Reproduzco aquí una carta que Marcel De Corte le dirigió a Jean Madiran en 1970 y que publicó Rorate Coeli. Trata sobre los terribles tiempos del posconcilio. Nosotros vemos ahora las consecuencias de la locura de esos años y del catastrófico pontificado de Pablo VI.
Marcel Marcel De Corte nació en Bélgica en 1905 y murió en 1994. Filósofo, heredero de la gran tradición aristotélica, contemporáneo de Jacques Maritain, Étienne Gilson, Gabriel Marcel y Gustave Thibon, enseñó en la Universidad de Lieja hasta 1975. Colaborador habitual de la revista católica Itinéraires y autor de más de veinte obras de reflexión filosófica, se interesó especialmente por las evoluciones sociales derivadas de la Revolución Francesa y de la Revolución Industrial, principalmente en lo que se refiere a la desintegración moral y social del hombre moderno.
Debo admitirte, mi querido Jean Madiran, que he estado tentado más de una vez de abandonar la Iglesia católica en la que nací. Si no lo he hecho, doy gracias a Dios y al buen sentido común campesino con el que me ha bendecido. La Iglesia —murmuro para mis adentros en este momento— es como un saco de trigo infestado de gorgojos. Por numerosos que sean los parásitos —y a primera vista, son enjambres—, no han esterilizado todos los granos. Algunos, por pocos que sean, siguen siendo fértiles. Brotarán y los gorgojos morirán cuando hayan devorado a todos los demás. Buen provecho, señores, se están comiendo su propia muerte.
Mientras tanto, sufrimos de hambruna, hambrientos de lo sobrenatural. El número de sacerdotes que nos distribuyen el pan del alma disminuye a un ritmo alarmante. En la jerarquía, las cosas son aún peores. Y en la cúspide, de donde podríamos esperar algún consuelo, son desastrosas.
Confieso que Pablo VI me engañó durante mucho tiempo. Creía que intentaba preservar lo esencial. No dejaba de repetirme las palabras de Luis XIV al Delfín: “No temo decirte que cuanto más alto es el cargo, más cosas hay que uno no puede ver ni saber sino cuando lo ostenta”. No siendo ni papa, ni siquiera clérigo, me dije: “Él ve lo que yo no puedo ver, debido a su posición. Por lo tanto, confío en él, aunque la mayoría de sus actos, actitudes y declaraciones no me gusten, y sus constantes (aparentemente constantes) maniobras me hagan girar la cabeza. Pobre hombre, es digno de lástima, sobre todo porque es evidente que no está a la altura de las circunstancias... Pero aun así, con la ayuda de Dios…”
Sin embargo —y esto es para gloria de la humanidad— no hay ejemplo en la historia de un engañador que no acabe desenmascarándose. Si uno se esfuerza demasiado por ser lo que no es, acaba revelando su verdadera naturaleza. Demasiada astucia resulta contraproducente. Los hombres están dispuestos a tolerar un poco de engaño, sobre todo cuando tiene un toque italiano. Pero hay un límite, y más allá de él uno deja de ser un buen actor y se convierte en prisionero de su propia farsa, enredado en sus propias hazañas de ilusión.
El punto de inflexión para mí llegó con la controversia sobre la Santa Misa. Hasta entonces, uno podía ser engañado y embaucado. Ese era el precio de los honores debidos a los poderes establecidos. Pero ahora se acabó el tiempo de “jugar conmigo”, como decía mi viejo profesor. Es una frase que utilizaba cuando estábamos en el campo, donde esa franqueza resulta natural, y era mucho más enérgico. El padre Cardonnel, lleno de literatura y vomitándola a todo el mundo, carece de esa deliciosa espontaneidad del lenguaje, de esa afirmación orgullosa y varonil de quien ya no soporta ser engañado ni por un momento. “Se acabó. Se acabó”, le decía al imprudente que había llevado las cosas demasiado lejos.
Lo digo muy serena y reflexivamente, con toda la confianza de un hombre de estirpe campesina, donde el catolicismo se transmite de padres a hijos, donde lo sobrenatural es en sí mismo tangible, que ha pasado de cultivar campos como sus antepasados (de los que es bastante indigno) a cultivar mentes, de los que Dios ha sacado un hijo dedicado a la Iglesia, y que se siente, de pies a cabeza, profundamente enraizado en la Iglesia. Lo digo con firmeza, sin la menor vacilación: “NO. Ya estoy harto. No me van a tomar el pelo. No quiero que me lleven por el camino del jardín. No pretenderé que Pablo VI sea un nuevo San Pío X, profundamente transformado, para mejor, por supuesto, como corresponde a nuestra época progresista”.
¿Cómo atreverse a proclamar que no hay “nueva misa”, que “nada ha cambiado”, que “todo sigue como antes”, cuando nada o casi nada queda de la Misa que tantos santos apreciaron con amor? Cuando los "expertos" designados para trabajar en este proyecto de demolición por razones de utilidad pública lo han descrito una y otra vez como una verdadera "revolución" litúrgica. Cuando las simples conciencias de los fieles de a pie se han visto sacudidas por este trastorno. Como exclamó una anciana al salir de la iglesia el primer domingo de Adviento, aplastada por el "nuevo rito" (el adjetivo es de Pablo VI, a quien le gusta jugar con las contradicciones): "¡Eso! ¿Una misa? Ya no se reconoce!". Era tan evidente que el celebrante, por distracción o precipitación, ¡había omitido la consagración del vino! Pero, ¿qué importa eso en una misa en la que el concepto de sacrificio está, por definición, ausente?
No voy a repetir aquí los argumentos en contra de esta nueva liturgia. Otros, bien informados, competentes y fiables, ya lo han hecho y lo han hecho bien. Cuando las opiniones de los expertos coinciden con el sentido común de un cristiano corriente, no es necesario añadir comentarios propios. Todo ha sido dicho ya por ilustres especialistas, experimentados teólogos y canonistas, sacerdotes y devotos religiosos, e incluso por aquella buena mujer común que expresó la más profunda y sentida protesta de las masas cristianas contra esta "transformación": "¡Ya no se reconoce!". Eso lo resume perfectamente: “Ya no se puede reconocer”. Los fieles lo perciben por instinto: “Ya no tiene nada de católico”.
Esta Misa representa, tanto en su conjunto como en sus detalles, un sorprendente alejamiento de la teología católica de la Santa Misa, tal como fue formulada en la vigésima segunda sesión del Concilio de Trento, el cual, al fijar definitivamente los 'cánones' del rito, erigió una barrera infranqueable contra cualquier herejía que pudiera atentar contra la integridad del Misterio. Las severas palabras del Cardenal Ottaviani difícilmente pueden ser discutidas por alguien de buena fe que haya estudiado el nuevo Ordo Missæ y considerado todos sus detalles. Nadie de buena fe puede ignorar su cruda realidad después de haber escuchado, como hicimos en Bélgica después del 30 de noviembre, cada domingo y en Navidad, "la nueva Misa", prefabricada por tecnócratas de la fe. Apretado entre una Liturgia de la Palabra pomposa y teatral y una Liturgia de la Comida de "autoservicio", el SANTO SACRIFICIO DE LA MISA, es decir, lo ESENCIAL, es despachado en un abrir y cerrar de ojos por un clérigo que, nueve de cada diez veces, según mi experiencia, no parece creer en lo que hace ni un solo instante.
Repito: esto se ha demostrado exhaustivamente, y contra estas pruebas y argumentos no se ha ofrecido en respuesta más que retórica serpentina y jeremiadas.
*
Esta "nueva Misa" DEBE SER RECHAZADA con toda la energía y valentía del Padre Roger-Thomas Calmel, O.P. y de acuerdo con las directrices establecidas por Jean Madiran, incluso si necesitan ser ajustadas individualmente según sea necesario, con la debida cautela y dependiendo de las circunstancias, con la doble intención siempre presente en la mente: rechazar lo que es herético en el Oficio y aceptar sólo lo que es ortodoxo.
Por mi parte, me tapo cuidadosamente los oídos con cera. Me escondo al fondo de la iglesia detrás de una cortina, cuya pantalla engroso sentándome en la silla más baja que encuentro. Leo la Santa Misa en el Misal que mi santa madre me regaló después de que el anterior que ya me había dado se hiciera trizas. Leo la Imitación de Cristo en latín durante la tontería que ahora pasa por sermón. Participo con todo mi corazón en la renovación del Sacrificio del Calvario. Obligo al sacerdote que distribuye la comunión en las manos de las "ovejas" que se le ha ordenado domesticar, a que me la dé en el comulgatorio, donde me arrodillo. Y durante el barullo final, salgo a meditar, rezando para que el Señor me haga aún más sordo al clamor del mundo, tanto en sentido literal como figurado.
*
Debo decir que a veces me enfurezco cuando escucho alguna idiotez que llega a mis oídos, como ésta, cuya autenticidad garantizo: "Recemos, hermanos míos, para que entre los jóvenes de ambos sexos, reunidos por sus peinados y vestidos similares, no haya ya diferencia de sexo". Pero uno puede acostumbrarse a cualquier cosa, incluso a las tonterías más ridículas. Como bien decía Léon Bloy, hay que ser parco en el desprecio, porque hay muchos que lo merecen.
No disimulemos la verdad. Nuestro rechazo implica un juicio sobre los actos y las palabras de Pablo VI, e incluso sobre su persona, con la que debemos, contra nuestra voluntad, practicar la virtud de la "corrección fraterna", que Santo Tomás de Aquino consideraba una prolongación de las virtudes de la limosna y de la caridad, y que, según él, uno debe llevar a cabo incluso públicamente con sus superiores, después de haber agotado todos los medios ocultos para hacerlo (II-IIae, q. 33). Se puede presumir sin temor a equivocarse que un inferior tan respetuoso de la autoridad papal como el cardenal Ottaviani no hizo pública su carta memorial a Pablo VI sin haber ejercido antes toda la prudencia diplomática posible. "Si un superior es virtuoso", escribe un comentarista de la Summa, "aceptará con gratitud cualquier advertencia que pueda darle claridad. Será el primero en admitir que es justo advertirle y que no es intocable en todos los aspectos." Y añade, siguiendo a Santo Tomás, que la advertencia debe ser pública "cuando, por ejemplo, un superior declara públicamente herejías manifiestas o causa gran escándalo, poniendo así en peligro la fe y la salvación de sus subordinados."
El cardenal Ottaviani no es ciertamente el único que piensa que Pablo VI, con sus palabras y sus actos, “se aparta llamativamente de la teología católica de la Santa Misa”. En efecto, es inconcebible que el Papa se haya limitado a hojear un documento tan importante y lo haya firmado descuidadamente. El Ordo Missæ y la Nueva Misa que rechazamos enérgicamente son queridos e impuestos por Pablo VI a todos los católicos.
¿Cómo es posible semejante actitud por parte de un Papa en un momento tan crítico de la historia de la Iglesia? No puedo evitar hacerme esta pregunta. Y ya no puedo callar mi respuesta. Lo que está en juego es demasiado importante para que los laicos dejen que los sacerdotes de todos los rangos luchen solos, sin el apoyo de algunos de los fieles a los que han alertado del peligro, contra el "escándalo" de la nueva Misa.
No se trata de indignarse, por tentador que sea, sino de comprender.
*
Pablo VI es un hombre lleno de contradicciones. Es un hombre que ensalza el Santo Sacrificio de la Misa en términos grandiosos y tradicionales en su "Credo del Pueblo de Dios", pero que lo minimiza en la nueva Misa que impone a la Cristiandad Católica. Se trata de un hombre que firma y promulga las declaraciones oficiales del Concilio relativas al latín, "lengua litúrgica por excelencia", y al canto gregoriano, tesoro que hay que preservar celosamente, y que, además, se compromete públicamente a preservarlos, pero que reniega de su firma y de su palabra después de haber consultado, en un asunto tan importante como el modo de expresión del culto ofrecido a Dios, sólo a expertos de la liturgia, algunos de los cuales son sospechosos y otros pertenecen a comunidades cristianas disidentes. Este es el hombre que se ocupa de censurar el Catecismo holandés, pero que tolera la difusión de los errores dogmáticos que contiene. Este es el hombre que autoriza el Catecismo francés, cuyos errores, omisiones y distorsiones de la Verdad revelada son tanto más graves cuanto que está destinado a los niños, pero que investiga las desviaciones de la fe en todo el mundo. Este es el hombre que proclama a María Madre de la Iglesia, pero que permite que innumerables clérigos de todos los rangos manchen la pureza de su nombre. Este es el hombre que reza en San Pedro y en la Cámara de Reflexión de estilo masónico de las Naciones Unidas. Este es el hombre que da audiencia a dos actrices deliberada y provocativamente vestidas con minifaldas, pero que luego habla en contra de la creciente ola de sexualización en el mundo. Este es el hombre que le dice al pastor Boegner que los católicos no son lo suficientemente maduros para el control de la natalidad con "la píldora", pero que publica Humanæ vitæ, mientras permite que sea cuestionada por conferencias episcopales enteras.
Este es el hombre que proclama que la ley sobre el celibato clerical nunca será abolida, pero permite que sea cuestionada sin cesar, mientras facilita que los sacerdotes que deseen casarse puedan hacerlo. Este es el hombre que prohíbe la comunión en la mano, pero que la permite, incluso autorizando a ciertas iglesias, por indulto especial, a que los laicos distribuyan las Hostias consagradas. Este es el hombre que se lamenta de la "autodestrucción de la Iglesia", pero que, a pesar de ser su jefe y cabeza, no hace nada para detenerla, dejando así que suceda por su propio consentimiento. Este es el hombre que emite la Nota prævia respecto a sus poderes, pero que permite que sea desechada en el Sínodo de Roma como anticuada y consignada al olvido, etc.
Se podría hacer una lista interminable de las contradicciones del Papa. El hombre mismo es contradicción y versatilidad permanentes, así como ambigüedad fundamental.
Por lo tanto, hay dos posibilidades.
Un hombre que es incapaz de superar sus propias contradicciones internas y que las muestra abiertamente a la vista de todos, es incapaz de superar las contradicciones externas que encuentra al gobernar la Iglesia. Es un Papa débil e indeciso, como otros en la historia de la Iglesia, que oculta sus vacilaciones tras un torrente de la retórica que el emperador Juliano, llamado el Apóstata, denominó, hablando de los obispos arrianos de su tiempo que tan hábilmente la practicaban, "el arte de restar importancia a lo que importa, exagerar lo que no la tiene y sustituir la realidad de las cosas por el artificio de las palabras". A veces, en una sola frase de un discurso papal, el blanco y el negro se combinan y reconcilian mediante trucos sintácticos.
La segunda hipótesis no es menos probable: el Papa sabe lo que quiere y las contradicciones que muestra no son más que las que un hombre de acción, impulsado por el objetivo que quiere alcanzar, encuentra en su camino y no le preocupan lo más mínimo, llevado como está por la fuerza de su ambición.
A este respecto, cabe suponer, sobre todo después del nuevo Ordo Missæ y de la nueva Misa, que la intención de Pablo VI es reunir en una sola acción litúrgica a clérigos y laicos de las diversas confesiones cristianas. Como cualquier político avezado, el Papa sabe que es posible unir a personas con "opiniones filosóficas y religiosas" fundamentalmente diferentes, como decíamos en las reuniones de mi juventud. Si este es el caso, podemos esperar en un futuro próximo nuevas manifestaciones de la acción ecuménica pontificia, siguiendo el modelo de las maniobras políticas.
Es cierto que las dos interpretaciones del comportamiento de Pablo VI pueden combinarse. Un hombre débil huye de su debilidad o, más exactamente, de sí mismo, y se lanza a la acción, donde las contradicciones no son más que distintas fases de los cambios esenciales a la propia acción. Tales temperamentos están claramente centrados en el mundo y en las metamorfosis que implica, que influyen en las propias acciones. Se puede entonces aceptar sin dificultad un "catecismo nuevo", irreconciliable con el catecismo de antaño, "porque hay un mundo nuevo", como dicen los obispos franceses, y, en el lenguaje del mundo, "un mundo nuevo" no tiene nada en común con el anterior, como una moda nueva no tiene nada en común con una moda antigua. "Por tanto, ya no es posible", añaden, "considerar los ritos como permanentemente fijos en un mundo que evoluciona rápidamente". Nos han puesto sobre aviso: la nueva misa es semejante a la revolución permanente que atrae a todos los adolescentes y adultos que aún no han superado sus crisis de pubertad, ya que enmascara las contradicciones que no pueden superar, precisamente porque esas contradicciones son parte integrante de ellos.
Los epígonos manifiestan este rasgo de la forma más clara, incluso exagerada. Marx decía que la historia repetía la tragedia de Napoleón I como una comedia bajo Napoleón III. Del mismo modo, cierto obispo belga, que me parece una especie de mini-Pablo VI, acaba de recibir el encargo de presentar la nueva misa al desconcertado público. "Esto", declaró en términos risibles, "marca el primer capítulo final de la reforma litúrgica en curso desde el Vaticano II". Se nos asegura que habrá un segundo capítulo final, y luego un tercero, y así interminablemente. El hombre que intenta huir de sí mismo a través del cambio nunca lo alcanza, a pesar de sus esfuerzos a veces cómicos.
*
Desde esta perspectiva, es difícil encontrar dos papas en la historia que difieran más radicalmente que San Pío X y Pablo VI.
Recientemente he releído la encíclica Pascendi. En casi todas las páginas, observo que lo que el primero rechaza, el segundo lo acepta, lo tolera y lo respalda.
San Pío X fue la roca de la doctrina, un hombre que no abandonó su puesto ni a su pueblo durante la tormenta, y que no eludió ninguna de sus responsabilidades, como reconoce haber hecho Pablo VI en el notable discurso que pronunció el 7 de diciembre de 1968: "Muchos esperan del Papa gestos dramáticos e intervenciones enérgicas y decisivas. El Papa no cree que deba seguir otra línea que la de la confianza en Jesucristo, a quien su Iglesia está confiada más que a nadie. Es él quien calmará la tempestad".
San Pío X no fue el hombre de gobierno únicamente pastoral que Pablo VI pretendió ser en su discurso del 17 de febrero de 1979, donde dijo estar "abierto a la comprensión y a la indulgencia". Fue más bien un Papa que siguió el ejemplo de sus predecesores, que defendió la sana doctrina con extrema vigilancia e inquebrantable firmeza, comprometido a salvaguardarla de cualquier daño, "recordando el mandato del Apóstol: Guarda el buen depósito'" (2 Timoteo 1:14)
Para San Pío X, "Jesucristo enseñó que el primer deber de los papas es custodiar con la mayor vigilancia el depósito tradicional de la fe, rechazando las novedades profanas de las palabras", contra "quienes desdeñan toda autoridad y, apoyándose en una falsa conciencia, pretenden atribuir al amor a la verdad lo que en realidad es fruto del orgullo y la obstinación". Nunca habría concedido, como Pablo VI ha insinuado a menudo, que "la verdad se encuentra igualmente en las experiencias religiosas" de otras religiones, y que el mismo Dios es común a judíos, musulmanes y cristianos. Nunca habría "concedido honores a los maestros del error", como Marie-Dominique Chenu y los de su calaña para hacer creer que su admiración no se dirige sólo a las personas, que quizá no estén desprovistas de méritos, sino a los errores que abiertamente profesan y defienden".
San Pío X nunca habría sugerido que “el culto nace de una necesidad, pues todo en el sistema de los modernistas se explica por impulsos o necesidades interiores". Cuántos textos de Pablo VI podríamos enumerar aquí que afirman exactamente lo contrario, especialmente su discurso del 26 de noviembre de 1969, donde justificó su repudio del latín y del canto gregoriano en la nueva misa invocando la supuesta necesidad del pueblo de comprender su oración y participar en el oficio "en su lengua cotidiana." San Pío X no aprobaba la “ gran ansiedad de los modernistas por encontrar una vía de conciliación entre la autoridad de la Iglesia y la libertad de los creyentes", como hace constantemente Pablo VI. No profesó "esa doctrina tan perniciosa que haría de los laicos un factor de progreso en la Iglesia" ni buscó "compromisos y transacciones entre las fuerzas de la conservación y del progreso en la Iglesia para llevar a cabo los cambios y el progreso que exigen nuestros tiempos." Del mismo modo, San Pío X no siguió el método "puramente subjetivo" que impulsa a los modernistas "a ponerse en la posición y en la persona de Cristo y luego atribuirle lo que ellos habrían hecho en circunstancias semejantes", como hace Pablo VI cuando afirma, habiendo decretado unilateralmente el uso de la nueva Misa, que su voluntad "es la Voluntad de Cristo", el soplo del Espíritu que llama a la Iglesia a esta transformación", añadiendo, patéticamente, para mostrar que su inspiración coincide con la divina (aunque precisa que no es el caso en su Credo), que "este momento profético que atraviesa el Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, la sacude, la despierta y la obliga a renovar el arte misterioso de su oración" (26 de noviembre de 1969). "Lo más seguro y seguro —decía San Juan de la Cruz— es huir de profecías y revelaciones, y si algo nuevo respecto a la fe se nos revela [la lex orandi es también lex credendi, y cualquier novedad manifiesta en el culto es novedad en la fe] no se debe consentir en modo alguno" (Subida al Monte Carmelo, 1. II, cap. 19 y 27).
Por último, ¿no es evidente que detrás de las intervenciones de Pablo VI en la escena mundial se esconde la convicción, que San Pío X rechazó por perniciosa, de que "el reino de Dios ha ido desarrollándose lentamente en el curso de la historia, adaptándose sucesivamente a los diferentes medios por los que ha pasado, tomando prestadas de ellos por asimilación vital todas las [...] formas que servían a su propósito"?
Como observó John H. Knox en un penetrante artículo en National Review (21 de octubre de 1969), no cabe duda de que "nunca ha habido y probablemente nunca habrá un Papa que se haya esforzado tanto por complacer a los liberales y que comparta tan sinceramente tantas de sus creencias." Y sin embargo, Pablo VI, en un acto de suprema contradicción, ¡califica este progresismo de modernismus redivivus!
En cualquier caso, es evidente que Pablo VI comparte el objetivo principal de los modernistas de hacer que la Iglesia católica sea aceptable para las iglesias no católicas e incluso para todos los regímenes ateos, como sugiere su reciente discurso de Navidad (y muchos otros anteriores): China y Rusia merecen ahora la deferencia y la estima de los católicos. ¡Recordemos su apoyo entusiasta a la juventud china que Mao movilizó en la "Revolución Cultural"!
Se trata de un sueño, de una ilusión cuya vanidad nos revela el propio Evangelio: la Iglesia, por muy atractiva que intente hacerse, nunca será amada por el mundo. Por dura que pueda ser nuestra valoración de Pablo VI, debemos decir, en última instancia, que a pesar de las innegables cualidades de su corazón, el Papa actual ve sistemáticamente las cosas de otro modo. El suyo es un espíritu falso.
Como todos los falsos espíritus, es inconscientemente cruel. Mientras que un contemplativo es gentil, un hombre de acción que, como Pablo VI, ve el objetivo de su acción a través de una lente onírica, es despiadado con las pobres almas de carne y hueso que no puede ver o que, si lo hace, considera obstáculos. Esto explica el carácter inflexible de Pablo VI, aparentemente en contradicción con su incapacidad para gobernar la Iglesia. Un hombre de acción es casi siempre inhumano, pero cuando se mueve en una atmósfera milenaria y espiritualmente triunfante, hay que temer entonces... Pablo VI avanzará, sin mirar atrás, aplastando toda resistencia...
A menos que Dios le abra los ojos... Eso sería un milagro...
*
No nos queda más que intentar incorporar a nuestras vidas la obligación que San Juan de la Cruz menciona en una de sus cartas: “Para tener a Dios en todas las cosas, debemos no tener nada en todas las cosas". La Iglesia ha entrado en la Noche Oscura de los sentidos y del espíritu, puerta de la Aurora. Su condición nos invita a entrar en la nuestra.
Esta fuente eterna está escondida en las profundidades,
Pues yo sé dónde tiene su resorte,
¡Aunque sea de noche!
Marcel De Corte
Profesor de la Universidad de Lieja
GASTÓN: Y tengan en cuenta los que se toman en serio lo de "San" Pablo VI que todo lo que aquí se dice y otros hemos dicho antes del Papa Montini sólo se ocupa de la parte externa y oficial de su persona. Que si vamos a lo personal quizás hubiera tema para una serie televisiva
ResponderEliminarLo dice usted por el actor francés... supongo
EliminarItaliano.
EliminarEra italiano. Paolo Carlini.
EliminarNo me queda claro si era cierto y creo que hizo enormes daños en el gobierno de la Iglesia mucho más grandes que el supuesto afecto desordenado hacia esta persona.
Es tal cual dice Gastón. Así andamos con la proclamación de tanto papa santo "súbito", el próximo será el actual pontífice...
EliminarGASTÓN: Sobre lo relacionado con Carlini -y en orden, desgraciadamente en vano, a evitar la "canonización"- puede verse lo que publicó Don Luigi Villa. Hay también materia de investigación en determinadas filtraciones desde el Vaticano referentes a eclesiásticos enviados de incógnito tras el telón de acero.
EliminarLo que se puede observar en la Iglesia Católica es una clara declinación del Cristianismo de los seguidores de Pablo.
ResponderEliminarTambién se puede observar que hay muchos más cristianos independientes no institucionales.
Y por último, tanto adentro como afuera de la iglesia hay un FUERTE RENACER DEL POLITEÍSMO.
Tal vez se podría poner la estrofa como la escribió San Juan de la Cruz (si es lo que citó de Corte)
ResponderEliminarAquella eterna fuente está escondida,
que bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche.
Mary Poppins
¡Qué gusto verla de nuevo por acá, Mary!
EliminarPor favor, corrija la cita final de san Juan de la Cruz, que es (mala) traducción de traducción, pudiendo ser citada directamente en nuestra lengua, que al cabo es la del santo: Aquella eterna fuente está escondida, /
ResponderEliminarque bien sé yo do tiene su manida, /
aunque es de noche.
Y lo canonizaron...
ResponderEliminarLos suyos le han beatificado.
EliminarPara hacernos creer que su protestantización de la Iglesia es obra de un santo...."inspirado directamente por Dios". Me extraña que no le representen con una o palomita diciéndole cosas al oído mientras escribe.
Cuando una persona constantemente dice una cosa pero hace otra diferente no es que sea bipolar. Está intentando engañar.
ResponderEliminarSimplemente es un truco para encubrir sus obras y sus fines. Parece que con este indigno ha funcionado demasiado bien.
Lo que no entiendo es que le haya salido el truco bien tanto tiempo.
Gracias a su autocracismo autoritario y a la devoción beata de los fieles por el papado.
Bien ¿y ahora, qué ?
A decir verdad, debo reconocer que, al leer esta larga y detallada carta de un hombre del siglo pasado, me pareció reconocer que la persona en torno a la cual se centraba todo el discurso de la misma, no se correspondía, propiamente, con el Jefe de la Iglesia que allanó los caminos del CVII, iniciado por el pontífice precedente, sino más bien con el actual pontífice, Francisco, que, como si hubiera adivinado las intenciones del hoy proclamado santo, los prolongó hasta límites que, a mediados del siglo pasado, hubieran sido inimaginables. Por cierto, “con el diario del lunes” es fácil opinar sobre acontecimientos de los cuales ya se ha dado pormenorizado detalle a través de prestigiosos estudiosos del escabroso período post conciliar de la historia de la Iglesia católica. Por eso, si el gran mérito de Marcel de Corte dirigida a Jean Madiran, brindando su opinión crítica de un modo tan claro sobre algunos importantes detalles de la gestión de Pablo VI en el gobierno de la Iglesia, no deja de crecer cuando se advierte que, por sorprendente que sea lo que hoy está sucediendo, en la Iglesia quizás no sea más que la continuación de una larga zaga que, a través del papa Montini, tiene sus inicios mucho tiempo atrás, incluso antes del papa Pio X.
ResponderEliminar¡Señor, cuida a la Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!
Continuación del comentario anterior:
ResponderEliminarCuáles sean esos “importantes detalles”? De Corte, con magistral prolijidad y claridad conceptual los pone al alcance de todos: 1. la Iglesia tiene sus enemigos adentro: “La Iglesia —murmuro para mis adentros en este momento— es como un saco de trigo infestado de gorgojos”. 2 Incluso dentro de la misma jerarquía: “En la jerarquía, las cosas son aún peores. Y en la cúspide, de donde podríamos esperar algún consuelo, son desastrosas”. 3. se ha vaciado la liturgia: “nada o casi nada queda de la Misa que tantos santos apreciaron con amor”; […] No voy a repetir aquí los argumentos en contra de esta nueva liturgia. […] Los fieles lo perciben por instinto: “Ya no tiene nada de católico”. “Apretado entre una Liturgia de la Palabra pomposa y teatral y una Liturgia de la Comida de "autoservicio", el SANTO SACRIFICIO DE LA MISA, es decir, lo ESENCIAL, es despachado en un abrir y cerrar de ojos por un clérigo que, nueve de cada diez veces, según mi experiencia, no parece creer en lo que hace ni un solo instante. 4. Pablo VI, con sus palabras y sus actos, “se aparta llamativamente de la teología católica de la Santa Misa”. 5. Se desvirtúa al sentido de la fe ordenándola hacia objetivos no sólo profanos sino también contrarios a la tradición de la Iglesia: "Recemos, hermanos míos, para que entre los jóvenes de ambos sexos, reunidos por sus peinados y vestidos similares, no haya ya diferencia de sexo".
¡Señor, guarda a tu Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!
Continuación de lo anterior, parte final.
ResponderEliminar6. Las contradicciones del papa son evidentes: “Pablo VI, con sus palabras y sus actos, “se aparta llamativamente de la teología católica de la Santa Misa”. Este es el hombre que se lamenta de la "autodestrucción de la Iglesia", pero que, a pesar de ser su jefe y cabeza, no hace nada para detenerla, dejando así que suceda por su propio consentimiento. 7. La distancia con sus predecesores es evidente: “Es difícil encontrar dos papas en la historia que difieran más radicalmente que San Pío X y Pablo VI”. “Detrás de las intervenciones de Pablo VI en la escena mundial se esconde la convicción, que San Pío X rechazó por perniciosa, de que "el reino de Dios ha ido desarrollándose lentamente en el curso de la historia, adaptándose sucesivamente a los diferentes medios por los que ha pasado, tomando prestadas de ellos por asimilación vital todas las [...] formas que servían a su propósito"? 8. La Iglesia católica no tiene más mérito que las restantes religiones, con lo cual se toma distancia del reconocimiento a la persona de Cristo: "La verdad se encuentra igualmente en las experiencias religiosas" de otras religiones, y que el mismo Dios es común a judíos, musulmanes y cristianos”. 9. La fuente de la fe no se halla en un orden trascendente sino en la inmanencia humana: “El culto nace de una necesidad, pues todo en el sistema de los modernistas se explica por impulsos o necesidades interiores". 10. Reconoce que el cambio, propulsado por el propio Pablo VI, es pedido por Dios: “Pablo VI cuando afirma, habiendo decretado unilateralmente el uso de la nueva Misa, que su voluntad "es la Voluntad de Cristo", el soplo del Espíritu que llama a la Iglesia a esta transformación" 11. Profetiza cambios de carácter litúrgico: "este momento profético que atraviesa el Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, la sacude, la despierta y la obliga a renovar el arte misterioso de su oración" (26 de noviembre de 1969). ". Pero desconoce que la profecía en el orden de los cambios no responden al peso de la tradición: "Lo más seguro y seguro —decía San Juan de la Cruz— es huir de profecías y revelaciones, y si algo nuevo respecto a la fe se nos revela [la lex orandi es también lex credendi, y cualquier novedad manifiesta en el culto es novedad en la fe] no se debe consentir en modo alguno" (Subida al Monte Carmelo, 1. II, cap. 19 y 27). 12. Y si hay cambios éstos no parecen apuntar al cumplimiento de la propagación del mensaje del Evangelio sino más bien a la vergonzante asimilación del mismo a los paradigmas del mundo que debiera convertir: “Es evidente que Pablo VI comparte el objetivo principal de los modernistas de hacer que la Iglesia católica sea aceptable para las iglesias no católicas e incluso para todos los regímenes ateos”.
Y concluye diciendo: “A menos que Dios le abra los ojos... Eso sería un milagro…”.
Y ahora sólo cabe preguntar: ¿qué otras novedades nos depararán los imprevisibles resultados de la nueva Iglesia sinodal del papa Francisco? Mis oraciones por él y por toda la Iglesia.
¡Señor, date prisa en socorrernos! ¡Alabado sea Jesucristo!
No tiene que ver con el post, pero les dejo info desde Roma. Hoy 29 me crucé con una amiga de la vida que hacía años que no nos veíamos. La misma, fue una de las impulsoras y gestoras en el proceso de canonización de mamá Antula y además es familiar de un obispo q trabaja en el Vaticano (y q nunca llegará a cardenal por tener doble apellido). La cuestión que en breves minutos que duró el encuentro, y antes de despedirnos le pregunto como anda el zurdito de Roma, y transcribo palabras textuales de su respuesta: "Callate, es un santo, está haciendo milagros y curando gente que lo escucha en la Plaza, soy testigo de ello". Me regaló dos estampitas de mamá Antula y nos despedimos.
ResponderEliminarConclusión: Como sostuve desde siempre, el que fuera el Papa traidor, iba a realizar todos los milagros que realizó Judas. Estoy convencido y lo dejo a consideración de cada uno de uds, que Judas además de predicar a Jesús realizó milagros en su nombre.
Bergoglio es el papa, mal que nos pese, porque es un mal papa. Sus poderes se vieron desde el principio, cuando le llevaron entre la multitud en la plaza de San Pedro a un poseído, que cuando el pontífice le puso la mano en la cabeza, hizo una mueca horrible. Está filmado.
EliminarEso no demuestra nada. El demonio es engañador y pondrá todas las muecas que haga falta si le conviene. Y convencer que Bergoglio es papa le conviene... ¡y mucho! Ya puestos, también se pueden recoger testimonios de personas que no lo conocían de nada y que en su presencia sintieron un gran desasosiego.
EliminarTodo lo relacionado con Bergoglio y su elección es turbio. La renuncia extraña de BXVI, su participación en el contubernio de S. Galo (que implicaba excomunión latae sententiae, y que no me digan qaronue a efectos de elección en cónclave se levantan las excomuniones porque Universi Dominici Gregis lo abolió; es más, por fecha de promulgación suena como que aronse redactó nada más tener conocimiento JPII de los primeros rumores de ese contubernio), el hecho de que un jesuita haya aceptado ser papa, ¡cuando de siempre se jactaron de que era imposible! (Haaronsta el P. Lombardi lo afirmó ante periodistas durante el cónclave ante los rumores de la posibilidad de ser electo, y Spadaro criticó que aceptara el cargo... hasta que se dio cuenta que era de su cuerda). Hasta su ordenación como presbítero es turbia: ¿al final ha aparecido su ordenación diaconal? Hay canonistas que han examinado el CC de la época y opinan que esa ordenación per saltus tan rara probablemente fue dolosa y por tanto nula, por lo que igual tenemos a un subdiácono farsante encaramado en la Silla de Pedro.
Y respecto a lo de «san» Pablo VI... Siempre se nos ha dicho que la canonización compromete la infalibilidad papal. En vistas de la existencia de «san» Angelelli, mártir del Código de Circulación, y otras piezas por el estilo, no hay pocos que lo han cuestionado. ¿Y si lo ha permitido Dios como OTRO indicio en contra? Porque la negación de ese silogismo implica que si se canoniza a un no-santo, entonces no es papa. Yo puedo canonizar al Pato Donald si me diera la gana; el «papa» Gregorio XVII de los frikis del Palmar de Troya (que al menos es obispo, ilícito al ser ordenado por un obispo gagá vietnamita traumatizado por el Viet-cong) también canonizó a san Adolfo Hitler «por su lucha contra el comunismo».
Y por último, ser hereje e incluso mero fautor de herejes (y, desde luego, Francisco lo es) es, según tres concilios y un papa con respecto a Honorio, motivo de excomunión y nulidad de todos sus actos de gobierno.
Parafraseando la célebre frase de Marx, Pablo VI fue la tragedia, Bergoglio es la farsa.
ResponderEliminarEn el Sínodo de la Sinodalidad del mes de Octubre puede :
ResponderEliminar1.No salir ninguna reforma o
2.Salir alguna reforma.
.
Las propuestas son las mismas de Alemania :
1. Sistema semi democrático de gobierno.
2. Celibato Optativo
3. Reconocimiento Trans
4. Mujeres al Sacerdocio.
.
Es decir que vo va a haber ninguna sorpresa
Las contradicciones de estos últimos Papas son flagrantes. Pero reconozcamos que son complementarias de la gran contradicción en la que viven los fieles como De Corte.
ResponderEliminarMe refiero a reconocer todas las maldades de Pablo VI y sucesores y subalternos y simultáneamente permanecer dentro del "saco de trigo infestado de gorgojos" porque "Por numerosos que sean los parásitos —y a primera vista, son enjambres—, no han esterilizado todos los granos. Algunos, por pocos que sean, siguen siendo fértiles".
La pregunta es ¿Esta institución sigue predicando el Evangelio de Nuestro Señor? o está predicando otro evangelio?¿Esta institución recoge o desparrama? ¿Cuál es el numero de los justos que quedan dentro de la Ciudad?
GASTÓN: Quedan muchísimos justos. Sólo en Nigeria más de 3.000 mártires
EliminarQue hermoso Juicio Temerario, como decimos en la España Imperial y Católica, hay que tener Cojones para juzgar al Gran BXVI Y Al Magno de JP2.
EliminarCon sus miserias que todos lo tenemos hombre, pero no vengas con estas hipocresías de poner al mismo Nivel a Benedeto y al Argentino de Jorge Luis.
Vale como te diria en Galicia, un poco de conciencia y estudio serio e histórico.
En Jesús y Maria
https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=50281
EliminarEl ejemplo de Africa
Y los encuentros de Asís del Magno y del menos Magno? Y los besos al Corán? y las ambiguedades de Benedeto?
EliminarAnónimo 21,42 Desde España también reconocemos los graves errores de JPablo II y Benedicto XVI.
EliminarGASTÓN: Prefiero no calificar el hablar hoy de "España imperial y católica". ¿A qué viene eso? ¿En qué España vive Vd? ¿Le parece poco lo que tenemos que sufrir hoy los españoles viendo romperse España en cien pedazos para proferir semejante despropósito? Y calificar de "hipocresía" una equiparación presuntamente equivocada entre diversos personajes es una pura confusión. Y más si encima la equiparación no estaría tan equivocada: Francisco está donde está porque Juan Pablo II le firmó 2 nombramientos: obispo y cardenal. Y Benedicto XVI alabó a Lutero y a Teilhard aparte lo que ha dicho algún comentarista precedente.
Eliminar"Las contradicciones de estos últimos Papas son flagrantes"
EliminarCuando hay contradicciones es que no hay doctrina y por tanto todo vale igual, dependiendo únicamente de la ocasión.
Cuando los fieles se dan cuenta de estas contradicciones, es que son notorias.
Y cuando son notorias es que los causantes se ríen de nosotros.
Es el gobierno de los malos.
Como cuales Zuma ?
EliminarRecuerde la teología moral antes de juzgar .
Alabado sea Jesucriisto
No distingue valoración de juicio condena. Hay docenas de errores. Busque y encontrará. No pierda el tiempo y se lo haga perder a los demás.
EliminarEn e 1965 , tenía 21 años tuve la gracia extraordinaria de asistir a Lausanne al congreso de la “ Cité Catholique “ .
ResponderEliminarEntre los inolvidables oradores estaban Marcel de Corte , Gustave Thibon , Jean Madiran , Jean Ousset , Louis Salleron , les frères Charlier Marcel Clément ….
A Anónimo29 de agosto de 2024, 16:17
ResponderEliminarEstimado anónimo. Al expresarse vd. en esos términos, a saber, “¿Esta institución sigue predicando el Evangelio de Nuestro Señor? o está predicando otro evangelio?¿Esta institución recoge o desparrama? ¿Cuál es el número de los justos que quedan dentro de la Ciudad?”. ¡Vamos, hombre! me parece que está razonando vd., con la misma mentalidad con la que se movieron los discípulos de Jesús cuando les fue revelado que “el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna” (Mt 6, 54). Tan razonable fue su razonamiento que el mismo Jesús preguntó a sus discípulos: “También vosotros queréis marcharos?” (Mt 6, 67). Pero, como hubiera dicho mi padre, “ni tan calvo que se le vean los sesos”. Pues, ¡claro que en la Iglesia hay serias dificultades de todo orden! ¡Bienvenido sea vd. al club de los que ya han despertado del tierno sueño de la inocencia! ¡Como habrá sido la cosa de la apostasía en la Iglesia que hasta el propio Papa Montini, a finales de su mandato, humildemente terminó por reconocer que «por alguna fisura ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios». Mas, lo cierto es que, para todo hombre de fe católica, por malos que puedan ser sus miembros, no por ello su Iglesia, nuestra Iglesia, perderá legitimidad alguna: “Tu eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16, 18). Y si Él mismo prometió permanecer junto a ella hasta el fin de los tiempos, pues, sería insensato abandonarla. ¡Animo, mi querido anónimo, pues, no le quepa a Vd. ninguna duda de que, a pesar de todas las deserciones que la Iglesia Católica ha sufrido a lo largo de los siglos, y éstas, desgraciadamente, no han sido pocas, ella todavía permanece indemne, como, en la dolorosa la hora de Cristo, lo estuvieron Juan y las Marías, junto a la santísima Virgen al pie de la Cruz, como lo estuvieron las numerosas legiones de santos, dando perseverante testimonio de Cristo, a lo largo de tres milenios. Como hoy lo siguen dando millones de católicos, que, pese a todas las dificultades, por la gracia de Dios, siguen perseverando en su fe, porque saben que Cristo, como lo prometió, sigue permaneciendo junto a ellos, sosteniéndola. Lo que me recuerda una curiosa anécdota, sujeta a confirmación, atribuida a Napoleón y al cardenal Cosalvi: “Entonces, Napoleón furioso volvió a repetirle: “Voy a destruir tu Iglesia”. El cardenal se mantuvo firme y le volvió a contestar: “¡No, no podrás, porque ni siquiera nosotros hemos podido hacerlo!”. ¡Claro, la Iglesia, más propiamente, no es tanto cosa de hombres como lo es de Dios!
Claro que para proceder de esta manera habrá que razonar no bajo las vacilantes reglas de la razón sino de las poderosas reglas de la fe. ¿Acaso porque hoy son otros los tiempos, hoy no pueden haber otros egregios, por pocos que sean, que sin nosotros saberlo, no puedan seguir brindando al mundo, las pruebas de fe que supieron dar los grandes santos de la Iglesia?
Con gran aprecio
¡Señor, guarda a tu Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!
Muchos de nosotros no hemos conocido más que el denostado "Novus Ordo", y somos gente de fe. Aunque pecadores, me resisto a conceder que profesamos un "catolicismo de segunda" o que seamos cuasiprotestantes. Pero ¿y entonces qué?
ResponderEliminarEl problema no es solo la misa, porque la teología también ha cambiado.
EliminarPero, sí: somos cuasiprotestantes.
Aunque no por maldad, soberbia o vicio.
Simplemente hemos sido engañados por los malos
Birlibirloque: yo soy de esos que dice Ud. Y aca, en el blog de Wanderer, hay uno que sabe que nos entiende. Me refiero a Eck.
EliminarJuancho.
21:12. Entendemos cómo se siente. Sabemos que el NO fue un invento cuasiprotestante impuesto desde arriba y el católico de a pie, piadoso y bienintencionado fue estafado. Fuimos estafados. Y sin dudas se les pedirá cuentas a cada responsable así como se tendrán en cuenta las buenas intenciones de los católicos que asisten a él... Pero no deja de ser necesaria la denuncia para mostrar las terribles consecuencias que se han cernido sobre la Iglesia, como el abandono de la verdadera fe por parte de tantos...
EliminarSiempre me siento identificado con sus intervenciones, Juancho. No por nada somos tocayos.
EliminarGracias por contestar y Dios lo bendiga.
Recuerdo haber leído que Pío XII y Montini eran amigos. Pero llegó un día en que este Papa lo apartó de sí mandándolo a Milán.
ResponderEliminar¡Y qué razón tuvo! Incluso cuando murió Pío XII, Montini no fue.
"La Nueva Misa, prefabricada por los tecnócratas de la fe"...
ResponderEliminarDespués de esta carta de Marcel de Corte, permítame Don Wanderer que insista en disentir con el escrito de Eck de hace unos días, en que coloca al Novus Ordo dentro de la tradición de la Iglesia, con el argumento de que ya lleva 50 años y que hay personas piadosas que asisten a él y no se acostumbrarían a la Misa de siempre. La verdad no debe ser sacrificada por ningún motivo, aunque a veces duela, y aunque a veces deba ser aplicada con la prudencia que exige el caso.
GASTÓN: Me sumo al rechazo del Anónimo de 23:22. Los números no sólo se cuentan, también se pesan. En esos 50 años de "aceptación" se ha producido una disminución de católicos practicantes sin precedentes en la Hª. Medio Brasil es ya protestante y es sólo un ejemplo de no aceptación masiva del novus ordo. Si añadimos a estos los miles de sacerdotes que se han secularizado se puede afirmar que hablar de "aceptación" del novus ordo es afirmar en el mejopr de los casos una verdad a medias
Eliminar..."una disminución de católicos practicantes sin precedentes en la Hª".
Eliminar¿No cree que ese era el objetivo?
Si tuviera que elegir una entre las muchas actitudes impropias que de Corte observó en Pablo VI, me quedaría con la audiencia que les dio "a dos actrices deliberada y provocativamente vestidas con minifaldas".
ResponderEliminarDigo esto porque si hace 50 años de Corte se escandalizaba por eso, qué diría hoy de Francisco si lo viera recibir a delegaciones de homosexuales o enviando su bendición a James Martin con motivo del Encuentro LGTB que hizo en EE.UU., sólo para destacar la punta del iceberg que esconde la montaña de miserias con sotana que deambula por los sótanos de la Santa Sede.
Esa dramática transformación que empezó a tomar forma con el cambio de la Misa tradicional por la misa nueva que bien señala de Corte, en apenas cincuenta años derivó en esta tragedia de Francisco y el luctuoso desenlace que a no dudar nos espera con el cisma gigantesco que se avecina; porque de aquellas minifaldas atrevidas hoy pasamos a la apostasía generalizada que a los codazos hace pata ancha en Roma y en todo el mundo católico.
Y a prepararse, porque el besuqueiro de Tucho y el Papa peronista ahora van por todo.
Que Dios tenga piedad de justos y pecadores porque el merecido castigo ya lo tenemos encima.
En mi comentario A Anónimo29 de agosto de 2024, 16:17: Ruego corregir donde se dice "a lo largo de tres milenos", para que se lea: "a lo largo de lo que ya va para tres milenos". Chapado a la antigua ¡Dios guarda a la Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!
ResponderEliminarOff the Topic. Un cura me dijo que hace unas semanas reconoció en el aeropuerto de Ezeiza al hombre de confianza de Su Santidad: el abogado y clérigo Belda Iniesta. ¿Qué hace por estos aires? No creo que viaje por turismo. ¿Será en función de una visita del Papa a la Argentina? Le pareció que era atendido por funcionarios de Estado o algo semejante. Si alguien sabe ......
ResponderEliminarDe las varias venidas del emisario hispánico he oído, pero no me intereso. En cambio, de la venida del Papa le puedo decir algo. Se ha estudiado ya los posibles lugares de celebraciones públicas. Los de Buenos Aires son bastante obvios. El tema es a qué ciudades del interior se desplazará. Lo que parece más seguro es Santiago del Estero en el norte (están en marcha preparativos para la ocasión) y posiblemente en el sur en torno a Ceferino.
EliminarEl año citado en el siguiente párrafo de la carta es erróneo (1979), ya que la carta fue escrita en 1970 y además, Pablo VI falleció el año anterior:
ResponderEliminar"... San Pío X no fue el hombre de gobierno únicamente pastoral que Pablo VI pretendió ser en su discurso del 17 de febrero de 1979, donde dijo estar "abierto a la comprensión y a la indulgencia"..."
En el original de Rorate figura 1969, por lo que se debe a un error de transcripción:
Eliminar"... Saint Pius X was not the man of solely pastoral government Paul VI claimed to be in his speech of 17 February 1969, where he said he was “open to understanding and indulgence.”..."
Interesante porque de su lectura la mayoría podría decir que nada diferente pasa ahora con Bergoglio de lo que pasaba antes con Pablo VI y, sin embargo, si se continúa con la destrucción de la Iglesia y se aumenta la velocidad y si a ello se suma una izquierda global de los ricos y poderosos ¿quién dirá que todo ésto no puede desembocar en el Apocalipsis y la Segunda Venida de Cristo pronto? Y es todo un tema que Pablo VI y Bergoglio dediquen su vida a algo en lo que no creen que la Iglesia es de Cristo y que para conservarla, la destruyan. Pero, el Apocalipsis y el P. Castellani lo están persiguiendo por todas partes, Wanderer, me pregunto cómo se escribe la biografía de un hombre que lo más importante que hizo y escribió fue sobre el Apocalipsis y la Segunda Venida de Cristo pronto sin tener el biógrafo fe en estas dos realidades. Algún día de éstos se lo va a encontrar, no a Castellani, no a mí que soy como un maltrecho miniCastellani, a Cristo que ha vuelto y, entonces, le dirá: "Verdaderamente, tuve fe en tu regreso y te esperé, estudié los signos de los tiempos y sólo escribí sobre la Segunda Venida pronto así como Pablo sólo hablaba de Cristo crucificado porque sabía que el que no creía en la Segunda Venida de Cristo pronto, en esta crisis sin precedentes, era porque no creía en que había resucitado y, entonces, vana sería mi fe." Y Cristo le preguntará, tres veces, si lo ha esperado porque se espera lo que se ama. Quizás por eso Castellani lo trató tan mal y Dios lo está buscando con el arco y la flecha para darle caza. Todavía falta un tercer tomo, "Castellani y el Apocalipsis, biografía del trabajo de una vida." No crea que hay odio en mis palabras, hay esperanza de que escriba esa tercera parte, sino porqué le escribiría un comentario sólo para que lo lea y no lo publique o espero que manifieste su voluntad de escribirla para que otro lo haga, si Dios acorta los tiempos.
ResponderEliminarUd. escribe en muchos lados. Mal podría juzgarlo temerariamente (como ud. hace), pero diría que sí, pareciera haber odio o cosa parecida, o cuanto menos celo amargo. Pobre, no creo que sea muy feliz así.
EliminarBueno, Anónimo, los verdaderamente sinceros son pocos, recuerdo que Santa Teresa de Ávila decía que la vida era una mala noche en una mala posada, por otra parte, no sé si el P. Castellani fue feliz pero espero que siga leyendo mis comentarios y mis artículos, le pregunto algo: ¿Ud. sabe que todo hombre termina su vida terrena en la muerte? ¿Ud. sabe que la Iglesia y el Mundo terminarán su vida terrena en la muerte? Le pregunto, ¿si lo mejor está por venir, para nosotros lo mejor está más adelante, cómo puedo ser poco feliz? ¿Qué es eso mejor que está siempre por venir? Si me responde ello tendrá la respuesta que busca. Saludos
EliminarPor lo visto, parece que Pablo VI, fue un gran peronista, en el sentido, que no había que fijarse en lo que decía, sino en lo que hacia.
ResponderEliminarHacia todo lo que pedian los modernistas y luego se lamentaba ante los demas catolicos.
Parece que, la excesiva veneración del papado, que se tenia, impedía ver las cosas claras.
Alguien tiene que hacer un esfuerzo , morigerar las pasiones, y hacer un listado claro de las diferencias entre conservadores y progresistas. Si es por antecedentes ...
ResponderEliminarhttps://remnantnewspaper.com/web/index.php/articles/item/7367-the-modernist-pedigree-of-francis-s-synod-on-synodality-and-its-implications
https://fundacionspeiro.org/revista-verbo/1965/34-35/documento-4856
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
EliminarMi estimado Althaus, Un comentario tan breve como denso, sobre cuestiones tan profundas amerita el ser leído con honda prolijidad. ¡Qué lástima que se exprese de un modo tan severo sobre cuestiones de fe que a todos nos preocupan, pero lo haga de un modo tan impreciso que puede dar lugar a las más disparatadas de las interpretaciones. Por ejemplo, cuando con la mayor naturalidad dice "Pablo sólo hablaba de Cristo crucificado porque sabía que el que no creía en la Segunda Venida de Cristo pronto, en esta crisis sin precedentes, era porque no creía en que había resucitado y, entonces, vana sería mi fe." Me pregunto quién será ese "él" al que se atribuye tamaña falta de fe? ¿Acaso está hablando de Castellani, o está hablando del mismo San Pablo, cuya fe es tan grande que se lo denomina el "Apóstol"? En cualquiera de los dos casos el daño posible a los lectores es de carácter imprevisible. El final de la carta diciendo "No crea que hay odio en mis palabras, ...". No hace más que agregar mayor preocupación por el sentido último en que su comentario debe ser entendido. En Xto., con particular aprecio, Chapado a la antigua
ResponderEliminar¡Señor, guarda a tu Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!
Es una pena saber que su pena no podrá ser correctamente respondida.
EliminarEl comentario fue publicado pensando que no se publicaría y si se pensó que no se publicaría es porque cualquier respuesta mía a sus quejas, Chapado a la antigua, puede no ser publicada y, entonces, si se corta el diálogo porque el sitio decide qué subir y qué bajar ¿cómo es que podrá haber diálogo en algún sentido?
Así que no puedo contestarle porque no sé si mi contestación llegará y si existe un diálogo o simplemente no existe más que decisiones y apariencia y eso es más grave aún. Saludos
Nos ha abierto la puerta Wanderer para que dialoguemos: "El daño a los lectores es de carácter imprevisible": ¿disculpe pero qué daño? Por supuesto que si lo que quiere decir es que no sabe si habrá algún daño porque no sabe qué es lo que se ha expresado en tal o cual circunstancia, entonces, estamos de acuerdo con su ignorancia al respecto y no tenemos nada que objetar. No voy a criticar su comentario esta vez, no tiene demasiado sentido, como Ud. sabrá hay en él tan pocas palabras como en el mío y similar falta de precisión por lo que "el daño a los lectores es de carácter imprevisible." Señor, te pedimos que guardes a la Iglesia santa y la separes de la Iglesia adulterada que separes el trigo de la cizaña dentro de la Iglesia, la ciudad de Dios de la ciudad de Satanás, como será en los últimos tiempos. Ven Señor Jesús pronto. Hasta luego, obispo.
EliminarPablo VI no es Santo de mi devoción por intentar excomulgar al Glorioso Caudillo por la Gracia de Dios.
ResponderEliminarTarancón mediante, claro.