Murió Jorge Ferro, el Anónimo Normando. Se marchó a Rivendel. Fue un entrañable amigo y un valiosísimo colaborador de este blog desde sus mismos inicios en 2007. Más aún, en un momento de desánimo, cuando dejé de publicar durante un par de meses, fue Jorge quien me convenció de que debía seguir. Por eso mismo, toda la comunidad que se reúne en torno a esta página le debe mucho, y le pido una oración por el descanso de su alma. Como él siempre decía: “Te pido un avemaría por mi”.
Lo conocí en 1995, en el café “El cisne”, de la calle Marcelo T. de Alvear, en Buenos Aires. Jorge trabajaba enfrente, en un instituto de investigaciones que funciona en una de las alas del Palacio Pizzurno. Yo era un joven iluso que, a instancias de un queridísimo amigo en común, iba a plantearle un tema de lo más extravagante para mi tesis de licenciatura. Él, con humildad y delicadeza, me hizo ver mis delirios. Nos hicimos amigos. Fui varias veces a su casa de Bella Vista, donde conocí a Celia, su mujer de la que siempre estuvo enamorado, y él vino varias veces a la mía. ¡Cómo olvidar sus conferencias en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo! Siempre con el aula magna colmada de bote a bote, de adolescentes, jóvenes y adultos. ¡Cómo olvidar su bonhomía y disponibilidad cuando los estudiantes me pedían que les consiguiera con él alguna entrevista personal para comentarle sus proyectos! ¡Cómo olvidar sus llamados recomendándome algún tesista y pidiéndome benevolencia! Porque Jorge era una persona bene volente, siempre quería el bien para los demás, y por eso mismo a veces teníamos diferencias en cuanto al juicio sobre la situación de la Iglesia o del país: él siempre daba otra oportunidad, moderaba y pedía moderación.
Jorge Ferro era doctor en Letras, investigador del Conicet y profesor en varias universidades del país. Además, y fruto de su caridad exquisita, formador de sacerdotes en varios seminarios, tarea compleja que aceptaba como un deber y siempre con alegría. Su área de estudio era la literatura española medieval, y sobre ese tema escribió numerosos artículos y era recurrentemente invitado a congresos internacionales. Su gran amor, sin embargo, era la literatura inglesa. Por eso mismo, conocía a Tolkien, a Lewis, a Chesterton y a Knox como pocos. Y por eso también sus libros Leyendo a Tolkien, permanentemente editado y agotado, o De maestros y batallas culturales.
Jorge, además de amigo, fue también maestro. Yo creo que todos los amigos, cuando lo son de veras, son también maestros. Siempre enseñan. Y de Jorge yo aprendí mucho y estoy seguro que todos quienes lo conocieron aprendieron también mucho de él. No nos daba clases; conversaba. Era un gran conversador. Dos eran las cosas de las que yo más gozaba en esas inolvidables tertulias en el pub de Tollers o en medio de las montañas mendocinas: los recuerdos que permanentemente mechaba en el diálogo, gracias a los cuales conocí mejor a Castellani por ejemplo, o me instruí sobre el ambiente católico argentino de los '70 con figuras míticas como Carlos Sacheri o el Bebe Goyeneche. Y, además, las permanentes referencias a libros y autores, lo cual me llevó a acrecentar mis lecturas sobre ámbitos tan distintos como la estética o la novela policial inglesa.
Cuando muere alguien cercano, los católicos —o al menos yo—, experimentamos una sensación agridulce. En primer lugar, el dolor y la tristeza de la pérdida; la experiencia de la ausencia del que partió, ausencia que sabemos definitiva en este eon; y el saber profundo de que con él se va una parte de nuestras vidas. Pero también aparece la tímida dulzura de saber que alguien tan querido y tan cercano ha culminado la carrera y ha conservado la fe, y que nos espera detrás de la cortina de niebla que nos separa del mundo invisible, y que su presencia hará que nuestra propia partida, cada vez más cercana, no sea tan temida.
Para quienes son nuevos lectores de este blog, los invito a leer la larga entrevista que le hizo a Jorge Ferro en 2011 su entrañable amigo, y entrañable amigo nuestro también, Sebastián Randle, publicada en tres partes:
En todos nosotros se agazapa un inquisidor frustrado
Un mundo de solos en lucha contra todos los demás
Y la conversación entre ambos, en cuatro episodios, en Youtube:
¡Descansa en paz, querido amigo!
Estimado Wanderer, dónde puedo conseguir alguno de los libros que mencionó del Anónimo Normando?
ResponderEliminarSaludos cordiales
Estimo que en la librería Vórtice. O bien, el dedicado a Tolkien, también en la librería de la UCA.
EliminarMis oraciones por él. Lo que sabía y había leído ese hombre! Era impresionante.
ResponderEliminarY tan agradable en el trato. La caridad sobresalía en él. Uno de los pocos sabios que en el mundo han sido.
https://www.youtube.com/watch?v=AjSoYOz0ny0
ResponderEliminarEsa charla y muchas otras se pueden encontrar de Jorge Ferro, quien fue un hombre sabio y eminentemente bueno. Arrimo ésta, tal vez, porque es la que siempre vuelve a escuchar mi señora, quien también enamorada de la literatura inglesa lo admiraba tanto.
Lo traté pocas veces y en todas me impactaron estos rasgos tan evidentes: bondad y sabiduría.
Que descanse en paz.
Ofreceré la santa misa por él, qué meno
ResponderEliminarAsí que él era el Anónimo Normando! Esta revelación, que a posteriori era obvia, me impactó tanto como saber que Gandalf llevaba a Narya. Gracias a Dios por él y por su obra.
ResponderEliminarGracias Don Wander por tan interesante semblanza de Jorge Ferro, sin duda un gran católico. Que Dios lo tenga en la gloria.
ResponderEliminarGracias, Wanderer. Magnífico.
ResponderEliminarQue en paz descanse, y brille para él la luz que no tiene fin.
Vita mutatur non tollitur. En qué cosa maravillosa se transformará Jorge.
ResponderEliminarConocí a Jorge Ferro en el seminario, donde enseñaba una materia en el primer año, en el llamado "introductorio".
ResponderEliminarFue un excelente profesor, pero sobre todas las cosas fue un hombre con una caridad exquisita, ¡hasta los progres lo querían!
Venía los lunes y se quedaba hasta el martes, decía que era como un mini retiro para él. Los lunes a la noche cenábamos el "arrocito", como él lo llamaba cada vez que llegaba la hora de comer y hacíamos memoria del menú. Cuando Jorge es tema en nuestras conversaciones nos es imposible no recordar "el arrocito".
Sabíamos del valor del profesor y, siendo poco el tiempo que teníamos con él, lo convencimos para que luego de completas, a escondidas y un poco como una aventura, nos juntáramos en su habitación. La juntada consistía en compartir un rato de pipa, alguna bebida espirituosa y, por supuesto, aquellas conversaciones que solo se pueden tener fuera de los espacios "comunes".
No recuerdo la circunstancia por la que no vino más. Pero lo sufrimos como una pérdida.
¡Qué buen tipo era Jorge, carajo! Que Dios lo tenga en la gloria. Ofreceré la santa Misa por su eterno descanso.
Sí es el seminario que creo que es, los miserables que ahora lo dirigen, no le dedicaron ni un homenaje en su pagina de facebook e instagram, y hasta donde sé nisiquiera una mención en la misa diaria para pedir por su alma.
EliminarDios lo tenga en la gloria a Ferro, un hombre de Dios y una gran persona.
In pacem requiescat. Oraciones por su alma
ResponderEliminarGracias Warderer por descubrirme una figura que pertenece un poco a todos en el mundo católico , tan necesario de personas de bien y De Dios.
ResponderEliminarDescanse en Paz. Una avemaría por su alma
Su visión, que no mera interpretación, de la obra de Tolkien, verdaderamente es una joya espiritual.
ResponderEliminarDios le pague sus grandes servicios a la Verdad, al Bien y a la Belleza.
Descansa en paz, gran caballero! Lo conocía y amaba por sus conferencias en youtube... Que brille para él la luz eterna!
ResponderEliminarAdiós, amado caballero! Que brille para tí la luz eterna!
ResponderEliminarNo conocia su obra, gracias por compartir, en estos días veo los videos, lo encomiendo en el Rosario.
ResponderEliminarHablando de Tolkien, que tal la película de Star sobre su obra ?
En Xto
Un verdadero caballero y maestro cristiano, como los de antes. Simplemente, GRACIAS. Ya estarás en la Patria...
ResponderEliminar¡Gracias Wanderer! Yo fui una de las que disfruté (y aprendí) de sus conferencias en la Facultad de Filosofía y Letras y de sus entrevistas y tertulias que aparecen en internet. Claro que rezaremos por su alma!
ResponderEliminarRezamos por su alma. La verdad no tuve el gusto de conocerlo ni en persona ni en sus obras. Pero por lo que cuentan me dan ganas de leerlo. Se desea con todo corazón docentes cómo él, especie casi extinta o inexistente en la provincia cuyana del norte. Requiem æternaam dona ei Domine, et lux perpetua luceant ei.
ResponderEliminarLo conocí de adolescente en el viejo Don Jaime. Aún mis numerosos compañeros que abandonaron la Fe lo recordaron con cariño cuando nos anoticiamos de su muerte. Dios sabrá recompensar con creces sus detalles escondidos.
ResponderEliminarEl donja.
Dice Bergoglio que eso de Anónimos, aunque sean Normandos, no corre más
ResponderEliminarNo los pueden disciplinar.
Es delito de lesa majestad.
Riamos de sus pavadas y sigamos con alegria en la brecha, como lo hacía Jorge.
https://www.infobae.com/opinion/2024/03/11/la-violencia-en-las-redes-sociales-un-fenomeno-alarmante-y-creciente/
¡Qué noble gesto el de Don Wander al de honrar la grandeza de un alma noble y de participarnos el modo en que podamos acceder a su conocimiento por medio de la declaración de sus obras! Un agradecilmiento también a Sebastián Randle que compartió sus jugosas declaraciones sobre puntos que interesan y preocupan a todos los buenos católicos. Comparto con Don Wander el que su partida a la Casa del Padre sea un motivo de congoja para quienes compartieron con él sublimes momentos de alegría, pero sin duda también lo será de un inmenso gozo por cuanto significa el triunfo de la perseverancia en la fe hasta el final de sus días, y el saber que desde hoy ya podemos contar con un importante intercesor junto a todos los santos y ángeles que ya lo habrán recibido en el Cielo. Un hombre que, al parecer hizo de su vida un claro testimonio santidad. ¡Gracias Jorge Ferro por los días que tan generosamente nos regalaste mientras estuviste entre nosotros! Mis plegarias, mi ilustre Anónimo Normando para que Dios te tenga en su santa gloria.
ResponderEliminar¡Dios guarde a la Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!
Que en paz descanse el querido Joge Ferro. Un creyente.
ResponderEliminarHoy falleció Mons. Pedro Candia, quien supo llevar adelante el Vicariato Castrense en medio de la borrasca de los 12 años K.
Luego la Iglesia no le pagó ese servicio y el miserable del obispo designado por envidia lo echó de la Curia y le prohibió asistir a celebraciones oficiales.
Eso Mons. Candia lo aprovechó para dedicarse a sus tareas sacerdotales.
Que Dios lo premie.
Que en paz descanse.
no creo que todos los de la Castrense opinarían como usted. Pero una oración no se le niega a nadie. En persona le puedo decir que perseguido por mi superior que Francisco - quizás lo único bueno que hizo - lo redujo al estado laical le pidió que deje sin efecto el servicio que daba en la Castrense y sin aviso me vi en un decreto "dado de baja" sin más. Tuve que buscar un obispo como Melgarejo que, contándole mi calvario, intercedió por mí y tuvo que hacer otro decreto para reinsertarme. Todo en cuestión de días....Bien se sabe de su ambición por quedarse él como obispo...
EliminarCreo que no hay que ser injustos con la memoria de Mons. Candia, con sus luces y sombras, fue un buen sacerdote y un padre para muchos desamparados, un hombre que en primera instancia podía parecer frío y distante, pero que rompiéndose ese corteza, tenía un corazón noble y generoso. El obispo castrense actual con su palabra y actos, sin querer, lo reinbidinca a cada palmo, ya que es un digno personaje de Gasalla. Si Pedro ambicionaba o no la mitra poco importa ya, le habrá dado cuentas al eterno Padre de ello, no seamos hipócritas, todos ambicionamos algo en la vida y sin ir muy lejos, bancamos a un Papa que ambicionaba la mitra y la tiara desde décadas. Que en paz descanse Mons. Candia, soldado de Dios y de la Patria, padre, pastor y amigo!!! Sargento Peper.
EliminarNo lo conocí personalmente, ni fui su amigo.
ResponderEliminarLo conocí por mis lecturas, desde joven. Luego, lo que nos brindó Jack Tollers en su et voilá (con el acento invertido, que no logro insertar ahora), así como por seguir los videos que nos supo regalar -y conservar, cosa que le agradezco- Sebastián Randle.
Acá me enteré que era él el Anónimo Normando.
Tengo una gran tristeza, pese a lo que señalé al inicio; y, pese a que debería gozarme de saber que terminó su carrera, luego de haber combatido el buen combate y conservado la fe.
No soy una persona joven, ni mucho menos, pero lamento -cada vez más- la partida de los mejores hombres de nuestra Patria; porque son insustituibles y porque parece ser que sucede cuando más se los necesita. Cuidémos a los que quedan; y, aprovechen los más jovenes a los buenos maestros.
Que Dios lo tenga en la Gloria y brille para él la Luz que no tiene fin!!!. Me sumo a las oraciones de todos, por su eterno descanso y por la fortaleza cristiana que necesite su familia en estos momentos.
W, estuve viendo la entrevista de Raedle a Ferro. Una maravilla. Va un botón de muestra:
ResponderEliminarRaedle: ¿Macri o Kirchner? ¿Longobardi ó 678? ¿Ricardo Fort o Carta Abierta? Y así ad nauseam. Elija. Defínase.
Ferro: ¿Los boludos alegres o los boludos tristes? Ningún boludo, que abundan como los hongos después de la lluvia. Ni Bergoglio ni… hay demasiados ejemplos. Pero pongamos un santurronazo agobiado de escapularios, flagelos, cilicios, estampitas, escrúpulos, devociones que se superponen y colisionan en el tiempo, manuales de moral decimonónicos, el limbo, los tocamientos, las miradillas, Harry Potter es diabólico, los sesenta granaderos, etc. etc.
La definición definitiva
EliminarLe doy mi pésame. Conocí a don Jorge Ferro por las entrevistas filmadas que usted realizó con él hace un tiempo. La impresión que me llevé fue la de un caballero de los pies a la cabeza, de un hombre culto y bueno. Un abrazo.
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