Jack Tollers me envió el sábado pasado una larga y aplastante respuesta a los desmanes monásticos de nuestro apreciado Athonita, del que buena cuenta han dado Ludovicus y Lupus. Retrasé la publicación de la respuesta esperando que se agotaran los comentarios de la entrada anterior lo cual, claro está, no ha sucedido. No es justo, entonces, retener la respuesta de Lord Tollers cuando el Athonita ya ha respondido (?) con varios comentarios.
Fue hace cosa de quince años, y nos agarró de sorpresa. Eramos más jóvenes, sabíamos menos de la vida, habíamos sido mal enseñados, nos faltaban lecturas y reflexión, algún maestro que nos hiciera ver esto y aquello, y por falta de atención o distraídos por el combate contra los progres, la secularización de la sociedad, Alfonsín y el destape, la ley del divorcio o la revista Humor, al principio no nos dimos cuenta.
Trabajábamos como en una iglesia, quizá con espíritu eclesial. Poníamos todo en común. Como quiere San Pablo, “en un solo cuerpo, y no todos los miembros con la misma función [...] Con dones diferentes conforme a la gracia que nos fue dada” (Rom. XII:4,6). Eramos amigos, poníamos todo en común. No sólo las canciones, el mate y el asado. Aprendimos a cantar Gregoriano (un poco, bastante bien). También compartimos dudas, perplejidades, tentaciones y desalientos. Según recuerdo, se hablaba mucho, se movían cuestiones, se discutía todo. Había buen humor, risas y ayunos, vinos y bromas. Nos empeñábamos especialmente en la formación, en la iniciación de nuestros hijos en los misterios. Charlas, retiros, campamentos, clases. También hubo muchísimas peleas, cómo no. Que es el reverso de la corrección fraterna. Y reconciliaciones, y misas y rosarios en común. Mientras duró, estuvo bueno.
Pero una noche apareció el enemigo y sembró cizaña, que como sabemos, se parece mucho al trigo. Como que sacar a un pibe o a una niña buenos se parece mucho a sacarlos curas o monjas. Y al principio, sonsos de nos, no nos dimos cuenta. Que algunos de entre los nuestros habían comenzado a melonear a los chicos. O dejar que otros los meloneen. Después hubo una pequeña guerra entre Aguer y Buela, a ver quién se quedaba con más rehenes. Y ganó, otra vez, Buela. Y Aguer, teléfonito rojo de por medio, terminó ordenando en La Plata a los pibes de Buela. Fue una verdadera desgracia. Y lo sigue siendo. Porque los del bando clerical se abrieron, dejaron de oír razones, se enojaron y no quisieron hablar más con nosotros. Y ahora, quince años después, los resultados están a la vista. Ellos ganaron: tienen enorme cantidad de “vocaciones”. Nosotros, (entiéndase bien, como ellos lo entienden mal) ninguna. Por ahora, por lo menos. De sus filas¾¾de entre sus hijos¾¾salieron muchos, muchísimos, clérigos y religiosos, y monjas y misioneros y no sé qué más. De las nuestras, por ahora, ninguno. De manera que, como digo, en sus propios términos, ganaron. Como todos sabemos, Buela siempre gana, es un ganador.
Pero si nosotros perdimos... ¡mi Dios! ¡Cómo perdieron esos chicos y chicas! Y ahora que pasa el tiempo, y el tiempo comienza a darnos la razón, ay, no la querríamos tener. Los más grandes rondan ahora los treinta de edad y... dispénseme de poner ejemplo, que usted bien ha de saber a qué me refiero. Ha llegado a mis oídos la reflexión de un bueludo: “¡Qué desastre! Ahora van a usar este caso en contra nuestra”. El caso es tremendo. (Pero no, señores bueludos, no vamos a “usar” nada. No estamos acostumbrados a “usar” cosas así). Que si le pasara a alguno de nuestros hijos lo que les ha pasado y pasa a los hijos de ellos... no sé. Me resulta inimaginable. Nuestros hijos no son santos, qué va. Pero son bastante sanos. No siempre van a Misa, pero a veces se ríen. No siempre se portan bien, pero a veces sí (y nadie lo ve, excepto el Padre que ve en lo secreto). Estaría bueno que rezaran un poco más, chuparan un poco menos (¡je! mirá quien habla), leyesen un poco más, se tomaran la vida más en serio, hicieran alguna que otra penitencia, se interesan un poquitito más en las cuestiones religiosas, litúrgicas, devocionales, etc...
Pero si lo hacen, alguna vez, si alguna vez se toman la religión en serio, que sea en serio. Y que la decisión sea de ellos. Y que no alteren ni una iod del Evangelio, y que no se dejen engatusar por el catolicismo paródico que es la peor peste del mundo y que una vez contraída, según mi experiencia, difícilmente tiene remedio (el proceso de deskukuficación es largo y penoso).
Nuestros hijos en cambio, por mucho que se porten mal, por lejos que se aparten de Dios (como el hijo pródigo), por mucho que tropiezen, siempre tienen dónde volver, a quién acudir, qué leer, qué sacramentos frecuentar y cómo y con qué disposiciones. Tienen a quién pedir consejo, tienen la posibilidad, real, de convertirse. Si la religión en ellos no hecho demasiada mella, por lo menos cuentan con una religión sin mella.
¿Es tan difícil entender lo que digo?
Castellani ha dicho bien que resulta muy difícil pegarle a lo paródico sin lastimar lo parodiado. En efecto. Y es lo que he tratado de hacer con esta “Llamada de emergencia”. Claro que para su recta inteligencia es preciso contar con una ingeligencia recta. Y rectificar la intención. Como dice Santo Tomás, “así como uno se determina respecto del fin, así juzga de todas las cosas” (dispénseme de decir dónde, y, si no lo toma a mal, no me vuelva a atribuir la invención de citas).
Se verá el énfasis de cada cosa que se dice en función del fin. El fin era impedir que al hijo de Josesito le embromaran la vida y que hicieran de él un infeliz. El fin era protegerlo de una mafia de forajidos que sólo se fijan en él como un número, como un candidato a engrosar sus cuantiosas¾¾y cada vez más cuantiosas¾¾filas. El fin era la caridad de la verdad, concretada en el hijo de Josesito. No escribí una sola línea sin tener eso en mente. Y así juzgué cómo y dónde poner el énfasis. No se podía decir todo. Nunca se puede decir todo. Además, el Papá de Josesito era muy básico, y no se le podía pedir tanto. Así que me limité a lo más elemental, dicho de la manera más elemental posible. Y luego de haberlo escrito, cosa de diez años atrás, lo circulé entre varios amigos que me dijeron unánimemente que no le haga llegar ese diálogo, que no había la menor posibilidad de que lo entendiera. (Aquí pondría lo que le pasó a Josesito luego, pero duele demasiado y no diré nada. A ver si todavía me atribuyen el “uso” de otro caso en contra de su orga). Diez años después encontré en mi archivo el escrito y se lo mandé a Wanderer, considerándolo ahora (después de todo lo que pasó) oportunísimo. Para que otros no corran la suerte de Josesito.
Lo que nunca pensé es que el Athonita no lo entendiera.
Con eso en mente, vamos a la primera observación y las 7 puntualizaciones, pues.
Y antes que nada, observo que deberían leer con atención, él, el Athonita y Natalio Ruiz. Entre leer bien y mal hay una diferencia esencial, no de grado. En ningún lado digo que la diferencia entre el sacerdote y el laico no es esencial. Reproduzco la frase, por si acaso: “Algunos tienen las condiciones para desempeñar ese ministerio en su plenitud, otros en grados menores”. ¿De dónde sacaron que digo que la diferencia no es esencial? Porque, hagan sus deberes señores, en todos los lugares en que se habla del sacerdocio común de los fieles, invariablemente se dice que la diferencia entre el sacerdocio del ordenado y el que no lo está es esencial, no sólo de grado.
Cuando “sólo” lleva acento va en lugar de solamente. Y “no solamente de grado” implica “también de grado”. De lo otro, no hablé, no venía a cuento. (Para el caso, ¿creen que esoy a favor de la ordenación de mujeres también? En tren de atribuirme cosas, ¿por qué no? Pues bien, Tomás trata la cuestión y, surprise, surprise, el muy machista dice que no se les puede conferir esta sacramento, por una cuestión de grado¾¾S. Th. III, q. XXXIX, a. 1, Respondeo).
Pero hablemos un segundo de este asunto, ya que estamos. Un amigo mío de los tiempos de colegio se ordenó sacerdote y eligió como lema¾¾aquel que se pone en la estampa recordatoria¾¾una frase del Kempis: “A los sacerdotes se les da lo que ni a los ángeles”. Conociendo a mi amigo y sabiendo perfectamente por qué había elegido esa frase para conmemorar su condición sacerdotal, después de la ceremonia de ordenación, le comenté a otro compañero de colegio que mi amigo no duraría mucho. No era difícil profetizarlo. Y duró menos de seis años. (¡Ya sé, ya sé! Aunque sea sacerdote para siempre).
*
Lefebristas, kukús de toda laya y no sé cuantos más, objetan la doctrina del sacerdocio común de los fieles que a su gusto, les suena a heterodoxa. Y a fé mía, para la fe que tienen ellos, sin duda que lo es. Constituye una de las mejores cosas de Vaticano II (que tiene muchas deficiencias también), y Coulson y Bouyer y Galot y no sé cuántos más han demostrado que la fuente de esa idea está en Newman. Sobre todo por su brulote “On Consulting the faithful” que a él tanto le costó y que el P. Baliña ha traducido y prologado brillantemente no hace tanto (está editado por Vórtice con el título de “Los fieles y la tradición”). Es la fuente de todos los incisivos alegatos que se sucedieron contra el clericalismo, comenzando con la carta abierta de Bruckberger y que culminan con “Religiosos y clérigos contra Dios” de Louis Bouyer.
El Athonita (su Jefe también) harían bien en fijarse, ché, porque entre otras cosas involucra su propia concepción del sacerdocio. La cuestión del celibato, por ejemplo, o la litúrgica, de veras, créase o no.
La cuestión del celibato enfatiza a los gritos que no cualquiera puede ser cura (aquí remito a la “Sacerdotalis Caelibatus”, una de las pocas cosas dignas firmada por Paulo VI. El nº 52 comienza con la interesante afirmación de que “El leal conocimiento de las dificultades reales del celibato es muy útil; más aún, es necesario para el sacerdote... etc. etc.). El celibato subraya como ninguna otra cosa podría hacerlo que el Sacramento del Orden no es para llevar y traer a la ligera, que no es para cualquiera y que, también, es para todo el que, debidamente ilustrado, y con las condiciones debidas, se le anime.
Por ejemplo, yo no me animé.
Pero dije que el “sacerdocio común de los fieles” es doctrina vinculada a una gran cuestión litúrgica (y aquí, atención, Athonita, ¡cíñase los lomos!). Que es la necesidad imperiosa de restaurar la celebración de la misa ad orientem. Que es la urgente necesidad de terminar con el inverosímil invento (con el cuento de que los primeros cristianos así lo hacían) de celebrar versus populum. Que nada urge más que, permítame la bruta parola, celebrar “de espaldas al pueblo”. Lo explicó magníficamente Gamber, Ratzinger, Uwe Lang y mil otros. Es una actuación del sacerdocio común, donde el celebrante y el pueblo rezan en común y “participan” de la misa (de manera esencialmente diferente, ya sé, ya sé que el laico no puede sacrum facere, entendido formalmente. Y miren las cosas que me obligan a aclarar, pedazos de...). Adorando en común al Totalmente Otro. Lo otro, lo de celebrar de cara al pueblo, no es sino consecuencia de una enorme estafa, inspirada en el clericalismo más burdo del pre-concilio, donde el cura tiene un papel de actor en lugar de celebrante. El showman en lugar del mago, no sé si me entiende. Todavía está por escribirse y aún no se ha hecho, pero algún día quedará clarito como el agua que los lodos del post-concilio proceden de los polvos del pre-concilio. Y que cuando un día el mundo despertó progresista, resultó que eran los mismo tipos, la monja que prohibía a sus alumnas ponerse pantalones usaba ahora minifalda, el moralista casuista despertó liberal, el confesor morboso estaba ahora con la liberación sexual, el cardenal solemne y pomposo se dejó el pelo largo y se subió a una moto, et ainsi de suite. Los Kukús jansenistas eran ahora Kukús progresistas. Y eran los mismo Kukús. Y así en este caso: el clericalismo cambió de cara, dio un salto gatopardista, pero seguía más vigoroso que nunca. De la renovación incruenta del sacrificio de la cruz pasamos a una comidita entre amigos. Que no se puede hacer sin un showman.
Le dan la espalda a Dios. Deberían convertirse, metanoia, y darle la espalda al mundo. Y aquí no hay tutía. Es como el principio del tercio excluído. Y fue por esto que Bouyer y Jungmann se arrepintieron públicamente. Ustedes también lo pueden hacer. No hay lugar para diagonales bizantinas, a ver si me hago entender de una vez. Por mí, (disculpe don Wanderer), si quieren celebren en castellano, en latín o en caldeo, no le doy la importancia que otros le asignan. Siempre que se adore a Dios. (¿Hará falta traer a la memoria que adorar quiere decir volver el rostro hacia Dios?).
Si gravis, brevis. Dije que iba a ser breve, y no me sale, pero trataré, os lo prometo. Vamos con las puntualizaciones. A la primera. Que me he quedado con el Primer Motor Inmóvil si pienso que Dios no precisa de nosotros. Es cuestión de énfasis. Y en cualquier caso, sí señor, Dios es el Primer Motor Inmóvil. Puede usted decir que es más que eso. Déjeme decirle también que no es menos que eso. In horresco et inardesco. Por lo demás, no creo que sea legítimo hablar hoy como si no viviésemos el tiempo de la pura inmanencia. Pensar que los musulmanes han tenido que venir a recordarnos que Dios es Dios y que no nos necesita, como Aquel que le pregunta a Job dónde estaba cuando hacía las montañas. Islam quiere decir sumisión. Y buena falta que nos hace. Un poco de Islam, ché, mientras caminamos entre el pantanoso fango de la religión horizontalizada, del sonríe Dios te ama, etc. Y eso no quita que puede predicarse, de algún modo, que Dios nos necesita. Pero esta vez juzgué que no hacía falta y quería enfatizar esto otro, que destaca San Bernardo una y otra vez: “¿Quién es Dios? El que no te necesita. (Cita un salmo que dice exactamente eso, que ahora no encuentro. Espero que no me atribuyan otro invento.)
A la segunda. En la Suma contra Gentes se hallará dilatadamente tratada la cuestión de la magia. Y en algún rincón, por qué la misa no es magia. Dicho lo cual, por supuesto que sé, como usted también, que es magia blanca. Pero mi referencia Castellaniana alude a los que entienden que el ministerio sacerdotal se reduce a la “venta de ceremonias mágicas”, mezcla de torpeza, simonía y brutalidad que caracteriza a tantos clérigos y que así quiso describir el bueno de Castellani. En el diálogo telefónico he querido destacar la estupidez de los que extrapolan el efecto ex opere operato de los sacramentos a extremos intolerables y absurdos. Te hacés cura y vas derechito al cielo, etc... No me digas.
A la tercera. Que un cáncer o quedarse sin laburo o cualquier desgracia son el altoparlante de Dios, la voz de Dios amplificada, es la tesis central de C.S. Lewis en “El problema del dolor”. Si usted tiene problemas con eso, arréglese con Jack Lewis y no con Jack Tollers que sólo repite mal. Yo, por mi parte, resulté convencido (después lo encontré en otros lugares, la Simona Weil, por ejemplo).
A la cuarta. La cita de San Juan de la Cruz es correcta. Dice exactamente así (referido a los maestros espirituales): “El que temerariamente yerra, estando obligado a acertar, como cada uno lo está en su oficio, no pasará sin castigo, según fue el daño que hizo”. (Llama de Amor viva, Canc. 3, nº 56). Invocar a Santo Tomás tampoco estuvo mal, bien que en su tiempo no se hablaba del sacerdocio común de los fieles. De todos modos, en su objeción primera del artículo primero de la q. XXXVII, dice al pasar que “Este sacramento es más digno que otros, en cuando constituye a los que le reciben en algún grado sobre otros” (en la respuesta no niega este aserto en particular). Sí, quédense tranquilos Athonita, Natalio Ruiz, más adelante Santo Tomás también reconoce que el sacramento del orden imprime carácter.
A la quinta. ¿No le gusta lo que digo sobre el Dios que nos deja solos para que hagamos lo que querramos? ¿Quiere usted que entre en la cuestión de la gracia y el libre albedrío? ¿Que discutamos sobre Miguel de Molinos? ¿Que lo convidemos a Bañez para que nos explique lo de la premoción física? Por supuesto que nos deja solos. Desde luego que en Él somos, nos movemos y existimos. Pero a cuento de qué enfatizar el aspecto contrario del que quiero enfatizar. ¿De dónde y cuento de qué infiere que porque subrayo un aspecto desdeño el otro? ¿Le hice acordar al Abogado del Diablo? Usted también.
A la sexta. Señor, su concepción sobre la especificidad de la misión que nos confiere Dios al enviarnos... es por lo menos rara. ¿Sugiere usted que Dios le dijo a Juana de Arco que Él quería que ella muriese en la hoguera? Y mire que oía voces. Fuese así y no hubiese retrocedido la primera vez firmando una declaración de apostasía. Fuese así y no la hubiese vuelto a desafiar... pero llorando. “Dieu le veult” era su lema, claro que sí. Lo cual no quita lo dicho. (Estoy harto de esta presunción, como la de los jesuitas que dicen que cuentan con el “carisma” del discernimiento de espíritus. Ja, son unos piolas bárbaros. El jesuita que me dijo eso, había “discernido” que debía ir a Japón. Después de veinte años de horroroso exilio, se casó con una alumna japonesa y tiene dos japonesitos. qué discernimiento ni qué niño muerto. Ya te voy a dar discernimiento a vos).
A la séptima. Cuando ingresé a Tribunales hace cosa de treinta años atrás, me tocó en suerte un viejo oficial primero que me repetía todas las mañanas del año, infinitas veces: “Hay que leer, pibe, hay que leer”. Quería enseñarme a prestar atención, a leer bien. Al final, algo logró. Athonita, haga lo mismo. En ningún lado sugerí siquiera que Dios abomina de los que ingresan en conciencias ajenas con permiso del sujeto en cuestión. Digo exactamente lo contrario, abomina de los intrusos, de los que se saltean la puerta, como dice Cristo en su parábola del Buen Pastor. Los malos pastores “suben por otra parte” y son “ladones y salteadores” (Jn. X:1). “Mas el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas”. Cristo mismo se tomó el trabajo de explicar esta parábola. Se identificó con el Pastor y también con la puerta, lo que ha dado mucho trabajo a los exégetas. Pero no explicó quien era el portero. Allí me remito. Si usted quiere destacar que Dios “nos necesita”, ¿por qué me negaría que Dios “necesita” de nuestro consentimiento, como a osadas se lo pidió Gabriel a la Santísima Virgen? Permiso.
Por último y en cuanto a la cita de Elredo de Rieveaulx¾¾monje por quien tengo especial simpatía, como que tuve la suerte de peregrinar hasta su abadía, de leer y releer su tratado sobre la amistad, como que domina mi escritorio una foto de su abadía en el norte de York, como que no es Escocés¾¾estoy perfectamente de acuerdo. “Si no te incrustas en tu preciso puesto, dejarás un insalvable agujero que nadie podrá reemplazar”.
Precisamente, es lo que estaba tratando de decirle al padre de Josesito.
Desde el llano profano, en donde oigo confesiones, exorciso demonios, bendigo la mesa y ofrezco sacrificios, le imparto mi bendición laical, a 22 de noviembre de 2008, recordando que hace 45 años fallecía el insigne C.S. Lewis.
Jack Tollers.
Beatísimo Jack: profundamente inclinado acojo su paternal bendición, impartida desde su apostólica Sede, el ipsísimo día en que este magro preste cumpliera sus míseros e ínfimos 10 años de ordenación sacerdotal. Y recibo sus preñadas letras –por muchas razones- como gabe und aufgabe (don y tarea) en virtud de tal ocasión. Sabe Dios cuán oportunas.
ResponderEliminarSu cabezazo: en el ángulo. Impecable. Queda Vd. debiéndome un centro como el que supe patearle. Aunque mayor, mucho mayor es mi deuda espiritual, que no es éste el ámbito donde publicar… aunque cuando Él vuelva —porque vuelve nomás— publicará las entrañas del orbe.
Suyo, in Corde Iesu,
El Athonita
No me tire de la lengua, si sabe bien lo que pienso al respecto. Pero le doy el gusto y lo espeto: por pura herencia athonita, mi gusto litúrgico —más allá de mi entrañable amor al latín— es celebrar ad Orientem en lengua vernácula.- Como hace casi todo el Oriente cristiano. Casi-casi, espejando la opción de,,, ¿Dotro se llama el de san Miguel, la parroquia? O se piensa que me voy a perder así nomás la Parusía… Y valga decir lo que acá saben todos: que para eso no hace falta ni restaurar nada abolido ni tan siquiera celebrar el Modo extraordinario.- Pero no me retome estos temas, que estoy tratando de cicatrizar mis desencuentros con Wander al respecto,,,
ResponderEliminarAth.-
ludovicus dijo.
ResponderEliminarestabamos haciendo de teloneros suyos, Jack, pero ya está. The floor is yours
Haciendo honor a mi apodo y metiéndome como peludo de regalo en un nuevo post me parece importante señalar algo no demasiado conocido y de no poca monta con referencia al delicado tema de la vocación sacerdotal. Se trata de la intervención de San Pío X a principios del siglo XX con motivo de una polémica desatada en la Iglesia francesa en torno a este tema. El debate se planteó en torno a varias tesis acerca de la vocación sacerdotal que un canónigo llamada Joseph Lahitton había presentado primero en un artículo aparecido en la Revue Thomiste y luego en una obra titulada La Vocation Sacerdotale. Las tesis contradecían flagrantemente la postura prevaleciente en aquella época en Francia –y no sólo allí ni entonces, que hacía consistir esencialmente la vocación en un llamado subjetivo, attrait era el término técnico, en la conciencia del sujeto, a veces experimentada psicológicamente y que llegaba a hacer del director espiritual casi un juez inapelable. Contra esto, Lahitton negaba toda posibilidad de “vocación interior” y afirmaba que el llamado –vocatio- de los ministros legítimos de la Iglesia era el constitutivo esencial de la vocación. En palabras suyas “la llamada de un sujeto al sacerdocio por los ministros legítimos de la Iglesia no presupone la vocación; es esta llamada la que crea en él la vocación”. Y llega a decir que el director espiritual no tiene nada que decir, que hay que librarse del attrait, y retornar pura y simplemente a las tres condiciones señaladas por los antiguos, a sabar: ciencia suficiente, probidad de vida y rectitud de intención.
ResponderEliminarImaginémonos el revuelo que esto armó en la Iglesia de Francia –y espero que no en los lectores del Wanderer . . . Hubo pedidos para poner la obra en el Index. Ante esta situación San Pío X constituyó una Comisión Cardenalicia para examinar la obra en cuestión. El dictamen de la Comisión resultó positivo e incluso “esse egregie laudandum” en lo referido a las tres tesis fundamentales del canónigo, a saber:
1 Nadie tiene jamás derecho alguno a la ordenación antes de la libre elección del obispo.
2 La condición que hay que examinar respecto al ordenando, y que se llama vocación sacerdotal, no consiste en absoluto, al menos necesariamente y como caso ordinario, en una cierta atracción interior del sujeto o en invitaciones del Espíritu Santo a abrazar el estado eclesiástico.
3 Por el contrario para que el ordenando sea regularmente llamado por el obispo, no requiere de él otra cosa que la recta intención unida a la idoneidad: dones naturales, probidad de vida y ciencia suficiente.
Espero que este aporte sirva para algo.
The Procrastinator
Díganme la verdad: ¿el Athonita existe o es una joda de Wanderer?
ResponderEliminarEl IVE tiene cosas malas. No sé si son lo principal, si juzgan o cifran al IVE; sé que algunas me indignan; de eso Dios es testigo. Pero en “The Wanderer Blogspot”, si no ando descaminado, el IVE cobra bajo un cargo y cobra bajo el contrario. Me hace acordar (y no comparo) a muchas críticas a la Compañía de Jesús, que le han imputado lo contrario “al mismo tiempo y en el mismo sentido”.
ResponderEliminarNada bajo el sol es nuevo del todo; algunas mañas del IVE son viejas; pero no creo que el IVE sea el viejo clericalismo, ni otro relanzamiento de lacras viejas. Creo lo contrario; el IVE se explica únicamente acá y ahora, en un ambiente enrarecido. Ni viene al caso ni puedo explicarlo en éste comentario, pero no los estoy defendiendo; casi lo contrario.
Como dice Tollers, en los últimos treinta años nos dimos puntazos y luego nos pateamos las heridas. El IVE también lo hizo, y hoy cobra el salario de eso. Jesucristo nos manda perdonar, y nos da la Gracia para hacerlo; pero ya ninguno de nosotros puede juzgar a nadie por que una herida no le cierre. Yo me acuso de abrirme algunas con los dedos cada día. Quizás no nos cierren hasta el último día que pasemos en ésta vida; Dios nos perdone. Creo sí que tenemos que tratar que al menos, las heridas se vayan con nosotros. No digo que no haya que decir las cosas, a veces es una obligación. Con la que hay que tener mucho cuidado, por que a muchos decir las cosas no nos cuesta. También es una obligación, que cuesta, ser justos aún con quien nos ha tirado lavandina en los ojos.
Lo demás pase entre Tollers y el Athonita, y Dios quede con todos.
R.B.C.
En justicia al Athonita y al buen debate de los últimos días, es de rigor aclarar que Ud, señor Tollers, sí había dicho, poniendo en Boca de NSJC: “abomino de los que se meten en la conciencia de los demás, con o sin permiso”.
ResponderEliminarAl anónimo de la 1:51, me parece que no se refiere al permiso si no al motivo con el que se mete.
ResponderEliminarLudovicus dijo,
ResponderEliminarVeo que se sigue dandole vueltas a la idea de "entrar en la conciencia". Y es, repito, obvio que nadie puede entrar en una conciencia, con permiso o sin permiso, calzado o descalzo.
La sola metáfora intrusiva es paradojica: sólo con una terminología freudiana podemos entender eso de entrar en la conciencia, que en rigor es un acto especulativo practico. Una vez que se desarma la metafora (y creo que el mismo athonita lo ha hecho) revela el absurdo de la noción. Sólo Dios entra en la conciencia, como causa de la existencia del acto,y como causa del acto moral por la gracia que infunde antecedente y consecuentemente al mismo.
Quizás la expresion "abrir la conciencia", más castiza, resultaba más honesta: desmontar los antecedentes del juicio moral ante un tercero imparcial, a fin de que éste (un libro, un docto, un sacerdote) ayude a ver con mayor claridad la conexion del juicio práctico-práctico con la synderesis. Ayude a ver: el juicio de la conciencia es único, realizado por el mismo sujeto, indelegable, y en su esencia más pura, irreductible a otro. No se trata de la confesion (donde se juzga un acto ya realizado y reconocido como negativo), se trata de aconsejar, sin aniquilar la operacion del sujeto.
El asesor o director puede echar luz sobre las derivaciones syndereticas (está mal no pagar impuestos, está mal realizar un acto cerrado a la vida, está mal vengarse), nunca puede definir en forma abusivamente asertorica un juicio de oportunidad o conveniencia del asesorado. Menos que menos "verle" la vocación, decirle "que Dios le pide esto","que su camino pasa por aquí","que esa chica le conviene" "que Dios le pide que sea generoso y que tenga más hijos". "que si obedece, no se equivoca" "que su salvacion depende de no abandonar la Logia", etc.
Sólo Dios, repito, sondea los corazones y los riñones, y puede determinar la integridad moral del acto realizado, en la totalidad de sus causas intrínsecas y extrínsecas, y en la oportunidad y conveniencia de realizarlo, conforme la gracia recibida. Todavía más: ni siquiera el sujeto puede "entrar" en su conciencia cabalmente, como Dios puede hacerlo por conocimiento intimo de la misma en su total pluricausalidad y al mismo tiempo trascenderla por conocimiento de Su influjo,habida cuenta de que, como dice la Escritura, El "es más ancho que vuestra conciencia".
Brillante Ludovicus!
ResponderEliminarDiscúlpeme Wanderer: O tomé demasiado, o no sé qué me pasa. Pero me parece que están girando en seco. Sabía que le gustaba oriente, pero no al punto de apreciar hasta ese punto las discusiones bizantinas. Que si se puede entrar en la conciencia, que si se puede hacerlo con permiso, o sin él, que derivaciones synderéticas (¡a la mierda!)y qué sé yo cuántas cosas más que se vienen repitiendo hace días.
ResponderEliminarMe voy a dar una vuelta, si me lo permite, por su otro blogg, The Whiskerer (le digo que me parece más apropiado para el medio y para los tiempos que corren), donde uno puede entrar tranquilamente, con permiso, o sin él.
Lluvia dorada
www.cuidatedelmalditoliquidoamarillo.blogspot.com
estimado Lupus: ha acertado Vd. a medias: soy una invención y no menos, una joda; pero ha errado Vd. al autor.
ResponderEliminarSobrestima a W en su ingenio.
El Athonita
Estimado Athonita, recibo con alegría su respuesta y lo saludo con un aplauso. Por varios motivos: 1) porque ahora sé que usted existe y, luego, que yo existo; 2) porque fue gracioso, preciso y oportuno; 3) porque compruebo que no es de ofenderse, lo que viene a ser un distinguido gesto del alma; 4) porque es la primera vez que lo entiendo de punta a punta.
ResponderEliminarSir Jack: tomo debida nota, -"No debo melonear a mis chicos".
ResponderEliminarRP Athonita: lo consulto acerca de una cuestión sobre moral que, hasta el momento, ningún clérigo pudo aclararme: ¿incurro en falta si compro pelis truchas?
No evada el peludo con una respuesta tipo: -"depende la película".
Athonita: Por favor, respondale la pregunta a Chelo en privado. No quisiera que, en una de esas, me formalice el pecado.
ResponderEliminarChelo, le tengo una mala noticia: usted va a ir en cana. Pero también varias buenas: en este pabellón no hay trolos, no hay camas cucheta y en la celda al lado de la mía hay dos curas.
ResponderEliminarAthonita:
ResponderEliminarNo responda al casus o paso sus mails a la carpeta de spam... :)
Cordiales saludos.
Gracias Sr. Lupus.
ResponderEliminarSr. Marcelo: jamás le diría “depende la película”, y no por otra razón que por amor al castellano. No soy moralista –aunque me haya tenido que encargar del zoom sobre el confuso asunto ya zanjado-. Pero le digo, en verdad le digo, y no me importa que me escuche el AFIP ni fiscal alguno: considero moralmente lícita la evasión fiscal y varias docenas de ilícitos civiles más. Entre ellos, la insólita 11.723 y los copyright en general.
Las razones para lo uno y lo otro son diversas, pero valga aunarlas aquí. Habría que hilar fino...
Y acoto: asunto posterior y nada eludible, es qué haga yo con el monto evadido: si lo gasto en whisky o auto-gestiono mi obra pública. No vale sin más aquello de “ladrón que roba a ladrón”…
Del copy, me sentiría libre de frenarle el lucro inmoderado a la Warner y me cuidaría más de no fotocopiar ese poemario que un joven poeta logró sacar a la calle con gran esfuerzo de su abuela.
BTW, me hace mucho ruido que nosotros, consagrados, expropiados y apropiados, que solemos escribir para el advenimiento del Reino, encerremos nuestros textos en aquello de prohibir la reproducción parcial y/o total de nuestra verba,,, Podría atentar contra el mandato paulino de dar gratuitamente lo que gratis recibimos.
Bastante, con que libremente elegimos no reproducirnos biológicamente...
Al menos, me resultan rarezas de los tiempos que corren, si es que corren o más bien se arrastran.
El Athonita
Para quiénes dominan el inglés, aquí un link con multitud de Padres de la Iglesia que enfatizan que la vocación no tiene nada que ver con lo que uno siente, etc...
ResponderEliminarhttp://www.pathsoflove.com/fathers-on-vocation.html
Buen provecho.
Larvatus Prodeo
Ludovicus dijo,
ResponderEliminarAcabo de descubrir que el Athonita es Ayn Rand!
Ludovicus dijo,
ResponderEliminarLamentablemente me toca hacer de aguafiestas frente a su boutade. Sé perfectamente que no contaré con el apoyo de la galería, Athonita. Pero fuera jodas, considero moralmente ilícita la evasion fiscal, con la totalidad de los moralistas sanos y la doctrina de la Iglesia. En todo caso, podemos hablar de excepciones, casuística, tributos injustos, exorbitancia, resistencia a la autoridad ilegítima, etc.
Pero plantear "in genere" la licitud es, aún frente a un gobierno ilegítimo, decididamente, una doctrina laxa y demagógica. Una argentineada, bah.
Por cierto, no sé si en la Santa Montaña pagan tributos.
Estimado Jack Tollers: "Su" tesis del sacerdocio común de los fieles con todas las aclaraciones y contextos que pone me resulta "ortodoxa" y aceptable. Pero, le hago una pregunta; ¿ Por qué un amigo mío el Abbé de Nantes dice: "A esa tesis del sacerdocio común de los fieles habría que anatematizarla ya misma"? Sé que éste está entre los "locos" , aunque no tanto como yo.
ResponderEliminarRespetuosamente,
Guerard de Lauriers O.P. y Obispo
Pero muchachos, si era para ir en cana iba en cana todo el país empezando con lo de las películas, temporalmente desde el virreinato, si somos especialistas en contrabando desde 1776 :-) Gracias por limpiar la conciencia Nacional Athonita.
ResponderEliminarPor otro lado estuvo muy buena la discusión que se ha formado en las últimas semanas, tuve ganas de participar, pero los parciales, fin de año, las tormentas y el campo no me dejaron. Con gran alivio veo que no defiende el sacerdocio femenino Sir Jack, la verdad con todas las que recibimos por haber comido el fruto primero en verdad no es Machista de santo Tomas zanjar la cuestión con un no, es más bien feminista (que me perdone Ruth) nos saca un gran peso de encima, que ustedes que son hombres por naturaleza se lo puede bancar mejor, bien gracias con el parto y demás contrariedades.
Por otro lado en verdad entre tanta cuestión a mi me parece, pregunta no más, el pobre pibe que anda confundido ¿Qué diantres debe hacer? porque ustedes le hablan a los grandes que son los que responden, bárbaro, pero ¿al que le andan rondando la cabeza... el que anda con la duda, o el que anda con la certeza? no muchachos no se olviden de los pequeños que no son solo los grandes concejales que leen sus comentarios No anda por ahí perdido el diálogo de Josesito y no del papá a mi se me ocurrió uno que quizá pueda mandar pero quizás a los grandes con más experiencia se le pueda ocurrir algo mejor. En fin esa era mi duda y como buena mujer vengo a molestarlos cuando ya estaban hablando tranquilos.
Bueno les mando un saludo
La pequeña Mary Lennox
El Athonita dijo:
ResponderEliminarCoincido, Ludovico, coincido. Sólo que tenía en mente todas las excepciones que Vd. menciona y docena y media más. El error de redacción fue mío, sin duda, aunque creo haber alegado que el asunto exigía un hilado más fino.
Me pregunto —sin retórica— si el asunto no se torna más complejo aún, cuando sumamos a los posibles tributos injustos, exorbitantes, etc, el desastre moral del destino de las recaudaciones. Y no me refiero a lo que un gobierno corrupto robe de ese pozo, sino a lo que un gobierno inmoral destine legalmente -y con explícito aviso- de ese pozo para acciones y fines inmorales, en educación inmoral, en salud inmoral, en promoción de grupos inmorales y largo etcétera. No está toda la miga del “casus” en si el IVA es desmedido o no, si no en que mi aporte vaya al bolsillo de Bonafini o a píldoras abortivas.
Ayn Rand, athónita
Metidos ya en el Adviento, me resulta más interesante el pie de Tollers sobre la plegaria Orientada. Pues más adentro –o atrás- que el asunto de la orientación física del sacerdote en la Misa, la cuestión alberga la esencia misma de la plegaria cristiana, la del sacerdocio in comune.
ResponderEliminarY me pregunto, y le pregunto: ¿está seguro Vd.-don Tollers- de no rezar -en su interior bodega- de cara al pueblo? Yo no estaría tan seguro,,, y me cuidaría de perseverar en esta inseguridad, diría san Pablo.
Pues se nos va la vida "orientando" nuestros ruegos... para llegar a rezar de cara a Aquel que Vuelve. Para recibir el don de la plegaria como la expectativa del Inminente…
Y dice san Silvano: Nepsis (alerta, vigilancia) y Katanixis (ternura, dulzura) confluyen como ríos hacia el centro del corazón, hacia el punto justo donde rezar es auténtica apertura del aquí sobre lo Eterno.
Perdón por el viraje: quería compartirlo. Pues Su Retorno está próximo.
El Athonita
Ludovicus dijo,
ResponderEliminarEstimado Athonita, como orientador de conciencias, sabrá que hay que ser muy meticuloso en sentar los principios generales y seguir la interpretacion tuciorista. En este caso, la simple hermenéutica del Evangelio marca la generalidad de la tesis de la legalidad impositiva, en el contexto de un gobierno opresivo e ilegítimo (al menos, para los judíos) como era el Imperio.
Hecho esto, por cierto que las excepciones en el contexto del satanico mundo moderno deben ser objeto de un prolongado análisis, y no dejo de reconocer las dificultades reseñadas y los límites obvios que Ud mismo, en su rol de asesor espiritual, señalará en cada caso de conciencia.
Entre Ayn Rand y la Charta Baronum Libertatis hay más de siete siglos de diferencia, por cierto.
Santo Tomás feminista?! Perdón, querida Mary, pero ni Roz, esencia de la femineidad y del tomismo, llega a tanto... :)
ResponderEliminarCariños,
Ruth
Gracias Athonita, por zanjear tan habilmente mi pequeño escrùpulo moral y mi esperpento gramatical. vOLVEREMOS A LAS ANDADAS, CARACHO!!
ResponderEliminarConviene recordar que el Estado argentino, cuando tiene necesidades fiscales, no tiene demasiados escrúpulos en recurrir a la confiscación de ahorros (bancarios o previsionales)o a la inflación (que funciona como impuesto). En tales supuiestos, ¿no es lícita la oculta compensación?
ResponderEliminarQuerida Ruth:
ResponderEliminarSí es cierto pero logré que publicaras con nombre y no tanto anonimato :-p. "Traquila che sto scherzando", y hablando de Italiano para Tollers y lo del número encontré un textito en Italiano de Kierkegaard que justo habla de ello, espero poder traducirlo bien y si no mi professoressa hará, ya que habló, las debidas correcciones acá vá:
"Si(...)Dios en el cielo abriese Su Ventana y dijera: "tengo necesidad de un hombre..." la humanidad respondería: "Ordenaré inmediatamente las necesarias disposiciones, pondré juntos un par de centenares de millares de hombres y mujeres y entonces Tú podres tener cuantos hombres quieras...". Pero Dios deseaba un hombre sólo. Y el "hombre" no logra metérselo en la cabeza que un hombre solo es más que un millón y que aquí con tener un millón se tiene de menos[...]"Sören Kierkegaard
Cariños
La pequeña
Mary Lennox
Ludovicus dijo,
ResponderEliminarPablo,es un tema espinoso el de la oculta compensacion. Creo recordar alguna condena leída en el Dentzinger contra la oculta compensacion del trabajador respecto del empleador. En el caso de la Argentina,una sociedad radicalmente injusta y confiscatoria, si cada uno diera rienda suelta a la oculta compensacion, el país sería directamente un expolio permanente, un caos de iniciativas individuales y corrupciones privadas para compensar la corrupcion pública.
Para que se haga una idea: sería lo que es hoy.
Quién te dice si en una de esas no se viene la contrarreforma?
ResponderEliminarhttp://www.catholic.org/featured/headline.php?ID=5493
Un católico proletario del conurbano
El Athonita se pregunta si el IVA es desmedido o no.
ResponderEliminarNo sé. Lo que sí sé que es desmedido es el IVE.
Apreciado Wanderer, esto se está desnaturalizando. Sugiero blanquear la situación. O nos armamos acá una tertulia con té y masas, o nos pasamos al jardín a cruzar guantes (no creo que la petit se ofusque si estropeamos algún cantero; tiene de sobra). Si no, le pedimos a Ludovicus que nos organice un simposio sobre ética impositiva.
ResponderEliminarDe última, si está usted en uno de esos momentos y el columnista Jack anda sin resuello -y la perrada no gruñe- le pienso un post.
Don Lupus: le acepto el ofrecimiento, y espero su post. en tanto, publicaré algunas pavaditas.
ResponderEliminarEstimado Ludovicus:
ResponderEliminarMe agarra en mal momento del año, con poco tiempo. Ojalá pueda hacerme entender, aunque Ud. no comparta mis opiniones.
Dejando a salvo el principio de que hay obligación en conciencia de pagar los impuestos justos, un moralista que se ha ocupado del tema considera lícito “..disminuir equitativamente los impuestos en justa compensación ante daños sufridos por culpa del Estado, de los que no es posible indemnizarse de otro modo”. Conozco muchos casos que encuadran en tal supuesto; la inflación me parece que es uno, siempre que se la considere causada por la política monetaria. Además, demandar al Estado puede insumir un tiempo, y unos costos, que mucha gente no puede afrontar, y muchas veces ni siquiera les pagan con bonos, ni les reconocen la deuda como un crédito fiscal.
Por lo que, agrega el moralista: “…parece que el contribuyente puede indemnizarse de algunos daños injustos en que ha sido víctima por parte de las autoridades públicas, disminuyendo la cantidad exigida por los impuestos”. (cfr. Melé Carné, La obligación moral de pagar los impuestos, en Verbo (340-341) ps. 15-40, passim).
Los moralistas que se meten con el tema de los impuestos, tienden a formular planteamientos que, a mi modo de ver, son un tanto “fiscalistas” (se les filtra la confusión bien común/razón de Estado) y “eurocéntricos” (suponen que Latinoamérica y África prestan servicios públicos de calidad europea). En la Argentina, según mi modo de ver, vivimos en un país en el que las tasas formales son suecas, los contribuyentes tienen cultura tributaria latinoamericana, pero la calidad de los servicios públicos es africana… Y así hay pocos incentivos para cumplir las leyes. Al contrario de lo que piensa el Aquinate, las normas tributarias suelen ser injustas y cumplen una función anti-pedagógica al respecto.
Por lo anterior, tiendo a coincidir con el Athonita en cuanto a que las eximentes morales para el pago de impuestos encuentran en nuestro país amplio campo de aplicación.
Y tengo una sospecha histórica, que los especialistas, tal vez, puedan investigar, que es la siguiente: si no forma parte del “lastre” de la Modernidad, a pesar del declamado “liberalismo”, un incremento desmedido de las funciones estatales, en desmedro del principio de subsidiariedad, con el consiguiente incremento de la presión tributaria global, hasta un extremo difícil de justificar. Pareciera que el lema del Leviatán moderno se sintentiza en “gobernar es crear impuestos”. Tal vez sea una simple casualidad, pero es sintomático que Francisco Suárez, que adhirió a la teoría de la leyes meramente penales, a diferencia de varios moralistas medievales, exceptuó a las leyes fiscales de esa categoría legal (muy discutida, por cierto).
Cordiales saludos.
Ludovicus dijo,
ResponderEliminarEstimado Pablo,
También a mí me agarra con el caballo cansado. En estas materias no me gusta hacer casuística de manual, dado que lo justo concreto se determina precisamente ad hoc, in vivo. Dos palabras:
1) Por cierto que para el tema impositivo, como para cualquier otro vinculado con la justicia legal, la ley deberá investir el carácter de justa. De lo contrario, será cierta violencia, y la prudencia será la virtud que inclinará a su desobediencia, en la medida de lo equitativo.
2) Esa justicia intrinseca se determinará por las características del tributo, la situacion del sujeto imponible y la equidad de la gabela en relacion con el resto de los sujetos imponibles.
3) Desconfío de la aplicacion de la compensacion. Primero, por motivos subjetivos: nunca, en toda la historia de la humanidad, ha habido impuestos calurosamente acogidos por los tributarios. "El impuesto es el robo", es la máxima de todo pueblo que se respete. El argumento del malgasto del destino de los fondos es universal, y no sólo en nuestras "failed republics". Segundo, porque determinar cuánto sería lo compensable y fijar límites a dicha actividad (robarse una resma de un hospital cuando no me miran, afanarme un patrullero) sería tarea ímproba. Se seguiría un desorden que sí tendría carácter de injusticia. Creo que esa es la intencion que está detras de la condena del Papa Lambertini a la oculta compensacion del obrero.
Como ve, razones problemáticas, pero no decisivas, dado que la compensacion, como excepción y aplicacion a lo justo concreto que es, podría ser factible, más como cumplimiento parcial de la norma impositiva que como contraprestacion positiva.
4) En cualquier caso, permanece la obligacion de pagar los impuestos justos y equitativos. Quien vive en sociedad, siempre debe algo, a despecho de gobernantes corruptos, destino avieso de los fondos, exceso de imposicion. Quien no paga impuestos, o es un bruto o es un dios.
Y para peor, Dios, cuando tuvo la oportunidad, pagó impuestos.
Estimado Ludovicus:
ResponderEliminarDe acuerdo con Ud. tanto en la reafirmación de los principios generales y como en su precisión sobre de la modalidad que debiera asumir una posible oculta compensación en materia impositiva.
En lo demás, el desacuerdo, si existe, es prudencial. Parece cuestión de énfasis.
Nos guste o no, todos somos contribuyentes (de derecho o de hecho). Impuestos al consumo, traslación impositiva a precios… ni los monjes athonitas, ni los frailes mendicantes dejan de pagar, aunque no lo sepan.
Cordiales saludos.
Interesantísimos debates. Pero:
ResponderEliminara) El Papa Lambertini definió una condena moral (más bien una advertencia moral) con relación a una cuestión de justicia conmutativa, como lo es la relación contractual entre el empleador y el laburante.
b) El primer paso del impuesto "está inscripto" (como dicen los pedantes) en una situación de justicia legal y, acaso, también distributiva, si se hiciera bien, como era en el Antiguo Régimen; y eso, cambia la especie del acto moral de la compensación por mano propia (de la cual su carácter oculto es solamente "circunstancia" y no fin ni objeto). Allí (en el viejo régimen), la tributación era relativa al estado de cada uno y a la contribución que, real o presunta, prestaba dicho estado a la comunidad política. Por eso el rey, los nobles (escalafón nada discepoliano, que estaba integrado por muchos oficios ahora desacreditados, como los soldados, los profesores universitarios o los médicos generosos y los abogados rectos) no garpaban nada o bien muy poco. Y eran "pecheros", o sea contribuyentes, los que dedicaban su vida a menesteres menos aportantes al bien común. O menos directamente vinculados al bien común. Como los comerciantes, los banqueros, los artesanos, los periodistas y los licenciados en Economía Política.
b) Una cuestión que es más que dudosa es si lo que aquí llamamos "estado" (con retintín de Bodín, pachorra hegeliana y folletín Weberiano) es realmente legítimo como gobierno y, consiguientemente, legítimo gestor de algún bien común y puede por tanto reclamar lo que a esa condición corresponde. Según la Constitución, no sería legítimo en nada de nada, aunque no les guste la Constitución; y luego, sus actos serían meras usurpaciones como dice Santo Tomás. O Don Bosco o cualquiera con algo de sentido común. Así que no pueden exigir ninguna carga de justicia legal.
Por fin, pagarle impuestos a una banda de atorrantes no sería un acto virtuoso sino un gesto de abierta complicidad, reprobable moralmente.
c) Gente tan ilustrada como los intervinientes en este interesante debate (y por cierto, tan amplio) no ignorará el trabajito de San Tomás Aquinate conocido como "contra Retrahentes", que creo que hasta la página kukusa tiene traducido y publicado.
Aseguro que es muy formativo justamente sobre la cuestión, introducida de rondón por Jack T., de si es lícito presionar la conciencia del aspirante a clerecía (en el caso, regular) o si no sería mejor responderse dicho conato instrusivo con piquete de ojos y pateadura jefe a las canillas del aspirante a meterete. Aunque tenga estado clerical. Pero esta última parte sería prudencial.
De paso, fijesén lo que opina el arquitectónico doctor sobre la formación de la vocación religiosa -la cual contradistingue un poco de la ordenación sagrada- porque no es cosa muy corriente de escucharse hoy en día por su equilibrio y realismo.
No me acuerdo bien, pero me parece que el P. Lahitton lo utilizó como fundamento magistral en su trabajo comentado arriba, aunque sus conclusiones diferían en algunos puntos de los de S. Tomás. Muchos creen que la cuestión quedó zanjada por Pío XII en 1956 con una Constitución apostólica cuyo nombre no me acuerdo, en la cual adopta una postura semejante a la de Pío X pero algo intermedia entre la de S. Tomás y el P. Lahitton y el cardenal Mercier.
Lo que significa que el asunto no es tan sencillo ni tan luminoso como parece; y menos todavía si contemplamos con espíritu admirativo (¿de qué otra forma se podría contemplar a Dios y a Sus obras?) las llamadas de Jesús a sus discípulos y apóstoles, por caso tan diferentes entre sí. "Esperá. Te traigo a mi hermano, ya vengo ...", dice uno. Y Jesús espera sentado. "Sígueme", Le dice a otro, que se levanta como resorte y lo sigue, dejando de garpe a la AFIP de su tiempo. "Deja todo y sígueme", responde con dulzura a un joven curioso, que según conjeturan algunos, disparó sin más trámite. Yo para mí tengo que volvió en algún momento.
A San Pablo lo hará puré de un sopapo místico que le dolerá al de Tarso toda la vida que le queda por delante, nada corta ni placentera por cierto.
¿Cómo se forma una vocación? De mil modos posibles, como infinitamente variadas son las perfecciones que Dios amontona en el Cuerpo Místico de la Segunda Persona, reflejo que debe ser de la Gloria Divina (decía el conde Rosmini) y cuyos miembros, Reino de Cristo, será entregado un día al Padre Eterno sin falta ninguna.
¿Sin falta ninguna...? pero entonces...
Aún con métodos criticables e inhumanos (como los que aquí leo criticados como mala cosa), Dios puede hacer su llamado por que para Él no corren esos inconvenientes mundanos.
Respeto y me inclino ante la definición de la Iglesia sobre este punto, pero no creo que agote el problema ni lo ponga más que en cintura. Ancha cintura. Sin abrochar nada.
Los del Opus no permiten que alguien que se considere con vocación imponga al Superior esta decisión y obtenga, por ejemplo, permiso para estudiar. Los estudios se ordenan "por la Superioridad" y del mismo modo, la ordenación sagrada. A mi me revuelve un poco todo este sistema, aunque los que entran lo aceptan y será por que les parece bien. Castellani, en su famosísima carta sobre la virtud de la obediencia, busca camorra con estas tiranías y con bastante razón, por que desacreditan la Iglesia e infligen a la vocación sacerdotal, sobre todo, un daño serio y presuponen en el candidato un estado oblativo absoluto y sin mácula. Es decir, angelismo puro.
¿Es la voz del Superior SIEMPRE la voz de Dios? La respuesta parece ser: Sí, cuando es efectivamente la voz de Dios (¡trampa, trampa, atajen al ladrón!)
Hasta mañana si Dios quiere; y perdón por descubrir algo tarde este debate interesante.
José Evasor Feliz