jueves, 29 de marzo de 2012

Dos reflexiones


1º Reflexión: No sé si será que el cambio de estación me pone pesimista, pero me parece que en el país la cosa se está espesando, valga la cacofonía. Hoy, en varios sitios de noticias de Internet, hablan ya de la posible postulación de Máximo Kirchner para suceder a la madre que lo parió en 2015. Si tal cosa sucediera, creo que extrañaremos los años de la Viuda. ¿Qué otra solución más que Moyano? O, tal vez, una rebelión generalizada de “polacos patas sucias”, que han sido los únicos capaces de enfrentarse al demente de Moreno, porque los empresarios y el “mundillo financiero” es cobarde, y solo piensa en sus millones, sin importarle los agravios que recibe ni el honor personal, cosa que todavía valoran los “rusos” de Misiones.
Pero más allá de la previsible, según parece, crisis económica, hay otra más grave, y es la destrucción de los pilares más íntimos del orden natural. Crisis graves, se cuentan varias en los últimos siglos. Ciertamente, los católicos europeos de las primeras décadas del siglo XIX pensaron que se caía el mundo cuando Napoleón desarmó Europa y la volvió a armar a su gusto, destruyendo el orden político tradicional. Y cosa similar les habrá ocurrido a los católicos franceses cuando, a comienzos del siglo XX, Émile Combes expulsó a las órdenes religiosas de Francia. Éstas, como muchas otras crisis, socavaron o derribaron principios o instituciones importantísimas pero secundarias. En el fondo, la estructura propia del orden natural se mantenía: no hay que matar al inocente; el matrimonio es entre el hombre y la mujer; se debe ser fiel a la palabra; etc.
Pero el ataque del gobierno actual no es contra instituciones más o menos primarias. No es tampoco contra la Iglesia, y esto no porque la respete, sino porque la desprecia y la ignora, sino que es contra los principios mismos del orden natural. Y lo peor de todo es que ganarán, porque no hay modo de oponérseles, y por dos motivos. En primer lugar, porque la prensa juega para ellos, y hoy es la prensa la que le da existencia a las cosas y a los acontecimientos. La semana pasada, tanto en Mendoza como en San Juan, se organizaron marchas multitudinarias contra el fallo de la Corte sobre el aborto. Los medios de prensa apenas si las reportaron y, cuando lo hicieron, advirtieron que eran “unas cuatrocientas personas”, organizadas por “facistas”. Aunque se juntarán decenas de miles, nada pasaría porque, al no ser visibilizadas, no existirían.
Por otro lado, los que estamos de este lado, somos pocos. Leí hace pocos días que en una encuesta reciente, el 67% de los entrevistados opinaba que el hecho más importante y favorable del gobierno de CFK había sido la ley del matrimonio igualitario. Me cuesta creerlo, pero el hecho es que a la gran mayoría de los habitantes del país les importa exclusivamente el bolsillo, y que se desentienden completamente de cualquier otra cuestión. No creamos que somos muchos; somos muy pocos y, para colmo, huérfanos, porque nuestros pastores nos dejan solos.
2ª Reflexión: que, en realidad, es de Javier. Comentaba hace unos días lo siguiente:
“¿Es lícito preocuparse tanto por la Argentina y su política?. Como católicos tenemos que cumplir los Mandamientos y salvar nuestras almas. Predicar la venida de Cristo, la conversión y la Salvación. Pero no tenemos ningún deber de construir una entidad política que se llame la Argentina (o Brasil, o Chile).
Tengo la impresión de que el aborto va a llegar, gobierne quien gobierne. Y va a llegar porque la sociedad argentina es Pagana. Como lo constata cualquiera que se tome la molestia de salir a la calle. Mejor dicho, es Neopagana. Es idólatra, del dinero, del placer, del éxito, y de la fama. Conceptos como Pecado, Sacrificio, Penitencia, le resultan ajenos e incomprensible. Y la agreden. Y por tanto, que se mantenga la prohibición del aborto en esta sociedad, es circunstancial.
Me parece que siendo este el estado de cosas, deberíamos tratar de ser más intensamente católicos, salvar nuestras almas, y las de nuestros seres queridos. Y respecto de los paganos, una vez que rechazan la prédica, como lo han hecho, no queda mucho más que rezar por ellos, dejarlos hacer, y apartarse de ellos para que no nos arrastren en su caída al infierno.
Creo que deberíamos enfocarnos en nuestra salvación de modo serio. Tratar de que la sociedad pagana no nos contamine. No ver televisión, de ser posible, no comprar las revistas de los paganos que nos rodean. No ver sus espectáculos, ni participar de sus discusiones obscenas. Estudiar nuestras Escrituras. Tratar de cumplir nuestros mandamientos. Que la castidad no sea una rareza entre los católicos. Que la caridad tampoco lo sea. Convertirnos en un grupo que salte a la vista por castidad, generosidad, amor y caridad entre ellos, porque entre ellos no haya ni pobres ni snobs que se van todos los años a esquiar a Gstadt. Porque entre ellos no haya viejos solos a los que nadie les da pelota, arrumbados en un geriátrico.
Si todo el catolicismo nominal argentino se comportara como una sociedad cristiana apostólica del siglo I, otro gallo cantaría. Estamos como estamos porque la gran masa de católicos hace mucho que se enfrió, y los paganos lo saben y toman nota”.
Y yo creo que Javier tiene razón. Lo que él propone, en definitiva, es que aceptemos la realidad: perdimos la batalla, y de este hace ya mucho tiempo. La Argentina, y el mundo, ya no es más nuestra; ya no somos de ella; la perdimos. Ahora es de los paganos, y nosotros nos encontramos viviendo entre ellos. Por eso, los consejos que mejor nos quedan, no son los que nos empujan a la construcción de una estructura política cristiana: give up! Se acabó, abandonemos la idea. Los consejos que debemos escuchar son los que San Pablo daba a sus comunidades: “Ustedes son cristianos pero viven en medio de los paganos. No se contaminen, porque todo lo de ellos es impuro”. Al Apóstol no se le pasó por la cabeza que sus fieles debían formar un partidito para hacerse con el gobierno de Corinto o de Éfeso. Lo que le importaba era que se salvaran y, para eso, debían mantenerse apartados de las contaminaciones paganas, y mirar al cielo, que es lo único que importa.
Lo mismo vale para nosotros. Deberemos seguir haciendo, quizás, marchas contra el aborto, pero sabiendo que perderemos. Ya no somos parte de ellos. No les pertenecemos. Vivamos el Evangelio que es, fundamentalmente, ágape, es decir, caridad. Si es que aún hay tiempo para la conversión del mundo, lo que lo va a convertir no es un nuevo partido político con “Sancho gobernador. Cristina presidenta”, o “Cosmín presidente”. Lo único que lo va a convertir, hoy como ayer, es el amor.

domingo, 25 de marzo de 2012

La esperanza blanca


En el último post discutimos si el modo de expulsar a los K del gobierno vendría de una economía maltrecha. Pero, como bien acotó Ludovicus, el manotazo a las reservas del Centro le permitirán a la Viuda continuar por este año sin demasiados sobresaltos y, quién sabe, quizás el año que viene todo se encarrila nuevamente como ya sucedió en otras ocasiones.
Sin embargo, en los últimos tres días han aparecido algunos indicadores que señalarían que la caída no vendría por la economía sino por la política. Concretamente, Cristina no tiene continuidad y los viejos peronistas ya han comenzado a buscar al sucesor que no es, precisamente, K.
La editorial del sábado de Página 12 es muy clara: La Cámpora puede ser una entretención y una bolsa de trabajo mientras esté arriba la Viuda, pero no tiene capacidad de proponer un recambio. No ha producido, ni producirá, ningún líder que pueda presentarse como sucesor. Y en el mismo sentido se expresan columnistas de La Nación y de Clarín de hoy. No es un dato menor que zurdos y liberales estén de acuerdo en el diagnóstico de la situación y que, incluso, mencionen a los mismos inevitables candidatos a reemplazar Cristina: Scioli o Urtubey.
Nadie sabe qué puede pasar en este país pero está comenzando a tomar forma una grieta y quizás sea aquí donde entra la esperanza argentina: Hugo Moyano. Hace un par de años, comentamos con un amigo que, mal que nos pesara, la solución podría venir del sindicalismo. Y parece que, al menos, algún intento están haciendo. Es claro que el camionero está cerca ya de una declaración de guerra. No sólo le dijo a la presidente que se victimiza continuamente sino que están sovietizando al estado. Podría haber elegido otra expresión. Le podría haber dicho que tenía conductas fascistas, como alguna vez le reprochó Beatriz Sarlo, pero la relacionó con el comunismo, casi como un eco de la adjetivación de “marxista” que Pagni le adjudicó a Kicillof.
Uno de los pocos bienes que le hizo Perón al país fue que evitó que su sindicalismo fuera de izquierda. Y, aún más, logró que fuera fascistoide o, si se quiere, anticomunista. Quizás sea esa la pieza que está agitando el Camionero para comenzar a encolumnar a “los trabajadores” en una vuelta al peronismo ortodoxo y anti K: “con los Kirchner se nos vienen los comunistas.” Si esto sucediera, es decir, si a los K se les ponen en contra las centrales obreras, hay esperanzas de que se vayan. Es posible, por ejemplo, que un conato de resistencia más o menos fuerte envalentonaría a los políticos peronistas de trayectoria que tuvieron que resignar puesto, poder y dinero en manos de La Cámpora por las órdenes que venían de arriba. Me cuesta creer que se amansen tan fácilmente y que se dejen quitar sin pelea el botín.
Veamos qué dice Ludovicus.
Excursus, o comentario nada que ver: Creo que todavía hay nacionalistas que creen que el país ha sido particularmente bendecido por Dios. Qué clase de bendiciones serán las que esta buena gente quiere ver, si para librarnos de Cristina nos alegramos que llegue Moyano.

jueves, 15 de marzo de 2012

Buenas noticias


[Aclaración preliminar: entiendo poco y nada del tema sobre el que voy a escribir. Por tanto, toda corrección, comentario o vituperio será bienvenido]

Las buenas noticias son que la cosa se está poniendo fea en Argentina. Extraño país el nuestro en el que debamos alegrarnos cuando nos empieza a ir mal. Es que el único modo de sacar a la mugre K del gobierno es que las cosas vayan mal.
No sé si será solamente una expresión de deseos, pero me parece que algo se cortó. El estúpido idilio que muchísimos argentinos tenían con la Viuda se está enfriando. El accidente ferroviario de Once fue clave para esto y le han seguido medidas antipáticas, que se vuelven aún más resistidas por el fogoneo constante que hace de ellas la oposición, es decir, Clarín y Nación.
Cristina no sabe o no le interesa gobernar en tiempos de adversidad. No me parece que sea una mujer fuerte. Según Alberto Fernández, luego del acto del Campo en Palermo, estuvo a punto de irse, y debe ser verdad. Ella misma dio una pista de su debilidad en el discurso del Congreso al decir si no sabía si todo esto valía la pena.
Si su popularidad sigue cayendo, si la CGT le hace un paro general y si Moreno se manda alguna otra trapisonda que provoque un par de buenos cacerolazos, es probable que se vaya. Los zurdos que están con ella pueden ser duros de sacar, pero a ella no la veo resistiendo sin un apoyo más o menos masivo. Y muerto el perro se acabó la rabia.
Fantaseemos con que esto efectivamente ocurra, y Cristina renuncia. Inmediatamente, gran parte de los legisladores peronistas, con la proverbial fidelidad que los caracteriza, comenzarán a macrizarse, sciolizarse o duhaldizarse. Boudou, si es que no lo echaron antes, no dura ni dos semanas en el cargo, y entonces, elecciones anticipadas: Macri o Scioli.
A veces los sueños se hacen realidad.

lunes, 12 de marzo de 2012

Profanadores



Hay días en los que, definitivamente, es mejor no leer los diarios. Es un poco cursi la observación, pero no deja de ser cierta. Y creo que ayer fue uno de esos días en los cuales la casual acumulación de noticias nos hace caer en la cuenta de la situación en la que nos encontramos.
Fue significativa la expresión que utilizó el designado secretario de cultura del Congreso. Dijo: “El Senado es un edificio que guarda su estilo, pero la idea es apropiarse de ese estilo o al menos profanarlo de alguna forma”. Resume la intención del gobierno K: profanarlo todo. Nada debe quedar en pie, comenzando por el modo de vestir y terminando en la educación de los niños.
Me tiene sin cuidado que profanen el Congreso como institución. Ella misma se profanó hace poco más de un año cuando aprobaron la inicua ley de la sodomía. En realidad, me duele mucho más que profanen con piso flotante el roble de Eslavonia de su parquet o con pintura blanca su boiserie de cedro o nogal. Pero todo eso tiene arreglo. Muchas otras cosas, sin embargo, no lo tienen. La profanación del matrimonio y el otorgamiento de la legalidad a la inversión, por ejemplo, fueron gravísimo. ¿Cómo reparar ese daño? Imposible, creo.
Y ayer mismo me llegaba un mail colectivo enviado por algunos jóvenes sanrafaelinos que relataban con dolor la verdad de los hechos ocurrido durante una marcha del orgullo gay realizada allí hace pocos días. Lo que ellos querían dejar en claro era que lo que las crónicas periodísticas relataron era falso. Es decir, cayeron en la cuenta de que el periodismo miente. Moreno tiene razón cuando reparte globos con la leyenda “Clarín miente”, pero se queda corto. Todo el periodismo miente y mentirá cuando se trate de desprestigiar a la Iglesia y de atacar la doctrina de Cristo. Y esta mentira diaria es también una profanación que duele.
No somos más que un pequeño puñado de hombres tratando de sostener como podemos las paredes de un edificio que se está cayendo a pedazos. Y apenas si podemos lograr que algunos sectores de la mampostería y algunos metros de estuco puedan resistir un poco más, pero la estructura hace años ya que cedió.
Y cada uno lo hace como puede. Los jóvenes sanrafaelinos, protegiendo sus iglesias de la maratón de invertidos; los monjes, enseñando la lectio y predicando la verdad y belleza de las cosas simples; otros, organizando una casi épica cabalgata de los mártires de la tradición, porque saben que, al honrar a los muertos, construimos nuestra propia identidad; Juan, Pedro y María, aprendiendo el ordinario de la misa en latín para cantarlo en Semana Santa; yo, escribiendo algo de vez en cuando, y así todos, cada uno en lo suyo. Y así debemos seguir.
Pero sepámoslo, ya todo ha sido profanado.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Addendum


No fue mi intención en el post anterior plantear la cuestión quiestismo – activismo, aunque reconozco que bien puede ser interpretado de ese modo. Es un tema que ya hemos debatido varias veces y que, me parece, pasa fundamentalmente por una cuestión de prudencia y de coyuntura histórica. Como bien apunta Black Henry, qué bien le habría venido un Francisco Franco a Bloody Mary o a Luis XVI, al menos desde nuestra corta perspectiva.
Yo quería referirme a un asunto más profundo y es el que Psique y Eros ha señalado: la cuestión de nuestra constitución como cristianos. Efectivamente, nos delineamos –para no usar el término “constituimos” que puede despertar las iras del tomismo más rancio- por un otro, el que, en definitiva, se convierte en el personaje más importante de nuestro ser cristianos (o ser personas).
Propongo una analogía cursi, pero no se me ocurre otra: un radar emite algún tipo de ondas que, al chocar contra un objeto, rebotan y regresan a su punto de partida delineando en la pantalla del operador la figura del avión. Es decir que, el avioncito virtual depende de la entidad concreta y real del avión real.
Mi ser cristiano, análogamente, se constituye, o se delinea, en respuesta a los ecos que recibo de un Otro que se sitúa enfrente. Ese Otro debe ser, claro, la persona de Nuestro Señor. El “rebote” de mis ondas en sus palabras –Él mismo es la Palabra-, van marcando mis contornos como cristiano, podando lo que sobra y aumentando lo que sirve. En definitiva, los más importante es la Persona del Verbo, un ser real, concreto y viviente.
El problema es cuando algunos cristianos se delinean como rebote del error. Es decir, su cristianismo es tensión no hacia la Persona Divina de Nuestro Señor, sino hacia el error que se opone a la doctrina de Nuestro Señor. Y el error no es más que un razonamiento que se opone a la Verdad; es un silogismo falaz – a veces de cuatro términos como apunta con razón el Athonita-. Y si es así, es probable que ese tal cristianismo no es más que un cuerpo bien fundado de doctrinas verdaderas.
Pero sospecho que eso no es cristianismo genuino, porque el verdadero cristianismo es la vida del Espíritu, que nos ha sido dado “como arras”, dice San Pablo. Dios no nos ha dado como compromiso de su alianza una doctrina; nos ha dado a su Espíritu Vivificante. Caso contrario, como una vez me aseguró un conspicuo y pagado de sí intelectual lefe- “Mi religión es el Denzinger”.
Y, disculpen la herejía, yo no entrego mi vida por una doctrina. La entrego por una Persona.

lunes, 27 de febrero de 2012

¿Verdad combativa?


Hace algunos días leí una homilía vintage de un venerable sacerdote y maestro argentino que me causó un chirrido. En ella se habla con tonos de arenga acerca de que la verdad es, por naturaleza, combativa y que, necesariamente, está en una continua oposición al error.
Cuando siendo más joven, o adolescente, la había leído o escuchado –ya no me acuerdo-, quedé impactado y con ganas de cortar cabezas protestantes y marxistas. Los años, y el trasiego del mundo quizás, me indican que ese no es el camino. Y me vino a la memoria entonces la brevísima carta que Dionisio Areopagita -el tan venerado y citado maestro de Santo Tomás- le escribe al padre Sosípatro (PG 3, 1078). En ella lo reta porque parece que el curita no paraba de polemizar con los paganos intentando mostrarles el error en el que estaban y la verdad de la fe cristiana. Dionisio es claro: debe terminar con esa costumbre de imponerse a los otros en nombre de la verdad.
¿Es que el Areopagita era progre y pensaba que la caridad va primero y que es mejor no pelearse por amor a la paz? No. Ese no es su argumento. Lo que él explica es que la disputa no necesariamente implica que el otro pueda encontrar la verdad. Es decir, mientras gastamos energías en mostrarle al otro su error, las perdemos para hacer lo que debemos hacer por naturaleza: mostrar la verdad y no el error. Y muchas veces no se logrará más que el efecto contrario, puesto que la refutación del error del otro puede provocar en él una actitud refractaria a la verdad, a la que considerará una imposición externa y no el resultado de un encuentro personal.
Y va aún más lejos. Dice: «si algo no es rojo, tampoco es necesariamente blanco, y si alguien no es caballo tampoco es forzosamente hombre». Es decir, aun cuando yo sea capaz de mostrar el error del otro, eso no significa que yo esté en la verdad, que es justamente lo que importa. En opinión de Dionisio, la cosa no funciona así.
La conclusión del Areopagita es que a lo que está llamado el cristiano no es imponer la verdad a través de la disputa, sino ser reflejo de la Verdad, “iluminarla” a los demás, trasmitiéndole esa luz que él mismo ha recibido. Casi diría, es una actitud pasiva, como la del sol y de la luna, que se limitan a estar allí e iluminar. No se transmite la verdad mostrando el error; se la transmite iluminándola.
La verdad no necesita ser impuesta. Se impone ella sola. En todo caso, necesita hombres que la reflejen.

viernes, 17 de febrero de 2012

Cobardía Ñ


Ayer un lector nos alertaba acerca de la noticias de las monjas cordobesas. No sé más de lo que dicen los diarios y, de acuerdo a ellos, la noticia se podría recrear de esta manera:
Las dominicas de clausura de Córdoba, llamadas catalinas, alquilaron parte de su propiedad en el centro de la ciudad ya que, seguramente, les sobraba espacio y les faltaba dinero. Con buena lógica, pusieron algunas cláusulas en el contrato a fin de asegurarse de que los locales rentados no ofrecerían nada que estuviese reñido con la fe y la moral.
Pareciera, sin embargo, que uno de ellos comenzó a vender un librito escrito por cinco curas apóstatas –uno de ellos integrante de montoneros con varios asesinatos en su haber; otro amancebado, otro amariconado, etc.- en los que relataban lo mal que los habían pasado debido a la persecución que sufrieron por parte de la jerarquía de la Iglesia, particularmente Mons. Carlos Ñañez, arzobispo de Córdoba.
Enteradas las monjitas de la situación, consideraron que ellas no podían facilitar, ni siquiera indirectamente, la venta de un libro que atacara a la Iglesia y a sus jerarcas, e iniciaron las acciones legales correspondientes a fin de que se cumpliera el contrato y el libro fuera retirado. Y allí vino entonces la denuncia al Inadi y, más recientemente, la condena: ningún contrato puede lesionar la libertad de expresión, pues eso sería censura, lo cual es inaceptable. Y los curas autores aprovecharon la volteada para pedir una indemnización por daños y perjuicios.
Hasta aquí, todo previsible. Pero lo que me llama la atención es la bastarda actitud de Mons. Ñañez. Nadie esperaba ni iba a exigirle que se comportara como padre y pastor de su rebaño. Son requerimientos que desde hace años los obispos argentinos no cumple y sería exagerado e ingenuo esperar tal conducta. Pero al menos era esperable que se comportara como un caballero: si unas pobres monjas se exponen para defenderte, lo menos que podés hacer, Carlitos querido, es ponerte de su parte y no dejarlas pagando: “El vicario judicial del Arzobispado de Córdoba, Dante Simón, declaró ante el Inadi que la Iglesia no tuvo participación en la decisión de las monjas”-, dice la nota.
Vergonzoso. No te pedimos que seas un buen obispo, pero al menos SÉ HOMBRE.

(Insisto: la única noticia que tengo es la que publican los diarios. Si alguien sabe más, y si la situación no fue como está planteada en este post, por favor, avise).