lunes, 8 de mayo de 2023

El letargo de los Guardianes de la Fe

 


por Dietrich Von Hildebrand


Una de las enfermedades más horripilantes y difundidas en la Iglesia de hoy es el letargo de los Guardianes de la Fe de la Iglesia. No estoy pensando aquí en aquellos Obispos que son miembros de la “quinta columna”, que desean destruir la Iglesia desde adentro, o transformarla en algo completamente diferente. Estoy pensando en los Obispos mucho más numerosos que no tienen esas intenciones, pero que no hacen ningún uso de la autoridad cuando es el caso de intervenir contra teólogos o sacerdotes heréticos, o contra prácticas blasfemas de culto público. O cierran los ojos y tratan, al estilo de las avestruces, de ignorar tanto los tristes abusos como los llamados al deber de intervenir, o temen ser atacados por la prensa o los mass-media y difamados como reaccionarios, estrechos de mente o medievales. Temen a los hombres más que a Dios. Se les pueden aplicar las palabras de San Juan Bosco: “El poder de los hombres malos reside en la cobardía de los buenos”. 

Es verdad que el letargo de aquellos en posición de autoridad es una enfermedad de nuestros tiempos que está ampliamente difundida fuera de la Iglesia. Se la encuentra entre los padres, los rectores de colegios y universidades, las cabezas de otras numerosas organizaciones, los jueces, los jefes de estado y otros. Pero el hecho de que este mal haya penetrado hasta en la Iglesia es una clara indicación de que la lucha contra el espíritu del mundo ha sido reemplazada por [un] dejarse llevar por el espíritu de los tiempos en nombre del aggiornamento. Uno se ve forzado a pensar en el Pastor que abandona sus rebaños a los lobos cuando reflexiona sobre el letargo de tantos Obispos y Superiores que, aun siendo ortodoxos ellos mismos, no tienen el coraje de intervenir contra las más flagrantes herejías y abusos de todo tipo tanto en sus Diócesis como en sus Órdenes. 

Pero enfurece aún más el caso de ciertos Obispos, que mostrando este letargo hacia los herejes, asumen una actitud rigurosamente autoritaria hacia aquellos creyentes que están luchando por la ortodoxia, ¡haciendo lo que los Obispos deberían estar haciendo ellos mismos! Una vez me fue dada a leer una carta escrita por un hombre de alta posición en la Iglesia, dirigida a un grupo que había tomado heroicamente la causa de la verdadera Fe, de la pura, verdadera enseñanza de la Iglesia y del Papa. Ese grupo había vencido la “cobardía de los buenos” de la que hablaba San Juan Bosco, y de ese modo debían constituir la mayor alegría para los Obispos. La carta decía: «como buenos católicos, ustedes deben hacer una sola cosa: ser obedientes a todas las ordenanzas de su Obispo». 

Esta concepción de “buenos” católicos es particularmente sorprendente en momentos en que se enfatiza continuamente la mayoría de edad del laico moderno. Pero además es completamente falsa por esta razón: lo que es apropiado en tiempos en que no aparecen herejías en la Iglesia que no sean inmediatamente condenadas por Roma, se vuelve inapropiado y contrario a la conciencia en tiempos en que las herejías sin condenar prosperan dentro de la Iglesia, infectando hasta a ciertos Obispos que sin embargo permanecen en sus funciones. ¿Qué hubiera ocurrido si, por ejemplo, en tiempos del arrianismo, en que la mayoría de los Obispos eran arrianos, los fieles se hubieran limitado a ser agradables y obedientes a las ordenanzas de esos Obispos, en lugar de combatir la herejía? ¿No debe acaso la fidelidad a la verdadera enseñanza de la Iglesia tener prioridad sobre la sumisión al Obispo? ¿No es precisamente en virtud de la obediencia a la verdad Revelada que recibieron del Magisterio de la Iglesia que los fieles ofrecen resistencia a esas herejías? ¿No se supone que los fieles se aflijan cuando desde el púlpito se predican cosas completamente incompatibles con la enseñanza de la Iglesia? ¿O cuando se mantiene como profesores a teólogos que proclaman que la Iglesia debe aceptar el pluralismo en filosofía y teología, o que no hay supervivencia de la persona después de la muerte, o que niegan que la promiscuidad es un pecado, o inclusive toleran despliegues públicos de inmoralidad, demostrando así una lamentable falta de entendimiento de la hondamente cristiana virtud de la pureza? 

La tontería de los herejes es tolerada tanto por sacerdotes como por laicos; los Obispos consienten tácitamente el envenenamiento de los fieles. Pero quieren silenciar a los fieles creyentes que toman la causa de la ortodoxia, aquella propia gente que debería de pleno derecho ser la alegría del corazón de los Obispos, su consuelo, una fuente de fortaleza para vencer su propio letargo. En cambio de esto, estas gentes son vistas como perturbadoras de la paz. Y en caso de que expresen su celo con alguna falta de tacto o en forma exagerada, hasta son excomulgados. Esto muestra claramente la cobardía que se esconde detrás del fracaso de los Obispos en el uso de su autoridad. Porque no tienen nada que temer de los ortodoxos: los ortodoxos no controlan los mass-media ni la prensa; no son los representantes de la opinión pública. Y a causa de su sumisión a la autoridad eclesiástica, los luchadores por la ortodoxia jamás serán agresivos como los así llamados progresistas. Si son reprendidos o disciplinados, sus Obispos no corren el riesgo de ser atacados por la prensa liberal y ser difamados como reaccionarios.

Esta falta de los Obispos de hacer uso de su autoridad, otorgada por Dios, es tal vez por sus consecuencias prácticas, la peor confusión en la Iglesia de hoy. Porque esta falta no solamente no detiene las enfermedades del espíritu, las herejías, ni tampoco (y esto es mucho peor) la flagrante como insidiosa devastación de la viña del Señor; hasta les da vía libre a esos males. El fracaso del uso de la santa autoridad para proteger la Sagrada Fe lleva necesariamente a la desintegración de la Iglesia. 

Aquí, como con la aparición de todos los peligros, debemos decir principiis obsta (“detengamos el mal en su origen”). Cuanto más tiempo se permite al mal desarrollarse, más difícil será erradicarlo. Esto es verdad para la crianza de los niños, para la vida del estado, y en forma especial, para la vida moral del individuo. Pero es verdad en una forma completamente nueva para la intervención de las autoridades eclesiásticas para el bien de los fieles. Como dice Platón, “cuando los males están muy avanzados nunca es agradable eliminarlos”. 

Nada es más erróneo que imaginar que muchas cosas deben ser autorizadas a irrumpir y llegar a su peor punto y que uno debería esperar pacientemente que se hundan por su propio peso. Esta teoría puede ser correcta a veces respecto a los jóvenes que atraviesan la pubertad, pero es completamente falsa en cuestiones referentes al bonum commune (el bien común). Esta falsa teoría es especialmente peligrosa cuando se aplica al bonum commune de la Santa Iglesia, que involucra blasfemias en el culto público y herejías que, si no son condenadas, continúan envenenando incontables almas. Aquí es incorrecto aplicar la parábola del trigo y la cizaña.


The Devastated Vineyard, cap. 1 (Harrison, N.Y.: Roman Catholic Books, 1985).

16 comentarios:

  1. Para ser Guardián de la Fe, primero hay que tener fe.
    No demuestran que la tengan, los que se dicen guardianes y se la pasan poniendo en entredicho los dogmas y los fundamentos de la fe que dicen tener y que supuestamente guardan.
    Si fueran guardianes de la fe de otras religiones, seguramente los de esas religiones los hubieran invitado irse con sus teorías a otra parte.
    Son los autores del nuevo evangelio, que no es el que conocemos, sino el de "Pare de sufrir".
    O el de "Manual de Autoayuda para el que está convencido que es su propio dios".
    Como se ha llegado decir últimamente, que "la Agenda 2030 es el evangelio".
    Son la zorra y el lobo juntos en el cuidado del corral y el rebaño.

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  2. Con cierta sorna y un punto de mala leche entre varios amigos desarrollamos la que consideramos que es la mejor definición, a nivel general, de lo que es un obispo hoy en día. Un obispo es un amigo inútil, enemigo poderoso, con puño de hierro, mandíbula de cristal y alma de funcionario. Este artículo es una prueba de ello. En muchos sitios se ha instalado un único criterio de actuación por parte de los obispos, evitar el escándalo. Bajo esa premisa diariamente se cometen atrocidades en nombre de "la buena convivencia".

    Con todo creo que, cada vez más, el pueblo y el clero está hasta las narices de los obispos bienqueda. Especialmente entre el clero más joven, pese a los intentos de los seminarios por hacer de ellos unos borregos obediencialistas de la estricta observancia, cada vez hay más y más gente que reacciona contra esta parsimonia. Creo que se avecina, como he dicho muchas veces, la gran reforma que, cada 500 años, viene para darle un vuelco a la situación eclesial.

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  3. Naturalmente, acuerdo total. Todo esto de la claudicación episcopal ya sabemos que viene como causa inmediata -aunque hay gérmenes antiguos, obviamente- del modernismo y liberalismo, del aggiornamiento con el mundo vaticanosegundo, de la abdicación de la potestad correctiva, de la "era de la misericordia", de que los "hombres se dan cuenta solos de los errores", todo ya en el Discurso de inicio. También de la nueva concepción neoteológica del mundo divinizado hegeliano. De la "verdad sinfónica" balthasariana, (encarnada en Asís) donde todo entra en el sistema, menos el instrumento que produce sonidos cacofónicos: el Catolicismo. Por eso el único excomulgado en el "primaveral" post concilio fue Lefebvre. Pero puntualmente influye mucho el tema de las conferencias episcopales. Los Obispos pierden autonomía en su iglesia particular y quedan bajo ese artificioso cuerpo colegiado que a su vez está bajo el superestado mundial, y no tiene otro cometido que no ofender a los poderes mundanos y difundir moralina pacifista y políticamente correcta. La peor decadencia de la Iglesia.

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  4. Si la Iglesia docente no estuviera en la miseria moral en la que se encuentra, haría rato que este santo varón, Dietrich von Hildebrandt, hubiera sido elevado a la gloria de los altares.
    Hoy en día, el prototipo de obispo propuesto por Roma es Tucho, Hollerich, o Mc. Elroy. La diferencia a favor de von Hildebrandt resplandece como la luz del sol. Qué enseñan estos tres “esclarecidos” y todos los que los siguen? Pues a ceder sin más a cualquier tipo de extravío que se nos venga a la cabeza.
    Esta gente nunca se ha mirado al espejo. No existe para ellos la tentación constante de la concupiscencia. Condescienden a revolcarse en cualquier basural y se justifican con una palmadita en el lomo despachándose alegremente los mandamientos con argumentos que apelan a una sensiblería decadente, hueca y edulcorada, más propia de una novela televisiva vulgar o de folletín que de la exigente Caridad del Evangelio. No solamente tiran por la ventana los 2000 años de Iglesia, junto al santoral y el martirologio completos, sino también todo el Antiguo Testamento. (Una friolera de alrededor de 5000 años).
    “El que quiera seguirme niéguese a si mismo, cargue con su cruz y sígame.” Qué significa para ellos esta sentencia de Jesucristo? Qué porquería de Antropología subyace en esta mirada desesperanzada de la condición humana, sin considerar por un momento el valor del arrepentimiento, de la ascesis, de la oración y de la Gracia Santificante. Es que Dios no puede obrar en nosotros?
    Desde luego, no resiste análisis. Los mártires no dieron su vida entregándose por una cosmovisión de semejante mediocridad.
    Todos somos pecadores y todos debemos pasar inexorablemente por la puerta estrecha y aunque caigamos 100.000 veces, hay que empezar de nuevo, ponerse ceniza en la cabeza y humillar la soberbia en la Esperanza de que Dios estará siempre de nuestro lado. Bajar los brazos y encogerse de hombros no es una opción. Lo triste es que todos lo sabemos en nuestra conciencia y ni todos los psicólogos del mundo podrán lavar los remordimientos que esta venenosa filosofía nos acarreará. Cualquier componenda que deje de lado la realidad del pecado y nuestra constante necesidad de conversión con la ayuda de Dios, constituye una minusvaloración cínica de la condición humana, un pecado contra el Espíritu Santo que no tiene ni tendrá perdón de Dios. Señores obispos: El que quiera oír que oiga…

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  5. Hay un par de pasajes en la Revelación que, entiendo, todos pasamos por alto como si se aplicarán a otros. Y esto tiene mucha relevancia respecto de los consagrados, que ignoro si se confiesan de tal pecado. Son aquellos dos donde se mencionan a (i) los tibios y (ii) a los que escandalizan a los pequeños. ¿Cuántos consagrados son hoy tibios y escandalizadores? ¿No se dan por aludidos cada vez que leen estos pasajes?. Las consecuencias de tales estados personales, de consagrados especialmente, son durísimas según la Palabra de Dios. Así como Cristo se enardeció contra los religiosos de su época, ya advirtió que los tibios serán vomitados y los que escandalizan tratados peor que si se hubieran tirado al río atados a una rueda de molino. Los obispos, muchos aunque no todos, que han optado por la desistencia de su autoridad, se ponen de perfil, se manifiestan claramente tibios y escandalizan a los sencillos cuando permiten que las herejías campeen a sus anchas por la Iglesia. Como son de aquellos a los que "más se les ha dado" no podrán alegar que no fueron advertidos.

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  6. Excelente artículo y subsiguientes post. Mil gracias Wanderer , yo no me siento tan sola. Ustedes me confirman en la Fe que me regala Dios cada día. QueEl les siga bendiciendo y sigan dando numerosos y buenos frutos

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  7. Dietrich von Hildebrand falleció en 1977, así que seguramente escribió esto en tiempos de Pablo VI cuando el humo de Satanás recién empezaba a filtrarse en la Iglesia a través de una hendija que alguien abrió a escondidas. Aún así, el filósofo nunca imaginó que lo suyo iba a ser hoy una profecía cumplida.
    Cuando habla del letargo de los Guardianes de la Fe, da de lleno en el blanco porque es evidente que las instrucciones que los curas diocesanos reciben de sus obispos son las de hacer silencio absoluto sobre la profunda crisis que vive la Iglesia.
    Consecuente con ello, las homilías domingueras son siempre las mismas y tan aburridas como hace décadas.
    El resultado es que los fieles siguen haciendo la siesta a pata tendida como si aquí no pasara nada. Y si de casualidad alguna vez se enteran de algo, es porque la prensa publica una nota llenando de elogios al pobre Papa Francisco que siempre ve una luz de esperanza al final del túnel, sin darse cuenta que no es la luz del sol que viene de afuera sino la de una locomotora que se nos viene encima a toda máquina sin tocar pito y nos aplastará como a un tomate bajo las ruedas de un camión de Moyano.
    Bueno, el calavera no chilla, será el precio que habrá que pagar por la fiesta a la que nos invitaron sin averiguar de qué se trataba. Después empezará un mundo nuevo, claro, porque de Dios no se burla nadie.

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  8. Muy bueno. ¿Se puede saber la fuente, por favor? Gracias.

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  9. Primer capítulo del libro «The devastated Vibeyard», de Dietrich von Hildebrand, versión inglesa del original en alemán «Der verwuestete Weiberg», 1973.

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  10. El Papa Francisco dice que el gran riesgo para la Iglesia es el restauracionismo, querer volver el tiempo atrás, o a usos antiguos, y critica a Benedicto por las gracias que les concedió a los conservadores

    https://www.laciviltacattolica.com/this-is-gods-style-pope-francis-conversation-with-hungarian-jesuits/

    I wouldn’t know how to answer that theoretically, but I certainly know that the Council is still being applied. It takes a century for a Council to be assimilated, they say. And I know the resistance to its decrees is terrible. There is incredible support for restorationism, what I call “indietrismo” (backwardness), as the Letter to the Hebrews (10:39) says: “But we do not belong to those who shrink back.” The flow of history and grace goes from the roots upward like the sap of a tree that bears fruit. But without this flow you remain a mummy. Going backwards does not preserve life, ever. You must change, as St. Vincent of Lérins wrote in his Commonitory when he remarked that even the dogma of the Christian religion progresses, consolidating over the years, developing with time, deepening with age. But this is a change from the bottom up. The danger today is indietrismo, the reaction against the modern. It is a nostalgic disease. This is why I decided that now the permission to celebrate according to the Roman Missal of 1962 is mandatory for all newly consecrated priests. After all the necessary consultations, I decided this because I saw that the good pastoral measures put in place by John Paul II and Benedict XVI were being used in an ideological way, to go backward. It was necessary to stop this indietrismo, which was not in the pastoral vision of my predecessors.

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    1. Es increíble que puedan tergiversar absolutamente todo, sin respeto ninguno por las palabras.
      Desde la Sagrada Escritura hasta los escritos más "antimodernistas" del pasado, como San Vicente de Lérins, todo lo tergiversan, todo lo pervierten.
      Francisco, et al., son verdaderos terroristas de las palabras, y en eso se revelan que odian la Verdad, como dijo Castellani: el que no ama mucho las palabras no ama mucho la Verdad... y se queda sin ella.

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    2. El nivel de sofisma de Bergoglio es escandaloso. Tal como nos tiene acostumbrados.
      Como enseña Santo Tomás en su comentario a la epístola citada por el papa, “la razón de escribir esta carta fueron los errores de unos judíos que, convertidos a la fe de Cristo, querían uncir a la misma coyunda Evangelio y observancias legales, como si para salvarse no fuese suficiente la gracia de Cristo”
      Y comentando especialmente el verso que cita el papa dice Tomás
      “pero si desertare” (no habla de retroceder y mucho menos de retroceder temporalmente)"… San Pablo señala el peligro que corre el que no se mantiene en la justicia de la fe; pues, ya que el que cree tiene en su mano perder o conservar la fe, por eso dice: "si se apartare, de la justicia y de la fe, no será agradable a mi alma".
      Agregando que al decir luego el texto: "nosotros no somos de los", lo acomoda a su intento, como si dijera: así les acontecerá a los que le vuelven las espaldas a la fe; pero "nosotros no somos de los hijos que desertan para perderse".
      -"para la perdición", "sino hijos de Dios, esto es, renacidos en Cristo por la fe, para adquisición, esto es, salvación, del alma"; porque el que observa los mandamientos de Dios salva su alma (Mt 19; 1Ts 5). Por tanto, no hagamos quiebra en la fe.”

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  11. Acabo de leer una cita de documentación diplomática entre el imperio Español y el Papado. La sede de México estuvo vacante entre 1548 y 1553. Yo antes me pensaba que en aquella época era normal que las cosas fueran muy lento, y que todo dependía del rey de España. Pues véngome a enterar que los 5 años que la importante sede estuvo sin pastor (eran años los años críticos de la implantación de la Fe en América) fue porque los señores cardenales que trabajaban en la curia querían obtener un beneficio económico para sí mismos antes de otorgar la provisión (y el Papa estaba de su parte). La falta de celo pastoral de la curia romana (tiempos de contrarreforma, se supone) no se compara con la del arzobispo José Fonte tres siglos más tarde, quien ocupando la sede de México desde 1815 abandonó el país en 1823 en forma "de protesta" por la independencia de México, y no renunció a su sede (ni sus prebendas) sino hasta 1837 cuando el papa le obligó a ello.
    Dice Belloc que una prueba de la institución divina de la iglesia es que ninguna institución meramente humana conducida con tan descarada imbecilidad habría durado quince días.

    Sin embargo el Rey vendrá a pedir cuentas a todos sus administradores. Dios se apiade de nosotros.

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    1. Por eso esas historias de la iglesia que respiran sólo las glorias y son una suerte de leyenda dorada están muy lejos de la verdad. Y hay bastante de eso. Hay que saber estas tristes historias y a la vez conservar la fe.

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