miércoles, 26 de mayo de 2021

Un consuelo del cardenal Newman

 


Cuando la Iglesia, en manos del Papa Francisco, se vuelve día a día un lugar más inhóspito, cruel y agresivo, vale la pena recordar estas palabras de consuelo de San John Henry Newman:


Así, lo que se ha dicho —aunque es bien poco comparado con lo que podría decirse sobre el tema— puede ser suficiente para darnos una idea del gran privilegio del que podemos disfrutar, si lo buscamos: habitar en un hogar celestial en medio de las turbulencias de este mundo. El mundo no es una ayuda adecuada para el hombre; pero este necesita una ayuda adecuada. Nadie, ni hombre ni mujer, puede sostenerse solo; eso es algo constitutivo de nuestra naturaleza; y el mundo, en vez de ayudarnos, es un adversario declarado. No hace sino aumentar nuestra soledad. Elias clamaba: «He quedado yo solo y me buscan para matarme» (1 R 19,10).

¿Cómo le contestó Dios Todopoderoso? Diciéndole que su bondad le había reservado siete mil fieles verdaderos. Tal es la bendita verdad que trae a nuestra casa para nosotros también. Podemos estar llenos de angustia, puede haber luchas por fuera y temores por dentro; podemos estar expuestos a los malos gestos, a la censura y al desprecio de los hombres; puede ser que nos eviten; o, en el mejor de los casos, puede que estemos —como, de hecho, estaremos— desengañados por lo infructuoso de este mundo, por su frialdad, su hostilidad, lo distante y sombrío; necesitaremos de algo más próximo a nosotros. ¿Cuál es nuestro recurso? No está en el brazo del hombre, en la carne y la sangre, en la voz del amigo o en el rostro agradable; está en ese santo hogar que Dios nos ha dado en su Iglesia, esa ciudad eterna en la que Él ha establecido su morada. Es ese monte invisible desde el que los ángeles nos observan con mirada escrutadora y las voces de los difuntos nos llaman. «El que está en nosotros es más poderoso que el que está en el mundo» (1 Jn 4,4). «Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Rm 8,31).


Parochial and Plain Sermons n. 12, vol. 4, del 22 de octubre de 1837.


21 comentarios:

  1. ¡Qué sabiduría tan honda la del Cardenal Newman!
    Igual que el águila que escudriña desde las alturas, con ojos sobrenaturales Newman descubre el verdadero drama del hombre y nos da la única receta posible para la felicidad: "habitar en un hogar celestial en medio de las turbulencias de este mundo".
    En estos días oscuros que transitamos en medio de la incipiente persecución que se ha desatado contra los cristianos y cuando hasta la propia Iglesia hostiga a los que acuden a ella en busca de consuelo, las palabras de Newman son un bálsamo para el alma porque "el mundo, en vez de ayudarnos, es un adversario declarado, no hace sino aumentar nuestra soledad".
    Cuando parece que se cumplen todas las profecías, lo único que resta por hacer es alimentar nuestra esperanza con más fuerza que nunca en la seguridad de que con la ayuda de Dios -que nunca deja de cumplir sus promesas- tarde o temprano la victoria será nuestra.
    "Cuando estas cosas comenzaren a suceder, cobrad ánimo y levantad vuestras cabezas porque se acerca vuestra redención" (Lucas 21,28)
    Y esas cosas ya empezaron a suceder, esos tiempos son estos tiempos, nuestros tiempos, de modo que pase lo que pase, en este valle de lágrimas el cristiano debe vivir con alegría porque lo mejor está por venir.

    Fuenteovejuna

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  2. Gracias por recordarnos estas palabras, son de gran consuelo. Así nos sentimos todos los días, y a veces lo olvidamos.

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  3. ¡Regio, Don Wander! “Una de cal y otra de arena”. ¡Cómo está siempre atento a todo lo que está ocurriendo en la Iglesia! Después de tanta malaria, como lo fue enterarnos del cisma de los obispos alemanes que se puso en evidencia con la escandalosa bendición a quienes hacen gala del triste ejercicio de la homosexualidad, y la ulterior discusión, que hoy, soterradamente, se está llevando a cabo en el seno del episcopado norteamericano respecto de la actitud que se debe adoptar con los políticos defensores del aborto en materia de la administración del sacramento de la Eucaristía, para no nombrar más que dos inequívocos signos de la actual pérdida de la fe católica, y del brutal asalto de ultraterrenos poderes a la ciudadela de Dios, que es la Iglesia Católica, usted nos trae el hermoso consuelo de las palabras del Cardenal Newman que hablan del poderoso auxilio divino en procura del rescate de quienes se encomiendan a Él:
    “Elías clamaba. ‘He quedado yo solo y me buscan para matarme’ (I R 19,10).
    ¿Cómo le contestó Dios Todopoderoso? Diciéndole que su bondad le había reservado siete mil fieles verdaderos. Tal es la bendita verdad que trae a nuestra casa para nosotros también”.
    Y sigue: “¿Cuál es nuestro recurso? No está en el brazo del hombre, en la carne y en la sangre, en la voz del amigo o en el rostro agradable; está en ese santo lugar que Dios nos ha dado en su Iglesia, esa ciudad eterna en la que Él ha establecido su morada. Es ese monte invisible desde el que los ángeles nos observan con mirada escrutadora y las voces de los difuntos nos llaman: ‘El que está en vosotros es más poderoso que el que está en el mundo’ (1 Jn, 4, 4); ‘Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?’ (Rm 8, 31)”.
    Con lo cual nos quiere mostrar que, en los tiempos de borrasca espiritual, como la que hoy está afectando a la humanidad y, de modo especial, a la Iglesia Católica, Dios está siempre con nosotros ayudándonos con el poderoso auxilio de su gracia su poderosa gracia, y la reconfortante palabra de sus santos enviados.
    Es posible que, contra lo que nosotros creemos, la situación de crisis y de especiales dificultades, no hayan sido la excepción sino más la norma que acompañó a todos los tiempos de la larga historia de la Iglesia. Pero, esto en vez de desanimarnos, debe ser un poderoso motivo de estímulos. Los ángeles y los santos de todos los tiempos, parecen decirnos: ¡Ánimo, amigo, nosotros también lo hemos pasado! ¡Cierto que es difícil, pero te enseñaremos a sobrellevarlo! No, porque nos apoyemos en nosotros mismos, sino en la infinita bondad de Dios. Él ha vencido al mundo y al poder del Maligno. Se trata del don sobrenatural de la esperanza.
    ¿Qué actitud debemos adoptar en primer lugar? Pues, como lo aconseja el fiel Apóstol de los gentiles a Timoteo: “Querido Timoteo, guarda el Depósito” (1 Tm 5, 20).
    Mis saludos a todos. ¡Dios salve a la Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!

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  4. Hay medio centenar de sermones de Newman bien traducidos aquí: https://etvoila.com.ar/newmanias.php

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  5. El futuro de la iglesia, también ahora, como siempre, ha de ser acuñado nuevamente por los santos. Por hombres, por tanto, que perciben algo más que las frases que son precisamente modernas. Por hombres que pueden ver más que los demás, porque su vida tiene mayores vuelos. El desprendimiento que libera a los hombres, sólo se alcanza por las pequeñas renuncias diarias a sí mismo. En esta pasión diaria, por la cual únicamente puede experimentar el hombre de qué múltiples formas le ata su propio yo, en esta pasión diaria y sólo en ella, se va abriendo el hombre palmo a palmo. El hombre sólo ve tanto cuanto ha vivido y sufrido. Si hoy apenas podemos percibir a Dios, es porque nos resulta muy fácil escapar a nosotros mismos, huir de la profundidad de nuestra existencia al sopor de cualquier comodidad. Así lo que es más profundo en nosotros sigue estando inexplorado. Si es verdad que sólo se ve bien con el corazón, ¡cuán ciegos estamos todos!

    Y esto ¿qué significa en nuestra cuestión? Pues significa que las grandes palabras de quienes nos profetizan una iglesia sin Dios y sin fe, son discursos vacíos. No necesitamos una iglesia que celebre en «oraciones» políticas el culto de la acción. Nos es completamente superflua y perecerá con toda espontaneidad. Permanecerá la iglesia de Cristo. La iglesia que cree en el Dios que se ha hecho hombre y nos promete vida más allá de la muerte.


    ...la iglesia habrá de encontrar de nuevo y con toda decisión lo que es esencial suyo, lo que siempre ha sido su centro: la fe en el Dios trinitario, en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la asistencia del Espíritu que perdura hasta el fin de los tiempos.

    Volverá a encontrar su auténtico núcleo en la fe y en la plegaria y volverá a experimentar los sacramentos como culto divino, no como problema de estructuración litúrgica. Será una iglesia interiorizada, sin reclamar su mandato político y coqueteando tan poco con la izquierda como con la derecha. Será una situación difícil. Porque este proceso de cristalización y aclaración le costará muchas fuerzas valiosas. La empobrecerá, la transformará en una iglesia de los pequeños. El proceso será tanto más difícil porque habrán de suprimirse tanto la cerrada parcialidad sectaria como la obstinación jactanciosa. Se puede predecir que todo esto necesitará tiempo. El proceso habrá de ser largo y penoso. Hasta llegar a la renovación del siglo xix, también fue muy largo el camino desde los falsos progresismos en vísperas de la revolución francesa, en los cuales incluso para los obispos era de buen gusto bromear sobre los dogmas y quizá hasta dar a entender que no se había de tener de ninguna manera por segura ni siquiera la existencia de Dios.

    Pero tras la prueba de estos desgarramientos brotará una gran fuerza de una iglesia interiorizada y simplificada. Porque los hombres de un mundo total y plenamente planificado, serán indeciblemente solitarios. Cuando Dios haya desaparecido completamente para ellos, experimentarán su total y horrible pobreza. Y entonces descubrirán la pequeña comunidad de los creyentes como algo completamente nuevo. Como una esperanza que les sale al paso, como una respuesta que siempre han buscado en lo oculto. Así que me parece seguro que para la iglesia vienen tiempos muy difíciles. Su auténtica crisis aún no ha comenzado. Hay que contar con graves sacudidas. Pero también estoy completamente seguro de que permanecerá hasta el final: no la iglesia del culto político, que ya ha fracasado en Gobel, sino la iglesia de la fe. Ya no será nunca más el poder dominante en la sociedad en la medida en que lo ha sido hasta hace poco. Pero florecerá de nuevo y se hará visible a los hombres como patria que les da vida y esperanza más allá de la muerte.

    Joseph Ratzinger

    Fe y Futuro 1973

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    1. Los tiempos son siempre difíciles; creo que exageraba Ratzinger al hablar de estos últimos años que tanta amargura nos han traído, han sido malos como fueron los anteriores. De estos tiempos yo recordaré a Ratzinger con cariño, por su fe y sus enseñanzas. Especialmente su magistral discurso en Regensburg [12/09/2006]; el hombre que escribió aquellas palabras nos pasaba un testigo que tendremos que pasar o otros cuando llegue el momento. Por los siglos de los siglos.

      ¡Oh, si él me besara con besos de su boca! Cantar 1, 2

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    2. Es realmente buenísimo el texto de Ratzinger que allega este anónimo. Cojonudo, si me lo permiten. Merecería los honores de un post del Wanderer. Para los nuevos, recuerdo que en los comentarios de este blog (hasta 2013) se solía aludir a Ratzinger cariñosamente como Gandalf. Leerlo me ha avivado la esperanza (la teologal y la humana), haciéndome incluso dudar de esa impresión que muchos compartimos de estar viviendo los últimos tiempos. Tal vez Ratzinger se equivoca (exagera, como dice Limón) cuando anuncia todavía largos años de historia en que la Iglesia se verá humillada, reducida, venida a menos... y a la vez purificada en su fe y en su culto. Pero aunque no tengamos todo ese tiempo por delante, creo que sus palabras siguen siendo proféticas en el sentido de que esa es la esperanza que nos debe sostener para «trabajar como si el mundo hubiera de durar siempre».

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  6. Acerca de la impresión a que se refiere el Anónimo de las 13:47, expuesta en muchas contribuciones a este valioso blog, de que estaríamos viviendo los últimos tiempos, sobre lo cual el mencionado Anónimo plantea dudas, desearía compartir una reflexión, apuntando a que faltaría una de las condiciones que suelen señalarse como indicios del fin: la predicación del Evangelio por todo el mundo.
    Me parece que esta condición no se cumple, o se "cumple" muy desigualmente. No caben dudas de que el Evangelio ha sido predicado en Europa y las Américas, por más que la apostasía haya ido creciendo en las últimas generaciones. Respecto de África, también me parece claro que la llegada de la prédica evangélica no sólo ha sido más reciente sino que también ha tenido menos llegada que en las Américas. En cuanto al Asia, bueno, es cierto que el Evangelio llegó en dosis variables a la ex-hispánica Filipinas, a la brevemente francesa Indochina, a la todavía diplomáticamente reconocida (por la Santa Sede) Taiwán, etcétera. Sabemos además de la presencia de la Iglesia en India, como nos lo dice el recuerdo de Teresa de Calcuta, pero cabe preguntarse acerca de las proporciones. En las inmensidades de países como India o -muy especialmente- China, ¿puede decirse de sus poblaciones de más de mil trescientos millones de habitantes que estos hayan estado expuestos significativamente a la prédica del cristianismo? Claro que ha habido misioneros católicos en China y diócesis y obispos y parroquias en algunos lugares, pero ¿no han sido cuantitativamente como unas pocas gotas en un balde de agua? Probablemente hay áreas en China, India, Paquistán, Bangladés, Afganistán, Indonesia y otros países donde habitan centenares de millones de personas que no han tenido ninguna oportunidad efectiva de recibir ser catequizados. Siendo así, ¿puede decirse que el Evangelio ha llegado ya a los últimos confines de la Tierra? Siendo así, ¿puede decirse que estamos en los años finales de la historia humana?
    Saludos cordiales al Wanderer y a los lectores del blog.

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    1. Cuando Cristo amonesta a los fariseos diciéndoles que viendo las nubes del cielo saben si va a llover o no pero no saben ver las señales de los tiempos, ¿la advertencia era sólo para ellos? Porque salvo mejor opinión, me parece que Cristo también hablaba para nosotros.
      ¿Que quiere decir que el evangelio deberá ser predicado en todo el mundo y después vendrá el fin?
      Si hoy el mundo tiene 7.500 millones de habitantes ¿todos deberían conocer el evangelio para saber que ya viene el fin, o sería suficiente que haya sido predicado en todo el mundo aunque no exactamente se haya enterado hasta el último habitante de la tierra?
      La mitad de la biblioteca dice una cosa y la otra mitad dice lo contrario.
      Haciendo una mala comparación, sabemos que la tecnología moderna hoy produce suficientes alimentos para todo el mundo, pero aún así, millones no tienen para comer.
      No en vano Cristo nos advirtió que por más esfuerzos que hagan siempre habrá pobres en el mundo.
      Otra cosa es cuando Cristo amonesta a los fariseos diciéndoles que viendo las nubes del cielo saben si va a llover o no, pero no saben ver las señales de los tiempos.
      ¿La advertencia de Cristo fue sólo para los fariseos? Porque salvo mejor opinión, me parece que por más que nos hagamos los distraídos el palo también es para nosotros.
      ¿Existen hoy esas señales?
      Cuando San Pablo dice en la II a los tesalonicenses que antes de la llegada del inicuo habrá de venir la apostasía, ¿se refería a esto que hoy vemos en la Iglesia? Porque habría que ser demasiado ciego para no ver la terrible apostasía que hoy ha infiltrado hasta las más altas cumbres de la Iglesia.
      ¿Y qué pasa con el mundo? Porque cuando Pedro nos advirtió que así como el fin llegó primero por el agua y después será por el fuego, ¿no hablaba tal vez para nosotros que escuchamos tambores de guerra por todos lados y el peligro de la III Guerra Mundial nuclear amenaza dejar el mundo en ruinas?
      El que no quiera ver esas señales del fin que no las vea, igual las señales están...

      Fuenteovejuna


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    2. También afirma S. Pablo en Romanos que deberán convertirse la plenitud de las naciones y luego la de todo Israel. Tema espinoso donde los haya y que no resolveremos por muchas vueltas que le demos hasta que oigamos las trompetas.

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  7. Un servidor considera desde hace mucho que los tiempos proféticos están cerrados, tuvimos profetas y lo mejor que podríamos hacer es leer sus profecías. Ni con todo el cariño que le profeso podría imaginar que Ratzinger viera en el futuro con más precisión que Bergoglio. El futuro no me interesa mucho y creo que hay gente que confunde lo que va a suceder con el futuro; mellontos aiōnos se dice en el Credo para referirse a lo que sabemos que va a suceder, un tiempo fuera del futuro aunque con límites, por eso se dice aiōnos, porque la historia es una edad y lo que ha de venir otra distinta. El futuro del mundo y sus detalles efímeros no tienen nada que ver con esa edad que esperamos. Parece que Orígenes de Alejandría entendía esa edad por llegar como la de la salvación o tiempo espiritual, aquella en la que el logos se nos presente con una nitidez inimaginable ahora en nuestra presente condición. Vivamos los tiempos, y esperemos la llegada del siglo prometido con la fe en Cristo.

    Quería añadir una cita que nos empujara hacia la esperanza, me parece que Pablo en la Segunda a los Corintios 4, 17-18 empuja muy bien; aunque quizás a Bergoglio no le guste, ese desprecio por todo lo que son sus valores por parte de Pablo debe de ser muy difícil de asimilar, no me importa, Bergoglio es una efímera basura perdida en el tiempo. Tengan buena noche y que lo efímero no les perturbe.

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  8. ¡Gracias x recordarnos dónde está nuestra eaperanza! Saberlo no basta. Muchas veces necesitamos q alguien nos lo recuerde para q cobre fuerzas.
    Maravillosos ambos textos: el del cardenal y aquel del prefecto.

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    1. Cuál prefecto? El texto de Ratzinger es de 1973.

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    2. Y el de Newman de 1837. No digo más.

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  9. Don Wander, en relación a una cita de Joseph Ratzinger, en línea con el pasaje citado del card. Newman, traída por el anónimo de 27 de mayo de 2021 13:46
    “Nos profetizan una iglesia sin Dios y sin fe, son discursos vacíos. No necesitamos una iglesia que celebre en ‘oraciones’ políticas el culto de la acción”
    “Fue muy largo el camino desde los falsos progresismos en vísperas de la revolución francesa, en los cuales, incluso para los obispos era de buen gusto bromear sobre los dogmas, y quizá hasta dar a entender que no se había de tener de ninguna manera por segura ni siquiera la existencia de Dios” (JOSEPH RATZINGER, “Fe y futuro, 1973).
    Sin duda, con estas clarividentes palabras, Ratzinger, nos quería mostrar que no fueron muy fáciles las cosas para un católico contemporáneo de la Revolución Francesa. ¡Los mismos obispos se burlaban de los dogmas de la fe católica! No obstante, lamento decirlo, pero los tiempos presentes no dejan de ser muy distintos a los aciagos días de la revolución francesa. En efecto, se me informa que, hoy en Alemania, en los templos parroquiales de la Iglesia Católica, ¡ondean las banderas multicolores del inmoral movimiento LGTB! Inequívoco signo de que, hoy, nuestros propios sacerdotes, aquellos a quienes escuchamos en la misa todos los domingos, aquellos a quienes ingenuamente encomendamos la formación espiritual de nuestros hijos y nietos, ¡en desvergonzada y manifiesta complicidad con los enemigos de la fe católica, traicionan alegremente la doctrina enseñada, con la entrega de su propia vida por Nuestro Señor Jesucristo, y luego abonada con la sangre de tantos mártires! “Tú lo dices, yo soy Rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz” (Jn, 18, 36).
    Tiempos difíciles estos, es arduo pensar que los pueda haber peores, donde- con arreglo a la sentencia sabiamente acuñada por Gabriel Marcel que dice: “Quien no vive como piensa, termina pensando como vive”- estamos en la dramática situación de que, quien peca, no sólo peca, sino que, a fuerza de desatender la voz de Dios, parece no darse cuenta de que está pecando. Porque, como lo enseñaron tantos doctores de la Iglesia, quien así obra, ya está espiritualmente muerto.
    Por supuesto, por dura que sea la realidad que nos toca enfrentar siempre habremos de contar con el providencial auxilio de Dios. Porque, “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rm 5, 20). Pues, basta que haya el más mínimo testimonio de fe, para que allí, al instante, se haga presente el Señor con todo su poder.
    Mis cordiales saludos a todos. ¡Dios salve a la Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!

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  10. No dejan de ser muy distintos? Entonces son muy distintos o quiso decir lo contrario?

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  11. En mi opinión lo que debemos temer más es el triunfo terrenal de la Iglesia, con Emperadores y Reyes bajo su yugo; no su pequeñez y debilidad, cuando su único sostén es el Señor. Temed más los tiempos de Inocencio III que los de la Pornocracia. Decía San Cipriano a los fieles durante las persecuciones que no deberían preocuparse del edificio de las iglesias porque serían sede del Anticristo. Quizás reveló una verdad más literal de lo que podía imaginarse. También se dice que el Enemigo se sentará en el Lugar Santo para ser adorado como dios pero, si no hay Lugar Santo, ¿Donde se sentará?. Tambien nos dijo Cristo que se acortarían esos tiempos por amor a los elegidos porque no podrían resistir esa persecución pero ¿Qué clase de persecución será que no pueda soportarse tras ver las romanas, musulmanas, comunistas, etc. con miles de martires y, en algunas, sin apenas apostasías?
    Son ideas que se me vienen a la mente cuando se habla de estos temas.

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    1. No tiene nada de malo que el poder temporal apoye a la Iglesia. Al contrario es lo ideal.

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  12. Agustín, el obispo de Hipona, no estaba muy convencido, pero era un obispo de pocas luces el desdichado africano; no era un tipo instruido como Bergoglio, hombre que tiene un gran futuro.

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  13. ¡Gracias Eck! Buena observación. Quise decir, "no son muy distintos". Respecto a lo que dices de los peligros de la Iglesia en relación a su alianza con el poder temporal, también es muy cierto. De hecho, la Iglesia ha nacido bajo el sello de la cruz, y, Dios mediante, permanece bajo ella. Y, por cierto, las mas bellas flores de santidad de la Iglesia han nacido en el cruel marco de las persecuciones religiosas. Hemos conocido los heroicos testimonios de los Apóstoles, de Santos de la Talla de Esteban y Tarcicio, más tarde, hemos sabido de los heroicos testimonios de Maximiliano Kolbe, de Edith Stein...
    No obstante, no hay que generalizar. Como dice el Anónimo del 30 de mayo de 2021. "No tiene nada de malo que el poder temporal apoye a la Iglesia". Estoy pensando en el obispo Ambrosio de Milán, en San Agustín, en los Capadocios, que pudieron hacer lo que hicieron merced a la paz y el espíritu cristiano que imperaba en el siglo IV. Otro tanto se puede decir de las prodigiosas obras que, siglos más tarde, efectuaron santos de la talla de San Bernardo de Claraval, Santo Domingo de Guzmán, San Francisco de Asís, Santo Tomás de Aquino, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz. Más tarde, los vibrantes testimonios de Juan María Vianney, Damián de Veuster, Pio de Pietrelcina, Teresa de Calcuta ...
    Pero, coincido contigo en que los peligros de la alianza de la Iglesia con el poder temporal son reales. ¿Qué duda cabe de que, dicha alianza a lo largo de la historia, en muchos casos, se produjo a costa de la pérdida de muy preciados valores y verdades propias del Depósito de la fe? ¿No hubo algo de esto con la célebre Ostpolitik de hace no muchos años atrás? ¿Son acaso felices los frutos del actual diálogo entre la Iglesia y el actual gobierno de la China comunista donde se terminó por abandonar a quienes consagraron sus vidas al servicio de su fidelidad a la Iglesia de Católica? ¿Descansa nuestro espíritu cuando vemos el virtual desprecio que se hoy se hace de la Eucaristía al brindar la Hostia consagrada, sin prevenciones de ninguna naturaleza, a quienes, de hecho, la niegan con su conducta opuesta al testimonio de la Revelación y de la tradición de la Iglesia, como lo son, por no citar más que algunos pocos ejemplos, la sistemática promoción del aborto, del adulterio, y la homosexualidad? Por eso, quizás, al respecto, mejor habría que decir, "no tiene nada de malo que el poder temporal apoye a la Iglesia, sí y sólo sí, quienes detentan el poder temporal y el gobierno de la iglesia están movidos por, prudentes, rectas y santas intenciones.
    Con afecto, mis saludos a todos. ¡Dios salve a la Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!

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  14. Veo que me he expresado mal. Yo también deseo ver el triunfo de la Iglesia y que las naciones se gobiernen según la Ley de Cristo.
    Lo que digo está basado en Castellani: el mayor enemigo es el fariseismo y este se da más en los triunfos que en las derrotas. Sin irme en tonteras, presupongo que el Anticristo será el Gran Fariseo de una iglesia farisaica, que cree que la Segunda Venida es ella misma, de la cual solo resiste algunos verdaderos cristianos y los restos convertidos del pueblo elegido, que, por venir de un fariseismo anterior, ya están sobreaviso del nuevo.

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