Super flumina Babylonis
illic sedimus et flevimus
cum recordaremur Sion…
Si oblitus fuero tui Ierusalen,
oblivioni detur dextera mea!
Intentaré responder a la objeción de un Anónimo y a la de
CEG. Se trata de una discusión que hemos tenido varias veces en este blog pero que
sigue irresuelta y tiene que ver, en el fondo, con el carácter del
cristianismo.
Dice el Anónimo: El
problema existencial que se le impuso al hombre es el de resolver este Puente,
el de establecer la Relación que pueda sortear este abismo: Cristo mostró el
camino por medio de una Epopeya cruenta. Pero exigió a cada uno asociarse a Su
esfuerzo, realizar su propia epopeya, tender su propio puente; buscar a Dios; y
esto no es soplar y hacer botellas. Esa epopeya se libra en el presente, mejor
dicho en el Instante, donde el abismo entre lo eterno y lo temporal parece
acortarse hasta desdibujarse... Creo que pocos no coincidirán en que la única
gran epopeya es la de Cristo; pero si no acertamos a resolver nuestro Instante
(el aqui y ahora con los K o sin ellos, por ejemplo ), como Dios prevé que lo
resuelva, de poco sirve que sepa aquello. Y no errar en esto ya es toda una
epopeya.
Me parece acertado el principio que plantea y estoy
totalmente de acuerdo. Sin embargo, objeto la aplicación que usted hace del
principio. En efecto, asocia, a mi entender injustificadamente, nuestro Instante, con un instante
político. Es decir, según usted, resolver el instante -el kairós o momento oportuno en el que, en definitiva, termina
resolviéndose toda nuestra vida- pasa para una instancia política.
Definitivamente, no es así. La resolución del kairós tiene que ver con mi existencia individual y particular que
está sumergida en un proceso de un autorealización que consiste en develar la
potencia por el acto o, dicho de otro modo, en la sotería o salvación de la potencia por el acto. En lenguaje
cristiano, la salvación del instante es elegir hic et nunc -el instante- mi perfección como hombre, es decir,
elegir la virtud y desechar el vicio, o elegir a Dios y rechazar el pecado.
Por cierto que, ocasionalmente y en algunos casos concretos,
los K., el 8N o el 7D, tienen algo que ver con todo esto. Pero siempre será una
relación marginal y momentánea. Reducir el Instante a la acción política
concreta, o hacerlo depender de ella, no es correcto y, me animaría a decir, tampoco
es cristiano.
Y frente al problema
del Instante siempre existe la gran tentación del "escapismo"
sobrenatural, mas consolador y soporífero cuanto mas piadoso parece. ¿Quien
puede decir que tiene la precisa sobre este asunto.? Renunciar a la propia
epopeya del Instante y refugiarse en la de Cristo por temor a equivocarse, es
como el "disolverse en dios" de los orientales.
El error anterior lo lleva a calificar de piadosones orientalisantes a los que no
asocian el propio Instante a la acción política. Quisiera yo saber qué se
entiende por “escapismo”. ¿Ocuparse de lo único importante es ser “escapista”?
Porque en el cristianismo hay una sola cosa importante, y es salvar el alma. Y
por una razón muy sencilla, que la dio Nuestro Señor cuando era interrogado por
un político: “Mi Reino no es de este mundo”. Si el Reino que los cristianos
buscamos fuera de este mundo, ¿no mandaría el Señor algunos cuantos ángeles
para que resolvieran la cuestión política con rapidez y eficacia? Pero nuestro
Reino, el que ya está entre nosotros, no es de este mundo. No creo yo que la
perla de gran precio o el tesoro escondido que movió a sus descubridores a
vender todo lo que tenían para hacerse de ellos, sea una Argentina católica y
libre de K. o de Macris. La perla y el tesoro tienen que ver con el verdadero
Reino que ya ha comenzado y sólo espera su manifestación final.
Respondiendo ahora a CEG, que expresa de un modo más
desembozado la misma argumentación, concluyo mi idea.
Estoy de acuerdo con él en que con un clero santo solucionamos algo, pero no mucho. Esta vez no estoy de
acuerdo con Crux Australis. Pero sigue CEG, “La Religión es lo mas importante; pero la Política es lo más urgente
(por lo menos en la Argentina que nunca la tuvo). Pregunto yo, ¿quién dice
eso? ¿Con qué autoridad se afirma? Le pido que me señale qué Padre de Iglesia,
qué Doctor, que autoridad teológica, hace tal afirmación (por cierto, me diego
a incluir en ese grupo a Charles Maurras). Si usted se toma el tiempo de estudiarlo,
verá que nunca el cristianismo propuso cosa semejante. Más aún, ningún Padre y
ningún Doctor se interesó jamás en la política, en el sentido que usted le da
el término. Qué mejor momento para ello hubieran sido los primeros siglos, en
medio de un Imperio decadente peor que el actual reino K, y sin embargo, entre
persecución y persecución y entre martirio y martirio, los Santos Padres se
dedicaban a contemplar y tratar de decir algo del misterio trinitario o de la
maravilla inexplicable de un Dios que se hacía hombre. ¡Terriblemente
escapistas eran los Padres! En vez dedicarse a ordenar la política según los
principios cristianos, se ocupaban de comentar los Salmos y el Cantar de los
Cantares. ¡Piadosones!
Y sigue CEG: Cuando
muy "piadosamente" se aniquila lo "natural", lo que queda
no es lo "sobrenatural"; sino lo "antinatural". De
acuerdo con esta frase que no por cliché es menos cierta. Pero la cuestión aquí
es qué entiende CEG por natural.
Sospecho que me diría que, siendo el hombre un animal político según la
sentencia aristotélica, es natural
que se ocupe de política. De acuerdo, pero ¿sabrá CEG qué entendía el
Estagirita por política? La política
era una de las actividades del hombre libre y adinerado, que no tenía que
ocuparse por sus necesidades porque para eso estaban sus esclavos, y que se
reunía diariamente en el ágora local
a discutir los problemas de su polis,
es decir, su ciudad de algunos cientos de habitantes, a fin de que la cosas se
ordenaran de tal modo que le permitiera a sus ciudadanos alcanzar y practicar la
virtud a fin de poder dedicarse a lo única actividad importante del hombre, y la
que lo defie como tal: theoría o
contemplación. Es decir, lo natural
en el hombre es la contemplación. La política, un medio para ella, y reducido
siempre al ámbito acotadísimo de la polis.
Entre esta idea aristotélica y la formación
para la acción, en la acción que propone CEG, media un abismo bastante
amplio.
Y termino con un argumento ad hominem y una aclaración. Cuando estos cultores de la acción
política directa y detractores del escapismo piadoso que nunca terminan de
definir, tuvieron la oportunidad de poner en práctica sus enseñanzas, con todos los medios a su alcance (apoyo
político-militar incondicional, todo el dinero que necesitaran, la educación a
su servicio, el apoyo de buena parte de los obispos, etc.) no pudieron hacer
nada. No digo que no quisieron. Claro que quisieron, y dejaron los mejor de sí
en el empeño. Lo dije en el post anterior, y lo repito: fueron hombres, a su
modo, ejemplares; me formé con ellos, y los reverencio y reconozco por todos
los méritos que tuvieron, que fueron muchísimos, ciertamente muchos más que los
míos. Pero se equivocaron; fue una dulce
tentación, ese no es el camino.
Y aclaro que no soy contrario de la acción política de modo
absoluto. Creo que es posible una política en el ámbito en el que Aristóteles
la pensó y en la que todavía puede ser efectiva: los ámbitos pequeños y
acotados, en los que no sea necesario involucrarse con el sistema político para actuar. Por ejemplo, un colegio, la
universidad, alguna ONG, una pequeña cooperativa, pero no más que eso.
Sobre los canales de Babilonia,
nos sentábamos a llorar
cuando nos acordábamos de Sión…
Que se me paralice la mano derecha
si me olvidara de ti, Jerusalén.