lunes, 29 de septiembre de 2014

Cuando el Rin vomitó en el Riachuelo

No otra cosa podemos pensar luego del reportaje que publica hoy La Nación al cardenal Walter Kasper, realizado -cuando no-, por la venenosa Elizabetta Piqué. Recomiendo su lectura por la gravedad de sus declaraciones.
Aquí van algunos comentarios:

Presupuestos
Me parece importante incluir algunos presupuestos contra neocones, que estarán medio confundidos por estas arremetidas pontificias contra la doctrina católica, y adjudicarán las declaraciones del alemán a dichos y rumores sin demasiada trascendencia.
- El cardenal Kasper, en este tema concretamente, expresa las ideas de Francisco. O si quieren, Bergoglio habla por boca de Kasper. Sabemos que, para el Papa, el cardenal Kasper es un “gran teólogo” y un “gran alma”, que hace “teología de rodillas”. Muy pocos purpurados, si es que alguno, ha recibido tales repetidos elogios públicos del Pontífice felizmente reinante.
- La mayor parte de las entrevistas son pautadas. Es decir, lo que Kasper dijo no son los desvaríos de un ancianito senil, sino que han sido muy pensadas y meditadas, y dichas con sus palabras justas en el tiempo convenido.

Las declaraciones
1) La respuesta a la primera pregunta es, de hecho, una declaración de guerra a los cardenales y obispos conservadores, considerando por “conservadores” a aquellos que defienden la doctrina tradicional de la Iglesia sobre la economía sacramental. Les dice directamente que ellos han convertido al Evangelio en una ideología y que pretenden deducir silogísticamente, a partir de una frase evangélica, un conjunto de normas que pertenecen al campo de la disciplina. Y pretende apoyar su posición nada menos que en Santo Tomás de Aquino para, de esa manera, restarle a la posición conservadora, sustento doctrinal.  
2) “Nosotros tenemos que caminar con todo el pueblo de Dios y ver cuáles son sus necesidades”. Es decir, el Evangelio, que no es un código de normas penales, debe adaptarse a las necesidades del Pueblo de Dios. Yo siempre entendí que la cosa era al revés: el Pueblo de Dios debía adaptarse al Evangelio que, como bien dice el purpurado alemán, es Palabra viva, destinada a deificar al hombre o, si esto escandaliza a algunos, a elevarlo. Utilizar el Evangelio para justificar las debilidades y pecados de los cristianos no es sólo invertir la enseñanza del Señor, sino impedir que los bautizados sean transformados por su gracia.
3) “¿Qué es lo bueno para la Iglesia? Lo bueno para la Iglesia es adaptarse al mundo”. Es esto lo que, en definitiva, dice Kasper cuando considera que es “necesaria una discusión abierta” porque una “Iglesia cerrada no es sana” y porque “vivimos en una sociedad abierta y plural”. Es decir, la Iglesia debe ser como es la sociedad actual: abierta, dispuesta a debatir todo, y que los temas disciplinares y doctrinales provengan del consenso de los actores de la discusión. En término filosóficos, no más que la “ética del consenso” de Jürgen Habermas, eximio representante del marxismo crítico de la Escuela de Frankfort y, en términos escatológico, la entrega de la Esposa del Cordero a las potestades de este mundo.
Por otro lado, el muy ladino recurre al sensum fidelium para intentar el engaño de que, la encuesta que por mandato pontificio se realizó a los fieles, expresaría justamente ese sentir de los fieles que debe ser tenido en cuenta. ¡Ya te voy a dar yo a vos, trapacista empurpurado, que el sensum fidelium se mida con encuestas! Para eso contratamos a Management&Fit o a Poliarquía, y no a ustedes, teólogos de rodillas o de dedo meñique.
- ¡No exagere Wanderer! Eso es lo que dice un cardenal; no lo que dice el Papa.
- Ese cardenal asegura: “Esta es la aproximación del Papa”. Y, hasta ahora, nadie salió a desmentirlo.
3) Afirma Kasper,  en tono negativo y azuzado por la Piqué, que “hay gente que no está totalmente de acuerdo con este Papa”. ¿Pero en qué quedamos Eminencia? ¿No era que estamos en la Iglesia del diálogo y la apertura? ¿O será que la apertura es solamente para los que piensan como usted y como su valedor, y que los que piensan distinto están, de suyo, excluidos de cualquier posibilidad de diálogo? Ya se publicó la semana pasada las tretas y artilugios que usted y su pandilla tienen preparadas para manipular el sínodo e impedir que las posturas “conservadoras” sean escuchadas y tenidas en cuenta.
4) “No recuerdo una situación semejante, en la que de forma tan organizada cinco cardenales escribieran semejante libro (refieriéndose al de los cinco cardenales conservadores). Es como se manejan los políticos, pero creo que en la Iglesia no deberíamos portarnos así”.
¡Hipócrita tunante! ¿No es así, acaso, como te manejás vos y los de tu mesnada? ¿No es así, acaso, como se manejó siempre tu jefe e inspirador, mientras era arzobispo de Buenos Aires? ¿No es así como se maneja aún hoy? Abrí las páginas de los diarios y entérate de la parafernalia circense que permitió el sábado de la semana pasada en ocasión de la visita de la presidente argentina y de los impresentables personajes que la acompañaban, y te vas a enterar lo que es manejarse como político.
Los cardenales que escribieron el libro fueron valientes pastores que, aun a costa de perder si no su cabeza, al menos su capelo, afirmaron lo que la Iglesia siempre afirmó. Y, en todo caso, fueron “astutos como serpientes” según nos manda el Evangelio.
5) “No puedo imaginarme que la mayoría del sínodo en este punto pueda oponerse al Papa”. Otra vez con la trampa. ¿No era que las decisiones no debían venir “desde arriba” sino alcanzadas mediante el diálogo y el consenso? ¿Cómo es entonces que, si el Papa indica en el discurso de apertura que los que viven en adulterio pueden comulgar, todos deben seguirlo y ninguno oponerse? Kasper, vos sos como Bergoglio. Muchas misericordia, pero preguntale a Livieres, o a Palazzini, o al pobre Palmiero, o a Mollaghan como fueron misericordiados por Francisco.

Conclusión
Las declaraciones del cardenal Kasper son durísimas. Son un atrincheramiento. Son un mensaje al resto de los padres sinodales: esta es la posición del Papa y él no espera que nadie le haga oposición, porque ya saben lo que les va a pasar a los que se opongan.
¿A qué les hace acordar? Los argentinos no tendrán duda: a las sesiones del Congreso Nacional que son no más que una farsa en la que se aprueban sin chistar los proyectos enviados por el Poder Ejecutivo, haciendo caso omiso a las posiciones contrarias de la oposición. Peronismo en estado puro.
Finalmente, el Rin y el Riachuelo terminarán siendo los afluentes principales de la Apostasía profetizada.


viernes, 26 de septiembre de 2014

Ciudad de Solada



Aspice, Domine, quia facta est desolata civitas. 
Quomodo sedet sola civitas.


Algunas reflexiones sobre lo ocurrido con la vacancia de la sede episcopal de Ciudad del Este.
En primer lugar, no podemos negar que se cometieron varios desatinos por parte de los actores involucrados, y señalo los dos más notorios:
1. El P. Carlos Urrutigoity, o Father U., excusa del escándalo, venía de un juicio en Estados Unidos, del que había sido absuelto, pero que despertó un vendaval en los medios de prensa y le terminó costando la sede a Mons. Timlin, obispo de Scranton. Más allá de lo justo o injusto de la situación, lo cual no trataré en este blog (y advierto que no publicaré ningún comentario en ese sentido), lo cierto es que, frente a los hechos, lo prudente hubiese sido mantener un perfil bajísimo y no asomar la cabeza porque, seguro, lo iban a cascotear. Larvatus prodeo, diríamos en latín, o Hacete el muerto para que no te maten, en criollo.
2. Mons. Rogelio Livieres cometió también, a mi modesto entender, errores garrafales. Si se jugó aceptando a Fr. U. en su diócesis, sabiendo cómo venía la mano, jamás debió ubicarlo en un puesto de alta exposición como el de Vicario General. No tengo dudas de la gran capacidad del P. Carlos, pero bien podría haber puesto un cura fantoche y presta-nombre en ese cargo, y que la diócesis la manejara el cura mendocino desde las sombras, astucias básicas de cualquier gobernante mínimamente avezado. 
Por otro lado, sus declaraciones a la prensa sobre el carácter retozón del arzobispo de Asunción fue una imprudencia mayúscula por mucho motivos, pero señalo uno de ellos: le dio a Francisco el motivo que necesitaba para echarlo.
Pero vayamos ahora a lo que me parece más significativo en orden a los temas que venimos tratando últimamente en el blog. No es inusual que obispos sean removidos de sus diócesis: así ocurrió con Maccarone y Bargalló, que renunciaron voluntariamente, y con Mons. Rey, cuya renuncia le fue "sugerida" antes de que estallara un escándalo mayúsculo. Pero el caso de Mons. Livieres es distinto: él se negó a renunciar más allá de las presiones que ejercieron los curiales romanos, lo cual obligó al Santo Padre a declarar a Ciudad del Este "sede vacante" y nombrar un nuevo obispo. Esto me parece sumamente revelador y una señal que manda el Papa a todos los obispos: "No se hagan los locos, porque los corro". Y pienso:
1. Me dirán los historiadores y canonistas si es acertado, pero me parece muy inusual la declaración por parte de Roma de una "sede episcopal vacante". ¿Es algo propio de las misericordias y diálogos francisquistas?
2. Más allá de que se hayan vulnerado canónicamente todos los derechos y garantías que podría aducir el obispo, lo cierto es que en la Iglesia latina el Papa tiene poder absoluto sobre cada uno de los bautizados que caminan sobre el planeta y puede hacer con ellos lo que quiera. Y la exageración de este principio desemboca en el disparate del absolutismo pontificio, que con tanto ahínco defiende los lefes y otros tradicionalistas, están a la vista. Una cosa es tener de Papa a San Pío X o a Benedicto XVI, y otra es tener a un chimpancé con navaja.
3. Una situación de este tipo jamás podría ocurrir en las iglesias orientales, sean católicas u ortodoxas. Me animaría a decir, y corríjame algún canonista, que si a Bergoglio se le ocurriera declarar la vacancia de una sede de, supongamos, Ucrania, el sínodo de obispos lo sacaría a los escobazos, como sacó a escobazos Hincmaro, arzobispo de Reims, al papa Juan VIII a fines del siglo IX cuando éste pretendió meterse en la jurisdicción de los metropolitanos. Insisto entonces sobre lo que hemos discutido varias veces en este foro: el absolutismo papal es un peligroso disparate y no tiene tradición apostólica, sino que surge en los primeros siglos del segundo milenio por cuestiones meramente políticas. Ha traídos sus beneficios, no hay duda de ello, pero los riesgos están a la vista.
4. Llama la atención lo expeditivo y la voluntad ejecutiva de la Santa Sede para resolver el caso. En un mes, se limpió al obispo y comenzó la destrucción de todo lo que se había hecho en la diócesis paraguaya. Y llama la atención, digo, porque en casos muchos más graves, se procedió mucho más lentamente o, directamente, no se precedió. O peor aún: si la acusación a Mons. Livieres, obispo conservador, es que protegió a un sacerdote sospechado de pederastia, ¿por qué no se actuó del mismo modo con el cardenal Godfriend Daneels, obispo progresista? Recordemos que hace poco tiempo el escándalo de Daneels en su sede flamenca involucró el allanamiento de la catedral y del palacio episcopal por parte de la policía belga y el secuestro de las computadores del purpurado donde se encontraron pruebas irrefutables de su protección de curas y obispos pervertidos, entre ellos Mons. Vangheluwe, obispo de Brujas, que abusó durante años de su propio sobrino cuando éste era menor de edad. ¿Y dónde está ahora Daneels? ¿Penitente en algún monasterio por orden del severo papa Francisco que no deja pasar una? Pues no. El cardenal Daneels acaba de ser nombrado por el papa Bergoglio, personalmente, miembro del próximo sínodo sobre la familia. Así como para la presidente argentina, Cristina Kirchner, hay buitres malos (como el Fondo Elliot) y buitres buenos (como George Soros), para el papa argentino hay encubridores malos (como Mons. Livieres) y encubridores buenos (como el card. Daneels).
5. Finalmente, llama también la atención que la razón que aduce el documento de la Curia Vaticana para la remoción de Mons. Livieres de su sede sea la "falta de comunión" con el resto de los obispos del Paraguay. ¿Es necesario, acaso, que un obispo, para ocupar legítimamente su sede, esté en comunión con sus "hermanos" obispos (con tales hermanos, mejor ser unigénito...)? Siempre pensé que la comunión debía darse con el sucesor de Pedro. Pero todo cambia en épocas bergoglianas.

Y una perlita final: el papa Francisco nombró hace poco al cardenal australiano George Pell como Prefecto de la nueva Secretaría de Asuntos Económicos de la Santa Sede. Este purpurado, egresado de Oxford y de índole conservadora, se expresó públicamente la semana pasada en contra de la posibilidad de que los divorciados y vueltos a casar puedan comulgar, al unísono de muchos otros obispos. Y, oh casualidad!, han comenzado a aparecer en varios medios de prensa noticias acerca de que, mientras era arzobispo de Sydney, protegió a un cura pederasta, acusación de la que fue sobreseído, aunque eso no se dice. No me extrañaría que, en las próximas semanas, el papa Francisco, en su cruzada anti-encubrimiento, descabece al cardenal Pell de su puesto curial y lo mande de Patronus de la Orden Equestre del Santo Sepulcro.   
By the way, ¿qué pasaría si aquí contamos los casos de encubrimiento a sacerdotes sodomitas que pesan sobre el ex-cardenal Bergoglio durante su desempeño en la sede porteña?

jueves, 25 de septiembre de 2014

A Su Eminencia el Cardenal Ouellet


Luego de la alta dosis de misericordina pontificia que recibió Mons. Rogelio Livieres esta mañana , aquí va la carta que escribió al Prefecto de la Congregación de Obispos: 






Su Eminencia Reverendísima

Cardenal Marc Ouellet
Prefecto de la Congregación para los Obispos
Palazzo della Congregazioni,
Piazza Pio XII, 10, 
00193 Roma, Italia


25 de septiembre de 2014

Eminencia Reverendísima:
Le agradezco la cordialidad con que me recibió el lunes 22 y el martes 23 de este mes en el Dicasterio que preside. Igualmente, la comunicación por teléfono que me ha hecho hace unos momentos de la decisión del Papa de declarar a la Diócesis de Ciudad del Este sede vacante y de nombrar a Mons. Ricardo Valenzuela como Administrador Apostólico.
Tengo entendido que el Nuncio, prácticamente en simultáneo con el anuncio que Su Eminencia me acaba de dar, ha realizado una conferencia de prensa en el Paraguay y ya se dirige hacia la Diócesis para tomar control inmediato de la misma. El anuncio público por parte del Nuncio antes de que yo sea notificado por escrito del decreto es una irregularidad más en este anómalo proceso. La intervención fulminante de la Diócesis puede quizás deberse al temor de que la mayoría del pueblo fiel reaccione negativamente ante la decisión tomada, ya que han manifiestado abiertamente su apoyo a mi persona y gestión durante la Visita Apostólica. En este sentido recuerdo las palabras de despedida del Cardenal Santos y Abril: «espero que reciban las decisiones de Roma con la misma apertura y docilidad con que me han recibido a mí». ¿Estaba indicando que el curso de acción estaba ya decidido antes de los informes finales y el examen del Santo Padre? En cualquier caso, no hay que temer rebeldía alguna. Los fieles han sido formados en la disciplina de la Iglesia y saben obedecer a las autoridades legítimas.
Las conversaciones que hemos mantenido y, aparentemente ya que no los he visto, los documentos oficiales, dan por justificación para tan grave decisión la tensión en la comunión eclesial entre los Obispos del Paraguay y mi persona y Diócesis: «no estamos en comunión», habría declarado el Nuncio en su conferencia.
Por mi parte, creo haber demostrado que los ataques y maniobras destituyentes de la que he sido objeto se iniciaron ya desde mi nombramiento como Obispo, antes incluso de que pudiera poner un pie en la Diócesis –hay correspondencia de la época entre los Obispos del Paraguay con el Dicasterio que Su Eminencia preside como prueba fehaciente de ello. Mi caso no ha sido el único en el que una Conferencia Episcopal se ha opuesto sistemáticamente a un nombramiento hecho por el Papa contra su parecer. Yo tuve la gracia de que, en mi caso, los Papas san Juan Pablo II y Benedicto XVI me apoyaran para seguir adelante. Entiendo ahora que el Papa Francisco haya decidido retirarme ese apoyo.
Sólo quiero destacar que no recibí en ningún momento un informe escrito sobre la Visita Apostólica y, por consiguiente, tampoco he podido responder debidamente a él. A pesar de tanto discurso sobre diálogo, misericordia, apertura, descentralización y respeto por la autoridad de las Iglesias locales, tampoco he tenido oportunidad de hablar con el Papa Francisco, ni siquiera para aclararle alguna duda o preocupación. Consecuentemente, no pude recibir ninguna corrección paternal –o fraternal, como se prefiera– de su parte. Sin ánimo de quejas inútiles, tal proceder sin formalidades, de manera indefinida y súbita, no parece muy justa, ni da lugar a una legítima defensa, ni a la corrección adecuada de posibles errores. Sólo he recibido presiones orales para renunciar.
Que mis opositores y la prensa local hayan recientemente estado informando en los medios, no de lo que había pasado, sino de lo que iba a suceder, incluso en los más mínimos detalles, es sin duda otro indicador de que algunas altas autoridades en el Vaticano, el Nuncio Apostólico y algunos Obispos del país estaban maniobrando de forma orquestada y dando filtraciones irresponsables para «orientar» el curso de acción y la opinión pública.
Como hijo obediente de la Iglesia, acepto, sin embargo, esta decisión por más que la considero infundada y arbitraria y de la que el Papa tendrá que dar cuentas a Dios, ya que no a mí. Más allá de los muchos errores humanos que haya cometido, y por los cuales desde ya pido perdón a Dios y a quienes hayan sufrido por ello, afirmo una vez más ante quien quiera escucharlo que la substancia del caso ha sido una oposición y persecución ideológica.
La verdadera unidad eclesial es la que se edifica a partir de la Eucaristía y el respeto, observancia y obediencia a la fe de la Iglesia enseñada normativamente por el Magisterio, articulada en la disciplina eclesial y vivida en la liturgia. Ahora, empero, se busca imponer una unidad basada, no sobre la ley divina, sino sobre acuerdos humanos y el mantenimiento del statu quo. En el Paraguay, concretamente, sobre la deficiente formación de un único Seminario Nacional –deficiencias señaladas no por mí, sino autoritativamente por la Congregación para la Educación Católica en carta a los Obispos de 2008. En contraposición, y sin criticar lo que hacían otros Obispos, aunque hay materia de sobra, yo me aboqué a establecer un Seminario diocesano según las normas de la Iglesia. Lo hice, además, no sólo porque tengo el deber y el derecho, reconocido por las leyes generales de la Iglesia, sino con la aprobación específica de la Santa Sede, inequívocamente ratificada durante la última visita ad limina de 2008.
Nuestro Seminario diocesano ha dado excelentes frutos reconocidos por recientes cartas laudatorias de la Santa Sede en al menos tres oportunidades durante el pontificado anterior, por los Obispos que nos han visitado y, últimamente, por los Visitadores Apostólicos. Toda sugerencia hecha por la Santa Sede en relación a mejoras sobre el modo de llevar adelante el Seminario, se han cumplido fielmente.
El otro criterio de unidad eclesiástica es la convivencia acrítica entre nosotros basada en la uniformidad de acción y pensamiento, lo que excluye el disentimiento por defensa de la verdad y la legítima variedad de dones y carismas. A esta uniformidad ideológica se la impone con el eufemismo de «colegialidad».
El que sufre las últimas consecuencias de lo que describo es el pueblo fiel, ya que las Iglesias particulares se mantienen en estado de letargo, con gran éxodo a otras denominaciones, casi sin vocaciones sacerdotales o religiosas, y con pocas esperanzas de un dinamismo auténtico y un crecimiento perdurable.
El verdadero problema de la Iglesia en el Paraguay es la crisis de fe y de vida moral que una mala formación del clero ha ido perpetuando, junto con la negligencia de los Pastores. Lugo no es sino un signo de los tiempos de esta problemática reducción de la vida de la fe a las ideologías de moda y al relajamiento cómplice de la vida y disciplina del clero. Como ya he dicho, no me ha sido dado conocer el informe del Cardenal Santos y Abril sobre la Visita Apostólica. Pero si fuera su opinión que el problema de la Iglesia en el Paraguay es un problema de sacristía que se resuelve cambiando al sacristán, estaría profunda y trágimente equivocado.
La oposicion a toda renovación y cambio en la Iglesia en el Paraguay no sólo ha contado con Obispos, sino también con el apoyo de grupos políticos y asociaciones anti-católicas, además del apoyo de algunos religiosos de la Conferencia de Religiosos del Paraguay –los que conocen la crisis de la vida religiosa a nivel mundial no se sorprenderán de esto último. El vocero pagado y reiteradamente mentiroso para tales maniobras ha sido siempre un tal Javier Miranda. Todo esto se hizo con la pretensión de mostrar «división» dentro de la misma Iglesia diocesana. Aunque la verdad demostrada y probada es la amplia aceptación entre el laicado de la labor que veníamos haciendo.
Del mismo modo que, antes de aceptar mi nombramiento como Obispo, me creí en la obligación de expresar vivamente mi sentimiento de incapacidad ante tamaña responsabilidad, después de haber aceptado dicha carga, con todo el peso de la autoridad divina y de los derechos y deberes que me asisten, he mantenido la gravísima responsabilidad moral de obedecer a Dios antes que a los hombres. Por eso me he negado a renunciar por propia iniciativa, queriendo así dar testimonio hasta el final de la verdad y la libertad espiritual que un Pastor debe tener. Tarea que espero continuar ahora desde mi nueva situación de servicio en la Iglesia.
La Diócesis de Ciudad del Este es un caso a considerar que ha crecido y multiplicado sus frutos en todos los aspectos de la vida eclesial, para felicidad del pueblo fiel y devoto que busca las fuentes de la fe y de la vida espiritual, y no ideologías politizadas y diluídas creencias que se acomodan a las opiniones reinantes. Ese pueblo expresó abierta y públicamente su apoyo a la labor apostólica que hemos venido haciendo. El pueblo y yo hemos sido desoídos.

Suyo afectísimo en Cristo,


+ Rogelio Livieres

Ex obispo de Ciudad del Este (Paraguay)

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Mascarada

Las máscaras están cayendo. El hombre bueno, conciliador y abierto está dejando ver un rostro que más se asemeja al de Stalin que al de San Francisco de Asís.
La táctica pontificia de la ambigüedad y los dobles discursos sigue vigente pero a niveles ya de tanta desvergüenza que difícilmente  pueda alguien no apercibirse de la situación. Y pongo dos ejemplos. No me cabe duda alguna que el “casamiento” sodomítico oficiado en Santiago del Estero y publicitado en medios de prensa nacionales algunos días antes de su escandalosa celebración, fue conocido y aprobado, al menos tácitamente, por el papa Francisco. El neocon dirá: “De ninguna manera. El Papa no tiene tiempo para estar enterado de lo que ocurre en todas las diócesis del mundo e intervenir cuando se cometen desatinos en ellas”. Y yo les respondo: Sin embargo, el Papa sí ha tenido tiempo suficiente para enterarse de la muerte de un cantante de rock y de hablarle por teléfono a la abuelita del camporista Larroque en el día de su cumpleaños. En el mejor de los casos, parece que distribuye bastante mal su tiempo. Y el neocon volverá a decir: “Pero el obispo de Santiago del Estero salió a aclarar el tema”. Y yo le respondo: Claro que sí. Esa es justamente la ambigüedad de Francisco: lo que queda es la foto que recorrió el mundo, a saber, un señor disfrazado de mujer que se casa con otro señor. Lo que dijo el obispo no lo leyó nadie y no le importa a nadie. Y el Papa, que actúa pour la gallerie, queda como un príncipe… de este mundo.
Segundo caso: el lenguaraz Mons. Karcher, que dos veces pareciera que metió la pata en las casi diarias entrevistas que concede a los medios de prensa argentinos, la última de ellas, cuando afirmó que al Papa le “preocupa la gobernabilidad del país”, lo cual puso de los pelos al gobierno nacional. Por supuesto, durante la visita de la presidente Kirchner al Vaticano, el monsignorino fue desautorizado por el mismo Papa Francisco. Según informaba el diario Ámbito Financiero, Bergoglio dijo a la delegación argentina que Karcher no habla por él y que es un “figuretti”. ¿Qué haría cualquier Jefe de Estado que tuviera un mínimo de prudencia política con un funcionario que lo pone en aprietos graves en dos ocasiones? Lo echa. El Papa Francisco, en cambio, mantiene a Mons. Karcher en su puesto y no tengo dudas de que éste seguirá “metiendo la pata”, siempre, claro, con la anuencia y bajo la autoridad del Papa Francisco. No es cuestión de que, en castigo, lo enviara de vicario a alguna parroquia de La Matanza, pero bien podría asignarlo como escribiente escribiente de algún dicasterio. Pero Karcher es funcional a su táctica: dice algo, y luego el arzobispo Tucho Fernández lo desdice en Página 12. La vieja táctica jesuítica de Bergoglio: quedar bien con todos.
Sin embargo, en los últimos días, la máscara caída deja ya ver un rostro mucho más cruel y feroz del Pontífice. Quiero comentar aquí tres casos:
1. El primero de ellos tiene que ver con el doblemente vergonzoso
espectáculo al que fuimos sometidos el sábado último con ocasión de la visita de la presidente argentina al Santo Padre. La foto que ilustra estas líneas es de por sí elocuente: el papa Bergoglio, con rostro complaciente, es secundando por la Viuda tarasca y desequilibrada, y la runfla de mequetrefes y ladrones de La Cámpora, entre chorizos, pinturas de Evita y el P. Mujica y esculturas de la Virgen Desatanudos, junto a otros obsequios.
El neocon dirá: “El Papa tiene que recibir a todos y no puede vetar a quienes integran las comitivas de los mandatarios”. Y es verdad. Pero tampoco está obligado a festejar con ellos con la vulgaridad más rastrera que los caracteriza. Miren con detenimiento la foto de
la derecha: el Romano Pontífice se palmea y ríe con carcajada propia de feriante de bajo fondo con Wado De Pedro, líder de La Cámpora, convertido en pocos años de hijo de desaparecidos en  millonario.
Los que tratamos de endulzar el trago amargo que significó la elección de Bergoglio al solio petrino, nos consolábamos pensando que, al menos, iba a ser un bien para el país pues frenaría al kirchnerismo. Ludovicus comenzó a sospechar de entrada que no iba a ser así, y tuvo razón: los Kirchner tienen en el papa Francisco a su principal aliado y, en gran medida, están vivos y seguirán vivos gracias a él.
La catástrofe que los Kirchner significaron para Argentina, es la catástrofe que Bergoglio significa para la Iglesia universal.
2. Hace pocos días se conoció la nominación de Mons. Blase Cupich, un oscuro obispo de una diócesis perdida del estado de Washington, para la sede de Chicago, ocupada hasta ahora por el cardenal George, conocido por sus posturas conservadoras.
Se especulaba que ese iba a ser el lugar del exilio del cardenal Burke, prefecto de la Signatura Apostólica, y de quien Francisco quiere desembarazarse cuanto antes, de la misma manera que envió al cardenal Cañizares a la sede de Valencia (aunque se esperaba que ocupara la de Madrid).
¿Por qué Cupich en Chicago? Sencillo. Porque Cupich es un retoño de Bergoglio. ¡Malditas sean las crías de ciertas alimañas! Y aquí van algunos datos: cuando la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos se embarcó en la denominada “guerra cultural” contra el gobierno de Obama, fue este obispillos uno de los pocos disidentes de esta política. Por ejemplo, en 2010, los obispos americanos adoptaron una clara posición contraria a la ley de salud pública promulgada por el gobierno que, entre otras cosas, obligaba a los hospitales católicos a implementar métodos anticonceptivos. Cupich aclaró que él no se opondría a esas prácticas sino que apostaría a profundizar el diálogo con el gobierno. Cuando los obispos se opusieron abiertamente a la posibilidad del matrimonio sodomita, el Bergoglito yankee sacó una carta pastoral declarando que estaba mal “incitar la hostilidad hacia las personas homosexuales y promover una agenda que lesionara la dignidad de la humana”. También, frustró varios actos y demostraciones pro-vida en su diócesis, ordenándole a sacerdotes y seminaristas no ir a rezar frente a las clínicas donde se realizan abortos, ya que esas son “acciones inútilmente provocativas”. Finalmente, de un documento escrito en junio último por Mons. Cupich, puede sacarse en limpio la cruzada pro-vida que debe sostener la Iglesia católica debe ser amplia: servir a los pobres y marginados, cuidar el planeta y alertar sobre las distorsiones de la economía.
Todas estas palabras palabras y medidas nos suena mucho a los argentinos: son, sin más, lo mismo que hizo Bergoglio mientras fue arzobispo de Buenos Aires.
3.
Desde hace más de un año la Cigüeña de la Torre viene graznando una noticia:   quien reemplazaría al cardenal Cañizares como prefecto de la Congregación del Culto sería Mons. Piero Marini. La noticia ha sido replicada en la última semana por varios blogs generalmente bien informados, y parecería que es una decisión ya tomada y que sólo espera su publicación.
Veremos si realmente es así y, en tal caso, procuraremos elaborar un boceto bien delineado de Marini. Baste mencionar por ahora tres detalles:
a. . Marini fue durante años el secretario de Mons. Bugnini, el arzobispo probadamente masón y desterrado por ese motivo a la nunciatura de Irak por Pablo VI, autor de la desastrosa reforma litúrgica del Vaticano II y ariete de su aplicación.
b. Marini fue durante décadas el maestro de ceremonias de Juan Pablo II y, en cuanto tal, responsable del carnaval en que se convirtieron las ceremonias litúrgicas de ese triste pontificado y que sirvieron de modelo para el resto del mundo.  
c. Nombrar a Marini en Culto y elevarlo al cardenalato sería la peor bofetada que Bergoglio pudiera pegarle al papa Benedicto (y debo decir que bien merecida la tiene, que no si no hubiese sido por su renuncia, no estaríamos ahora como estamos). Fue el papa Ratzinger que alejó a Mons. Marini de su cargo de maestro de las ceremonias pontificias confiándole la tarea de wedding planner de los congresos eucarísticos. Y Marini se vengó publicando un libro vergonzoso en el que no se priva de destilar todo su rencor sobre Benedicto XVI.
La mascarada se está terminando. El verdadero rostro se está asomando.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Don Gabino y el hombre del balandrán

Las paredes blancas de la habitación apenas se veían, cubiertas como estaban de bibliotecas. Muchos de los baldos estaban ocupados por libros, pero otros muchos aún permanecían vacíos, aunque en el piso de madera, un rimero de volúmenes grandes y pequeños, viejos y nuevos, aguardaban mejor ubicación.
Hacia el fondo del amplio cuarto, y separado del resto por un biombo despintado, se adivinaba una alcoba, y hacia el frente, junto a una gran ventana, había un escritorio con otra balumba de cajas, libros, lápices, tintas y estampas religiosas. En medio, un antiguo y enorme globo terráqueo, montado en una base de madera, servía de pie a una lámpara coronada con una gran pantalla roja que cubría, al menos, un cuarto de la mesa. El hombre del baladrán se movía entre el desorden con su hábito negro empolvado y con lamparones y recosidos varios.
-¿Va queriendo don Gregorio?- preguntó don Gabino asomando la cabeza a través de la puerta.
- Va queriendo don Gabino, pero alcaldarse lleva tiempo, así que, paciencia. Pase y tómese unos mates.
Don Gabino no era muy del mate, aunque cuando era amargo y se lo cebaban, lo aceptaba con gusto. Se sentaron ambos en dos sillas, luego de desocuparlas de libros y cajas.
- Y van llegando nomás – dijo don Gabino luego de un rato de silencio compartido.
- ¿Qué cosa? ¿La cellisca? –respondió el cura mirando por la ventana los nubarrones negros que habían comenzado a soltar una escarchilla finita que el viento arremolinaba contra el vidrio.
- No. Los curas perseguidos.
- Y –dijo don Gregorio- somos muchos… -y se quedó pensativo y tristón mientras terminaba su mate.
- Y lo peor es que no los persigue la Bestia…
- Nos persiguen los obispos, que son más crueles todavía. Es cosa de no creer la saña a la que pueden llegar. Castellani tuvo que vérselas, hace cincuenta años, con obispos sandios. Nosotros,  con obispos crueles. La semana pasada nomás me encontré con un amigo con veinticinco años de cura a sus espaldas. Desde hace más de veinte está prestado a una diócesis y se ha pasado la vida en pueblitos de la pampa argentina predicando el evangelio y haciendo el bien, con más cruces que gozos, pero perseverante en sus promesas. Y no quiera creerlo, pero resulta que el nuevo obispo lo llama y le dice: “Para mí sería mejor que vos volvieras en tu casa”. Como lo escucha. Después de más de veinte años de servicio y entrega, lo echa.
- Pero vuelve a su diócesis de origen, ¿no? –preguntó don Gabino con la certeza de que, al final, tan grave no era la cosa.
- Claro que vuelve. Es su derecho. ¿Pero sabe cómo lo espera su obispo? Como el Coyote esperaba al Correcaminos: cuchillo y tenedor en manos y servilleta atada al pescuezo. Y así está el pobre, viviendo en el aire, con el corazón en la boca y la sonrisa en el rostro.
- La pucha que son malos los obispos –dijo don Gabino sin asombro, porque ya conocía la cosa desde hace tiempo.
- Malos y peores. Conozco uno de por acá cerca que no tiene remilgos en recibir dineros por más sucios que sean, tiene rabón, que no rabona, y se aprovecha de las debilidades de un puñado de sus clérigos, sea la ambición, las polleras o el cash, para perseguir con crueldad inaudita a cuanto cura o laico ose siquiera contradecirlo. Por eso, don Gabino, le agradezco de nuevo el refugio que me ha dado.
- Para eso lo tengo. Y todavía quedan dos habitaciones grandes como están por si algún otro cura amigo tiene necesidad de guarida. Y sin contar la que destiné para oratorio, para que allí recen ustedes tranquilos sus latines y misas. Por eso compré esta casa grande, que a mí me sobra por todos lados, porque yo me huelo que los primeros perseguidos van a ser los curas, y me parece que la persecución ya comenzó.
- Y para curas perseguidos, no veo yo más que dos soluciones. Una, la que tuvieron que agarrar los religiosos exclaustrados por la desamortización española del siglo XIX: cada uno se la rebuscó como pudo, alquilando una piecita y viviendo pobre de la caridad de sus amigos, casi como hizo por aquí el cura Castellani. La otra, y la que usted nos ofrece, es la solución que encontró Ronald Knox: la hospitalidad de una amiga que se lo llevó a vivir con su familia a su casa de campo. Y la suya no será una manor house, pero se está muy bien aquí.
- Y somos varios los laicos que nos estamos preparando. Tengo unos amigos chilenos que se han construido cerca de su casa, en medio de un paltal, una linda capilla con casa para el capellán, y están esperando nomás que algún cura agarre viaje. Y, llegado el caso, mis amigos que usted conoció la otra noche…
- ¿Los avejorros?  - preguntó don Gregorio.
- Esos mismos. No tendrían problemas, le decía, en refugiar a curas perseguidos.

Se quedaron los dos amigos un buen rato en silencio, sorbiendo despacio los mates mientras el viento silbaba en el jardín y seguía estrellando la escarcha contra el vidrio.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Reflexiones a caballo del vendaval

A partir de las últimas noticias y comentarios que hemos discutido en el blog, quiero proponer algunas reflexiones. Aclaro de entrada que se trata nada más que de opiniones y, como tales, pueden estar equivocadas. Insisto, no pontifico, ni dicto cátedra, ni aconsejo. Tan sólo opino y, en todo caso, sugiero.
El cisma
Me parece que, en este momento al menos, no tiene sentido problematizarse y preocuparse por este tema. Y por varios motivos:
1. “A cada día le basta su aflicción”, dice el Evangelio. Preocupémonos en todo caso cuando llegue el momento, que si no, alimentamos tontamente la ansiedad y tendremos que desayunar diariamente puré de alprazolam para sostenernos.
2. Hace algunas semanas escribió el Carlista que un amigo suyo -cura de rito oriental-, le había dicho que la cuestión del cisma es propia de nosotros, los latinos. Y a mí también me lo dijo algunas veces ese cura, y tiene razón. Nosotros, que somos latinos, tenemos metido en la cabeza el derecho canónico, la cuasi idolatría pontificia y algunos vicios más, y vivimos preguntándonos si hay cisma, si excomunión, si suspensiones, si podemos dar un paso o medio paso, y medimos con centímetros los grados de heterodoxia que alguien pueden permitirse, etc.
A nosotros, los laicos de a pie, la cuestión del posible cisma no debe interesarnos demasiado ni mucho menos quitarnos el sueño. Nuestro fin es la salvación del alma. Tenemos en nuestras casas la Biblia y el Rosario, y los domingos siempre tendremos algún cura giróvago, medio suspendido, medio excomulgado, no importa mucho, que nos celebre los sacramentos, y con eso es suficiente. ¿Para qué meternos en otras cuestiones? A otras tareas hemos sido llamados que no la de picapleitos canónicos. El señor que ocupa hoy la sede petrina es absolutamente circunstancial. Actuemos como actuaban los cristianos medievales: cada uno en su casa, con el cura de su parroquia, y se acabó. Nuestros pesares y preocupaciones nos vienen porque el mundo moderno nos acribilla minuto a minuto con información que, a mi entender, es bastante anti-natural: saber al instante lo que está sucediendo en Roma, salteándose de ese modo 14.000 km. de distancia y de tiempo. Yo sé que cuesta aislarse, y mucho más a mí que vivo publicando en este blog los desaguisados papales, pero tratemos de poner alguna valla natural.
Qué hacer
Las decisiones prácticas son prudenciales y, por tanto, conciernen a cada uno según su buen entender y virtud. Yo solamente sugiero algunas medidas.
Frente al vendaval en el que estamos y previendo ya la cellisca que se avecina, yo digo:
1. Evitar, en lo posible, asistir a la misa Novus Ordo, con los distingos del caso. Una cosa es que lo celebren unos monjes con piedad, devoción y gregoriano, y otra que la celebre un cura simpaticón que se quiere hacer el canchero. Pero otra muy distinta es que la celebre un cura progre en serio, con guitarras, aplausos y triviliadades del género. Yo diría: no ir a este último tipo de misas, por una sencilla razón: no hay comunión de fe. Cuando se entra a esos espectáculos bullangueros y mundanos, la conclusión inmediata es: o ellos son católicos, o yo soy católico; ambos no podemos serlo, porque el principio de no contradicción tiene vigencia. Por tanto, como yo sé que soy católico, no puedo participar en un rito que no lo es. ¿Y te quedás sin misa dominical? Y sí, me quedo sin misa, porque eso no es una misa, y porque cuido mi alma y mi salud espiritual y mental.
No me parece sin embargo, que sean estos los casos más comunes. Es probable que al que tal le sucede, tenga cerca una capilla de la Fraternidad S. Pío X, es decir, de los lefes. Sinceramente, no entiendo a los católicos bien formados que prefieren asistir a una misa progre y no a una misa lefe, “porque los lefes tienen problemas canónicos”. Ahí está la tara latina. Resulta que el P. Lamberti que “casó” a los dos maricas no tiene problemas canónicos y se podría ir a sus misas sin cargo de conciencia, pero el P. X, que es la FSSPX y que celebra la misa que la Iglesia celebró durante más de 1500 años, como está suspendido por el papa
Francisco, no hay que acercarse, y mucho menos asistir a sus ceremonias. Discúlpenme los amigos que así actúan, pero debo decirles que es absurdo. Estando las cosas como están, ¿qué problema hay con los lefes? Tendrán sus cosas, que yo más de una vez las he criticado en este blog, pero son católicos y celebran ritos católicos. El P. Lamberti no tiene fe católica y no celebra ritos católicos. Es así de sencillo. Pero se agarran de una cuestión de estricto positivismo jurídico –la suspensión-, para no asistir, y tragarse al cura progre que dice pavadas, celebra como Piñón Fijo y cantan peor que Sabina. No los entiendo.

La opción de la ortodoxia
También se discutió en los últimos días en el blog la opción de, llegado el caso, pasarse a la comunión de la Iglesia ortodoxa.
Yo soy muy afín al pensamiento y a la liturgia oriental. Hasta me animaría a decir que soy pro-ortodoxo. Las causas de la separación con la Iglesia de Roma fueron políticas y no dogmáticas, aunque se pusieron éstas últimas como pantalla. Y, en cuanto a las diferencias dogmáticas que nos separan de ellos, no es una cuestión sencilla como espetar: “No aceptan el Filioque” o “No aceptan el primado del obispo de Roma”. Hay bastante bibliografía seria sobre el tema como para no tener en cuenta los matices. En definitiva, las cuestiones dogmáticas no me parecen decisivas. Los ortodoxos tienen fe católica –mucho más católica que la del P. Lamberti, que se mata de risa del Filioque, si es que sabe de lo que se trata-, tienen sucesión apostólica y sus sacramentos son válidos. De modo que yo –insisto, “yo”- no tendría, y no tengo de hecho, ningún inconveniente en cumplir el precepto dominical asistiendo a la liturgia de San Juan Crisóstomo, por ejemplo, celebrada en una iglesia ortodoxa por algún sacerdote ortodoxo. Eso sí, si alguien se anima a ir, no se le ocurra acercarse a comulgar porque, si lo descubren, lo sacan a escobazos.
Y ese es el punto. Yo puedo ir a una liturgia ortodoxa si lo única opción que tengo a mano es una misa latina progre, pero no como vidrio. Ni se me pasa por la cabeza la posibilidad de solicitar la comunión de Constantinopla o de Moscú. Los ortodoxos detestan a los católicos latinos. Es cuestión de cruzarse con un pope griego o, peor aún, con un pope ruso. No les van a dar ni la hora. Nos consideran, cuanto menos, herejes y muchos afirman que ni siquiera nuestro bautismo es válido. No tiene ningún sentido explorar esa posibilidad. Sería como si un miembro del IVE se planteara pasarse a Miles Christi. Salir de manos de Buela para caer en las de Ianuzzi: no es negocio.

Conclusión

Cada uno se quede donde esté, y santa paz, que de los problemas de comunión con el obispo de Roma, sede vacante, cisma, herejías y demás yerbas se ocupen los canonistas, teólogos y obispos. Nosotros, Biblia y Rosario todos los días, y el buen Dios nunca nos hará faltar algún curita que, al menos los domingos, nos proporcione los sacramentos. 

jueves, 18 de septiembre de 2014

Se enojó el Papa de la misericordia

Finalmente. Lo que tanto añorábamos, sucedió. El Papa Francisco se enojó en serio con algunos obispos. Algún día tenía que ocurrir.
Pero no nos ilusionemos. ¿Con quiénes se enojó? Con los cardenales que publicaron un libro defendiendo el matrimonio católico y a los otros sacramentos de la Iglesia y refutando con argumentos teológicos e históricos las razones esgrimidas por el cardenal Kasper.
Como nos advertía hoy una furiosa Elizabetta Piqué, un grupo de cardenales, encabezados por el Prefecto de los Doctrina de la Fe, se apresta a publicar en estos días un libro, traducido a varios idiomas, y titulado: "Permaneciendo en la verdad de Cristo. Matrimonio y comunión en la Iglesia Católica". Un breve resumen de su contenido pueden verlo aquí (en inglés).
Como reporta La Croix, el diario oficioso de la Conferencia Episcopal Francesa, el papa Francisco se habría irritado por la publicación de esta obra colectiva, según fue confiado por una alta fuente vaticana cercana al pontífice. Además, le habría pedido al cardenal Müller de no participar en la promoción del libro. 
Ya vemos lo que veremos el mes próximo durante el sínodo. 
¡Fasten your seat belt!

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Pellizco

Escribía ayer un comentarista del blog que le parecía estar viviendo en un mundo surrealista. Y tiene razón. Creo que es necesario que nos pellizquemos para despertarnos, o para abrir los ojos a lo que realmente está pasando en la Iglesia.
Es triste y doloroso ver lo que sucede con los cristianos caldeos y asirios. La semana pasada poníamos un link con fotos espantosas de las decapitaciones diarias que los yihadistas cometen en Irak. Pero cristianos decapitados, desollados, hervidos, asados y comidos por las fieras siempre hubo en la Iglesia, y siempre fue para ella motivo de dolor, pero también de gozo. En definitiva, los mártires son el testimonio supremo del triunfo de Cristo sobre el poder de las tinieblas y un aliciente para todos nosotros.
Pero resulta mucho grave el estado de postración que vemos hoy en gran parte de la jerarquía, comenzando por los niveles más altos. Me refiero a la cara exactamente inversa a la de los mártires orientales: no son testimonio del Evangelio sino testimonio de los arcontes y poderes oscuros. Es frente a esto que digo: ¡Pellizquémonos! Es real lo que estamos viviendo. Es real la apostasía. Es real el escándalo.
Me permito un brevísimo e incompleto racconto:
1. En Argentina, en los últimos diez años, tuvimos dos obispos que debieron dejar sus sedes debido a la vida desordenada que llevaba y al escándalo a que esto dio lugar: refocilos con remiseros, taxistas y jovenzuelos. Hace poco tiempo, los paparazzi descubrieron al obispo presidente de Cáritas en un resort de lujo caribeño acompañado de su amanta, una rubia y elegante señora. Ya es vox populi en su diócesis, el caso de un obispo que vive amancebado con un mancebo y que su curial más cercano que vive amancebado con una manceba. Y todo esto es de lo que nos enteramos; la punta del iceberg. No queramos pensar lo que hay más abajo.
2. A comienzos de este año se bautizó en la catedral metropolitana de Córdoba, con bombos, platillos, periodista y beso incluido, el hijo de dos lesbianas unidas en “matrimonio civil”. La semana pasada se dio la “bendición” a una pareja de personas del mismo sexo en una ceremonia exactamente igual a la que tiene lugar en la celebración del matrimonio. Más allá de una tímida aclaración episcopal que nadie leyó, nadie dijo nada: ni curas, ni monjas, ni obispos. Nadie. Todos calladitos. Solamente un grupo insignificante de laicos hacemos lo que podemos advirtiendo a través de los medios que tenemos sobre la situación. No me cabe duda, como ya lo dije, que ambos casos contaron con la tácita aprobación pontificia. Esas cosas no se hacen en Argentina sin consultarlas primero con Roma o, peor, sin que Roma sugiera que se hagan. Muchos dirán que exagero y que no tengo pruebas. Solamente copio lo que acaba de declarar el cardenal Raymundo Damasceno Assis, presidente de la Conferencia Episcopal Brasileña y uno de los presidentes del próximo sínodo sobre la familia nombrado por el Papa Francisco: “Con respecto a la unión estable entre dos personas del mismo sexo, no hay duda que la Iglesia siempre ha buscado respetar ese modo de vida”. Por favor, un nuevo pellizco: esto lo ha declarado un cardenal di Santa Romana Chiesa, presidente del sínodo sobre la familia.
3. No repetiremos los escándalos a los que nos tienen acostumbrados las audiencias que concede Bergoglio: otro pellizco nos vendría bien para caer en la cuenta del significado que posee recibir a Tinelli, Maradona y Wanda Nara. Pero lo peor de todo, es la gente de la que se ha rodeado el pontífice, comenzado por Mons. Ricca, su mano derecha en el IOR, cuyos escándalos en Uruguay cuesta creerlos (sus amoríos con el militar suizo a quien llevó a vivir a la sede diplomática; su accidente en el ascensor de la nunciatura en el que quedó atrapado con dos jovenzuelos; la gresca de la participó en un bar gay de Montevideo; las revistas y juguetes pornográficos que aparecieron en su equipaje, etc.), y terminando con lo que nos enteramos ayer: el famoso –para los que conocen los entresijos vaticanos- P. Luis Ducastella, cuya afición por los giovanotti italianos era bien conocida, presta su auto a un “amigo” al que conoce desde hace diez años, a bordo del cual se encuentran cuatro kilos de cocaína. El sacerdote es secretario privado del anciano cardenal Mejía y profesor de la Universidad Lateranense.
4. Nos enteramos hoy del fundado rumor de que el cardenal Burke sería apartado de un modo humillante de la Curia romana y destinado a una función honorífica, mientras temblamos por quien pueda ser nominado al frente de la Congregación del Culto. El Papa Bergoglio está socavando la Iglesia, más rápido de lo que se pensaba, con más odio, con más chabacanería y con más prepotencia. ¿Hasta dónde va a llegar?
5. Mons. Karcher, ceremoniero y hombre de confianza del Papa Francisco, además de su vocero de facto para los medios de prensa argentinos, afirmó ayer en una entrevista en radio América con respecto a la postura de la Iglesia sobre el “matrimonio igualitarios”: “El Papa ha llamado a la Iglesia a la reflexión y a no tenerle miedo a ningún tema”. Y ante la pregunta directa del periodista sobre si “el matrimonio igualitarios podría llegar a recibir todos los sacramentos que hoy le corresponden a los miembros de la Iglesia católica”, en clara referencia al sacramento del matrimonio, Karcher respondió: “Sobre eso no me quiero pronunciar. Todo está sometido a la reflexión. Es la misma Iglesia la que tiene que ir reflexionando y pensando las actitudes pastorales”. A ver Karcher, no te pidieron que te pronuncias acerca de las relaciones entre gracia y libertad, o sobre la pre-ciencia divina o somos los modos de las procesiones trinitarias. Sobre esos temas, está muy bien decir que la Iglesia se encuentra, desde hace varios siglos, reflexionando. Te pidieron que te pronuncies sobre algo tan básico como es el sacramento del matrimonio y quiénes son aptos para recibirlo. ¡Sos el secretario del Papa y obispo dentro de poco!

Pellizquémonos. 

La yihad de Francisco

El papa Bergoglio sigue cortando cabezas, como los yihadistas del califato iraquí. Y esta vez parece que guillotinará a una de las más importantes y prestigiosas que quedaban en Roma: la del cardenal Burke.
Mientras se rodeas de maricas escandalosos como Ricca; de obsequetes impresentables como Karcher y, seguramente, como protegerá al corrupto -por decir lo menos- secretario del cardenal Mejía luego del escándalo de los cuatro quilos de cocaína, aleja de la Curia a un personajes intachable en su moral, sin la menor sospecha de corrupción ni de carrerismo, con eximios antecedentes pastorales que lo llenan del "olor a oveja" que le gusta a Francisco. 
Esta es la triste noticia con la que nos desayuna hoy Sandro Magister.


Diario Vaticano / Exilio en Malta para el cardenal Burke

De impecable prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, está a punto de ser degradado al rol puramente honorífico de "patrono" de una orden de caballería. Por voluntad del papa Francisco

por Sandro Magister



CIUDAD DEL VATICANO, 17 de setiembre de 2014 –  La “revolución” del papa Francisco en el gobierno eclesiástico no pierde su empuje propulsor. Y así, como acontece en toda revolución que se precia de tal, siguen cayendo cabezas de eclesiásticos considerados merecedores de esta metafórica guillotina.

En sus primeros meses como obispo de Roma, el papa Bergoglio procedió rápidamente para transferir a cargos de menor rango a tres destacadas personalidades curiales: el cardenal Mauro Piacenza, el arzobispo Guido Pozzo y el obispo Giuseppe Sciacca, considerados por su sensibilidad teológica y litúrgica entre los más “ratzingerianos” de la curia romana.

También parece signada la suerte del arzobispo español Celso Morga Iruzubieta, miembro del Opus Dei y secretario de la Congregación para el Clero, destinado a dejar Roma por una diócesis ibérica que no es de primer nivel.

Pero ahora estaría por producirse una decapitación todavía más notable.

La próxima víctima sería efectivamente el purpurado estadounidense Raymond Leo Burke, quien de prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica no sería promovido – como fantasearon algunos en el mundo web – a la difícil pero prestigiosa sede de Chicago, sino que sería degradado al pomposo – pero eclesiásticamente modestísimo – título de “cardenal patrono” de la Soberana Orden Militar de Malta, reemplazando al actual titular Paolo Sardi, quien hace poco cumplió 80 años de edad.

Si se confirma, el exilio de Burke sería todavía más drástico que el impuesto al cardenal Piacenza, quien ha sido transferido de la importante Congregación para el Clero a la marginal Penitenciaría Apostólica, aunque de todos modos ha permanecido a la cabeza de un dicasterio curial.

Con el desplazamiento en ciernes, Burke sería desplazado totalmente de la curia y colocado en un cargo puramente honorífico y sin ninguna incidencia en el gobierno de la Iglesia universal.

Este sería un movimiento que no parece tener precedentes.

En efecto, en el pasado el título de “cardinalis patronus” de los Caballeros de Malta, en vigor desde 1961, así como el anterior de Gran Prior de Roma, ha sido asignado siempre a cardenales de primer o primerísimo plano como un cargo superior respecto al principal.

Sucedió así con los cardenales Mariano Rampolla del Tindaro (nombrado Gran Prior en 1896, pero permaneciendo como secretario de Estado), Gaetano Bisleti (en ese momento prefecto de la Congregación para la Educación Católica), Gennaro Granito Pignatelli (cardenal decano y obispo de Albano), Nicola Canali (gobernador de la Ciudad del Vaticano), Paolo Giobbe (en la conducción de la dataría apostólica), Paul-Pierre Philippe (también prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales hasta que cumplió 75 años de edad), Sebastiano Baggio (removido de la Congregación para los Obispos pero mantenido como gobernador de la Ciudad del Vaticano y camarlengo), Pio Laghi (hasta los 77 años de edad también prefecto de la Congregación para la Educación Católica).

Dos casos distintos ha sido los del cardenal Giacomo Violardo, quien dos meses después de haber recibido la púrpura al término de un largo servicio curial, a los 71 años de edad reemplazó como patrono al octogésimo nono Giobbe, y del saliente Sardi, nombrado a los 75 años pro-patrono en el 2009 y creado cardenal en el 2010, luego de haber sido durante muchos años el responsable de la oficina que redacta los documentos pontificios.

Además, la jubilación de Sardi no sería una acción obligada, dado que para los cargos extracuriales no vale el límite de los 80 años de edad. En efecto, con la excepción de Paolo Giobbe, todos los cardenales patronos arriba citados pasaron a mejor vida “durante munere”.

Burke tiene 66 años, es decir, está en la plenitud de la edad. Ordenado sacerdote por Pablo VI en 1975, trabajó en la Signatura Apostólica como simple sacerdote con Juan Pablo II, quien en 1993 lo hizo obispo de su diócesis natal de LaCrosse, en Wisconsin. También el papa Karol Wojtyla lo promovió en el 2003 como arzobispo en la prestigiosa sede, alguna vez cardenalicia, de St. Louis, en Missouri. Benedetto XVI lo llamó a Roma en el 2008 y lo creó cardenal en el 2010.

Personalidad muy piadosa, se reconoce también en él la rara virtud de no haber negociado jamás para obtener promociones o prebendas eclesiásticas.

En el campo litúrgico y teológico está muy próximo a la sensibilidad de Joseph Ratzinger. Ha celebrado muchas veces según el rito antiguo, revestido también con la “capa magna”, como por otra parte lo siguen haciendo también los cardenales George Pell y Antonio Cañizares Llovera, sin que por esto hayan sido castigados por el papa Francisco.

Gran experto en Derecho Canónico, por eso mismo nombrado en la Signatura Apostólica, no teme extraer las consecuencias más incómodas, como cuando a tono con los artículos del Código – precisamente el 915 – sostuvo la imposibilidad de dar la comunión a los políticos que pertinaz y públicamente reivindican el derecho al aborto, razón por la cual se ha ganado la recriminación de dos colegas estadounidenses valorados por el papa Francisco: Sean Patrick, de Boston, y Donald Wuerl, de Washington.

Libre en sus juicios, ha sido uno de los pocos que desarrolló anotaciones críticas sobre la "Evangelii gaudium", señalando, a juicio suyo, su valor programático pero no magisterial. Y en vista del próximo sínodo de los obispos reiteradamente ha tomado posición contra las tesis del cardenal Walter Kasper – notoriamente agraciado por el papa Francisco – favorables a la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar. 

El dicasterio presidido por Burke, eminentemente técnico, ha aceptado recientemente un recurso de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada contra una medida tomada respecto a ellas por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apóstolica. Un valiente movimiento a contramano por parte de Burke, que se sitúa en el interior de la acción punitiva emprendida por la Congregación vaticana contra una de las realidades más emblemáticas del tradicionalismo católico, acción que el papa Francisco ha avalado aprobando en forma específica la decisión de la Congregación de impedir a los frailes de la Inmaculada la celebración de la Misa según el rito “tridentino”. Efectivamente, sólo con este tipo de aprobación pontificia un decreto de la curia puede contradecir la ley vigente y, en este caso específico, el motu proprio "Summorum pontificum", de Benedicto XVI.

Es difícil individualizar entre estos antecedentes a los que pueden haber influido en la suerte del cardenal Burke.

Pero es fácil prever que esta degradación definitiva provocará tanto una tumultuosa reacción en el mundo tradicionalista, donde Burke es considerado un héroe, como una oleada de júbilo en el mundo opuesto, donde por el contrario es considerado un esperpento. 

Respecto a esta segunda vertiente se puede recordar que el comentarista católico "liberal" Michael Sean Winters, en el "National Catholic Reporter" del 26 de noviembre de 2013, había pedido la cabeza del cardenal Burke, en cuanto miembro de la Congregación para los Obispos, por la nefasta influencia, según su criterio, que él ejercía sobre los nombramientos episcopales en Estados Unidos. 

En efecto, el 16 de diciembre el papa Francisco humilló a Burke eliminándolo de los miembros de la Congregación, entre los hosannas del catolicismo "liberal" no sólo estadounidense.

Por cierto, el Papa no lo hizo para obedecer a los deseos del "National Catholic Reporter".

Pero ahora parece justamente que está a punto de dar curso a la segunda y más grave degradación de una de las personalidades más ejemplares que conoce la curia vaticana.

lunes, 15 de septiembre de 2014

La culpa no es del chancho...

Y la parejita saludó en el atrio.
El P. Lamberti los bendijo en una ceremonia íntima, a la que asistieron familiares, amigos, autoridades y periodistas. Aclaró que no se trataba de la celebración del matrimonio católico, el señor Luis, al que el cura llamaba Luisa, estaba ataviado de vestido blanco y entró al templo al ritmo de la marcha nupcial.
Por eso, aquí le paso algunas observaciones al P. Lamberti:
1) La gente ya no lee; y si lee, no entiende; y si entiende, no le importa lo que entendió. La gente juzga a partir de lo que ve. Esa es la realidad. Por tanto, si organiza una ceremonia en un templo católico que usted mismo preside revestido de alba y estola, y en la que dos personas del mismo sexo –una de ellas disfrazada de mujer- entran del brazo, por más que usted asegure que no se trata de un matrimonio sino de una bendición, para la gente es un casamiento. No nos tome por tontos, que a la evidencia nadie se resiste.
2) Usted dijo en esa ceremonia que estaban “celebrando el amor entre hermanos”. Pero resulta que, entre cristianos, el amor entre hermanos se celebra de otro modo. El primer amor, y el más grande, fue el del Verbo que, en su kénosis, se hizo uno de nosotros, y murió en la cruz por amor a sus hermanos. Ese amor lo celebramos nosotros en el Santo Sacrificio de la Misa, eso mismo que usted llama, en el mejor de los casos, “asamblea eucarística”. Y aquí en Argentina, el amor entre hermanos lo celebramos con un asado y vino tinto; o con single malt y una buena pipa; pero nunca con disfraces de novia o de Batman, que para el caso es lo mismo.
3) Por eso mismo, P. Lamberti, usted el sábado pasado celebró la perversión y la enfermedad consentida; usted celebró la desobediencia a la voluntad del Padre; usted celebró las tinieblas. Usted, P. Lamberti, celebró el pecado en la misma casa de Dios. Usted, P. Lamberti, es un sacrílego, y sobre sus espaldas cargará el pecado y el escándalo del que fue protagonista.
4) Pero la culpa no es solo suya. La culpa es también de los porquerizos que lo alimentan. Y en primer lugar de su obispo, Mons. Bokalic, que apenas si sacó un tímido comunicado antes de la ceremonia repitiendo lo que dice el CIC, y después no ha dicho ni mú, hasta ahora. Lo que se esperaba era que públicamente reparara en lo posible el escándalo y que a usted, P. Lamberti, lo sancionara como es debido.
5) Y la culpa es también, y sobre todo, del Papa Francisco, que hace más de un año, alegremente y desde los aires, se declaró inhábil para juzgar el amor entre los invertidos, y con ese dictum abrió la puerta para lo que hoy estamos viendo.
Y, me pregunto yo, ante un hecho de tamaña gravedad, ocurrido en el mismo país de origen del Pontífice, ¿no merecían por parte de él algún comentario? ¿Es que sus ocupaciones en Santa Marta no le dejan tiempo para expedirse sobre la cuestión y sacar a sus fieles del escándalo? Recuerdo que hace un mes, encontró tiempo para telefonear a la Carlotto para congratularse con ella por su nieto “recuperado”, y hace apenas una semana, encontró también tiempo para comunicarse con la señora de Ceratti para expresarle las condolencias por el fallecimiento de su hijo, el famoso cantante. Entiendo yo que, en estos dos casos, quedó usted muy bien parado, porque eran situaciones de una extrema corrección política. Pero el caso es que no está usted apoltronado en el sillón de Pedro para regodearse con los aplausos del mundo sino para obedecer el mandato del Señor que le dijo: “Confirma a tus hermanos en la fe”. Y usted, Santo Padre, no nos confirma en la fe; al menos, no nos confirma en la fe católica.
Pero Su Santidad –de seguro- estará muy ocupado rosqueado con Guillermo Moreno sobre el futuro político del país, y sobre cómo hacer para limpiar moralmente a los Kirchner e intentar que alguno de ellos se mantenga en el poder. Pero aún así, Santo Padre, si por tareas, temor o conveniencia, no quería salir a hablar, bien podrían haber mandado a alguno de sus múltiples lenguareces, como su paniaguado Mons. Karcher que sí ha tenido tiempo hoy para salir a comentar acerca de lo que se dirá o se dirá el próximo sábado cuando reciba usted a nuestra presidente.

Yo no tiendo a ser apocalíptico, pero la sombra de la Bestia me parece que está rondando.