por John A. Monaco
Hasta el momento la mayoría de los católicos conectados a internet han tenido noticias del actor Shia LaBeouf y su itinerario hacia el catolicismo, que provino de su preparación para filmar Padre Pio (2022) en su papel protagónico. El rincón católico de internet se inflamó con un discurso apasionado acerca de su entrevista con el Obispo Robert Barron, en la que LaBeouf menciona por qué la Misa Latina Tradicional lo afecta profundamente.
Los adeptos a la Misa Latina se alegraron de que LaBeouf dijera verdades de a puño, mientras él, en lenguaje sorprendentemente técnico aunque no pulido, describía lo que la mayoría de nosotros hemos estado tratando de transmitir a los jerarcas de la Iglesia durante años – la Misa Latina Tradicional es una perla de gran precio, y debiera ser conocida, amada y abrazada por la Iglesia. Por supuesto, esta entrevista –y en particular su analogía del Novus Ordo como si con él se estuviera tratando de venderle un auto- activó un incendio en la blogósfera católica, con los habituales sospechosos reprendiendo a LaBeouf por su “caricatura desdeñosa” del usus recentior y aquellos en los más altos niveles de la Iglesia expresando desconcierto en torno a sus comentarios.
¿Qué es lo que subyace detrás de la atracción de LaBeouf por la Misa Latina Tradicional? Ciertamente, él ha sido tan ajeno como cualquiera, en tanto una celebridad agnóstica, completamente sumergida en su propia fama, sus escándalos, y vida desordenada. Así, desde el comienzo, podemos advertir que su aprecio por el Rito Romano Tradicional no está enraizado en un debate ideologizado por una interna eclesiástica. Su llegada a la Misa Latina fue, en parte, una exigencia de su personificación del Padre Pío.
En cambio, pareciera que se topó con el usus antiquor, una interrupción en su rutina diaria que le exigió detener sus pasos, pausar y reflexionar acerca de cosas más elevadas. Uno asumiría que, a pesar de su crianza no católica, LaBeouf habrá sido testigo -o al menos tendría una vaga familiaridad- con la Misa Católica, aunque más no sea por haber asistido a algún casamiento o funeral de sus amigos. Vale la pena preguntarse por qué un hombre tan hondamente impregnado en el estilo de vida secular de Hollywood podría encontrar atractiva la Misa Latina. Después de todo, ¿no reclamaban acaso los reformistas que la Misa Latina necesitaba ser desmantelada para que la Iglesia llegase al “hombre moderno”?
Pues bien, el hombre moderno ha hablado. Libre de los compromisos intelectuales y profesionales exigidos por los “expertos” liturgistas, LaBeouf puede hablar como un simple observador, uno que no siente la necesidad de mostrar lealtad al partido. Ha reconocido sus pecados pasados, su quiebre, y su necesidad de arrepentimiento. Y sin embargo, en la oscuridad, fue capaz de atestiguar la luz; en su fealdad, fue capaz de reconocer la belleza.
Aquí la analogía con el vendedor de autos de LaBeouf se vuelve importante. “(La) Misa Latina me afecta profundamente”, le dice al Obispo Barron. Cuando Barron le pregunta por qué, LaBeouf responde, “porque no se siente como si me estuvieran queriendo vender un auto…Cuando alguien me quiere vender algo, mata mi capacidad para ello, y la suspensión de mi incredulidad, y mi anhelo de arraigarme en ello. Hay una inmediata rebelión en mi”.
No importa cuántas veces el experto vendedor de autos intente encajar su producto, el hombre moderno instintivamente se retrae. Lo forzado de las explicaciones repetidas de por qué es necesario poco hacen para regar el jardín del alma. La verdad, la bondad y la belleza hablan por sí mismas y no necesitan largos razonamientos y mucho menos campos de re-educación.
En otra parte del reportaje, LaBeouf menciona momentos importantes en su giro hacia el catolicismo, incluyendo el haber sido recibido por los frailes capuchinos mientras se preparaba para meterse en el papel del Padre Pio, leyendo el Evangelio de San Mateo, rezando el Rosario, siendo catequizado por sacerdotes y monjas, asistiendo a Misa, rezando en silencio delante del Santísimo Sacramento, e incluso, compartiendo comidas con ellos. A su favor, Barron es un excelente entrevistador, haciendo preguntas precisas y dando a LaBeouf todo el tiempo para que expusiera sus nuevas experiencias.
LaBeouf menciona incluso haber leído acerca de la vida del hermano Capuchino Jim Townsend, quien de joven vivió una vida de crimen, llegando a matar a su propia esposa, embarazada de su hijo por nacer. Mientras estuvo en prisión, Townsend conoció a un sacerdote católico que lo alentó a confesarse. Townsend se hizo luego terciario franciscano, antes de unirse a los capuchinos luego de su liberación de la cárcel. LaBeouf nombra a Townsend varias veces durante la entrevista, y ve claramente el mensaje de misericordia y arrepentimiento ofrecido por el catolicismo.
Vale la pena notar que la atracción de LaBeouf al catolicismo vino de su inmersión en la vida de la Iglesia. Ningún programa pastoral, ninguna iniciativa de la Conferencia Episcopal, ninguna monografía académica le “vendió” la Fe. Entró no sólo en la “materia” de la Iglesia (convirtiéndose en miembro del Cuerpo de Cristo) sino también en su “forma” (comunidad, devociones tradicionales, catequesis ortodoxa). La Liturgia habla por si misma y forma la personalidad de quien a ella se adhiere por virtud de su propia esencia, no puede ser entendida adecuadamente si se la separa de su forma encarnada. Según LaBeouf, luego de asistir a la Misa Tradicional en Oakland, California, sintió como si alguien le estuviese permitiendo penetrar un “profundo secreto”. En una época en que el Vaticano exige que las Misas Latinas no se publiquen en el boletín parroquial, la Misa Latina es, ciertamente, un secreto. Al igual que el Santo al que está representando en el cine, LaBeouf conocerá la realidad de que, incluso cuando uno posea la verdad -tal como los milagrosos estigmas del Padre Pío- la jerarquía eclesiástica no cesará de negarlo y suprimirlo. Incluso enfrentados a una belleza innegable, los superiores eclesiásticos pueden todavía sufrir de envidia.
Pareciera que LaBeouf encontró la perla de gran precio, aquella que, una vez hallada, lo inspira a uno a vender todo lo que posee para comprarla (Mateo 13:45-46). Mientras que Barron tuvo una recepción educada de sus comentarios, podemos imaginar el modo en que el amor de LaBeouf por el catolicismo tradicional habría sido recibido por prelados menos favorables, algunos de los cuales comparan el amor por la Misa Latina Tradicional con un giro al Protestantismo.
Verdaderamente, este famoso actor se parece a los niños que proclamaban “Hosanna!” a Nuestro Señor cuando él entraba al Templo de Jerusalén, y los liturgistas institucionales parecen aquellos rígidos Sumos Sacerdotes. Cuando le preguntaron a Jesús si Él oía lo que decían esos niños, Nuestro Señor les contestó afirmativamente, citando el Salmo 8:2: “De la boca de los pequeñitos y de los lactantes, me prepararé alabanza” (Mateo 21:12-16). Pareciera que el Padre Pío ha adoptado a Shia LaBeouf como su hijo espiritual, guiándolo para hacer del resto de su vida un acto de oblación, reparación y alabanza del Señor.
Por supuesto, los Católicos no deberían exagerar la entrevista de LaBeouf con Mons. Barron, como si el fuera ahora nuestro representante icónico. La conversión de LaBeouf demostrará su sinceridad sólo con el tiempo, y no hay necesidad de ponerlo en un privilegiado sitial de honor, lo que puede ser peligroso para los nuevos conversos. Pero dicho esto, no hay nada malo en sentir alegría y entusiasmo por que un pecador público y antiguo integrante de la elite de Hollywood haya expresado su deseo de hacerse Católico. Es una reacción natural y esperable. Pero ahora que la perla ha sido hallada, vale la pena preguntarse, ¿Qué sigue?
Más aún, si la jerarquía eclesiástica es verdaderamente sincera en su deseo de una “Iglesia en escucha”, una Iglesia del “acompañamiento”, del “caminar juntos” y de “leer los signos de los tiempos”, ¿cómo pueden permitirse ignorar al pecador arrepentido que está dispuesto a venderlo todo por la Misa que ama?
Traducción: Beltrán María Fos
Fuente: Crisis Magazine