Amabilísimo anfitrión, no comparto gran cosa de lo que comenta el profesor Esolen, pero son tantas y tantas las cosas que ha sostenido y que tienen mi simpatía que dejaré todas mis diferencias a un lado. Me malicio que tendrá quejas, hay gente que detesta el orden.
Cuando Esolen nos dice que desde la antigua Roma hasta hoy nunca se ha podido recuperar la moral y las buenas costumbres sin acudir a la religión, lo que nos está diciendo es que al mundo del siglo XXI le espera un suicidio anunciado porque la religión está en vías de franca desaparición. Y más bien que a este gran pensador le asiste toda la razón, porque si alguna vez el mundo logró volver del pecado a la virtud sin duda fue porque la religión ofrecía algo distinto de lo que ofrecía el mundo. Desgraciadamente, esa alternativa ya no existe. Si hoy hasta la Iglesia Católica enarbola la bandera de la fraternidad humana entre todas las religiones porque somos hijos del mismo Dios y se pone a la cabeza de un capitalismo con rostro humano junto a la ONU, los Rothschild, Soros y los Rockefeller, el último que se vaya que apague la luz. Como están las cosas, lo único que puede acabar con la apostasía de la Iglesia y limpiar el pecado del mundo es un castigo peor que el fuego y azufre que llovió sobre Sodoma y Gomorra. No hay otra.
Nada no anunciado, nada que pueda sorprender, pero la Iglesia subsistira hasta el fin de los tiempos y Santos que los hay, seguro los hay y habrá, por pocos que sean...
"Cuando la insolencia del hombre ha rechazado a Dios obstinadamente, Dios le dice al fin: "Hágase tu voluntad" y deja caer la última plaga. No es la peste, no es la muerte; es el hombre. Cuando el hombre es entregado al hombre, entonces se puede decir que conoce la ira de Dios." - Louis Veuillot
Excelente. Muchos comentaristas, en este post y en anteriores, opinan que esta vez a la Iglesia sólo la puede salvar una intervención divina. Y estoy de acuerdo. Pero, ¿no lo ha hecho ya muchas veces? ¿No fue San Benito una intervención divina? ¿No fueron las órdenes mendicantes una intervención divina? Si me apuran, hasta pongo en la lista la victoria en Lepanto. Quiero decir, la Iglesia sólo existe porque permanentemente, y a veces de modo espectacular, Dios actúa para sostenerla. Es verdad que la crisis actual es profundísima, y quizá la más profunda de su historia. Por definición, ha habido otras crisis que en ese momento fueron las más profundas de su historia. Y de todas salió. O al menos, siguió. Dios intervino. Quizá la intervención que se venga sea la Intervención Postrera. Pero quizá sea de otra clase, a través de causas intrahistóricas. Estoy pensando en que Dios puede suscitar santos en su Iglesia que den vuelta la historia de un porrazo. Que reformen mucho de lo podrido en Ella. El futuro de occidente depende del futuro de la Iglesia. Como dice Esolen, la restauración de la sociedad depende de un llamado religioso. En el misterio de Dios, en sus planes insondables, puede estar contada nuestra libertad para volver al mundo a Él de un modo que la historia jamás vio hasta ahora. ¿Realmente sabemos en qué acto del drama salvífico nos encontramos? Por cierto, y para moderar esperanzas parusíacas: occidente no es el mundo. No todas las sociedades están en el estado en el que estamos nosotros. Hay muchos lugares que son como "el campo" que describe Esolen en los tiempos romanos.
Estimado G. Dice usted que cuando la Iglesia pasó por otras crisis Dios siempre suscitó santos que la salvaron, como en sumento lo fue San Benito y siglos después las órdenes mendicantes. Y más adelante nos dice que como Occidente no es el mundo, lo que pueda pasar de este lado del globo no repercutirá en otros lugares que son como "el campo" que describe Esolen en los tiempos romanos. No comparto su visión, al contrario, creo que tanto en tiempos de San Benito como después con Santo Domingo y San Francisco, lo que podía pasar con la Iglesia era completamente ajeno a muchos lugares del mundo conocido. Y eso para no hablar de América y Oceanía que todavía no habían sido descubiertas. Y en cuanto a que lo que pueda pasar en Occidente para nada influirá en otros lugares apartados del mundo, creo que nada más equivocado. Si para muestra basta un botón, le doy un ejemplo concreto. Sabemos que después del accidentado triunfo de Biden sobre Trump, en EE.UU. suenan tambores de guerra. ¿Qué pasaría si allí se desata una guerra civil y ante el temor de los centros financieros mundiales -ya sabemos que el gran capital es lo más cobarde que hay- el dólar perdiera la mayor parte de su valor? Al mundo le esperaría lo peor, y la razón es obvia pues la economía mundial se negocia en dólares y las reservas internacionales de los Bancos Centrales del mundo están en dólares. De modo que si el dólar se va a pique ya sabemos lo que puede pasar. De ahí a la III Guerra Mundial hay un paso. Si eso ocurre, ¿cree usted por ventura que quedará algún lugar en el mundo donde la devastación de una guerra nuclear no va a llegar? No mi amigo, por primera vez en la historia la Iglesia y el mundo están viviendo simultáneamente crisis terminales que de ninguna manera se podrán arreglar sin violencia, estamos entrando en terreno desconocido. Lo que pase en Occidente y más precisamente en EE.UU., cambiará al mundo para siempre. Y la Iglesia no le va en zaga porque el cisma es inevitable. Justamente hoy el Padre Santiago Martín, fundador de los Franciscanos de María, dedica su comentario de actualidad al ultimátum que los obispos alemanes le dieron al Papa presentándole la primera parte de sus reformas heréticas que para ellos son irrenunciables. Y ya dijeron que si el Papa no las acepta irán a un cisma que será peor que el de Lutero porque hay infinidad de obispos en el mundo que están con ellos. Estoy convencido que 2021 será un año inolvidable...
Buenas noches. Yo soy moderadamente humilde; en mi condición y dependiendo tanto de la misericordia divina no juzgo al mundo, más allá de mi alma no me compete perdición alguna; abrigo la creencia de que Dios ya se ha manifestado sobradamente, y que la Gracia es muy abundante. Tengo muy pocas dudas de que mis días llegarán a su fin mucho antes de que los tiempos de la civilización concluyan y he tomado ya las precauciones convenientes. He leído algo que me ha inquietado ligeramente; ¿ese rústico campo, esa idílica villeggiatura? ¿está a las afueras de Pekín? ¿o queda más bien por Siberia? si no es molestia yo prefiero quedarme en Roma, me he acostumbrado, soy un católico apegado a sus rutinas y rúbricas.
La moral sexual constituye los cimientos del edificio moral, así como la familia lo es del social. No la parte más importante pero sin ella toda otra virtud es precaria o inexistente. Sin virtudes en materia de castidad, todo es frágil, todo amenaza derrumbe. Se ha convertido en lugar común la idea de que los pecados sexuales son menos graves que otros, pero se olvida el carácter basilar de la moral sexual.
En verdad creo que muchas veces cojemos el rábano por la hojas, yo el primero. Siempre me impresionó la respuesta del Santo Cura de Ars a un sacerdote a quien afligía la tibieza de sus propios feligreses: «¿Ha predicado usted? ¿Ha rezado usted? ¿Ha ayunado usted? ¿Se ha disciplinado? ¿Ha dormido usted sobre una tabla? Mientras no haya hecho usted todo esto, no tiene derecho a quejarse» La palabra que más repite es usted y ni siquiera menciona a Dios. Pone el dedo en la llaga. No en Dios sino en la apatía del hombre a darse del todo al Señor es donde está el problema. Aviados estamos si pretendemos cambiar la sociedad sin cambiarnos antes a nosotros mismos. Los moralistas romanos pecaron de esto: se quejaban de la decadencia de la mos maiorum mientras disfrutaban de todo los lujos de sus villas de Capri y Baiae o la hacían tan atipática que volvían la virtud en vicio. No tenemos derecho a quejarnos sino el deber de sacrificio y penitencia. Dios no puede suscitar santos si nosotros no nos abrimos a la verdadera conversión: Esto vir, esto christianus, esto sanctus!
Como bien dice Eck... y a pesar de todo, subsiste nuestra obligación de predicar de palabra y obra. Subsiste nuestra obligación de santificarnos. En España siempre se dijo que el mejor predicador es don Ejemplo.
Dios nos dio raciocinio, y con él miramos el mundo y podemos emitir juicios sobre él, pero también nos lo dio para descubrir la verdad más profunda, la de su triunfo postrero. Y la verdadera inteligencia no es darse cuenta de la terrible crisis de la Iglesia y la civilización cristiana, sino la de darse cuenta de que hoy y siempre hay que practicar todas las virtudes, comenzando por la humildad.
Cada cristiano coherente, cada cristiano que busca la santificación es una derrota para el Malo, y una semilla para nuevas conversiones, aunque esa semila no sea consciente de ello, porque estamos en la época en la que nosotros debemos sembrar para que otros recojan.
Y eso es mandatorio para todos nosotros, comenzando, por supuesto, por mí, que estoy tan lejos como cualquiera de vivir el ideal. Pero la Gracia está ahí, y nos llama. Hagamos cristianos santos y familias santas, y a partir de ahí podremos construir.
Dudo mucho de que haya habido una verdadera recuperación moral de la élite romana. Por el contrario, más parece haber un relevo de la aristocracia romana por las aristocracias provinciales que protagonizan la segunda expansión romana en el Siglo II.
Disiento aún más con el juicio respecto de la moral victoriana, pues siempre me ha asqueado ese puritanismo británico que se escandalizaba con un adulterio mientras avalaba la usura, el genocidio en las colonias, etc. La visión farisiaca del puritanismo británico (Más preocupada por el escándalo social que por el pecado en sí) termina siendo el caldo de cultivo ideal para el higienismo eugenista y los ideólogos fabianos de la revolución sexual.
Excelente. Gracias.
ResponderEliminarNo creo que una sociedad corrupta pueda regenerarse, cae y se desarrolla otra. Recordar que, quien después será San Benito huyó de Roma escandalizado
ResponderEliminarAmabilísimo anfitrión, no comparto gran cosa de lo que comenta el profesor Esolen, pero son tantas y tantas las cosas que ha sostenido y que tienen mi simpatía que dejaré todas mis diferencias a un lado. Me malicio que tendrá quejas, hay gente que detesta el orden.
ResponderEliminarCuando Esolen nos dice que desde la antigua Roma hasta hoy nunca se ha podido recuperar la moral y las buenas costumbres sin acudir a la religión, lo que nos está diciendo es que al mundo del siglo XXI le espera un suicidio anunciado porque la religión está en vías de franca desaparición.
ResponderEliminarY más bien que a este gran pensador le asiste toda la razón, porque si alguna vez el mundo logró volver del pecado a la virtud sin duda fue porque la religión ofrecía algo distinto de lo que ofrecía el mundo. Desgraciadamente, esa alternativa ya no existe.
Si hoy hasta la Iglesia Católica enarbola la bandera de la fraternidad humana entre todas las religiones porque somos hijos del mismo Dios y se pone a la cabeza de un capitalismo con rostro humano junto a la ONU, los Rothschild, Soros y los Rockefeller, el último que se vaya que apague la luz.
Como están las cosas, lo único que puede acabar con la apostasía de la Iglesia y limpiar el pecado del mundo es un castigo peor que el fuego y azufre que llovió sobre Sodoma y Gomorra. No hay otra.
Tan simple... tan verdadero... Incontestable.
ResponderEliminarNada no anunciado, nada que pueda sorprender, pero la Iglesia subsistira hasta el fin de los tiempos y Santos que los hay, seguro los hay y habrá, por pocos que sean...
ResponderEliminar"Cuando la insolencia del hombre ha rechazado a Dios obstinadamente, Dios le dice al fin: "Hágase tu voluntad" y deja caer la última plaga. No es la peste, no es la muerte; es el hombre. Cuando el hombre es entregado al hombre, entonces se puede decir que conoce la ira de Dios."
ResponderEliminar- Louis Veuillot
Coincido totalmente con Fuenteovejuna.
ResponderEliminarExcelente. Muchos comentaristas, en este post y en anteriores, opinan que esta vez a la Iglesia sólo la puede salvar una intervención divina. Y estoy de acuerdo. Pero, ¿no lo ha hecho ya muchas veces? ¿No fue San Benito una intervención divina? ¿No fueron las órdenes mendicantes una intervención divina? Si me apuran, hasta pongo en la lista la victoria en Lepanto. Quiero decir, la Iglesia sólo existe porque permanentemente, y a veces de modo espectacular, Dios actúa para sostenerla. Es verdad que la crisis actual es profundísima, y quizá la más profunda de su historia. Por definición, ha habido otras crisis que en ese momento fueron las más profundas de su historia. Y de todas salió. O al menos, siguió. Dios intervino. Quizá la intervención que se venga sea la Intervención Postrera. Pero quizá sea de otra clase, a través de causas intrahistóricas. Estoy pensando en que Dios puede suscitar santos en su Iglesia que den vuelta la historia de un porrazo. Que reformen mucho de lo podrido en Ella.
ResponderEliminarEl futuro de occidente depende del futuro de la Iglesia. Como dice Esolen, la restauración de la sociedad depende de un llamado religioso. En el misterio de Dios, en sus planes insondables, puede estar contada nuestra libertad para volver al mundo a Él de un modo que la historia jamás vio hasta ahora. ¿Realmente sabemos en qué acto del drama salvífico nos encontramos?
Por cierto, y para moderar esperanzas parusíacas: occidente no es el mundo. No todas las sociedades están en el estado en el que estamos nosotros. Hay muchos lugares que son como "el campo" que describe Esolen en los tiempos romanos.
Saludos fraternales,
G.
Estimado G.
ResponderEliminarDice usted que cuando la Iglesia pasó por otras crisis Dios siempre suscitó santos que la salvaron, como en sumento lo fue San Benito y siglos después las órdenes mendicantes. Y más adelante nos dice que como Occidente no es el mundo, lo que pueda pasar de este lado del globo no repercutirá en otros lugares que son como "el campo" que describe Esolen en los tiempos romanos.
No comparto su visión, al contrario, creo que tanto en tiempos de San Benito como después con Santo Domingo y San Francisco, lo que podía pasar con la Iglesia era completamente ajeno a muchos lugares del mundo conocido. Y eso para no hablar de América y Oceanía que todavía no habían sido descubiertas.
Y en cuanto a que lo que pueda pasar en Occidente para nada influirá en otros lugares apartados del mundo, creo que nada más equivocado.
Si para muestra basta un botón, le doy un ejemplo concreto. Sabemos que después del accidentado triunfo de Biden sobre Trump, en EE.UU. suenan tambores de guerra. ¿Qué pasaría si allí se desata una guerra civil y ante el temor de los centros financieros mundiales -ya sabemos que el gran capital es lo más cobarde que hay- el dólar perdiera la mayor parte de su valor? Al mundo le esperaría lo peor, y la razón es obvia pues la economía mundial se negocia en dólares y las reservas internacionales de los Bancos Centrales del mundo están en dólares.
De modo que si el dólar se va a pique ya sabemos lo que puede pasar. De ahí a la III Guerra Mundial hay un paso.
Si eso ocurre, ¿cree usted por ventura que quedará algún lugar en el mundo donde la devastación de una guerra nuclear no va a llegar?
No mi amigo, por primera vez en la historia la Iglesia y el mundo están viviendo simultáneamente crisis terminales que de ninguna manera se podrán arreglar sin violencia, estamos entrando en terreno desconocido.
Lo que pase en Occidente y más precisamente en EE.UU., cambiará al mundo para siempre.
Y la Iglesia no le va en zaga porque el cisma es inevitable. Justamente hoy el Padre Santiago Martín, fundador de los Franciscanos de María, dedica su comentario de actualidad al ultimátum que los obispos alemanes le dieron al Papa presentándole la primera parte de sus reformas heréticas que para ellos son irrenunciables. Y ya dijeron que si el Papa no las acepta irán a un cisma que será peor que el de Lutero porque hay infinidad de obispos en el mundo que están con ellos.
Estoy convencido que 2021 será un año inolvidable...
Buenas noches. Yo soy moderadamente humilde; en mi condición y dependiendo tanto de la misericordia divina no juzgo al mundo, más allá de mi alma no me compete perdición alguna; abrigo la creencia de que Dios ya se ha manifestado sobradamente, y que la Gracia es muy abundante. Tengo muy pocas dudas de que mis días llegarán a su fin mucho antes de que los tiempos de la civilización concluyan y he tomado ya las precauciones convenientes.
ResponderEliminarHe leído algo que me ha inquietado ligeramente; ¿ese rústico campo, esa idílica villeggiatura? ¿está a las afueras de Pekín? ¿o queda más bien por Siberia? si no es molestia yo prefiero quedarme en Roma, me he acostumbrado, soy un católico apegado a sus rutinas y rúbricas.
La moral sexual constituye los cimientos del edificio moral, así como la familia lo es del social. No la parte más importante pero sin ella toda otra virtud es precaria o inexistente. Sin virtudes en materia de castidad, todo es frágil, todo amenaza derrumbe. Se ha convertido en lugar común la idea de que los pecados sexuales son menos graves que otros, pero se olvida el carácter basilar de la moral sexual.
ResponderEliminarlo mismo decía Donoso pero hablaba castellano
ResponderEliminarEn verdad creo que muchas veces cojemos el rábano por la hojas, yo el primero. Siempre me impresionó la respuesta del Santo Cura de Ars a un sacerdote a quien afligía la tibieza de sus propios feligreses: «¿Ha predicado usted? ¿Ha rezado usted? ¿Ha ayunado usted? ¿Se ha disciplinado? ¿Ha dormido usted sobre una tabla? Mientras no haya hecho usted todo esto, no tiene derecho a quejarse»
ResponderEliminarLa palabra que más repite es usted y ni siquiera menciona a Dios. Pone el dedo en la llaga. No en Dios sino en la apatía del hombre a darse del todo al Señor es donde está el problema. Aviados estamos si pretendemos cambiar la sociedad sin cambiarnos antes a nosotros mismos. Los moralistas romanos pecaron de esto: se quejaban de la decadencia de la mos maiorum mientras disfrutaban de todo los lujos de sus villas de Capri y Baiae o la hacían tan atipática que volvían la virtud en vicio.
No tenemos derecho a quejarnos sino el deber de sacrificio y penitencia. Dios no puede suscitar santos si nosotros no nos abrimos a la verdadera conversión:
Esto vir, esto christianus, esto sanctus!
Acertado Mr. Eck. Ése es el camino y no hay otro.
ResponderEliminarB.W.Wooster.
Como bien dice Eck... y a pesar de todo, subsiste nuestra obligación de predicar de palabra y obra. Subsiste nuestra obligación de santificarnos. En España siempre se dijo que el mejor predicador es don Ejemplo.
ResponderEliminarDios nos dio raciocinio, y con él miramos el mundo y podemos emitir juicios sobre él, pero también nos lo dio para descubrir la verdad más profunda, la de su triunfo postrero. Y la verdadera inteligencia no es darse cuenta de la terrible crisis de la Iglesia y la civilización cristiana, sino la de darse cuenta de que hoy y siempre hay que practicar todas las virtudes, comenzando por la humildad.
Cada cristiano coherente, cada cristiano que busca la santificación es una derrota para el Malo, y una semilla para nuevas conversiones, aunque esa semila no sea consciente de ello, porque estamos en la época en la que nosotros debemos sembrar para que otros recojan.
Y eso es mandatorio para todos nosotros, comenzando, por supuesto, por mí, que estoy tan lejos como cualquiera de vivir el ideal. Pero la Gracia está ahí, y nos llama.
Hagamos cristianos santos y familias santas, y a partir de ahí podremos construir.
Y agrego perdon. El orden puede ser jonico, dorico o corintio.
ResponderEliminarDudo mucho de que haya habido una verdadera recuperación moral de la élite romana. Por el contrario, más parece haber un relevo de la aristocracia romana por las aristocracias provinciales que protagonizan la segunda expansión romana en el Siglo II.
ResponderEliminarDisiento aún más con el juicio respecto de la moral victoriana, pues siempre me ha asqueado ese puritanismo británico que se escandalizaba con un adulterio mientras avalaba la usura, el genocidio en las colonias, etc. La visión farisiaca del puritanismo británico (Más preocupada por el escándalo social que por el pecado en sí) termina siendo el caldo de cultivo ideal para el higienismo eugenista y los ideólogos fabianos de la revolución sexual.