padre debía ser por el 46' medio profeta. Hoy es evidente. Está ahí. Es lo que se proclama. Y ojo, que aquella es una novela apocalíptica.
Lo peor es que remata con su característico buen sentido:
"Dicen que el argentino
Es un pueblo cretino.
...
Será un poco tilingo
Porque dio nacimiento a Juan Domingo".
La cosa se pone linda.
Si uno lee el documento de Aparecida (CELAM 2007) notará todo el "contenido" de la Iglesia popular de Lucio Gera, al que para Bergoglio es más que un Padre de la Iglesia. ¿Os imagináis en "comunidades de base"? Por algo Cipriani estuvo en desacuerdo y le echó en cara al "carismático" obispo porteño ese rollito tan gastado de los pobres. Lo sorprendente -y por lo que sigo perplejo- es que eso de Aparecida 2007 será la "inovación" que nos espera. Me parece que esto ya es el colmo, "Pelagianos del mundo, uníos"
ResponderEliminarMe llama la atención Mr. Wanderer, que al principio de su artículo diga que no hablará del Papa y luego no hace sino hablar de él. Pero me parecen reflexiones válidas, y efectivamente se queda lejos de las grandes alturas de Benedicto XVI y aún de Juan Pablo II. Aunque habla él mismo, en el caso de papas anteriores los discursos eran -muchas veces- trabajados por alguien más y nunca se salían del texto escrito.
ResponderEliminarEl peronismo es la antesala del Apocalipsis, a pesar de los peronistas de mala y "buena línea", si acaso exisen...
ResponderEliminarLo que a mí me llama la atención, Sr. Manuel Ramos Kuri, es su lectura descuidada. Como usted bien dice, en el primer párrafo digo que estoy escribiendo algo que nada tiene que ver con el Papa, pero introduzco el segundo párrafo con una expresión adversativa "Pero la urgencia del momento exige...", que como usted bien sabrá, en la lengua castellana se utiliza para introducir una oposición en el discurso.
ResponderEliminarAslan no puede ser tashlan!
ResponderEliminarJack
solo castellani podía preveer esto. Nadie en el mundo puede destripar y exponer el fariseismo de la iglesia argentina
ResponderEliminarPerón fue el typo de su anti-typo o Príncipe de Este Mundo.
ResponderEliminar"Con Bergoglio en el solio de Pedro, olvidémonos de todo eso. No hay “reforma” ni “restauración” porque, a su juicio, no hay nada que reformar o que restaurar."
ResponderEliminarNo Wanderer, de quien depende que haya o no restauración le importa poco la opinion personal de Francisco. Solo necesita de nosotros. Tal vez Francisco es un castigo a quienes comodos leyendo blogs esperabamos que la restauración viniera desde el Papa de turno, cuando tendriamos que estar colaborando con el Seños para que ocurra, desde abajo, como ocurrieron todas las restauraciones de la Iglesia.
"Con Bergoglio en el solio de Pedro, olvidémonos de todo eso. No hay “reforma” ni “restauración” porque, a su juicio, no hay nada que reformar o que restaurar."
ResponderEliminarNo se si mentalidad Conciliar, o post C. pero claramente mentalidad moderna, eso implica y demuestra esta frase, que está arraigadisima en la gran mayoria de catolicos del mundo (no le achaco a ud. don W. directamnte).
El mal del catolico del siglo, es su dependencia a las acciones del Romano Pontifice, cuando la Historia de la Iglesia demuestra claramente lo contrario, y muchas grandes reformas casi sin intervencion Pontifical. No me refiero con esto a papolatria, sino a ese esperar a que de Roma venga todo, ese centralismo que ud. denuncio alguna vez al hablar de las Iglesias Orientales, y que, como veo muy seguido, los pelagianos empezamos a rozar y acercarnos...
Yo me quedo en el mazo, esperando al Restaurador.
ResponderEliminarCoincido especialmente en el tema de la "popularidad" de la Iglesia y las JMJ(oda) y no deja de sonar en mis oidos las palabras de Nuestro Señor JesuCristo: "Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia. Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió. " Jn 15,18-21. Ante esto no dejo de preguntarme: ¿Así como estamos y va la Iglesia, seremos realmente elegidos por Nuestro Señor o somos del mundo nomás? Algunos se enojarán con usted señor Wanderer, pero realmente ¿Usted, por plantearse estos temas y preocuparse por ellos tiene la culpa de que la Barca haga agua por todos lados? ¿O sólo ve las cosas como son y a los demás nos da bronca porque nos encanta seguir sumergidos en este sueño edulcorado? Wanderer, no importa que le digan obsesivo, desde ya agradezco su claridad para abrir mis ojos y poner mis pocas neuronas en funcionamiento. Saludos y por supuesto, que el Señor tenga misericordia.
ResponderEliminarEstimado Blas: le aseguro que una de las formas (hay muchas más) de colaborar en la restauración tan ansiada por nosotros ha sido, por lo menos para mucha personas (en las que me incluyo), la lectura de estos blogs y todo lo que se ha derivado de allí. Y esto lo hacemos desde abajo, pues que yo sepa ninguno de los que aquí escriben es Cardenal, obispo, etc. Ahora bien, si lo que usted propone con "desde abajo" es otra cosa, me parece que se acerca más a la noción de "organizaciones de base" propuestas por Francisco.
ResponderEliminarSi no es así, acláreme.
Pío.
Blas, tiene razón. Por eso es que yo, desde hace más de seis años, escribo en este blog, gastando una enorme cantidad de tiempo y energía, y cosechando más de un disgusto. Cada uno en lo suyo, haciendo fructificar los talentos que Dios le ha dado.
ResponderEliminarAndrés, ni muy muy, ni tan tan. Le respondo lo que le dije a Blas, pero reformar o restaurar la liturgia, no puedo hacerlo yo. Eso lo debe hacer Roma. Y reformar a los obispos, o elegirlos mejores, tampoco puedo hacerlo yo. Eso lo tiene que hacer Roma.
"desde abajo, como ocurrieron todas las restauraciones de la Iglesia"
ResponderEliminarEsto es falso, y ni vale la pena dar ejemplos ni nombres, salen espontáneamente.
Wanderer, escfribí explicitamente leyendo blogs, que es lo que yo hago, y no escribiéndolos. Reconozco que los blogs son una ayuda por lo menos para preservar las semillas de la restauración.
ResponderEliminarPero las restauraciones nacen y necesitan de santos. Si no generamos comunidades donde florezca la santidad nada va a ocurrir. Puede que esta propuesta se parezca a las comunidades de base de Francisco, pero la alternativa de un papa nombrando buenos obispos sin las comunidades de santos me parece imposible. De hecho BXVI nombró lo que pudo y no fué bueno. La jerarquía hoy es, como se dice en en la argentina:"es lo que hay".
La verdad, estimado Wanderer, es que ya no sé qué pensar sobre todos los fenómenos y epifenómenos que revuelan sobre Su Santidad. Estoy cada día un poco más perplejo. Por un lado escucho los testimonios, las historias que cuentan quienes estuvieron en la JMJ (de primera mano, no por lo que se vio en los medios) y me cuesta no emocionarme frente a dichas experiencias de Fe; experiencias auténticas, valiosísimas, profundas.
ResponderEliminarPor el otro, leo su blog y otros similares y me pregunto: ¿Tan mal está nuestra Iglesia, tan ciego he estado hasta ahora, tantos problemas tiene (tenemos)?
¿Dónde está la verdad, quienes tienen razón, los primeros, los segundos, un poco de ambas cosas?
¿Son posturas tan antagónicas solucionables, podremos arribar a un acuerdo? Muchas preguntas y pocas respuestas.
Honestamente, no puedo dejar de reconocer que ha logrado interpelarme. Pero ahora no tengo la menor idea de qué hacer. Mi desconcierto es cada vez mayor porque, o yo estoy muy equivocado, o ustedes están exagerando; no sé.
Saludos y perdón si los aburrí con mi sensiblería.
Pablo
Blas, no entiendo por qué le parece imposible "la alternativa de un papa nombrando buenos obispos sin las comunidades de santos". La santidad no viene, al menos no ordinariamente, de las comunidades. La santidad viene del arché o principio rector. Es mucho más fácil que una familia sea santa si el padre es santo.
ResponderEliminarPablo, también yo he hablado, y discutido, con gente que ha participado de las JMJ. Pero yo le pregunto ¿cómo juzga usted que esas experiencias han sido "experiencias de Fe; experiencias auténticas, valiosísimas, profundas"? ¿Por lo que experimentaron a nivel de la sensibilidad? Es probable que sea así. Y es análogo a las "profundas experiencias de fe" que tienen, por ejemplo, los cursillistas luego de sus "Cursillos de Cristiandad". O análogas a las que tendrán las cientos de miles de adolescentes que asistirán al recital de Justin Bieber.
El cristianismo nunca se manejó así. Dios y la conversión del corazón no es un viento huracanado semejante al sentimiento de ser parte de una masa que se mueve acompasadamente en las playas de Río; Dios es una brisa suave que habla al corazón: "Cor ad cor loquitur".
Y le propongo una prueba contrafáctica. Si ese tipo de experiencias fueran tan profundas, ¿no debería haberse notado ya de alguna manera en el mundo? Después de 20 años de JMJ, ha sido decenas los millones de jóvenes de todo el mundo que han tenido esas experiencias, y el mundo está mucho peor que hace veinte años.
No se engañe. El cristianismo no es una religión de masas.
Pero Wanderer, una cosa no enerva la otra; que haya sido un fenómeno de masas me parece casi una nota de color, irrelevante frente al zamarrón que produce el soplo de la Fe. Sin duda que una parte de esa efervescencia tiene explicación a nivel meramente sicológico, pero no se agota en él. Y aunque así fuera, peor es nada.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en que la conversión del corazón no es un viento huracanado, sino un proceso, la mayoría de las veces sujeto a enojos, desilusiones y frustraciones, pero por algo hay que empezar.
Que el mundo está peor no caben dudas, pero es injusto achacarle toda la responsabilidad a las JMJ, al Concilio II o a los últimos papados. Y aclaro que a mí no me agradan las masificaciones de ninguna índole; pero en todo caso debiéramos discutir cómo mejoramos estas experiencias para que no queden sólo en lo emocional.
Una última curiosidad: ¿Acaso no siente cierto regocijo cuando ve cómo se retuerce el mediopelo progresista de estos lares cuando alguien absolutamente refractario de sus ideas les copa la parada, los jode con sus propias herramientas? Personalmente, me produce un placer, casi morboso, ver como lanzan espumarajos por la boca.
PD: Agradecería traducción entre paréntesis de las citas en latín.
Pablo
"Una última curiosidad: ¿Acaso no siente cierto regocijo cuando ve cómo se retuerce el mediopelo progresista de estos lares cuando alguien absolutamente refractario de sus ideas les copa la parada, los jode con sus propias herramientas? Personalmente, me produce un placer, casi morboso, ver como lanzan espumarajos por la boca"
ResponderEliminarAl revés, yo siento cierta solidaridad con la bronca del progresista.
La honestidad intelectual está primero que nada.
De no creer lo suyo Ludovicus. ¿Que sigue, participar en la marcha del orgullo gay?
ResponderEliminarDígame por favor que no está dispuesto a llegar a esos límites.
Pablo
Creo que no entiende, Pablo.
ResponderEliminarEsto no es un Boca-River, ni una interna, ni una pelea de barrio.
Es una lucha por Cristo, y si Cristo no es la Verdad, y si no se llega a El por medios honestos, es decir, por la Verdad, no se llega.
Si mañana todos tienen el carnet de católicos, van a misa y ponen el retrato de Francisco porque éste los engrupió "copando la parada a los progres, usando sus mismas herramientas" pues no sirve para nada. Para eso, Cristo se hubiese prendido a la propuesta de Pilatos.
Wanderer, quiero aclararle primero que estoy de acuerdo prácticamente con todo lo que dice, pero tengo una duda recurrente, y aun más con los últimos posts: ¿Qué sucede con la edad Media? ¿no sería acaso una masificación de la religión? Sin tantos "medios" como en la actualidad (y con menos obstáculos), pero era La religión, ¿o no? Sé que nada tiene que ver nuestro tiempo con aquel (tan inepto no soy), y por ello me refiero a la popularidad de la religión católica por aquella época. Podríamos decir que "el mundo" era católico...
ResponderEliminarNo hace falta que publique mi pregunta, tan sólo necesito una respuesta para salvar esta duda. Muchas gracias don.
Don Anónimo, no termino de ver lo que plantea.
ResponderEliminarPero lo primero que hay que hacer es desmitificar a la Edad Media o, si quiere, no creer en la Edad Media que pintó el romanticismo.
Ciertamente, el "mundo" era cristiano, pero tan pecador como lo es hoy. Es decir, de ninguna manera en el medioevo la sociedad era "masivamente" cristiana.
Señor Lionel Simijoski, no sé a cuáles blogs se refiere usted y cuál es el motivo por el que no publican sus comentarios.
ResponderEliminarEn este caso tampoco se publicaré, y la razón no pasa por su disenso -podrá ver que aquí hay muchos que disienten-, sino porque usted no dice nada medianamente inteligente.
Lo único que falta es que me venga a poner como autoridad para defender a las JMJ lo que dice el Pocho Aguer. Lea lo que hemos escrito en este blog acerca de ese obispo.
Oia!! y esto??
ResponderEliminarhttp://www.ewtnnews.com/catholic-news/US.php?id=8236
Saludos.
Ludovicus: Puede ser; quizás usted tenga razón y Francisco nos está estafando. Tal como dije en el primer comentario, ya no sé qué pensar.
ResponderEliminarPero incluso si así fuera, el punto a dilucidar es: ¿Cómo salimos del laberinto en el que nos hemos metido nosotros solos, por dónde empezamos? Soy nuevo en el blog y puede que estos temas ya los hayan planteado, pero me gustaría que los críticos del papado, además de críticas, brindaran posibles soluciones. Si vemos que el edificio de nuestra fe se derrumba no podemos quedarnos mirando, debemos actuar, tanto por razones éticas como religiosas. De lo contrario, después no podemos quejarnos porque perdemos espacios en la sociedad ni cargar toda la responsabilidad sobre tal cual sacerdote.
También me gustaría hacer notar que no veo razones para dar demasiado crédito a libro de marras solo por su título efectista. Me suena a uno más de los que se subieron a la moda papista para hacerse unos mangos extras.
Pablo
Pablo, ya le responderá Ludovicus. Por mi parte le digo que 1. porque critiquemos a este papa no veo por qué se tenga que estar derrumbando el edificio de nuestra fe. Yo tengo fe en Dios, no en el papa, sea éste el que sea.
ResponderEliminar2. ¿Lugares en la sociedad? ¿Usted pretende alguno? Mientras menos tengamos, mejor. Lo importante es tener lugar en los corazones.
3. No juzgue al libro por el título Léalo.
Le contesto:
ResponderEliminar1 – Yo también tengo Fe en Dios. Pero el papado no es un mero accidente, es, al menos para la mayoría, el representante máximo de nuestra Fe. Y su ejemplo direcciona, para bien y para mal, al resto de la Iglesia. De lo contrario, no tendríamos estas acaloradas y (al menos para mí) constructivas discusiones.
2 – Lamentablemente, solo con los corazones no alcanza. Al menos si no queremos que nos pasen por encima, nos destruyan los templos y nos ridiculicen (a nosotros y a Cristo). Como bien hizo notar un comentarista en otra entrada, afuera cunde el viento helado. Y yo no pienso poner la otra mejilla indefinidamente; con una vez basta y sobra, a la segunda devuelvo gentilezas.
3 – Tiene razón, pero lo mismo vale para todos los demás libros sobre el Papa que se pueden encontrar en las librerías. Igual, creo haber visto el libro en un quiosco de mi ciudad; lo compraré y lo leeré.
Pablo
Pablo, yo no dije que Bergoglio nos esté estafando. Usted fue el que dijo que él estaba estafando a los progres, y que eso lo regocijaba. Entonces, le respondi que no me alegra que estafen a nadie. Punto.
ResponderEliminarEn cuanto al derrumbe, si un mal Papa le produce ese efecto, aliméntela. Lo adivino joven, lea, profundice. Y si lo angustia la falta de soluciones colectivas al problema de la fe, bienvenido al siglo XXI. En cualquier caso, el punto de ataque es el mismo que hace,medio siglo: "¡es la liturgia, estúpido!"
A la pregunta sobre cómo salir del laberinto, creo que lo que hay que evitar es generalizar la culpa; ese laberinto fue construido por personas concretas, de carne y hueso, alrededor nuestro, y a las que no hay que temer desenmascarar.
ResponderEliminarPero, ¿cómo salimos? Primero, reconociendo que si pretendemos matar al Minotauro, debemos contar con el hilo de Ariadna. El 'entusiasmo' solo no alcanza y termina siendo contraproducente.
En cualquier caso, como recordaba Marechal, 'de todo laberinto se sale por Arriba'. Porque a menos que podamos volar, es Otro el que nos saca.
'True men can't but try', dice Sir Gawain en la versión de Tolkien.
Como no recordar el tópico de los Cuatro Cuartetos,
ResponderEliminar“For us, there is only the trying. The rest is not our business.”
Ludovicus: No quiero enroscarme en una discusión logomáquica. Tan sólo señalé que los progres no soportan la popularidad de Francisco, que para quienes odian a la Iglesia él les duele como un cross de derecha y que a mí me agrada que les moleste. Quizás sea una revancha pobre, pero no voy a perder la oportunidad de facturarles sus agravios sistemáticos a Cristo. Los que más furiosamente se retuercen son los mismos que garabatean falos en las paredes de nuestras iglesias, invaden y profanan nuestros templos (como sucedió en la catedral de Santiago de Chile hace poco).
ResponderEliminarYo inferí que ustedes sienten que el Papa los estafa, no que estafa a los progres. Estos, por lo general y so color de un concepto negativo de laicismo, prefieren que nos encerremos bajo cuatro llaves dentro de las iglesias. Cualquier profesión pública de Fe les irrita, y ni hablar si influimos en las decisiones políticas de la sociedad. Humildemente, no me parece una decisión inteligente dejar pasar la oportunidad que la historia nos plantea. Al menos si no queremos que nuestros niños terminen siendo educados por historietistas pornógrafos de dudoso talento para el arte, o que las palabras Dios o Cristo sean un tabú en la educación pública.
Y sí, me angustia la falta de soluciones colectivas al ¿problema? de la Fe (aclaro que no veo por qué la Fe debe ser tratada como un problema). O más bien, la falta de mecanismos que permitan acercar el mensaje de salvación a todos (y todas). Y esa batalla debiéramos darla unidos, sin que ello implique que acordemos en todo. Es decir, dar de frente la batalla cultural.
En cuanto a lo de profundizar también acierta, por ello ya me bajé las obras de Bouyer que refiere nuestro caminante.
Walter: Por supuesto que con el entusiasmo solo no alcanza, ¿pero por qué no aprovechar ese viento de cola? Insisto: no desperdiciemos la oportunidad, no sabemos si va a haber otra.
Perdón por la extensión; mis habilidades para la síntesis son limitadas.
Pablo
"Yo soy solamente un hombre sin esperanza alguna, que son los más terribles optimistas: Viva la muerte. Soy un hombre que cree en la Segunda Venida de Cristo".
ResponderEliminarAsí termina esto, Pablo, necesariamente.
Ojalá la Iglesia se arregle, pero no le hace.
Y no se arreglará. Se confundió el fin que alguna vez fue trscendente y ahora es de masas.
No solo la Iglesia. Ésta solo se subió al tren de la modernidad que ya se venía dando en la política, la cultura, la educación, el comercio...
Esto tiene un padre (o una madre) que se llama Publicidad.
Ahora ya está, de acá no se sale, pero que viva la muerte.
Perdón bombón, pero no estoy dispuesto a rendirme tan fácilmente. Quiero, necesito dar pelea hasta el último día. Llámenme idealista, ingenuo, lo que quieran.
ResponderEliminarY ustedes se preguntarán ¿por qué? Bueno, la respuesta nos la da, una vez más, el interminable Gibert Keith: "Porque sólo la Iglesia Católica salva al hombre de la humillante y destructora esclavitud de vivir como hijo de su tiempo".
Pablo
ResponderEliminarEl importante es la cantidad de los que se salvan ...porque si fuera por la calidad , quienes serian los habitantes del Paraíso....??
YO me incluyo entre los innumerables giles y mediocres que no merecen la salvación . Solamente la puedo conseguir por los meritos infinitos de la pasión , cruz y resurrección de NSJC.. y su infinita misericordia ..que me permite hacer algunas cosas buenas …
¿¿Quién puede afirmar que tiene mas meritos que otro ..?
A medida que pasa el tiempo y uno va leyendo el Wanderer y las reacciones de muchos de sus (jóvenes, presumo) y bienintencionados lectores me encuentro con un denominador común: luego de alguna seria denuncia o advertencia de nuestro inefable amigo, los (jóvenes) lectores, realmente movidos y conmovidos por lo leído, demandan una solución o preguntan angustiados “¿qué hay que hacer?”. Los más enojadizos le reprochan no hacer nada o sólo estar escribiendo cosas en un blog. Estimados: éste es simplemente un blog de opinión, ni más ni menos; no se propone arreglar la Iglesia sino simplemente hacernos pensar y en una esas, iluminados y movidos por Dios, obrar en consecuencia en el ámbito propio de cada uno.¿Qué hay que hacer?, ya está respondido hace dos mil años: “se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres, la cual nos enseña que, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, vivamos con sensatez, justicia y piedad en el siglo presente, aguardando la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo”. Allí está todo el recetario, que cada uno lo aplique a su vida.
ResponderEliminarPasando a un punto particular y para entrar de lleno en polémicas, creo que gran parte de la angustia presente procede de errores y exageraciones piadosas con respecto a la naturaleza del papado, rémora de épocas pretéritas, pero que no responden a lo revelado, o sea, a la realidad.
El Papa es objeto de nuestra fe, sólo en cuanto parte integrante de la estructura de la Iglesia visible, objeto de nuestra fe, y no en cuanto hombre particular; de este modo no es necesariamente santo o sabio, y puede equivocarse en sus acciones e incluso en afirmaciones personales, que pueden ser erróneas o discutibles, como una breve recorrida por la historia de la Iglesia lo muestra. Si alguien me argumenta quien soy yo para decir esto, le respondo simplemente, como único ejemplo, que lea el proceso de San Máximo el Confesor y se fije qué autoridades le presentan al santo para que firme la Ecthesis, y cómo responde éste: hago mías sus palabras; o más breve, entonces eliminemos la historia, tout court. Ah, y me olvidaba: en ningún lado dice que el Papa sea elegido por el Espíritu Santo.
El Papa no es la fuente de nuestra fe, sino que su función es ser garante y custodio de la misma de modo ordinario, y de modo infalible en actos muy precisamente delimitados y que se dan raramente. La fuente de la fe es Dios mismo, el Espíritu Santo que nos inhabita, ilumina y mueve nuestras almas. El depósito de la fe es algo objetivo y dado a la Iglesia en cuanto tal, definido y delimitado en proposiciones explícitas a lo largo de la historia, y como virtud teologal de la fe, puesta en nuestros entendimientos por el Divino Paráclito. El Depósito no depende directamente del Papa y está desenganchado de él, por así decir. El Papa no tiene poder algunos sobre él para alterarlo, sino sólo para explicarlo a los fieles, según el modo del apotegma del Lirinense.
Más en general, me da la impresión que en los últimos quinientos años, por lo menos, se ha impuesto una visión de la Iglesia Militante demasiado perfecta, incompatible con la enseñanza de la Escritura y, nuevamente contradicha por la historia misma. Durante el primer milenio de la Iglesia, la mirada era mucho más realista: prueba patente, los cánones disciplinares de los siete primero Concilios Ecuménicos, en los cuales se legisla sobre la realidad y la posibilidad de los mayores desvíos en los ministros de la Iglesia. En la actualidad, la gente de Iglesia no concibe regularmente que el obispo pueda ser un facineroso: Calcedonia, Éfeso y el Trullano, sí. Esa es la diferencia.
No digo que todo esto nos traiga la apátheia perfecta en medio del berenjenal en que nos hallamos sumidos, pero puede servir para calmar algo los nervios; por lo menos a mí me los calma. Ejem . . .
The Procrastinator
P.S. Faltaba decir que me consta personalmente el bien que este blog ha hecho a muchas personas que han sido ilustradas y confirmadas en su fe por él.
Fragmento de la entrevista al ex cura gay en la que, de estar acertado, sigue desenmascarando al verdadero Bergoglio.
ResponderEliminar¿Pensás que el papa Francisco ha cambiado de opinión o creés que están dadas las condiciones para que llame a la Iglesia a replantear posiciones hasta ahora irreductibles en torno a este tema?
- En el fondo creo que Francisco tiene hace años una opinión tomada al respecto, porque siempre estuvo cerca de la gente. Él conoce y sabe que también en las parejas homosexuales hay historias de amor real, verdadero. Y como ser humano tiene una apertura y una visión del tema como toda lo es toda su filosofía: muy cristiana y por eso muy humana. Como Cardenal tenía que defender algo que se le pedía en una Iglesia concreta, la Iglesia Argentina, y era una batalla que no debía perder, desde Roma presionaban para eso. Pero ahora está en una posición que, paradójicamente, le da más libertad. Parece muy verticalista lo que voy a decir, pero no tiene a nadie arriba a quien responder más que al Evangelio, a Dios y a su conciencia. Entonces puede pedir y acompañar que muchas cosas se profundicen. Está en el lugar indicado, el lugar que el Espíritu Santo en el consenso de la elección le otorgó.
Pío
Wanderer: No creo que sea una obsesión de ustedes por el hecho de ser argentinos. Me recuerda al caso de un chaval que tenía un tío del que siempre hablaba pestes. Concretamente, decía que aparte de tonto era pesado. Cuando se lo contaba a su cuadrilla, ésta lo escuchaba con atención aunque pensando que en el fondo el muchacho era un exagerado monotemático. Cuando el tìo llegó a presidente de la comunidad de vecinos, pudieron corroborar que no se estaba exagerando nada. En ese momento el chaval no dejaba de recordar a su cuadrilla que "ya os lo dije yo". Pues eso.
ResponderEliminarLo que sí que resulta digno de mención es la diferencia entre Europa y América. Ahora resulta que Bergoglio tenía mucho ascendiente en el episcopado latinoiberoamericano. Aquí si no es por la cigueña o por este mismo blog, al oir su nombre pensaríamos en algún jugador de River tentado en el mercado de invierno. A lo mejor no es tanto.
Algunas veces escucho hablar con fruición de la comunidad latinoiberoamericana. Yo creo que es muy importante el desarrollo y el impulso del idioma español, fundamentalmente para poder obviar el estudio de otros idiomas harto abstrusos. Pero poco más. Se dice que Bergoglio es el resultado de que la "iglesia que reza (ummm) en español" ha tomado conciencia de clase (o algo así). Lamentablemente esta "solidaridad ibero-latina" suele ser para mal, en el plano político para sublimar los mutuos resentimientos, y en el eclesiástico para dar carta de naturaleza a lo más cutre y vulgar del sacristanerío. El progrerío iletrado que cree que le ha tocado la lotería. Quizá la cosa sea mas profunda, pues el ambiente de republica bananera que rodea a este pontificado puede ser una proyecciôn del resentimiento frente a "alguien" derivado del espìritu autodestructivo y heteroculpatorio que alcanza el nivel de categoría étnica en nuestros pueblos. Ah si, y Malvinas argentinas y Gibraltar español.
El cura loco español
Cura Loco Español, tengo un amigo que es un Cura Loco Argentino que dice haber elegido a Bergoglio papa es haber expandido metastásicamente el mal argentino que, le aseguro, es muy difícil de curar.
ResponderEliminarYa que hablamos de la Argentina, me gustaría abrir una "sucursal" del tema Francisco: desde que lo eligieron, a la Iglesia la durmió. Ni una palabra sobre la grosera instrumentación electoral de la figura del Papa, ni sobre la ley de fertilización asistida, y silencio hoy sobre la corrupción de menores promocionada por el Ministerio de Educación en Mendoza.
ResponderEliminarYa sabía que el Papa perdía la ciudadanía cuando lo elegían, pero no que los obispos también. Y me parece que otro Papa tenía la bandera polaca abajo de la sotana.
Por menos de esto, Juan Pablo II te armaba un verdadero "lío" en Polonia. La verdad, hasta lo extraño.
Estimados:
ResponderEliminarCoincido con el Procastrinator.
Me considero que ya no soy joven -tengo 40 años recién cumplidos-. Agrego que en una época me preocupaba mucho lo que pasaba en Roma, con la ortodoxia de la doctrina y lo que hacía y dejaba de hacer el Papa. Eso se orignó, muy probablemente, como reacción frente a quienes hacian lo mismo con el Papa en esos momentos para denigrar todo (Juan Pablo II) o selectivamente mucho (Benedicto XVI, que ahora ya esta pareciéndose a Pío XII, frente a Francisco).
Afortunadamente,desde hace años, me importa un bledo. No niego que me interesó bastante todos los hechos alrededor de la elección de Francisco, y que me alegró mucho que fuera argentino -aunque fuera Bergoglio-.
Pero la verdad es que lo que hace, deja de hacer, dice o deja de decir el Papa, me tienen sin cuidado. Salvo, claro, cuando habla en pleno ejercicio de su función papal magisterial, donde ya se que no dirá nada preocupante. No lo hicieron grandes y profundos papas intelectuales como Pablo VI o Benedicto XVI, no lo va a hacer este peronacho activista.
Trabajo durante la semana intensamente, y espero los fines de semana para disfrutar del ocio, las familias, "del sol y las estrellas" y del descanso. Me quedan varios años de vida, que debo aprovecharlos bien. Rezo y hago rezar a los míos. Y es suficiente. Traté de mantenerlos aislados de la onda papista, como trato de tenerlos aislados de los eventos masivos. La vida de fe, y la vida, van por otro lado.
Wanderer, si lo amenazo: voy a dejar de leer su blog si sigue hablando tanto de este Papa. Es intrascedente.
Saludos,
Disculpen. Soy el anónimo de recién.
ResponderEliminarTodo lo anterior fue para decirle a Pablo:
No hay que salir de ningún laberinto, porque no hay laberinto.
Esta Cristo, la fe, la doctrina, cierta piedad, incluso los sacramentos que se consiguen también en una Iglesia Novus Ordo medio chiruza -no se preocupe la gracias siempre actúa-. Y no hay más. Vida recta y oración.
Después a ocuparse de sus cosas, no de Roma.
Saludos,
Pablo, ¿por qué nos se deja de joder y se va merodear por otros blogs que le gusten más que este? Hay muchos; tiene para elegir.
ResponderEliminarEstá usted oficialmente expulsado de este foro.
Qué mete miedo... «lo que viene, lo que viene» ¡Un futuro consistorio!... Lo peor está por venir. ¿Imaginan a los futuros cardenales del próximo cónclave eligiendo de entre ellos al futuro papa? Un verdadero apocalipsis.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con Ludovicus. Lo últimos sucesos y el silencio del episcopado es una muestra más de su inutilidad; un ejemplo clarísimo del "ethos" argentino que aqueja al clero nacional. Da la impresión de no querer pronunciarse (teoría de lo más casera y rudimentaria) para evitar una imagen negativa ante la sociedad que contrasta con la imagen en alza del actual Pontífice.
ResponderEliminar"en el Tabor, Nuestro Señor se mostró en la belleza de su Esencia Original"
ResponderEliminarDisculpe Wanderer que llame la atencion sobre esta afirmación, que no hace al tema principal del artículo, pero estimo conveniente corregir la inexactitud que contiene.
Nuestro Señor Jesucristo tiene dos naturalezas o esencias (ousia), la divina y la humana. Interpreto que por "original" Ud se refiere a la naturaleza divina. Este adjetivo no es usual, pero puede aceptarse en el sentido de que el Verbo es Dios desde la eternidad, mientras que es hombre desde la Anunciacion.
Pero el punto es que en la Transfiguracion Jesús no mostró la esencia divina a los tres apóstoles. Lo que les mostró fue su naturaleza humana glorificada, a la cual evidentemente no se la puede designar como "esencia original".
Calcedónico, gracias por la observación.
ResponderEliminarSe la voy a pasar a San Juan Damasceno, autor del oficio bizantino de la Transfiguración, para que la tenga en cuenta, porque la expresión no es mía, es de él.
Muy bien Calcedónico, se ve que la confusión es típica de los Juanes, sino fíjense esto:
ResponderEliminar"y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad" (Jn 1, 14).
Se olvidó de decir que vieron nada más que la gloria que recibe la naturaleza humana. Pero también se equivocó su Maestro: "Quien me ve a mí, ve al Padre" (Jn 14, 9)
El mal bergogliano que hizo a la Argentina, en todo caso.
ResponderEliminarY un off topic ¿Que saben ustedes de la fórmula de consagración de "Hipólito"?
parece que es una fórmula de entronización de un patriarca de rito maronita que P VI empezó a usar para la consagración de los obispos y sacerdotes...
.. ..
0¿0
uuu
Estimado. Todavia lo estamos esperando al Cardenal. En 2010 Viajamos 1500 km con un escandalete de monsegnores y cancilleres. Bastante pesado y que logramos?.NADA.
ResponderEliminarEsa fue nstra experiencia. Conocer Capital Federal y disfrutar de calle Florida. Por lo demas nunca soluciono nada. De que pobres habla? De que transparencia?. Hay alguna foto con los villeros, los desposeidos del interior del pais?. O con los laburantes de esos que madrugan dia a dia.
Hoy por hoy el escandalete sigue mas tapado eso si.
Wanderer, gracias por pponer a disposición el libro de Omar Bello. Le mando algunas reflexiones al respecto. va en dos comentarios porque no entra. Mis disculpas si quedó algún horror de ortografía.
ResponderEliminarUn papa para exorcizar el suegro de Omar Bello.
Un papa para exorcizar el suegro de Omar Bello.
Es difícil remontar un libro cuando el autor nos avisa que frecuentaba Miami cuatro veces al año en una época de éxito laboral pasada. Y más aún si, a criterio del autor, el viaje ameritaba triplicar el gasto, con pasajes en primera.
Ya el título promete un recorrido áspero como para, además, continuar la lectura estando alerta por el calibre del autor, eficazmente ilustrado por su playa de preferencia y el criterio de quemar la bonanza económica cuando está en el bolsillo. Pero en seguida el lector notará con alivio que el autor desarrolla su planteo en muchas menos páginas de las que tiene el libro.
Omar Bello dedica no poco espacio a presentarse. Nos cuenta aquellos detalles de su vida necesarios para construir la imagen de un profesional exitoso. Y la de un outsider: no existen menciones de un interés por lo religioso propio o de su entorno familiar. El profesional es entonces, además, puramente funcional. Y el autor se cruza en el itinerario del histórico Bergoglio a partir de la funcionalidad. Cuando el lector ha avanzado un poco más, el perfil pragmático está explicado e implicado de manera tal que cuando Bello asiste a una reunión en el Arzobispado, no hace falta explicitar que sólo lo hace en carácter de su desempeño como experto en comunicación. El no está allí por el mismo motivo que los demás. Conclusión: los demás son menos pragmáticos, no outsiders, católicos que quedan fascinados cuando Bergolio pasa a saludar al final de la reunión. Él, en cambio, no, comprobando ante el lector su capacidad de observador aséptico. Sin embargo, el lector podría preguntarse: ¿por qué he leído tanto sobre Bello y por ahora poco sobre Bergoglio?
El perfil de outsider queda completado a través de la relación con su suegro, en la que, sin mucha precisión, coexisten una cuestión de piel entre ambos, por un lado, y una valoración asimétrica de lo religioso. Las anécdotas consignadas al respecto juegan con estos dos factores, pero luego una efímera intervención del cura amigo del suegro indica que sería lo segundo la causa del problema. Queda así introducida la categoría “familia con sacerdote amigo”, clave para comprender por qué es Bello, y no su suegro, quien escribe sobre Bergoglio. Por lo demás, este tema parece ocupar demasiado espacio, abundando en ribetes emotivos, lo cual muestra que Bello aún no ha superado el choque cultural con el padre de su esposa.
Llegados a este punto, el lector entendió que Bello reúne dos características. Por un lado es un especialista de la comunicación y, por lo tanto, entiende el mundo de lo político el poder. Por otro lado, no menciona al cura amigo de su familia, pero sí al de su desagradable suegro. Y se lleva mal con quien, teniendo un cura amigo, posee una cantidad de atributos adicionales, específicamente en el plano de la cultura o, al menos, en todo aquello lejano al terreno en el que habita Bello, el de lo funcional.
Queda explicada de esta forma, la capacidad que Bello alega haber mostrado para no dejarse llevar, y permanecer indiferente cuando ingresa al recinto un personaje poderoso, tanto como para observar que Bergoglio dice a cada uno lo que quiere escuchar. Hemos llegado entonces, aunque con un exceso de variantes metafóricas (Miami, la fascinación de “los demás”), a lo que motiva el libro: explicar que a Bergoglio le ha tocado estar en una posición de poder. El libro sirve para confirmar una circunstancia obvia, pero no tan obvia. En una sociedad sentimental como la nuestra, es difícil hablar de la frialdad del poder sin provocar escándalo, y más si el poder va cubierto por el sentimentalismo adicional del pietismo católico que supimos conseguir. El libro se dirige a quienes, como Bello, son ajenos al pietismo o a la cultura de la religioso, pero necesitan confirmar, o es conveniente que confirmen, que Bergoglio está en una posición de poder.
ResponderEliminarSin embargo, el libro llega estrictamente hasta allí. Presenta el poder como una rara frecuentación de personajes importantes a la que queda sujeto quien está en la posición de poder. Y así, en algún momento, comienzan a sucederse las anécdotas de visitantes al despacho de Bergoglio, cuyos nombres conocemos, sin que Bello saque ninguna conclusión sobre cómo son parte del poder ejercido por un cardenal. Ni con quién, ni para qué el poder. Brillan por su ausencia temas intrínsecos del poder, como el dinero, el reparto de cargos y el tráfico de influencias.
En alguna página Bello pierde el Norte por completo, al afirmar, sin argumentos, como tal o cual sector de la iglesia quedó relegado con el ascenso de Jorge Mario. Aquí se derrumba por completo el planteo. Quién afirma haber frecuentado a Bergoglio durante años, y se presenta como un hombre de las comunicaciones y los viajes en primera, omite toda presentación de la política dentro de la iglesia.
Al ser un outsider, entendemos por qué Bello es el indicado para mostrarnos el “necesario” lugar de poder, lugar frío, que le toca a Bergoglio. Pero su condición de outsider también lo habilita a recorrer, sin nada que perder, la interna de la iglesia, ya que no se trata de una faceta más del personaje, sino de la principal. Nada queda de Bergoglio sin presentar el rol que ha jugado durante más de una década en la iglesia argentina.
Si Bello es un outsider, puede asegurar la venta de su libro poniendo por escrito lo que sabe, digamos, lo que sabe por haber frecuentado asiduamente a Bergoglio. Si es un outsider, y no lo escribe, es porque nada sabe. Bello, entonces, sufrió entonces la misma fascinación que con solapada arrogancia atribuye a los demás asistentes a aquella reunión en al arzbispado. Y mientras duró su relación, también a él Bergoglio le dijo lo que quería escuchar.
Bello aún sufre la mirada de su suegro, y Bergoglio la de aquellos que son como el suegro de Bello. Por lo tanto, ambos tienen bastante en común. El objetivo de ambos es exorcizar al conservatismo de barrio Norte, con curas amigos de la familia. Una empatía que le quita a Bello margen para la objetividad, y a Bergoglio margen para admitir en la iglesia todo aquello que no le resulte familiar.