lunes, 13 de enero de 2025

Sí la vimos. Y hace nueve años

 


Hace algunos días publicamos un post titulado “No la vimos. Y la Iglesia tampoco”. Sin embargo, un amigo me advirtió que sí la habíamos visto, y que habíamos dejado constancia de ello hace casi nueve años, en un post escrito por Ludovicus, titulado “El derechismo gramsciano de la Dra. Pignata”, y que ahora publico nuevamente.

Para quienes no sepan quien fue la Dra. Alcira Pignata, aquí pueden ver una semblanza, elaborada hace diez años. Una experiencia muy interesante que permite ver el cambio de época del que hablamos pues adelantaba en una década lo que ahora se ha revelado: las redes sociales han desplazado a los medios de comunicación tradicionales como formadores de opinión y buena parte del mundo, debido a los desastrosos gobiernos que hizo la izquierda, está virando a la derecha.



por Ludovicus


Que la única batalla cultural ganada en esta década perdida por la derecha sea el éxito del blog de la Dra. Pignata es un índice de lo mal que estamos.

El kirchnerismo, parido entre miasmas cleptocráticas y clientelistas, inventó un dispositivo fabuloso para robar tranquilo: blindarse por izquierda. Néstor, agudo observador del gobierno de Menem, advirtió que el gran déficit de su gestión fue la permanente hostilidad de la izquierda argentina. Este hecho no hubiera tenido mayor importancia si el 80% o más de los periodistas argentinos —no los medios— no fuera de izquierda. Asegurarse el flanco izquierdo es asegurarse la tropa del periodismo y consecuentemente de la opinión pública. Cuenta Ceferino Reato en su último libro que ante la requisitoria de Ramón Puerta a Kirchner respecto de por qué se inclinaba tanto a posiciones sobreactuadas de izquierda cuando habían estado toda la vida con Cavallo, el gran cleptócrata le contestó: “Ramón, la izquierda te da fueros”.

Prevemos la objeción del lector, el Lugar Común por excelencia de la menguada cultura política argentina: “la distinción izquierda-derecha está superada”. Pues para nada. Aunque sea provisoriamente, arriesgamos esta definición: derecha es la afirmación de una naturaleza humana, sustancialmente la misma a lo largo del tiempo. En consecuencia, existen derechos inmutables, valores objetivos como la justicia y la libertad, tradiciones y costumbres válidas como modo de decantarse la experiencia de los siglos. Y una Voluntad superior a la humana que ha diseñado esa naturaleza, que debe desarrollarse en su línea de perfección. El buen sentido, el sentido común, es respetar ese orden.

Izquierda es lo contrario: la afirmación de la relatividad de todo valor, la mutabilidad permanente y caótica de lo humano, carente de una esencia determinada. La guerra a toda costumbre por el mero hecho de ser tradición, la afirmación de que no existe voluntad ni ley superior a  la voluntad humana, el desdén por el sufragio callado de los muertos. El sentido común es una trampa burguesa, la red que atrapa las conciencias en el bloque cultural, afirma Gramsci.

Para decirlo de otra manera, existe el tradicionalismo o conservadurismo por un lado, el progresismo por el otro. Cuanto más se afirme un orden objetivo y una ley natural más de derecha será la persona; cuanto más se diga que el hombre tiene el derecho de darse su propia ley y orden, sin respetar naturaleza u orden alguno, más izquierda. En esta línea, por supuesto, el nazismo no deja de ser un progresismo con toques reaccionarios, inscripto en la línea de la exaltación del hombre y de su voluntad prometeica.

El kirchnerismo, que descubrió paulatinamente la coartada de la corrección política progre, fue consecuencia y a la vez causa de la modificación del bloque hegemónico cultural, como diría Gramsci. El desprecio de la cultura del trabajo, la combinación de idiotización cultural y obscenidad televisiva con sobreactuaciones varias en materia de derechos humanos, el establecimiento de una Inquisición progre corporizada en el INADI, la increíble adopción de una ley que sólo exige inventarse oralmente el sexo para cambiar la documentación, la idea de que una minoría de personas productivas pueda mantener a una mayoría tiránica de mantenidos, entre otros cientos de delirios, permitió correr por izquierda a la sociedad argentina, a los medios y sobre todo a una pálida oposición que sólo atinaba a acompañar la mayoría de las iniciativas progres y oponerse nada más que a los más lancinantes latrocinios, privada de una crítica ideológica sistémica, de un pensamiento conservador robusto, de una orgullosa valoración de las tradiciones. La campaña progre dirigida contra los valores, llevó a votar por virtual unanimidad un Código Civil que ya no contempla la obligación de fidelidad como elemento esencial del matrimonio (cabe preguntarse entonces qué es ahora el matrimonio), habla de “personas humanas”—dicho sea de paso, no fueron kirchneristas los que interpusieron un habeas corpus por un orangután—, o exige pedir la opinión a los hijos antes de adoptar (la progresía no estableció todavía análoga exigencia a la hora en que los padres se disponen a cumplir el officium naturae al modo tradicional).

Ante este panorama desolador, ante este espectáculo de pluralistas uniformados por el doble pensar, en el que se podía presenciar una orgía en una universidad pública como actividad extracurricular o burlarse de las religiones,  pero se prohibía expresar dudas sobre la cantidad de desaparecidos, o de pobres, o cuestionar la enseñanza de la homosexualidad o del uso de la marihuana a los niños, surge el fenómeno de la Dra Pignata, un desafío desaforado a la represión del pensamiento y a la soberanía intelectual de la izquierda progresista. Esta soberanía se basaba en una pretendida superioridad moral del kirchnerismo, que identificaba a la derecha con la represión, el latrocinio y la explotación, llevando a los propios derechistas a avergonzarse siquiera de proclamarse “de centro”. Lo sorprendente del kirchnerismo es que aunaba un absolutismo del poder (“vamos por todo”) con un relativismo radical y disolvente.

Toda represión totalitaria (y el kirchnerismo lo fue) genera reacción y humor, como réplicas lúcidas y a la vez demenciales generaba en el bufón la conducta caprichosa del Rey Lear. “Es una linda tarde para recordarles que Néstor sí se murió y que no vive en ningún pueblo”, es el twitt más repetido de la Doctora, desmintiendo la apoteosis del hombre más prosaico y vulgar que se haya intentado divinizar en la historia argentina.

Su sarcasmo desacraliza el dogma progre, delata los pliegues del ladriprogresismo,  destruye los tabúes sexuales del Estado Sacerdote y las hipocresías de nuestros periodistas bienpensantes de sueldos de diez mil dólares y de nuestros estadistas hoteleros. Lo hace con un mecanismo ingenioso: a través de la parodia de una vieja retrógrada, ninfómana y fascista que entre exabruptos varios, critica a la izquierda con fundamentos reales, desnudando su costado hipócrita, disolvente y delincuencial, su locura patológica, su alteración del orden lógico y natural. La Doctora Pignata está loca, pero el kirchnerismo está más loco, parece decir. Y el mecanismo resultó eficaz, y horadó la monolítica caradurez del Modelo y seguramente contribuyó a su derrota política y —ojalá— cultural. Conocemos sólo un ensayo análogo, el facebook de Carlos Maslatón, otra cumbre de la incorrección política, pero esa es otra historia. Wanderer, para los happy few, también ha resistido en la contracultura de derecha, pero sería irreverente comparar su exquisita línea doctrinal con la goliarda Doctora. Esperemos que haya otras iniciativas, cuanto más masivas mejor, que restauren el sentido común en la inteligencia argentina.

Bajo la máscara de una burla a la reacción-porque nadie cree en serio que la Doctora o su autor postula fusilar a los negros o exaltar a Videla y al Falcon verde-, se esconde una sátira aún más revulsiva al progresismo. En la prosa falstaffiana de la Doctora, de entre la ganga y la morralla de mil disparates brutales, surge la verdad inconfundible: el kirchnerismo es una estafa, caricatura de otra, el progresismo, que a su vez es la muerte del hombre y de la civilización. Por eso los intentos de censura, porque el humor dio bajo la línea de flotación de la Inquisición Progre.  Si hasta quisieron yugular el twitter con un proyecto de ley de la inefable Diana Conti. Si buscaron su identidad bajo las piedras, acusando a un ministro macrista que respondió, con picardía pignatesca, delatando como furiosos derechistas a Patoruzú, a Isidoro, a Boggie el Aceitoso y a Susanita.

A no engañarse: la Argentina no es Inglaterra, con su vieja tradición orwelliana, ni la Doctora Pignata Paul Johnson. Pero a pesar y también con la ayuda de sus excesos y procacidades —que son un índice de la decadencia moral del pueblo argentino y que no podemos aprobar—, la Dra Pignata, con una inteligencia inédita en la derecha, desgasta, esmerila, corroe las bases del bloque hegemónico cultural progre, haciendo gramscismo de derecha. Impone el sentido común a través de la transgresión, de lo que no se puede decir, rompiendo con su declamado autoritarismo la paradoja de que los más autoritarios en este país sean los progres: de ahí su éxito. Sólo una vieja loca puede aportar cordura a un país que la ha perdido. 

2 comentarios:

  1. Algunos progresistas recién la ven...pero ahora...cuáles son las respuestas , las mujeres al sacerdocio ?
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    https://www.religiondigital.org/teselas/Crece-cristianofobia-Espana_7_2742995680.html?utm_source=dlvr.it&utm_medium=facebook

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  2. Lo que la Dra. Pignata vio hace 10 años y le dio pie a Ludovicus para escribir este magnífico post, quedó plenamente confirmado este fin de semana. Que se preparen los zurdos K y de todo el orbe porque el cambio de época será colosal. Curiosamente, lo publican dos medios aliados y enemigos a la vez. Aliados porque ambos apoyan a Cuba y Venezuela, pero enemigos a muerte si se habla de ideología de género. Uno es el ruso RT aliado de Putin y el otro Página12 aliado de Cristina Kirchner, donde hoy con lágrimas de desesperación escribe Flor de la V -el travesti con pito- en una nota bajo el título "Eramos pocxs y parió mi abuela: ¿Meta ahora es X?"
    El drama progre obedece a que el viernes pasado Mark Zuckerberg, el dueño de los gigantes Meta, Whatsapp, Instagram y Facebook, pegó un giro de 180° en su política de apoyo a la diversidad y la ideología de género que en los últimos años lo enfrentó a Donald Trump. Como un gesto de acercamiento al magnate, Zuckerberg acaba de anunciar que ya no apoyará más al wokismo que lo caracterizó en estos años, por lo cual los usuarios podrán publicar comentarios que hasta ahora estaban prohibidos, tales como "los homosexuales son enfermos mentales", "el feminismo es basura que hay que barrer", etc.
    Si advertimos que Trump y Putin están en la misma sintonía porque los dos son enemigos de la ideología de género, caeremos en la cuenta que desde el 20 de enero ellos dirigirán la orquesta y todo el mundo tendrá que bailar al ritmo que ellos impongan. Chau feminismo, chau LGBT, Orgullo Gay y toda esa rosca tuitera. Ahora el viento sopla para otro lado y el que no se adapte pagará las consecuencias. El odiado Gordo Dan se prepara con cuchillo y tenedor para comerse a los zurdos crudos.

    Fuenteovejuna

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