La revolución de la decesuralización (proceso de eliminar o suavizar las cesuras)
Ahora bien, ha surgido una poderosa resistencia contra esta teología, que he descrito muy someramente. Creo que esta resistencia se alimenta principalmente de dos motivos interrelacionados. En primer lugar, en el curso de los tiempos modernos, la idea de un mundo sobrenatural distinto del mundo de la experiencia cotidiana se ha vuelto cada vez más inverosímil, incluso para la conciencia religiosa. Esto se articula sobre todo en el debate si la idea del reino sobrenatural de Dios, aunque se entienda como transformación de la propia realidad de la creación, no crea a su vez un distanciamiento despectivo del mundo, un pesimismo mundial, un “egoísmo de salvación” personal y un mundo especial eclesiástico herméticamente cerrado. A partir del siglo XIX, este debate se hizo de facto idéntico a la cuestión apasionadamente disputada de cómo debía relacionarse la Iglesia con la modernidad secular, con sus principios rectores de racionalidad científica, autonomía moral y autodeterminación individual.
La respuesta a todas estas preguntas depende esencialmente de cómo se determine la relación fundamental entre naturaleza, la Gracia o la creación, la encarnación y el perdón. El reajuste de esta relación es una de las preocupaciones centrales de la Nouvelle Théologie francesa y de la teología de Karl Rahner, que han llegado a ser sumamente influyentes. En general, puede decirse que la preocupación básica de la teología moderna es llevar la naturaleza y la gracia, la antropología y la cristología, la historia del mundo y la historia de la salvación a un continuo sin cesura. Esto sucede de diferentes maneras en los proyectos teológicos, pero la necesidad de una de-cesuralización está siempre presente. El último Concilio se caracterizó masivamente por este empeño.
De momento, lo anteriormente descrito no suena muy interesante. Pero lo es una vez que se considera otro motivo intrínsecamente ligado a la preocupación antes mencionada de afirmar el mundo y la capacidad de conectar con la sociedad moderna, que incluso considero el motivo principal del reajuste de la relación entre naturaleza y gracia: Todos deben de ser incluidos y pertenecer siempre y eternamente. La crítica de la Nouvelle Théologie y de Karl Rahner, por ejemplo, a la tendencia neoescolástica de separar demasiado la naturaleza y la sobrenaturaleza y unirlas sólo como dos bloques externos no está del todo injustificada. Sin embargo, el potencial integrador universal del enfoque clásico es demasiado pequeño para la corriente principal de la teología moderna. Se ha convertido en un pensamiento cada vez más insoportable para esta teología que no exista ni un cristianismo anónimo universalmente siempre ya existente ni un panthon apokatastasis garantizado. Por ello, en aras de la inclusión universal, esta teología se esfuerza por debilitar la diferencia entre los procesos de creación, encarnación y perdón, así como el significado teológico de los acontecimientos sacramentales de la Iglesia, incluyendo la escatología,- así como la responsabilidad personal de la libertad. Es muy significativa la gran simpatía de la Nouvelle Théologie y de Rahner por la cosmología universalmente integradora de Teilhard de Chardin.
“Por sus frutos los reconoceréis”. Lo mismo ocurre en este caso. El eje teológico en la relación entre la naturaleza y la gracia, el mundo y el reino de Dios se desplazó finalmente en el siglo XX hasta tal punto que la idea de un plano sobrenatural ha desaparecido por completo. Fue sustituida por una espiritualidad de la “plena contemporaneidad” y el compromiso con un “mundo justo”. El filósofo marxista Theodor W. Adorno registró con pesar este movimiento optimista respecto al mundo, que confía en el progreso dentro de la historia, con la observación de que era una gran pérdida que la Iglesia hubiera abandonado el discurso del “valle de lágrimas”. Mientras que la discusión crítica sobre la modernidad de la Ilustración y la racionalidad moderna se había intensificado en la filosofía desde los años 40, por ejemplo en la Dialektik der Aufklaerung de Adorno y Horkheimer o en Zeit des Weltbildes de Martin Heidegger, la Iglesia entonó sus himnos de admiración al mundo moderno en el último Concilio. Quiso despojarse por fin de su escepticismo moderno y formar parte de él. En el programa del reciente “Camino Sinodal” alemán, este optimismo mundial cobra plena vida. Aquí la Iglesia se ha hecho idéntica al mundo. Hace algunas décadas, una de las estrellas de la Nouvelle Théologie, el padre Henri de Lubac SJ, elevado a cardenal por Juan Pablo II, criticó duramente el proceso de decadencia postconciliar. (Henri Cardenal de Lubac, Veinte años después. Un diálogo sobre la letra y el espíritu del Concilio Vaticano II, Munich 1985.). Pero Lubac nunca puso de relieve que fue la propia “nueva teología” la que abrió la vía de escape a este horror, cuyo rostro más famoso es actualmente Jorge Bergoglio.
El problema central de la teología moderna de la de-cesuralización es que siempre ataca a la cristología. Esto aplica sobre todo a los dos puntos que he subrayado: la incapacidad ontológica de derivar la nueva creación en Cristo y el proceso individual de la gracia como proceso recíproco de libertad en el que siempre tiene primacía el acto de elección de Cristo. Ambos aspectos representan la mayor amenaza para el inclusivismo universal. Por eso las teorías teológicas modernas tienen un carácter peculiarmente mecanicista y sin vida. Tienen esto en común con la metafísica moderna, que también se preocupa principalmente por la estandarización, la previsibilidad, la certeza y la seguridad. En las estructuras estandarizadoras de la teología moderna, la libertad, lo inderivable, desaparece. Ya no pasa nada porque no se permite que pase nada. La frase más destacada es “siempre ha sido” (immer schon). Lo sagrado desaparece de tales contextos teológicos, y con ello la santidad y el Santo, que es el propio Cristo vivo, que concede a sus elegidos una participación en su santidad. Por esta razón, la frase de Martin Heidegger aplica especialmente a la teología moderna, que se ha apropiado de la Divinidad y la ha convertido en el principio antropocéntrico de aceptación universal de todo y de todos: “El hombre no puede rezar a este Dios ni puede sacrificarle a él”. El hombre ya no puede “caer de rodillas por timidez” ante este Dios (Martin Heidegger, “Die onto-theologische Verfassung der Metaphysik”, in Identität und Differenz, GA Bd. 11, Frankfurt am Main 2006, 77)
La teoría teológica trascendental de Karl Rahner, que integra la cristología en la cosmovisión evolucionista y aspira a una síntesis total de las ideas, representa el intento más ambicioso de teología inclusivista. Karol Wojtyla formuló una variante teóricamente más sencilla, pero políticamente igual de eficaz, de un universalismo inclusivista. A su manera, Wojtyla también llegó a una forma del “cristiano anónimo”. Como ya se ha indicado, la posición de Wojtyla se centra en la idea de la encarnación, que él interpreta de tal modo que todas las personas pertenecen siempre a Cristo porque Dios se ha unido a cada persona mediante su encarnación. En este caso, encarnación y gracia son estrictamente una misma cosa. Según Wojtyla, ésta es la “revelación a priori”. Esta es la legitimación teológica del encuentro de Asís, en el que, desde la perspectiva de Wojtyla, no sólo se encontraron paganos con cristianos, sino cristianos inconscientes con cristianos conscientes. La especificidad de los cristianos que han llegado a ser conscientes de sí mismos consiste únicamente en que han sido tocados por la “revelación a posteriori”, es decir, por esa revelación y anunciación histórica en la que se articula y acepta explícitamente lo que siempre ha sido dado a todos los hombres en base a una revelación a priori. Todos pertenecen a Cristo en cuanto a su ser y, por tanto, forman ya siempre la única Iglesia universal, que incluye como miembros suyos tanto a los que están iluminados como a los que aún no lo están. Este es el concepto de “catolicidad” de Wojtyla. Y sólo a partir de aquí puede entenderse la afirmación de Wojtyla, por lo demás completamente absurda, de que el camino de la Iglesia es el hombre, junto a su ecumenismo fanático. Para el Papa, esta frase es estrictamente idéntica a la afirmación de que el camino de la Iglesia es Cristo.
Jorge Bergoglio, en cambio, transmite el inclusivismo de la manera más sencilla posible. Aunque de vez en cuando cita la frase favorita de Karol Wojtyla de Gaudium et Spes, especialmente en los discursos de Navidad, nunca la discute en base a la complicada distinción entre revelación a priori y a posteriori. En otras palabras, ni siquiera se esfuerza por justificar cristológicamente el inclusivismo teológico. Por el contrario, Francisco afirma constantemente que todas las personas ya son “hijos de Dios” como seres humanos y, por lo tanto, forman la “familia de Dios”, es decir, la comunidad universal que, como dijo en su mensaje de Cuaresma de este año, es la “tierra prometida” a la que Dios ha puesto su mirada única y exclusivamente. La idea de que en Cristo sólo llegamos a ser “hijos en el Hijo”, porque también debemos ser recibidos en Gracia por el Logos encarnado en la relación eterna con el Padre, ya no es reconocida sustancialmente por el pontificado bergogliano. Hablar de la única filiación divina relevante ha quedado relegada a un contexto puramente teológico de la creación.
La proximidad con Rahner y Wojtyla es, por supuesto, inequívoca. Por una parte, difícilmente será posible, no sólo para Rahner, sino incluso para Wojtyla, integrar el capítulo 17 del Evangelio de Juan, en el que Jesús dice al Padre con respecto a sus discípulos: “Por ellos te ruego; no ruego por el mundo, sino por todos los que me has dado, porque son tuyos”. El exclusivismo que aparece aquí, que hunde sus raíces en la insondable voluntad de elección de Dios, no sólo ya no puede representarse fácticamente en estas teorías, sino que precisamente se pretende superarlo. Por otra parte, el discurso revelador y la misión de la Iglesia están ahora siempre sólo al servicio de la concientización y la defensa de la tierra prometida que siempre ha abarcado a “todos, todos, todos”, independientemente de si esta tierra se entiende en el contexto de la “autocomunicación coexistente y coextensiva de Dios con la historia del mundo” (Rahner), la revelación a priori de Wojtyla o la comprensión bergogliana de la humanidad natural, que se supone idéntica a la filiación divina.
Jorge Bergoglio ya no necesita en absoluto a Cristo para su modelo de fraternidad natural universal. Y de hecho, en mi opinión, ésta es la línea de fuga secreta de toda la tradición de-cesuralizadora. Si uno se aparta de la posición clásica con sus duras imposiciones y se pasa al desarrollo de síntesis armonizadoras, termina uno haciendo lo que hace Jorge Bergoglio. Basta con reducir el discurso cristiano a unas simples afirmaciones teológicas sobre la creación y, con ello, la cristología a una mera Jesús-logía en la que el Jesús de la ternura hace visible lo que de todos modos ya es así, a saber, que "todos, todos, todos" son siempre ya aceptados incondicionalmente por Dios. Dios te ama y te acompaña en todos los caminos. Todos los caminos —ya sean budistas, hindúes, amazónico-mitológicos, islámicos o cristianos— son igualmente caminos de salvación porque parten del centro idéntico de la filiación a priori divina y conducen de nuevo a Él. La verdad decisiva es sólo esta fraternidad, y por eso las diversas tradiciones religiosas son “riquezas” en opinión del Papa, pero sólo tienen un carácter secundario. No importa qué camino específico tomes. Sólo hay un camino que nunca debes tomar, porque conduce al desastre. Es el camino de los indietristas divisionistas, es decir, nuestro camino.
Alegre Indietrista. ¡Presente!
ResponderEliminarTres artículos maravillosos, de una estatura intelectual formidable. Se podrían comentar y preguntar decenas de cuestiones y sería realmente fructífero en el debate.
ResponderEliminarSin embargo, atendiendo por respeto al autor a su intención principal, esto es, demostrar que el Papa Francisco sigue a cierta teología moderna en particular, solo le diría que honestamente es muy difícil como germano intentar entender a un fenómeno tan ecléctico como el peronismo.
El autor tiene su parte de razón cuando infiere la circularidad del argumento de lo acomodaticio del Papa (en un argumento que por cierto recuerda muchísimo a "El Maniático", de Chesterton).
Así todo, creo que el autor desconoce que efectivamente el Pontífice ya ha mostrado una capacidad camaleónica extraordinaria desde sus tiempos de Obispo y Provincial jesuita.
Y allí si que el argumento del principio de no contradicción no tiene posible refutación: Francisco ha dicho una cosa y su opuesta, en el mismo sentido y al mismo tiempo, pero a diferentes interlocutores. Le ha tirado flores hasta a Antonio Caponnetto en privado.
Un germano usualmente tiene principios. Malos o buenos, pero los tiene. Por eso creo que le cuesta aceptar tanto la idea que puede haber una persona que llegue a Pontífice que aparentemente no los tenga.
Continúa muy interesante esta historia!..
ResponderEliminar¡Eso es!, el artículo alemán publicado en Rorate Cæli, y este análisis, dejan todo en claro. Desde aquella entrevista en 2013 de Berg: “no me importa quien los eduque si le dan de comer…”, ¡eso!
ResponderEliminarBrillante!
ResponderEliminarSiempre me ha costado considerar las derivas bergoglianas como carentes de una finalidad bien definida. Estos artículos ponen letra a lo que intuía. Muchas gracias a Virgilius y a D. Wanderer.
Esperando el siguiente Post
ResponderEliminarAquí Virgilio pone en evidencia hacia adonde apuntaban sus reflexiones en torno al pensamiento de Bergoglio. Sin ninguna concesión señala: Bergoglio ante la perspectiva de un enfoque de choque entre la concepción cristiana con el mundo, se decide por navegar a toda vela por los inmanentes andariveles del mundo. Y lo hace empleando esa suerte de extraño neologismos expresado con la palabra “decesuralización”, cuyo significado se debe entender en el sentido de quitar el corte o la separación entre el orden natural y el sobrenatural, entre la Iglesia y el mundo, entre el Reino de los cielos y el Reino de la Tierra. Con el cual Bergoglio busca identificar a los amantes de la Tradición de la Iglesia con la radicalización de los defectos de la tradición de los fariseos. De donde se sigue que los verdaderos cristianos no son propiamente los que buscan mantener a rajatable la tradición de la Iglesia, sino de los que, entendiendo a la Tradición como un mál intrínseco, cortando amarras con ella, se deciden por reconformar sus vidas ya no con arreglo a los Mandamientos de Dios sino con los tan profanos como autosuficientes mandamientos del mundo. Porque se parte de la convicción de que bajo la absolutización del principio “Amáos los unos a los otros” nuestra regla de comportamiento cristiano ya no debe atenerse al “Hágase Tu voluntad” que rezamos todos los días en el Padre nuestro, sino más bien el sentido de que es el mismo Dios quien, negándose a Si mismo, responde a la necesidad de los hombres diciendo: “Hágase tu voluntad y no la Mía”. De donde en opinión de Virgilius, el pensamiento de Bergoglio con respecto a la nueva Iglesia que él está programando fundar está radicalmente conformado por la regla del voluntarismo inmanentista, que supone la virtual negación de la voluntad divina por parte de la misma Iglesia por Él fundada. Todo lo cual explica la radical expulsión de la Iglesia de los defensores de la Tradición de la Iglesia, incluyendo, desde luego, todo el mensaje de la Revelación, para dar lugar preferencial a quienes sólo parecen burlarse de dicho mensaje. Esto es, como si el programa de la salvación no consistiera en el “Amarás a Dios por sobre todas las cosas”, y en orden a ello, “Amarás al prójimo como a ti mismo”, sino en buscar sólo el “amar al prójimo a como dé lugar”. No importa si con ello haces “cesura” con el propio Creador. Con lo cual todo parece indicar que lo único que busca Bergoglio es fundar demencialmente una Iglesia que dé la espalda al mismo Dios. Algo que, -¡oh casualidad!- parecio ser un signo de ello, cuando el sacerdote comenzó a celebra la misa Novus Ordo dando su espalda al Tabernáculo. Al pensar en ello, un frio repelús embarga toda mi persona.
ResponderEliminarHé aquí una de los argumentos de Virgilius: “Jorge Bergoglio ya no necesita en absoluto a Cristo para su modelo de fraternidad natural universal. Y de hecho, en mi opinión, ésta es la línea de fuga secreta de toda la tradición de-cesuralizadora. Si uno se aparta de la posición clásica con sus duras imposiciones y se pasa al desarrollo de síntesis armonizadoras, termina uno haciendo lo que hace Jorge Bergoglio. Basta con reducir el discurso cristiano a unas simples afirmaciones teológicas sobre la creación y, con ello, la cristología a una mera Jesús-logía en la que el Jesús de la ternura hace visible lo que de todos modos ya es así, a saber, que "todos, todos, todos" son siempre ya aceptados incondicionalmente por Dios. Dios te ama y te acompaña en todos los caminos”.
¡Dios, nuestro, ven pronto en nuestro auxilio! ¡Alabado sea Jesucristo!
Extraordinaria síntesis, que junto a mi descubrimiento de la teología de Bouyer,por la cual estoy tan agradecido a Don Wander,hacen que todos los días rece por su perseverancia final.
ResponderEliminarYo pienso que la crítica se pasa de frenada. Juan Pablo II tenía un verdadero celo por la proclamación explícita del mensaje de Cristo en orden a la salvación de las almas, no me creo que lo entendiera sólo como un simple despertador del cristianismo anónimo. Tampoco me atrevo a pensar que Francisco llega ahí. Ahora, también hay que exponer el peligro del extremo contrario, el de aferrarse con tal rigor a la tradición y a la identidad propia del católico que diluya el mandato evangélico de "Id y anunciad hasta los confines de la Tierra".
ResponderEliminarLamento tener que desilusionarlo, pero Virgilius ha puesto el dedo en la llaga. Le recomiendo al respecto la siguiente obra: “El itinerario teológico de Juan Pablo II hacia la jornada mundial interreligiosa de oración por la paz en Asís”, por Johannes Dörmann, lamentablemente no traducida al castellano. Se puede descargar el PDF del primero de los tres capítulos acá: https://gloria.tv/post/6zthWmGbzH4c1khnBxDXRbRGf
EliminarLa verdad es que JPII nunca se ha inquietado ni un ápice por la salvación de las almas, toda vez que, como buen modernista, juzga inamisible el lazo que liga al alma con la divinidad. Lo único que lo ha motivado durante su pontificado ha sido el deseo frenético de diseminar esta "verdad salvífica" por todo el orbe, a los efectos de que cada ser humano tome conciencia de ella y se descubra "salvado" y esencialmente constituido en un "alter Christus". Las reuniones interreligiosas que convocó en Asís, por dar un ejemplo conocido, no apuntaban a "convertir" a nadie, sino a que cada "creyente" ejercitara su "unión vital" que lo vincula con el "ser trascendente", para obtener así la "paz en el mundo". En definitiva, es en la comprensión acabada de la impronta "crística" del ser humano en donde reside la "Buena Nueva" del Evangelio, el núcleo del cristianismo. Su vínculo de juventud con la antroposofía de Rudolph Steiner visiblemente no ha sido vano. Ésa es, resumidamente, la gnosis modernista predicada incansablemente por "San" Karol Wojtyla:
“(…) Cristo Redentor revela plenamente el hombre al mismo hombre. Tal es la dimensión humana del misterio de la Redención. En esta dimensión el hombre vuelve a encontrar la grandeza, la dignidad y el valor propios de su humanidad. En el misterio de la Redención el hombre es confirmado y en cierto modo es nuevamente creado. (…) El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo debe (…) acercarse a Cristo. Debe entrar en Él con todo su ser, debe apropiarse y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí mismo. Si se actúa en él este hondo proceso, entonces él da frutos no sólo de adoración a Dios, sino también de profunda maravilla de sí mismo. (…) En realidad, ese profundo estupor respecto al valor y a la dignidad del hombre se llama Evangelio, es decir, Buena Nueva. Se llama también cristianismo. Este estupor justifica la misión de la Iglesia en el mundo, incluso, y quizá aún más, en el mundo contemporáneo. Este estupor y al mismo tiempo persuasión y certeza que en su raíz profunda es la certeza de la fe, pero que de modo escondido y misterioso vivifica todo aspecto del humanismo auténtico, está estrechamente vinculado con Cristo.” Redemptor Hominis n. 10.
“Cristo Señor ha indicado estos caminos sobre todo cuando -como enseña el Concilio- mediante la encarnación el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a todo hombre. […] Este hombre es el camino de la Iglesia, camino que conduce en cierto modo al origen de todos aquellos caminos por los que debe caminar la Iglesia, porque el hombre -todo hombre sin excepción alguna- ha sido redimido por Cristo, porque con el hombre -cada hombre sin excepción alguna- se ha unido Cristo de algún modo, incluso cuando ese hombre no es consciente de ello.” Redemptor Hominis n. 13/14.
Me parece que hay unos cuantos "non-sequitur" en su razonamiento Sr Alesolap. No le haga decir al Papa Juan Pablo II lo que él mismo no dijo.
EliminarEn su pontificado se promulgo el "Nuevo Catecismo" donde no hay esas herejías que Ud. le achaca.
Juancho.
Comprendo su malestar y su desacuerdo, y créame que lo siento mucho. Soy consciente de que puedo perturbar a mucha gente al decir estas cosas. Siempre rezo por todos, para que no se escandalicen. No es éste el lugar para efectuar demostraciones en regla, pero tal vez la cita del comentario que está más abajo sea de mayor claridad para que se comprenda lo que quiero poner en evidencia. Si desea investigar, puede leer “El itinerario teológico de Juan Pablo II hacia la jornada mundial interreligiosa de oración por la paz en Asís”, por Johannes Dörmann. Se puede descargar el PDF del primero de los tres capítulos acá: https://gloria.tv/post/6zthWmGbzH4c1khnBxDXRbRGf. En el siguiente enlace también encontrará abundante material acerca de la crisis conciliar: "Diez años con Francisco" - https://gloria.tv/post/UEqqVjZCCVLQ6g89ps67irXSM
EliminarMuy buen análisis. Estamos ante la quintaesencia de la gnosis modernista: el vínculo indisoluble que une a la naturaleza humana con la divina. Rahner, Teilhard y Wojtyla son los principales exponentes del siglo pasado. Transcribo una luminosa cita de éste último:
ResponderEliminar“A este Dios confiesa el trapense o el camaldulense en su vida de silencio. A Él se dirige el beduino en el desierto, cuando llega la hora de la oración. Y tal vez también el budista que, concentrado en su contemplación purifica su pensamiento preparando el camino hacia el nirvana. (…) La Iglesia del Dios viviente congrega a todos los hombres que, en cualquier forma, toman parte de esta maravillosa trascendencia del espíritu humano. Y todos ellos saben que nadie logrará colmar sus deseos más profundos. La manifestación de esta trascendencia de la persona humana la constituye la oración de fe, pero en ocasiones también el profundo silencio. Este silencio, que a veces parece separar al hombre de Dios, es no obstante un acto especial de la unión vital entre Dios y el espíritu humano. La Iglesia de nuestro tiempo se ha hecho particularmente consciente de esta verdad y, por ello, a su luz ha logrado redefinir, en el Concilio Vaticano II, su propia naturaleza.” Cardenal Wojtyla, prédica del retiro de Cuaresma de 1976 a Pablo VI y a la Curia Romana en el Vaticano, publicado en el libro "Signo de contradicción", BAC, Madrid, 1978, p. 24.
De Bergoglio se podrían citar muchos textos, pero con un par a modo de ejemplo es suficiente:
“Muchos piensan distinto, sienten distinto, buscan a Dios o encuentran a Dios de diversa manera. En esta multitud, en este abanico de religiones, hay una sola certeza (…): todos somos hijos de Dios.” El “Vídeo del Papa” de enero de 2016.
“El Hijo de Dios se ha encarnado para infundir en el alma de los hombres el sentimiento de la fraternidad. Todos hermanos y todos hijos de Dios”. Homilía en Santa Marta el 22 de mayo de 2013.
Esa cita de JPII me deja perpleja… la he leído 3 veces para ver si quizás quería decir otra cosa,… pero no… lamentablemente esa cita confirma lo que nos quiere decir el excelente artículo de Virgilius. ¿Quién podrá desenredar tantos errores de tanto tiempo…? Y tal y como está la Iglesia, ¿será posible una reparación? Tengo la sensación que ni aunque Santo Tomás viviera en esta época, podría hacer gran cosa.
EliminarEl subjetivismo impera en la mente del hombre moderno, la mentira, la maldad, y la fealdad, es la medida imperante para lograr algo mundano en esta vida. Y se ha impregnado hasta en los corazones de los cristianos. Desde luego los tiempos son oscuros y la humanidad agoniza, ebria de ídolos. Solo María brilla en su belleza, y en su incansable mediación por nosotros sus hijos… María presente siempre en nuestras vidas, acompañando siempre y llamándo urgente a la oración, y a la conversión.
Comprendo su perplejidad. Si de algo pudiera servirle, yo también, en su momento, transité por la misma sensación de extrañeza y de estupor. Es más, me llevó varios años asimilar visceralmente el dato crudo y convivir con esa perturbadora realidad. Verdades como puños, que le dicen en Castilla. Cuando Nuestro Señor nos advirtió que en los tiempos postreros -los inmediatamente previos a su gloriosa Parusía-, seríamos confrontados a "falsos cristos", susceptibles de engañar -de ser esto posible-, incluso a "los elegidos", manifiestamente no estaba empleando un efecto de estilo. Tampoco San Pablo, al explicarnos que el Hombre de Pecado no se manifestaría ante el mundo a menos que primeramente haya tenido lugar la "apostasía" que tuvo a bien anunciarnos. San Pío X calificó al modernismo como el "sumidero de todas las herejías", y yo añado, simplificando, que es la falsa religión del hombre que se hace Dios, en contraposición al cristianismo, cuya buena nueva consiste en anunciarnos lo opuesto, a saber, que Dios se ha ha hecho hombre para operar nuestra redención. El modernismo no es sino el mendaz evangelio que pregona a un hombre metafísicamente ligado al "dios" que habita en nuestro psiquismo, en la toma de conciencia de lo cual radica la "salvación". El modernismo es pues una gnosis salvífica mediante el conocimiento de nuestra divinidad subyacente. De lo que se sigue el desmoronamiento completo de las bases del catolicismo: negación del pecado, de la condenación eterna, de la necesidad de ser redimidos -en el sentido cristiano del término-, de pertenecer a la Iglesia "única arca de salvación", etc. La consecuencia de esta convicción profunda que anima a los modernistas es multiforme y omnipresente desde el concilio: "aggiornamento", reconciliación "Iglesia-mundo moderno", erradicación del mensaje de Fátima y de los "profetas de calamidades" afines, autonomía de las "realidades temporales", Estado laico, ocultamiento de las postrimerías, falsa noción de la libertad religiosa, falso ecumenismo, engañoso diálogo interreligioso y abandono del "proselitismo", "uniatismo" y de la "pastoral del retorno", etc; eclesiología latitudinarista del "subsistit in", nueva misa "democratizada" y "ecuménica" -protestantizada y judaizada ("el Dios del Universo" cabalista del ofertorio)-, "camino sinodal", "fraternidad universal", "civilización del amor", "cultura del encuentro", "conversión ecológica", "casa de la familia abrahámica", etc. Esta ideología naturalista, humanista y subrepticiamente panteísta (recordar el luciferino protoevangelio del "seréis como dioses" genesíaco), es el fundamento del CVII y el hilo conductor del "magisterio" y la "pastoral" implementados por todos los "papas conciliares", desde Roncalli hasta Bergoglio: la gradual instauración de una falsa iglesia anticrística que pregona la religión del hombre en lugar de la del Dios hecho hombre, y persigue con denuedo la unificación de las religiones y de la humanidad en su conjunto, en definitiva, la realización de la divisa masónica de la "fraternidad universal" del género humano...
EliminarPodemos decir entonces que en Bergoglio aparece de forma mas brutal lo que ya estaba en JPII e incluso en BXVI, y que se manifestó desde el primer encuentro de Asis
EliminarNo solo Bergoglio, Ratzinger y Wojtyla, el veneno ya estaba presente en todos los "papas conciliares", comenzando por "San" Roncalli, que rehabilitó a todos los teólogos modernistas que difundían la "nouvelle théologie" condenada por Pío XII en Humani Generis, y cuyos exponentes principales habían sido reducidos al silencio tanto de la docencia de viva voz como por escrito, y que, de la noche a la mañana, se descubrieron "peritos conciliares" gracias al "Papa Bueno", viejo amigo, en sus años mozos de seminarista y joven sacerdote, del insigne modernista Buonaiuti. El mismo JXXIII que, nada más iniciarse el concilio, evitó intervenir en el "coup de force" revolucionario impulsado por el cardenal Suenens para que se anularan todos los esquemas preparatorios preparados por la curia romana durante dos años, bajo la esmerada y competente supervisión del muy tradicional cardenal Ottaviani, y se resolviera retomar la elaboración de los documentos conciliares desde cero en cada comisión, debidamente infiltradas por los campeones de la "nouvelle théologie" devenidos en expertos conciliares por obra y gracia del iluminado al que, según él mismo lo ha narrado, el Espíritu Santo le había inspirado la idea de convocar un concilio a los pocos días de resultar electo, con el objetivo de actualizar la Iglesia, de "aggiornarla", abrir las ventanas de la Iglesia para que entrara "aire fresco", ésas fueron sus literales palabras reportadas por varios miembros de la curia a la prensa de su tiempo. Luego se apresuró a nombrar cardenal a Montini, para convertirlo en "papabile" así, en caso de fallecer Roncalli, quedaría garantizada la continuidad de la empresa "reformadora" (devastadora en realidad) por él emprendida, el "nuevo Pentecostés", el inédito concilio que evitaría condenar los errores de su tiempo, definir doctrinas de fe, utilizar el tradicional lenguaje escolástico de absoluta precisión técnica, para de este modo poder colocar varias bombas de relojería astutamente camufladas en medio de textos de una rara imprecisión, interminablemente farragosos, insufriblemente logorréicos y de una inutilidad absoluta para la vida de la Iglesia, salvo como camuflaje eficaz para diseminar sus maliciosas ideas con una habilidad diabólica...
EliminarSi, como aclara el posteo, lo del Cardenal Wojtyla lo dijo como Cardenal, no es para hacer tanto lío; y si lo hubiese dicho como Papa, no hay que ser tan papólatra de pensar que cualquier cosa que dice un Papa es Dogma de Fe o Magisterio Ordinario, que no lo es si contradice el Sensus Fidei universal de dos milenios. Y Pablo VI digo que el fin del diálogo interreligioso es transmitir el Evangelio.
EliminarA muchos nos pareció siempre claro que el papa Francisco no es un teólogo original de primera fila, sino que representa la consumación de un Zeitgeist. Cuando una idea filosófica o teológica se divulga y se manosea abundantemente por quienes no tienen una formación verdaderamente sólida (como pueden ser los periodistas), se degrada a extremos que sus ilustrados propositores (Congar, de Lubac, von Balthasar, Rahner o el mismo Ratzinger, con perdón de todos ustedes) considerarían abominables, pero que en realidad estaban precontenidos en la propuesta misma, por mucho que ellos lo quieran negar con horror. Es aquello famoso de los "tronos a las premisas y cadalsos a las consecuencias".
ResponderEliminarA mi parecer la teología de papa Francisco es exponente de eso. Es una degradación "demótica", si se me permite la expresión, de la teología rahneriana, a partir de un conglomerado variopinto de lecturas, planteamientos ético-existenciales y fraseología teológica más o menos digerida. No es para nada una síntesis coherente, ni falta que le hace, aunque en el fondo sí se perciben dos o tres convicciones básicas que lo permean todo. Por supuesto eso no está reñido con un jesuitismo práctico, prudentia carnis, que se aplica en la gestión ordinaria de los asuntos del día a día para escándalo de muchos y divertimento de otros.
Estos son mis dos céntimos, como dicen en Norteamérica.
Prefiero el más castizo, granito de arena
EliminarEsa idea de una filiación divina y una fraternidad universal basadas automática y únicamente en la encarnación del logos divino, independientemente de la libre apertura del ser humano a la Gracia sobrenatural que Dios nos dona en la persona de Cristo redentor, se manifiesta muy claramente, por ejemplo, en la insistencia de cientos de obispos en imponer las palabras: "... por vosotros y por todos los hombres" en la consagración del cáliz, en lugar de: "... por vosotros y por muchos", tal como dicen los textos evangélicos y el venerable Canon romano.
ResponderEliminarEste "detalle" aparentemente insignificante pone de manifiesto que una gran parte de la jerarquía eclesiástica actual rechaza esta verdad esencial revelada por Cristo, que tan acertadamente nos recuerda "Vigilius" en su exposición: «que el Dios encarnado pueda unirse a nosotros depende esencialmente de nuestra libre autodisposición.» Por lo tanto, aunque Cristo efectivamente ha venido para entregarse por todos, lo cierto es que no todos son beneficiarios de su redención, por cuanto eligen libremente rechazar la Gracia sobrenatural. Y puede decirse entonces, con toda justicia, que su sangre se derrama "por muchos", es decir por aquellos que responden libre y conscientemente al Don de Dios.
Buenísimos los posts. Lo que si bastante complicados, comenzando por el título de éste. Pienso que los temas complejos se pueden explicar también de un modo más sencillo. En fin, muy agradecida a Ud don Wanderer y a Virgilius.
ResponderEliminarEntonces la cuestión vendría a ser que Francisco y el resto de los teólogos y Papas modernistas lo que promueven es la idea de que en este nivel de “avance” o “iluminación” social de la humanidad ya se puede entender que todos estamos salvados y por lo tanto que la fe católica tradicional es inservible, y quedó obsoleta… y por eso los tradicionalistas somos los enemigos a batir… la última trinchera contra el NOM
De donde la respuesta errónea a una exquisita cuestión técnica teológica (si el Verbo se hubiera encarnado de no pecar el hombre) termina teniendo efectos devastadores en toda la teología católica.
ResponderEliminarDel artículo yo no puedo inferir conexión alguna entre la posición de Encarnación incondicional del Verbo (obviamente sin Pasión ni muerte si el hombre no hubiese pecado) y los errores doctrinales señalados. Si Ud pudo hacerlo, por favor iluminenos.
EliminarAnónimo, muchos de los Padres afirman que el Verbo se hubiera encarnado aunque el hombre no hubiese pecado. De hecho, la revelación de este plan a los ángeles sería el punto de inicio de la rebelión del Diablo y sus compañeros por envidia al hombre . Son cuestiones tan profundas que escapan totalmente a nuestra comprensión.
EliminarGracias, Eck. Para mí es claro que el "admirabile commercium" es el designio divino en ausencia o en presencia del pecado, y que suponer que la afirmación de San Atanasio «El Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios» (De Incarnatione, 54, 3: pg 25, 192) tiene una condición implícita "pero no lo habría hecho si no hubiesemos pecado" es la posición menos probable. Pero ante una afirmación tan contundente, uno pregunta.
EliminarAl anónimo de la 1:52. Por el contrario, la parte II del artículo da pie a inferir la Encarnación incondicional, a partir de que en Adán y Eva al momento de su creación también hubo una creación sobrenatural por la que fueron constituidos participes de la naturaleza divina. Lo lógico es sostener que esa creación sobrenatural inicial fue obrada en previsión de la Encarnación futura del Verbo, así como la Inmaculada Concepción de María fue obrada en previsión de la Pasión futura del Verbo Encarnado.
EliminarHola sr Virgilio. A mí corto modo de entender las cosas, tiene una parte de la razón. Ahora yo le agregaría como cristiano dos cosas.
ResponderEliminarLa primera es que existe una diferencia entre culto y rito. Rito es de alguna manera no participativa e identificante, e.g. las sectas del tiempo de Jesús cumplían con el rito pero no rendían Culto a Dios y está es la razón de la destrucción de los dos templos.
La segunda deriva de la primera. La Presencia Real De Dios, ergo "La Eucaristía" "Nueva Alianza, Pacto" Qué si no cuenta con su aprobación (libre albedrío, no se completa) de modo que dejemos que los muertos entierren a sus muertos.
Hagamos lo que dice "El Maestro"
Gracias
Pare la mano, aparcero, que José y María fueron al templo después del nacimiento de Jesús a cumplir los ritos mandados por la Ley. Sugiere que no dieron culto a Dios al hacerlo?
EliminarSi bien Vigilius sostiene la posición bañeziana sobre la predestinación, como es claro en el último párrafo de la parte II y en este pasaje de esta parte:
ResponderEliminarel capítulo 17 del Evangelio de Juan, en el que Jesús dice al Padre con respecto a sus discípulos: “Por ellos te ruego; no ruego por el mundo, sino por todos los que me has dado, porque son tuyos”. El exclusivismo que aparece aquí, que hunde sus raíces en la insondable voluntad de elección de Dios,
me parece útil notar que esa posición no es esencial en su tesis, la cual es válida tambien si uno sostiene la poco conocida posición de elección post praevisa demerita de William Most (1914-1999).
Digo esto no para discutir sobre esta cuestión, tal vez la más conflictiva de toda la teología católica, sino solamente para beneficio y tranquilidad de potenciales lectores no bañezianos.
ref.1:
ResponderEliminar"[...] La teoría teológica trascendental de Karl Rahner, que integra la cristología en la cosmovisión evolucionista y aspira a una síntesis total de las ideas, representa el intento más ambicioso de teología inclusivista. [...]"
ref.2:
"[...] Es muy significativa la gran simpatía de la Nouvelle Théologie y de Rahner por la cosmología universalmente integradora de Teilhard de Chardin. [...]."
Sobre esos u otros puntos ver del Padre Jaime Mercant Simó 13/04/18 5:05 PM
https://www.infocatolica.com/?t=opinion&cod=32021 documento en el que fundamentadamente evalúa las proposiciones rahnerianas.
Entran todos, todos, todos, menos los de la Misa Tradicional.
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