La era de la ecualizacion (Ausgleich)
De finales de los años veinte data un importante ensayo del filósofo Max Scheler titulado Das Weltalter des Ausgleichs. (Max Scheler, “Der Mensch im Weltalter des Ausgleichs”, in: Gesammelte Werke, Bd. IX, Bern 1976, 145-170). Menciono aquí el ensayo de Scheler porque quiero dejar claro que el movimiento teológico de de-cesuralización que nos interpela no es una nimiedad, sino que forma parte de un contexto amplio y extremadamente poderoso que también se manifiesta en él. Pues en sus escritos, Scheler profetiza el surgimiento de una era mundial cuya estructura estará determinada en gran medida por la reconciliación de los opuestos existentes: de las diferentes razas, del capitalismo y el socialismo, del trabajo físico y mental, del espíritu masculino y femenino, así como de las diferentes naciones y círculos culturales con sus diferentes visiones del hombre, del mundo y de Dios. Según Scheler, está surgiendo un mundo global en el que la vieja era mundial, con sus tensiones y diferencias, será sustituida por los parámetros de la unidad integral, la interconexión, la armonía y la igualdad. Este desarrollo global también tendrá un impacto masivo en las religiones, que se compenetrarán mucho más en el curso de esta igualación y relativizarán así sus perfiles clásicos.
Cuando leí este texto por primera vez, sentí como si tuviera un Déjà vu. Porque el espíritu de ecualizacion descrito por Scheler, que determina la nueva era mundial, ya me era familiar, sólo que con el nombre algo modificado de “El espíritu del Concilio”. Este espíritu, que la guardia revolucionaria de izquierda se esfuerza constantemente en promover, impregna efectivamente el Concilio. En mi opinión, debido a la necesidad de autoabsolución, la guardia revolucionaria de derechas declara que este “espíritu del Concilio” es una invención de la izquierda y, con la “hermenéutica de la continuidad”, se ciega ante la irreconciliabilidad de las contradicciones en cuya producción esta misma guardia de derecha está implicada.
No hay que dejarse impresionar por la significativa vehemencia con que los ratzingerianos declaran que la “hermenéutica de la continuidad” es un dogma sacrosanto. La verdad es que es bastante fácil ver cómo el espíritu de la nueva era mundial (Weltalter) también ha dejado su huella profunda en el movimiento de de-cesuralización teológica, en el último concilio y en los papas conciliares y postconciliares. Pero lo más descarado es que el pontificado bergogliano se puso al servicio del Weltalter des Ausgleichs. Esta es también la razón de la alianza que Bergoglio ha entablado con las élites globalistas. Sin embargo, este pontificado no hace más que radicalizar lo que ya estaba trazado en la historia inmediatamente anterior de la Iglesia. En Bergoglio se realiza plenamente la revolución en la forma de pensar, que en su sustancia filosófica consiste en establecer un nuevo concepto de identidad. Este concepto entiende aquello que la concepción clásica de la identidad considera como lógicamente no integrable, como un momento interno de la propia identidad. En todas sus variantes, este concepto de identidad se ocupa de la licuefacción última de todas las diferencias.
El hecho de que este nuevo concepto de identidad defina el pontificado bergogliano puede apreciarse ante todo en el “sínodo sobre la sinodalidad” del año pasado y en su período preparatorio. A continuación, querido Wanderer, me referiré a su importante ensayo “La gran inversión”, en el que el sínodo en cuestión desempeña un papel destacado. El ensayo se centra principalmente en dos textos, a saber, una breve exégesis bíblica del jesuita P. Spadaro y el primer documento preparatorio del Sínodo. En primer lugar hago referencia a Spadaro SJ.
El texto de Spadaro interpreta el episodio del Evangelio de Mateo 7:24-30, en el que una mujer cananea pide ayuda a Jesús para su hija, atormentada por un demonio. Al principio, Jesús rechaza la petición de la mujer gentil, diciendo que sólo había sido enviado a las ovejas perdidas de Israel. Sin embargo, como la mujer no se deja rechazar, sino que muestra al Señor su gran fe, Jesús finalmente se apiada de ella y cumple su petición. Es fácil ver cuál es la intención del texto bíblico: se trata de una teología de la fe, del hecho de que el cumplimiento de nuestras peticiones depende crucialmente de la demostración de confianza en Cristo. Correlativamente, en el Nuevo Testamento, Jesús critica constante y duramente a los miembros de su propio pueblo por su falta de fe; negándoles los actos de salvación.
¿Qué hace el P. Spadaro SJ de esta perícopa? Se convierte en una lección sobre la conversión del propio Jesús. Sólo la mujer cananea, la excluida, ablanda al Señor de corazón duro. A través de la mujer pagana, Él se libera de la rigidez marginadora de su ortodoxia para adoptar una actitud auténticamente religiosa de inclusión y tierna humanidad. En el sistema de coordenadas del nuevo concepto de identidad esbozado más arriba, que es obviamente orientador para Spadaro SJ, la posición moralmente errónea encontrada inicialmente en Jesús puede describirse como la insistencia en una identidad inflexible. Esta comprensión de la identidad todavía no comprende lo extranjero como algo que en verdad ya pertenece siempre, como aquello que aporta identidad a sí mismo en un primer lugar.
Esta explicación de Spadaro corresponde ahora precisamente a las afirmaciones del documento preparatorio del Sínodo sinodal, que es en su totalidad la realización práctica del nuevo concepto de identidad descrito anteriormente. Aunque este documento no habla de la conversión de Jesús, se refiere también a los diálogos bíblicos en los que al diálogo sanador de Jesús con los otros se une inesperadamente el enemigo. Es el enemigo diabólico que el documento descifra como el rigorista fanático de la ortodoxia que quiere impedir un diálogo fructífero con su antigua concepción de la identidad. El documento reconoce así dos clases de “otros”. Por un lado, reconoce “otros” que son los extranjeros o alienados a la Iglesia, en todo caso análogos a la mujer cananea, de alguna manera los extraños, pero que por eso mismo pertenecen y enriquecen. Y por otro lado, identifica a esos “otros” que pertenecen formalmente, pero que de hecho forman el grupo maligno de los verdaderos enemigos de la fe: “los “antagonistas”, los “demonios” de la nueva Iglesia somos nosotros, los católicos fieles a la doctrina de los Apóstoles y que nos fue enseñada por nuestros padres. Somos nosotros quienes venimos a dividir y enchastrar el diálogo entre la Iglesia y el mundo. Somos diablos, y como tales debemos ser perseguidos. (...) Esta es la gran inversión. La verdad ya no está en la Iglesia de Cristo; está fuera de Ella. Ya no debe ser Ella la que enseña, sino la que se deja enseñar. Ya no es ella la que cura, sino la que necesita ser curada”.
Es comprensible que esta inversión tenga un efecto extremadamente perturbador, incluso de locura, en muchos creyentes. Sin embargo, éste es precisamente el punto del gran arco histórico del que he hablado. La era mundial de la ecualización produce su propia moral, la moral de la igualación: el bien es todo lo que sirve a la síntesis, a la igualdad y a la unificación, a la fraternidad integradora y a la promoción del acuerdo, de la inclusión. El mal, por el contrario, es todo lo que formula cesuras y diferencias y subraya que existen diferencias sustanciales y lógicamente irreconciliables que no pueden resolverse en una unidad global. El mal es el “anatema” de la Iglesia anterior, que hoy sólo reivindican quienes todavía se encuentran en el estado inmoral en el que, según el padre Spadaro SJ, se encontraba Jesús antes de su conversión por la mujer cananea.
El pontificado bergogliano persigue con vehemencia el anclaje eclesiástico de la moral del Ausgleich, también a través de decisiones de política personal. En este sentido, difícilmente puede negarse que Bergoglio es un estratega. ¿Y quién puede negar que este proyecto ya ha avanzado mucho en la Iglesia? Quien todavía se atreva a criticar el acontecimiento de Asís, el Sínodo del Amazonas o el documento de Abu Dhabi, quien todavía distinga entre matrimonios de diferentes confesiones, quien problematice el ecumenismo en sus múltiples manifestaciones e insista en que no “todos, todos, todos” sean admitidos a la “Mesa del Señor”, quien reivindique una determinada tradición como la única verdadera, no sólo es considerado un opositor con una postura diferente en el contexto de la ética de ecualización que se ha hecho dominante en la iglesia, sino un enemigo a eliminar, un monstruo moral.
Sólo así se entiende la intensidad de los conflictos que vivimos hoy en la Iglesia. En épocas anteriores, la línea de conflicto solía ser más clara, por ejemplo cuando los opositores al cristianismo, influidos por la Ilustración atea, reconocían la fe articulada por la Iglesia como la fe genuinamente cristiana y de la cual se distanciaban. Hoy en día, esta clara oposición se ha desmoronado. Sin embargo, aún permanece en la mente de los creyentes tradicionales. Esto crea muchos errores de juicio en el conflicto actual. El conflicto es tan intenso porque se trata de una auténtica guerra religiosa dentro de la Iglesia. Los opositores a la fe tradicional ya no aparecen como incrédulos sino, por el contrario, como auténticos cristianos que creen tener la misión de oponerse a los “anticristianos” misántropos como el cardenal Burke o el obispo Strickland.
Este análisis de la realidad es muy bueno ... pero he de reconocer que me sobrepasa. Tengo en mi memoria aquellas palabras del libro de Isaías: "Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, de los que ponen tinieblas por luz y luz por tinieblas, de los que cambian lo amargo en dulce y lo dulce en amargo" (Is 5, 20) y aquellas otras del mismo Jesús, que se encuentran en el Evangelio de san Juan: "Llega la hora en la que todo el que os dé muerte pensará que hace un servicio a Dios" (Jn 16, 2). Todo parece como si ese momento hubiera llegado ya ... a nivel mundial. Sólo nos queda ponernos en las manos del Señor y pedirle que nos ayude y que fortalezca nuestra fe y nuestra esperanza; porque no podemos vencer al mundo con sus propias armas: "Esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe" (1 Jn 5, 4). Ojalá que el Señor nos la conceda porque estamos verdaderamente necesitados.
ResponderEliminarRespecto al motivo de la primera respuesta de Jesus a la mujer cananea, hay que recordar que esa mujer vivía en un ambiente politeísta, a partir del cual era probable que pensara que Jesús obraba sus milagros por el poder de alguno de los dioses falsos. Por lo tanto Jesús quiso dejarle en claro ante todo que El obraba por el poder del único Dios verdadero, el que se había revelado a Israel.
ResponderEliminarQue nos choque la primera respuesta de Jesús a la mujer cananea es debido a que vivimos en una sociedad absurda y mentirosamente igualitaria, y hemos absorbido ese igualitarismo como lo moralmente correcto.
EliminarQue Spadaro trate de reinterpretar lo que Dios Padre y el Señor Jesús dicen en Apoc 21,8 y 22,15 respectivamente.
ResponderEliminarLacan diría: del no-Todo al Todo.
ResponderEliminarDe la castración conservadora a la negación progresista
Estimado Wanderer esta respuesta que le han dado, me ha dejado sin palabras, es tremendamente esclarecedora y por otro lado me hace pensar, que no debemos estar tan lejos del regreso de Nuestro Señor
ResponderEliminar"Esto crea muchos errores de juicio en el conflicto actual." Esto es tal cual y el sentido común de muchos creyentes se ha tergiversado espantosamente, por ejemplo, cuando creen que todos se salvan si son buenas personas, o que ir o no ir a Misa da exactamente lo mismo, o que cualquier religión es una variedad de llegar a Dios querida por Dios, o que si uno no cree no comente ningún pecado, y una serie de burradas que están metidas en la mentalidad posmoderna a sangre y fuego.
ResponderEliminarComo era de esperar. El documento, que, en rigor, es una enérgica y clarificante clarinada de alarma, contra la autodestructiva labor doctrinal del actual pontífice Francisco, redoble su potencia acusadora en el último tramo de su denuncia. Y lo hace poniendo en evidencia el sentido francamente autodemoledor que se da a la expresión “identidad” cuando se la aplica a la Iglesia Católica, por cuanto, en lugar de vincularla fuertemente con el propio mensaje Evangélico y el testimonio de la Tradición, no hace más que poner en evidencia la radicalización del giro “antropocéntrico” proclamado por Rahner. En efecto, haciendo pie en la interpretación de Spadaro del pasaje de Mt. 7, 24-30, donde la cananea, termina moviendo la inicial voluntad de Jesús de negarse a escuchar a la afligida petición de la mujer, pero en lugar de sostener que el sorprendente cambio de actitud de Jesús respecto al pedido de la mujer obedece antes al perfecto acto de fe y de sumisión y humildad respecto a la autoridad de Jesús de la que había hecho gala la buena mujer, termina sosteniendo que ahora es Jesús, -y por ende, también su Iglesia- el que se debe dejar enseñar por la voz de quienes están fuera de la Iglesia. Y por consecuencia, lo que antes se consideraba bueno, ahora, a la luz de la palabra del mundo, incluyendo de plano el contenido del Evangelio de Cristo, y el del mismo Depósito de la Fe, debe considerarse como intrínsecamente malo. Lo que convierte a la Iglesia presinodal y sus defensores tradicionalistas en los nuevos enemigos a combatir de la Nueva Iglesia sinodal fundada por Bergoglio. Con lo cual, al mejor estilo de Lutero, contra el sentir de quienes buscan permanecer fieles a la Iglesia de siempre, todo parece indicar que bajo la actual gestión de Bergoglio, se apunta a poner una grueso manto de duda sobre la santidad de todos los santos de la Iglesia, ¡incluyendo a la del mismo Cristo! Ahora entiendo el por qué de la suerte de los tantos buenos sacerdotes y obispos “misericordiados”. Así, como una suerte de cumplimiento del pasaje donde Jesús nos exhorta a tomar la cruz, ahora le toca a la misma Iglesia por el fundada, sufrir la misma suerte de Jesús en Getsemaní.
ResponderEliminar¡Señor, protege a su Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!
ResponderEliminarSi mal no lo entiendo, llegó la hora de volver a rezar la antigua oración a San Miguel Arcángel mandada pedir por el papa León XIII al final de la misa tradicional:
Sancte Michael Archangele, defende nos in proelio,
contra nequitiam et insidias diaboli esto praesidium.
Imperet illi Deus, supplices deprecamur:
tuque, Princeps militiae caelestis,
Satanam aliosque spiritus malignos,
qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo,
divina virtute, in infernum detrude.
Amen
Veamos algunas perlitas de la denuncia de Virgilius:
“En Bergoglio se realiza plenamente la revolución en la forma de pensar, que en su sustancia filosófica consiste en establecer un nuevo concepto de identidad. Este concepto entiende aquello que la concepción clásica de la identidad considera como lógicamente no integrable, como un momento interno de la propia identidad. En todas sus variantes, este concepto de identidad se ocupa de la licuefacción última de todas las diferencias”.
“Esta es la gran inversión. La verdad ya no está en la Iglesia de Cristo; está fuera de Ella. Ya no debe ser Ella la que enseña, sino la que se deja enseñar. Ya no es ella la que cura, sino la que necesita ser curada”.
“El mal es el “anatema” de la Iglesia anterior, que hoy sólo reivindican quienes todavía se encuentran en el estado inmoral en el que, según el padre Spadaro SJ, se encontraba Jesús antes de su conversión por la mujer cananea”.
“El mal es el “anatema” de la Iglesia anterior, que hoy sólo reivindican quienes t encuentran en el estado inmoral en el que, según el padre Spadaro SJ, se encontraba Jesús antes de su conversión por la mujer cananea”.
“Los opositores a la fe tradicional ya no aparecen como incrédulos sino, por el contrario, como auténticos cristianos que creen tener la misión de oponerse a los “anticristianos” misántropos como el cardenal Burke o el obispo Strickland”.
¡Señor protege a la Iglesia! ¡Alabado sea Jesucristo!
Estos artículos me muestran el cambio de interpretación tradicional que parte de los teólogos quieren hacer. Agradezco que se hayan compartido y ahora nos corresponde estar atentos y vigilantes, siempre con el auxilio del Espíritu Sabto.
ResponderEliminarBrillante. Cabe decir que la igualación es, además, el ideal del comunismo que desde hace tiempo ha infiltrado la Iglesia.
ResponderEliminarA Anónimo22 de agosto de 2024, 22:48
ResponderEliminarMi querido Anónimo, entiendo que Vd. está en lo cierto. En efecto, siempre se ha hablado de la infiltración comunista a la Iglesia católica, sobre todo a partir de los años '60. Y ciertamente es lo que parece que se está logrando. En este caso "igualando hacia abajo", porque así como en el planteo comunista, supuestamente, el poder lo tiene el proletariado, con la consiguiente descalificación del concepto de persona, en aras del colectivismo deshumanizante, en el campo de la Iglesia, también está ocurriendo algo parecido cuando en la Iglesia sinodal, el valor de la palabra se remite a la opinión de los laicos en cuanto laicos, y no a los obispos ni sacerdotes, y cuando el valor de la Iglesia sólo se tiene en cuanto a lo que de coincidencia doctrinal ella tiene con respecto a las demás Iglesias. De donde se sigue, que así como en el ideario comunista lo que cuenta es lo común a los demás hombres, con lo que implica esto de virtual despersonalización de todos los miembros de la comunidad social, así hoy en la Iglesia, lo que cuenta, a los efectos de adecuarme a los principios del mundo, es la voluntad de renegar de aquello en lo que desde su fundación a la fecha, la Iglesia siempre ha creído y enseñado. Invoquemos la protección de Dios y de la Santísima Virgen María para que esto deje de estar sucediendo. Con particular estima Chapado a la antigua. ¡Alabado sea Jesucristo!
Este análisis es en sí mismo, clarificante, como lo fue el texto alemán que lo precede, este lo desmenuza y lo pone al nivel de todos, todos, todos. Perdón la ironía.
ResponderEliminarQuiero decir algo desde el cine, y a los que recuerden la película de “los hijos de la calle” me entenderán un poco mejor en la idea, en donde los estrategas originales buscaron al abogado de menos capacidades porque era (es, en la película) el único capaz de hacer el papel y demostrar en su incompetencia la propia tesis de los estrategas. Así las mentes maestras de este desastre supieron buscar en el menos capaz, pero completamente formado en la inversión total (la antiiglesia), quien ejecute con absoluta convicción y sin posibilidad de conversión o conciencia a la que acusir
Sería bueno que los del Vaticano leyendo estos artículos den la cara y digan lo que piensan.
ResponderEliminarPorque para misericordiar son muy valientes.