Los diarios nos anuncian que el Vaticano está de malhumor con el presidente Javier Milei. Ocurre que el gobierno argentino decidió no enviar a su canciller Gerardo Werthein a la ceremonia por los 40 años del Tratado de Paz y Amistad con Chile que se logró gracias a la mediación de Juan Pablo II. Iba a participar junto con el canciller chileno Alberto van Klaveren. “Es un desplante al Papa”, dicen en el Vaticano.
Ese famoso tratado de paz -en realidad, una entrega pacifista- por el cual el mil veces maldito gobierno socialista de Ricardo Alfonsín entregó a Chile todo lo que Chile pretendía, no me parece a mi que sea motivo de festejo. Cuando se firmó era yo un adolescente nacionalista, y fue motivo de mucha decepción. Aún hoy, no siendo ya ni adolescente ni nacionalista, cuando he tenido la oportunidad de navegar por el canal de Beagle, me da mucha bronca escuchar al guía decir que la embarcación no puede acercarse a unas grandes islas que se encuentran en medio del canal porque son chilenas. Pero no quiero referirme a una cuestión de soberanía violada; vayamos al desplante al Sumo Pontífice. Las razones que aducen los medios de prensa para un gesto de esta gravedad es que durante la cumbre del G20 hubo una pelea discursiva muy fuerte entre Milei y Boric, el presidente chileno, y el no asistir a Roma sería un gesto de enfado hacia Gabriel Boric y no hacia el Papa.
No me convence la explicación; no vale la pena gastar pólvora en chimangos; Boric es un presidente desprestigiado, que camina de fracaso en fracaso. Nadie se crearía problemas por lo que dice o deja de decir el personaje. Al menos, creo que la pelea con Boric no es el único motivo. Ayer, el canciller argentino dio entender que el entredicho fue también con el cardenal Parolin. ¿Qué habrá ocurrido?Sostengo —aunque no tengo ninguna prueba de ello—, que el gobierno de Javier Mieli desplanta al Papa Francisco porque primero el Papa Francisco lo desplantó a él, nombrando hace pocos días a Mons. Gustavo Carrara como arzobispo de La Plata.
Carrara es el zaparrastroso que aparece en la foto. Un personaje de los arrabales, como le gustan a Bergoglio. Sin ninguna formación más allá del barniz adquirido en el seminario, es un “cura villero”, lo cual significa no solamente un sacerdote que trabaja en las villas de emergencia, tarea loable y a la que se dedicaron muchos santos, sino que ha generado una ideología de las “villas”; por eso es “villero”. Vivir en las villas, en sus miserias y carencias de todo tipo, es una cultura tan buena y legítima como cualquier otra; hay que desear vivir en la villa y no aspirar a salir de ella; ser pobre es algo bueno y hay que buscarlo, pero no se trata por cierto de la pobreza evangélica, sino de la pobreza como cultura existencial. Es el pobrismo bergogliano. Por eso mismo, los curas villeros son necesariamente peronistas, y de la peor especie. Y por eso mismo son los enemigos acérrimos y virulentos del gobierno de Javier Milei. Recordemos que fue Carrara quien presidió —con ornamentos blancos— en el mes de junio una misa por un marxista desaparecido durante el último gobierno militar, durante la cual se entonaron cánticos contra el gobierno nacional. Fue también el que presidió durante la campaña electoral del año pasado varias “misas villeras” en las que, con diversas excusas, trataban abiertamente de evitar lo que presagiaban: el triunfo de Milei, haciendo abierta campaña en su contra. Sobre el tema escribí un post en su momento. En resumen, Bergoglio colocó en la segunda sede más importante del país a un enemigo declarado del presidente de la Nación. Y no es dato menor que La Plata sea la capital de la provincia de Buenos Aires, territorio fabricante de pobres y base del peronismo.
¿Hay modo de no hacer una lectura política del nombramiento de Bergoglio? Imposible. Pone a un marginal y enemigo declarado del gobierno en un puesto elevadísimo de la jerarquía eclesiástica argentina; que no pretenda entonces que el gobierno se allane pasivamente a sus invitaciones.
Muy bueno, como siempre, su análisis.
ResponderEliminarLástima que ya no sea nacionalista.
Bergoglio cierra en el plano "espiritual" -sociológico, antropologico, en realidad- el perimetro para la caleta designada por CFK y su banda durante la embestida de Milei, el congo-urbano bonaerense. Algún joven estudiante de casi cualquier carrera universitaria en el exterior deberia recuperar esa dimensión socio-antropológica de su enfoque del villerismo para una tesis Guánder. Claro, si estudia fuera del país, porque acá casi todas las casas "de estudio" son cómplices del fenómeno y, de entrada, la reprobaria hasta el tutor.
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