por Wanderer
La entrada que publiqué la semana pasada con las fotografías de la hna. Cecilia Sánchez Sorondo, dio pie a una interesante discusión acerca de la muerte y la reacción cristiana ante ella. “Tristeza o celebración”, parecerían ser las opciones que, como no podía ser de otra manera, traen cola, puesto que cierto tradicionalismo aboga por la tristeza más lúgubre mientras que hablar de celebración sería propio del modernismo.
Aquí van mis reflexiones:
1. La muerte es un castigo y, como tal, debe ser necesariamente dolorosa y triste para quien la sufre y para quienes quedan en el mundo. Sobre esto no hay duda, y sobre esta verdad se basan algunos tradicionalistas tuertos, porque la realidad es que hace poco más de dos mil años, el Verbo de Dios nos redimió, “matando a la muerte con su muerte y dando vida a quienes estaban en el sepulcro”. La muerte sería profundamente triste y dolorosa, y nada más que eso, si el difunto fuera al Hades, pero como cristianos sabemos que, en el caso de quienes mueren bien (la buena muerte), del otro lado del Leteo los está esperando el Esposo con todos los bienaventurados. Y eso es motivo de alegría.
2. “La muerte necesariamente debe ser dolorosa porque supone la separación del alma y del cuerpo”, dicen otros tradicionalistas aristotelistas. Y es verdad. Pero el testimonio de los santos indica que la muerte es no sólo separación sino también liberación del cuerpo. “Ay que dura es esta vida, esta cárcel y estos yerros en que el alma está metida. Que sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero, que muero porque no muero”, decía Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia. Es un desgarro que libera; duele, pero alivia. ("¡Wanderer es platónico!" En mi defensa digo que la teología cristiana fue platónica hasta el siglo XIII).
3. Un tradicionalista desinformado escribió un comentario al post anterior en el que decía que la muerte no pude celebrarse porque los discípulos no celebraron la muerte de Jesús. Y tiene razón. El problema es que los discípulos no esperaban que el Señor resucitara: las mujeres se acercaron al sepulcro a embalsamar el cadáver y los dos que iban a Emaús descreían de la resurrección. Se trata de un tradicionalista pasado de rosca. Nosotros tenemos la esperanza cierta de la resurrección. ¿Hay que celebrar la muerte, entonces? Yo no hablaría de “celebrar” como tampoco haría un funeral con ornamentos blancos en el que el cura se dedicara a dar gracias a Dios por el hermano que partió. Todo eso tiene tufo modernista. El funeral es de negro y se implora a Dios que perdone los pecados del difunto para que pueda ser recibido en el cielo. Esa ha sido siempre la tradición de la Iglesia. Pero todo eso no puede opacar la esperanza cierta de la alegría profunda de la resurrección. Y ese gozo, en cierto modo, es una celebración.
4. El ejemplo y la actitud de los Padres ante la muerte nos muestra que, si bien sienten profundamente la partida de sus seres queridos, la reacción no es oscura, triste y lúgubre, sino realista y esperanzadora. Recomiendo el texto de San Ambrosio sobre la muerte de su hermano San Sátiro. Esta actitud puede verse -o debería verse- en el caso de la muerte de los cristianos que, al decir de San Pablo, “pelearon el buen combate y alcanzaron la meta”. En mi experiencia, cuando muere una persona con estas cualidades, sin negar la tristeza humana que ocasiona, también aflora una profunda alegría y satisfacción: ya llegó. Es como San Ignacio de Antioquía que, en su camino al martirio romano, pedía a los cristianos que no hicieran nada para impedirlo porque quería alcanzar la meta cuanto antes. Y lo mismo ocurre con otros santos: “Ven muerte tan escondida que no te vea venir, porque el placer de morir no me vuelva a dar la vida”, cantaba también Santa Teresa.
5. Conocí a la hna. Cecilia solamente por referencia de amigos que la conocieron personalmente. Lo único que puedo decir es que la sonrisa que la acompaña en todas las fotos y, sobre todo, el rostro dormido en medio del dolor de la agonía, son más que elocuentes. Esa expresión no es impostada y no se consigue, en esas circunstancias, a mera fuerza de voluntad. Y el testimonio de quienes la rodearon en sus últimos días, desde familiares y amigos hasta médicos y enfermeras, es unánime: de ella emanaba una profunda paz y alegría. Ante eso, me rindo. Eso es presencia de Dios.
6. Finalmente, sí conocí de cerca a un hombre de Dios que murió hace ya muchos años: el padre Alberto Ezcurra. Y su actitud ante la muerte, que sabía próxima, es la del cristiano, y similar, en muchos sentidos, a la de la hna. Cecilia. Y doy dos ejemplos: cuando recibió uno de los últimos parte médicos en el que le anunciaban que ya no había terapia posible para su cáncer y que le quedaban pocos meses de vida, sugirió a sus hermanos y familiares que celebraran Navidad en septiembre porque él no llegaría al 24 de diciembre, y me imagino que habrá soltado después esa risa aguda y contagiosa que lo caracterizaba. Y también, meses antes de morir, preparó una botella de un licor que le gustaba mucho y la dejó acompañada de una nota: “Para que mis amigos brinden cuando regresen de mi funeral”. Y así lo hicieron. En el fondo, el P. Ezcurra, dejaba todo preparado para “celebrar” su muerte. Y yo lo conocí y doy testimonio que fue un hombre de Dios, que peleó el buen combate y que alcanzó la meta, y aunque lo hubiésemos querido tener muchos años más entre nosotros, también nos alegramos porque, dormido en el Señor, nos ha precedido en la posesión del Reino.
Wanderer nada que añadir a lo escrito.Gracias
ResponderEliminar“Para que mis amigos brinden cuando regresen de mi funeral”. Y así lo hicieron. En el fondo, el P. Ezcurra, dejaba todo preparado para “celebrar” su muerte.
ResponderEliminarperdón pero no veo que diga que celebren su muerte,
sino que brinden LUEGO del funeral que no es lo mismo que hablar de celebrar que haya muerto.
Tampoco preparó el licor para que brinden en el funeral sino que fue como una forma de decir que no se entristezcan, pero no brindar o celebrar durante el funeral, cada cosa en su lugar, como si parecía un poco desubicado lo de la hermana.
La cuestión es que de la salvación o condenación de un ser, no puede tenerse sino una certeza moral (no ontológica). ¿Cómo saber si hemos “muerto bien”? La duda inunda el alma; el demonio embiste con sus últimas y más sutiles armas (como en la segunda venida; o como en Getsemaní).
ResponderEliminarLa muerte es así la máxima prueba de fe, para la que deberíamos esperar, una asistencia especial del Espíritu Santo, para no desesperar. Sólo así se podrá "morir bien".
Además, objetivamente, el valle de tinieblas que habrá que atravesar, sin capacidad ni méritos propios para hacerlo, es temible.
Bien centrado, Wanderer. En San Pablo está también bien balanceado el tema. "Quien me librará de este cuerpo de muerte".
ResponderEliminarNo hay con qué darles. Racionalismo puro: si es certeza moral o certeza ontológica; si hay que brindar durante o después del funeral. Obtusos. Tradicionalismo decimonónico de la peor especie.
ResponderEliminarWanderer, no haga caso, y siga con su lefoprogresismo.
11:15 decimonónico, es algo concreto que el no dijo que celebraran su muerte.
ResponderEliminarPara mi está claro que la monja murió bien, a que se debe que haya muerto bien no lo puedo adivinar. Y si a 11:15 no le gusta lo que pensamos que no entre a leer los posteos.
ResponderEliminar"Todos los utópicos creen firmemente que la eterna felicidad del hombre será tan grande, que lloran por los enfermos, y jamás por los difuntos, a no ser que hayan dejado la vida temiendo la muerte y contra su voluntad. Porque esto tiénenlo por mala señal, como SI el alma, desesperada y atormentada, tuviese algún secreto presentimiento del inminente castigo y tuviera miedo de partir. Y piensan que no ha de ser agradable a Dios que aquel que es llamado no corra alegremente hacia El, sino que vaya como arrastrado a la fuerza y a su pesar. Detestan ese género de muerte, y, a los que así mueren, llévanlos a enterrar en silencio y con tristeza; y luego de haber rogado a Dios que se muestre misericordioso con el alma del difunto perdonándole sus pecados, echan tierra en la hoya para cubrir su cuerpo. Por el contrario, no lloran a los que parten llenos de alegría y esperanza; siguen los ataúdes entonando gozosos cánticos y encomiendan sus almas a Dios con mucha caridad, y, finalmente, no con aflicción, sino con suma reverencia, queman los cadáveres y erigen en los mismos lugares donde yacen columnas de piedra en las que inscriben los títulos de los muertos. Cuando han vuelto a su casa los acompañantes, hablan de las virtudes y buenas acciones del difunto, pero lo que recuerdan más a menudo y con mayor agrado es su plácida muerte" (Utopía, Sir Thomas More)
ResponderEliminarWanderer, ¡qué bien! Bien dicho, y no tan fácil de decir, en pocas palabras, lo dicho.
ResponderEliminar¿Hacían faltas todas estas puntualizaciones, básica, de sentido común, de cajón? Sí, claro que sí, bastaba leer los comentarios del post sobre Cecilia... ¡Pero, qué fiaca! Y sin embargo había que hacerlo y ud. lo hizo, una vez más, con paciencia infinita... muy parecida a una caridad delicadísima, sutil y necesaríssima.
Gracias, che, gracias.
(Y sí, estoy conmovido, por cómo murió Cecilia, por lo escrito por el Wanderer, por todo, qué le vamo' a hacer).
J.T.
Hemos sido creados de la nada por un acto de puro amor.
ResponderEliminarSe nos donó la vida, en un tiempo y en un lugar que no elegimos, con un destino de eternidad. Que sea de gozo o de sufrimiento inacabables, en mucho depende de nosotros. Y de la aceptación o el rechazo de la Gracia.
Entiendo el dolor por la pérdida de los seres queridos (Jesucristo lloró ante la muerte de Lázaro),
pero también dijo que El daba su vida por nosotros no que se la quitaban.
Y la dio para que tuviéramos vida eterna. Que es la mayor abundancia que podemos tener.
Quiera Dios que estemos a su derecha como benditos y no a su izquierda como malditos.
Todo lo demás, es lo de menos.
Y finalizo recordando a los mártires del 18 de Julio ďe 1936 que dieron su vida por Dios y por la Patria.
Ciudadano de un país de frecuentes malamuertes
Dos cosas:
ResponderEliminarPrima: sólo he sentido alegría al enterarme de que murió bien una persona a la que no quería especialmente, como ser tíos, primos, padres de amigos, etc. Nunca me ha pasado, por más certeza moral de su buena muerte, con familiares muy cercanos.
Alegrarse por la buena muerte de un padre, madre, hijo, esposa o hermano, sin ser contrario a la fe es contra natura y bárbaro.
Secundeo: me revientan las misas de difuntos de niños pequeños, con sermones y textos alegres por la certeza más que moral de la buena muerte. A muchas de éstas he ido en la FSSPX, pero nunca los padres (menos mal) parecen estar tan felices como la letra del rito.
Sigamos decimonónicos, sigamos normalitos.
El starets José, del Monasterio Vatopedi del Monte Athos que murió el 1 de julio del 2009 muestra exactamente lo mismo. No se cómo adjuntar las fotos de él al momento de morir y cuando es enterrado. Pueden verse si uno busca José de Vatopedi en imágenes del google.
ResponderEliminarMejoralito, usted ha dicho la palabra: barbarie, y barbarie pre-cristiana. Nadie le pide que haga un asado y contrate payasos cuando muere un familiar cercano, pero si ese familiar tiene una buena muerte, ante la certeza del hecho que todos debemos morir, saber que los padres, por ejemplo, murieron bien, más allá de la tristeza natural, debe producir en cualquier cristiano una profunda y serena alegría. Un bárbaro, que no es cristiano, solamente sentirá tristeza y desesperación.
ResponderEliminarPor lo que parece, en el ad secundum usted se refiere a textos de la misa tradicional en ocasión de la muerte de niños. Y a usted esos textos le revientan. Eso es barbarie. También a los bárbaros y a los ateos les revientan los textos de la liturgia cristiana. Si estuviera en sus manos, usted los cambiaría seguramente por textos tristes y lúgubres; si estuviera en sus manos, usted cambiaría la misa tradicional. Eso es exactamente lo que hizo Pío XII con la Semana Santa y Pablo VI con el ordo missae.
Usted ni siquiera es tradicionalista decimonónico. Es tradicionalista de los años '50 y '60. Y quizás no lo sepa.
Qué ganas de exagerar. Yo no cambiaría nada.
ResponderEliminarLo que digo es que como a los que vi no son precisamente bárbaros, los noté alguito más tristes al enterrar a un hijo (que necesariamente murió en Gracia de Dios) que apenas esa "tristeza natural" de la que usted habla.
Pero a mi me da lo mismo, si al que se le muere un hijo quiere sentir apenas esa tristecita, para mí es un bárbaro y listo.
Esas tristecitas son para cuando se te muere un amigo, un hijo es otra cosa, y así suceden las cosas (creo) en el 100 % de los casos (de hijos tradis, no tradis, decimonónicos, veintimonónicos y de todos los mónicos).
Siempre dependerá del peso específico que tenga para uno la persona que muera.
ResponderEliminarEl de la mujer de uno (según fuese la calidad de ésta) o el de un hijo (sea cual sea su calidad), son muy distintos al de un padrino de confirmación, un amigo, un padre o un abuelo. Y aún menos peso tendrá un tío, un vecino o un actor de cine.
Ni muy muy, ni tan tan.
Hay algunos que escriben que son uns paspados. Si no entienden con el ejemplo del cura Ezcurra que se puede esperar???
ResponderEliminarQue alegria que siento al escuchar sus audios! que gozo y esperanza en el alma me dio ver la peli que hicieron sobre su vida. Que buena cancion la del pato!!!
Recomiendo verla. Y escuchar lo que dice el padre Saenz.
Quizas asi entiendan.
En el capítulo XII del libro noveno de las "Confesiones", describe San Agustín "Cómo lloró la muerte de su madre".
ResponderEliminarLo pueden encontrar por ejemplo aquí, en la maravillosa traducción castellana de fray Eugenio de Zeballos:
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/confesiones--0/html/ff7b6fd2-82b1-11df-acc7-002185ce6064_18.html#I_150_
Propongo esta lectura un poco como complemento de las interesantísimas reflexiones de estas entradas del blog. En el capítulo cuya lectura sugiero, y que supongo que todos ustedes ya conocen (pero nunca está de más releer y releer a San Agustín), nos habla el santo de los esfuerzos que hizo por contener las lágrimas tanto durante la muerte de su madre como después, en el entierro. Hasta que finalmente no pudo más, y estalló en lágrimas:
"...y no pudiendo reprimir el sentimiento de verme privado de ella repentinamente, me dio gana de llorar delante de Vos por ella y por mí; tomando motivos para llorar de su proceder y el mío. Así solté el dique a mis lágrimas, que hasta entonces tenía represadas, dejándolas correr cuanto quisiesen, hasta que nadase y descansase mi corazón en ellas; como efectivamente descansó por ser Vos el único testigo que había de mi llanto, no habiendo allí persona humana que diese a mis lágrimas alguna interpretación vana y siniestra.
Ahora, Señor, también os lo confieso por escrito; léalo el que quisiese e interprételo como gustare. Si le pareciere que hice mal y pequé por haber llorado a mi madre por un corto espacio de tiempo, a una madre muerta allí a mis ojos y que por muchos años me había llorado a mí para que viviese a los vuestros, le pido que no se ría de mi llanto; antes bien, si tiene bastante caridad, llore él también por mis pecados delante de Vos, Dios mío, que sois el Padre de todos aquellos fieles que son hermanos de vuestro Hijo Jesucristo".
San Agustín era ya por entonces un cristiano de los pies a la cabeza. Pero de todas formas la muerte de los seres más cercanos duele. Aunque se sepa que han llegado a la meta a la que aspiraban. Y a él le dolió, y con su sinceridad habitual, no omitió ni una coma en su relato.
Duele sobre todo la separación: El saber que nunca más volveremos a vernos en este mundo. Y es que, si uno se pone triste a veces, cuando se despide de la familia para emprender un largo viaje, cuánto más si sabe que la despedida, por lo que toca al tiempo de este mundo, ya es definitiva. Evidentemente, al cristiano puede consolarle (debe!) la esperanza última. Pero somos débiles, y el tiempo de entretanto se nos hace largo y difícil sin las personas amadas.
Los griegos hacian ritos funebres y competencias deportivas, como se narra en la Iliada.
ResponderEliminarLo que hemos perdido es la cultura, es el saber comportarnos, somo niños ignorantes nacidos en el siglo XXI.
No sabemos como reaccionar a las grandes verdades de la vida humana, elevadas por Cristo por su encarnación, porque perdimos contacto con la Tradicion y la cultura.
No salgo de mi asombro ante ciertos comentarios.
ResponderEliminarNacemos para morir.Nadie se queda aquí.
A todos se nos ha muerto alguien querido.En mi caso mi padre, la persona más importante que a pasado por mi vida.Aún hoy,después de treinta y cinco años,le tengo presente,aún hoy vivo de su ejemplo.
Claro que es doloroso perder a alguien muy amado,o un niño,que no ha empezado a desarrollar su vida con todos sus talentos.
¡Más que son esos años terrenos,muchos o pocos,frente a la eternidad! .nada.
¿Que valor tiene los días vividos fuera de la fidelidad a Dios?. Un fracaso
Hay que tener un poco de visión sobrenatural y no estar tan pegado al suelo y a nuestro egoísmo. Mi padre podría seguir aquí, pero no eternamente.Fue voluntad de Dios llevárselo,
Es una gracia especialisima, y como tal hay que agradecerlo,que una persona tenga una buena muerte y
para un cristiano la meta es el cielo.
No llego a comprender a ciertos comentaristas.Mi esperanza es la Resurrección de Cristo,su Palabra y el convencimiento de estar con EL en el cielo,junto a mi padre, mis seres más queridos, por su Gracia y mi respuesta a ella.Incluso diria más, cada vez que amamos a los demás, no sólo a nuestros seres más cercanos,y lo hacemos por
Dios,tenemos un anticipo del cielo,aquí en la tierra.
Estimado Wanderer: felicitaciones por la nota, verdadera y bella.
ResponderEliminarSaludos
Poco serio todo. El trafico de fotografías de la hermanita también lo es aunque sean auténticas. Trato con la muerte a diario y de niños. Y me tocó asistir a Ezcurra en tiempos finales. Mejor callar y no parlotear de algo perfectamente serio como dijo el poeta.
ResponderEliminarTolkien habla, supuesta la caída, de que la muerte "es el don de Ilúvatar a los hombres". Y en la tradición de veras el prolongar la vida -no morir- es una maldición: el judío errante. Véase la versión de la leyenda que trae E.Waugh en "Helena".
ResponderEliminarCreo que el problema es anteponer seriedad y alegría como si fuesen cosas mutuamente excluyentes, cuando no lo son. Se puede ser serio sin dejar de estar alegre. La muerte es cosas seria pero para los perfectos (para los santos) es causa de alegría. Y para sus amigos y parientes lo debería ser también, aunque --claro-- en el plano material sea extremadamente difícil.
ResponderEliminarHay infinidad de ejemplos de santos que se alegraron ante la inminencia de su muerte, incluso haciendo bromas (San Lorenzo o Sto. Tomás Moro, como ejemplos entre muchísimos).
Les recomiendo este documental sobre los cristianos egipcios asesinados por ISIS en Libia el año pasado. Veáse la seriedad y a la vez la alegría de los familiares de los mártires (incluso de los hijos pequeños de varios de ellos). Es conmovedor. La anticrusada del Estado Islámico.
Muy buena acotación: se llora la muerte de la mujer de uno según haya sido en vida.
ResponderEliminarNunca lloraría a la maldita, borracha y gritona que me tocó (ni es que la elegí, me la encajaron).
Pero hay otros más afortunados que tienen para llorar a moco tendido, máxime cuando en el cielo no existirá esposo y esposa y ya no la verás más del mismo modo y nada indica que al menos la volverás a ver de un modo diferente. Hay allí una dicha más grande, pero de reencontrarse con los seres queridos, nada.
Gracias Coronel! Estaba buscando justamente la síntesis que usted aporta.
ResponderEliminarUn Padre de la Iglesia (no puedo recordar ahora cuál) hacía una comparación de la muerte con un parto, figura muy repetida en las escrituras. Decía que así como cuando un niño en el seno materno está cómodo, seguro, tranquilo, y de repente lo traen a este mundo y está asustado y llora y los que están esperándolo se alegran y sonríen y le dan la bienvenida a la vida, pues algo así es la muerte: un parto en el que pasamos a la Vida verdadera, y los que allí nos esperan se alegran y hacen fiesta y nos dan la bienvenida a esa Vida verdadera. La muerte es tan sólo un paso... si morimos bien obviamente. (Perdón por citar tan malamente).
ResponderEliminarCuando Santa Teresita del Niño Jesús estaba por morir, su capellán le preguntaba si estaba resignada para morir. Y ella abriendo grandes sus ojos respondió: "¿Resignada? No, padre mío; resignación se necesita para vivir, pero no para morir... Lo que tengo es una ALEGRÍA grandísima"
El sanjua
Yo perdí un hijo de 7 años, confirmado y con los sacramentos. En plena edad de la inocencia. Quizo la Providencia darnos casi dos días de velorio y rodearnos de oraciones. Si bien la pérdida es enorme y triste, la certeza de la salvación del hijo, de compartir con María la entrega del hijo inocente de uno en sacrificio y de saberlo en el Cielo, el haber cumplido con la misión paterna con respecto a ese hijo (que es más de Dios que mío), nos dieron a mi mujer y a mí una sorprendente alegría cristiana en la Fe, al punto que nosotros consolábamos a amigos y familiares menos "creyentes". De bárbaros no tenemos nada. De católicos, sí.
ResponderEliminarEso no quita la lágrimas cada tanto al extrañar el contacto físico y humano con el hijo , pero claramente eso es un tema pequeño al lado de la felicidad eterna del ser amado.
Siempre me llamó la atención de Tolkien esto que trae a colación el querido Anónimo...
ResponderEliminarCoronel, gracias por el sentido común, tan raro hoy en día!
Estimado Wanderer:
ResponderEliminarVeo que mis palabras han motivado una reflexión sobre la actitud ante muerte, lo que me resulta muy satisfactorio.
El caso es que asiento a casi todas sus reflexiones en este post, pero lo llevo nuevamente a entender el contexto de mi crítica al mensaje de la monja que citaron: esto no se trata de un juicio a su persona, la que no conocí, sino a darnos cuenta de que el mensaje que ella escribió (en especial lo de ver la muerte con actitud de "fiesta") participa o, cuando menos, es fácilmente enmarcable dentro de los nuevos aires conciliares y, en particular, dentro de la nefasta teología del misterio pascual, que ve la resurrección como una parte indisoluble de la misma muerte. Y en esto no le echo ninguna culpa, pues doy por sentado que se trataba de una persona criada en la misa nueva y en un convento también moderno. Entonces, ¿Por qué tanto asombro?
Usted mismo ratifica casi todo lo que dije: la muerte es un castigo, debe conllevar tristeza y también esperanza.
La propia Virgen María tampoco vio la muerte de su hijo como "una fiesta" (ya que cita a los apóstoles) y eso que en este caso si tenía certeza de su resurrección y especialmente de su triunfo.
Nunca he dicho que no exista luz en medio de la muerte; eso sería negar la virtud de la esperanza. Pero de ahí a hablar de fiesta, hay mucho trecho. Y, en especial, hice el comentario porque para ningún tradicionalista debiera ser novedad que en el post concilio ha obrado un cambio rotundo de actitud, presuntuosa y sumamente superficial, ante el misterio de la eternidad, que se observa en sus liturgias, homilías, vestimenta, etc, y que es necesario denunciar para no caer en ella.
"Mas en aquellas regiones de Hircania llaman a la muerte la liberación del oprimido, pues afectos sus pueblos a la tiranía, sólo atinan a liberarse cuando muere el tirano. Y, en efecto, ?quién podría sufrir un tirano por la cifra de cien, doscientos, quinientos años, siendo siempre el mismo, cada día más perverso y astuto y avezado en el poder de su grande estado? ?cuáles malicias, cuáles latrocinios, luxurias y mutilaciones no llevaría al cabo, pudiendo su imaginación dilatarse sobre centurias y centurias y de tal manera llevar el Infierno a la tierra?
ResponderEliminarEstas y otras razones aducen los hircanos para bendecir la muerte y escapar de una eterna tiranía sin renunciar a la vida"
(Aloisius Recoleto, de Re Hircana, cap VIII)
Bien lo del Coronel. Pero yo lo estiraría un poco más aún: no sólo cabe la paradoja serio/alegre; su mayor tensión (y mejor afinación) es la de estar triste/alegre, en una misma vivencia, bajo respectos distintos. San Pablo dirá "no estén tristes como los paganos": lo que habilita una forma de tristeza al modo cristiano. Y es la "radiante tristeza" como canta la Liturgia bizantina a la Dolorosa Madre de Dios.
ResponderEliminar"Pues aún los paganos, en su dañada inteligencia, comprendieron que no era proprio de hombres no morir; de donde idearon la fábula de Titonio, el cual, conyugado con la diosa Aurora, recibió la inmortalidad suplicada por ella, que al tiempo olvidó pedir la lozanía divina, de modo que envejecía y no fenecía, muriendo todas las mañanas sin morir, y siendo tornado finalmente en grillo por huir de la decrepitud. De modo que los antiguos querían representar en esta moral que sólo lo divino es inmortal, y que el no morir es carga tremenda del feble humano, siendo la muerte el término y descanso de los mortales como lo es el sueño de la vida quotidiana. Y ansí confesaron que el hombre mortal sölo puede ser divino e inmortal como por una moción o regalo que no le pertenece, y que los dioses gentiles no conceden"
ResponderEliminar(Aloisius Recoleto, de Re Hircana, capítulo I)
Hay muchos que escriben y hablan pero cuando les toca el dolor de la pérdida de un ser querido no les sirve de nada decir que está en el Cielo. La ausencia de esa persona causa dolor, uno la extraña, y el consuelo que está en el Paraíso no alcanza. Solo entiendo a la muerte como fruto del pecado original y el sufrimiento que ocasiona sirve para reparación de nuestros pecados y por las almas del Purgatorio de las que ya nadie se acuerda sobretodo en las misas. Claro, si para ellos, los neocones, no hay infierno. Con respecto al Padre Ezcurra al que también conocí llevó su enfermedad con su típico humor y valor. Pero su ida dejó huérfanos a muchos seminaristas y sacerdotes- Fue muy bueno el sermón del P. Saenz en la capilla del colegio Champagnant.
ResponderEliminarAmigos: me parece pertinente recomendar la lectura de esta homilía del Padre Gustavo Podestá: http://www.catecismo.com.ar/sermonesdurante2/10_2016C.htm
ResponderEliminarUn abrazo
El aedo de Haedo
La Muerte
ResponderEliminarTe pintan descarnada y con guadaña
cubierta tu fealdad tras negro manto.
Te miran con el miedo y el espanto
con que se suele ver una alimaña.
Te nombran con rencores y con saña,
te reciben con gritos y con llanto.
Sólo el alma cristiana y la del santo
con tu fiera apariencia no se engaña.
Mensajera de Dios, que al hombre llama
para darle la vida que no muere.
¡Beatífica visión para quien ama!
Yo no voy a entonarte un Miserere
de lúgubres acentos, sino un ¡Hosanna!...
¡Al cielo no se va, si no se muere!
Anónimo de 19.43
ResponderEliminarMe gusta lo que dice,está lleno de sentido.
Hay que pensar,sin embargo,que cuando a alguíen le ponen fecha para su muerte,no sólo ella ,sino también su familia pueden irse preparando para este trance doloroso.
Yo misma estoy pasando por una situación parecida con una hermana de sangre. El pronóstico es bueno,pero no deja de crecer en mi la esperanza de la curación, sino también el deseo de fidelidad.
Supongo que la hermana Cecilia, se fue preparando para ese momento y no dudó que la luz de la esperanza creció a medida que el momento se acercaba.Qué ella lo catalogase de "fiesta" es lógico, se acababa el dolor para entrar en la dulce esperanza de su encuentro con Cristo.
Dice en su comentario que esto se "enmarcaba en los nuevos aires del concilio ".Cómo he dicho antes no creo sea el caso. Bien es verdad que estamos desfigurando la Revelación que Dios hace de si mismo:tan sólo vemos la misericordia y no la justicia.
Somos amados,pero también seremos tratados con justicia,ni un solo acto,omisión,palabra o pensamiento se escapa a su visión, recompensa o castigo,serán aplicados con plena justicia.Más si hay arrepentimiento y penitencia,nos podemos dirigir a El con confianza:ABBA Padre.
En el fondo creo todos estamos dando,o casi todos,vueltas a las mismas ideas.
Dejemos que Dios juzgue . Yo espero en su misericordia y justicia, y está última me da paz. Saludos
"Con tristeza hemos de separarnos más no con desesperación ¡Mira! No estamos sujetos para siempre a los confines del mundo, y del otro lado hay algo más que recuerdos" - Aragorn
ResponderEliminar1) Agradezco al Athonita su luminoso comentario. Ha sido ocasión para cambiar el título del post. "Radiante tristeza" es mucho más adecuado.
ResponderEliminar2) Anónimo de las 19:43: Estoy de acuerdo con usted. Podríamos hablar de "celebración" de la muerte discutiendo previamente el significado que le damos a la palabra, pero yo nunca hablaría de "fiesta". No se festeja un doloroso castigo. Pero, como usted dice, eso no puede ser motivo de juicio sobre la hna. Cecilia, que era monja, y vaya uno a saber lo que quiso a decir con esa palabra.
Lo que me preocupa de algunos tradicionalistas es la divisoria de aguas demasiado profunda que establecen entre las personas que son "criadas en la Misa nueva" o están "en conventos modernos". Está bastante claro lo que yo pienso del novus ordo y de los monjeríos modernos pero de ahí a casi condenar al infierno a quienes allí habitan, me parece peligroso. No es su caso, por cierto, pero sí lo he notado en varios tradis.
Supongo que la muerte es triste como todas las despedidas. Pero si es para volver a Casa, como lo entienden y viven los peregrinos con su malla de carne y hueso, entonces el consuelo resplandece sobre un negror de entierro.
ResponderEliminarVita mutatur, non tollitur.
"Pero sobre todo, como Nuestro Señor dice (Mateo XV,18-19), es lo que está en el corazón del hombre lo que importa. Mucho mejor que todo es el Tradicionalismo de corazón, pero esta película [De Dioses y Hombres] nos recuerda a los Tradicionalistas que el Conciliarismo de corazón puede todavía agradar a Dios mejor que la Tradición sin corazón." Mons. Williamson, Comentarios Eleison Nº 187 (12-I-2011).
ResponderEliminar"Que la muerte sea castigo al par que bendición lo prueban dos cosas. La primera, que en pecando los primeros padres, díjose en el consejo de la Trinidad Santa y veraz en la que no cabe mentira: por haber comido del fruto, seas castigado, etc; pero también: se ha hecho igual que nosotros, no sea que coma ahora del fruto del árbol de la inmortalidad, i.e., preparó en su Providencia la muerte, término natural, para que la inmortalidad no se convirtiera en una nueva maldición.
ResponderEliminarY que es una maldición la inmortalidad en el actual estado resulta patente no sólo a quien considere los infortunios de aquesta vida, sino al tedio y aburrimiento que acomete a los provectos y cierta tristeza melancólica aneja a nuestra condición, que es signo del faltar de nuestra naturaleza que sólo en la visión de la Trinidad es colmada, de donde los hircanos maldicen, ojalá tengas larga vida sobre la tierra maldita"
(Aloisius Recoleto, De Re Hircana, cap.I)
La muerte entristece a todos, pero como bien se ha dicho, sólo en forma absoluta a los que lloran como los que no tienen esperanza.Para ellos, una eterna noche debe ser dormida, decía Catulo. And yet, and yet... es tan estructural a la naturaleza humana la esperanza (no la virtud teologal, sino el carácter desiderativo de nuestra condición)que llevo años haciendo este modesto experimento: le envío al deudo una esquela que dice sencillamente "Vita mutatur, non tollitur". Nadie, jamás, aún los más irreligiosos, ha dejado de agradecerme con emoción esa línea, que quizás sea el único contacto con la liturgia que habrán tenido. Nadie deja de sentir como un ramalazo de esperanza al leerla.
ResponderEliminarLa foto de José de Vatopedi puede verse en este post:
ResponderEliminarhttp://monasteriovirtual.blogspot.com.ar/2009/09/la-sonrisa-del-geronta-jose-de-vatopedi.html
A.
Gracias Wanderer por este post
ResponderEliminarEl Recoleto tiene razón: imagínense un Kirchner de mil años o un Bergoglio de quinientos.
ResponderEliminarHighlander.
Estimados. Soy asiduo lector del blog, y ha sido muchas veces motivo para revivir la esperanza cristiana, amen de aprender mucho leyendolo. Nunca comento solo leo, pero esta vez me anime y creo que muchos estan piyando fuera del tarro. Es verdad que la muerte y todo lo que la rodea es tremendo, triste y eso va de la mano del profundo misterio que encierra. Pero el cristiano no solo tiene el deber de superar la tristeza, por que sabe justamente que la muerte es en realidad el paso necesario para la vida verdadera. Nadie nos pide fandango y ornamentos blancos en los velorios, pero tampoco es cristiano contratar lloronas y arrancarnos los pelos sobre los ataudes cuando la muerte de los nuestros llega. Es tristeza por la perdida momentanea de los seres queridos, pero es esperanza de que viven de otra forma. Alberto Urtado en las inminencias de su muerte dijo una frase que es la sintesis de lo que digo: «La Vida nos ha sido dada para buscar a Dios, la muerte para encontrarlo y la eternidad para poseerlo» y se dice que santa Teresita pedia la muerte de su madre, por que finalmente se encontraria con Dios. Ademas... se me ocurre... por que nos negamos tanto a algo que.inevitablemente va a ocurrir, si al fin y al cavo hemos nacido para morir y muriendo ver a Dios. Creo que es simple el cristiano celebra (no con baile) sino en.el sentido liturgico, la muerte o acaso no «celebramos la Misa» que no es otra cosa que la muerte del Redentor. La postura opuesta no es tradicionalista sino simplemente pagana.
ResponderEliminarHablando del tema, quiero decir que siempre me impresionó la letra
ResponderEliminardel tango COMO ABRAZAO A UN RENCOR, por lo impiadoso de su expresión. Aquí va...
Esta noche para siempre, terminaron mis hazañas,
Un chamuyo misterioso me acorrala el corazón,
Alguien chaira en los rincones al rigor de la guadaña,
Y anda un “algo” cerca ´el catre, olfateándome el cajón...
Los recuerdos más fuleros me destrozan la zabeca,
Una infancia sin juguetes, un pasado sin honor,
El dolor de unas cadenas que aún me queman las muñecas
Y una mina que arrodilla mis arrestos de varón.
Yo quiero morir conmigo,
Sin confesión y sin Dios,
Crucificao en mis penas,
Como abrazao a un rencor.
Nada le debo a la vida,
Nada le debo al amor,
Aquella me dio amarguras
Y el amor una traición.
Yo no quiero la comedia de las lágrimas sinceras,
Ni palabras de consuelo, ni ando en busca de un perdón,
No pretendo sacramentos ni palabras funebreras,
Me le “entrego” mansamente, como me entregué al botón.
Sólo a usted, mama lejana, si volviese le daría
El derecho de encenderle cuatro velas a mi adiós,
De volcar todo su pecho sobre mi hereje agonía,
De llorar sobre mis manos y pedirme el corazón...
Para los amigos de España (y también para los locales)
pueden escuchar la versión de Goyeneche, que juzgo la más expresiva:
https://www.youtube.com/watch?v=neOMWEbBgWA
VAYA ESTE EJEMPLO POR EL OPUESTO A LO QUE DEBE SER UNA MUERTE CRISTIANA.
A veces no es que no se tenga esperanza Ludovicus sino que el alma tal vez presiente que el ser querido se condenó...
ResponderEliminarAnónimo de las 7.32, ese presentimiento es presunción y si se consiente es pecado contra la esperanza teologal. Nadie es más grande que la misericordia de Dios, así que hay que dejarle a Dios arreglar las cosas y ajustar las cuentas. También afligirse por la presunta condenación de alguien es desesperación.
ResponderEliminarludovicus, a una madre que tuvo la experiencia de tener un hijo drogadicto, tatuado y rocanrolero que falleció y en el entierro vió demonios haciendo señas como burlándose ¿usted le va a poner los paños fríos del modernismo que dice que todos se salvan? por favor.
ResponderEliminarAnónimo de las 8.33, vaya a decirle modernista a Cristo en la Cruz y a san Dimas, haga un curso de comprensión lectora y después me cuenta. Es usted un idiota.
ResponderEliminarCristo no es modernista no tengo por qué decirle eso, ludovicus si lo es asi que se lo puedo decir, si no le cae bien no es mi problema.
ResponderEliminarNo se puede aplicar la situación de san Dimas a todas los casos.
ResponderEliminarLos verdaderos santos hablaron claro sobre este tema, la mayoría muere como vive, se van configurando con Cristo o con el diablo, difícilmente a último momento reciban la gracia de la conversión, por eso les recomiendo que sigan el consejo que le dió NS a Santa Faustina, que recen la coronilla de la misericordia al lado de los moribundos; es esa la forma en que Dios está salvando almas en estos tiempos.
ResponderEliminarA los lados de la cruz tenés los dos extremos, las dos actitudes que toman las almas, san Dimas y el otro ladrón. Los modernistas se creen que todos son san Dimas y se olvidan del otro ladrón que murió desesperado y sin arrepentimiento. El término medio de esas dos actitudes es lo que bergoglio predica, que se queden instalados en el pecado y sin desesperación porque a último momento Dios salva igual.
Entiendan que mientras actúe el misterium iniquitatis uno será llevado y el otro dejado....
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