El P. Álvaro nos ha dejado ayer una nueva vuelta de tuerca a su argumento. Escribía:
“Estimado Wanderer, retomo una idea: Dios no es argentino, pero sí es hebreo (la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, al encarnarse, asumió una naturaleza humana de raza hebrea: el Hombre-Dios Jesucristo era de raza hebrea); por lo tanto, es lícito, desde el punto de vista hebreo, tomar a Dios como parte de su causa. Y si nuestra Patria nació a la sombra de la cruz del Hombre-Dios, entonces también es lícito identificar a nuestro Señor con la causa nacionalista, y más todavía cuando se trata de una flagrante usurpación como el de Malvinas. No quiero con esto invocar a una "guerra santa" ni nada por el estilo pero, desde este punto de vista, es lícito entonces argumentar por medio de su Iglesia: pretender y exigir, como garantía de una supuesta conversión nacional inglesa, la devolución de lo que no les pertenece. Es lo que enseña el Catecismo: "No robarás". "Y si robas, devuelve lo que robaste", podemos agregar. Sólo el buen ladrón, el ladrón arrepentido, entró en el cielo.”
Me parece un argumento muy débil, y peligroso. Nuestro amigo Teseo acertaba hoy en una de las patas flojas cuando comentaba:
“Padre Álvaro: sigo sin comprender su argumentación. Traer a colación el acto de elección libre de Dios sobre el pueblo de Israel no fuerza de ninguna manera a pensar que sus mismas prerrogativas deban trasladarse a la patria Argentina. Identificar las magnalia Dei en favor del pueblo elegido con las gesta saecularia de los gentiles injertados en el tronco es demasiado.
En el pueblo de Israel fueron preparativas a la revelación del Verbo, en la gentilidad el trasunto misterioso y consecuencial de la riqueza divina.
Aun cuando en el pueblo de Israel la promesa no ha alcanzado su pleno cumplimiento, aguardando la mirada sobre el "Traspasado", sin embargo la elección es indeclinable. El Apóstol "antisemita" nos recuerda, en el diálogo de Jesús con la samaritana, que la salvación viene de los judíos. O sea que el tronco, mediando la sequedad de la corteza, mantiene su carácter único de mediador para con el orbe entero que recibe la Buena Nueva.
No así con Argentina, ni con nación alguna. Sus gestas son cristianas en la medida que guarden orden directo con la voluntad salvífica de Dios. Pero de un Dios que salva individualmente, no por etnia ni sangre, ni por gestas humanas rociadas de agua bendita.
La única promesa de sangre fue dada a Israel, NO A LA ARGENTINA. Las gestas propiciadas por Yahvé, directa y manifiestamente, fueron en favor Israel. Todo el A.T. son su relato. Con la gentilidad, las gestas no guardan la misma formalidad: es que la revelación fue completada, y confiada al oficio profético, jerárquico y discente, no a las armas ni al sudor.”
Por mi parte, me permitiré agregar algunas objeciones más:
1. Toda la fuerza de la argumentación sostenida por el P. Álvaro se apoya en la premisa: “Y si nuestra Patria nació a la sombra de la cruz del Hombre-Dios”. Se trata, como bien lo formula el autor, de una hipótesis que, en todo caso, habrá que probar con argumentos historiográficos y no con apologías. Sobre esto ya hemos hablado en el blog y no insistiré pero, si nos atenemos a lo estrictamente científico-argumental, estamos jugando con hipótesis, como gusta decirse hoy, y si es por jugar, podemos construir grandes edificios argumentales sobre el endeble fundamento de las hipótesis, sin más sentido que el lúdico.
2. Aceptada que fuera la hipótesis del P. Álvaro, planteo yo otra. ¿Qué ocurre con los reclamos territoriales chilenos? En buena ley podemos decir que nos robaron una buena tajada de tierra, y Chile tiene los mismos derechos que Argentina para decir que nació al pie de la cruz. ¿Con cuál de las dos naciones estará Dios?
3. En ningún momento se me ha ocurrido dudar de los derechos que posee nuestro país sobre las Malvinas. Sin embargo, reconozco que los ingleses tampoco dudan de los suyos. Entiendo que la posesión de derechos no es materia de fe y se trata, en todo caso, de un caso de derecho positivo.Yo no conozco ninguna revelación divina acerca de la argentinidad de las islas. ¿De dónde viene, entonces, tamaña certeza en defensa de la cual se invocan las razones divinas?
Más que estas cuestiones menores, me llaman la atención los principios que invoca el P. Álvaro, y no quisiera yo estar en los zapatos de sus penitentes. En efecto,
4. Exige como garantía de conversión la devolución de lo robado. Es decir, exige como garantía de conversión la impecabilidad o el ya ser santo. Es medio mucho, ¿no? La santidad es el término ad quem; la conversión es el término a quo. Y entre ambos hay bastante distancia.
5. Podría decirse que, en el caso del robo, el verdadero arrepentimiento implica la devolución de lo robado, lo cual es fácil de exigir cuando es claro que se ha robado. Pero, ¿qué pasa en el caso de Inglaterra? Si se diera una improbable conversión nacional (no sé bien qué sería eso), alguna autoridad competente debería determinar si esa nación efectivamente “robó” las Malvinas y, sinceramente, no me parece que la Penitenciaría Apostólica, que sería la autoridad indicada, se expidiera al respecto. Sería un verdadero disparate.
6. Si se continúa la línea argumental del P. Álvaro, se termina en una recategorización del 7º mandamiento que pasaría a ocupar el primer puesto del decálogo. Pareciera que la condición última e impostergable de la conversión es el no robar y no el amar a Dios sobre todas las cosas. Ahora que me acuerdo, cuando era niño le robé un chocolatín a mi hermano, y cuando era joven robé un par de libros de una biblioteca frailuna. ¿Seré realmente cristiano con estos antecedentes?
8. El P. Álvaro dice que no llama a una guerra santa, pero tiene el megáfono en la mano. Si como él mismo afirma taxativamente, Dios es parte de la causa de Malvinas, podemos decir que Malvinas es la causa de Dios. Y si los ingleses son los usurpadores de Malvinas, los ingleses son los usurpadores y enemigos de Dios. De ahí, al Sea católico, mate a un inglés, hay un trecho bastante corto.
Casi casi un talibán cristiano.