El refranero argentino, para referirse a una persona que posee una ambición desmesurada, dice que quiere “la chancha y los veinte chanchitos”. Es el caso del Papa Francisco que, en ciertas áreas de la Iglesia, pretende poseer todos los resortes. Una de esas áreas es la Conferencia Episcopal Argentina. Todos recordamos que cuando sospechó una rebelión en la reunión plenaria de 2017, que se resistía a elegir como presidente del episcopado a quien él quería —Mons. Ojea Quintana—, envío al mismísimo arzobispo Paul Richard Gallagher, uno de los más encumbrados de la secretaría de Estado, a poner orden en la granja.
En la reunión de la semana pasada, tal como decíamos en el último post, la rebelión se concretó… a medias. Lo que se sabe es lo siguiente:
1. A la hora de votar al presidente, todos los obispos sabían que la voluntad pontificia había dictaminado sinodalmente que debía ser elegido Mons. Marcelo Colombo. Sin embargo, el más votado, y por mucho, fue Mons. Cesar Fernández, obispo de Jujuy, y que suena como próximo arzobispo de Paraná. Los francisquistas se volvieron locos; no lo vieron venir. Presionaron y amenazaron y, pro bono pacis, Fernández bajó su candidatura y fue finalmente elegido Colombo, y a él se le concedió la segundo vicepresidencia. Desconozco el motivo del metejón de los obispos argentinos por Fernández. Quizás haya sido simplemente el modo de mostrar su oposición o, al menos, no subordinación al sinodal Papa Francisco.
2. Este desacato se observó también en un manifiesto que presentaron los once obispos del NEA (Noreste argentino), con fuertes y abiertas críticas a Bergoglio.
3. Probablemente una de las razones sea el hartazgo de estar sometidos a las mafias dependientes de Santa Marta. Por ejemplo, cayó muy mal la venganza, a través de mentiras y trampas, de Mons. Colombo contra Mons. Bochatey, secretario de la CEA, que daba por segura su continuidad. [El obispo de la Orden de San Agustín, comentan los frailes de la curia generalicia en Roma, siempre fue muy ambicioso]. Pero esto no ocurrió sino que, por una matufia del entrante Colombo y el saliente Ojea, se nombró como secretario a Mons. Raúl Pizarro, pupilo sanisidrense de Ojea. Enterados los obispos de la maldad cometida, impusieron a Mons. Bochatey como presidente de la Comisión de Fe y Cultura.
4. Algo similar ocurrió con Mons. Jorge Scheinig, arzobispo de Mercedes -Luján. Es uno de los mimados de Bergoglio y de su nomenklatura, y estaba convencido de que las presiones y mimos romanos funcionarían y sería elegido para integrar la nueva cúpula. Y tan seguro estaba, que no se anotó para integrar ninguna comisión. Cuando vio que su nombre ni siquiera figuraba en los placet se inscribió fuera de término para presidir la comisión de Educación, convencido de que era número puesto… Pues bien, perdió frente al auxiliar de La Plata, Mons. Jorge González, por ¡setenta votos contra veinte!
5. Una de las comisiones más apetecidas es la de Cáritas. En ella se maneja mucho dinero y garantiza exposición mediática. La gran mayoría de votos para ocupar la presidencia fueron para un ignoto obispo patagónico, para espanto de los obispos villeros que veían cómo se les escapaba un puesto que consideran propio por naturaleza. Comenzaron nuevamente las presiones sinodales, el patagónico se bajó y fue elegido Mons. Gustavo Carrara, villero auxiliar de Buenos Aires.
6. Un signo del enrarecido ambiente anti-bergogliano que se manifestó en la reunión episcopal, fue la algarabía que suscitó la elección de Mons. Enrique Eguía Seguí, obispo prelado de Dean Funes, como presidente de la Comisión episcopal de Pastoral Universitaria, consagrado en la primera votación por una mayoría aplastante. Su nombramiento fue acompañado por un estruendoso aplauso. Recordemos que en 2022, Mons. Eguía Seguí, había sido desterrado por orden directa de Bergoglio a las desérticas pampas cordobesas, luego de un confuso episodio en el que fue embarrado junto a otros sacerdotes por cuestiones económicas, y a los cuales el cardenal Poli defendió públicamente.
7. Sigue causando extrañeza el destierro del arzobispo de Buenos Aires, Mons. Jorge García Cuerva. Sus funciones han quedado reducidas a segundo miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Carcelaria y tercer miembro de Comisión Episcopal de Fe y Cultura. El siempre bien informado blog de la Cigüeña de la Torre nos informa que que “según un influyente prelado”, el Papa está muy disgustado porque Jorgito “tomó medidas de modo muy independiente que van contra los deseos de Santa Marta”. Ante dos jóvenes sacerdotes argentinos que lo asisten, el Papa habría manifestado su desagrado por los cambios radicales que hizo en el Seminario y algunos nombramientos de párrocos. A Bergoglio no le gusta tanta autonomía; la sinodalidad tiene límites. Todo debe ser consultado con él. Por otro lado, la arquidiócesis afronta serios problemas económicos que el arzobispo peronista no ha sabido resolver, y que han tenido como consecuencia el cierre de la la Casa del Clero, dejando a un buen número de sacerdotes en la calle, y se estima que deberá cerrar también varios colegios parroquiales. Y añade el periodista español que, “según el mismo prelado, es altamente probable que salten algunos escándalos como el de un conocido párroco del centro de Buenos Aires y sus afectos contra naturam”.
“Sarna con gusto no pica”, dice otro refrán. Santo Padre, si usted elige obispos simplemente por simpatía y porque le gusta fastidiar a sus enemigos, y no se fija en las reales capacidades de los candidatos, no se queje entonces porque le puede salir gato por liebre, como le ha pasado ya tantísimas veces.
8. Mons. Marcelo Colombo, flamente presidente de la CEA, ya emitió sus primeros oiks en los medios de prensa. Como era de prever, en todos los casos ocuparon un pequeño recuadro de las columnas laterales de los portales, y apenas si duraron cuatro o cinco horas. A nadie le importa nada lo que pueda decir, ni siquiera a las monjas, tan afectas como son ellas a las palabras episcopales. La irrelevancia total de la hablábamos la semana pasada.
Ya en sus épocas de arzobispo porteño, JB llenó Buenos Aires de los peores personajes del clero, y diseñó un malvado e injusto arrinconamiento del clero ortodoxo, formado y piadoso.
ResponderEliminarApenas llegado dio la orden de que se dejara de tocar el órgano en las misas del seminario, derribó a la cúpula de formadores de la época de Guarracino y comenzó el desastre en Buenos Aires.
Ahora replica lo mismo pero a escala mundial, con lo que eso significa.
Y sigue llenando de obispos el país y sobre todo su terruño porteño de lo pe ok e que pueda pensarse...
Mientras tanto, los curas católicos siguen a pesar de los desprecios y maltratos de siempre, denigrados y entregados de verdad a las ovejas, sin espíritu sinodal ni preocupación por la Madre tierra sino por la salvación de las almas, eso que hoy parece que tuviera olor a naftalina pero que es aquello para lo cual han sido ordenados.
Que la Santísima Virgen los amparen siempre y sea Ella consuelo y amparo, defensa y escudo frente a tanto mal.