miércoles, 12 de octubre de 2022

En torno a Brideshead, la gran novela de Evelyn Waugh



Estimado Wanderer, aquí le pongo un artículo de Joseph Pearce que traduje sobre Evelyn Waugh y le adjunto una charla de Sebastián Randle sobre… pues, Sebastián Flyte y su familia..

Jack Tollers

 

De regreso a Brideshead en pocas palabras

por Joseph Pearce

El espíritu profundamente católico de este libro ha sido sucintamente formulado por su autor, Evelyn Waugh, en el prefacio que escribió para la segunda edición de esta, su novela más importante. Como lo dijo él, el tema de la novela trata acerca de “la operación de la gracia divina sobre un grupo de gente diversa, bien que estrechamente conectada entre sí.” Y agregó que abordar semejante asunto quizá fuera “un tanto presuntuoso pero que ni pensaba siquiera pedir perdón por haberlo intentado.”

Si tomamos la palabra de Waugh al pie de la letra y en la inteligencia de que ignorar la autoridad del autor puede comprometer la comprensión de su obra, de entrada hemos de reconocer que De Regreso a Brideshead es una obra sobrenatural hasta la médula. Su protagonista principal no es ninguno de los personajes humanos, seres físicamente identificables, sino la mano invisible de la Providencia que provee la gracia necesaria para la conversión de las almas. Es esa mano invisible de la gracia la que guía la trama, enderezando las cosas con líneas torcidas enmendando vidas de gente con defectos evidentes.

El título mismo de la novela ofrece una clave sobre su identidad sobrenatural. “Brideshead”, el nombre de una majestuosa casona, casa de una familia católica aristocráctica (con serias deficiencias), es un nombre claramente simbólico puesto que en inglés “Brideshead” tiene una fuerte connotación nupcial que alude al novio, al que se va a casar, al futuro esposo, una evidente referencia a Cristo mismo. De regreso a Brideshead equivale entonces a un regreso a Cristo. Esta dimensión sobrenatural se ve enfatizada por la estructura litúrgica de la oba, la primera parte terminando metafóricamente en un Viernes Santo y la novela toda en un domingo de Pascua

Los personajes “estrechamente conectados entre sí”, tejiendo y enderezando sus pasos a lo largo de las páginas de la novela son los diferentes miembros de la aristocráctica familia Flyte. Lord Marchmain, cabeza de la familia, ha abandonado a su mujer e hijos para instalarse en Venecia con una concubina. Lady Marchmain, la cónyugue abandonada se mantiene estoica y píamente católica, bien que algo fría y más bien santulona en el trato.  

Lord Brideshead, el hijo mayor, constituye una católico sólido y fiel, profundamente dominado por la filosofía escolástica y la espiritualidad jesuítica, mas socialmente se muestra un tanto torpe y desangelado. Sebastián, el hijo más joven, es todo lo contrario. Se trata de un católico vacilante cuya fe no está enraizada en la razón sino en una suerte de esteticismo romántico dominado por sus sentimientos. Y con todo, resulta un personaje encantador, por lo menos a primera vista. Julia, la hija mayor es físicamente hermosa y considerablemente narcisista. Al igual que su hermano Sebastián, le fastidian las exigencias y prácticas de la Fe, en particular en la medida en que le pone límites a su “libertad”. La más joven de la familia, Cordelia, carece de los atractivos físicos de su hermana, pero tiene una piedad y fe de las que Julia carece. Aquí cómo Sebastián describe su familia:

Somos una familia religiosamente mixta. Brideshead y Cordelia son ambos católicos fervientes; él es un melancólico, ella siempre está de excelente humor; Julia y yo somos medio paganos; yo soy feliz, pero a veces creo que Julia no lo es. En general se considera que Mamá es una santa y Papá ha sido ex-comunicado—y no sabría decir cuál de los dos es feliz. Como fuere, la felicidad no parece tener mucho que ver con todo esto y es lo único que me interesa…

Aparte de permitir al narrador, Charles Ryder, conocer a la familia Flyte un poco mejor, las palabras de Sebastián también introducen el enigma de la felicidad que la novela quiere desenredar. ¿Qué cosa es la felicidad? ¿Cómo se la alcanza? Y una vez alcanzada, ¿cómo se retiene y mantiene?

Charles Ryder, el narrador, constituye el otro personaje clave, cuya voz requiere atención si hemos de entender la novela misma. La voz narrativa, que ya aparece en el prólogo, es una voz que denota cierta desilusión. “Aquí, a la edad de 39 años, empecé a ser viejo… Aquí murió mi ultimo amor. No hubo nada notable en el modo en que murió…” Se trata de la voz de un adulto de mediana edad algo hastiado que recuerda episodios a lo largo del libro con la sabiduría que sólo da la experiencia. Esto es más que evidente cuando se nos dice que Charles se despide de Brideshead por lo que él creía sería la última vez: 

“He dejado tras mío la ilusión”, me dije. “De ahora en más vivo en un mundo de tres dimensiones—con la ayuda de mis cinco sentidos”. Con el paso del tiempo he aprendido que no existe un mundo semejante; pero luego, mientras el automóvil perdía de vista la mansión, pensé que no había que buscarla demasiado, sino que siempre estaría al final del camino.”

En este breve pasaje, se descubre la voz sutilmente subversiva de un narrador de mediana edad que juzga con una pizca de desdén la candidez de su propia juventud. Al darle la espalda a Brideshead, el joven Charles había creído que le estaba dando la espalda a lo que él creía no ser más que un cosmos ilusoriamente sobrenatural. A partir de ahora solo creería en las tres dimensiones físicas que percibía con sus cinco sentidos. Cualquier cosa más allá de eso no era más que una ilusión. 

Y con todo, el Charles más grande ha aprendido, que “no existe tal mundo” como en el que creen los cándidos ateos. Porque resulta qie el mundo de los materialistas es el ilusorio. El Charles más grande ha descubierto, atravesando las desilusiones de su juventud cuáles son los espejismos de una juventud llena de ilusiones.

Llegamos a entender que la desilusión de Charles Ryder con sus propias experiencias ateas no es sino el fruto de la sabiduría adquirida con la experiencia del sufrimiento. Dos poderosas metáforas se emplean para evocar el rol del sufrimiento para despertar a las almas dominadas por sus egoísmos. La primera es el “leve tirón de un hilo”, el título de la parte final del libro que le ha sido tomado prestado a un cuento del Padre Brown de Chesterton. El hilo es la gracia divina que va completando un tejido a lo largo de la historia, tal como Waugh había anunciado en el prólogo. El tirón del hilo constituye el momento de sufrimiento cuando el alma perdida es súbitamente apartada de su camino de destrucción con el anzuelo del doloroso amor del propio Dios.

La otra metáfora es la de una avalancha que se emplea como un motivo recurrente en los últimos capítulos del libro. Charles asimila la felicidad que él y Julia buscan en medio de un mundo helado y sin amor, a las del cazador que se mantiene abrigado en un iglú en el ártico. Afuera, se apila la nieve contra la puerta mientras se desata una tormenta de nieve. Pero adentro, están abrigados, hasta que, bien pronto, cuando el viento afloja y el sol brilla sobre las cuestas y comienza el deshielo, un bloque comenzaría a moverse, a deslizarse y caer, allá en las alturas, ganando terreno, ganando volumen hasta que pareciera que toda la cuesta de la montaña está cayendo sobre el pequeño iglú destruyéndolo y convirtiéndolo en nada más que un montón de astillas sumándose a la avalancha que desemboca sobre un precipicio.  

La paradoja que estas poderosas metáforas evocan está en que el sufrimiento resulta esencial para el crecimiento del alma hasta alcanzar las profundidades de un amor verdaderamente sacrificado al cual está llamado. La salul no consiste en evitar el sufrimiento sino en aceptar el sufrimiento. Sólo con semejante aceptación se pueden amalgamar la salud, la curación y el dolor en una síntesis trina conocida como santidad. Es esta sabiduría la que Waugh entreteje mediante el invisible hilo de la gracia que evoca. Es esta sabiduría que constituye la solución del enigma de la felicidad que De Regreso a Brideshead propone de entrada.

La felicidad verdadera no es posible sin la salud y la curación que sólo proceden del sufrimiento. Esa es la sabiduría que Charles Ryder ha aprendido al final de la novela. Al perderlo todo, ha alcanzado la felicidad más profunda que jamás había conocido. Está desilusionado con su propia desilusión y desencantado con su propio desencanto. Es, por tanto, un Charles Ryder re-encantado, ese que se describe en el último párrafo de la novela, retratado como con “aspecto inusualmente alegre, hoy”.  

Fuente:  Crisis Magazine

26 comentarios:

  1. Creía que Don Randle y Don Tollers eran el mismo tipo.

    Birlirloque

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  2. Me pareció central la reflexión de Joseph Pearce cuando dice que "la salud no consiste en evitar el sufrimiento sino en aceptarlo. Sólo con semejante aceptación se pueden amalgamar la salud, la curación y el dolor en una síntesis trina conocida como santidad".
    Creo que Pearce da en el clavo porque una característica esencial del cristiano es -o debería ser- la alegría, esa alegría que nos invade cuando uno logra entender que con el dolor -nuestro dolor- de alguna manera podemos compartir el dolor Redentor de Cristo colgado de la Cruz, porque mientras Cristo por amor nos alivia el dolor ayudándonos a cargar nuestra cruz, igual que el cireneo nosotros también le ayudamos a cargar la Suya. Dichoso aquel que logra comprender eso, no hay alegría más grande.

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    1. Fuenteovejuna:
      El sufrimiento no se evita. Es inevitable, por ser consecuencia de hechos queridos, no queridos o irreparables; propios o ajenos (y que nos tocan de lleno).
      El sufrimiento termina siendo aceptado ó lleva a la desesperación, la locura o la muerte. Y se lo acepta cuando -sea o no irreparable- pueden cicatrizarse las heridas por el paso del tiempo (que será diferente para cada uno, por múltiples razones). Obviamente, las cicatrices siempre quedan –y se nota, al menos para quien las porta-.
      Probablemente la curación sea la misma aceptación del hecho o los hechos que llevaron al sufrimiento; y el entendimiento de las consecuencias, en cada uno que lo padece o padeció.
      De la síntesis trina que menciona y de la santidad como consecuencia necesaria, no estoy tan seguro. No soy experto y lejos estoy de la santidad. Pero, creo entender su modo de razonar.-
      Me alegra saber que Bruce Wayne y Batman siguen en el ruedo. Uno siempre aprende algo nuevo; y, lo debe agradecer, aunque parezca que nada tiene que ver esto con lo aportado por Jack Tollers.-

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    2. Estimado anónimo de las 3:14
      Me temo que no me entendió, yo comparto con Pearce que desde un punto de vista cristiano la verdadera salud no consiste en evitar el sufrimiento sino en aceptarlo.
      Es evidente que el dolor es inevitable, eso no está en discusión, pero justamente por eso, ¡hay tanto dolor desperdiciado en el mundo! Digo esto porque si miramos bien, lo natural es huir del sufrimiento, rechazarlo. Lo sobrenatural -en cambio- es aceptarlo como una prueba permitida por Dios para ganar nuestra salvación.
      Quien así lo entiende, le ofrece su dolor a Dios convencido de que El podría utilizarlo para la conversión de algún pecador, vaya uno a saber dónde.
      Visto de ese modo, el dolor ya no se pierde, tiene sentido porque sirve para la salvación de las almas.
      Si por amor Cristo aceptó el dolor de su Pasión y Muerte en la Cruz porque así lo había dispuesto Dios Padre desde toda la eternidad, ¿por qué nosotros habríamos de rechazar nuestro dolor?
      Como podrá apreciar, no estamos hablando aquí de la resignación del mundo, esa que nos llena de tristeza e impotencia porque al no poder evitar lo inevitable muchos son presa fácil de la ira y se rebelan contra Dios al grito de ¿por qué a mi?
      De lo que Pearce está hablando y yo así lo entiendo es otra cosa, nos habla de la auténtica resignación cristiana, esa que consiste en aceptar la Voluntad de Dios y querer lo que Dios quiere, algo que a los santos colma de alegría porque comprendieron como pocos que no hay nada mejor en este mundo para ganar la vida eterna.

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    3. Estimado Fuenteovejuna:
      Lo entendí, en el sentido de que Usted se refería a algo que –específicamente- surge de la lectura del artículo de Joseph Pearce sobre la novela de Evelyn Waugh.
      Evidentemente, debo concederle que no lo entendí en el sentido de que tanto Pearce, como Usted, aludían al sentido sobrenatural con el que los cristianos debemos aceptar el dolor; y, entiendo que me queda claro con su generosa respuesta (salvo involuntario error u omisión, como decimos en otro tipo de escritos).-
      Sucede que mi comentario, en cuanto a lo inevitable del dolor, apuntaba a lo que sucede a la persona, en determinados momentos de su vida. Y, en ese sentido, también decía, que era consecuencia de hechos queridos, no queridos o irreparables; propios o ajenos (y que nos tocan de lleno).
      Dado como Usted lo explica, le concedo eso de que ¡hay tanto dolor desperdiciado en el mundo!. Sobre todo, en esta sociedad y estos tiempos. Esto último, no niega que también haya cosas buenas y valorables, aunque no tengan prensa, ni publicidad alguna.
      Obviamente, en todo lo demás que Usted consigna, no puedo más que darle la razón.-
      Es evidente, al menos para mí, que –aunque se los acuse de anglófilos, con razón o no, y no me interesa en esto- así como pudo haber un cierto genio en la Oxford del pasado, también hay cierto genio en Bella Vista (si no le erro “al vizcachazo”, en lo geográfico) y en quienes participan del mismo.
      Vuelvo a agradecerle a Usted, su generosa respuesta; y, del mismo modo, agradecerle a Jack Tollers y a Wanderer, que posibilitan este tipo de temas y de consideraciones.-

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    4. En cuanto a mi comentario, me disculpo por alguna redundancia en que incurrí.-

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    5. Eso de la alegría en el sufrimiento siempre me ha parecido filfa; el sufrimiento es dolor, penar, aflicción o amargura. De alegría, ni pizca; eso es sermón dominical de cura descaminado -no de heterodoxo, sino de inmaduro. Cierta aceptación sin beneficio de inventario y serenidad de ánimo, sí, y que se resuelve en la conformidad, la aceptación... Lo dice Pemán:
      «Bendito seas Señor
      por tu infinita bondad
      porque pones con amor
      sobre espinas de dolor
      rosas de conformidad...
      ¡Qué triste es mi caminar!...
      Llevo en el pecho escondido
      un gemido de pesar,
      y en mis labios un cantar
      para esconder mi gemido.
      Tú sólo, Dios y Señor,
      Tú, que por amor me hieres;
      Tú, que con inmenso amor,
      pruebas con mayor dolor
      a las almas que más quieres,
      Tú sólo lo has de saber;
      que sólo quiero contar
      mi secreto padecer
      a quien lo ha de comprender
      y lo puede consolar.

      Los gringos podrán escribir bien, para quien comprenda y guste su jerigonza; pero hablar del sufrimiento mejor que Pemán, no se puede....

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    6. Quedóseme en el tintero arriba.... La novela de Wough y la de Greene El Fin de la Aventura tienen un fondo muy semejante. Creo seguro que la de Wough fue primero, como que comentó algunos secretos de su interpretación en correspondencia con Greene poco antes de la publicación de The End of the Affair. El asunto del adulterio y la brusca y eficaz gracia actual parece ser común a ambos escritos y su trasfondo, su carozo, más allá de la pulpa y la cáscara. Como Agatha Christie cuyas tramas son casi todas iguales, pero con ropajes bien disimulados. De Todos modos, el tema del adulterio a mí no me gusta -pero cualquiera puede disentir porque sobre gustos y colores, disputan los profesores... Para Cristo y la Sagrada Escritura el adulterio es lo peor que hay, y para significar la maldad profunda de alguna cosa, recurre a su condición de "adúltera".
      No quería dejar de decir esto porque ya dije arriba que la literatura gringa "no me copa", en particular en comparación con la nuestra, pero no dejo de prestarle mis papilas gustativas de vez en cuando.
      Salud

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    7. Estimado anónimo de las 12:31
      Que Pemán es un grande entre los grandes nadie lo discute, pero estoy seguro que no habría que ir demasiado lejos para encontrar numerosos ejemplos de santos que se flagelaban y se ponían otros silicios para sufrir algo de lo mucho que Nuestro Señor sufrió en su Calvario. Y lo hicieron todo por amor a Cristo, esa fue su mayor alegría.
      Pero vamos a empezar por el principio, yo creo que ni Pemán, ni usted, ni yo, somos santos; así que en esto me parece que los tres tocamos de oído. Aún así, me gustaría contarle el extraño caso de un amigo que sufre un grave discapacidad auditiva fruto de una mala praxis médica, algo que por lo que le voy a contar me tiene bastante intrigado.
      Cuando mi amigo tuvo esa desgracia, hace ya varios años, al principio se mostró indignado y hasta pensó en hacerle juicio al médico y a la clínica por mala praxis, pero con el paso del tiempo fue cambiando de idea. Un día, me sorprendió diciéndome que lo que en principio creyó que era un daño irreparable que le había arruinado la vida, ahora lo veía como una gran oportunidad, una prueba que Dios ponía en su camino para ver si era capaz de ganar su salvación. Y me dijo más, me dijo que sabiéndose pecador, hasta había pensado hablar con el médico que lo operó para agradecerle esta gran oportunidad de salvar su alma, algo que le cayó del cielo porque si no fuera por él nunca la hubiera tenido.
      La verdad, lo primero que pensé fue que mi amigo estaba medio chiflado, pero de a poco me fui dando cuenta que tal vez no era tan así, que tal vez tuviera razón. Ahí fue cuando me acordé de los santos que por amor a Dios viven su dolor con alegría. Claro, uno conoce bien a sus amigos y el mío de santo no tiene nada, pero por algo se empieza. ¿No le parece?
      No sé si al día de hoy mi amigo ya habrá hablado con el médico porque hace un tiempo que no lo veo, pero si lo hizo me vienen ganas de reír pensando en la cara que debe haber puesto el médico al escuchar semejante confesión.
      Créame, mi amigo, los santos viven su dolor con alegría, lo que pasa es que no es pa' todos la bota e' potro...



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    8. Don Fuenteovejuna, siempre un gran gusto leerle los comentarios. A lo nuestro: ¿Estaba alegre Cristo en el Monte de los Olivos, en la columna de la flagelación o en la Cruz santísima...? No creo; la Escritura no lo dice. ¿Y Job...? Su amigo "suyo de Usté" como dicen los gallegos, debe ser nomás un santo, así que consérvelo bien cerca; yo conozco gente sufriente que acepta y se conforma con sus padecimientos. Pero lo que se dice "alegría", todavía no lo he visto. Y he pasado las siete décadas de vida. En fin, que el asunto no da para tanto porque, inclusive es aceptable, que cada quien vive como puede y en materia de padeceres, cada cual los afronta a su manera. Mis saludos.

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    9. Estimado anónimo de las 21:02
      Tiene razón en lo que destaca sobre Nuestro Señor, la Escritura dice que Jesús lloró, pero no dice si alguna vez rió. Sin perjuicio de ello, sabiendo que aceptó ese calvario voluntariamente por amor, quiero creer que se sintió inmensamente feliz de llegar a la meta porque había cumplido fielmente lo que el Padre le había encomendado.
      Por tal motivo, estoy convencido que en este especialísimo caso la alegría se funde con la felicidad en una simbiosis perfecta. No se olvide que el llanto, como expresión de dolor, también sirve para expresar la alegría de decir lo que con palabras no se puede porque no existen en el diccionario.
      De esa alegría de los santos se me ocurre que un buen ejemplo podría ser Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia, a quien le gustaba gastarle bromas al bueno de San Juan de la Cruz.
      Muchas veces me he preguntado cómo se podría conciliar esa alegría con la pesada cruz que debió cargar -entre otras cosas- porque por culpa de la envidia y maledicencia de muchos, igual que el Padre Pío tuvo que soportar falsas acusaciones de actos inmorales que en su caso la obligaron a tener que enfrentar un largo y penoso interrogatorio ante el Tribunal de la Inquisición.
      Y por tradición también sabemos que muchos santos, enamorados de Jesús pero sintiéndose pecadores, le pidieron padecer grandes sufrimientos como una forma de expiación para merecer el regalo de la vida eterna.
      Permítame que le diga que para mi la locura de ese sufrimiento adicional sólo lo puede explicar la alegría que les provocaba saber que así podían agradar a Dios por tantos favores recibidos.
      No creo que lo pueda convencer porque he visto la solidez de recursos con que presenta sus argumentos, pero aún así, de igual modo me gustaría que usted también considere la validez de los míos.
      Gracias por permitirme explayar sobre este asunto tan caro a los sentimientos cristianos.

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  3. En su momento me sorprendió esta reflexión del apologista católico inglés Joseph Pearce, que me pareció muy atinada y profunda y me reveló que mi técnica de lectura no es tan buena como quisiera.

    Efectivamente ahora entiendo mejor toda la novela y su sentido final.

    Esto no quita que sea un placer leer el libro en versión original.

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  4. Profunda reflexión Jack Tollers. Espero que siga brindándonos estos regalos.
    El libro me gustó muchísimo, y también la serie. La muerte finalmente en gracia de Lord Marchmain, y la decisión de Julia de dejar su relación con Charles -es decir, su conversión- me llegaron al alma. Está muy bien tratado este tema de la conversión y de los afectos que hay que resignar para vivir en el Señor, fuente de la verdadera alegría.

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  5. Amores de Leticia matan retornos a Brideshead:

    "El mundo de Amoris Laetitia parece ver a todos bien tal como están. El desarrollo y el crecimiento que la familia Marchmain experimenta a través del curso de Retorno a Brideshead parece ser totalmente innecesario. Aparentemente la familia Marchmain debió haber continuado habilitando a Sebastián; Julia no hubiera tenido que preocuparse por estar “viviendo en pecado” con Rex; Lord Marchmain hacer nada para disculparse; Julia y Charles pudieron haber seguido el camino del discernimiento con un pastor local; y Charles nunca hubiera tenido que convertirse al catolicismo."

    De acà:
    https://bensonians.blogspot.com/2016/04/articulo-de-rorate-caeli-el-papa.html?m=1

    Armando Zipi Zape

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  6. Gracias Tollers... Pero falto la escena que prometio de Julia... Otrosi digo: donde se consigue la serie para verla? Vi la peli, pero dicen que la serie esa que Vd nombra de los 80 es mejor...

    Juancho de Marmol

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    1. La serie está en Youtube, pero no tiene subtítulos... (tareas para el hogar, l.p.q.l.p.)

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  7. Una pregunta para Tollers: ciertas actitudes de afecto entre Sebastian y Charles en la época de estudiantes pueden llevar a pensar en una relación homosexual, pero me niego a aceptar que Charles lo sea. Por favor dígame cuál es su lectura...

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  8. La serie, que es muy buena, se encuentra por capítulos en youtube. El único que no aparece es el que muestra la relación de Julia y Charles en el viaje trasatlántico

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  9. Hay subtitulos en https://www.subdivx.com/X666XNTY2ODk2X-brideshead-revisited-1981.html

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  10. Más arriba alguien menta "El final de la aventura" de Greene: un magnífico libro de José Miguel Ibañez Langlois (chileno, profesor de letras primero, cura del Opus después), "El mundo pecador de Graham Greene", trata al celebrado escritor-espìa en tanto autor religioso -catòlico-, y, si no recuerdo mal, concluye que tal autor es un excelente novelista de la conciencia pecadora, pero, en cuanto a la eficacia de la acción de la Gracia, sus tramas parecen resabiadas de un cierto pesimismo protestante ... excepto The end of the affaire, que considera "plenamente católica".

    Armando Z. Z.

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    1. Soy el que arriba comentó algo acerca de "El final de la aventura". Coincido con Ud. y con el, para mí, desconocido Ibáñez Langlois -de quien he oído cosas buenas, pero que no he leído. Greene es poco católico, casi nada en realidad; y eso, sin entrar a merodear por sus costumbres personales y otros detalles escabrosos de su vida que, a la postre, uno no debe contemplar al mirar la obra de un hombre, porque nadie resistiría un ardite. Pero parece fascinado con el catolicismo y con los escritores católicos, lo cual le ocurre a cualquiera que sepa mirar bien dentro de la religión verdadera, precisamente por serlo. En todo caso, tienen de bueno estos novelistas que no se proponen mirar a los católicos como obligatoriamente santos de altar, criticando acerbamente sus renuncios, sino como quienes aceptan la santidad y la persiguen, con caídas y sin desmayos. Y en esto, prueban la realista vitalidad, humanidad en fin, de sus plumas. Como decía el elemental Nimo: "por lo menos, así lo veo yo".

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  11. Buena charla de Sebas, buenísima serie y excelente libro.
    Gracias por la entrada.

    Saludos.

    Un Amigo de Cordelia.

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  12. Agradezco a Don Jack que haya traido este tema de una novela excepcional. No he leído el libro, pero vi la serie de TV cuando la pusieron en España. Las escenas finales son encantadoras y a la vez, llenas de esperanza; a mi me dejaron un gran consuelo. Charles, baja las escaleras de la mansión, entra en la capilla, y ve la lamparilla del sagrario, radiantemente encendida. Allí esta Jesús, vivo, real, que le mira, le ve y sabe quien es. Aquél lugar, no está vacío; La presencia del Señor, lo llena todo: Un corazón que le ama, que nos ama y que ha dado su vida por todos y cada uno de nosotros. Esta verdad grandiosa y sublime, nos hace pensar y sentir que no estamos solos: Jesús y María están a nuestro lado. Un saludo muy cordias para todos.

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