Casi diez días después de la conclusión de la peregrinación de Notre Dame de Chrétienté, me gustaría intentar una primera y elemental valoración de la misma. Lo hago con la fuerza de mi experiencia como “enviado especial” de Missa in Latino a Chartres: participé, gracias a la exquisita hospitalidad de los organizadores, en la misa del 29 de mayo, y puedo asegurar que saborear en directo el ambiente que se respiraba en la magnífica catedral gótica, y en sus alrededores, desde la llegada de los primeros peregrinos, me produjo una emoción indescriptible. El sol resplandeciente y el cielo azul representaban casi materialmente lo que podría ser —es más, lo que será— la verdadera nueva primavera de la Iglesia.
Dicho esto, y aunque soy consciente de que habría tantas cosas que decir, intentaré ofrecer algunas breves reflexiones.
Primera reflexión: realmente parece que esta peregrinación de 2023 merece el apelativo de histórica (como se especuló aquí). No sólo, por primera vez en cuarenta años, la organización tuvo que cerrar prematuramente las inscripciones, como es bien sabido; sino que, también por primera vez en cuarenta años, los medios de comunicación franceses —incluidos los públicos, por no decir anticatólicos— dieron oportuna y amplia cobertura a lo que estaba ocurriendo en los cien kilómetros que unen París con Chartres, hablando de ello en términos objetivos, a menudo con benevolencia, a veces incluso con admiración (para un rápido análisis en profundidad véanse, por ejemplo, aquí en italiano y aquí en francés). Es decir, como un acontecimiento que puede provocar cualquier comentario, pero no la ironía y la burla reservadas hasta ahora solamente a los traidores. Por otra parte, presentar a 16.000 peregrinos, de una edad media de 20-21 años, como viejos beatones habría sido verdaderamente imposible.
Sin embargo, lo que hace histórica la peregrinación de este año es mucho más. De hecho —segunda reflexión— fue la primera tras la puesta en práctica de Traditionis Custodes a través del llamado Rescripto Roche, y la aplicación que se le dio. Es precisamente en este contexto en el que la peregrinación hizo furor. Incluso esta cifra, que muchos considerarían sorprendente, sugiere varias explicaciones. Concediendo que confirma la regla de oro de que la persecución, al final, fortalece a los perseguidos (y, siempre a la larga, debilita a los perseguidores), lo que es evidente hoy es que la galaxia tradicional, a pesar de cualquier diferenciación interna real, constituye una realidad más que consolidada, tanto espiritual como sociológicamente. Aunque sigue siendo una minoría, se trata de una minoría de fieles bien conscientes de sí mismos, frente a una mayoría que ignora sustancialmente su propia identidad; por tanto, una minoría que puede ser decisiva y que, en conjunto, ya no puede ser descartada como una realidad insignificante y dispersa, ni como un cuerpo sustancialmente ajeno a la Iglesia. De la que —-a pesar de todo— la comunidad tradicional se siente parte, y parte constitutiva, capaz de oponer una resistencia tanto pacífica como concreta y eficaz a los evidentes intentos de expulsión de los que ahora es objeto. También ejerce una verdadera capacidad de atracción más allá de su “zona de influencia” natural: este año, una importante cuota de peregrinos se encontró por primera vez con la liturgia tradicional precisamente participando en la peregrinación. Como ha señalado acertadamente Jeanne Smits, la comunidad tradicional se ha convertido también en una comunidad misionera, orientada específicamente a la reevangelización de los muchos cristianos que han abandonado esencialmente su identidad católica.
Tercera reflexión: el gran éxito de la peregrinación se produce (¿cómo no decir providencialmente?) en coincidencia casi exacta con el resurgimiento de una clara oposición a la liturgia tradicional por parte de la cúpula institucional de la Iglesia. Las infames declaraciones del cardenal Roche sobre el cambio teológico subyacente a la reforma litúrgica, con su claro rechazo de la liturgia anterior; o del cardenal Cantalamessa, que en una de sus conferencias de Cuaresma de este año repitió el axioma de que la liturgia reformada sería fiel a la de los tres primeros siglos, y luego corrompida por la clericización (una rancia proyección en el plano litúrgico del mantra hiperideológico de la Iglesia constantiniana). Por otra parte, desde hace tiempo se dice que la comunidad tradicional es divisionista y rechaza los magníficos destinos de la renovación conciliar: es el nuevo mantra del indietrismo.
A quienes tienen el pelo lo bastante blanco como para recordar los formidables años setenta, les parece que han vuelto a caer en ellos. Pero no se trata de eso. La cuestión es que un acontecimiento como la peregrinación de Chartres de 2023 ha mostrado plásticamente cómo la cúpula de la Iglesia está ahora trágicamente desconectada de la realidad y presa de la más asfixiante autorreferencialidad (de la que acusan infundadamente a quienes no piensan como ellos…).
Esta desconexión, esta insistente autorreferencialidad, se sitúa ante todo en un plano, digamos, cultural: afirmaciones como las del cardenal Cantalamessa —que cito sólo a título de ejemplo— demuestran que ignora más de cincuenta años de estudios arqueológicos, históricos y lingüísticos, y de análisis crítico de las propias fuentes litúrgicas, en virtud de los cuales ciertas certezas graníticas sobre la correspondencia entre la nueva liturgia y la de los orígenes cristianos se han, si no desmoronado totalmente, al menos resquebrajado mucho, quedando reducidas —en el mejor de los casos— a teorías discutibles y discutidas (para prueba de lo que digo, léase este interesante estudio del prof. Stefan Heid, Rector del Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana, disponible gratuitamente en la web).
En el plano teológico, pues, parece muy evidente la sorda autosuficiencia del planteamiento que podríamos definir como antitradicional, y la consiguiente unilateralidad de sus conclusiones: baste decir que desprecian programáticamente el pensamiento de Ratzinger, que ha abierto amplios horizontes a la teología litúrgica, inspirando a las nuevas generaciones en términos mucho más sólidos de lo que pudieron hacerlo los herederos (o supervivientes) del liturgismo de los años sesenta y setenta. La autosatisfacción intelectual de éstos, por desgracia, sigue dando lugar a la presunción de poder reinventar la liturgia, y acaba traduciéndose inevitablemente en posiciones heterodoxas (a este respecto, véase aquí el profundo estudio de José Antonio Ureta).
Pero es en el plano pastoral y espiritual donde la desconexión de la realidad y la autorreferencialidad de la cúpula eclesiástica se manifiestan en términos verdaderamente dramáticos. Cuando se lanzaron consultas entre todos los obispos sobre la liturgia tradicional después de Summorum Pontificum, los resultados se leyeron ad usum Delphini, es decir, para confirmar una conclusión preestablecida, a priori negativa, descuidando su muy diferente alcance real (estrictamente secreto, pero merecidamente revelado ya en 2021 por Diane Montagna: ver. aquí, aquí y aquí); a continuación, se lanzó una gran consulta presinodal a los fieles, de la que, sin embargo, se excluyó escrupulosamente a los tradicionalistas; sobre todo, no se comprendió en absoluto la verdadera esencia del renacimiento tradicional en curso desde hace años, tratándolo —y desechándolo— como un fenómeno político, como el intento de los (malos) conservadores de vengarse de los (buenos) progresistas, y no como lo que realmente es: una verdadera y sincera manifestación de auténtico despertar religioso, de amor incondicional a la Iglesia, de un profundo deseo de compartir la fe con los católicos de ayer, de hoy y de mañana.
No es de extrañar, por tanto, que el pasado 30 de mayo, hablando sobre la peregrinación de Chartres a la transmisión Les Vraies Voix (un programa de la Radio Sud francesa: ver aquí, a partir de 59’ 28"), Max Guazzini, una famosa personalidad italo-francesa totalmente ajena al debate intra-eclesial, y, por tanto, totalmente sin opiniones previas de ningún tipo, pudiera decir: “Es muy lindo ver otro tipo de juventud, que reza, que marcha, que no crea problemas, que quizá prefiere la Tradición, que ama la Tradición, que ama más la Misa en latín, en su mayor parte, y estoy admirando este movimiento increíble, y por eso, este año se habla de ello, pero ya hace varios años, y siempre me sorprendo: ¡nadie habla de la peregrinación de Chartres! (...) Y es algo maravilloso, es un renacimiento bienvenido, incluso si, paradójicamente, el Papa Francisco está en contra de la gente que ama la misa en latín; uno tiene que preguntarse por qué, ¡ya que tan poca gente va a misa hoy en día! ¡No molestemos —por decirlo suavemente— a los que asisten a la iglesia y están apegados a Roma! ¡No lo entiendo! Benedicto XVI había autorizado una vuelta a la Tradición, ¡pero Francisco está en contra! Pues bien, vemos que los jóvenes que no han vivido los días de la Misa en latín prefieren ir a escuchar una Misa en latín. Escuchad: ¡liberemos a la gente! Hay misas de rito oriental que son católicas, y esto no es un problema”.
Por eso, la peregrinación París-Chartres puede pasar felizmente a la historia: no porque pueda producir ningún resultado inmediato (Traditionis Custodes no será derogada mañana, las misas suprimidas no serán restablecidas póstumamente... ), sino porque del 27 al 29 de mayo de 2023 dieciséis mil jóvenes entusiastas, simplemente marchando hacia una catedral, mostraron a todo el mundo la distancia sideral que separa la realidad viva de la Iglesia de la cansina y frustrante representación ideológica de la misma en los salones del poder eclesial; que no hay prohibición, interdicción, restricción, censura, y mucho menos persecución, que pueda sofocar esta semilla fértil de un futuro espiritualmente floreciente; que ha llegado el momento de disipar la niebla de resignación deprimida que se ha cernido sobre los buenos católicos durante demasiado tiempo; que el camino hacia el renacimiento está ahí, está marcado, y sólo hace falta afrontar con valentía el esfuerzo de recorrerlo; en definitiva, que se puede esperar con razón que la noche está a punto de terminar y el alba está cerca.
ER
(Fuente: Missa in Latino)
Recuerdo que en España se realizará la peregrinación Oviedo - Covadonga del 22 al 24 de julio: https://nscristiandad.es/
En Argentina, la peregrinación Nuestra Señora de la Cristiandad, de Rawson a Luján (que el año pasado reunió a mil quinientos peregrinos), tendrá lugar del 19 al 21 de agosto. Los organizadores están recurriendo a la generosidad de los fieles pues los gastos de logística son muchos y, son muchos también los peregrinos y sacerdotes a los que hay que ayudar a que puedan asistir. Pueden hacer donativos en este link. https://www.nscristiandad.com/
Dios lo quiera!
ResponderEliminarQué hermoso retrato del renacimiento de la fe encarnada en esas 16.000 almas -en promedio de 20/21 años- ansiosas de volver a las fuentes, a esa vieja Tradición que oyeron de boca de sus abuelos y que el progresismo de esta Roma traidora, por más que lo intente, no puede terminar de matar.
ResponderEliminarEsa sangre joven es la de los nuevos guerreros de Cristo, la de la Iglesia de siempre, porque como bien dice la narrativa, "se trata de una minoría de fieles bien conscientes de sí mismos frente a una mayoría que ignora sustancialmente su propia identidad".
Es cierto que el camino está lleno de espinas y nos esperan batallas mayores, pero nos anima una esperanza y una certeza, finalmente la victoria será nuestra. ¿Quién como Dios...?
Fuenteovejuna
Un 9 de junio, en 721, en la actual Francia, el ejército franco de Odón el Grande derrotó al ejército musulmán del Califato Omeya en la Batalla de Toulouse. Qiera Dios q de estas peregrinaciones resurja Francia.
ResponderEliminarEstimada: no fue sino hasta mediados del siglo 15 que Aquitania se unió a la monarquía Francesa. Sus duques fueron alemanes, francos, ingleses (la mayoría) y sufrió mucha influencia española principalmente de Aragón, en particular en la formación de su idioma local, que no fue jamás el francés hasta bien entrado el siglo XVII. El afrancesamiento de Aquitania se debe a los borbones y aún más a Bonaparte. Que de Cristiandad, nada de nada.
EliminarMuy buen artículo. Es evidente que estamos ante un movimiento subterráneo que la "Iglesia de la Propaganda" no sabe cómo parar.
ResponderEliminarMe impresiona también el movimiento tradicional en EE.UU., quizá donde los obispos (excepto algunos pocos) más duramente los han combatido, y donde la gente hace viajes de 4, 6 y hasta 8 horas para ir a Misa todos los domingos. Y no son pocos.
Es cierto que el movimiento tradicionalista en Estados Unidos es muy importante. Lástima que una parte considerable es desde hace mucho tiempo sedevacantista Tienen colegios, universidades y una vitalidad increíble.
EliminarEl sedevacantismo es un problema nacido de un planteo jurídico, erróneo o no, mas no de una negación de alguna verdad de la Fe. Ergo, son católicos, aunque en la idiosincrasia del papismo craso no quepan dentro de la iglesia a medida cortada por los progresistas. Tienen las verdades reveladas, el ministerio sagrado del Orden y los Sacramentos de la Iglesia. Por supuesto es una consideración mía personal, pero yo nos los sacaría de un plumazo de la Iglesia así como así, pues sobre no tener la autoridad para hacerlo, su propia natura no reniega de la unidad en la Fe ni tampoco del Papado, limitándose a desconocer a los papas actuales. Nada muy diferente al Cisma de Occidente de hace 6 siglos atrás, sin que nadie ose, hoy en día, afirmar que los seguidores de los papas de Avignon fueran "no católicos".
EliminarAl anónimo de las 9:44
EliminarSi bien tiene razón en parte, no olvidemos que el sedevacantismo, al menos en esta parte del planeta, cree que todo lo que haya surgido del CVII es invalido. Obispos, curas y todos los sacramentos quedan anulados por una "," en algunas ocasiones.
No todos ni la mayoría, pues tal postura es una memez: ya lo dijo el Concilio de Trento. El sacerdote en pecado consagra válidamente e imparte válidamente los Sacramentos
EliminarEl movimiento tradicional sigue siendo muy pequeño para lo grande que es la Iglesia. Heroico, si, pero pequeño. Demasiado optimismo veo
ResponderEliminarAprecia anónimo; en las cosas de Dios, lo que menos importa es el número, la cantidad... La Historia de la Iglesia me acompaña.
EliminarPor twitter, de casualidad, encontré un ejemplo de lo que creen "nuestros adversarios".
ResponderEliminarEs de un tal Rafel Narbona, twitter me recomendó que viera esto porque a ese sujeto lo sigue Nicolás Trotta, ex ministro de educación kirchner-peronista, a quien por alguna razón empecé a seguir hace años.
https://twitter.com/Rafael_Narbona/status/1667836990631313416
"Siento un profundo respeto por la interpretación del cristianismo de figuras como Pere Casaldàliga, Leonardo Boff, Ignacio Ellacuría o Jon Sobrino. Los tres asimilaron las enseñanzas de Óscar Romero, según el cual un cristiano que solidariza con el opresor no es un verdadero cristiano. Desgraciadamente, estas figuras solo representan a un sector marginal de la iglesia. El papa Francisco está realizando un admirable esfuerzo para desmontar la nefasta herencia de Wojtyla y Ratzinger, pero los integristas boicotean sus reformas y conspiran contra su liderazgo. Actualmente, la mayoría de la iglesia está alineada con las consignas de la ultraderecha. El "cristofascismo", por utilizar una expresión de la teóloga Dorothee Sölle, ha invadido la vida cotidiana, luchando contra las personas LGTBI, el feminismo, el multiculturalismo, el altermundismo y el animalismo. No estoy seguro de que el cristianismo sea un humanismo, pero sí estoy convencido de que Casàldaliga, Boff, Ellacuría y Sobrino encarnan el sueño de un futuro ético, donde los excluidos y vulnerables ocuparían el centro de la historia.""
La audiencia cree cosas similares
"Te copio literalmente cada palabra. No se entiende ninguna interpretación de mensaje de Jesús que no ponga a los pobres, excluidos y vulnerables en el centro de la historia. Común-Unión para construir mano a mano un futuro más justo, más ético, más solidario."
Su vivencia más íntima con pocas y contundentes palabras surgidas de la profunda alegría de la fe que busca la pureza, es coincidente con el testimonio de quienes aman Eso Mismo.
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