miércoles, 5 de marzo de 2025

El retorno. Nuevamente en línea

 


Finalmente, los censores de Blogger decidieron hacer bien su trabajo y dejaron sin efecto la denuncia presentada por ¿el episcopado argentino? contra mi blog. Caminante Wanderer está nuevamente en línea.

A raíz del bloqueo del blogg, había iniciado un nuevo blog: Wanderer. Seguiré publicando en ambos blogs cada una de las entradas durante algunos meses, para luego quedarme en el nuevo sitio, que es más amigable y seguro.

Los comentarios, sin embargo, sólo estarán habilitados la nueva página y bloqueados en en esta  a fin de no distraer la discusión.

Agradezco a todos los amigos lectores sus palabras de apoyo, su cercanía y, sobre todo, sus oraciones, que sé que fueron muchas, y de peso.

jueves, 27 de febrero de 2025

Recomendaciones bibliográficas

 

Pablo A. Marini, Redimidos. Un itinerario a través de La Pasión de Cristo de Mel Gibson, Teodicea, Buenos Aires, 2024.

Ya casi no se hacen en Argentina libros como este: 32 x 22 cm, tapa dura, papel de altísima calidad, profusamente ilustrado y maravillosamente diseñado. Un trabajo editorial que, por sí solo, amerita comprar el libro.

Y la primera definición que me viene luego de leer el libro es que se trata de una tesis doctoral. Sí, Pablo Marini escribió una tesis sobre La Pasión de Cristo, pero con una particularidad: es una tesis que se lee fácil y apasionadamente, cosa que nunca ocurre con los trabajos académicos que son invariablemente aburridos y escritos pensando en especialistas. 

El libro tiene 324 páginas y está dividido en dos partes: “Características y logros cinematográficos” y “La profunda catolicidad de La Pasión de Cristo”. En la primera, se analiza la película como obra artística, deteniéndose en las razones que llevaron a Mel Gibson a filmarla, en as fuentes que utilizó, en sus protagonistas —y aquí hace un análisis profundo las figuras masculinas, femeninas y de Satanás—, y en otras cuestiones como la música, el idioma o el “problema” de la violencia. Esta primera parte posee un valor especial puesto que Marini es un experto crítico cinematográfico o, para ser más benévolo con él, una persona que sabe mucho de cine, que sabe en serio y que tiene criterio para hacer evaluaciones y críticas de los films. 

La segunda parte aborda lo que bien puede denominarse la “teología de la La pasión de Cristo, pues el autor se detiene en cuestiones que son estrictamente teológicas: el papel central del sufrimiento y de la cruz; la triple identificación de la Última Cena, Calvario, Santa Misa; la Madre corredentora; el papel del pueblo judío y la Resurrección. Y también hay que decir que esta parte tiene un valor especial porque el autor se dedicó durante treinta años a enseñar teología en varias universidades del país. Sabe de lo que habla.

Como ya dije, el libro está ilustrado con un sinnúmero de fotografías, sea de la película, de momentos de la filmación, de obras de arte, etc. Y, además, contiene ¡115! recuadros que explican y añaden detalles interesantes y que, además, están indexados. 

En fin, que se trata de un compañero muy útil para acompañarnos durante esta cuaresma y, en especial, en la Semana Santa. El libro de Pablo Marini no solo informa e ilustra, sino que también enseña y mueve a la piedad.

Puede conseguirse en El Club del libro Cívico (Whatsapp +54 11 5262-5040) y en Editorial Vórtice.


San John Henry Newman, Cuaresma con Newman. Once sermones de cuaresma, Phrónimos. 

Este libro reúne once sermones que San John Henry Newman predicó durante el tiempo de cuaresma mientras fue párroco de St. Mary the Virgin, la iglesia parroquial de Oxford. 

Aunque los sermones fueron predicados en diversos años, todos ellos están tejidos en la espiritualidad propia de Newman, en la que une a los episodios evangélicos su propia experiencia de cristiano, y acompaña así a sus lectores en el camino de la imitación de Jesucristo. 

Un estudiante de la época, Charles Furse, que luego terminó siendo sacerdote católico, relata así la experiencia de escuchar las predicaciones de Newman: "...era como si Newman me practicara una vivisección. Empezaba con los órganos menos vitales, a veces los más alejados, luego atacaba hacia arriba y hacia adentro. [...] Te sentabas, y era todo el tiempo el Buen Samaritano derramado vino en tus heridas -siempre el vino primero, luego el aceite [...]. En más de una ocasión, tras el sermón fui incapaz de entrar en el Hall y me quedé sin cenar" (LD 32, 559).

Quienes se acerquen a estos Sermones de Cuaresma, aunque no puedan gozar de escuchar la voz serena de Newman en sus oídos, podrán escucharlo igualmente a través de la lectura, y la experiencia, probablemente, sea similar a del estudiante Furse.

Se consigue en Amazon, en formato Kindle y soporte papel. 


Claude Barthe, L’Église demain. Pour une vraie réforme, Homme Nouveau, Paris, 2024.

El P. Claude Barthe es un sacerdote e intelectual ampliamente conocido en los círculos tradicionalista por sus escritos (que son muchos), la claridad de sus análisis y diagnósticos y su permanente actividad en favor de la defensa de la tradición católica.

En este, su último libro, el autor considera que a comienzos del siglo XXI, la Iglesia católica de Occidente parece haber perdido fuelle, enfrentada a escándalos y grandes divisiones. Y a partir de este diagnóstico, hace un balance de los diversos intentos de renovación y pide a los obispos que vuelvan a poner en pie a la Iglesia dándole el impulso necesario para que se dedique a predicar los caminos de la salvación.

En los ocho breves capítulos que lo integran, repasa los temas centrales de la Iglesia que deben reformarse, tales como la predicación, la liturgia, el catecismo, la frecuencia de los sacramentos y la formación sacerdotal. Se trata, en el fondo, de una propuesta de reforma anclada en Cristo y no en las políticas y modas del liberalismo, que fueron abrazadas por los obispos luego del Vaticano II.

Para completar la idea del libro, recomiendo ver esta entrevista al P. Barthe.

Se consigue en Amazon.


San Basilio de Cesarea, Consejos a los jóvenes - Carta a un discípulo espiritual, Phrónimos.

En un mundo saturado de información y carente de verdadera orientación espiritual, San Basilio de Cesarea, una de las figuras más influyentes del cristianismo primitivo, nos ofrece en "Consejos a los jóvenes" y "Consejos a un discípulo espiritual" un faro de sabiduría atemporal. Este libro no es solo un conjunto de reflexiones; es una guía práctica para aquellos que desean alimentar su espíritu con la virtud y el conocimiento.

En la primera parte, "Consejos a los jóvenes", San Basilio dirige sus enseñanzas a quienes buscan integrar el conocimiento secular con la fe cristiana. Su mensaje es claro: la educación y la cultura no deben ser rechazadas, sino utilizadas con discernimiento, reteniendo aquello que fortalece el alma y descartando lo que la aparta de la verdad. A través de referencias a la literatura y filosofía clásicas, muestra cómo la formación intelectual puede ser un instrumento poderoso para el crecimiento personal y espiritual. En una era donde los valores parecen diluirse en la relatividad, sus palabras siguen siendo una brújula moral para la juventud y todos aquellos que desean construir una vida sobre cimientos sólidos.

La segunda parte del libro, "Consejos a un dirigido espiritual", nos introduce en la relación entre el guía y el discípulo en el camino de la vida cristiana. Aquí, San Basilio ofrece consejos sobre la obediencia espiritual, el crecimiento en la fe y la importancia de un mentor en el desarrollo del alma. Con una profundidad conmovedora, explica cómo la dirección espiritual no es solo una práctica piadosa, sino una necesidad para quien desea progresar en la vida interior. La humildad, la prudencia y la apertura a la corrección son claves en este camino de perfeccionamiento.

Ambos textos forman un tesoro invaluable para aquellos que buscan una vida de virtud y sabiduría. No es solo un libro para leer, sino un texto para meditar y aplicar. Cualquiera que anhele una guía espiritual, ya sea joven o adulto, encontrará en estas páginas una fuente de inspiración inagotable.

Se consigue en Amazon.


Rubén Peretó Rivas (ed.), Le CIEL sur la terre.Recueil d’études publiées dans les Actes des colloques du Centre International d’Études Liturgiques au XXVe anniversaire de sa fondation, vol. I, Centre International d’Études Liturgiques, Paris, 2023. 

Desde su fundación en 1994, el CIEL (Centre International d’Études Liturgiques) se ha dedicado al estudio riguroso y académico de la liturgia, buscando iluminar los misterios del culto a través de un enfoque que combina tradición y ciencia litúrgica. Este libro, fruto de veinticinco años de congresos internacionales, presenta una selección de artículos clave publicados en los Actas del CIEL, brindando así una perspectiva única sobre la evolución y el significado de la liturgia en la Iglesia contemporánea.

El compendio se abre con un prefacio del cardenal Raymond Leo Burke, quien subraya la importancia de devolver la Liturgia al centro de la vida cristiana, recordando que es mucho más que un simple ritual: es el lugar privilegiado de encuentro entre Dios y el hombre. A través de contribuciones eruditas, el lector es invitado a redescubrir la relación entre el culto, la doctrina y la espiritualidad, un vínculo que a menudo ha sido descuidado en los debates contemporáneos.

En estas páginas figuran grandes nombres de la teología litúrgica: Louis Bouyer, con su reflexión sobre la orientación del altar; Mary Berry, con su estudio sobre la música sacra; Cassian Folsom, explorando los gestos que acompañan la consagración; y Alice von Hildebrand, destacando el vínculo íntimo entre la liturgia y la vida espiritual. A través de estos textos, el lector es llevado a contemplar la belleza y profundidad del rito romano, a comprender sus raíces y a captar su papel central en la transmisión de la fe.

El libro no se limita a un enfoque histórico o teórico, sino que también aborda cuestiones candentes de la actualidad litúrgica. ¿Cuál es el lugar del latín en la liturgia? ¿Ha alcanzado la reforma posconciliar sus objetivos? ¿Cuáles son los principios fundamentales del canto sacro? Estas cuestiones son examinadas con rigor y precisión, proporcionando a los lectores una visión clara y fundamentada sobre los desafíos contemporáneos del culto católico.

Le CIEL sur la terre está dirigido tanto a académicos e investigadores como a fieles deseosos de profundizar en su fe. Constituye un recurso valioso para quienes buscan comprender mejor la riqueza de la liturgia y su papel esencial en la vida cristiana.

Se consigue en Amazon, an ambos formatos.


Rubén Peretó Rivas (ed.), Le CIEL sur la terre II: Recueil d'études prononcées lors de coloques du Centre International d'Études Liturgiques, vol. II, Centre International d’Études Liturgiques, Paris, 2024.

El segundo volumen de Le CIEL sur la terre es una obra que reúne una selección de estudios presentados en los coloquios del Centro Internacional de Estudios Litúrgicos (CIEL), ofreciendo una mirada profunda y rigurosa sobre diversos aspectos de la liturgia católica. Continúa la misión del CIEL al fomentar el estudio académico de la liturgia, abordando temas fundamentales desde una perspectiva histórica y teológica.

A lo largo de sus páginas, el lector encontrará artículos de especialistas que analizan cuestiones esenciales como la evolución histórica de la orientación del altar, la participación de los laicos en la liturgia medieval, la presencia del latín en los ritos occidentales y la teología del sacrificio en la obra de Martín Lutero. Entre los colaboradores destacan personalidades reconocidas como Claude Barthe, Brunero Gherardini, Emmanuel de Butler y Marcel Perès, quienes aportan investigaciones documentadas y reflexiones profundas sobre la tradición litúrgica.

Uno de los temas centrales de la obra es el estudio del versus populum, es decir, la orientación del celebrante en la Misa y su evolución desde la Antigüedad hasta el siglo XX. Se analiza cómo la arquitectura de las iglesias y las reformas litúrgicas han influido en la práctica celebrativa, desmontando algunos mitos sobre la supuesta "recuperación" de una práctica primitiva. También se profundiza en el simbolismo del altar como centro del sacrificio eucarístico, con referencias a los Padres de la Iglesia y a los principales tratados litúrgicos.

Otro aspecto clave del volumen es el papel de la lengua litúrgica, con un análisis sobre la primacía del latín en la tradición occidental y las consecuencias de su desaparición en la liturgia moderna. Asimismo, se estudia el impacto de la Reforma protestante en la concepción del sacrificio eucarístico y las respuestas doctrinales del Concilio de Trento.

Más que una simple contribución académica al estudio de la liturgia, este libro es una invitación a reflexionar sobre la importancia de preservar la riqueza simbólica, teológica y espiritual del culto católico. Para historiadores, teólogos, clérigos y seglares interesados en la liturgia, el libro constituye una obra de referencia indispensable para comprender los debates actuales sobre la reforma litúrgica y la continuidad de la tradición.

Se consigue en Amazon, en ambos formatos. 


Rubén Peretó Rivas (ed.), Le CIEL sur la terre. Recueil d’études prononcées lors de colloques du Centre International d’Études Liturgiques, vol. III, Centre International d’Études Liturgiques, Paris, 2025.

El tercer volumen de Le CIEL sur la terre reúne una colección de estudios litúrgicos presentados en los coloquios organizados por el Centro Internacional de Estudios Litúrgicos (CIEL), una institución de referencia en el ámbito de la liturgia católica. Precedido por un prólogo del Cardenal Robert Sarah, este volumen continúa la tradición de una reflexión profunda y académica sobre la liturgia, su desarrollo histórico y su significado teológico.

A lo largo de sus páginas, el lector encontrará una diversidad de enfoques y análisis que abordan la liturgia desde una perspectiva histórica, teológica y canónica. Destacadas figuras del mundo académico y eclesiástico contribuyen a esta obra con estudios rigurosos que exploran la evolución de la liturgia y su importancia en la vida de la Iglesia.

Uno de los ejes principales de este volumen es la concelebración litúrgica, estudiada desde diferentes ángulos, incluyendo su desarrollo en la Iglesia primitiva, su evolución en el rito romano y los debates contemporáneos sobre su significado y aplicación. 

- El padre Claude Barthe presenta un análisis detallado sobre la “concelebración” del Jueves Santo en la tradición litúrgica lionesa, destacando su conexión con las antiguas prácticas romanas.  

- El Canónigo Stéphane Drillon, por su parte, examina esta práctica desde la óptica del derecho canónico, evaluando su desarrollo en los distintos códigos jurídicos de la Iglesia.

Además, el libro incluye estudios sobre:

- La participación de los fieles en la liturgia y su evolución en la historia eclesiástica.

- La teología del sacerdocio y su relación con la celebración litúrgica.

- La transformación de los ritos litúrgicos a lo largo del tiempo.

Entre los autores que contribuyen a este volumen, destacan:

- Dom Gérard Calvet, quien ofrece una meditación sobre la importancia de la liturgia en la vida espiritual de los fieles.

- Manfred Hauke, que profundiza en el vínculo entre la teología del sacrificio eucarístico y la concélebración.

El volumen también incorpora una valiosa aportación del P. Michael Shami, sacerdote de rito maronita, quien presenta un estudio detallado sobre la concelebración en la tradición maronita, destacando la diversidad de enfoques litúrgicos dentro de la Iglesia católica.

Por otro lado, el historiador del arte Ángel Pazos López examina el papel del altar en la iconografía medieval a través de varias imágenes, ofreciendo una perspectiva enriquecedora sobre la evolución del espacio litúrgico a lo largo de los siglos.

La obra se enriquece con la contribución del Cardenal Walter Brandmüller, quien analiza el papel de la predicación en la Iglesia y la relación entre el ministerio sacerdotal y la enseñanza de la fe. Asimismo, el renombrado filósofo Wolfgang Waldstein ofrece un estudio profundo sobre la reforma litúrgica postconciliar, evaluando sus repercusiones en la práctica y teología de la liturgia.

Se consigue sólo en formato físico, en Amazon.

Anonimato

 


En menos de dos meses, este blog cumplirá dieciocho años de vida, en los que hemos tratado muy diversos temas. Y uno de ellos fue la cuestión del anonimato, sea del autor o autores, sea de los comentaristas. Es que en sus comienzos, habían algunos lectores que berreaban porque pretendían que todos los escritos, necesariamente, estuvieran firmados por el autor, so pena de cobardía, bajeza y no sé cuántas cosas más. No tengo duda que algunos de ellos lo hacían, por supuesto, porque les fascina ver su propio nombre estampado al final de unas cuartillas, pero en otros muchos el motivo era honesto aunque, en mi opinión, discutible. Y sobre la cuestión no entretuvimos con aportes valiosísimos de amigos tan queridos como Jorge Ferro o Jack Tollers.

Hace pocos días el tema resurgió en un comentario y, por eso mismo, me pareció oportuno sintetizar las conveniencias que veo en que ciertos blogs mantengan a autores y comentadores en el anonimato. 


1. Protección contra represalias

Como escribió hace varios años Ludovicus en el blog, “la religión es cosa muy peligrosa”. Todos conocemos a personas a las que el “exceso de religión” les hizo hervir el cerebro; es decir, la falta de prudencia y de religión en cuanto virtud, hizo de ellos fanáticos. Y los fanáticos son peligrosos; suelen entender mal las cosas, carecen de analogía y son capaces de cualquier locura. Y quedarían muy feliz de haberse batido por la religión. Por eso mismo, y porque no tengo ganas de morir en manos de un loco, es que prefiero el anonimato: me permite compartir mis ides sin miedo a represalias.


2. Libertad de expresión sin censura

El anonimato de los comentadores, por ejemplo, permite que muchos sacerdotes y obispos, o que muchos profesores de universidades católicas, puedan comentar y enriquecer la discusión. No lo harían si tuvieran que dar sus nombres, no porque sean cobardes, sino porque serían inmediatamente castigados por sus superiores. La discusión de temas políticamente o eclesialmente incorrectos en buena medida puede darse merced al anonimato de los involucrados en ella.


3. Enfoque en las ideas y no en la persona

Al no estar ligado a una identidad específica, el contenido del blog se juzga por sus argumentos y razonamientos, no por la reputación, el estatus o los antecedentes del autor. Los católicos, de entre los muchos defectos que tenemos, es el de mirar primero la firma y después leer el artículo, no leerlo. Recuerdo el comentario de un lector de hace algún tiempo: “Cuando veo que usted publica algo de Bouyer o de Newman, directamente no leo el artículo”.


4. Protección de la privacidad personal

En la era digital, revelar la identidad en línea puede exponer a una persona a ataques personales, doxxing (revelación de datos privados), acoso o incluso amenazas físicas. Mantener el anonimato protege la privacidad del autor y de su entorno.


5. Evitar presiones laborales o académicas

En ciertos entornos profesionales o académicos, expresar opiniones contrarias a la corriente dominante puede poner en riesgo la carrera del autor. Un blog anónimo permite compartir reflexiones sin comprometer su posición laboral o académica. Y esto no es cobardía; es prudencia lisa y llana.


6. Permitir la denuncia y el testimonio

Los blogs pueden funcionar ocasionalmente como espacios para denuncias o testimonios de situaciones que no pueden ser expuestas públicamente sin consecuencias. Esto es especialmente relevante en temas de corrupción, abuso de poder o injusticias institucionales, todos ellos de frecuente ocurrencia en la Iglesia.


7. Facilitar la experimentación intelectual

El anonimato brinda libertad para explorar ideas sin temor a ser etiquetado de manera permanente. Permite a los autores discutir distintas posturas sin que su nombre quede asociado a una opinión específica para siempre. 


8. Seguridad en regímenes autoritarios, como el de la Iglesia católica

En como la Iglesia, el anonimato es una condición necesaria para cualquier tipo de crítica o disidencia, más allá de las declamaciones de sinodalidad. Blogs anónimos pueden ser la única forma de desafiar narrativas oficiales sin poner en riesgo al autor, especialmente cuando se trata de clérigos.


9. Evitar el culto a la personalidad

En algunos casos, el anonimato evita que el autor se convierta en el centro de atención en lugar de sus ideas. Esto es particularmente útil cuando el objetivo es fomentar la discusión y el pensamiento crítico sin la influencia de la fama o el prestigio. Y es un modo muy práctico de ascesis para evitar la vanidad.


10. Porque así lo hicieron muchos maestros

En la historia, muchos personajes optaron por el anonimato o por el uso de pseudónimos para escribir sus obras. El primero que aparece en la memoria es el Pseudo Dionisio Areopagita, que tanta influencia ejerció en la teología y la espiritualidad cristiana y, para mantenernos en la época patrística, podemos continuar con el Pseudo-Agustín o el Pseudo-Crisóstomo. Si nos venimos más acá en el tiempo, Sören Kierkegaard escribió con pseudónimos y también lo hizo su admirador, el P. Leonardos Castellani. San John Henry Newman escribió anónimamente la mayor parte de los tractos que constituyeron el Movimiento de Oxford y el autor de Relatos de un peregrino ruso tampoco firmó su obra. No creo yo que a estos personajes y maestros podamos tacharlos de cobardes y viles por no haber estampado al menos sus iniciales en su escritos.

jueves, 20 de febrero de 2025

Admitido: Mons. Carlos Dominguez denunciado como abusador

 


Y la noticia reproducida por varios portales: Infovaticana, The Pillar, Infocatólica, ACI Prensa, Clarín, La Nación, Infobae.

El padre Polo y sus amigos

 


El padre Polo es un desdichado. Sus amigos lo saben y, algunos, muy pocos tratan de ayudarlo. 

Pero, ¿quién es el P. Polo? Es un personaje que aparece en Tormento, una de las novelas de Benito Pérez Galdós. Se trata de un sacerdote que no ha tenido una vida fácil en lo que hoy llamaríamos “su ministerio” y que, para colmo, se ha liado con una señorita huérfana, muy joven, de la que había sido generoso benefactor. Ella no ha querido saber de sus amores y él ha quedado deprimido y sin ganas de seguir ya con su sacerdocio, semicolgando la sotana. 

La historia que se entrelaza dentro de la novela es frecuente en muchas de las obras del gran Pérez Galdós, que no ocultaba su anticlericalismo. Y “amigos” literarios del P. Polo pueden ser el canónigo Fermín de Pas, protagonista de La regenta, de Leopoldo Alas, o don Amaro Viera, protagonista de El crimen del padre Amaro de José María Eça de Queirós, Y podríamos seguir sumando nombres de clérigos que aparecen en las obras de autores españoles y portugueses de la segunda mitad del siglo XIX cuyo denominador común fue su rechazo a la Iglesia y a sus ministros. Y, consecuentemente, trataron de pintar a éstos con rasgos negativos, enfatizando defectos conocidos e imaginando otros. 

Sin embargo, constatamos con estupor que ni siquiera la imaginación de novelistas talentosos como los mencionados fue suficiente para idear lo que estamos viviendo en el siglo XXI. Sus curas son casi inocentes e ingenuos adolescentes comparado con los que estamos viendo en nuestras épocas. ¿Habría podido imaginar Pérez Galdós que un sacerdote pornógrafo, por decir lo menos, sería encumbrado como prefecto de Doctrina de la Fe? ¿Se habría animado a pensar en un monstruo como McCarrick, abusador serial de seminaristas y sacerdotes durante décadas? ¿O en Gustavo Zanchetta, abusador de sus propios seminaristas? ¿O Carlos Domínguez, protagonista de espectáculos obscenos ofrecidos a jóvenes de parroquia? No lo creo. Dicho de otra manera, todos estos autores, a los que muchos de nosotros, cuando los estudiamos, les agarramos tirria, se quedaron cortos, muy cortos. 

Y a pesar de su opinión sobre los clérigos, el creador del padre Pedro Polo fue capaz de idear los consuelos y consejos que al pobre cura le daba su amigo, don Juan Manuel Nones. Y vale la pena consignarlos porque, en los tiempos que corren, me parece que mal no le van a venir a unos cuantos curas que andan de capa caída y atormentados por los demonios. Y a muchos seglares también.


«Dos males veo en ti: el pecado enorme y la enfermedad del ánimo que has contraído por él. El uno daña la conciencia, el otro la salud. A entrambos hay que atacar con medicina fuerte y sencilla. Sí, Perico, sí (voz alta y robusta) es indispensable cortar por lo sano, buscar el daño en su raíz, y ¡zas!… echarlo fuera. Si no, estás perdido. ¿Que esto te dará un gran dolor?… (voz aflautada y blanda). Pues no hay más remedio que sufrirlo. Luego vendrán los días a cicatrizarte, los días, sí, que pasarán uno tras otro sus dedos suaves y amorosos, y cada uno te quitará un poco de dolor, hasta que se te cierre la herida. Si tienes miedo y en vez de cortar por lo sano quieres curarte con cataplasmas, el mal te vencerá, llegarás a convertirte en una bestia, y serás el escándalo de la sociedad y de nuestra clase.

  »Porque mira tú (voz insinuante), esas cosas, si bien se las mira, son niñerías para el que tenga un poco de fuerza de voluntad y aprenda a dominarse. Sucumbir a una borrasca de esas es vergonzoso para cualquiera, y más aún para quien lleva encima siete varas de merino negro.

  Y no hay aquello de decir (voz alta y estrepitosa), llevándose las manos a la cabeza: '¡Dios mío, qué desgraciado soy! ¡Cómo erré la vocación!…'.

  Pues haberlo pensado antes, porque harto se sabe (voz muy familiar) que en este nuestro estado no hay que pensar en boberías. ¡A dónde iríamos a parar si el Sacramento se pudiera romper cuando se le antoja a un boquirrubio, y volver al mundo y dale con hoy digo misa y mañana me caso!… Nada, nada; al que le toca la china se tiene que aguantar. Es lo mismo que cuando se pone a clamar al cielo uno que se ha casado mal: 'Pues amigo, qué quiere usted… hubiéralo pensado antes…'. ¿Y los que después de elegir una profesión encuentran que no les va bien en ella? El mundo está lleno de equivocaciones. Pues si acertáramos siempre, seríamos ángeles. Lo que yo digo; al que le toca la china (voz sumamente pedestre y familiar), no tiene más remedio que rascarse y aguantar. Con que amigo, fastidiarse, resignarse, y volverse a fastidiar y a resignar».

  Dijo esto enfáticamente, acompañando el gesto a la palabra. Después, inspirándose con otro par de chupadas, prosiguió su sermón: «Aquí estamos dos amigos uno frente a otro. Hablemos de hombre a hombre primero. Hay cosas que parecen dificilillas y peliagudas cuando no se las mira de cerca, hay sacrificios que parecen imposibles cuando no se prueba a hacerlos. Pero cuando una voluntad resuelta apechuga con ellos se ve que no son un arco de iglesia. Amigo (voz terrible), batallas más bravas y espantosas que las que te aconsejo han ganado otros. ¿Y cómo? Con paciencia, nada más que con paciencia. Esta virtud se cultiva, como todas, con auxilio de la fe y de la razón. Y tú puedes volver sobre ti mismo y decir: 'Pues hombre, yo estoy faltando, pero faltando gravemente. Yo tengo que mirar por mi decoro, por mi salud, por mi salvación; yo no soy un chiquillo'. Créeme, una vez que hagas propósito de vencerte, llamando en tu auxilio a Dios y ayudándote de tu entendimiento, empezarás a sentir fuerzas para la gran obra y esas fuerzas crecerán como la espuma. En eso, como en lo contrario, hijito, todo es empezar. Luego que digas 'esto se acabó' (voz formidable), si lo dices con propósito valiente, verás cómo cada día te nace en el alma una nueva ligadura con que atarte, y vas poco a poco sujetando las innúmeras extremidades de la bestia que te patalea en las entrañas. Y no te digo que te des disciplinazos ni que te abras las carnes, no. Esto es bobería. Confíate a la fe, a la voluntad y al tiempo.

  »¡Ah!, ¡el tiempo! (voz patética.) ¡No sabes bien los milagros que hace este caballerito! Y con los que coge talludos como tú, hace mejores y más radicales curas. Porque no vengas echándotelas de pollo (voz festiva…) No tienes canas; pero el día menos pensado te llenas de ellas, y vendrá este achaque, luego el otro; hoy se cae un diente, mañana la mitad del pelo; que hoy el reuma, que mañana el estómago… Y estas, amiguito, son las farmacias que usa el gran médico. Las enfermedades del cuerpo son las medicinas de los males de la mocedad en el espíritu. Te lo dice quien ha visto mucho mundo y chubascos más grandes que el tuyo y trapisondas más horrorosas. Resumiendo mi consejo, amigo Perico, oye mi receta: Primero cortar por lo sano, sacrificio completo, extirpación de la maleza en su origen; después horas, días, meses, el agua tibia del tiempo, amigo querido. Cuando pasen algunos años, todo habrá terminado, y te encontrarás con que ha caído sobre tu cabeza la bendición de Dios, esta lluvia blanca, esta nevada que todo lo tapa, emblema del olvido y de la paz».


Benito Pérez Galdós, Tormento, cap. XVIII.

lunes, 17 de febrero de 2025

Ya basta. Bala y plomo eclesiales


 

La situación la venimos arrastrando desde hace décadas pero cada vez se hace más acuciante. ¿Cómo es posible que en la Iglesia hayamos llegado al nivel en el que nos encontramos? ¿Cómo es posible que con frecuencia casi semanal se destapen escándalos en los que están involucrados sacerdotes y obispos, relacionados con el abuso sexual, en la gran mayoría de los casos con personas de su mismo sexo? Aunque sea un tema que lo hemos tratado ya varias veces en el blog, es necesario volver sobre él y discutir algunos puntos.

1. No estamos hablando por supuesto de caídas ocasionales. Todos somos hijos de Adán y el pecado original nos afecta a todos. Por lo que cualquiera puede tener caídas, aún cuando sea sacerdote u obispo. Ver la cosa de otro modo sería adquirir una postura farisaica.

Pero hay un elemento a tener en cuenta. Santo Tomás enseña que los obispos deben estar en “estado de perfección”. Es decir, no deberían tener siquiera caídas ocasionales. La teología moral francisquista, en cambio, dice que ese es el ideal y que la cosa consiste en caminar hacia ese ideal, aunque no se lo posea en acto en el día mismo de la consagración episcopal. Que cada cristiano elija la opción que más le convenza.

2. Hay una cuestión de antropología básica. Quien dice: “Hoy voy a refocilarme con mi chofer”, u “Hoy voy a manosear a un par de seminaristas”, u “Hoy me voy a desnudar con algunos jovencitos”, no tiene caídas ocasionales; tiene hábitos arraigados, y muy arraigados, contrarios a la virtud de la castidad. Es decir, no es casto. Y quien no tiene la virtud de la castidad, entendida como continencia perfecta, fuertemente arraigada, no puede ser sacerdote de rito romano, y tampoco obispo en ninguno de los ritos de la Iglesia católica. Un sacerdote o un obispo tiene que procurar estar a la altura de su ministerio, y si no lo está, rechazar el nombramiento y, si ya lo aceptó y ve que no alcanza esa altura, irse. Pongamos un ejemplo: soy medio chicato y me designan chofer de la seguridad presidencial: debería rechazar el nombramiento. Supongamos que me dicen que el presidente me quiere así como soy, que poco a poco lograré mejorar la visión, que estamos en camino de ver, etc.. Entonces debo procurar ver lo mejor posible o comprarme unos anteojos. Pero si mi visión no mejora, debo renunciar porque, conmigo al volante, morirán todos los que van en el coche. Y no vengan con que estas son posturas rígidas, que por tolerar posturas fláccidas, desde Juan Pablo II a esta parte, así nos ha ido.

3. Si un sacerdote u obispo procede de esa manera, según los ejemplos —reales—, que mencioné en el punto anterior, resulta claro que su vida está planificada sobre la hipocresía y la mentira. Si planea con anticipación de días o meses, el modo de ganar la confianza de algunos muchachitos para abusar de ellos, o ahorra para unas vacaciones nudistas, ese consagrado vive en estado permanente de pecado mortal, y aún así, celebra y recibe los sacramentos, cometiendo diariamente sacrilegios espantosos. Y frente a esto no hay muchas opciones: o es un esquizofrénico, o perdió la fe católica fabricándose una fe propia con todas las flaccideces y acomodamientos que le convienen, o es un cínico que simplemente dejó de creer y se sirve de los bienes, y de los jóvenes, que le provee la Iglesia para llevar una vida cómoda.

4. Este tipo de personajes, en los últimos tiempos, se han convertido en plaga dentro de la Iglesia. No es necesario mencionar aquí los casos que todos conocemos. Contentemonos con recordar al obispo Gustavo Zanchetta, abusador de seminaristas (¿regresó de Roma o continúa prófugo y protegido por Bergoglio?) o el ex- sacerdote Christian Gramlich, abusador de menores. ¿Cómo ha sido posible que los tales hayan llegado a la ordenación sacerdotal y, aún más, a la consagración episcopal? Muy sencillo: porque muchos que los rodeaban callaron e, incluso, encubrieron. Si, como hemos dicho, un obispo abusador lo es porque posee hábitos o vicios de ese tipo, lo más probable es que los tuviera también mientras era sacerdote. Y no resulta creíble que nadie supiera nada de sus conductas depravadas (esa situación es privilegio sólo del cardenal Kevin Farrell, que vivió durante décadas en la misma casa de McCarrick, y nunca vio nada…), y los que sabían no hablaron. 

5. Es ineludible afirmar lo evidente: aquí hay un último culpable, y ese es el Papa Francisco, que es quien elige a los obispos. Muchos dirán que hay miles de obispos en el mundo y siempre se le puede pasar alguno. Pues para eso están los nuncios, para hacer una prolija labor de investigación de los candidatos. Y si no la hacen con el cuidado necesario, deberían ser expulsados. 

Sin embargo, se sabe que para Argentina, a los obispos los elige directamente Bergoglio, sin intervención alguna de la nunciatura, ni consejo de la Conferencia Episcopal ni del clero. Mons. Carlos Domínguez, por ejemplo, fue provincial de su orden, los agustinos recoletos, con sede en Buenos Aires, y allí conoció al cardenal Bergoglio, y le cayó simpático. Y el pontífice, en algún momento de 2019, se acordó de él y decidió hacerlo obispo. Este es el modo en el cual se maneja el Santo Padre: su criterio de elección es su capricho. Los resultados están a la vista; los escándalos explotan a montones. Recordemos nomás lo ocurrido hace pocos meses con Mons. Mestre en La Plata, y con la sede de Mar del Plata.

6. Algunos sacerdotes, a los que caritativamente calificaré de ingenuos porque el epíteto que les corresponde es otro, opinan que estos casos deben ocultarse, y por dos motivos: el dolor de las víctimas de los abusadores y el bien de la Iglesia. Sacarlos a luz es signo evidente —dicen— de poco amor a la Iglesia. Son argumentos que atrasan 40 años; quizás en el juanpablismo podían esgrimirse; ahora ya no se puede porque los resultados de esa política los seguimos sufriendo.

7. El dolor de las víctimas es real y merece el mayor respeto y discreción. Sin embargo, cualquier persona más o menos informada sabe que una de las condiciones fundamentales para paliar ese dolor y curar esas heridas, es que el culpable sea juzgado y castigado. Y sabemos que los jerarcas de la Iglesia tienden indefectiblemente al encubrimiento en estos casos; sabrán ellos por qué lo hacen. Por tanto, es función de los seglares, a partir de información fidedigna y de fuentes cruzadas, sacar a la luz los escándalos procurando siempre proteger a las víctimas. Es el único modo —e insisto—, el único modo de forzar a los obispos a que castiguen a los culpables. Y, nuevamente, hay una riada de casos para mencionar. Apelo al último: el del ex-sacerdote Ariel Principi. Si no hubiese sido por la presión de los medios, su castigo por abusar de menores habría sido poco más que una mera reprimenda. 

8. El argumento de buscar el bien de la Iglesia resulta nuevamente de una tierna ingenuidad propia de una viejecita del siglo XIX. Cuando a partir de los ’70 los casos de escándalos y abusos sexuales comenzaron a estallar en la Iglesia, la práctica fue ocultar todo, desentenderse de las víctimas y trasladar al culpable a otra diócesis. Esta política, hay que decirlo, es la que siguió a rajatabla Juan Pablo II. El prestigio de la Iglesia estaba por encima de la justicia. Y así se logró que los abusadores dejaran un tendal de víctimas, confiados en la omertá  que los protegía. El único modo de curar esta enorme infección que padece el cuerpo de la Iglesia, y que amenaza con convertirse en septicemia, es exponer el pus y eliminarlo. Los casos de abusos, aunque sean terriblemente dolorosos no solamente para las víctimas y sus familias, sino para todos los católicos que se toman su vida de fe en serio, deben ser sacados a la luz —preservando, insisto, la identidad de las víctimas—, los culpables juzgados y severamente castigados. Los cancilleres diocesanos y demás sacerdotes con responsabilidad que intentan convencer a los abusados de que, por amor a la Iglesia, callen, en realidad están condenándolos a no sanar jamás, están impidiendo que se haga justicia (parece que a esta virtud no la tienen muy en cuenta los curiales) y están provocando que la infección continúe corroyendo las entrañas mismas de la Iglesia.


En la Edad Media, se recurría en estos casos al ritual de execración de obispos. Era una ceremonia solemne utilizada para la deposición de un obispo caído en herejía, cisma o graves delitos, como el abuso sexual. Generalmente incluía los siguientes pasos:

1. Juicio eclesiástico: Antes de la ceremonia pública, se realizaba un juicio canónico en el que se examinaban las acusaciones. Si el obispo era hallado culpable, se procedía a su condena formal.

2. Despojo de los ornamentos episcopales: Durante la ceremonia, el obispo era llevado ante un concilio o sínodo y se le despojaba de sus insignias episcopales (mitra, báculo, anillo, capa pluvial, etc.). Este gesto simbolizaba su pérdida de autoridad espiritual.

3. Pronunciación de la maldición o anatema: Se leía en voz alta la sentencia de excomunión o deposición, a menudo en forma de una fórmula ritual que invocaba la condena divina.

4. Extinción simbólica de su dignidad: En algunos casos, se apagaban cirios o lámparas, simbolizando que el obispo era expulsado de la luz de la Iglesia. Se podía arrojar su anillo episcopal al suelo y pisotearlo, mostrando la ruptura de su unión con la Iglesia.

5. Expulsión de la Iglesia: El obispo condenado era formalmente expulsado del lugar sagrado. A veces, los asistentes sacudían el polvo de sus pies en señal de desprecio y ruptura total.

6. Entrega a la autoridad secular (si correspondía): En los casos más graves, el obispo podía ser entregado al poder civil, lo que en la práctica significaba el riesgo de prisión o ejecución.

No hay esperanza alguna de que en el misericordioso pontificado de Francisco este ritual sea restaurado. Por eso mismo, exigimos tolerancia cero para todos aquellos ministros del culto cuyo delito canónico haya sido probado. Bala y plomo eclesiales, es decir, expulsión del estado clerical y, si hay contumacia, excomunión.