martes, 25 de junio de 2013

Los unos y los otros

Los que tenemos varias décadas recordamos la película "Los unos y los otros" de Lelouch que terminaba con Jorge Don danzando al ritmo del Bolero de Ravel. Esta entrada, sin embargo, no tiene nada que ver con la película, sino con la curiosa reacción que ha tenido el obispado de San Rafael, a través de su vocero, a fin de explicar la desbordada medida tomada por el ordinario del lugar consistente en "desaconsejar" a los católicos la asistencia a las conferencias que brindará allí el reconocido intelectual, Dr. Antonio Caponnetto.
Cuando, interrogado por la prensa, quiso explicar lo inexplicable, dejó muy claro que ellos, es decir, el obispo y los suyos, -que en este discurso vendrían siendo los católicos-, quieren "ganar" al doctor Caponnetto. De esta menara, pensaría el vocero, se ablanda un poco la medida: no condenamos a nadie; solamente queremos que se arrepienta para que vuelva con "nosotros". Y para lograrlo, lo castigamos. No será a través de la tortur del potro o de los grilletes, pero sí boicoteando sus conferencias y escarneciéndolo públicamente. 
Pero lo que me interesa destacar es el concepto que ha manejado el vocero: el de los "unos" y los "otros", puesto que estamos "nosotros" y está el "otro", que no es nosotros -o que no es de los nuestros-, y ese tal, en este caso, es el Dr. Caponnetto. El caso daría para una interesante investigación que no pretendo hacer, pero sí que podemos bucear un poquito más la cuestión.
¿Cuál es el motivo por el cual se arroja a A.C. al leprosario de los "otros", o al "atrio de los gentiles", o al grupo de los pueblos "bárbaros"? Lo dice el mismo lenguaraz episcopal: el problema es que ha dudado de la ortodoxia y de la valentía de los tres últimos papas. 
Vayamos a la primera objeción. ¿Qué es la ortodoxia? Todos los sabemos: la "recta doctrina" o, dicho de otro modo, la integridad y pureza de la fe católica. ¿Cómo conocemos esta "recta doctrina" o dónde la encontramos? Muy fácil también: en los artículos del Credo o Símbolo que recitamos dominicalmente y que fuera elaborado por los primeros concilios ecuménicos, principalmente Nicea y Constantinopla, y a lo que habría que agregar algunas definiciones más que se introdujeron en siglos posteriores. Esa es nuestra fe, y esa es la "ortodoxia" que estamos obligados a profesar. 
Francamente, no creo que el Dr. Caponnetto haya puesto en duda en alguna ocasión que los tres últimos papas hayan faltado o negado algún artículo de la ortodoxia católica. Lo que me temo más bien, es que el vocero incluye inapropiadamente dentro de la ortodoxia a toda una interminable serie de afirmaciones pontificias y episcopales -algunas pertenecientes al magisterio ordinario y otras no-, a las que él considera partes integrantes de nuestra fe. Quien niega entonces algunos estos enunciados, se apart de la ortodoxia. No sé qué irán hacer ahora que Bergoglio habla todos los días improvisando en sus homilías de Santa Marta. ¿Cuestionar algunas de las cosas que allí dice nos convierte en herejes? ¿Seremos también censurados por las mitras cuyanas?  Es probable que la curia sanrafaelina siga la escuela de un antiguo y docto sacerdote de esa misma diócesis cuya tesis sostiene que incluso el magisterio ordinario tiene el carácter de infalible. De ahí al pajarico de Chavez que escucha Maduro de vez en cuando, no hay mucha distancia...
La segunda acusación que merece nuestro amigo Antonio es que ha dudado también de la valentía de los tres últimos papas. Y si así fuera, me pregunto yo, ¿cuál es el problema? La valentía es un virtud moral, dependiente de la virtud cardinal de la fortaleza. Se trata, por tanto, de una virtud adquirida y de ningún modo infusa por el bautismo, o por el sacramento del orden o por alguna otra fuente sobrenatural. Si el escándalo surge rque se afirma que el papa no posee alguna virtud, eso deja suponer que, para el lenguaraz, todos los papas son, por naturaleza, "santos", en tanto deben necesariamente y por don divino poseer en grado heroico todas las virtudes. Es este uno de los dogmas del credo neocon, pero parece mentira que pueda ser proclamado sin vergüenza alguna. ¿Qué hubiese pasado si este vocero, por ejemplo, hubiese vivido en tiempos del papa Alejandro VI y alguien hubiese dudado de su castidad? 
El problema, una vez más, es la mentalidad neocon, que idolatriza a papas y obispos, y considera que el romano pontífice, por el sólo hecho de serlo, es santo. Poco va a faltar para que, desde ahorita mismo, inicien el procesos de canonización de Bergoglio que, parece, ya hizo su primer milagro en vida.

sábado, 22 de junio de 2013

Felonías episcopales




PRÓLOGO
1. Disiento con muchas de las afirmaciones que sostiene el Dr. Antonio Caponnetto. Basta leer las entradas de este blog para comprobar la  distancia que nos separan en la visión sobre distintos temas. Por ejemplo, no me defino como “católico militante” sino como cristiano en comunión con la sede de Roma, y tampoco soy “nacionalista”. Es decir, no soy “capponettista”.
2. No mantengo relación alguna con los organizadores de unas “Jornadas de Formación Social”, y nunca propiciaría, ni asistiría ni aconsejaría asistir a homenajes públicos al p. Meinvielle.

CAPÍTULO I
Los argentinos estamos ya acostumbrados desde hace muchas décadas a sufrir malos obispos. Hemos tenido obispos liberales y obispos marxistas, obispos cobardes, algunos obispos herejes, obispos sacrílegos, obispos adúlteros y obispos manfloros, obispos tibios y obispos componedores, obispos trepadores y obispos fariseos, muy pocos obispos buenos, y casi ningún obispo santo.
Hemos tenido también algunos obispos felones, es decir, “desleales y traidores”, según lo entiende la Real Academia de la Lengua. ¿Y para con quién esa deslealtad? Para con el Evangelio y para con los fieles que les fueron confiados por el buen Dios. Todos recordamos, por ejemplo, la felonía mayúscula cometida por un importante arzobispo argentino hace algunos años cuando, al tratarse en el Congreso de la Nación la llamada “Ley de Salud Reproductiva”, prohibió a los colegios católicos de su jurisdicción movilizarse contra esta impía medida. Es el mismo purpurado que, años después, apenas si se movió con timidez cuando diputados y senadores se aprestaban a votar la ley del “matrimonio igualitario” y desanimó a sus fieles a manifestarse en contra.
Pero ahora nos ha sorprendido y, fuerza es decir, entristecido mucho la felonía cometida por Mons. Eduardo Taussig, obispo de San Rafael, un prelado al que muchos consideramos como integrante del escaso grupo de buenos obispos y que deseábamos tener al frente de nuestras propias diócesis.
Es que Mons. Taussig ha enviado a los “párrocos y responsables de movimientos, instituciones y comunidades religiosas” de su diócesis la carta que se adjunta a esta entrada, repudiando la visita del Dr. Antonio Caponnetto a la ciudad de San Rafael y desaconsejando vivamente a sus fieles asistir a sus conferencias.

CAPÍTULO II
El obispo Taussig, en el punto 1 de su nota, repudia “las tomas de posición y juicios” del Dr. Caponnetto acerca de los tres últimos Sumos Pontífices, las que a veces, según el prelado, han sido injuriosas hacia las personas de los papas referidos y provocado el desconcierto en los fieles.
Llaman la atención dos cosas. En primer lugar, la abierta actitud de “incorrección política” del prelado al repudiar opiniones -que se suponen libres en un estado democrático al que ese mismo obispo ha alabado en más de una ocasión- expresadas por un intelectual católico argentino. Pero llama mucho más la atención que este celo del ordinario de la diócesis sanrafaelina se concentre pura y exclusivamente contra el Dr. Caponnetto cuando a su jurisdicción, como a todas las ciudades de nuestro país, la visitan regularmente conferencistas y otros charlatanes de feria que no se expresan contra la figura de los romanos pontífices sino contra la persona sacrosanta de Nuestro Señor Jesucristo y contra su Iglesia.
Es extremadamente llamativo que Mons. Taussig haya apostado por una defensa acérrima, rayana con la idolatría, de la persona de los papas -de los últimos papas, vale aclarar, porque difícilmente Taussig defendería hoy a Pío XII, por ejemplo-, y se despreocupe cuando los ataques se dirigen contra los misterios de la fe, contra la sagrada liturgia o contra la doctrina católica.  Quisiera saber yo si, en vez del Dr. Caponnetto el conferencista fuera el famoso Mons. Luis Rivas, profesor de Sagradas Escrituras de la Facultad de Teología de la UCA, y autor de numerosos libros en los que limpiamente destruye la Verdad revelada en los textos sagrados, reduciéndola a emergentes de las comunidades judías y cristianas y provocando como consecuencia una enorme confusión en los fieles, si en tal caso, digo, se comportaría Mons. Taussig con el mismo vigor propio de una empresa quijotesca que ha demostrado en esta ocasión. Me temo que él y sus curiales estarían sentados en primera fila tomando nota de lo que diría el tal Rivas.

CAPÍTULO III
Continúa el prelado cuyano reiterando la prohibición de que se utilicen las instalaciones de parroquias o colegios de su diócesis para albergar las conferencias del Dr. Caponnetto. Está en todo su derecho a hacerlo y, particularmente, creo que es una buena medida. Sin embargo, sería conveniente que el obispo prohibiera también con el mismo énfasis que en esas mismas parroquias y colegios diocesanos se celebraran, por ejemplo, liturgias que más se parecen a asambleas protestantes de pésimo gusto que a la Santa Misa. Y me refiero a celebraciones que él mismo ha presidido y a las que yo he asistido, y que no han sido más que guitarreadas, gritos y aplausos.

CAPÍTULO IV
En el punto tercero de la nota, Mons. Taussig se lamenta de que la oratoria y la pluma magistrales de Caponnetto -“florida” la llama desacertadamente el lenguaraz del obispado- sean ocasión de “confusión, tristeza y escándalo” para los jóvenes y, a continuación, desaconseja la asistencia a sus conferencias y desanima la difusión de las mismas. Recuerdo a los lectores que se trata de un obispo argentino que escribe en el año 2013, y no de un obispo español franquista que escribía en 1945. Parece increíble que, después del concilio Vaticano II, ocasión en la que se anunció que los laicos católicos habíamos alcanzado la “mayoría de edad”, aparezca un prelado a decirnos qué debemos escuchar y a qué eventos podemos asistir, como si no fuéramos ya grandecitos y capaces de discernir y decidir por nosotros mismos. Tamaña muestra de trasnochado clericalismo por parte de un obispo joven llama poderosamente la atención.
No estoy aquí negando el derecho y, aún más, el deber que tienen los obispos de advertir a sus fieles acerca de los errores que se propalan en el mundo y que pueden dañar la fe, pero resulta por demás llamativo el celo puesto en perseguir y fustigar a un intelectual de prestigio -el Dr. Antonio Caponnetto es investigador del Conicet- y católico cabal, y la indiferencia por la confusión y desconcierto que podrían sobrevenir a los fieles a raíz de otras palabras o gestos  que, a mi juicio, mucho más graves. Menciono, por ejemplo, la “fidelidad a la democracia” que el mismo obispo Taussig exigió en su homilía con ocasión del Te Deum por él presidido en la ciudad de Mendoza, en presencia de Néstor y Cristina Kirchner, en el año 2007. Y así nos ha ido con esas fidelidades…

CAPÍTULO V
Seguidamente, Taussig pide al Dr. Caponnetto una “humilde conversión” y “pública rectificación de sus juicios desatinados”. Recuerdo una vez más que se trata de un obispo del siglo XXI y no de un oficial de la inquisición española. ¿Con qué autoridad este obispo puede pedir el arrepentimiento a un pensador por decir lo que piensa cuando no se niega ni discute ninguna verdad de fe? ¿Es que, acaso, los católicos ya no podemos pensar libremente y debemos someternos con docilidad al magisterio de los obispos aún en las opiniones con respecto a aspectos que no hacen a la fe católica? ¿O será acaso que se ha agregado un nuevo artículo de fe al Credo o se ha proclamado un nuevo dogma del que nosotros, y el Dr. Caponnetto, aún no nos hemos enterado?
Y, una vez más digo, ¿exigió el mismo arrepentimiento público Mons. Taussig, por ejemplo, a los frailes franciscanos que estaban en su diócesis y que cada dos por tres sostenían herejías en sus homilías? ¿Sale, acaso, a combatir con tanta hidalguía  contra teólogos y biblistas que, efectivamente, socavan el dogma católico? Es muy pero muy llamativa esta actitud del obispo Taussig...
Y termina el prelado insistiendo en que la palabra del Dr. Antonio Caponnetto “altera, daña y turba” a los fieles. Ya quisieran millares de católicos de todo el mundo ser turbados y alterados por la palabra de Caponnetto y no por la de sus sacerdotes u obispos que hablan y predican contra la fe.

EPÍLOGO
Así como, fuerza es decirlo, tenemos obispos felones, tenemos también -por gracia de Dios-, algunos caballeros cristianos. Y el Dr. Antonio Caponnetto, sin duda alguna, es uno de ellos. Más allá de mis disensos, reconozco en él al hombre leal y fiel a Nuestro Señor y la Verdad perenne del Evangelio, por la cual ha luchado a lo largo de toda su vida con pasión y a costa de muchos sinsabores y dolores.
Escribía recientemente Caponnetto que tenía pocos amigos y muchos enemigos, y se alegraba por ello. Desde este blog queremos decirle que nosotros estamos y estaremos del lado de sus amigos, y nos honraremos por contar con la amistad de un verdadero caballero cristiano.

COLOFÓN
-- Se nota don Wander que le ha llamado la atención la nota de Taussig.
-- La verdad que sí. Hay algo raro en ella y no me termino de dar cuenta de qué se trata… Es muy llamativa…
-- Más que rara es contradictoria.
-- ¿Por qué lo dice?
-- Fíjese en el último punto. ¿A usted le parece lógico que alguien que pretenda que sus anatemas y prohibiciones sean tratadas con discreción escriba una circular oficial en papel membretado del obispado? Tenga en cuenta que la diócesis de San Rafael es muy pequeña. No estamos hablando de Munich o Chicago. Si Taussig quería decir y hacer lo que dijo e hizo, era cuestión que pusiera a su secretario al teléfono, y en una hora las anatemas estaban comunicadas oral y discretamente a todos los “párrocos y responsables” de su diócesis. A quién se le ocurre poner todas esas barbaridades por escrito y pretender que no se filtren a la prensa. Bien sabía él que aparecería un buey corneta.
-- Habrá sido un descuido; estaría ofuscado…
-- No sea ingenuo don Wander. Hay algo más detrás. Taussig está sobreactuando. ¿No se da cuenta?
-- ¿Y por qué lo haría? Ha tenido que pagar un buen costo de escandaletes mediáticos en su diócesis por este motivo…
-- Muy fácil… Mientras más olas se hagan y si, con suerte, el escándalo aparece en los diarios de Buenos Aires, más probabilidades hay de que esa nota llegue al Vaticano, y no me asombraría si algún curial acomedido la ha hecho llegar ya a la Domus Santa Marta. Con todos los entuertos fieros que tuvo Caponnetto con Bergoglio, es natural que el papa vea con simpatía todos los esfuerzos que se hagan para silenciarlo, denostarlo, aislarlo y enviarlo al leprosario de los indeseables. Con esta simple notita, Taussig ha pretendido convertirse en el adalid de los defensores de Bergoglio.
-- Puede ser, pero me parece que Taussig nunca del grupo de Bergoglio. Era más bien hombre de Aguer.
-- Y tiene razón, hasta que Bergoglio fue elegido papa… Y ahí cambió la cosa. Ahora todos hacen cola en Santa Marta para lavar los zoquetes negros del papa. Y, quién le dice, quizás esta sobreactuación de Eduardo María le apresura el arzobispado que alguna vez le prometieron y que se está demorando más de los esperado.
-- ¿Y a usted le parece que Bergoglio caerá en estas redes de miel?
-- Humm, no lo sé. Bergoglio se está empezando a comer crudos a varios enemigos -la venganza es un plato que se come frío, dicen-, a pesar de las lamidas de botas, o de zapatos ortopédicos, que le prodigaron… Fíjese lo que pasó con el pobre padre Ianuzzi y sus Miles Christi de San Luis…
-- ¿Qué pasó?
-- ¿Se acuerda de la audiencia “privada” que hace dos semanas dio el papa a ese impresentable grupo de religiosos latinoamericanos, quienes grabaron todo y luego lo filtraron a la prensa? ¿Se acuerda que allí Bergoglio se burlaba de un grupo de laicos “tradicionalistas y pelagianos” que le habían hecho llegar el “tesoro espiritual” de 3525 rosarios? ¿Saben quiénes eran esos pobres fieles? Así es don Wander, eran fieles puntanos de Miles Christi… así les pagó Bergoglio las vergonzosas e indignas adulaciones que el fundador de ese instituto le envió con motivo de su elección. Y dentro de unos días se viene otra venganza mucho más brava…
-- Cuente, cuente… ¿qué sabe?
-- Mire don Wander, en el post anterior usted decía que los dos porteñitos cancheros -Bergoglio y Buela-, que eran enemigos íntimos, ahora habían arreglado. No esté tan seguro. Parece que se les viene muy fiera la cosa a los muchachos de la Finca… La tormenta perfecta dicen. Habrá que esperar las próximas semanas.

miércoles, 12 de junio de 2013

Canchero y bolichero

“Canchero y bolichero”. Con estos epítetos definió el presidente Mujica al papa Bergoglio. No es ninguna novedad. Ya varias veces en este blog habíamos hablado de él como un porteñito canchero, aunque desconocíamos sus habilidades bolicheras.
Pero lo que más me llama la atención es el desparpajo con el que el actual pontífice proclama su reticencia para ocupar el papel para el cual fue elegido y el cual él, voluntariamente, aceptó. Veamos:
1. No quiere vestirse como papa. Alega humildad y problemas ortopédicos y, por ese motivo, rechaza revestir los ornamentos que todos los pontífices romanos, desde hace más de un milenio, utilizaban.
2. No celebra los sagrados misterios como papa. La liturgia, desde tiempos inmemoriales, reservó para las celebraciones pontificias algunas particularidades que Bergoglio se niega a seguir. Por ejemplo, el canto.  Nadie le pide que cante un aria de ópera. Simplemente, que utilice el recto tono que siempre usaron los papas en sus celebraciones públicas.
3. No vive donde siempre vivieron los papas. No me refiero, claro, al Palacio Apostólico Vaticano. Los papas antes vivían en el Quiriniale y, antes aún, en el Laterano. Pero vivían en una Casa Pontificia que estaba adaptada a las necesidades de un jefe de estado y pastor de la Iglesia Universal. Bergoglio prefiere vivir en un hotel, al que han debido clausurar una plata entera, y que ha generado graves problemas de seguridad. Ha dicho recientemente que la elección se debe a “problemas psiquiátricos” que le impedirían vivir en soledad, ya que necesita estar rodeado de gente. Suena bastante contradictorio sin embargo que, mientras era arzobispo de Buenos Aires, publicitó a los cuatro vientos que prefería vivir solo en un pequeño departamento, y ahora resulta que tiene ataques de pánico si se encuentra solo en el Palacio Apostólico.
4. No habla ni enseña como papa. No solamente ha causado un grave problema con su manía de predicar diariamente en su misa en Santa Marta sino que, más problemático aún, es lo que predica. No se trata de que vaya decir una herejía, ya que Bergoglio es mediocre pero no hereje. El problema es que dice barbaridades, vulgaridades y obviedades, tal como las diría un párroco rural. A éste se le puede perdonar. Solamente lo escucharon sus parroquianos. Pero que lo diga el papa es imperdonable porque lo escucha todo el mundo.
5. No tiene la discreción de papa. Y la prueba está en la filtración ocurrida la semana pasada luego de la reunión privada que mantuvo con el grupo hiper-progresista e impresentable de la Conferencia Latinoamericana de Religiosos, lo que ha despertado un escándalo en varios niveles:
Nivel 1: La burla y descalificación que Bergoglio se permitió con grupos piadosos que, quizás no le gusten -a mí tampoco me gustan-, pero que un papa y padre de todos los creyentes, jamás podría permitirse criticar. He aquí lo que dijo: “Yo les comparto dos preocupaciones. Una es una corriente pelagiana que hay en la Iglesia en este momento. Hay ciertos grupos restauracionistas. Yo conozco algunos, me tocó recibirlos en Buenos Aires. ¡Y uno siente que es como volver 60 años atrás! Antes del Concilio… Uno se siente en 1940… Una anécdota, sólo para ilustrar, no es para reírse, yo la tomé con respeto, pero me preocupa; cuando me eligieron, recibí una carta de uno de estos grupos, y me decían; “Santidad, le ofrecemos este tesoro espiritual; 3.525 rosarios”. Por qué no dicen rezamos por usted, pedimos… pero esto de llevar las cuentas… Y estos grupos vuelven a prácticas y a disciplinas que yo viví –ustedes no, porque ninguno es viejo– a disciplinas, a cosas que en ese momento se vivían, pero no ahora, hoy ya no son…”. Esto no lo puede decir un papa a un grupo de desconocidos y, además, super progres. Era seguro que lo filtrarían.
Nivel 2: En esa misma reunión confirmó la existencia de un “lobby gay” en la Curia romana, especie que había sido desmentida hace dos meses por el vocero oficial de la Santa Sede. Y, como era de esperar, se le armó la de San Quintín, como puede verse en los medios de prensa de hoy. Aquí un ejemplo. Se me hace que va a terminar muy mal este asunto.
6. Se rehúsa a hacer lo que debería ser el cometido más importante de su pontificado. En esto, todos están de acuerdo. Él mismo lo ha dicho en repetidas ocasiones. Muchos de los problemas de la Iglesia provienen de la Curia romana. Todos estuvieron de acuerdo en que el papa que sucediera a Benedicto XVI debería abocarse con urgencia a reformar la Curia. Pues bien, Bergoglio les ha dicho a estos famosos religiosos latinoamericanos que esa reforma no la va a hacer él “porque es muy desorganizado”. Sí señores. Parece increíble tamaña desfachatez por parte del Romano Pontífice. En resumidas cuentas, afirmar que es incapaz de hacer aquello para lo cual lo eligieron.
Por todo esto, y algunas cosas más que ustedes podrán agregar, yo me pregunto:
1. ¿Por qué aceptó ser elegido papa si se rehúsa a hacer todo lo que debería hacer como papa y confirma su ineptitud para el cargo?

2. Día a día se dimensiona mejor el garrafal e imperdonable error que cometieron los cardenales de la Santa Iglesia Romana al elegir a este personaje como Sumo Pontífice. Y destaco lo de “imperdonable”, porque los cardenales son creados para elegir al papa. Esa es su función principal y casi única. Y la hicieron pésimamente. Si estuviera previsto, merecerían el juicio político.

lunes, 10 de junio de 2013

Peregrinando a Río


En las últimas semanas he escuchado con cierta insistencia la frase: “Voy a Brasil a ver al papa”. La dicen jóvenes y otros que no lo son tantos; padres en referencia a sus hijos o sacerdotes en referencia a sí mismos y su jóvenes parroquianos. Y yo me pregunto qué sentido puede tener hacer semejante viaje, que la mayoría hará por vía terrestre-, para “ver al papa”. O, dicho de otro modo, qué aporte real para la fe y para la vida cristiana implica “ver al papa”.
La concupiscencia multitudinaria de “ver al papa” es reciente, y hacerlo en las famosas Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ), lo son mucho más aún. Ciertamente, las movilizaciones más o menos masivas de fieles poseen una antigua y venerable historia. Pensemos, por ejemplo, en las peregrinaciones medievales, tan abundantes y que cruzaban el territorio europeo de norte a sur y de este a oeste para congregarse en torno a los santuarios más reconocidos. Pero el fenómeno actual es otra cosa.
Hasta bien avanzado el siglo XX se peregrinaba a los lugares saagrados para venerar las reliquias de los santos que allí se albergaban. Pensemos, por ejemplo, en el relato que nos hace Santa Teresita en su Diario. En 1889 peregrina en tren con su padre a Roma, y resulta muy claro que el objeto es rezar ante las tumbas de los apostoles y venerar a los mártires romanos. Extraordinariamente, consiguieron una audiencia con León XIII, pero jamás a la santa ni a ningún otro católico de la época se le ocurría ir a Roma a “ver al papa”. En primer lugar, porque al papa no se lo veía. Los papas de esa época tenían cosas más importantes que hacer que andar paseándose entre multitudes y no solía ser afectos al populismo. En segundo lugar, porque tenían claro que la religión no pasaba por el papa sino por Cristo y por sus apóstoles y santos como encarnación de su mensaje. La religión, en definitiva, no estaba personalizada en un hombre vestido de blanco.
No sé muy bien cuándo empezó a cambiar la cosa. Estimo que el “marco teórico” fue el pontificado de Pío XI y su invento de la Acción Católica, ese ejército militante de católicos al servicio de la jerarquía. El tal servicio pasó a ser obediencia irrestricta y clericalismo, y terminó en la desproporción de la figura de los obispos y en la idolatrización del papado como pináculo de la jerarquía católica.
Pío XII empezó con las famosas audiencias, en las que hablaba de de lo que viniera a cuento, con sus audiciones radiofónicas y alguna que otra congregación multitudinaria. La agilización del transporte terrestre y aéreo contribuyó sin duda para la eclosión del histrionismo papal que produjo Juan Pablo II, actor de teatro en su juventud, quien encontró fácilmente el modo de ser semanalmente el centro de cientos de miles de hombres del mundo entero que iban a Roma no ya a venerar la tumba de las apóstoles, sino a “ver el papa”. Y así estamos hoy. Jugaría mi pellejo a que la gran mayoría de los católicos que peregrinan a la Ciudad Eterna tienen como ideal “ver al papa”, aunque eso signifique horas de espera bajo la lluvia y el sol en la plaza de San Pedro pero, a la vez, a muy pocos de ellos se les ocurre descender a la cripta de la basílica vaticana a rezar ante la tumba de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y, si descienden, se detendrán en oración frente al sarcófago del Juan Pablo II, del gordo Roncalli o de Pablo VI. Ni se acuerdan ni se ocupan de los apóstoles y, mucho menos, de los mártires. Si visitan las iglesias que guardan los huesos de los primeros testigos de nuestra fe, lo hacen con fines turísticos, y no se ocupan mucho de saber quiénes están allí, si es santa Inés, santa Cecilia, los santos Pedro y Pablo, Clemente o cualquiera de los otros grandes mártires. “Ver al papa” es suficiente; venerar al obispo de Roma es la experiencia más buscada.
El cambio de actitud no es menor, y es grave. Es la religión descentrada. Louis Bouyer, cuando explica lo que él llama la barroquización de la liturgia romana, dice que la causa fue la pretensión de los hombres de iglesia de los siglos XVII y XVIII de trasladar el ceremonial de las cortes reales a la liturgia, lo que terminó en convertir a esta última en un espectáculo que poco tenía de sobrenatural y mucho de teatro o de ópera. Basta escuchar la polifonía religiosa de esa época para darse cuenta que, ir a una misa solemne, poco difería de asistir a una función en la Scala de Milán.
En la actualidad, claro está, la liturgia ya no es una ópera. Es un tristísimo espectáculo de bailanta o, en algunos casos, de Piñón Fijo. El problema ahora es que la Iglesia toda, y no sólo su liturgia, se ha convertido en un espectáculo de masas. Así como hoy la gente con cierta formación cultural viaja a Buenos Aires a ver a André Rieu; las adolescentes a ver Justin Bieber; otros a escuchar a Joaquín Sabina o alguna banda de acid rock, todos ellos juntos, viajan a Río al ver al papa… La lógica es exactamente la misma: integrarse a un rebaño amorfo que se congrega en torno a un hombre que dice cosas que les entran por un oído y les salen por el otro. Se puede entender la motivación y la excitación que supone para los adolescentes pasarse una semanita en Río de Janeiro, donde tendrán oportunidad no solamente de divertirse con sus amigos, sino bañarse en sus playas y conocer a miles de adolescentas venidas de todo el globo. Y de paso, ven al papa, que es casi un semidios, un santo viviente, al que hay que ver y tocar para tomar gracia. Quién dice, capaz les ayuda a aprobar los exámenes sin esforzarse demasiado… Es comprensible. Son adolescentes. Pero que gente grande promocione y propicie esta desfiguración de la iglesia y del ser católico, es bastante incomprensible.
No me parece que alguien con mediana inteligencia pueda aún pretender que estos viajes causarán algún tipo de conversión espiritual o aumente consistente en la fe de los “peregrinos”, más allá de un pasajero efecto emocional. Recuerdo que en el año 2000 pasé una temporada en Angers. Allí asistía a misa a la catedral de esta bellísima ciudad. Muy poca gente iba a misa y, en su enorme mayoría, eran personas mayores. Una tarde tuve oportunidad de hablar un buen rato con los curas de la catedral, y me tenté con preguntarles cómo veían ellos el futuro de la Iglesia en Francia tan despoblada de jóvenes. La respuesta fue unánime: le renovación y reflorecimiento de la Iglesia vendría por las JMJ. Hacía poco, en 1997, habían tenido la primera de ellas en París, que congregó a un millón doscientos mil jóvenes a los pies de Juan Pablo II,  y ese año se haría la gran concentración en Tor Vergata (o Tor fornicata), esa misma en la que el papa polaco se deleitó, llevando el ritmo con sus pies, con el Color Esperanza que cantaba Diego Torres... Y ya vemos los millones de conversiones que ocasionaron esos encuentros… El mundo cambió de un modo ostensible… Estamos mucho mejor y somos cada vez mejores católicos…
Y no es cuestión que el papa sea Juan Pablo, Benedicto o Bergoglio. Por cierto que escuchar a Ratzinger era un placer para la inteligencia y para el oído, cosa que no sucede con pontífices que dicen tante cose belle en un pésimo italiano, porque son incapaces de hablar otra lengua, y que, a lo sumo, provocan hilaridad y vergüenza ajena, o propia.
El problema es que se desfocalizó la religión. Se concentró en un hombre, en un caudillo, bueno algunas veces, mediocre otras, pero hombre al fin.


Algunas noticias neoconas:
1) Sacerdotes neocones formados en un seminario diocesano cuyano, están propiciando en sus parroquias una conferencia dictada por el hno. Magdaleno, de los Maristas, con el objeto de que relate a la extasiada concurrencia de fieles su experiencia como profesor ocasional del joven Bergoglio en el colegio del Salvador. Parece que luego de su formación secundaria en una escuela de Flores, y manifestada su voluntad de hacerse jesuita, los sacerdotes de esta congregación lo hicieron completar su formación en su colegio de la calle Callao. Una de las experiencias que relata don Magdaleno y que más llega a la audiencia es cuando afirma que ya de joven, Jorgito era muy humilde y de bajo perfil porque prefería ubicarse al fondo de la clase… Otra versión indica que lo hacía para poder copiarse más tranquilo en los exámenes. Sabido es que siendo jesuita nunca se distinguió por sus dotes intelectuales, al punto que jamás terminó su doctorado en teología, ni aún con la estadía que sus superiores le costearon en Alemania, lo cual se deja ver en las altísimas especulaciones de sus homilías diarias.
2) Se cuenta desde hace varias semanas que en alguna casa de formación del IVE, cuando se anunció quién era el nuevo papa, los seminaristas adoctrinados por sus superiores, comenzaron a gritar desaforados: “Bergoglio hijo de p… Viva Francisco”, remedo vulgar, como no podía ser de otro modo, de la conocida anécdota de Don Bosco cuando la elección de Pio IX. Y al rato de los gritos patoteriles apareció la vergonzosa carta del Superior General, explicando al nuevo pontífice sus lazos de familia con algunos insignes jesuitas argentinos.
No se sabe si lo que conmovió el transparente corazón bergogliano fueron los hurras a su nueva condición o las relaciones avunculares mencionadas en la misiva, pero lo cierto es que parece que ahora es un sacerdote del IVE, el p. Codutti, el encargado de distribuir las entradas para acceder a las audiencias pontificias de los miércoles.

Se ve nomás que entre porteñitos cancheros se terminan entendiendo bien.